Marylin, la Magnífica: Acto III (I)

Por Metahumano


Escondida en el bosque, sentada en el suelo mojado, con sus brazos apretando con fuerza el libro de hechizos de Madame Universal, Marylin Brightside lloraba desconsoladamente por sus amigos caídos y los horrores vividos aquella fatídica noche. Quería que terminara, tan solo despertar en su pequeña habitación en el orfanato y darse cuenta de que todo había sido solo una terrible pesadilla. Pero la voz de Victoria Pembroke le hizo saber que no era así.

Sodajepsed soleic —pronunció el espectro de la poderosa hechicera, materializándose frente a la asustada adolescente con su fantasmagórico fulgor celeste. De repente, la lluvia, presente durante toda la noche, se detuvo—. Levántese, little one, el mundo aún la necesita, su amiga todavía la necesita, y yo también.

—¿Por qué nosotros? ¿Por qué esta noche?

—Helena Reed sospecha que fueron puestos aquí esta noche por su maestro, para permitirle despertar, yo creo algo distinto: pienso que fueron enviados aquí para detenerla —respondió Madame Universal—. Si ustedes no hubieran estado aquí y la bruja hubiera dado con mi libro por su cuenta, no habría nada que yo pudiera hacer para detenerla, pero con usted aquí... aún hay una oportunidad.

—¿Conmigo? No soy nadie importante, solo soy... una huérfana, una ladrona. Solo estoy viva porque me dijiste qué hacer y me diste las fuerzas para hacerlo.

Madame Universal descendió para colocarse a la altura de la muchacha y le colocó su mano en la mejilla. Victoria no podía sentir nada, por un momento se olvidó que era solo un espectro, un remanente energético de quien había sido en vida, y sintió ganas de llorar ella misma, aun cuando estaba segura de que los espíritus no eran capaces de semejante acción. Sin embargo, para Marylin, aquel gesto no fue indiferente, sintió un agradable calor allí donde Victoria posó su mano y una indescriptible sensación de calma le inundó el cuerpo, permitiéndole alzar la mirada hacia el espectro.

—Marylin Brightside, en mi vida he viajado a través del tiempo y el espacio, y en todos mis viajes y aventuras jamás he conocido a alguien que no sea importante. —Le sonrió Victoria, aún tratando de acariciar la mejilla de la muchacha sin éxito—. Usted puede hacer esto, y yo estaré allí a su lado durante todo el camino, ¿está bien?

Marylin se limpió las lágrimas del rostro y se levantó, sacudiéndose un poco, como si tratara de despojarse de todos sus miedos e inseguridades. Recordó sus primeras salidas como carterista, aquella sensación de vacío en el estómago, sus piernas temblorosas, la adrenalina aumentando cuando se acercaba a su presa. Si bien todas aquellas sensaciones fueron disminuyendo con el correr del tiempo, ahora volvían a máxima potencia, trataban de paralizarla, mas no se lo permitiría: el miedo jamás volvería a dominarla.

—¿Cuál es el plan?

—Helena tiene las instrucciones para llevar a cabo el ritual, pero aún la necesita... Está usando a Alexa de carnada para atraerla allí, así que usted va a caer en la trampa —comentó Victoria con tranquilidad—, y cuando ella piense que la tiene en sus garras, la hacemos caer en las nuestras.

—¿Y en qué consiste?

—Busque la página 505 del libro.

Marylin de inmediato abrió el pesado tomo que sostenía en sus manos y que aún se encontraba inexplicablemente seco a pesar de todo lo ocurrido. Al llegar a la página, Marylin la leyó de forma minuciosa, pasaba de párrafo en párrafo con la atención de un águila que desde los cielos había puesto sus ojos en su presa. Sin embargo, a medida que leía las palabras, la expresión determinada que exhibía la adolescente fue desapareciendo y, cuando alcanzó el punto final, volvió la vista hacia el espectro que le hacía compañía.

—Este hechizo... si lo hacemos...

—Va a crear un vórtice que absorberá toda la energía espiritual de la zona, sellándola para siempre detrás del velo, sin posibilidad de retornar —terminó Victoria, ahora con una expresión seria y estoica en su rostro.

—No voy a condenarte a eso, tiene que haber otra forma.

—No la hay, y si la hubiera, no hay tiempo de descubrirla. Escuche, Marylin, si algo aprendí a lo largo de mi vida es que si queremos ganar tenemos que estar dispuestas a hacer sacrificios... —Una sonrisa débil se dibujó en su rostro—. Parece que en muerte esto sigue siendo cierto. Estoy lista para hacerlo, pero usted tiene que estar conmigo, asegurarse de que este mal desaparezca para siempre y que mi libro jamás vuelva a caer en las manos equivocadas. —Ambas compartieron una larga mirada al final de la cual Marylin terminó asintiendo con la cabeza y una sincera sonrisa se formó en el rostro de Victoria—. Tenemos todas las armas que necesitamos. Es hora de pelear, darling.

Bastaron solo algunos minutos de caminata para que Marylin diera con el lugar donde Helena Reed llevaba a cabo el ritual. En la tranquila oscuridad del cementerio, fue fácil distinguir una serie de luces que parecían invitarla a pasar. Marylin se paró en la entrada de la famosa Avenida Egipcia y tomó una bocanada de aire. Una serie de antorchas recién encendidas iluminaban el camino que conducía hacia el centro del lugar, donde podía ver a Helena llevar a cabo su siniestro cometido.

—Recuerde, debe repetir todo lo que diga, sin dudarlo, un segundo podría ser la diferencia entre la salvación y el infierno en la tierra —dijo Victoria a sus espaldas.

Con renovado coraje, Marylin marchó por el camino hasta ubicarse en la entrada del círculo central. Allí pudo observar todo el horror que se desplegaba en aquel infernal paisaje: los cuerpos de sus amigos, iluminados por más antorchas, colgaban de los pies con pequeños cortes en sus cuellos que hacían que se desangraran lentamente. Un pequeño canal debajo de cada uno de los cuerpos conducía la sangre hacia el altar central, donde Alexa, maniatada y amordazada, luchaba por liberarse mientras Helena se preparaba para el ritual; en su cuerpo dibujó diversos símbolos, colocó velas a su alrededor y siniestras ofrendas sobre el altar. De repente, los ojos de Alexa se clavaron en su mejor amiga, y Helena sonrió victoriosa, hora finalmente había llegado.

—Justo a tiempo, cariño, acércate. Mi maestro llegará en breve y todavía debemos prepararte.

—Tu maestro no pondrá un solo pie en nuestra realidad —replicó con seguridad Marylin—. Y tú no verás la luz del día.

La furia en las palabras de la adolescente sacudió a Victoria, quien por un momento se preguntó si había hecho lo correcto al confiarle tanto poder a alguien con un lado tan claramente oscuro. Había visto cómo el poder podía corromper hasta la más tierna de las personas, y el peligro que estos representaban si se dejaban llevar por aquella adictiva sensación de control. Sin embargo, el momento de dudas llegó a su fin, tan solo le restaba confiar en su elección y esperar lo mejor.

—Vaya, veo que las mentiras de los Universales ya han atrapado a otra mente débil. No me sorprende, tienden a buscar personas rotas, fáciles de convencer de que todo el caos en el que está sumido el universo es de alguna forma natural, justo... eso cambia esta noche.

Alexa se sacudía en el altar, las cadenas que ataban sus brazos y piernas producían un rítmico sonido al golpear contra la piedra. Intentaba advertir a su amiga de la trampa que sus captores prepararon, pero la mordaza en su boca le impedía pronunciar palabra alguna, tan solo esperaba que la urgencia en sus ojos bastara.

Sin embargo, Marylin estaba tan concentrada en acabar con su oponente que no prestó atención a las muchas señales que le advertían del inminente peligro en el que estaba a punto de ponerse. La adolescente dio un paso al frente y, tan pronto como estuvo dentro del círculo central, la bruja dijo:

Ejalfumac recenavsed —pronunciadas estas palabras, una especie de humo verde empezó a elevarse del suelo en todo el perímetro del círculo central, revelando un círculo de sal perfectamente delimitado.

Marylin sintió un intenso vacío, no pudo explicarlo, pero supo que Victoria ya no estaba con ella, que no podía alcanzarla ni ayudarla. Se encontraba sola y Helena lo sabía a la perfección.

—Los espíritus no pueden atravesar el círculo de sal ni afectarlo de ninguna manera, no importa cuánta magia utilice Madame Universal allí afuera. Estás atrapada con nosotros.

Marylin se volteó para cortar la línea de sal, pero entonces se encontró de frente con Eric, que la observaba con una macabra sonrisa en su rostro. El susto fue tal que la muchacha no pudo evitar retroceder, momento que el traidor aprovechó para empujarla más adentro, a punta de la ballesta. Marylin tropezó, todavía intentaba procesar lo que sus ojos veían.

—No puede ser... Nate dijo que moriste.

—¿Te refieres a esto? —preguntó al tiempo que alzaba el cuello, revelando un perfecto corte, desde el cual brotaba sangre. Marylin lo observó aterrada hasta que notó que los chorros de sangre coincidían con el momento en que el muchacho apretaba su puño, lo que hizo estallar a Eric en risas—. Mi maestra es una mujer de muchos talentos, uno de ellos, el maquillaje: una prótesis preparada y bien colocada para convencerlos de que ya no estaba entre ustedes nos facilitaría el trabajo de atraparlos.

—Eres un demente... ¿cómo pudiste hacernos esto? ¿Por qué? —El miedo y la confusión de Marylin pronto volvieron a convertirse en odio.

—¿Por qué? ¿De veras tienes que preguntarlo? Marylin, viviste conmigo, en ese horrible orfanato. No me hace falta consultar a un oráculo para conocer nuestro destino: vamos a vivir y morir en la pobreza, vamos a ser esclavos toda nuestra vida, sin amor, sin poder, sin nada —masculló Eric, escupía cada palabra—. Helena me ofrece algo más, la posibilidad de importar, de ser alguien y un mundo justo donde puedo alcanzar mi verdadero potencial. Sus vidas son un precio pequeño a pagar para ver esa realidad cobrar vida.

—¡Silencio! ¡Ya no hay tiempo para esto! —gritó Helena, alertando a su seguidor—. Tráela ante mí, a ella y al libro.

—A sus órdenes, mi señora.

De un solo manotazo, Eric arrebató el libro de las manos de Marylin, quien intentó retenerlo, pero solo logró ser impulsada hacia adelante y chocarse contra el traidor, que la observó con una mezcla de asco, mientras que ella mantenía una mirada asesina clavada en sus ojos. Antes de darse vuelta y marchar hacia el altar, Marylin le dedicó unas palabras:

—Éramos tus amigos, te amábamos.

Esa simple frase hizo temblar al muchacho, que durante algunos segundos no supo cómo reaccionar, hasta que su mirada se dirigió hacia su maestra, esperaba impaciente junto al altar. Con un empujón, Eric forzó a Marylin a darse vuelta y empezar a caminar hacia Helena. Una vez que todos estuvieron allí, Eric se arrodilló frente a ella, ofreciéndole el libro de Madame Universal, Helena lo volvió a recibir con una sonrisa en el rostro.

—Tanto esfuerzo, solo para fracasar al final. —Helena miraba fijo a Marylin—. ¿Valió la pena?

La única respuesta que la bruja recibió fue un escupitajo directo a la cara, a lo que respondió dándole una bofetada de revés a la insolente adolescente.

—Patético —masculló Helena, viendo que las lágrimas se acumulaban en los ojos de la muchacha, no apartaba la vista de su amiga.

La bruja dio un paso para colocarse junto al altar, y su discípulo la imitó. Las 12:00 de la noche se acercaban con velocidad, el punto de mayor debilidad entre su realidad y la de su maestro. La tormenta ya se había disipado en su totalidad gracias al hechizo de Victoria, permitiéndole a Helena observar la enorme luna llena que brillaba en un tono amarillento sobre ella. Posó el libro con tranquilidad sobre el altar, mientras Alexa seguía luchando de forma inútil contra sus ataduras.

—El momento ha llegado, maestra, todo está en su lugar —dijo Eric, sus ojos brillaban de la emoción—. La sangre de los seis abandonados pronto bañará el altar y sus palabras liberaran a Wolffstiloth de su jaula.

Helena volvió la mirada hacia el ilusionado acólito, le dedicó una sonrisa y luego le pasó una mano de forma seductora por el cabello, haciendo que las piernas de Eric temblaran.

—Nada de esto podría haber sido posible sin tu ayuda, me aseguraré de que tus aportes jamás sean olvidados. —Aún acariciaba con suavidad la cabellera del muchacho. Él, embobado por la belleza de la bruja, no se percató de la daga que sostenía en la mano—. Pero me temo que el ritual requiere la sangre de los siete abandonados para funcionar.

El rostro de Eric cambió de repente, pero apenas y llegó a procesar lo que aquello significaba cuando la bruja le realizó un corte limpio en el cuello, esa vez real, y dejó que la sangre fresca alimentara el siniestro ritual que se llevaba a cabo, uniéndose en muerte a la sangre de los amigos que traicionó.

Marylin observó sin sorpresa ni horror como el traidor se desangraba frente a sus ojos, tenía que mantener la mente fría si quería generar una oportunidad de detener aquella locura y salvar a su amiga. Eso era lo único que importaba.

—La hora ha llegado y, justo cómo se los prometí, ustedes serán el primer alimento fresco del que se nutrirá mi maestro. Su muerte será lenta, tal es el destino que se merecen. —La bruja hizo un corte horizontal en las muñecas de Alexa, quien chilló de dolor a pesar de la mordaza. Su sangre pronto empezó a unirse a la de los demás y se acumuló en el medio del círculo central.

La bruja se dirigió hacia Marylin, que esperaba con paciencia su oportunidad de actuar. Parada a pocos centímetros de ella, la bruja colocó su ensangrentada daga en el cuello de la adolescente.

—¿Qué estás esperando?

—¿Tan ansiosa estás por encontrar tu final? Ah, en este punto solo necesito... una gota. —La daga se movió con velocidad hacia arriba y cortó la mejilla de Marylin, que apenas y se inmutó por el ardiente dolor.

En ese mismo momento, una aguda punzada invadió el pecho de la bruja. Al bajar la mirada, se encontró con que Marylin le había atravesado un virote de ballesta a través del estómago, y ahora lo retorcía con ganas. La carterista robó aquel proyectil del traidor cuando chocaron y lo había escondido en la manga de su campera. Adolorida, confundida y furiosa, la bruja retrocedió y lanzó un impreciso corte al aire que Marylin esquivó con facilidad.

—Te dije que no verías el amanecer —dijo Marylin al tiempo que pateaba a la bruja, forzándola a caer a sus pies.

Con Helena tendida en el suelo, desangrándose poco a poco, Marylin se apresuró en acercarse al altar y quitó la mordaza de la boca de Alexa, que solo podía llorar y gritar antes los horrores experimentados. Tan pronto como su amiga le liberó uno de sus brazos, Alexa la abrazó con fuerza, manchándola con sangre en el proceso, pero a ninguna de las dos les importó, y rompieron en llanto.

Sin embargo, mientras las amigas festejaban, la bruja se arrastró por el suelo hasta llegar al pozo con la sangre acumulada y lanzó hacia él su daga manchada con la sangre del último tributo necesario.

Ortseam ed al dadirucso, le rolod y al aínoga —murmuró cada palabra con un esfuerzo sobrehumano por respirar y resistir el dolor—. Euq ne ut aluaj sarpes le ratrepsed, atse ehcon nuc al zul ed al anul anell omoc ortseun ogitset y etodnéicerfo al egrnas ed sol etesi sodanodnaba, et ocovni, odneicahsed sal sanedac euq et neneitnam orenoisirp, arap euq sazreje ut datnulov erbos etse odnum libéd y satreivnoc al zul ne un orem odreucer. Azurc le odatilibed olev aicah artseun dadilaer... atreipsed, atreipsed, ATREIPSED WOLFFSTILOTH.

Aquel último y terrible grito de la bruja bastó para que las distraídas adolescentes volvieran su mirada hacia ella. El pozo de sangre pareció entonces estallar como un géiser, haciendo que el líquido escarlata lloviera sobre ellas. Un monstruoso brazo rojo salió de aquel agujero y tomó el cuerpo de la bruja, arrastrándolo a las profundidades del Infierno antes de volver a emerger y empezar escalar para salir.

—Mierda, mierda, ¡MIERDA! —exclamó Marylin, y tomó el rostro de su amiga entre sus manos—. Solucionaré esto, lo prometo... volverás a ver a tu hermana.

Alexa, aún con su rostro lleno de lágrimas, asintió y vio a su mejor amiga correr hasta el borde del círculo central, donde cortó de una sola patada la línea de sal dibujada por la bruja.

El rojo que dominaba la escena se vio desafiado por un intenso brillo azul espiritual, a medida que Madame Universal se materializaba frente a los ojos de la aterrada Marylin.

—¡Dime que podemos hacer algo para detener esto!

Antes de que Victoria pudiera responder, el grito de terror de Alexa las distrajo. Al darse vuelta, se encontró con que una siniestra figura cubierta de sangre se había posicionado justo sobre Alexa y, antes de que pudiera hacer algo, empezó a infiltrarse por la boca de la adolescente hasta desaparecer por completo.

—Oh, no —soltó Victoria con franca preocupación.

Por un segundo, la calma dominó el escenario y entonces el caos volvió a estallar. La lluvia de sangre se intensificó, la luna llena, antes amarillenta, empezó a tomar un tono rojizo, como si ardiera y, en medio de aquel terrible espectáculo, Alexa tembló de forma violenta en el altar. Marylin la observó con horror. Su amiga rompió las cadenas que la apresaban como si de papel se tratara, luego cayó de rodillas al suelo, sujetándose la cabeza y gruñendo. Pronto pudo ver que las manos se le convertían en garras, pelos gruesos y negros empezaban a cubrir las partes expuestas de piel y sus dientes se convertían en colmillos. Alexa lanzó un grito bestial al cielo al tiempo que dos enormes e imponentes cuernos crecían de su frente, su rostro tomó un aspecto animalesco y de su espalda surgieron dos gigantescas alas cubiertas de plumas negras.

¡SOY LIBRE! —gritó Alexa con una voz gutural e inhumana. Marylin supo entonces que su amiga se había ido y su cuerpo ahora pertenecía a Wolffstiloth.


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