Un Brindis Inesperado
El reloj marcaba las 11:59, y la tensión en el aire era palpable. Theodore se paseaba por la sala con una sonrisa conspiradora, sosteniendo una copa de champaña que apenas había tocado.
Hermione, con los nervios a flor de piel, miró de reojo a Draco. Él estaba sentado cerca de la chimenea, jugueteando con una burbuja mágica que flotaba frente a él, aparentemente sin preocuparse por lo que Theodore pudiera haber planeado.
—¿Deberíamos prepararnos para lo peor? —murmuró ella, acercándose con cautela.
—Probablemente. Aunque podría ser peor. Podría haber invitado a Pansy.
Hermione dejó escapar una pequeña risa.
—Al menos eso nos da un respiro.
De repente, Theodore apareció frente a ellos con un brillo triunfal en los ojos.
—Es hora, queridos amigos. Todo el mundo, ¡a la pista de baile!
La multitud obedeció, más por curiosidad que por verdadero entusiasmo. Hermione y Draco intercambiaron miradas resignadas antes de seguir al resto de los invitados. En el centro de la sala, Theodore conjuró un reloj mágico que proyectaba los últimos diez segundos del año en números dorados flotantes.
—¡Diez, nueve...! —La multitud empezó a contar.
Hermione sintió cómo Draco se movía ligeramente más cerca de ella, probablemente para evitar ser empujado por el gentío.
—¿Qué crees que está tramando? —susurró ella.
—No tengo ni idea, pero conociendo a Theodore, nos vamos a arrepentir de no haber escapado cuando tuvimos la oportunidad.
—¡Tres, dos, uno...! ¡Feliz Año Nuevo! —La sala explotó en vítores, confeti y fuegos artificiales mágicos que pintaron el techo con colores brillantes.
Justo cuando Hermione pensaba que habían esquivado el caos, una campana resonó, y el reloj proyectó una frase brillante sobre ellos:
"Un año nuevo, una nueva pareja. ¡Muérdago obligatorio para los elegidos!"
Hermione alzó la vista justo a tiempo para ver cómo una rama de muérdago encantado se materializaba sobre su cabeza y la de Draco, brillando con un resplandor insistente.
—Oh, no... —murmuró ella.
Draco miró el muérdago, luego a Theodore, que agitaba una mano desde la tarima con una expresión completamente inocente.
—Realmente lo odio.
—¡Bésense, bésense! —gritó alguien desde la multitud, seguido por una oleada de aplausos y risas.
Hermione sintió cómo el calor subía a sus mejillas.
—Podemos ignorarlo. No necesitamos...
—No creo que funcione así, Granger. —Draco señaló el muérdago, que ahora estaba empezando a parpadear de manera agresiva.
La multitud coreaba con más entusiasmo. Hermione cerró los ojos, respiró hondo y, antes de que pudiera arrepentirse, se inclinó hacia Draco y le dio un beso rápido en la mejilla.
El muérdago no se movió.
—Parece que no fue suficiente —comentó Draco con una sonrisa burlona.
—¡Oh, por favor! —Hermione le lanzó una mirada furiosa antes de que él tomara suavemente su rostro entre las manos y, con una mezcla de diversión y seriedad, la besara en los labios.
El salón explotó en vítores y aplausos, mientras el muérdago desaparecía en una lluvia de chispas doradas. Cuando Draco se apartó, parecía tan sorprendido como ella.
—Feliz Año Nuevo, Granger —dijo, con una sonrisa que, para su consternación, no parecía ni un poco burlona.
Hermione, todavía recuperándose del momento, solo pudo responder:
—Feliz Año Nuevo, Malfoy.
Y, en el fondo, Theodore levantó su copa, satisfecho de haber cumplido con su propósito.
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