Marylin, la Magnífica: Acto III (II)
Por Metahumano
Marylin no podía apartar la mirada de aquella criatura que alguna vez había sido Alexa, de forma que Victoria debió colocarse delante de ella para despertarla del trance.
—¡Marylin! ¡Todavía hay una oportunidad! Pero necesito algo... —dijo el desesperado espectro, sintiéndose asqueada con tan solo pensar en lo que estaba por sugerir—. Necesito que me dejes ocupar tu cuerpo, ¿está bien?
Por algunos segundos, la adolescente no respondió y Madame Universal temió que todos los horrores vividos aquella noche finalmente hubieran logrado derribar la delicada mente de la muchacha. Sin embargo, de un momento a otro, el rostro de Marylin pasó de la confusión y el terror a la determinación, y clavó su mirada en el espectro que tenía frente a ella, entonces asintió. Victoria la observó durante un segundo más, no del todo segura de si ella entendía lo que estaba aceptando, pero, sin tiempo para cuestionarlo, la difunta Universal posicionó su mano en medio del pecho de la adolescente y poco a poco fue introduciéndose dentro de ella.
El transformado cuerpo de Alexa se puso de pie, adaptándose a su nueva forma. Wolffstiloth podía sentir su energía recuperarse, poco a poco volvía a ser el formidable demonio que era antes de que lo apresaran en el Infierno. Aquel mundo pagaría por su insolencia, su venganza se desataría aquella noche. Sus patas de cabra resonaron contra el duro cemento de la Avenida Egipcia y, cuando estuvo en posición, miró hacia la luna roja para tomar vuelo con sus enormes alas.
Desde el suelo, un poderoso látigo de energía escarlata se envolvió alrededor de la animalesca pierna del demonio y le impidió desaparecer en la noche.
Al bajar la vista, Wolffstiloth se encontró con que una adolescente era la dueña de aquella poderosa magia que lo retenía. Los ojos de Marylin centelleaban en un fulgor escarlata y, antes de que pudiera reaccionar, su captora sacudió el látigo, forzándolo a estrellarse contra el suelo a toda velocidad. Un pequeño cráter se generó en el lugar del impacto.
—Wolffstiloth, vil demonio. Usted no escapará. Volverá a la jaula a la que pertenece. —La voz de Marylin y de Victoria salían de la boca de la joven al unísono, produciendo un aterrador efecto sonoro.
Wolffstiloth sonrió al reconocer la marca de un Universal, pero su pulso no tembló al tomar el látigo mágico con sus garras y enviar a la muchacha a estrellarse contra uno de los pilares cercanos.
—Mi reinado puede esperar un poco más. —Wolffstiloth alzó vuelo sin despegar la mirada de la adolescente poseída, que luchaba por ponerse de pie—. Degustaré tu sangre con placer, Universal, y tendrás que vivir tus últimos patéticos momentos en este mundo sabiendo que fallaste en detenerme.
Desde los cielos, el demonio bajó con furia en dirección a su presa, que apenas y llegó a reaccionar con un poderoso grito:
—¡Nóiccetorp ed oducse! —Una barrera protectora escarlata se alzó frente a Marylin y detuvo el avance de la criatura, a pesar de que sus garras parecían haberse clavado en el mismo y luchaban por abrirse paso—. Su reinado no será bañado por la luz del sol, me aseguraré de ello.
Las dos amigas se miraron a los ojos, incapaces de controlar sus cuerpos, pero reconociéndose a través de ellos. Muy dentro suyo, las lágrimas se vertían, mientras luchaban por salvarse, a ellas y al mundo como lo conocían. Las garras de Alexa poco a poco atravesaban la barrera, Marylin debía cambiar su estrategia.
—Avisnapxe adno —pronunció la poseída por la Universal, causando que el escudo estallara en una peligrosa onda expansiva que lanzó al demonio hacia atrás—. Rodacifirup ogeuf.
De las manos de Marylin, una llamarada color escarlata comenzó a brotar, impactando de lleno al demonio y haciéndolo chillar de dolor.
«¡La estás lastimando! ¡Detente!» exclamó Marylin en su propia cabeza, mas Madame Universal se negó a obedecer y continuó su brutal ataque contra el demonio.
«Debe confiar en mí, Marylin, podemos detenerlo», terció Victoria, sin ceder un centímetro.
«¡NO!», vociferó la dueña del cuerpo y, de repente, Victoria perdió todo el control, poniéndose Marylin en el asiento del conductor e interrumpiendo de esta manera el ataque que contenía a Wolffstiloth.
Viéndose libre, el demonio se lanzó a toda velocidad hacia la adolescente, que tan solo pudo ver como el ahora deforme cuerpo de su amiga se acercaba a ella hasta que la tuvo por el cuello y la estrelló contra la pared.
—Veo ahora que no lucho contra un Universal, de ser así este encuentro hubiera sido formidable, lucho contra una simple marioneta. —La bestia olfateó a Marylin, que lloraba desconsolada, sus piernas colgaban a algunos centímetros del suelo, luchando por respirar—. Veamos quién se esconde en este cuerpo.
Las garras del demonio se clavaron en el cuerpo de la muchacha, pero en seguida se percató de que no estaban enganchadas a su carne, sino a algo mucho más elemental: su alma. Wolffstiloth jaló con todas sus fuerzas y extrajo poco a poco a Victoria Pembroke del cuerpo de Marylin, que solo podía observar imponente cómo su oponente la dominaba.
—Madame Universal —dijo Wolffstiloth, y una sonrisa se dibujó en su rostro al reconocerla—. Nunca creí que fuera a tener el placer. Quien fue la responsable de mi condena, hoy padece ante mi presencia.
—Libere a la niña, criatura inmunda —retó Victoria, las garras de la criatura la atravesaban de lado a lado, sin darle oportunidad de escapar, y le provocaban un dolor que no pensó que fuera posible sentir estando muerta—. Luche contra mí en su verdadera forma, si se atreve.
—Alexa... escúchame... sé que estás ahí dentro —murmuró Maryin, con su cara ya roja por la falta de oxígeno.
—Conserve el aliento, darling —intentó razonar Victoria, mientras luchaba por liberarse.
—Patético, tu amiga no puede escucharte, su cuerpo me pertenece —replicó con confianza Wolffstiloth, pero Marylin hizo oídos sordos a sus palabras.
—Lucha contra... co-contra él... puedes ganarle... —continuó ella—. Sophia te necesita.
Escuchar el nombre de su hermana escapar los labios de su moribunda amiga despertó un chispazo en el alma de Alexa, y tanto Victoria como Marylin pudieron percibirlo de inmediato en la duda que se dibujó en el rostro del demonio. La mano que sujetaba a Marylin del cuello se aflojó, permitiéndole caer al suelo y recuperar el aliento. Victoria aprovechó el momento para escapar de sus garras. Alexa retrocedió, tapándose los oídos en un inútil intento para dejar de escuchar la voz que sonaba en su cabeza, la bestia que luchaba por volver a ponerse en control. Sin embargo, Alexa quedó petrificada al percibir su reflejo en un charco de sangre, y lanzó un grito de locura y dolor.
—¿¡QUÉ ME PASÓ!? ¿¡QUÉ ME HIZO ESA BRUJA!? —lloraba y enloquecía quien alguna vez había sido una tierna muchacha.
Con la mente de la adolescente rota, a Wolffstiloth le resultó sencillo volver a tomar el control a pesar de aquel breve momento de debilidad, y esa vez volvió decidido a ponerle fin a sus oponentes. El demonio se giró con violencia, listo para destrozar a Marylin y a Madame Universal, pero se encontró con que Victoria volaba a toda velocidad contra él.
—Adargas aznal —dijo Madame Universal, materializando una lanza mágica en sus manos con la que atravesó el pecho del monstruo y lo clavó al suelo, aunque quedó expuesta a ser atrapada una vez más por sus garras.
Marylin miró a su alrededor sin saber qué hacer, entonces Victoria vociferó sus instrucciones por encima de los gritos desesperados de Wolffstiloth.
—¡RECITE EL HECHIZO, MARYLIN, ACABE CON ESTO!
Como recién despertada de un trance, Marylin reaccionó y corrió hacia el libro de hechizos, que luego abrió en la página 505. Las palabras estaban frente a ella, pero no lograba pronunciarlas, un nudo en su garganta se lo impedía. Dirigió otra mirada al terrible espectáculo que se desarrollaba frente a ella y todas las dudas dejaron su cuerpo. Tomó una profunda bocanada de aire, lo sintió llenar sus pulmones, alcanzar cada célula de su cuerpo, y comenzó a recitar:
—Seres selarutanitna euq nedavni ortseun onalp, nehcucse sim sarbalap y napes euq us odanier abaca íuqa. Us nóisirp, le orto odal led olev, sol arepse y ílla nárecenamrep rop eprmeis, ednod sus sorucso seredop on nárdop ramitsal a orto etneconi. Nagio sim sarbalap y napes euq sol onednoc a anu dadinrete ne sal salbeinit, suep le ecitróv es árirba anu zev y ¡ACNUN SÁM!
Las palabras escaparon de la boca de Marylin con rapidez y ferocidad, como cortando el aire a su alrededor y, con cada una de ellas, un portal fue abriéndose más y más a espaldas del demonio y la Universal que se encontraban en una encarnizada batalla. Tan pronto como las palabras de la adolescente se agotaron, el vórtice alcanzó su punto máximo de poder y comenzó a arrastrar al demonio y al espíritu de Madame Universal hacia él. Wolffstiloth lanzaba gruñidos furiosos, clavando sus garras en el suelo en un desesperado intento por permanecer en el plano que acababa de invadir; por su parte, Victoria Pembroke dedicó una última mirada a Marylin. En sus ojos se vio a sí misma en su infancia, cuando un corazón todavía latía en su pecho y el mundo aún estaba lleno de misterios y sorpresas que presentarle. Supo entonces que había dejado el libro en las manos correctas. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Victoria, al tiempo que se dejaba llevar por el portal.
—Estoy orgullosa de usted, Marylin Brightside, sé que será una hechicera magnífica. —Fue lo último que Marylin escuchó decir a Madame Universal y, una vez que cruzó el vórtice, supo que aquella conexión se había perdido para siempre.
Wolffstiloth aún mantenía sus garras clavadas en el suelo, pero, poco a poco, Marylin pudo observar como aquella siniestra figura de sangre que se había introducido en el cuerpo de su amiga empezaba a ser absorbida por el vórtice. A medida que aquella presencia maligna era enviada a su lugar de descanso final, el cuerpo de Alexa volvía más y más a la normalidad, hasta que, al final, lanzó un grito de agonía y furia, los últimos rastros de la bestia abandonaron su cuerpo y desaparecieron tras el velo. El vórtice se cerró de repente y, casi al mismo tiempo, la lluvia de sangre que comenzó con la llegada de Wolffstiloth se detuvo, la luna retomó su color natural y el silencio se instauró en el cementerio.
Agotada, Marylin permaneció con la mirada clavada en el vacío durante algunos segundos, trataba de discernir si la pesadilla había llegado a su fin o si tan solo era su mente moribunda mostrándole una realidad más amable antes de que las luces en su cerebro se apagaran para siempre. Pero nada de eso ocurrió. Los segundos pasaron y ella seguía respirando, seguía viva.
Al despertar de su ensoñación, la joven se lanzó a correr hacia donde el cuerpo de su amiga se encontraba tendido en el suelo. La transformación que sufrió a causa del demonio dejó su ropa hecha jirones, de forma que Marylin se quitó su empapada campera y se la envolvió alrededor, suponiendo que sería mejor que nada.
—Oye, se acabó, lo logramos... —dijo Marylin con lágrimas en los ojos, sosteniendo la cabeza de Alexa.
Por un momento, la falta de respuesta de su amiga le hizo temer que encontró su destino final en aquel cementerio, que su cuerpo no soportó los cambios a los que fue sometido y que se había rendido, pero entonces Alexa tomó una gran bocanada de aire que hizo sonreír a Marylin. Los ojos de Alexa se movían en todas las direcciones, desorientada, asustada y luego se clavaron en los de su amiga, que aún le sonreía aliviada. Sin embargo, la felicidad de Marylin fue poco duradera, ya que una mirada de furia se dibujó en el rostro de su amiga y pronto sus manos se extendieron hacia ella, intentó arañarla, tomarla de los pelos, lastimarla.
—¡LOS DEMONIOS NO VOLVERÁN A LLEVARME! ¡NO! ¡NO LO PERMITIRÉ! —gritaba Alexa con desesperación. Marylin intentaba calmarla, mientras Alexa buscaba quitársela de encima.
—¡Alex! ¡Soy yo! ¡Por favor, detente!
—¡Usas la máscara de Marylin, pero puedo ver a través de ella! ¡Tus ojos están vacíos, demonio!
En un descuido de Marylin, Alexa logró sobreponerse y quedar encima suyo. Sin piedad, las manos de Alexa se cerraron sobre la garganta de su mejor amiga, que con lágrimas en los ojos seguía rogándole que despertara de su pesadilla. Sin embargo, viendo que las opciones se le agotaban y no tenía escapatoria, la mano derecha de Marylin se cerró sobre una roca cercana que se había soltado durante su batalla contra Wolffstiloth. Con un veloz movimiento, la joven golpeó la cabeza de su mejor amiga, dejándola inconsciente en el acto.
Marylin se levantó y miró a su alrededor. Helena Reed no había logrado su cometido, pero arruinó la vida de todos los que estuvieron en su presencia aquella noche y, lo que era aún peor, su cuerpo había desaparecido por siempre, pudriéndose en el agujero infernal del que había salido Wolffstiloth. Sabía que no tendría forma de explicarle a las autoridades lo que había ocurrido aquella noche, así que se levantó, buscó las cadenas que antes habían servido para atar a su mejor amiga al altar, y esa vez la encadenó a un poste de luz cercano para asegurarse de que no escapara. Marylin recogió sus cosas y dio una última mirada a la infernal escena antes de alejarse del cementerio Highgate con lágrimas en sus ojos, jurando para sus adentros jamás volver a poner un pie en él.
Durante las semanas siguientes, las noticias no hicieron otra cosa que hablar de «La masacre del cementerio Highgate», que cobró la vida de tres guardias de seguridad y cinco adolescentes. La explicación oficial fue que un asesino en masa desconocido acabó con la vida de los vigilantes y del grupo de jóvenes que se infiltró en el cementerio para pasar la noche de Halloween. Las autoridades instaban a los ciudadanos a aportar cualquier información relevante al caso, mientras que los medios amarillistas sacaban los titulares más alocados posibles. En cuestión de semanas, otras versiones sugirieron que lo que pasó allí tenía relación con una invasión alienígena, mientras que otros insistían en que se trataba de un clon de Jack, el Destripador, creado por el gobierno y que se había salido de control y, por supuesto, estaba la teoría popular más aceptada de que aquello había sido producto de un ritual satánico que terminó mal.
Los periodistas intentaron interrogar a Alexa Flowers, la única sobreviviente de la masacre, que fue transportada al Hospital Real de Bethlem tras ser declarada mentalmente insana por un pelotón de psiquiatras y psicólogos que revisaron su caso, pero las autoridades bloquearon cualquier acceso a ella. La muchacha, por algún motivo, estaba convencida de que los demonios la perseguían a donde fuera, y reaccionaba violentamente contra todos los que intentaban dialogar con ella, de forma que se determinó que debía asistir a tratamiento psiquiátrico urgente.
Marylin fue interrogada en repetidas ocasiones por la policía, que pudieron determinar que ella pertenecía al grupo de amigos que murieron en Highgate, mas nunca pudieron probar su presencia en la escena más allá de una campera que Alexa vestía cuando la encontraron. Muchos lo intentaron, pero la adolescente se negaba a hablar, poniéndole los nervios de punta a los inspectores y detectives que fueron lo suficiente valientes para intentarlo. Las palabras que usaban para describirla eran siempre las mismas: «es una tumba». Y así parecía para cualquier que la mirara de afuera, pues apenas y se podría decir que ella alguna vez cruzó una palabra con los chicos asesinados, sus respuestas eran frías, calculadas, despojadas de cualquier emoción que no fuera el aburrimiento o el hartazgo frente a las repetidas preguntas de los incapaces oficiales.
Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, y así «La masacre del cementerio Highgate» dejó de estar en primera plana, volviéndose noticia vieja en un mundo siempre cambiante y que tenía cosas más interesantes de las que hablar que un montón de huérfanos muertos. Pero en los pasillos del orfanato aquella tragedia jamás fue olvidada. Los chicos eludían como a la peste a Marylin Brightside, era sabido que ella no solo estuvo allí presente esa noche, sino que fue la asesina responsable de la muerte de los demás.
Entre murmullos, los jóvenes que ocupaban las camas del orfanato la definían de distintas maneras: bruja, hechicera, sacerdotisa de satanás y un sinfín de otros desagradables adjetivos. Sin embargo, cuando ella pasaba junto a ellos, por lo general llevando de la mano a la pequeña Sophia Flowers, a quien prácticamente adoptó como a una hermana, las bocas de los residentes permanecían cerradas. Era sabido que quienes osaban alzar su voz contra ella eran víctimas de terribles destinos. Sin ir más lejos, Timmy Rockwell, que cometió el terrible error de llamarla «hija del diablo» a sus espaldas (pero lo suficiente fuerte para que lo escuchara) tuvo diarrea explosiva durante una semana entera.
Durante las noches, cuando las voces del orfanato cesaban, si se tenía el oído bien abierto, se podía escuchar a Marylin llorando desconsoladamente algunas horas. Aunque no era la única actividad nocturna que la muchacha desarrollaba. En los meses siguientes a la tragedia sufrida, Marylin no pasó una sola noche sin abrir el libro de hechizos de Victoria Pembroke. Lo estudiaba a profundidad, tanto, que se perdía en sus cientos de inentendibles pasajes que, poco a poco, comenzaban a cobrar sentido en su cabeza.
Cuatro meses pasaron de «La masacre del cementerio Highgate» y los llantos se volvieron menos intensos, menos duraderos, pero, al mismo tiempo, los libros (de diversos temas, géneros y autores) se acumulaban en la habitación que Marylin compartía con Sophia. Esa noche, pasó horas y horas leyendo un pasaje que la apasionaba, donde Victoria entró en detalle sobre la oculta historia de los «Magos Mudos», quienes habían desarrollado un lenguaje particular con sus manos que les permitía conjurar poderosos hechizos sin el uso de las palabras.
Marylin alzó la vista y concentró toda su atención en unas velas negras que compró hacía unos meses y que permanecían sin usar hasta el momento. Tomó una bocanada de aire profunda, dio una nueva mirada al libro y a continuación realizó unos complicados movimientos con sus manos. Las velas se encendieron, exhibiendo una particular llama turquesa durante algunos segundos hasta que tomaron su color normal. Allí, iluminada por la luz de las velas, Marylin sonrió por primera vez desde que había escapado de Highgate. Pero no debía distraerse... aquel libro aún guardaba muchos secretos, secretos que no pararía hasta descifrar.
La Creyente apartó la mirada del orbe de colores donde el Nexus se concentraba. La historia que presenció era trágica y, paradójicamente, era diminuta en la inmensidad del cosmos. Una noche que, para los titánicos Centinelas del Tiempo, infinitos guardianes del Eterno Fluir, no representaba más que un grano de arena en el desierto, un átomo en un universo que ignoraba su existencia. Y, sin embargo, La Creyente encontraba belleza en las pequeñas decisiones tomadas esa noche y que llevaron a aquel particular orden de eventos, irrepetibles, inimitables en cualquier otra circunstancia o situación. Aquella sucesión de hechos nunca más volvería a ser reproducida de la misma manera, más que en sus archivos donde quedarían registrados a la perfección.
Eric Brooks creía que merecía poder; Helena Reed creía que Wolffstiloth era el ser que podría poner orden al caos; Victoria Pembroke creía en la capacidad de Marylin Brightside para ser una fuerza del bien, y esta última creía que podía salvar a sus amigos. Los deseos de cada uno de ellos moldearon los eventos de esa noche de una forma retorcida, espectacular y hermosa, pero, a veces, La Creyente creía que era la única que podía notarlo. Sus hermanos la acusaban de idealista con regularidad, y ella de cínica con la misma frecuencia. Pero lo cierto era que, en la eternidad de su existencia, llegó a aprender que no había una sola forma de ver las cosas, pues tal es la naturaleza de la realidad: su forma dependía del ojo de quien mirara y dos cosas opuestas podían ser verdad al mismo tiempo.
La Creyente sonrió. Aquella reflexión siempre la tomaba por sorpresa, y podía pasar horas discutiéndola con La Poetisa, quien era un poco más flexible, o minutos con El Juez, cuya mirada dicotómica de la realidad interrumpía cualquier posibilidad de desarrollo de las ideas.
Los indescifrables ojos de La Creyente se volvieron hacia el Nexus, su trabajo estaba lejos de terminar. Esparcidos a través de las galaxias, los deseos, los sueños, las creencias, daban forma a los infinitos mundos y vida que colmaban la existencia, y era hora de mover su mirada de Marylin Birghtside hacia otro creyente. Su trabajo estaría acabado solo y cuando el último atisbo de esperanza se apagara en el universo y, hasta entonces, su mirada se mantendría vigilando el Eterno Fluir.
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