3

Cuando tenía ocho años invité a Felix a una pijamada en mi casa.

Yo estaba llorando porque me había rasguñado la mano en el jardín. Felix la tomó y le dió un beso. Luego me abrazó, y finalmente se separó con una sonrisa.

— Listo.

— Me diste un beso — respondí ingenuamente — Pensé que eso sólo lo podían hacer los niños a las niñas.

— Las niñas pueden besar niños. Los niños pueden besar niños. Las niñas pueden besar niñas. Y es lo mismo.

— ¿De verdad?

Él asintió enérgicamente.

— Yo tampoco lo creía, pero mi prima grande tiene una novia. Y se besan en la boca. ¡Que asco!

Reí.

— Los besos en la boca dan asco — estuve de acuerdo.

Y reímos juntos esta vez.

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