El chico de Ipanema

«Mira que cosa más linda, más llena de gracia, es ese muchacho que viene y que pasa con su balanceo camino del mar».

Especie de tributo a Pau Donés (1966-2020), cantante de Jarabe de Palo. Gracias por ser parte de mi infancia, Pau. Espero despertar un día en un concierto tuyo.

Frunció el ceño ante el fuerte sol en aquel lugar perdido en América Latina. El clima era espantoso para alguien acostumbrado a las templadas calles de Londres, como lo estaba Thomas Sangster. El calor lo agobiaba y necesitaba estar en shorts y camisa abierta todo el tiempo, pero claro, estando de negocios en el barrio con los inmuebles más caros de América Latina tenía que esforzarse y mostrarse más o menos formal.

Ahora, libre de aquellos asuntos (momentáneamente), intentaba disfrutar un poco de la playa de Ipanema, tan pintoresca, tan preciosa. Una de las pocas cosas que extrañaría de esas calientes tierras era esa playa, ese pedacito de cielo perdido en el mapa.

Estaban con su confiable amigo y socio, Ki Hong Lee, disfrutando de la playa y la vista, porque, lejos de ofender, había mucho por donde ver; los cuerpos con diminutos pedazos de tela cubriendo lo necesario paseaban de allá para acá, captando la atención de los turistas bajo la sombrilla; aunque, bueno, ellos también acaparaban un poco la atención, especialmente Thomas: blancos brazos, cuerpo delgado y esa cara, que, de acuerdo a su amigo (heterosexual al 100, al menos que se trate de Thomas, pero bueno, por Sangster, ¿quién no dudaba de su sexualidad?) "parece tallada por los mismos ángeles" y daban ganas de que le dijeran "chikistrikis".

Ki a veces podía no estar bien de la cabeza. Pero cuando sí, lograba grandes cosas. Como estar ahí, junto a Thomas, deleitándose con la vista... y un poco con el cuerpo del rubio de manera irónica.

-Es un papucho -dijo con voz grave-. Su cara parece tallada por los mismos ángeles.

-Cállate, chino -rio el rubio, poniéndose de pie y estirándose, dejando a la vista su delgado cuerpo.

-¿Te traigo el tubo para que bailes de una vez, Sangster? -preguntó Ki. Thomas le pateó un poco de arena y relajó el cuerpo, guardando las manos en los bolsillos de su short de playa. Suspiró, satisfecho con la vida, creyendo que ésta no podía darle más y mejor de lo que ha dado hasta ahora.

Pero no. Eso es lo bello de la vida: lo inexplicable y espontánea que es; un día eres esto, al siguiente lo otro. Puedes llegar alto, tan alto como para tocar las estrellas, y luego caer hasta el suelo, duro como roca; un momento estás aquí y al siguiente ya no; tu existencia pasaba a ser una más entre millones, insignificante y completamente importante al mismo tiempo; efímera, salvaje e inexplicable como la vida, nada más.

Y la sorpresa iba a ser esa denominada "otra mitad".

Pasó frente a sus ojos un ángel caído del cielo; un demonio salido de lo más bajo del infierno. Largas piernas morenas, suave cabello castaño y grandes ojos color miel, protegidos por largas y rizadas pestañas.

El aire se atoró en sus pulmones y juró morir un segundo; confirmó seguir con vida al sentir el nerviosismo apoderarse de su ser cuando esa mirada café se posó sobre él. Una sonrisa, coqueta y llena de vida, asomó por ese moreno rostro, antes de que el dueño siguiera su camino a quién sabe dónde, tal vez lejos de Thomas, lo suficientemente lejos como para convertirse en un recuerdo, en un suspiro.

-Ki, creo que vi un ángel -murmuró, aún en trance.

-Y tuviste la suerte de que él te viera a ti -respondió tranquilo el moreno, discreto testigo del momento en el que dos almas destinadas a ser se encontraron-. Y de que te causara un derrame o algo, ¿estás bien?

-Bien flechado -volvió a murmurar, sus ojos puestos en el camino por donde tremenda belleza se había perdido.

-Ay, Tom -se lamentó Ki, entre risas-. Ve a por él, grandísimo idiota. Es tu chikistrikis.

-¿Quieres parar con los chistes de Shrek? Gracias -bufó Thomas, sentándose en la silla junto a Ki.

Siguieron en silencio unos momentos, disfrutando de la compañía y la suave brisa. El moreno de bellos ojos miel no había abandonado la mente de Thomas, cuya pierna en constante movimiento empezaba a acabar con la poca paciencia de Ki.

Y luego, de nuevo.

Las caderas se movían suavemente conforme avanzaba, en un movimiento elegante y lleno de gracia. Las piernas, largas, morenas; las pantorrillas firmes, los muslos ocultos bajo un pedazo de tela que impedía ver más allá en aquel paraíso andante; el torso cubierto por una musculosa blanca, dejando a la vista los brillantes brazos bajo el sol de Ipanema y a la imaginación el cuerpo bajo esa tela blanca. El rostro, oh, ese rostro bien podría ser su perdición; era una belleza delicada, casi femenina. Aquellos ojos de Bambi eran la joya de la corona; acompañados de esa brillante sonrisa que causaba arruguitas en todo el delicado rostro, hacían de ese muchacho una de las personas más bellas en pisar la tierra. Narciso bien podría envidiarlo.

-Hola, disculpa -¿le había hablado? ¿Ese ángel caído del cielo le había dirigido la palabra? Que alguien lo golpeara, estaba a unos metros de él.

-Uh. Tengo que ir al baño -oportuno, chino. Thomas alzó una ceja y negó, en lo que su amigo se levantaba de un salto e iba "al baño" (a espiarlo). Se levantó de la silla y se acercó al muchacho, sin salir de la sombra de la sombrilla ni empujar al otro fuera de ésta.

-Disculpa... ¿me ayudarías? -preguntó, nada tímido, en un perfecto hablado, sin rastros del acento que los habitantes de la región usualmente tenían-. No pude evitar notar que te miras fuerte y tengo que cargar con dos recipientes bastante pesados, ¿me podrías ayudar? -ohh, esa voz~... apostaría toda su fortuna a que el muchacho cantaba como el ángel que era.

-Claro -sólo Dios sabrá de dónde sacó la voz para responderle al moreno. Empezaron a andar rumbo al punto donde el más pequeño había desaparecido la primera vez, Thomas con la camisa de botones abierta y el muchacho con las manos en los bolsillos-. Soy Thomas.

-¡Eso mamona! -se escuchó el grito de Ki. Ninguno le tomó importancia.

-Dylan -respondió-. ¿Qué haces por estas tierras? No eres de acá.

-Bueno, en base a tu acento supongo que tú tampoco -ambos sonrieron-. Negocios.

-Ah, empresario -exclamó Dylan, resoplando por la nariz, con la pequeña sonrisa en el rostro-. Bueno, acertaste. No soy de acá, pero acá estoy.

-¿Y de dónde eres? -preguntó curioso.

-De todos lados y ninguno, a decir verdad -el rubio lo vio confundido-. Creo que nací en... ¿Italia...? ¿Estados Unidos? Tal vez España, pero desde niño me he movido por todo el mundo, así que en teoría no tengo nacionalidad fija, aunque la última vez que chequeé era estadounidense.

-Wow -Thomas rio-. ¿Y cómo terminaste en Ipanema?

-Necesitaban voluntarios para construir una escuela en un pueblo cercano, una amiga de mis papás vive aquí y me invitó a quedarme unos días, pero ahorita me mandó por estos envases pesados que te digo -sonrió-. ¿Y tú? Gritas extranjero, pero, ¿de dónde?

-Londres -respondió-. Entonces... ¿estadounidense? Posible italiano o español... supongo que hablas los tres idiomas.

-Francés y portugués también -Thomas alzó las cejas-. Sí, estoy presumiendo.

Lanzó una carcajada y continuó su camino en compañía de Dylan, que se encargó de evitar que se aburriera, aunque con el simple hecho de tener al castaño a su lado, comentando cualquier banalidad, hacía de ese el viaje más interesante.

Los siguientes días, a las 3:00 de la tarde, sin falta, caminaba con Dylan por la playa, comentando el día aburrido que había tenido y lo mucho que Ki se encargaba de sacarlo de sus casillas. Los últimos dos días, fueron sus "vacaciones", que pasó en compañía de Dylan en los lugares más bonitos de Ipanema. Al subir a su auto, para ir al aeropuerto y luego a casa, el castaño lo despidió con un dulce beso; un toque fugaz de sus labios, un choque de almas materializado en la muestra de amor más pura a los ojos del rubio. Tímido, dulce, suave; y ardiente y sensual al mismo tiempo.

Ese beso lo dejó viendo colores.

Al llegar a su Londres, no pudo dejar de añorar las caminatas en la playa de Ipanema junto a Dylan. Extrañaba al castaño de afilada lengua, aquel que le sacó más risas en una día que Ki en una semana (algo que causaba indignación en el moreno). Pero la vida es caprichosa, y una tarde, fría y obscura como ella sola, Thomas chocó con alguien al salir de la cafetería cerca de su casa.

-Hey, chico de Londres -exclamó una alegre y tintineante voz. ¡Era Dylan! Su Dylan estaba ahí en Londres, y acababa de- oh.

-Dylan, ¿qué haces aquí? -preguntó emocionado. Acompañó al castaño dentro de la calientita cafetería.

-Bueno... te dije que era del mundo, ¿te acuerdas? -Thomas asintió-. Pues... en una semana te volviste mi mundo y, honestamente, no puedo estar lejos de mi mundo. Vine y fui a tu empresa, donde me encontré a don "¡Eso mamona!", y me dijo dónde podría encontrarte. Henos acá.

Thomas sonrió tanto que sintió sus mejillas protestar por el esfuerzo, pero no podía evitarlo.

Su chico de Ipanema había viajado hasta Londres por él. Su cuerpo dorado por el sol de Ipanema ahora estaba oculto bajo unas elegante ropas, pero la sonrisa brillaba más que el sol.

Esa belleza que ahora solo era de él, ahora pasea acompañada.

*•*
¿Se enteraron? Falleció Pau Donés, así que en honor al hombre que llenó de alegría mis viajes por carretera y logró hacer que una niña de cinco años amara ir 4 horas en el carro, siempre y cuando su voz fuera su compañía, decidí hacer este os, porque considero que es una de las canciones más bonitas de Jarabe de Palo (sí, sé que esta no es de ellos pero su cover me trae recuerdos bonitos).<3

En fin xd

Ojalá les haya gustado, háganme saber qué les pareció:3!

"La Vida es un chiste con triste final [el futuro no existe] pero él le dijo bonito"
1966-2020 vuela alto, Pau; donde el cáncer ya no te alcance y tu voz se escuche en cada rincón del mundo:(<3

Nada más me enteré y tenía que desahogarlo con algo; recordé la cuenta y dije bue ya fue total no es un regreso, es un saludito y luego de vuelta a Narnia

Jueguitos multifrutas para ustedes, uuuhhhh

-patata

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