Charlas De Año Nuevo

La multitud empezaba a dispersarse, algunos bailando, otros perdiéndose en conversaciones animadas, mientras Theodore permanecía sentado en un sillón estratégicamente ubicado cerca del centro de la sala. Desde ahí, observaba con satisfacción cómo Draco y Hermione seguían juntos, algo alejados del bullicio, bajo las luces suaves que quedaban de los fuegos artificiales.

Hermione se cruzó de brazos, todavía recuperándose del beso.
—Realmente deberíamos aprender a ignorar a Theodore.

Draco, con una sonrisa perezosa, la observó.
—¿Y perdernos momentos como este? Sería un desperdicio.

Ella lo miró, arqueando una ceja.
—¿Momentos como este?

Draco dio un paso más cerca, inclinando la cabeza como si analizara algo en su rostro.
—Donde tú estás incómoda porque sabes que quieres repetirlo.

Hermione abrió la boca para responder, pero cerró los labios casi de inmediato. Decidió cambiar de táctica.
—¿Por qué viniste realmente, Malfoy?

—Te lo dije, Nott me chantajeó.

—No es una respuesta completa, y lo sabes.

Draco la observó en silencio por unos segundos, luego suspiró.
—Vine porque pensé que tal vez verte no sería tan terrible. —Hizo una pausa, su tono más bajo, casi dudoso—. Resulta que tenía razón.

Hermione sintió que sus mejillas se calentaban de nuevo, pero esta vez no apartó la mirada.
—¿Sabes? Cuando te vi llegar vestido así, pensé que estabas completamente fuera de lugar.

Draco soltó una risa suave.
—¿Y ahora?

Ella dio un pequeño paso hacia él.
—Ahora pienso que... tal vez, de alguna manera extraña, encajas más de lo que esperaba.

Draco inclinó la cabeza, sus ojos fijos en los de ella, como si estuviera evaluando cada palabra. Finalmente, con una sonrisa que era genuina en lugar de sarcástica, respondió:
—Feliz Año Nuevo, Granger.

Hermione sonrió de vuelta, esta vez sin vacilar.
—Feliz Año Nuevo, Malfoy.

Draco cerró la distancia entre ellos, y el beso que compartieron esta vez no tuvo público alentándolo, ni muérdago insistente. Fue solo de ellos, rodeados por la tenue luz del Año Nuevo que acababa de comenzar.

Desde su sillón, Theodore levantó su copa, disfrutando cada segundo del espectáculo. Luna, que se había sentado junto a él en algún momento, comentó con su habitual calma:
—Tienes un talento especial para esto.

Theodore sonrió.
—No es talento, es pura genialidad.

Hermione y Draco finalmente se separaron, pero no lo suficiente como para romper el momento. Mientras Theodore daba el último sorbo de su champaña, no pudo evitar susurrar para sí mismo:
—Y con esto, empieza un año muy, muy interesante.

La fiesta empezaba a apagarse, pero la magia del momento entre Hermione y Draco no lo hacía. Los invitados se dispersaban poco a poco, con Theodore relajado en un sillón observando su obra maestra: Hermione y Draco, bajo las luces tenues, completamente absortos el uno en el otro.

—Realmente debería patentar esto de jugar al casamentero —murmuró Theodore, satisfecho, mientras Luna, desde el otro lado del sofá, asentía con aire distraído.

Hermione, ignorando al público, cruzó los brazos y miró a Draco con una mezcla de incredulidad y diversión.
—¿Estás insinuando que lo del muérdago fue planeado?

—Por supuesto. —Draco no tenía intención de disimular—. Nott siempre tiene un plan, pero para ser justo, no estoy molesto con el resultado.

Hermione bufó.
—¿Y qué pasará después de esta noche?

Draco dio un paso más cerca.
—¿Quieres que lo averigüemos juntos?

Hermione no respondió, al menos no con palabras. Se inclinó y lo besó de nuevo, esta vez sin preocuparse por las miradas. Theodore, viendo que su intervención ya no era necesaria, alzó su copa y brindó en silencio antes de desaparecer de la escena, dejando que el romance siguiera su curso.

Hermione entró a su hogar con Draco siguiéndola de cerca. Estaba dispuesta a tener una conversación seria, pero también a disfrutar del poco tiempo que podían tener a solas.
—Vamos a mi habitación, podremos hablar sin interrupciones —dijo, subiendo las escaleras con determinación.

Draco, un poco más nervioso de lo que admitía, la siguió, pero justo cuando alcanzaron la puerta del cuarto, la voz de un hombre resonó desde abajo.
—¡Hermione, ¿eres tú?!

Hermione se quedó petrificada.
—Oh, no...

—¿Ese es tu padre? —susurró Draco, mirando hacia la escalera.

Antes de que ella pudiera responder, los padres de Hermione aparecieron en el pasillo, ambos en bata y pantuflas. El señor Granger frunció el ceño al ver a Draco.
—¿Quién es este joven?

—Eh... —Hermione intentó explicarse, pero su madre la interrumpió.

—¿Es tu novio, querida? ¡Oh, qué emocionante! Ven abajo, necesitamos hablar.

Hermione intentó protestar, pero en menos de un minuto estaban sentados en la sala. Sus padres los miraban con una mezcla de entusiasmo y seriedad.

—Es importante tener estas conversaciones, cariño —dijo la señora Granger, mientras el señor Granger asentía solemnemente—. Queremos asegurarnos de que ambos están informados sobre métodos anticonceptivos.

Hermione se llevó una mano a la cara, deseando desaparecer.
—Mamá, papá, no es lo que piensan.

—Siempre se dice eso, querida, también fui joven —replicó su padre con calma—. Es mejor prevenir.

Draco, que había permanecido en silencio hasta ese momento, finalmente habló.
—Bueno, yo... no estoy seguro de conocer todos los métodos muggles, pero... estoy dispuesto a aprender.

Hermione lo miró con incredulidad. —¿Qué?

—¿Qué? —repitió Draco, confuso—. No soy exactamente un experto en esto.

El señor Granger lo miró con simpatía.
—Es bueno que seas honesto, hijo. Ahora, aquí tienes una guía básica. —Le entregó un folleto que claramente habían preparado hacía años.

Draco lo tomó, mirando las ilustraciones con creciente incomodidad.
—¿Qué es esto? ¿Un globo?

—Un preservativo, Draco —respondió Hermione, cada vez más roja.

La señora Granger sonrió, aparentemente encantada.—Qué bien que tenga curiosidad. Esto es muy importante.

—Yo... creo que estoy listo para un té. —Draco se levantó torpemente, mirando a Hermione con desesperación muda.

Finalmente, después de una hora de explicaciones y consejos no solicitados, Hermione logró llevar a Draco fuera de la casa. En la calle, él respiró profundamente, sosteniendo el folleto en la mano.
—Tus padres son... encantadores.

Hermione no pudo evitar reírse. — y eso que hoy no hablaron del cuidado de los dientes.

Draco la miró, sus labios curvándose en una sonrisa a pesar de la situación.
—Bueno, al menos nunca olvidaré este Año Nuevo.

Ella rió de nuevo, entrelazando su brazo con el de él mientras caminaban hacia la noche.—Ni yo, Malfoy. Ni yo.

Hermione pensaba que la noche no podía volverse más extraña después de lo ocurrido en casa de sus padres, pero claramente subestimaba el destino, o más bien, a la familia Malfoy.

Cuando Draco la llevó a la Mansión Malfoy, ella no esperaba más que un té caliente, un sofá cómodo y quizás un momento para bromear sobre el folleto que aún llevaba en el bolsillo. En cambio, fue recibida en la entrada principal por la imponente figura de Narcissa Malfoy, quien estaba perfectamente arreglada a pesar de la hora.

—Draco, querido, estabas tardando —dijo Narcissa con una sonrisa que no llegó a sus ojos antes de fijarlos en Hermione.

—Madre, pensé que estarías durmiendo.

—Por supuesto que no. No cuando mi único hijo aparece acompañado a estas horas. —Miró a Hermione de arriba abajo con el mismo escrutinio que usaría para examinar una joya rara—. ¿Hermione Granger? Vaya, esto es inesperado.

Hermione intentó no sentirse intimidada.
—Señora Malfoy, es un gusto verla.

Narcissa no perdió tiempo.
—Ven conmigo, querida. Hay cosas que necesitamos discutir. Draco, ve a la sala de estar y espera allí.

—¿Qué? —Draco frunció el ceño, claramente desconcertado—. ¿Por qué no puedo estar presente?

—Porque esto es un asunto entre mujeres —respondió Narcissa con un tono que no admitía discusión.

Hermione fue arrastrada suavemente hacia un salón decorado con elegancia. Narcissa se sentó en un sofá de terciopelo, indicando que Hermione hiciera lo mismo.

—Ahora, querida, hablemos de algo importante: lo que significa ser una Malfoy.

Hermione parpadeó, sin saber si estaba soñando o atrapada en una película absurda.—¿Perdón?

—Sé que tú y Draco aún no están oficialmente comprometidos, pero si vas a estar en su vida, hay ciertos estándares que debes entender. —Narcissa cruzó las piernas con la gracia de alguien acostumbrada a estar en control—. Ser una señora Malfoy implica... sofisticación.

—Señora Malfoy, creo que está... adelantándose un poco. Draco y yo apenas...

—Querida, he visto suficiente esta noche para saber hacia dónde va esto. Nadie lleva a su pareja a casa en medio de la noche "hablar cómodamente" también fui joven. Y no tengo tiempo que perder. Así que presta atención.

Durante los siguientes veinte minutos, Narcissa desgranó un manual no oficial de etiqueta Malfoy: cómo organizar una cena de gala, qué decir (y no decir) en reuniones con magos influyentes, e incluso la mejor manera de llevar capas de gala sin que arrastren demasiado.

Hermione intentó interrumpir varias veces, pero Narcissa la ignoró por completo, entregándole un pesado libro titulado Elegancia Eterna: Guía de Estilo para las Mejores Familias Mágicas.

—Esto te será útil —dijo Narcissa, sonriendo con aprobación—. Aunque creo que necesitarás más que esto para sobrevivir.

Finalmente, Draco irrumpió en el salón, claramente aburrido de esperar.
—Madre, ¿qué estás haciendo?

—Preparando a Hermione para el futuro —respondió Narcissa con naturalidad.

Draco se pasó una mano por el rostro.
—Por Merlín, esto es ridículo.

Hermione, que había estado luchando por no reírse, se puso de pie, sosteniendo el pesado libro.
—Gracias por su... orientación, señora Malfoy. Pero creo que Draco tiene razón. Esto es un poco apresurado.

Narcissa se encogió de hombros.
—Solo quiero lo mejor para mi hijo. Y, querida, si necesitas consejos sobre decoración o etiqueta, estaré encantada de ayudarte.

Cuando finalmente salieron de la sala, Draco miró a Hermione con una mezcla de vergüenza y diversión.
—No te asustes. No todos los días te dan una charla sobre cómo ser una Malfoy.

Hermione rió, guardando el libro bajo el brazo.—Al menos esta charla fue menos gráfica que la de mis padres.

Draco soltó una carcajada mientras se dirigían al ala este de la mansión.
—Creo que podemos marcar este Año Nuevo como el más surrealista de todos.

—Sin duda —respondió Hermione, sonriendo—. Pero al menos fue uno que nunca olvidaremos.

Y mientras subían las escaleras hacia la habitación de Draco, ambos sabían que la noche había sido solo el comienzo de una nueva y caótica etapa en sus vidas, finalmente llegaron a la puerta de la habitación de Draco. Pero justo cuando él alargaba la mano para abrir, una figura alta y elegante emergió de las sombras del pasillo como un espectro.

—Padre... —dijo Draco, claramente sorprendido.

Lucius Malfoy, impecablemente vestido con una túnica negra y una capa de terciopelo verde esmeralda, los miró fijamente con una mezcla de incredulidad y horror mal disimulado.
—¿Qué... es... esto?

Hermione intentó sonreír, aunque algo nerviosa.—Señor Malfoy, buenas noches,l.

Lucius no respondió de inmediato. Su mirada pasaba de Hermione a Draco y viceversa, como si tratara de procesar lo que veía. Finalmente, levantó una mano con gesto teatral y murmuró:—Esto no puede estar pasando.

Hermione frunció el ceño, pero Draco simplemente suspiró.
—Padre, no empieces.

Lucius ignoró a su hijo por completo y comenzó a pasearse frente a ellos, pasando rápidamente por las cinco fases del duelo:

1. Negación:
—No, no puede ser. Esto es una pesadilla. Draco, seguro que esto es una broma. ¡Dime que es una broma!

2. Ira:
—¡Cómo te atreves, Draco! ¿Una hija de muggles ? ¡En nuestra familia! ¿Qué pensará la sociedad mágica?

3. Negociación:
—Escucha, tal vez podamos arreglar esto. Señorita Granger, seguro que tienes... opciones. Quizá otro mago... menos Malfoy.

4. Depresión:
—Oh, Narcissa estará devastada. Los Malfoy, reducidos a esto... Nietos mestizos... ¡La ruina de nuestro linaje!

5. Aceptación:
Finalmente, Lucius suspiró y se giró hacia ellos con resignación. —Bueno, al menos no es una Weasley.

Hermione tuvo que morderse el labio para no reírse. Draco cruzó los brazos, claramente acostumbrado a los dramatismos de su padre. —¿Has terminado, padre?

Lucius asintió lentamente, pero no se movió. —No del todo. Si esta... relación va a seguir adelante, hay ciertas cosas que deben entender.

—¿Otra charla? —murmuró Hermione, empezando a sentirse abrumada.

Lucius levantó una ceja.
—No te preocupes, señorita Granger. No me interesa hablar de etiqueta social. No, lo que realmente importa es cómo lucen juntos.

—¿Perdón? —preguntaron Hermione y Draco al unísono.

Lucius avanzó hacia ellos, examinándolos como si fueran maniquíes en una vitrina.
—Draco, tu postura es demasiado rígida. Relájate un poco, pero no tanto como para parecer un desaliñado. Señorita Granger... —Hizo una pausa, observándola con una mezcla de crítica y aprobación—. Necesitas un poco más de... presencia. Esos rizos tuyos podrían ser encantadores si los estilizas correctamente.

Hermione abrió la boca para responder, pero Lucius ya estaba girando alrededor de ellos como un estilista obsesivo.
—Y la ropa, por Merlín. Draco, dile a tu madre que te consiga algo más moderno. Y Hermione, esos colores neutros... no son malos, pero un poco más de audacia no te vendría mal.

—Padre, creo que ya es suficiente —dijo Draco, apretando los dientes.

Lucius ignoró por completo a su hijo, adoptando ahora un tono reflexivo.
—Sí, definitivamente podrían ser una pareja visualmente impresionante. Quizá hasta podríamos recuperar algo de nuestra reputación social si manejamos esto bien.

Hermione ya no pudo contenerse y soltó una carcajada.
—¿Eso es todo lo que le preocupa, señor Malfoy? ¿Cómo lucimos juntos?

Lucius la miró con frialdad, pero luego su expresión se suavizó.
—Señorita Granger, en esta familia siempre hemos entendido el poder de las apariencias. Pero debo admitir... —Hizo una pausa dramática—. Mis nietos serán... fascinantes. Aunque, si puedo sugerir algo, eviten los nombres extravagantes como "Connor, Hugo, Robert". Deben elegir nombres de estrellas o constelaciones, por ejemplo "Scorpius" es un nombre fuerte y digno, pero no hace falta que lo superen.

Draco, rojo de la vergüenza, agarró a Hermione del brazo. —Ya basta, padre. Buenas noches.

Hermione lo dejó llevarla, pero no sin antes mirar a Lucius con una sonrisa divertida.—Gracias por sus consejos, señor Malfoy. Intentaré no decepcionarlo.

Cuando finalmente cerraron la puerta de la habitación, Draco se dejó caer en una silla, tapándose la cara con las manos.
—¿Por qué siempre mis padres tienen que hacer esto?

Hermione se acercó y le dio un beso en la frente.
—Porque son Malfoy. Y, aunque me cueste admitirlo, ya empiezo a acostumbrarme. Me gustan estos consejos, son valiosos ¿no lo crees?

Desde el otro lado de la puerta, Lucius murmuró con orgullo:—Sí, definitivamente encajará.

El reloj marcaba las cuatro de la madrugada, y la Mansión Malfoy finalmente se sumió en un silencio casi absoluto. Narcissa estaba sentada en el elegante salón principal, con una copa de vino en la mano, admirando la delicada luz de las velas que iluminaba la estancia. Lucius entró poco después, con su andar imponente pero tranquilo, y tomó asiento a su lado.

—Bueno, eso fue... inesperado —dijo Lucius, rompiendo el silencio.

Narcissa arqueó una ceja mientras giraba la copa entre sus dedos.—¿A qué te refieres?

—A Draco trayendo a casa a Hermione Granger —respondió Lucius con un suspiro. Luego, con un leve encogimiento de hombros, añadió—: Aunque debo admitir, parece que lo hace feliz.

Narcissa sonrió con suavidad, algo raro en ella.—No parece, Lucius. Lo es. Lo vi en sus ojos. No creo haberlo visto tan... relajado en años.

Lucius la observó, sorprendido por su tono cálido.—Relajado no es la palabra que usaría para describir a alguien que acaba de sobrevivir a una charla sobre métodos anticonceptivos de los Granger. Hubieras leído su mente, hay cosas que ni yo sabía que se podían usar.

Narcissa soltó una pequeña risa, lo cual hizo que Lucius esbozara una media sonrisa. Era raro verla tan ligera, y lo disfrutaba.

—No seas cruel, querido. Hermione tiene algo que Draco necesita: equilibrio. Además... —Se inclinó ligeramente hacia él—, es una mujer brillante. No cualquiera puede lidiar con un Malfoy.

Lucius asintió lentamente, reflexionando mientras giraba el anillo de su dedo.
—Tienes razón. Nunca pensé que diría esto, pero... creo que Draco ha elegido bien. Aunque todavía me estoy acostumbrando a la idea de tener nietos mestizos.

Narcissa lo miró de reojo, divertida.
—Oh, Lucius. Ya sé que has pasado por las cinco fases del duelo, pero déjame recordarte algo: si esos nietos tienen siquiera la mitad de la inteligencia de Hermione y el porte de Draco, serán inigualables.

Lucius se permitió sonreír con algo más de orgullo.
—Scorpius Malfoy... suena como un nombre digno.

—¿Y quién dijo que su nombre será Scorpius? —Narcissa lo miró con una ceja arqueada—. ¿Y si tienen una niña primero?

Lucius pareció pensarlo por un momento antes de encogerse de hombros.
—Siempre podemos negociar. Pero algo me dice que ese nieto llegará en tres años.

Narcissa le dio un leve codazo, divertida.
—¿Tres años? ¿Estás adivinando el futuro ahora?

—Digamos que tengo un presentimiento —dijo Lucius con un leve destello en los ojos—. Y cuando llegue, será el mejor legado de los Malfoy.

Narcissa levantó su copa hacia él.
—Por nuestra familia, Lucius. Por Draco, por Hermione y por el futuro de los Malfoy.

Lucius sonrió con orgullo y alzó su copa también.—Por la familia. Y por el nieto que traerá un nuevo capítulo a nuestra historia.

Las copas chocaron suavemente, el cristal resonando en el silencio de la mansión. La pareja compartió un momento de paz y complicidad, sabiendo que este Año Nuevo marcaba el comienzo de una era diferente para los Malfoy: una era de amor, unión y, sí, un poco de caos.

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