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Cuando tenía setenta y nueve años, mi esposo se emborrachó en la fiesta de quince años de nuestras nietas mayores.

— Sabes, Chris, he estado pensando en que deberíamos de tener una banda.

Yo no podía contener la risa, pero aún así estaba algo preocupado.

— Gatito, creo que es mejor que vayas a descansar.

— No, hablo en serio Chrisgay — Felix hablaba despacio y arrastraba las vocales.

— ¿Chrisgay?

— Vamos, Chan, no vas a hacerte el hetero después de todos estos años.

— Lix...

— Déjame hablar, Chrisgay. Podríamos invitar a Minho también. Y ese señor del curso de piano, el que opina que Beyoncé es mejor que todo lo que tocamos. ¡Ah! También a aquella monjita, la que está en la Iglesia del Padre San. Ella es muy dulce. Ya tengo el nombre de nuestra banda: StrayKids.

Felix reía entre palabras.

— Suena a grupo de kpop, amor.

— Bueno, entonces Lilas. Como las flores.

Reí ante sus ocurrencias.

— Estás loco, Gatito.

— Loco por ti, Bang Chan.

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