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Cuando tenía treinta y cinco años, mi hijo mayor fue por primera vez a la guardería. Siempre pensé que él iba a llorar en la puerta. En cambio, nos dijo "adiós papis" alegremente, si dio media vuelta y se fue sin mirar atrás.
Felix y yo lloramos todo el camino de vuelta a casa, abrazando a nuestro segundo hijo, él pequeño Jeongin, y rogándole que no crezca nunca.
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