Marylin, la Magnífica: Acto I (I)

Por Metahumano


El 31 de octubre de 2005, cuando el reloj marcó las 8:00 de la noche, las puertas del cementerio Highgate se cerraron con un chirrido y solo los guardias nocturnos quedaron por dentro. Al mismo tiempo, siete mochilas volaban sobre un tapial alejado del terreno y aterrizaban entre algunas tumbas viejas y olvidadas. Segundos después, sus dueños se adentraban y aterrizaban de forma tan agraciada como podían, sintiendo el pasto alto amortiguar ligeramente sus caídas.

La última en cruzar aquel obstáculo fue Marylin Brightside. La muchacha, de piel blanca como una perla y un pelo tan negro como el alquitrán, tambaleó un poco al aterrizar y tuvo que apoyarse en el suelo para no perder la estabilidad. No era la primera vez que tenía que saltar por encima de un enrejado o tapial: en sus catorce años de vida muchas veces debió hacerlo para escapar de algún perseguidor y perderse entre los grises callejones londinenses. Era una habilidad que toda carterista debía aprender si pretendía sobrevivir, y ella alardeaba de ser la mejor. Sin embargo, había algo en aquella noche de luna llena que la tenía nerviosa, aunque no podía precisar si era el ambiente sombrío del cementerio durante la noche o la naturaleza de la extraña tarea que tenían por delante.

Todo había empezado hacía aproximadamente una semana, en el orfanato donde todos vivían. Se encontraban en la sala de recreación, aburridos, cuando Eric irrumpió por las puertas de madera con una amplia sonrisa en su rostro y un montón de papeles entre sus manos flacas y esqueléticas, que luego desplegó sobre la mesa ratona. De inmediato adivinaron de lo que se trataba, pero aun así todos se acercaron a la mesa ratona para analizar el papelerío.

Tal y como lo sospecharon, había llegado la hora de la búsqueda del tesoro anual: una tradición que había comenzado hacía ya tres años y que iba en escalada. Eric, aficionado a lo paranormal y un "cerebrito" con todas las letras, se encargaba de diseñar las más intrigantes búsquedas del tesoro para mantener a sus compañeros del orfanato entretenidos. La primera consistió en una investigación que los llevó por las distintas escenas del crimen del mítico asesino en serie "Jack El Destripador" y, para la segunda, todos se escabulleron hasta las afueras de Londres, para adentrarse en una vieja mansión abandonada que se decía estar habitada por fantasmas. En ambas ocasiones las risas no faltaron (y tampoco algunos sustos pequeños orquestados por Eric y su mejor amigo, Nate), pero aun así el cerebro detrás de aquella operación sentía que algo faltaba: misterio, espectáculo... horror, algo que esperaba que cambie esa noche de luna llena pues, por primera vez, se encontraban todos en la búsqueda de algo que él no había escondido.

—¿Qué es esta payasada, Eric? —preguntó Héctor con tono burlesco que, a pesar de ser parte del grupo, nunca había tenido mucho interés en las descabelladas ideas de su amigo.

—Esta payasada es nuestra aventura más grande hasta la fecha —explicó el escuálido muchacho, aún sonriente—. Nate, las luces.

Obediente, su mejor amigo apagó las luces de la sala, lo que hizo que la más pequeña del lugar saliera en búsqueda de su hermana. De repente, el haz de luz de una linterna iluminó el rostro de Eric Brooks, dándole un aspecto espeluznante (lo que probablemente era el efecto deseado).

—Aquí vamos de nuevo —comentó Alexa Flowers poniendo los ojos en blanco y sosteniendo a su pequeña hermana de tres años que se encontraba asustada por el repentino corte de luz.

—Cuenta la leyenda que el famoso cementerio Highgate no solo es el lugar donde se manifiestan algunos de los fantasmas más famosos del Reino Unido, sino que también es el lugar de descanso final... para una bruja. —Eric se movía de forma teatral, cautivando a todos los presentes con su voz. Marylin lo observaba entretenida, como siempre que el muchacho empezaba divagar con sus cientos de historias de fantasmas, demonios y asesinos—. Pero lo que es interesante de esto es que se rumorea que no solo los huesos de la bruja descansan en el cementerio, sino también algo mucho más valioso: su libro de hechizos.

—¿De eso se trata todo esto? —preguntó Héctor—. ¿Quieres que te ayudemos a buscar un libro?

—Ya, cariño, déjalo terminar —acotó Roxy, acurrucándose en el pecho de Héctor—. Suena divertido.

—Es mucho más que divertido, pues se dice que quien posea este libro tendrá el poder de convertirse en el hechicero ¡MÁS GRANDE DEL MUNDO! —exclamó Eric, saltando sobre la pequeña mesa ratona y despertando las risas de sus amigos.

De repente, las luces se prendieron y todas las miradas se clavaron en un muchacho vestido de negro que observaba al grupo con una mezcla de aburrimiento y disgusto. Todos permanecieron en silencio ante su presencia, pues ninguno lo conocía muy bien. Había llegado hacía solo unas pocas semanas al orfanato, directo de La Ciudad de la Furia, Krimson Hill, y ninguno había tenido la oportunidad de hablar con él. La mayoría de las veces lo veían deambular por los pasillos del orfanato, murmurando cosas por lo bajo, como si hablara con alguien que no estaba en realidad ahí, y casi gruñendo a cualquiera que osara perturbarlo.

—Clark... ¿verdad? —preguntó Eric algo incómodo ante la presencia del muchacho por algún motivo que le costaba precisar.

—¿Están planeando un viaje al cementerio? —preguntó él sin más, haciendo que el grupo de amigos intercambiara miradas incómodas—. Quiero ir.

—Bueno, verás... es una especie de tradición entre amigos, no creo que... —intentó interrumpir Nate.

—Me dejan acompañarlos o le aviso a los directivos de sus planes —agregó Clark, dejando al grupo una vez más en silencio.

Los huérfanos intercambiaron miradas entre confundidas y aterradas por la presencia de aquel joven que había llegado para imponerse. Roxy apretó el brazo de Héctor con fuerza, más para evitar que el atlético muchacho se levantara y asestara un puñetazo al intruso que por temor a Clark. Alexa y Marylin se miraron incómodas y Eric miró a Nate y ambos se encogieron de hombros.

—Bienvenido al grupo —dijo Eric con una sonrisa forzada.

—Hmm —fue lo único que Clark acotó antes de desaparecer de la habitación y dejarlos de nuevo solos.

Una semana después, ya todos se encontraban en el cementerio, iluminados por la luz de la luna llena y listos para comenzar la búsqueda del tesoro. Sin embargo, una vez más Eric tomó el centro del grupo y aclaró su garganta para que todos le pusieran atención.

—Frágiles mortales, sean bienvenidos una vez más a la búsqueda del tesoro anual. Este año nos aventuramos dentro del cementerio en la noche en la que nuestro mundo y el mundo de los espíritus están más cerca el uno del otro. ¿Verán algún fantasma rondando los interminables pasillos de Highgate? ¿Podrán sus pobres cerebros soportar el horror o se volverán locos ante el vistazo de un visitante del más allá? Tal vez su única esperanza de salvación esta noche sea precisamente nuestro objetivo y el libro de la bruja les otorgue protección contra los vengativos espíritus que...

—Eric, ¿podrías apurarte y darnos la puta pista que dijiste que conseguiste? —interrumpió Marylin—. Está helando aquí.

—Vaya manera de matar el ambiente —replicó Eric, pero, al ver que la mayoría de sus compañeros estaban de acuerdo con Mary, cortó con la teatralidad y fue directo al punto—. Le quitan la diversión a todo, pero bien. Según mis fuentes, el libro de hechizos perteneció a una tal Pembroke. Victoria Pembroke. En su lugar de descanso final encontraremos el libro. Dicho esto, comienza la búsqueda. Recuerden los equipos: Héctor y Roxy, los tortolos, van juntos; Alexa y Mary, por otro lado, y yo iré con Nate y...

La repentina pausa de Eric bastó para que el grupo se percatara de lo que había pasado. Clark había desaparecido.

—¿Alguien vio hacia dónde fue? —preguntó Nate, sacando su linterna para iluminar algunas tumbas cercanas, pero sin resultados.

—Fue uno de los primeros en saltar por encima del muro, ¿cómo diablos desapareció sin que lo veamos? —preguntó Roxy.

—Más le vale a ese bicho raro no intentar jugar con nosotros —masculló Héctor.

—Concentrémonos en el juego y salgamos pitando de aquí, este lugar me da mala espina —dijo Alexa, con la mirada puesta a su alrededor—. Recuerden que todos tenemos en la mochila los walkie-talkies que Marylin tan gentilmente tomó "prestados" para nosotros. Ni bien encuentren el libro, avisan por allí.

—Lo mismo que si ven guardias o si alguien se lastima, ¿está claro? —agregó Nate.

Una vez más, una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Eric y esta vez fue acompañado por más de uno de sus compañeros, lo que lo animó aún más.

—Que comience la búsqueda.

Héctor y Roxy caminaban de la mano por uno de los tantos senderos que los turistas utilizaban para recorrer el cementerio. Para ellos, aquella salida no era más que una excusa para estar juntos fuera del orfanato y lejos de los ojos fisgones de sus amigos, y lo cierto era que una caminata bajo las estrellas sonaba como un plan bastante romántico, al menos si lograban ignorar el hecho de que miles de cadáveres se encontraban enterrados a pocos metros debajo de sus pies.

El libro los traía sin cuidado, y la única forma en que podrían encontrarlo era si Dios mismo bajaba del cielo y los abofeteaba en la cara con él, pues toda su concentración estaba puesta en buscar un lugar lo suficiente oculto para hacer lo que todo adolescente hacía cuando se encontraba a solas con su pareja.

—¿Cuánto crees que tardarán en encontrar el libro de la bruja? —preguntó Héctor, soltando las últimas palabras con un tono burlón.

—Más que suficiente, si no es que se rinden antes. Digo, mira alrededor, este lugar es enorme, lo más probable es que los guardias nos terminen echando antes de que puedan ver siquiera una hoja del supuesto libro.

—¿Lo que estás diciendo es que tenemos mucho tiempo a solas? —siguió Héctor, y atrajo a su novia más cerca para ponerle una mano alrededor de la cintura con una sonrisa pícara.

Roxy pareció sorprendida por un momento, pero después correspondió la sonrisa de su compañero. Tomándolo de su abrigo, la muchacha empujó a su novio fuera del camino, dentro de una zona boscosa, obligándolo a chocar su espalda contra un árbol cercano. Héctor, incapaz de reaccionar frente a aquel atrevimiento de su pareja, tan solo pudo recibir la calidez de su cuerpo y la suavidad de sus labios contra los suyos. Las manos de Roxy recorrían el cuerpo tallado del muchacho y pronto se encontraron recorriendo sus piernas. Héctor la empujó un poco y la miró confundido.

—¿Qué? —preguntó ella con una sonrisa en su rostro.

—¿Estás hablando en serio? ¿Aquí? —inquirió el muchacho que, a pesar de su actitud por lo general segura, había comenzado a temblar un poco por los nervios.

—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que un esqueleto saque la mano de la tierra y te toque el trasero? —Roxy colocó su dedo índice en el pecho de Héctor y comenzó a deslizarlo con suavidad hacia abajo, sin quitar la mirada de los ojos de su novio y deteniéndose justo encima del cinturón.

Héctor no sabía qué hacer, de hecho, estaba bastante seguro de que no había respirado en los últimos treinta segundos y que su rostro estaba rojo como un tomate, pero la tensión se rompió cuando Roxy estalló en carcajadas y se alejó de él, volviendo al camino para continuar con su caminata. Agitado, Héctor permaneció algunos segundos más apoyado contra el árbol, sintiendo el acelerado palpitar de su corazón y mirándola alejarse. Pronto, una sonrisa se dibujó en su rostro también y corrió a alcanzarla.

—Eres el diablo —dijo tan pronto como estuvo a su lado.

—Y tú un idiota, ¿de verdad pensaste que quería que tengamos nuestra primera vez en un cementerio? —replicó ella aún riéndose.

—Claramente estás mal de la cabeza, no sé qué esperar de ti, tal vez querías algo similar a esa autora loca que mencionó Eric una vez... la que perdió la virginidad en la tumba de su madre.

—Estoy sorprendida de que algo de información quede en esa cabeza dura tuya.

—Cariño, estoy lleno de sorpresas —replicó él, volviendo a poner sus manos alrededor de la cintura de Roxy, quien le correspondió apoyando su cabeza contra su hombro mientras seguían marchando por el silencioso camino.

Un sonido a sus espaldas los hizo detenerse en seco y voltear. Héctor iluminó a su alrededor con la linterna, pero no pudo ver nada, tan solo unas pocas tumbas que se encontraban al lado del camino. Ambos permanecieron en silencio durante algunos segundos, hasta que Roxy se sacudió un poco y decidió seguir caminando.

—Ugh, por un segundo había olvidado dónde estábamos —dijo mientras se alejaba.

Héctor permaneció algunos segundos más escaneando la zona. Las sombras de las tumbas y los árboles le jugaron una mala pasada unas cuantas veces, haciéndole sospechar que oscuras figuras se movían a su alrededor, pero al final, arrancado de su trance por una suave gota de lluvia que golpeó su nariz, decidió que aquel sonido debió ser tan solo un ave moviéndose entre los árboles, tal vez uno de los tantos búhos que habían observado mientras caminaban, y se volvió para alcanzar a Roxy, que ya le sacaba algo de ventaja.

Pero su mente no lo engañaba. Allí, en las sombras, una oscura figura los miraba marchar. 

A unos cuantos metros de donde Héctor y Roxy "exploraban", Alexa iluminaba con su linterna las tumbas y leía los nombres, soltando una risita baja cuando se cruzaba con alguno gracioso que comentaba a su compañera (su favorito hasta ahora había sido Alan Hardmeat). Ella y Marylin marchaban por el tenue sendero que las tumbas marcaban, pero había algo que impedía a esta última concentrarse en la tarea. No deseaba comentarlo, y trataba de concentrarse en los chistes de Alexa para despejar su mente, pero desde el momento en que había saltado por encima del muro tenía la insoportable sensación de que estaban siendo observados. Al principio lo achacó al hecho de que estaban en un cementerio por la noche y su imaginativa mente de adolescente le estaba jugando una mala pasada, pero, a medida que se internaban más en el cementerio, aquella sensación no hizo más que agudizarse.

—Mary, ¿estás bien? —preguntó Alexa finalmente, arrancando a la joven muchacha de sus ensoñaciones.

—¿Eh? Sí, por supuesto...

—Vamos, ni siquiera sonreíste cuando mencioné a Christina Softbottom. No puedes engañar a tu mejor amiga, ¿pasa algo?

Mary miró a los curiosos ojos de Alexa y supo que tenían razón. Las dos se habían vuelto muy buenas amigas tan pronto como se conocieron, y aquella relación se fue afianzando a lo largo de los años. A pesar de que Alexa era dos años más grande que ella, fue Marylin la que salió en su defensa cuando llegó al orfanato acompañada de su pequeña hermana, Sophia (que, contra su voluntad, quedó en el orfanato a la espera de que los mayores regresaran de su aventura), y desde entonces se habían vuelto inseparables.

—Es solo que... me preocupa un poco Clark —mintió Marylin.

—Aw, ¿te gusta el chico nuevo? —se burló Alexa, y recibió como respuesta un golpe de Mary en el hombro.

Las dos rieron un poco mientras seguían avanzando, pero volvieron a ponerse serias al cabo de unos pocos segundos. La llovizna comenzaba a caer de forma tenue, lo suficiente para mojarlas un poco, pero no para que fuera una verdadera preocupación.

—Eres una idiota. Me refiero a que ese chico no conoce este lugar, y Highgate es enorme, puede perderse fácilmente.

—El idiota es él que se apartó del grupo. De todas formas, tiene un talkie y una linterna, ¿verdad? —Mary asintió—. Entonces estará bien, a lo mejor tendrá que esperar a que salga el sol para orientarse un poco mejor si se metió muy en el centro, pero yo no...

De repente, un sonido cercano las hizo detenerse. Mary intentó identificar si se trataba del crujir de una rama o de algún pájaro revoloteando, o tal vez un guardia las había escuchado y se acercaba a donde estaban. Ambas se agacharon y, solo en caso de que esta última opción fuera la correcta, apagaron sus linternas y permanecieron a oscuras, ocultas detrás de una imponente tumba.

Aquel ruido no volvió a repetirse durante al menos un minuto, pero justo cuando empezaban a decaer sus pulsaciones, un nuevo sonido las dejó heladas donde estaban. Al principio fue lo suficiente sutil como para que ambas compartieran una mirada de confusión, trataban de convencerse de que no lo habían escuchado, que tenía que ser otra cosa, cualquier otra cosa, menos eso. Sin embargo, con el correr del tiempo, el sonido se volvió más claro, más identificable, más cercano, y ya no pudieron negarlo. Allí, en la solitaria oscuridad del cementerio, podía escucharse un llanto.

Ambas permanecieron agazapadas, agudizaban sus oídos y rogaban que se detuviera, pero los segundos se convirtieron en minutos y aquel lamento seguía resonando en sus oídos. Alexa intentó moverse, pero fue detenida por Marylin, quien jaló de su campera para evitar que se moviera. Compartieron una mirada y, sin decir una sola palabra, Alexa le hizo entender a su amiga que permanecer allí ocultas no era una opción viable. Confiando en el criterio de la mayor, Mary soltó su abrigo y asintió con la cabeza. Alexa tragó saliva y poco a poco comenzó a asomar su cabeza por encima de la tumba para escanear con la vista en dirección a aquel terrible sonido.

Mas era inútil. La oscuridad del cementerio, magnificada por las nubes de tormenta que comenzaban a acumularse encima de ellos, hacían imposible distinguir algo más allá de unas pocas figuras difusas en la cercanía. Sin embargo, un repentino relámpago iluminó el firmamento nocturno y, con horror, Alexa pudo divisar una figura encapuchada, arrodillada frente a una tumba. La expresión en el rostro de su amiga bastó para hacerle saber a Marylin que había visto algo, algo terrible, pero el infierno no se desató hasta que finalmente llegó el trueno, que sobresaltó a Alexa y la forzó a dejar escapar el grito que se había ahogado en su garganta, alertando a aquella siniestra figura que de inmediato se volvió para verla.

Tomando a su amiga por la mano y sin perder un solo segundo, Alexa se levantó y comenzó a correr sin un destino claro, tan solo sabía que tenía que alejarse de allí. Ambas marcharon de forma desesperada sobre las tumbas, haciendo su mejor esfuerzo por no resbalar y caerse. Ignoraban si aquella sombra las perseguía, pero no planeaban quedarse a averiguarlo. La lluvia comenzaba a aumentar su intensidad, las piernas de las chicas empezaban a sentir el cansancio, así que Alexa cambió violentamente su trayectoria, dirigiéndose hacia un largo pasillo formado por los mausoleos, donde sabía que podían ponerse a cubierto.

Sin embargo, tan pronto como se acercaron a su destino, las piernas de Marylin fallaron y ambas chicas rodaron por el suelo, embarrando sus prendas. Un trueno volvió a resonar, cubriendo los sonidos de sus quejidos de dolor, y una vez que la calma volvió, las dos permanecieron en el suelo, apoyadas contra la puerta de un mausoleo y escuchando con atención. En un primer momento, tan solo el suave caer de la lluvia al golpear contra los techos sonó a su alrededor, pero entonces comenzaron a escucharlo: pasos... alguien se acercaba.

Paralizadas por el miedo, Alexa y Marylin permanecieron acurrucadas en el suelo, escuchando aquel terrible sonido crecer en intensidad, cada vez se sentía más cerca y, entonces, se detuvo. Pasaron algunos segundos hasta que volvieron a escucharse, sea quien fuera, la estaba rondando, estaba cerca, muy cerca, pero poco a poco el sonido de los pasos comenzó a volverse más tenue, hasta que desapareció, indistinguibles del sonido de la tormenta que aún rugía sobre el cementerio.

Aliviadas, las dos largaron un suspiro casi al unísono, aun siendo conscientes de que aquella pesadilla no había hecho más que comenzar. Con cuidado de no emitir ningún sonido fuerte que pudiera atraer a su misterioso perseguidor, ambas se pusieron de pie y comenzaron a marchar por aquel laberinto que conformaban los cientos de mausoleos a su alrededor. Lo cierto era que, en su desesperación, habían quedado absolutamente desorientadas y, considerando que volver hacia atrás (donde habían escuchado el sonido) no parecía una opción viable, decidieron de forma tácita que hacia adelante era el único camino posible.

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