05- Caja de alfileres (Carol)
Las primeras semanas fueron intensas. Me enteré de que el visado de estudiante que tenía no me permitía trabajar fuera del campus, sólo de forma ilegal. Creo que ya puedes ver que soy una persona con muchos miedos. No soy perfecta... Me gusta tener aventuras, sin embargo, eso estaba lejos de mi alcance.
Recorrí algunos talleres en busca de oportunidades. Los mejores trabajos se ofrecieron a los estudiantes de segundo año. No tenía experiencia en el área, me preguntaron. Sino, podrían hacer una excepción.
- Sé dibujar, escribo bien, soy creativa... - Me presenté con la voz entrecortada en el estudio de vestuario.
- ¿Coses? - Una alumna, con unas tijeras gigantescas en la mano, me preguntó. Me acordé de la ropa de mis muñecas, la hacía toda a mano.
- ¿Se puede coser a mano? - Respondí en voz baja. La chica negó con la cabeza. Suspiré con fuerza y salí de la habitación.
Estaba desesperada, lo encontraba todo muy complicado. Salí del lugar, cabizbaja, empezando a llorar, porque en menos de dos días, ser rechazada cuatro veces era demasiado para mi cabeza. O era demasiado innecesario, o tenía mala suerte. En ambas opciones me quedaría sin dinero.
- Papá - dije cuando contestó al teléfono. Estaba en el baño del conservatorio, sentarse en el retrete.
- ¿Qué pasa, hija mía? ¿Qué ha pasado? - preguntó, aturdido.
- Ya no quiero hacerlo.
- ¿De qué estás hablando, Carol?
- Es muy duro, todo es muy duro... Hablan demasiado rápido. Es muy diferente del curso de inglés. Cada vez que tengo que pedirles que hablen más despacio...
- Hija, ya le cogerás el tranquillo. Verás... Es normal.
- No, no lo entiendes. Hay muchas cosas que no sé hacer. Ahora mismo el profesor nos ha pedido que hagamos un proyecto integrado con los otros cursos, pero faltaba una chica en la actuación... - sollozó.
- Ahn...
- ¡Sólo hay chicos! - Mi voz fue demasiado lejos.
- Cálmate, niña.
- Quieren que yo haga el papel de la chica extranjera. Estoy avergonzada. No quiero...
- Carol, estás ahí para aprender... Por mucho que no quieras ser actriz, tendrás más experiencia.
- ¿Papá?
- Mira, si eres demasiado malo, encontrarán a otra. - Se rió al otro lado de la línea. Resoplé, enfadada.
- Has ayudado mucho.
- ¡Yo soy genial! - se debatió, aún sonriendo. Podía sentirlo. - Ahora hablo en serio... Tienes mucho talento. Empezaste a hacer muchas cosas de un momento a otro. No tenías ni idea de que sabías todas estas cosas. Tal vez esto es como algunas de sus otras locuras.
- Eso es lo que se piensa. - Me froté la cara. No sé cómo me tranquilizó esa locura. Tal vez sólo necesitaba escuchar su voz. No quería entrar en detalles financieros. Tenía fe en que, a pesar de mis cambios de humor, de vivir en constantes altibajos, algo me saldría bien.
Cuando salía del departamento de confección, oí una voz femenina que me gritaba: - ¡Oye, chica de la chaqueta de color!
Inmediatamente miré hacia atrás, era el la alumna que me había atendido en el taller. Tenía un piercing en la nariz, ¿cómo no me di cuenta antes? Debe haber estado muy nerviosa.
- ¡Hola! - Me acerqué, esperanzada.
- Eres pequeña, tus dedos son pequeños... Eso es bueno. - Hizo un pico con su boca, asintiendo. ¿Qué tiene que ver mi tamaño con todo esto? Espero que no me ofrezcan otro papel. Gritaría. - Tenemos algunas piezas delicadas y diminutas. Creo que podrías manejar el trabajo, pero necesitas estar comprometida.
- Vaya, eso sería genial. Soy la persona más comprometida del mundo. Ya verás... - Dije, emocionada. Nunca pensé que ser baja sería bueno para algo. Me traumatizó ir a São Paulo, justo para el concierto de Ed Sheeran, y no lo vi bien a pesar de estar cerca del escenario.
Como no todo son flores, he trabajado mucho para conseguir un poco de dinero. Sophie, la chica de las tijeras, se convirtió en una gran amiga. Ana no puede ni oír algo así, de lo contrario, estaría herida.
Dos meses después le devolví un favor similar. El propietario del piso que alquilaba le pidió que le devolviera la propiedad. Y mi suerte cambió, las chicas entrometidas dejaron nuestra casa en la misma semana. Me esforcé por aguantarlas, pero sus chácharas y sus risas a las dos de la mañana me estresaron. Me metí en discusiones unas cinco veces, sintiéndome como una vieja gruñona ya que nadie se quejaba. Después de insistir en el incumplimiento de las normas, se cansaron de ello. Creo que Nathy y Mike, el chico empollón, estaban ligeramente molestos, ya que el alquiler subiría para cada uno de nosotros. Había olvidado este detalle, sin embargo, era yo quien dormía desde la medianoche hasta las 4 de la mañana. Así que mi pensamiento siempre se vio perjudicado, y Sophie, ahora estaba durmiendo en la habitación de al lado. Necesitábamos otro residente lo antes posible.
¿Recuerdas la puesta en escena que me aterrorizaba? Fue fácil de hacer. A pesar de un único discurso, el profesor alabó mi actuación, e incluso me remitió a agencias comerciales. El Sr. George era un anciano muy simpático, que me acogió en uno de mis momentos de lágrimas al final de su clase. No sabía que al día siguiente estaría con los dedos pelados, ya que empezaría a trabajar en el estudio de vestuario.
Dentro del departamento de diseño de vestuario destaqué por mi habilidad con los dibujos. No sólo hice los bocetos, también trabajé en el modelado. Aunque las minucias estaban destinadas a mí, me aseguré de aprender a utilizar una máquina de coser. No era excelente, pero tenía la intención de mejorar.
- Carola, vamos ahora al laboratorio - dijo la Vallentina Romano, una profesora italiana molesta. Odiaba que me llamara así, sin embargo nunca me quejaría, era muy famosa, ya había ganado tres veces el Oscar al mejor diseño de vestuario, podría ayudarme en el futuro con alguna indicación. Mejor Carola que nadie...
- Aham - Acababa de llegar, después de entregar un capítulo piloto de un cortometraje, proyecto para después del día de acción de gracias. Llevaba tres días sin dormir. Me miré en el espejo, el rojo de los bordes de mis ojos fue lo que me llamó la atención. Mi intención era pedir recuperar las horas al día siguiente, lo que significa que mi plan fracasó inmediatamente.
El conservatorio estaba en Hollywood, cerca de varios centros de grabación importantes, teniendo como profesores a muchas personas de renombre como ella. Tenía un laboratorio donde atendíamos a los artistas.
- Empezarás allí, en la cabina 7. Toma las medidas de los pantalones y haz los ajustes en el traje - dijo, guardando las gafas en su bolso. Asentí entre un bostezo y otro. Había 2 personas del elenco de la serie "The Mobsters" esperando en diferentes salas.
Llamé a la puerta, necesitaba evitar otra vergüenza. El otro día pillé a Ryan Gosling con el culo al aire. ¡Y qué culo más bonito! No sabía dónde poner la cara. Vi en una noticia que había ganado el papel para la serie The Mobsters, en lugar de mi Andy. Así que pregunté: - ¿Puedo entrar?
- Puedes - respondió un joven sentado de espaldas a la entrada. Parecía estar concentrado, susurrando lo que leía en un papel. Empecé a separar los alfileres en ela mesa de atrás. Me froté la cara mientras bostezaba por tercera vez desde que entré. - ¿Es difícil para ti hoy?
Le miré rápidamente, conocía esa voz. Mi corazón intentó salirse de la boca, pero la cerré apresuradamente. No quería parecer una fanática asustada y asombrada. Andrew McConie estaba frente a mí, burlándose de mi crisis de sueño. Y yo, con las ojeras realzadas y magnificadas por los cristales de mis gafas, el flequillo recogido con dos tic-tacs, intentaba fingir profesionalidad. Por dentro quería saltar sobre él y besarlo como en una de sus películas. ¡Qué hombre tan sexy! ¡Dios mío, abrázame! Sonreí, amable. Descubrí que no era tan mala actriz.
- Bueno... Vamos... ¿Vamos a ver las medidas? - Dije, con simpatía, sudando horriblemente. Andrew miraba el espejo, que estaba en un lado de la cabina. Me acerqué, él estaba oliendo la playa, sabía que le gustaba el surf. Tal vez había aprovechado la mañana libre para ello. ¿De qué estoy hablando? Debería estar ocupado.
- Si fuera por mí, querría un traje nuevo... -Soltó la información, inesperado.
- ¿Es serio? - pregunté, frunciendo el ceño mientras deshacía la costura, agachada cerca de su cintura. La ropa era ligeramente ajustada, de acuerdo... Pero nadie los había usado. ¿Quería alguna ventaja de estrella? Noté su sorpresa por mi reacción de indignación.
- Olvídalo... - completó. Me sentí insegura, pensé que no le había gustado mi pequeño comentario.
Siguiente, Vallentina entró en lo locales.
- ¡Hola, hijo mío! ¿Cómo estás? - Llena de intimidad, le besó la mejilla.
- Estoy bien. ¿Y la señora?
- Deja de hacerte el gracioso, chico. Te dije que no me llamaras así -respondió muy amable. Diferente de cómo trataba a sus aprendices. Él se rió, mirándome, disfrazado. - ¿Cómo está tu madre?
- Bien. Le dije esta mañana que me reuniría contigo. Ella te mandó un beso.
- Oh, dale otro. Cuando esté en Seattle, me pasaré por allí. - Eran amigos.
- Te lo haré saber. - Se alisó el pelo castaño que le caía sobre los ojos verdes.
- ¿Puede darse la vuelta, por favor? - Pregunté sin gracia. Andrew se hizo a un lado. Me sentí muy incómodo, además del miedo a hacer alguna estupidez cerca de mi jefe, él no dejaba de mirarme seriamente. Parecía arrogante, todo lo contrario a como me lo imaginaba. - ¿Puedes levantar el brazo izquierdo? - Pregunté con un poco de dureza, sin razón. Decidí controlar mi neurosis.
- Por supuesto - respondió, solícito.
- Es una locura, cambiar a dos actores en el último momento - Vall añadió, mientras se sentaba en el sillón. Tenía curiosidad, no estaba al tanto de los chismes.
- Oh, mierda... - refunfuñó, mientras le clavaba el alfiler. Abrí los ojos de par en par, sorprendida.
- ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! - Tragué con fuerza.
- ¡Carola! - gritó Vallentina, acercándose a mí.
- Está bien - trató de calmar la situación. Por supuesto que me sonrojé. ¡Qué demonios!
- ¡Pon más atención, chica! Si no puedes manejarlo, cambiaré de asistente.
- Está bien, Vall. Ya ha pasado todo - sonrió, tocando su hombro. Apoyé la caja con alfileres en el banco de la lateral.
- He terminado el traje... Puedes quitártelo... -dije con la voz alterada, conteniendo las lágrimas. Él me miró, con dulzura. La profesora sacudió la cabeza en señal de desaprobación y se dirigió al mostrador a por el café.
- Ve por mí, déjame en traje - advirtió, casi en un susurro. No lo entendí. Me agaché para empezar a comprobar sus medidas. Mientras desenrollaba la cinta métrica, me di cuenta de que mi ídolo se estaba desabrochando el cinturón. Dios mío, va a estar usando sólo su ropa interior. ¡Voy a morir aquí!
Andrew llevaba un bóxer negro, lo que provocó una fuerte desequilibrio en mi respiración. Un calor infernal se quedó en el ambiente, mis manos estaban mojadas.
- Necesitaré pasar mi mano entre tus piernas - dijo, arrodillándome. Levanté mi mirada hacia su rostro, tratando de ignorar el volumen que tenía frente a mi.
- Lo sé - respondió con una sonrisa traviesa. Respiré profundamente, avergonzada de que supiera que le admiraba. - Tienes los dedos fríos - anunció. Por supuesto, estoy nerviosa, pensé.
- Lo siento - tartamudeé, incómoda. Las siguientes mediciones serían sus caderas y otras partes que me harían pasar aún más vergüenza. Volvió a leer un texto, pero su atención a lo que yo hacía era clara. Supongo que no se fiaba de mi trabajo, yo también lo había pinchado hace minutos.
Estaba temblando horriblemente, no tenía la precisión en mis acciones debido a la vigilancia de los dos. La italiana con aspecto de águila me miraba con los ojos semicerrados pareciendo que me cazaba, y Andy... era indefinido, pero lo estaba disfrutando.
Fui a cambiar de postura ya que la posición me dejaba las piernas entumecidas, sin embargo, no iba a pedir una pausa en el servicio porque otra celebridad me estaba esperando en la habitación de al lado.
Apoyé mi mano en el banco, para estirarme, sin embargo, me topé con la cajita de alfileres y todo se vino abajo. Miré la diseñador que tenía la expresión psicopática. Entonces respiré profundamente.
- No era mi intención - me justifiqué, recogiendo los objetos que desaparecían en mi visión borrosa.
- Hey, no hay que preocuparse, te ayudaré. - Andrew se agachó.
- Andy, no. Puede arruinar la marcacíon en la ropa. Levántate - ordenó Valletina desde lejos. - ¡Vete, vete! Eres una negación con sueño. Vete a casa a dormir -se quejó ella, hostil. Me levanté sin enfrentarse a ellos y cogí mi mochila. - Llama el limpiador para que nos ayude aquí... Déjame ver quién está libre en el estudio... - Ella hablaba sola, mirando su teléfono móvil.
- Está bien, lo siento. Lo siento... - Salí por el pasillo llorando. Me detuve en un quiosco y me senté en una silla para recomponerme. ¡Qué humillante! Nunca imaginé que lo conocería. Mucho menos de esta manera. ¡Mujer de la chusma! ¡Qué odio!
Pronto vi una notificación de Google.
- Ahora tiene sentido.
De repente, la profesora me mandó un mensaje: "¿Dónde está el limpiador?".
- ¡Carajo! - Murmuré, lo había olvidado. Corrí por el campus en busca de él.
Espero que lo disfruten. Si quieres dejar un comentario sobre lo que piensas del libro, estaré feliz. Mañana o jueves voy a publicar un capítulo más. 😘
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