Sinfonía de cuervos y brujas (III)
Por RonaldoMedinaB
—Esa no soy yo —reconoció Adara, sacudiendo la cabeza.
Un siseo llegó a sus oídos, se extendió como un susurro que retumbó hacia sus adentros, intentaba convencerla de ser otra persona. Una sensación similar al vértigo la hizo tambalear cuando las voces se hicieron más fuertes. La cabeza le daba vueltas, pero incluso en medio de aquel mal pudo reconocer desde la perspectiva del cuervo que eran las brujas quienes mantenían aquel cántico.
—Ya... ¡Basta! —gritó.
Cuando Adara extendió sus manos, una violenta onda púrpura como nunca antes había conjurado derribó a las mujeres. Adara retomó la postura y caminó por primera vez en aquella realidad, consciente de que ocupaba un cuerpo que no era el suyo. Un quejido se extendió por el suelo, las brujas intentaban levantarse, pero con menear su mano, un resplandor púrpura las regresó.
—Escuché lo que dijeron... estoy en el Umbramundo —habló Adara—. Pero esta no soy yo. ¿Qué me han hecho? ¿Cómo llegué aquí?
—Por tu propio bien, y el de todas nosotros, debemos irnos —gimió una de ellas, aterrada—. La Corteza ya viene.
—La Corteza... hace un rato mencionaron su nombre; Ada, yo la conozco.
—A quien sea que hayas conocido ya no existe. Ada Reich hará todo lo que sea necesario para gobernar la Dimensión Oscura, nosotras solo somos un obstáculo en su camino, y nos eliminará si no le damos lo que quiere, y lo que quiere es nuestro territorio.
—Eso lo dudo, madame. En Ada hay nobleza y bondad.
—Con el tiempo, la Dimensión Oscura revela la verdadera naturaleza de las personas. ¿O cómo crees que tomó control de la gran ciudad? Ella y su Corte de Hadas Oscuras solo son una nueva versión de Máximo. Un rey cae, otro se levanta.
Adara negó, pero antes de responder, su visión se nubló por un segundo. Un ataque repentino hacia el cuervo la hizo tambalear. El ave alzó vuelo justo a tiempo, las brujas se habían valido de la conversación como distracción.
Adara meneó una de sus manos, y la bruja que provocó el hechizo fue aventada contra un muro de piedra. El cuervo descendió sobre el hombro de Adara en apoyo, y entonces su visión se estabilizó, permitiéndole contraatacar una cadena de rayos que lanzó varios metros a otra de las brujas, sin embargo, las tres en pie crearon entre sí un triángulo de energía que encerró a Adara.
—Sallidored —murmuraron al unísono.
Adara cayó de rodillas, presa de una voluntad ajena a la suya, aunque en ningún momento el cuervo se apartó de ella.
—La Aldea de las Brujas nunca más volverá a obedecer a ningún rey. Cuando abandonemos este mundo, nada nos regirá, más que a nuestros propios fines.
—Noiccuder —conjuraron, dando un paso adelante, y el triángulo se redujo, haciéndola gritar de dolor.
—Usted nos está retrasando, madame, y no queremos quedarnos de este lado cuando llegue el ejército de la Corte.
—Así que este pequeño acto suyo, ha llegado a su final.
—Noiccuder —continuaron, acercándose más.
Adara resistió, esa vez en silencio, aunque el dolor incrementaba, se sentía como si su cuerpo ardiera. Entonces, un graznido retumbó en el bosque, llamando la atención de las mujeres.
—Se han metido con la bruja equivocada —comentó Adara.
El graznido pronto se transformó en una letanía ensordecedora. Cientos de cuervos cayeron sobre las brujas y las picotearon por todas partes hasta que de ellas no quedaron más que restos de carne, mientras entre el tornado de aves se alzaba Adara, más furiosa que nunca.
—Tú. —Levitó con su magia a una de las brujas que había dejado herida, la estrelló de espaldas contra un antiguo muro con runas grabadas en él—. Vas a decirme cómo salgo de aquí... o serás la siguiente.
Mago Universal movió sus manos, y dos grandes puertas emergieron en la pared. La condesa Raumma permaneció a la distancia, expectante, pero nada ocurrió, James solo permaneció allí, serio en su mirada.
—¿Y bien? —inquirió Raumma—. Ábrela ahora y trae de vuelta lo que me pertenece, Mago.
—No entraré al Cuarto de Reliquias para dejarte a tu libertad por el Templo. Tal vez tengas la ventaja en este momento, Raumma, pero este sigue siendo mi hogar, así que son mis reglas —aseveró, frunciendo el entrecejo—. Entrarás conmigo.
Con otro movimiento de manos en particular, las puertas al Cuarto de Reliquias se abrieron, mostrando lo que ocupaba su interior: estantes, pedestales y un sinfín de objetos que Raumma percibió como tesoros de gran poder.
—Nada de trucos, James —advirtió—. Recuerda que es la vida de tu madre la que está en juego.
—Jamás me atrevería.
La condesa dio un paso al frente e ingresó al salón, pero tan pronto se terminó de internar, el panorama cambió, ahora estaba frente a una barrera de energía azul en las catacumbas del Templo. Raumma bajó la cabeza y rio con gracia.
—Ilusiones... muy astuto.
James apareció frente a ella del otro lado de la celda.
—Ese es mi toque... Mi turno de presumir la ventaja —dijo James, cruzándose de brazos, en su rostro se dibujaba una sonrisa—. Pero ahora que estás aquí, me gustaría escucharte hablar sobre los recientes cambios en la Dimensión Oscura.
—No vine hasta aquí para conversar contigo, Mago.
—No, pero mientras le doy tiempo a mi madre de hallar el camino de regreso, podemos hacer de esto un momento agradable. —Con un movimiento de sus manos, una tetera, dos pocillos y dos platos aparecieron en medio—. ¿Té?
—Subestimas tu confianza, la Dimensión Oscura no trata con cordialidad a los intrusos.
—Por supuesto que lo hago, yo la entrené —presumió, dando un sorbo a la taza.
—Ahí está. —Sonrió la bruja, presa de la magia de Adara—. Ese poder oscuro de este mundo... te comienza a consumir.
Adara permaneció en silencio por unos segundos, miró su mano, se mantenía alzada para retener a la mujer contra la pared, luego miró los cuerpos en el suelo, después a los cuervos que la rodeaban. La bruja tenía razón. Esa no era ella. Adara sacudió la cabeza y bajó su brazo, dejándola caer.
—Si yo estoy aquí, atrapada en su cuerpo, y ella está allá, utilizando el mío, entonces es un hechizo vinculante de almas —comenzó a conjeturar, dando vueltas alrededor del altar de piedra del castillo—. Un vínculo se rompe siempre que una de las partes no desee continuar con el trato, aunque no recuerdo haber hecho alguno.
—No mientras estuviste bajo posesión —dijo de pronto la bruja, tomando por sorpresa a Adara—. Tu resistencia fue grande, pero no imposible de derribar, así fue como Raumma pudo establecer el vínculo.
—Nunca antes había ocurrido.
—Raumma se ha alimentado durante cientos de años de la energía oscura de la Aldea, y potenciada por el poder del Día de Brujas en tu mundo, su magia se ha vuelto incontrolable, lo suficiente para hacer trascender su espíritu entre dimensiones.
—¿Por qué me dices esto? —quiso saber Adara.
—Porque para que la Aldea pueda resistir al asedio de la Corteza, necesitaremos a Raumma de este lado.
La mirada de Adara se cruzó con la de la bruja, ambas asintieron en acuerdo. La mujer se acercó al altar, y con menear su mano, todas las velas repartidas se encendieron a la par.
—¿Qué debo hacer? —preguntó Adara, adentrándose al círculo.
—Siente la energía pura de La Oscuridad, impera en el aire de nuestro mundo, úsala como propulsor y envía tu alma de regreso a tu dimensión. —Se apartó de Adara lo suficiente para no ser afectada por el hechizo—. Te daré apoyo desde aquí, aunque debo advertirte, el cruce entre mundos podría ser peligroso.
—Eso ya lo veremos, querida. —Adara esbozó una media sonrisa antes de sentarse en el aire, donde levitó gracias a su magia—. Suerte con la Aldea, la necesitarán... Ada es una guerrera implacable, irá por la victoria.
Adara cerró sus ojos y respiró profundo. Inspiró y exhaló en varias ocasiones, sintiendo las frías corrientes de aire rozar su piel, mientras que la bruja murmuraba un conjuro apenas audible. A medida que su respiración viajaba, el fuego oscuro de las velas también aumentaba, impregnando el ambiente de una lúgubre sensación. Entonces, sintió su alma ser expulsada de regreso a través de un vórtice de tonalidades oscuras que, poco a poco, se llenó de color.
Más allá de aquel paraje donde el tiempo se había congelado, la proximidad de un alma frenética y enojada fue percibida por la condesa Raumma, quien inclinó su rostro hacia un lado cuando sintió la conexión pronta a romperse ante el frenético llamado que empezaba a arrastrarla de aquella dimensión a la que ya no pertenecía.
—Impresionante... parece ser que lo logró —dijo de pronto Raumma, girándose de regreso hacia James, quien, por su expresión victoriosa, parecía sentir lo mismo que la condesa.
—Te lo dije —presumió.
—Puedes saborear la victoria de este primer encuentro, James... o considerarlo una visita amistosa, pero te aseguro, no será la última vez que vuelvas a saber de mí. Regresaré, y me acompañará todo el poder de la Aldea de las Brujas... hasta pronto, Universal.
Las venas carmesí que ocupaban el rostro de Adara se desvanecieron y la oscuridad de sus ojos cedió para dar paso a sus ojos naturales. Adara tambaleó a un lado, pero no tardó en retomar la postura. Sacudió la cabeza antes de mirar a su alrededor, y una gran sonrisa de alivio se plantó en su rostro al notar que volvía a ver con normalidad, desde sus propios ojos, aunque no demoró en borrarse cuando se encontró con la energía resplandeciente de la celda.
—Por Universum, espero que esa mujer no haya causado demasiados problemas en mi ausencia.
—Eres tú... —reconoció James, su rostro esbozó una amplia sonrisa—. De verdad eres tú.
—Of course, honey, soy una Jerom, hacen falta más que un grupo de brujas milenarias en una aldea infestada de magia negra para detenerme. —Movió su cabeza con elegancia—. Ahora, James Jerom. —Sacudió con delicadeza su largo vestido antes de llevar sus manos hacia la cadera—... más te vale no hacer prisionera a tu madre y sacarme de aquí.
James sonrió por lo bajo y con un movimiento desvaneció la barrera. Se acercó a ella con los brazos abiertos, envolviéndola en ellos.
Y mientras tanto, no muy lejos de allí, una fúnebre sinfonía se extendió por el bosque; el gran cuervo Raum sacudió sus alas, graznando en su vuelo hacia la aparente eterna noche. Había esperado siglos, y seguiría esperándolos desde las sombras hasta que el tiempo del retorno de Raumma se cumpliera. Aquella ave en particular llamó la atención de El Remanente, que sentado desde su majestuoso trono de reluciente oro en el Dominio del Eterno Nexo, mantenía su mirada en los acontecimientos de aquel minúsculo evento que conformaba el Eterno Fluir. Por un momento, el cuervo le recordó su propia misión, la de ser apartado para el fin de los tiempos, incluso cuando la eternidad lo era el todo. Estaba también convencido de que La Estratega sonreiría con orgullo por las acciones de la condesa, que había jugado a largo plazo, y lo continuaba haciendo. Sin embargo, aquella había sido solo una de infinitas historias, y era hora de dirigir su mirada hacia la siguiente, esa vez, de vuelta a las postreras eras.
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