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¿Quién soy?
Esa es una pregunta difícil, probablemente la más difícil que me hayan hecho alguna vez. Y lo peor es que todavía no puedo responderla, y eso me da una sensación de impotencia o de desesperación que me cuesta mucho controlar. Tengo veintitrés años, y una historia demasiado complicada.
Veintitrés años son muchos para alguien que siente haberlos desperdiciado, pero podrían parecer pocos para algunos. Según me dice don Jorge, no me tengo que preocupar. Él tiene sesenta y dos, y dice que la vida la empezó a vivir recién a los cuarenta. Él me dijo que no me apure por tratar de entender todo ahora, que así solo lograré agobiarme más, que lo único que tengo que hacer es tenerme paciencia y tratarme con amor. Que así es como se trata a las flores.
Eso parece fácil, pero no lo es en absoluto para una persona que se ha odiado desde siempre. Y lo único que tengo claro hoy, es que en algún punto de mi vida, he empezado a aborrecerme.
Don Jorge es como el abuelo que nunca tuve, la primera persona con la que hablé en este lugar a dos semanas de ingresar. Ahora ya hablo con más personas, pero por un tiempo, él fue mi único contacto con alguien. ¿Por qué? No lo sé, él es el jardinero, a pesar de su edad está físicamente muy fuerte y no desea retirarse ni jubilarse, dice que trabajar en el jardín es lo que llena sus días de alegría y a mí, me ha puesto un apodo. Me dice Nenúfar.
Todavía recuerdo que me empezó a llamar así a las dos semanas de comenzar a hablar. En realidad, yo llevaba yendo al vivero de flores para poder verlo trabajar. Me gustaba la manera en que se comunicaba con las plantas, él les hablaba, les contaba historias, incluso les cantaba. Yo no había dicho nada, pero él se había acercado a mí y me había regalado una margarita. Ni siquiera la tomé, entonces él me la puso sobre la oreja derecha, y aquella caricia cariñosa y respetuosa, me hizo sentir algo que hacía mucho no sentía. Me había hecho sentir querida.
Era estúpido pensar que el viejo jardinero podía quererme. Ni siquiera me conocía, no sabía nada de mí y solo hacía su trabajo. Sin embargo, había mucho más en don Jorge, algo que irradiaba en sus ojos, en su ser, y que hacía que me quisiera acercar a él. Ahora pienso que se trataba de que yo me sentía demasiado muerta y él irradiaba demasiada vida. Me acercaba a él como cuando alguien que tiene frío busca el calor del fuego.
—Me gusta tu cabello azul, combina con tus ojos —me dijo aquella vez con una sonrisa genuina. Era la primera vez que me hablaba y no le respondí.
Siguió de largo y fue a hablar con una de las flores que allí estaban, todas tenían un nombre para él, y a cada una le regalaba unos minutos. Después de un rato, volvió a mí y me sonrió de nuevo.
—Hoy es un buen día para dar un camino por el sendero —me dijo—, el sol te hará bien, estás muy pálida. ¿Sabes? Los rayos del sol tienen poder, hacen que las flores se vean más bonitas.
—Me gusta más la noche —respondí. Era la primera vez que decía algo en días, sin embargo, no sé si debido a la abstinencia o al aburrimiento, sentía la necesidad de hablar con alguien. Quizá necesitaba comunicarme, sentir que todavía tenía voz y que alguien podía oírme.
Durante aquel tiempo todo era como una pesadilla. En El Manantial eran muy estrictos con los controles y no había conseguido filtrar ni una sola droga. El síndrome de abstinencia era difícil, doloroso, angustiante. Por eso no hablaba con nadie, porque estaba enfadada, molesta, inquieta, ansiosa. Ni siquiera con Xavi, a pesar de que había venido a verme cada domingo, y mucho menos con mamá o papá, aunque los veía sufrir al verme. Estaba enojada con ellos por hacerme lo que me estaban haciendo, obligarme a vivir en ese horrible lugar, abandonarme allí como una reclusa, como una enferma.
—La noche es bella también, tiene muchos secretos. ¿Sabías que hay flores que solo florecen en la noche? —me preguntó. Yo no dije nada más.
Don Jorge se quedó a mi lado por un rato, me contó sobre las orquídeas y el cuidado que requieren para florecer, el significado que tienen, me citó algunos tipos de ellas mientras las señalaba desde donde estábamos sentados. No recuerdo mucho de aquello, no estaba demasiado consciente de lo que decía, hilar pensamientos o guardar memorias todavía me costaba demasiado.
Desde ese día, don Jorge me incorporó a su rutina. Cada día me regalaba una pequeña margarita que colocaba al costado de mi cabello y cada vez que lo hacía yo me sentía querida y experimentaba un poco de calor en el alma. Luego iba a hablar y cantar a sus flores, para luego sentarse a mi lado y contarme algo, cualquier cosa. Que si tales flores necesitaban más agua, que aquellas precisaban más luz, que Romina estaba un poco enferma, o que Valeria requería fertilizantes. Y sí, todas las flores del jardín tenían nombres de personas.
—¿Cómo te llamas tú? —me preguntó una tarde.
—Vicky —respondí.
—¿Vicky de Victoria? —inquirió él.
—Sí...
—Potente el significado de tu nombre, ¿no lo crees? —preguntó con su tierna sonrisa de abuelo cariñoso—. Quiere decir que ya tienes la victoria asegurada, ¿no es así, Vicky? La traes en el nombre —insistió. Yo me encogí de hombros, lo que menos sentía era que yo era una vencedora.
—¿Por qué le pone nombres a las flores? —le pregunté.
—Para diferenciarlas, para darle lo que necesitan, para mimarlas, para que cada una sepa a quién le estoy hablando —comentó—. Si solo dijera orquídeas o claveles, podrían confundirse, ¿no lo crees? Y lo que necesita Alicia no es lo mismo que necesita Juliana.
—Supongo... —respondí sin más.
—Todos necesitamos sentirnos especiales para poder florecer y mostrar nuestros colores más hermosos —añadió.
—Yo no me siento especial —musité y él me miró con cariño.
—Eso es porque aún no has encontrado lo que te hace especial, Vicky. Pero desde hoy, no te llamaré Vicky... te llamaré Nenúfar.
—¿Qué clase de nombre es ese? —pregunté con una chispa de diversión, el viejo estaba un poco loco, pero me gustaba esa clase de gente.
—Si todas mis flores tienen nombres de personas para que no se confundan cuando les hablo a cada una, tú, que eres la única persona entre ellas, tendrás el nombre de una flor. Una que aquí no hay —explicó.
—¿Hay una flor que se llama nenúfar? —pregunté
—Es parecida al loto, ¿conoces el loto? —inquirió y yo asentí—. Bueno, crece en los pantanos y es muy bella. Florece de noche y se cierra en las mañanas. En el antiguo egipcio, tenía un significado espiritual, significaba la pureza de corazón, pero a la vez, la frialdad y la indiferencia. Así como tú, Vicky. Floreces en las noches y te cierras al mundo en las mañanas, tienes un corazón puro, pero eres fría e indiferente, ¿cierto? Tan bella como un nenúfar.
—¿Cómo sabe usted tanto de mí? No me conoce —respondí con algo de molestia.
—Tengo un sentido especial para entender las cosas, para ver más allá de las palabras, por eso soy tan buen jardinero, Vicky, por eso mis flores son tan bellas. Yo las entiendo aunque ellas no me hablen —musitó y volvió a sonreír—. Desde hoy, tú eres una de las flores de mi jardín, eres mi nenúfar —añadió.
Sin más, se levantó y se marchó, como cada día, como cada tarde, desde hace ya dos años.
Dos meses después de empezar a formar parte del jardín de don Jorge, empecé a abrirme a los demás. Primero accedí a hablar con Sebastián, mi terapeuta, y así sucesivamente hasta que me animé a hablar en mi grupo de apoyo. Supongo que don Jorge ha sabido decirme las palabras adecuadas, me ha sabido brindar el espacio que necesitaba, me ha escuchado, me ha cuidado como a una de sus flores, supongo que por eso, estoy floreciendo.
Pero soy un nenúfar, y todavía me cuesta florecer en las mañanas. Eso quiere decir, que todavía vivo cada día como un desafío y que aún temo, que todavía no estoy segura de poder salir del fango, que todavía no tengo la certeza de no terminar ahogándome de nuevo.
—Los nenúfares tienen raíces largas que provienen desde el fondo de los lagos o pantanos —me dijo una tarde don Jorge—, flotan, nunca se hunden. Sobresalen aun cuando el agua es oscura y turbia, cuando crece en medio de un pantano. Como tú, Victoria, como tú —explicó.
Puede que don Jorge tenga razón y yo logre salir victoriosa alguna vez, puede que algún día le haga honor a mi nombre y supere todas mis adicciones. Pero me gusta creer que no me hundiré, que poseo la fuerza de esa flor y que un día floreceré de nuevo.
Cuando llegué aquí, tras una tentativa de suicidio, hundida en la profunda depresión y perdida en la adicción a las drogas, jamás pensé que un día aceptaría la remota posibilidad de rehabilitarme. Pensé que ya estaba demasiado estropeada para ello, pero mamá, papá, Melody, Xavi y don Jorge siempre creyeron en mí, y quizá sea hora de que yo también comience a hacerlo.
Hola a todos por aquí, bienvenidos a un nuevo viaje. Esta es la cuarta historia de la serie Ser quien quieras ser, compuesta por "Ni príncipe ni princesa", "Ni tan bella ni tan bestia", "Ni invierno ni primavera". Estas novelas son una serie, no se conectan entre sí, así que pueden leerlas en el orden que quieran.
Cuando escribí Ni tan bella ni tan bestia, siempre supe que el personaje de Vicky, ex novia de Leo, tenía una historia que contar, pero todavía no era su momento, y ahora al fin ha llegado ese tiempo.
Llevo mucho tiempo sin subir una historia nueva, desde que terminé Cementerio de Historias a principio de este año, para mí, que a veces escribo hasta dos o tres cosas a la vez eso era demasiado tiempo. Pasé un periodo difícil y llegué a pensar que no me volvería la inspiración jamás, pero ha llegado y aquí estamos.
En este período de mi vida, han pasado muchas cosas y considero que he cambiado bastante. Siempre estamos cambiando, pero hay situaciones en la vida que nos hacen dar saltos más grandes que otros, cambios más notorios. Es probable que ese cambio pueda leerse en estas letras, sobre todo para quienes son más perceptivas.
Espero esta historia les agrade y la disfruten. Si es así, estaré gustosa de leer sus comentarios. No pondré días de actualización porque eso me genera un estrés muy grande, ya que odio no cumplirles y no quiero llegar a eso. Quiero que escribir esta novela sea un momento de disfrutar. Así que puede que suba varios capítulos una semana y que la siguiente no tengamos uno, pero ustedes saben que no les dejaré colgando. Todo lo que empiezo lo termino.
Una vez más gracias a todos los que están acá. ¿Quienes se suben a este barco?
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