11- ACURRUCADA EN SU PECHO (CAROL)
- Bésame... - Susurré, pero se apartó. ¿Por qué has hecho eso?
"Echo de menos el sexo". En ese momento vino a mi mente el informe que reafirmaba su compulsión. Estaba devastada, boquiabierta. No esperaba que me amara, sería un maravilloso cuento de hadas, pero estaba dispuesta a ser suya esa tarde.
Bajé de la superficie en la que estaba sentada, avergonzada, tratando de ocultar el semblante frustrado que se me estaba formando. Él se apoyó en la pared de madera azul, y yo, en el extremo opuesto, arreglando mi vestido. Permanecí en silencio, temiendo que cualquier temblor en mi rostro desequilibrara las lágrimas que deseaba mantener en mis ojos.
- No te rechaché - interrumpió el silencio. - He pasado por muchas cosas. Espero que lo entiendas. - Aguardaba mi comentario, con un resoplido tras otro. Me reí, sarcásticamente.
- ¡Muy divertido! ¿Me provocaste toda la tarde para eso? - Chasqueé la lengua, molestada. Sonrió, hermoso, pero un pendejo. - ¡Deja de reírte! ¡Estoy cabreada! - ordené, afrentada. Andy apretó los labios, intentando evitar mi enfado. Quería entender por qué. ¿Qué tenía yo que ver con lo que pasó? ¿De qué tenías miedo? - Eres un... un idiota, Andrew McConie. Ahora me siento como una loca.. ¿Por qué te rindes conmigo?
- No lo estoy. - Se acercó y me agarró lo rostro con ambas manos. Intenté esquivarlo durante unos segundos, sin embargo, fue inevitable que intentara mantener mi dignidad con su toque firme pero suave. - Quiero besarte, Carol. Yo también quiero tener sexo contigo... - Admitió con voz ronca, acariciando mis labios mientras se lamía los suyos. Fue muy agradable escuchar eso y no poder hacer nada al respecto, pensé.
- Yo también quiero. Quédate conmigo, aquí, ahora - le pedí, melindrosa, tocando sus manos. Ya estaba de puntillas.
- Quiero más que eso... Pero te quiero lúcida...
¿Más que eso?
- Si lo hubiera sabido, no habría bebido ‐ murmuré con rabia, apartando sus manos de mí.
- Pero según tú, no habrías hablado conmigo. - Me puso un mechón de pelo detrás del hombro. Sonreí forzosamente, yendo a sentarme en el taburete bajo que había en una esquina del local. - ¿Sueles emborracharte?
- No - respondí rápidamente. - ¿Qué es usted? ¿Un consejero escolar? - Me burlé. McConie se sentó en el suelo, mirándome fijamente, en silencio. Entonces decidí dejar de lado mi rabia, para entender lo que le pertubava. - No bebo. No soy de las que salen. Me quedo en casa viendo películas con mi padre. Incluso los fines de semana... Ahora dime, ¿tienes miedo?
- ¿Yo? - Hizo una mueca. - ¿De qué?
- De mi... - He dicho. Negó con la cabeza. - No lo entiendo... Después de que empezara a mostrar mi interés por ti, parece que tienes dudas sobre lo que quieres. Estoy lúcida. Te juro...
- Lo estoy... - Embargó su discurso.
- ¿Lo estás? ¿Me tienes miedo? - Ensanché los ojos mientras me aseguraba de la revelación.
- Es demasiada presión todo el tiempo. Tengo que ser perfecto... Es una mierda - explicó, encarando en otra dirección.
- Me lo imagino. - Me encontré conmovida.
- A veces me canso de todo. Me dan ganas de rendirme e irme de viaje sin rumbo fijo, fingiendo
ser otro tipo... La gente es cruel, Carol... Mienten. No les importa si te hacen daño. - Se pasó la mano por la nuca, revolviendo su propio pelo, estaba reflexionando. Me quedé en silencio, sentí que necesitaba desahogarme. - Me gustaría poder quedarme en la playa contigo sin preocuparme de que algún residente pasee a su perro... - bufó, se frotó la cara y me miró avergonzado. - Maldita sea, estoy siendo un dolor de cabeza.
- Por supuesto que no. - Me levanté y me senté a su lado. - ¿Puedo apoyar mi cabeza en tu hombro? ¿Necesito estar sobria para eso? - Me divertí, quitándome el sombrero. No podía dejar pasar la broma. De repente, el sonido de su móvil vibrando se interpuso entre nosotros.
- Es mi madre. Un momento ‐ avisó, antes de atenderla. - ¡Hola, mamá! ¿Cómo estás? - preguntó, arreglando el flequillo que le había caído sobre la cara. - Sí, estoy bien... No, todavía no. Debo salir a las nueve... - hablaba, concentrado. Tenía curiosidad. Pensé que pasaríamos la noche juntos. - Así que, estoy con Alec, pero él no ha dicho nada de ir conmigo. Incluso porque acordamos cambiar la moto por el coche. - Andy me acarició la rodilla como para demostrar que también tenía su atención. Suspiré, ligeramente triste. Sabía que al día siguiente sería el Día de Acción de Gracias, existía la costumbre de cenar con la familia, sin embargo, lo había olvidado. No pude evitar mi estado de abatimiento, pronto me rodeó con su brazo. - Está bien... Cuando me vaya te aviso... No he bebido... - Me sonrió. - Sé que la cerveza es una bebida... Ah... ¿Viste la foto de Alec? Mira, siento profundamente haber creado tu Instagram, hein... - bromeó con ella. Me pareció maravilloso. - No mentí, mamá, sólo que no lo recordaba. Fue justo cuando llegué... Está bien. Dentro de un rato te llamo... Un beso, mi flor.
Cuando Andrew terminó la llamada, no pude evitar preguntar: - ¿Mi flor?
- ¿Por qué?, ¿Le pareció extraño?
Indagó, tímidamente.
- No, me pareció hermoso. Debe ser maravillosa. Sólo puede, para que la llamen así...
- Realmente la es. ‐ Sus ojos brillabam. - Ella... - suspiró. - Renunció a sus sueños para cuidar de su familia. Soy el hijo del medio. - Me miró. - Quería ser diseñadora de moda, pero no podía pagarse la universidad y no tenía con quién dejarnos debido al trabajo de nuestro padre. Trabajaba todo el día en una fábrica, era difícil... Cuando empecé a ganar dinero, decidí invertir en sus estudios, pero entonces llegó Kim... Eso es todo. Intento animarla a que estudie, pero la señora Rose es tonta. - Cuando se fijó en mí se asustó, estaba llorando. - Carol, ¿qué pasa?
- No estoy celoso... Sólo gustaría que mi madre se preocupara por mí. Me abandonó cuando tenía cinco años. - Hasta entonces no me había dado cuenta de que existía ese deseo latente. Me abrazó, apretándome tan fuerte que pude sentir su cuidado.
- Lo siento No lo sabía. - Frotó mi espalda suavemente.
- No hay necesidad de disculparse, no hay nada malo en tu amor.
- Ah, Carol... Ella es la que pierde la oportunidad de ver a su hermosa hija. Eres fuerte, una luchadora... - Se apartó, empezando a secar mis lágrimas, sin embargo, manteniéndome acurrucada en su pecho. - Eres perfecta... - habló en un tono bajo. Nos miramos fijamente. Luego avanzó lentamente, rozando sus labios con los míos.
Andrew me besó. Finalmente su lengua calentó la mía. Lo chupó de una manera que estimuló cada centímetro de mi cuerpo para querer más de ese acto. Me di la vuelta, de cara a él. Pronto me rodeó por la cintura con una mano, colocándome en su regazo, y con la otra, desató el encaje que sujetaba mi vestido alrededor de los hombros. La tela se deslizó hacia abajo, cayendo sobre mis muslos. Nos miramos fijamente durante unos segundos, sin embargo, cerré los ojos al sentir cómo frotaba su miembro entre mis piernas mientras me apretaba el pecho. Jadeé, levantando la cabeza hacia atrás.
- ¿Estás realmente sobria, Carol? - preguntó antes de chuparme el lóbulo de la oreja.
- Sí, lo estoy - respondí temblorosa. - Mi ápice se alcanzó sólo con su roce. Mis gemidos se intensificaron, se dio cuenta. Se apresuró a levantarme por los muslos, depositándome cuidadosamente en el suelo. - Ven pronto - le rogué, retorciéndome. Andrew se arrodilló, sonriendo, sacando el condón de su bolsillo. ¡Sí!, Eso es lo que tomaste con tu primo, constaté. Estaba bajando la cremallera de los pantalones cuando sonó mi teléfono móvil. ¡Oh, mierda! Puse los ojos en blanco, tratando de ignorarlo. El único problema era el tono de llamada. El tono de llamada estaba personalizado, sabía de quién se trataba.
Me tapé la cara sin gracia, porque vi que cuando se asomó a la pantalla, se encontró con la foto de Edu. No había más clima.
- ¿No responderá? - preguntó con voz alterada, frunciendo el ceño mientras se sentaba.
- No. - Levanté, pensativa. Cogí mi vestido, que había acabado en un lado durante el movimiento acalorado, y empecé a ponérmelo. McConie me juzgaba, estaba claro. No dijo nada más. Luego tiró el condón, aún en su envase, a la basura.
- Lo siento... - hablé. Pero la interrupción de Edu se instaló en el ambiente. Andy se suspendió, caminando hacia la puerta.
- Me voy a retirar para estar más cómodo. Puedes atender a tu novio. - dijo y se fue. Resoplé. Tal vez era una señal de que estaba cometiendo un error.
- ¡Hola, Edu! - Fingí estar bien.
- Carol, ¿dónde estás? Necesito hablar contigo.
- ¿Qué? En Los Ángeles...
- Lo sé... Estoy frente a tu casa. Nathy dijo que salió con otra amiga - dijo. Me quedé sin aliento. - Oye, ¿puedes oírme? Hola?
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