Sinfonía de cuervos y brujas (II)

Por RonaldoMedinaB


30 de octubre de 2019.

Una noche tronante se cernía sobre Londres. La oscuridad se valió de ella para tomar forma; graznó con sus alas negras extendidas en medio de su descenso. El gran cuervo solo calló al descender sobre la gruesa rama de un árbol que había perdido sus hojas a causa del otoño. Pero no fue un lugar al azar, estaba justo donde quería.

Del otro lado del enorme ventanal de la cabaña, una mujer dormía plácidamente con un antifaz entre acolchados cojines. El cuervo solo observó. Pero sus ojos ya no eran como cualquier otros, eran cavidades huecas con cicatrices de lo que alguna vez hubo allí.

Al tiempo, la mujer movió su cabeza de un lado a otro con ligeros sobresaltos. Con cada trueno que retumbaba, volvía a moverse bruscamente, y rápidas imágenes de una vida ajena invadían sus sueños. En ellas, la noche parecía ser eterna. Hubo velas, un canto susurrante, el negro vestido de una mujer arrastrándose por un sendero, cuervos, un cementerio, almas, una batalla y, de pronto...

«Arucso noisnemid», conjuró un hombre de voz gruesa.

Las imágenes se tornaron más oscuras y fugaces. Gotas de sudor empezaban a formarse en su frente. Las penumbras eran el todo; los lamentos y el sufrimiento, un eco agonizante y sin fin. Su cuerpo sintió de repente el calor de unas velas. En todo ese tiempo, el cuervo nunca le quitó la mirada de encima.

«Oculis errantibus, tempus possessionem», un murmullo sacrílego profanó sus oídos.

Se repitió en una tonalidad susurrante, casi imperceptible y, entonces, una presión friccionó su pecho como el golpe de una bestia.

Adara se incorporó de golpe con el corazón agitado.

Un potente rayó cayó no muy lejos de allí, terminándola de aterrar. Su respiración era frenética y su pulso descontrolado, así lo corroboró al llevar su mano al pecho, luego limpió su sudor y se apartó las cobijas de encima.

—Por Universum y todos los avatares... —dijo para sí misma mientras caminaba hacia el baño, tambaleante y con su respiración pesada—. Se suponía que ese espíritu de la tarde era inofensivo.

Como era costumbre en su trabajo cuando se ofrecía como médium, algunos de los espíritus que invocaba para sus clientes eran tranquilos, aunque a veces, muy pocas veces, se encontraba con espíritus vengativos y cargados de odio que intentaban usarla como pasadizo para regresar al mundo de los humanos. Contra todos ellos sabía defenderse. Su hijo, Mago Universal, la había enseñado a conjurar runas protectoras, y no había bruja ni psíquica en toda la tierra con mejor talento para comunicarse con los muertos que ella, así se había ganado su título de Madame Adara.

De pie frente al lavabo, se miró en el espejo. Movió con suavidad su mano hacia la derecha, y una tras otras fueron encendidas en cadena las velas repartidas por el baño y la habitación. Su rostro mostraba algunos síntomas de intento de posesión. Sin duda, se trataba de un espíritu poderoso, mas podía contra él, estaba segura de eso.

Pero antes, se inclinó para lavar su rostro, cuando un nuevo rayo iluminó su ventana y, en cuestión de segundos, la furia del trueno trajo consigo una silueta oscura que se reflejó en el espejo. Adara reaccionó corriéndose hacia atrás y luego volvió su vista al frente, la figura había desaparecido.

A Adara no le tembló el pulso en ningún momento.

—Revélate, demonio —demandó con sus ojos tornándose púrpura.

Una fría ventisca se coló por la habitación y apagó todas las velas. Entre la oscuridad, Adara reconoció una sombra emerger desde una de las esquinas, se levantó amorfa, retorciéndose, y poco a poco estiró sus extremidades hasta tomar un aparente cuerpo. Era una silueta femenina, con el cabello recogido y una larga falda que empezó a arrastrar al moverse sobre la pared. Caminó, haciéndose cada vez más grande, hasta que descendió hacia el espejo.

—No te tengo miedo. —Con sus palabras, runas protectoras se iluminaron en sus brazos.

—Debería. —La voz provino de todas partes, cínica, confiada—. Aunque... no soy un demonio. No. Tampoco soy un espíritu errante, aferrado a los desdenes de esta vida pasajera. Soy más que eso, y pronto lo descubrirá, madame.

Las velas se encendieron todas a la par, pero su flama fue diferente, se iluminaron en negro. Solo entonces la mujer se reveló y, por un momento, Adara notó algo particular entre aquel rostro longevo, al igual que el cuervo, sus ojos habían sido arrancados. Ese corto contacto expulsó a Adara como si el viento la hubiera golpeado con la furia de un rayo.

Algunas runas se desdibujaron en el acto. Adara intentó recuperar el aire perdido y se arrastró por el suelo para levantarse, cuando una fuerza invisible la aventó al lado opuesto de la habitación, derribando todo a su paso y desintegrando más de sus runas, luego al sentido contrario, después al techo, desde donde la dejó caer, y su protección terminó por desvanecerse.

Su cabeza daba vueltas y el dolor se agudizaba en cada músculo atrofiado. Cuando creyó que no soportaría más, su cuerpo fue obligado a levitar. Adara sentía una voluntad ajena a la suya intentar controlarla, luchó contra aquel mal. Sus músculos se tensaron en resistencia y su mente bloqueó la entrada de pensamientos externos, con sus ojos cerrados para evitar hacer contacto con aquellas fosas de muerte, pero la fuerza que la mujer ejercía sobre ella excedía cualquier batalla sobrenatural a la que se hubiera enfrentado antes.

Pero Adara Jerom era fuerte, lo demostró cuando, con sus ojos tornándose púrpura, recuperó el control de su cuerpo. Adara miró fijo hacia donde la sombra debía tener sus ojos, y con su poder la expulsó de su hogar.

Del otro lado del espejo, la condesa Raumma cayó a un suelo de piedra y las velas puestas a su alrededor se apagaron todas a la par. Totalmente desorientada, respiró profundo, eso había sido agotador. Cuando observó donde se encontraba, fue diferente. Sus ojos no eran el conducto, le mostraban no desde su perspectiva, sino de la de uno de los cuervos que se encontraban dentro del castillo. El lugar donde era un santuario en ruinas, olvidado en un bosque seco y pantanoso del que espesa neblina oscura ascendía con un frío viento. Había cuervos a su alrededor, y tres mujeres vestidas de negro la rodeaban; desde las palmas de las manos de cada una daban forma a un gran un símbolo triangular de energía oscura que la había ayudado en su hechizo de trascendencia. Las brujas desvanecieron el símbolo cuando Raumma se levantó.

—Tengo jaqueca... —susurró la condesa, llevando la mano a su cabeza, aún mareada, tuvo que sostenerse de una de las columnas para no caer—. Siento como si un rayo me hubiera partido la cabeza.

Dos brujas más se acercaron al grupo, sus ojos, tornados por completo en blanco, poco a poco volvieron a la normalidad.

—Estamos en peligro. Debemos abandonar el templo y movernos ahora —advirtió una de ellas—. La Corte de Hadas Oscuras se acerca al Bosque Pagano, esta parte de nuestro territorio pronto estará perdido... pero aún podemos proteger la Aldea de las Brujas.

—Nuestras hermanas nos llaman —apoyó su compañera, sus ojos volvían a la normalidad tras haber recibido el mensaje—. La barrera necesita ser reforzada antes de que el ejército de la Corteza cruce nuestras fronteras. Si la Aldea cae, las demás regiones en resistencia se doblegarán ante la voluntad de Ada Reich.

—Y entonces se alzará como la nueva soberana de la Dimensión Oscura.

Raumma sacudió la cabeza, la conversación se hacía más clara y su vista se adaptaba a aquel mundo, aunque aún le costaba procesar que se podía ver a sí misma desde aquella rama donde reposaba el cuervo, cuando notó algo que llamó su atención.

—¿Te mencionó su nombre? —James llevó su mano al mentón y acarició su barba, cruzándose de brazos, analizaba la situación. Una gran cantidad de libros yacían abiertos sobre la mesa oval de la biblioteca del Templo Universal.

—En ningún momento —respondió Adara—... pero había algo particular en su acento, era francesa.

—Me temo que eso no nos deja mucho con qué trabajar, mamá.

—Aunque... —Puso un gesto pensativo—. Recuerdo haber tenido visiones fugaces antes de que todo comenzara. Había cuervos, un bosque... luchaba contra uno de tus antecesores.

—Si viste algo, puedo entrar a tu mente para aclarar las visi...

—Raumma —dijo de pronto, como quien tenía una idea—. Ese era su nombre. Tu antecesor lo mencionó antes de enviarla a la Dimensión Oscura.

Mago asintió, tomado por sorpresa.

—Eso cambia las opciones... Ojo Universal —habló hacia el Templo—. Muéstrame lo que sabes sobre Raumma.

El Ojo Universal se materializó frente a ellos con la ya común apariencia de Somchai Tha.

—Los registros mágicos ubican a Raumma por última vez en 1693, durante el tiempo de Reverendo Universal —dijo mientras su magia azul proyectaba visiones del pasado sobre la mesa—. Raumma nació en una familia noble de París que le otorgó el título de condesa, siempre fue una mujer ávida de poder, lo que la llevó a buscar formas de legitimar su influencia en el mundo, fue así como aprendió de las artes oscuras, sin embargo, no representó un gran peligro sino hasta que pactó un alianza con el demonio Raum, quien le otorgó parte de su poder, a cambio de que ella recolectara almas para él, convirtiendo en cuervos a quienes fallaban a sus pactos con Raum, eso hasta que Raumma lo engañó, encerrándolo en un gran cuervo que se convirtió en su más leal sirviente.

—Impresionante —susurró Mago, cruzando una mirada curiosa con su madre—, no solo rompió un pacto, sino que lo renovó a su propio beneficio. ¿Qué más tienes sobre ella?

—Sin Raum en su camino, Raumma reclamó las almas y comenzó a cosechar nuevas, ahora para ella, así formó un gran ejército de cuervos que sirvió a sus retorcidos fines. Durante los Juicios de Brujas, Raumma desapareció un tiempo hasta su último encuentro con Reverendo Universal, quien detuvo un peligroso conjuro con el que pretendía convertir a toda la humanidad en cuervos.

—¿Cómo la detuvo? —inquirió Adara.

—Reverendo Universal la venció despojándola de sus ojos, que representaban la mayor fuente de su poder, luego la encerró en la Dimensión Oscura, y desde entonces nunca más se volvió a saber de ella, hasta ahora.

—Un método algo bárbaro, pero preciso, debo reconocer —analizó Adara, caminando alrededor de la mesa, con sus manos hacia atrás. James la observó algo extrañado, su madre no solía ser tan rígida en su andar—. Si estos ojos representaban tanto poder, supongo que Reverendo Universal ha de haberlos conservado en alguna parte... como una reliquia. Ya sabes, James, algo de tanto valor no puede ser dejado a la deriva. ¿Será aquello lo que buscaba su sombra?

—Los ojos de Raumma hacen parte de las antiguas reliquias que Reverendo Universal recolectó durante su manto, y son protegidos aquí en el Templo —confirmó el Ojo.

—Hay que ubicarlos y reforzar su seguridad con un encantamiento —precisó ella, aún caminando por los alrededores, como quien exploraba por primera vez una zona—. Si Raumma fue capaz de hacer trascender su sombra desde el Umbramundo a nuestra dimensión para intentar poseerme, no quiero imaginar de qué más puede ser capaz. Ojo, ¿en qué lugar del Cuarto de Reliquias se encuentran?

El Ojo Universal no respondió. Adara Jerom se giró de regreso a la mesa, solo para encontrarse con que el Ojo Universal ya no estaba junto a ellos.

—Durante mi cuidado, he registrado cada una de las reliquias que guarda este santuario. Las conozco tan bien como la palma de mi mano, a cada una de ellas, su historia y su función. —El Ojo Universal hizo presencia de nuevo, pero ya no como una proyección de su viejo maestro, sino como el símbolo de la Orden, que resplandeció en todo su poder tras Mago Universal—. Pero eso es algo que tú ya sabías... mamá.

Mago conjuró un par de sellos en sus manos.

—James... no lastimarías a tu madre, ¿verdad?

—Dónde. Está. Mamá —amenazó James.

Adara esbozó una media sonrisa llena de cinismo.

—Una pequeña lección de historia, querido James —respondió, con su voz tornándose más imponente, aún con sus manos tras la cadera y firme en su postura—. La condesa Raumma no fue derrotada por Reverendo Universal. El plan de la condesa siempre fue que él la enviara a la Dimensión Oscura, así que ideó un ridículo plan como "convertir a toda la humanidad en cuervos"... lo cual hubiera sido grandioso... —Inspiró, fascinada al imaginarlo—, solo para desviar la atención de Reverendo de sus verdaderas intenciones, pues en su gran conocimiento, la condesa descubrió que existía una realidad en la que las mujeres como ella se alimentaban del poder puro que emana de La Oscuridad, un lugar más allá de nuestro mundo... la Aldea de las Brujas, a donde iría a recargar su poder para luego regresar a gobernar nuestro mundo, lamentablemente, solo un ser tenía las llaves de El Abismo... y en ese entonces, era Reverendo Universal. Aunque no todo salió de acuerdo al plan, ese fanático me arrebató mis ojos, pero ahora tengo las dos cosas que necesito al alcance de mis manos: la oportunidad de recuperarlos, y al nuevo guardián de la llave.

—Ah, ¿sí? Pues lamento decirte dos cosas: uno, que la Dimensión Oscura está sellada para siempre, y dos, tus ojos jamás abandonarán este templo. Ahora, responde, ¿dónde está mi madre? —presionó.

—James, aquí estoy, cariño —habló más suave esa vez—. ¿No me reconoces?

—Deja de usar su voz y muéstrate, Raumma.

—Si eso quieres... —Sus ojos fueron eclipsados por la noche y alrededor de ellos brotaron venas carmesí que se extendieron por su rostro—. Entrégame lo que busco, Mago —dijo, esa vez con la voz de la condesa.

—¡Devuélveme a mi madre! —Su magia resplandecía en advertencia, al límite de su paciencia.

—El espíritu de tu madre y el mío ahora comparten un hechizo vinculante. Mientras yo estoy aquí, ella está atrapada en mi cuerpo en la Aldea de las Brujas, si me lastimas a mí, la lastimas a ella... si es que la Corte de Hadas Oscuras aún no se ha apoderado de la Aldea.

—¿Corte de Hadas Oscuras?

—¿No lo sabes? Luego de tu pequeña gran hazaña, la Dimensión Oscura quedó sumida en anarquía absoluta. Cada tirano doblegado por el antiguo rey intenta tomar el trono del Umbramundo, los clanes de cada región imponen sus propias leyes por cada territorio... En fin, no es un lugar en el que una mujer como tu madre disfrutaría estar.

Mago Universal bramó por lo bajo y, en contra de su voluntad, bajó las defensas. Raumma sonrió, complacida.

—Eres un buen hijo, James. —Raumma se acercó a él y lo tomó por el rostro, sintiendo su barba. Él se apartó con repudio—. Tal vez demasiado para tener un trabajo tan importante. —Le palmeó suavemente el rostro antes de continuar—. Ahora, ¿serías tan amable de regresarme mis ojos?

—Aún si los recuperaras, no habría forma de hacerte regresar físicamente a esta dimensión, te lo dije ya, la Dimensión Oscura fue sellada por la eternidad, como siempre debió estar.

—Entonces encontrarás para mí algún pasaje entre mundos... al menos alguno ha de haber quedado.

—No tienes idea de cuánto te estoy odiando en este momento.

—Apuesto a que sí. —Sonrió—. Andando, Universal.


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