Capítulo 4
«Anastasia.»
Era un nombre curioso para un arma, si es que realmente era un arma. La primera imagen que le vino a la mente fue la historia de la gran duquesa rusa, la leyenda sobre su posible supervivencia tras la ejecución de su familia. Un fantasma del pasado, una reliquia enterrada bajo mitos y especulaciones.
¿Era eso lo que tenían delante? ¿Una historia de guerra con demasiados rumores y pocas pruebas?
El capitán Min, aún apoyado en el escritorio, giró entre sus dedos un cigarrillo sin encender. Era un tic que tenía cuando estaba concentrado, cuando sus pensamientos iban más rápido de lo que le gustaría.
—Anastasia —repitió, casi en un murmullo—No sabemos si es real, no sabemos qué tan peligrosa puede ser. Pero sabemos que la están buscando, y eso es suficiente.
Jungkook frunció el ceño.
—Si no saben si es real, entonces significa que solo han oído hablar de ella. Rumores, tal vez información interceptada.
—Continúa.
—Si es una simple teoría, no estaríamos involucrados. Pero la consideran una amenaza, lo que significa que, real o no, hay interés de terceros. Si nos envían a rastrearla, significa que alguien con suficiente poder ya está moviendo hilos para encontrarla.—Jungkook bajó la mirada por un instante, repasando lo poco que tenían.
Una búsqueda a ciegas. Un artefacto del que solo se hablaba en susurros. Ninguna prueba tangible, solo un nombre demasiado llamativo para ser casualidad. El nombre no significaba nada por sí solo. Pero los movimientos que había provocado... eso ya era otra historia.
—¿Y? —insistió Yoongi.
—Eso nos deja dos opciones —prosiguió Jungkook, manteniendo la calma—: O Anastasia es un arma real y está perdida en algún sitio esperando ser descubierta... o es un mito tan creíble que quienes la buscan están dispuestos a matar solo por la posibilidad de que exista.
—¿Y qué conclusión sacas de eso?—Yoongi dejó el cigarrillo sobre la mesa, sin apartar la mirada de él.
—Que sea real o no, alguien cree que lo es... y ese alguien no puede tenerla.
Jimin, hasta ahora inmóvil junto a la pared, observó a Jungkook de reojo. No por interés, sino porque la deducción era precisa. No necesitaban a alguien que hiciera preguntas innecesarias, sino a alguien que pudiera leer entre líneas sin pedir explicaciones.
Jungkook lo notó. Notó también la forma en que Jimin mantenía la distancia, como si el tema no le afectara.
Pero no era solo indiferencia.
Era algo más.
El pequeño descenso de sus párpados, la manera en que su respiración se mantenía controlada incluso cuando el tema escalaba en tensión. Era difícil de leer, pero Jungkook había aprendido a notar los matices en los silencios.
Park Jimin no estaba desconectado de la conversación. Estaba analizando.
No preguntaba porque ya tenía respuestas propias.
Ese detalle le llamó la atención. Hasta ahora, Jungkook lo había tomado por alguien que no seguía órdenes, alguien que actuaba sin necesidad de entender demasiado. Pero la forma en que su mirada apenas se desvió cuando mencionó que la amenaza era real...
«No le interesa, pero tampoco lo descarta,» pensó Jungkook.
Eso significaba que Park Jimin ya había llegado a esa conclusión antes de que el capitán lo confirmara. Y si él, alguien con información limitada, ya lo había deducido... ¿qué tanto sabía Park Jimin realmente?
—Bien —Yoongi dejó escapar un suspiro leve—No hay planos, no hay registros oficiales. Todo lo que tenemos es una serie de menciones en redes clandestinas, comunicaciones codificadas y un incremento inusual de actividad en ciertas organizaciones. Pero eso nos basta.
—¿Tecnología armamentística? —preguntó Jungkook, aunque ya tenía una respuesta en mente.
—Lo más probable. —Yoongi cruzó los brazos—. Algunos creen que es un sistema de inteligencia avanzada, otros, un arma biológica. Algunos la describen como una red de control, capaz de alterar los sistemas de defensa de cualquier nación.
—Demasiadas versiones para algo que ni siquiera sabemos si existe—Jungkook apretó la mandíbula.
—Y sin embargo, hay gente matando por ella.
Si alguien estaba dispuesto a eliminar a cualquiera que se interpusiera en el camino, significaba que, al menos para ellos, Anastasia era más que un mito. Los rumores, por sí solos, no justificaban tanto movimiento. Si había muertes, significaba que, en algún nivel, Anastasia representaba una amenaza real, incluso sin pruebas concretas.
—Rumores sobre un arma que puede cambiar la realidad... ¿Quién le puso ese nombre tan ridículo? —murmuró Jungkook—¿Tenemos alguna ubicación o una pista?
Jimin dejó escapar una leve sonrisa, apenas perceptible. No porque el comentario le hubiera parecido especialmente gracioso, sino porque parecía haber pensado lo mismo.
—¿Tenemos alguna ubicación o una pista?
—Una pista reciente apunta al distrito rojo, un burdel. No es un destino fijo, pero es lo mejor que tenemos.
Jimin, quien hasta ahora solo había escuchado, dejó caer su cabeza contra la pared con un golpe seco.
—Una persecución sin rumbo —murmuró.
No era exactamente una queja, pero su tono bastó para que el capitán desviara la mirada hacia él.
—¿Te molesta?
—Solo estoy diciendo que no me sorprendería si al final estuviéramos persiguiendo la sombra de algo que nunca existió—Jimin alzó los hombros con indiferencia.
Yoongi exhaló con calma—Nosotros no hacemos teorías, Jimin. Nosotros actuamos.
Jungkook observó el breve intercambio. A diferencia de ellos, él apenas estaba conociendo a Park Jimin, pero no era difícil leer su actitud. No era desinterés, sino desconfianza.
Lo que le resultaba más interesante era que esa desconfianza no iba dirigida a la misión en sí. Park Jimin no parecía preocupado por la veracidad de Anastasia. Su actitud sugería que, si existía o no, a él no le importaba. Lo que lo molestaba era el hecho de que estuvieran persiguiendo algo sin garantías.
—Nivel de peligro. —Jungkook retomó la conversación, su voz sin titubeos.
Yoongi lo miró de nuevo.—Basta con decir que si caen en las manos equivocadas, será un problema para todos. —Dejó la frase en el aire unos segundos, permitiendo que su peso calara hondo en ambos—. No bajen la guardia.
Jungkook dejó escapar una leve exhalación. No le gustaban las misiones con información a medias, pero tampoco era la primera vez que lidiaba con ellas. Esa sensación de no tener todos los datos, de depender de fragmentos dispersos que no encajaban bien... «Es emocionante».
—Entendido capitán.
—El burdel que están buscando está en el distrito rojo, lo llaman El Oasis. Un nido de ratas donde los peces gordos se reúnen para hacer negocios sucios. La ciudad donde se encuentra no es precisamente un lugar amable: Saebyeok. Es conocida por su deslumbrante brillo por la noche, como si la oscuridad fuera su aliada y la luz su enemiga. Pero en su interior, todo lo que se esconde es corrupción, tráfico y explotación. Ese lugar es un pozo sin fondo, donde se llevan a mujeres, jóvenes e incluso niños, los utilizan, y no se sabe si alguna vez vuelven a ver la luz del día.
Jungkook se quedó en silencio, procesando las palabras del capitán. No le sorprendía que estuviera hablando de un sitio tan turbio, pero el lugar le revolvía el estómago de todas formas. El Oasis. Un paraíso para los monstruos, un infierno para las víctimas.
—Este sitio no es solo un burdel, Jungkook. Es mucho más que eso. Es un centro de operaciones para toda una red de tráfico de personas y sustancias ilícitas. Y ahí es donde entra Lim Hyunho. Un maldito gusano. Vende drogas, atrae a jóvenes con promesas falsas y luego los desaparece. Los lleva a El Oasis, y allí... bueno, es donde sus vidas se deshacen. Nadie sale de ese lugar... nadie.
Jungkook apretó los dientes al escuchar sobre Lim Hyunho, un nombre que lo ponía furioso solo de pensarlo. Pero lo que más le molestaba era saber que alguien como él tenía la osadía de manipular y destrozar vidas de esa manera, sin piedad alguna.
—Lim Hyunho tiene algo que necesitamos —prosiguió—. Este hijo de puta asegura haber visto a Anastasia, el tipo parecía un completo demente. Estaba fuera de sí, hablando incoherencias, pero... esa mención de Anastasia es clave. Necesitamos infiltrarnos en El Oasis para averiguar si realmente tiene información que nos pueda llevar hasta ella.
«Malditos hijos de puta» pensó Jungkook. «La escoria humana se junta en ese lugar, son unos malditos monstruos.»
—Su tarea es infiltrarte en El Oasis, encontrar a Lim Hyunho, y obtener toda la información posible. Sabemos que ese tipo es una alimaña, pero también puede tener la clave para localizar a Anastasia. Es la única pista que tenemos. Y sí, sé que te jode, pero a veces no tenemos elección. La CSN no va a mover un dedo, y el comandante Taehyung ya ha hecho todo lo que puede para que esta operación siga adelante. Ha movido algunos hilos, pero sin su ayuda, no podemos llegar a Lim. Necesitamos que entren allí y nos traigan lo que podamos usar.
Jungkook asintió lentamente y miró hacia Jimin, quien hasta ahora había permanecido en silencio, mirando hacia la nada. Algo en su actitud le llamó la atención. Jimin había permanecido callado, pero no parecía desconectado; había algo en su mirada, como si estuviera pensando profundamente en todo lo que el capitán acababa de decir.
Jungkook lo observó por un momento, y su mirada se cruzó con la de Jimin. Los ojos de Jimin parecían estar mirando más allá, como si estuviera viendo algo que los demás no podían ver. Una sensación extraña se apoderó de Jungkook, una intuición que lo llevó a pensar que Jimin sabía algo más de lo que había revelado hasta ahora.
—Jimin tiene todos los detalles sobre la operación. —Yoongi lo dijo con la misma calma, pero algo en su tono indicó que había más de lo que estaba dejando.
Jungkook desvió la mirada hacia Jimin, «Hay algo más que no me están diciendo,» pensó mientras lo observaba en silencio. Algo no cuadraba. Si Jimin tenía todos los detalles, ¿por qué estaba tan tranquilo?.
Todo apuntaba a que la investigación había estado en marcha mucho antes de lo que le habían contado. Jungkook comenzó a analizar todo con más detalle, las piezas dispersas que comenzaban a encajar: La recomendación de Taehyung como vice capitán de los Perros de Caza. Era un cargo importante, pero ¿por qué él?. La investigación debió haber comenzado mucho antes de su asignación, probablemente una o dos semanas antes de su llegada. Todo cuadraba.
Fue en ese momento que el capitán interrumpió sus pensamientos.
—Esto es una investigación a ciegas —dijo con tono firme—. Necesitamos infiltrarnos en El Oasis y ver si esa información que menciona sobre Anastasia es legítima o no. Prepárense —ordenó— Salen en dos horas.
No hubo más preguntas.
No había necesidad.
La reunión había terminado.
—Entendido, capitán —respondieron Jimin y Jungkook al unísono, antes de dirigirse hacia la salida de la oficina de Yoongi.
El aire fuera de la oficina era tenso, y Jungkook sintió cómo la presión de la misión se apoderaba de su mente mientras caminaba detrás de Jimin. El chico parecía perdido en sus pensamientos, caminando con paso firme y sin decir palabra alguna.
Finalmente, no pudo más.
—Park Jimin... —dijo Jungkook, un poco más alto de lo necesario, esperando que al menos el chico lo mirara o respondiera.
Jimin, sin embargo, se detuvo en seco, causando que Jungkook también frenara su paso de inmediato. El silencio entre ellos fue incómodo. Jimin no lo miraba directamente, pero al girar su rostro ligeramente hacia un lado, Jungkook pudo ver claramente la herida que cruzaba su mejilla. «¿Cómo es que se lastimó?»
Pero en ese momento, Jimin simplemente se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el pasillo.
No hubo respuesta.
No hubo siquiera una mirada más.
—Maldito mocoso engreído... —murmuró para sí mismo, sabiendo que no iba a conseguir nada de Jimin en ese momento. Su indiferencia lo irritaba aún más.
Con un suspiro, Jungkook giró sobre sus talones y se dirigió a su habitación para prepararse para la misión. Mientras caminaba por el pasillo, su mente aún estaba centrada en los detalles de la misión y en la extraña interacción con Jimin. Pero antes de llegar a su habitación, una figura conocida se le acercó rápidamente. Era Taemin.
—¿Ya pudiste ver a Jimin? —preguntó Taemin, claramente con una chispa de diversión en los ojos—. ¿Esos ojos hermosos dejaron de buscar a mi amigo? Yo también quiero que me mires así, ¿eh? —dijo, con un tono juguetón pero algo burlón.
Jungkook no respondió, solo se limitó a continuar su camino, ignorando por completo a Taemin.
—Permiso —dijo intentando esquivarlo.
Pero Taemin no parecía dispuesto a dejarlo ir tan fácilmente. Continuó siguiéndolo, igual de insistente que siempre.
—¡Qué envidia! —exclamó Taemin, mientras se pegaba más a él—. Seguro que esta es una misión malota, ¿no? ¡Yo queria ser el primero en estar en una misión contigo! ¡Qué suerte tiene Jimin!
No necesitaba saber cómo Taemin se enteraba de todo, el chico tenía una capacidad increíble para meterse en lo que no le correspondía. En ese momento, Taemin se adelantó y se puso directamente frente a él, bloqueando su camino. Sin previo aviso, se alzó sobre sus puntas de pie y con un movimiento rápido, tomó ambas mejillas de Jungkook con sus manos, haciendo un puchero exagerado.
—¡Deja de pensar en Jimin, o me voy a poner celoso! —bromeó, con una sonrisa maliciosa—. ¿Tendrá espacio para mí en ese corazón tan malote? ¿O no quiere saber nada de mí?
Jungkook lo miró con incomodidad, levantando una ceja. No había tiempo para estas tonterías. Sin pensarlo demasiado, apartó las manos de Taemin de su rostro y dio un paso atrás.
—Taemin, soy tu superior. Esas muestras no están permitidas —dijo Jungkook, sin dejar espacio para más bromas.
—¡Qué malote! —dijo, mientras sus ojos brillaban de diversión—. ¿Te estás calentando, vice capitán Jungkook? Oye, si no tienes nada mejor que hacer... ¿Qué tal si tenemos sexo? —Taemin dio un paso hacia él, como si intentara hacer que la situación fuera aún más incómoda, pero Jungkook no se inmutó.
Jungkook lo miró fijamente, sin pensarlo, se acercó a Taemin, con pasos lentos y lo acorralo contra la pared. Su cercanía hizo que Taemin tragara saliva, su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa y anticipación. Jungkook, se acercó aún más, como si fuera a besarlo, pero en el último segundo, detuvo el movimiento.
—Jamás —susurró, antes de alejarse y dejar a Taemin allí, parado y atónito.
Taemin se quedó allí, nervioso y riendo de manera incómoda, tratando de disimular su rechazo.
—Bueno, al menos esperaba que me dejaras chuparte la verga —murmuró tratando de mantener la fachada de chico confiado, pero Jungkook lo ignoró completamente.
Taemin no se rindió y lo siguió por el pasillo, llamando su atención una vez más.
—No quiero ponerme celoso, ¿sabes? Si vas a estar con Jimin todo el tiempo, podría pedir ser yo quien te acompañe.
—Ni hablar.
Jungkook no estaba dispuesto a dejar que alguien como él ocupara el lugar de Jimin. «Al menos con el otro mocoso no tengo que lidiar con tonterías como esta,» pensó mientras caminaba. Pero, en ese instante, algo más cruzó su mente. Su mirada se suavizó por un momento, recordando la herida en la mejilla de Jimin.
Taemin, sin embargo, no parecía dispuesto a rendirse. Se adelantó un poco, deteniéndose frente a Jungkook.
—Bueno, bueno... Ya no diré nada más —dijo con sonrisa triste—Pero, por favor, no me ignores... Eso sí que lastima mi pobre corazón.
Jungkook exhaló con molestia, entrecerrando los ojos.
—Eres molesto —dijo sin rodeos, con la voz cargada de fastidio.
Taemin llevó una mano a su pecho y fingió una expresión dolida.
—¡Ay! Me rompes el corazón, capitán. Pero no te preocupes, no te estoy pidiendo que me ames... —Sonrió con picardía, inclinándose un poco hacia él—. Solo quiero ver qué hay debajo de tus pantalones.
Jungkook tensó la mandíbula, pero antes de que pudiera responder, Taemin acortó la distancia entre ellos, su mano se deslizó con descaro por su pierna, subiendo poco a poco mientras sus cuerpos quedaban peligrosamente cerca. Sus respiraciones chocaron en el breve espacio que los separaba.
—No es nada serio, solo un revolcón y ya... —susurró, con su voz arrastrándose como un veneno dulce.
Jungkook no lo dejó avanzar más. Con rapidez, atrapó la muñeca de Taemin con fuerza, deteniendo su movimiento en seco. Taemin sonrió, como si la resistencia de Jungkook lo divirtiera aún más.
—Qué malote...
Pero Jungkook no tenía intención de seguirle el juego. Con un movimiento brusco, apartó su mano y lo empujó suavemente hacia atrás, lo suficiente para dejarle claro que no tenía ninguna oportunidad.
—Ni en un millón de años.
—Una lástima... Me quedaré con las ganas de saber qué escondes ahí abajo. Pero bueno, siempre puedo imaginarlo.
—Háblame como tu vice capitán soy tu superior.
Taemin soltó una carcajada ligera y dio un paso atrás, alzando las manos en señal de rendición.
—Eso fue muy malote de tu parte, vice capitán —dijo, sacudiendo la cabeza antes de dejarlo pasar finalmente.
Taemin observó a Jungkook alejarse con una expresión entretenida en el rostro. No lo detuvo esta vez, simplemente inclinó la cabeza ligeramente mientras lo veía desaparecer por el pasillo.
El vice capitán era interesante.
Diferente a lo que esperaba.
Fuerte, serio y con esa molesta aura de perfección que siempre lograba captar la atención de todos. Pero lo más interesante no era su disciplina impecable o su fuerza, sino la forma en la que sus ojos buscaban constantemente a una persona en particular.
A Jimin.
Taemin dejó escapar una risita baja, casi imperceptible, mientras se cruzaba de brazos y se apoyaba contra la pared.
—Esto es peligroso... Sí, definitivamente peligroso.
Pero Jungkook ya estaba demasiado lejos para escucharlo.
Caminó por el pasillo sin mirar atrás, su mente aún parcialmente molesta por la escena con Taemin. Si no fuera por su cargo, quizá ya lo habría matado. Había reglas, límites, y él los respetaba. Era alguien que valoraba el orden, la disciplina. No permitía que la situación se saliera de control y mucho menos que alguien se tomara el atrevimiento de tocarlo sin su consentimiento.
Pero ahora no tenía tiempo para lidiar con Taemin.
Se dirigió a su habitación, cerrando la puerta tras él con firmeza antes de exhalar pesadamente. Se permitió unos segundos para ordenar sus pensamientos antes de enfocarse en lo realmente importante: la misión.
Abrió su armario y comenzó a preparar lo necesario. Tomó su equipo asegurándose de que todo estuviera en orden: armas, dispositivos de comunicación. Todo debía estar perfecto. Sin embargo, mientras revisaba su equipo, su mente divagó por un instante. La herida en la mejilla de Park Jimin. Era una marca reciente, no estaba ahí cuando lo vio por última vez.
«¿Quién había sido lo suficientemente estúpido como para dañar un rostro como ese?». Jungkook chasqueó la lengua, molesto consigo mismo por siquiera pensar en ello.
No era asunto suyo.
No importaba la cicatriz en la mejilla de Park Jimin ni la incómoda sensación en su pecho cada vez que la recordaba. No estaba aquí para hacerse preguntas ni para preocuparse por cosas que no le correspondían. Su trabajo era claro: seguir órdenes, cumplir la misión y asegurarse de que todo saliera como debía. Fuera de eso, nada más importaba.
No podía permitirse distracciones, mucho menos cuando se trataba de Park Jimin, alguien que ni siquiera parecía interesado en trabajar con él. Lo había dejado claro al ignorarlo sin el menor reparo.
Pero, aun así, no podía sacárselo de la cabeza.
De cualquier forma, lo único que Jungkook necesitaba de Park Jimin era que hiciera su parte. Nada más.
Dos horas despues.
Estaba cerca.
Podía sentirlo. No era algo que se pudiera describir, pero Jimin lo reconocía. La energía en el aire lo indicaba. El nuevo vice capitán.
«Su nombre no importaba, no para mí.» La verdad, Jimin no tenía ningún interés en saberlo.
Hablaban de él como si fuera algún tipo de prodigio, una joya que habían traído para liderarlos. "Excelencia", "disciplina", "logros impecables". Bla, bla, bla. Palabras bonitas para adornar a otro idiota que creía que podía controlar lo incontrolable.
Hombres que jugaban a ser bestias.
Perros bien entrenados, pero perros al fin y al cabo.
Había notado las miradas del vice capitán, lo intentaba disimular, y eso era lo que le resultaba más patético. Él, el nuevo chico, el que intentaba encajar, actuaba como si su interés pasara desapercibido, pero todo lo que conseguía era que Jimin se riera por dentro. ¿Realmente pensaba que podía disimularlo? No lo entendía, pero esa incapacidad de ser directo solo lo hacía más débil a los ojos de Jimin.
Jimin podía ver el intento del nuevo vice capitán por evitar que lo mirara. Lo intentaba, de verdad, pero era inútil. Tan patético que ni siquiera valía la pena prestarle mucha atención.
—Park Jimin.
Su voz fue firme, grave, con esa rigidez propia de alguien que estaba acostumbrado a dar órdenes. Pero Jimin no era de los que obedecían al primer llamado.
—Vice capitán —respondió con simpleza, como si su presencia no significara nada.
No se molestó en voltear de inmediato, ni siquiera reaccionó ante el sonido de su nombre en boca del otro. Simplemente, se mantuvo en su lugar, fingiendo que no había escuchado, dándole el gusto de esperarlo.
«¿Qué quería?» Ya estaba claro que iban a salir a la misión. ¿Para qué perder el tiempo con formalidades innecesarias?
Pero él no se movió. No dijo su nombre otra vez, pero su presencia era un peso constante detrás de él, y Jimin podía sentir la intensidad de su mirada fija en su espalda. Lo estudiaba, lo analizaba, intentando encontrar algo en él.
Ridículo.
Suspiró por lo bajo, cansado del jueguito.
Finalmente, giró el rostro, sus ojos se encontraron con los del nuevo vice capitán, y por un segundo, el mundo pareció vaciarse de ruido.
El vice capitán era hermoso.
Lo supo en el momento en que su mirada se detuvo en la línea de su mandíbula, en la forma de sus labios perfectamente esculpidos, en la intensidad de sus ojos oscuros que, a pesar de todo, seguían luciendo jóvenes. No había duda de que poseía un atractivo que no era fácil de ignorar. No era solo su físico, sino la energía que desprendía, esa tensión contenida en cada músculo de su cuerpo.
Era hermoso.
Pero también era aburrido.
No había otra forma de describirlo.
—¿Listo para la misión? —preguntó, sin rodeos.
—Lo estaría si dejáramos de perder el tiempo en preguntas innecesarias.
Vio la manera en la que su mandíbula se tensó. «Ah, interesante». Así que el vicecapitán no era de los que recibían comentarios mordaces con facilidad. Eso lo hacía un poco más divertido.
—Las preguntas innecesarias son parte del procedimiento —replicó Jungkook, con ese tono rígido de alguien que seguía el reglamento al pie de la letra.
—¿Procedimiento? —Jimin inclinó la cabeza levemente, su tono burlón—. Ah, cierto. Eres el chico bueno, el que hace todo como se debe. ¿Debería estar impresionado?
—No me interesa impresionarte.
—No, claro que no —Jimin sonrió, bajando la mirada con fingida diversión—. Eso explicaría por qué has estado mirándome tanto últimamente.
No había suavidad en sus palabras, no había espacio para la duda. Lo dijo con toda la intención de desafiarlo, porque si algo le molestaba eran los juegos a medias. Si el vice capitán lo miraba, que lo admitiera. Si lo ignoraba, que lo hiciera bien.
—Estás imaginando cosas.
Jimin soltó una risita—Oh, dime, ¿cuánto tiempo planeas fingir que no es cierto?
—No vine aquí a discutir estupideces contigo.
Jimin sonrió más, satisfecho con la evasiva.
—Entonces no pierdas el tiempo.
—Nos vamos.
Jimin lo observó moverse con esa postura recta, con cada músculo de su cuerpo demostrando que estaba hecho para la disciplina. Lo encontró casi gracioso.
Jungkook podía intentar aparentar todo lo que quisiera. Podía pretender que no miraba, que no se fijaba en él, que Jimin no le afectaba.
Pero Jimin ya lo había visto.
Y lo peor de todo era que Jungkook lo sabía.
Lo vio en el leve endurecimiento de su expresión, en la forma en que sus hombros parecieron tensarse apenas cuando pasó junto a él. Jungkook no reaccionó, no lo miró de nuevo, no dejó escapar una palabra más de la cuenta. Pero Jimin no necesitaba una confirmación verbal. Había jugado este juego muchas veces, y la verdad siempre se escondía en lo que la gente no decía.
Jungkook rompió el silencio primero.
—No conozco bien la base de los Perros de Caza. ¿Cómo nos moveremos a Saebyeok?
—Ya todo está arreglado. No tienes que preocuparte —respondió, sin molestarse en dar más detalles.
—Eso no responde mi pregunta—Jungkook lo miró con el ceño fruncido.
—¿No crees que sería más productivo que lo vieras con tus propios ojos?
—No me gusta entrar a un sitio sin información previa.
—Qué cauteloso.
Jungkook no respondió a la provocación—El distrito rojo de Saebyeok —continuó—. ¿Qué tan problemático será?
Jimin hizo una mueca breve—Depende. Algunos venden su cuerpo porque quieren, otros porque no tienen opción. En cualquiera de los casos, la información se compra con suficiente dinero. Pero no somos los únicos que lo sabemos.
—Y la infiltración...
—No podemos ser vistos —cortó Jimin, con simplicidad—. No allí. Si alguien nos reconoce, la misión está acabada antes de empezar.
Jungkook bajó la mirada, pensativo. Jimin podía ver cómo las piezas encajaban en su mente, cómo analizaba cada posible ángulo del problema, cómo buscaba las grietas en el plan.
Luego, sin previo aviso, comenzó a acercarse.
Jimin no se movió, No se inmutó cuando Jungkook acortó la distancia entre ellos con pasos medidos. No apartó la mirada cuando se detuvo justo en su espacio personal, lo suficientemente cerca como para que el aire entre ellos se volviera espeso, cargado de algo difícil de nombrar.
Jungkook sostenía su mirada con la misma intensidad, su expresión seria, impasible, pero había algo más allí. Algo oculto detrás de su autocontrol impecable, algo que se filtraba en la manera en que su respiración se volvía apenas más profunda, en la forma en que su mandíbula se tensaba.
Jimin no se apartó.
Jungkook tampoco.
El silencio entre ellos dejó de ser solo eso. Se convirtió en algo pesado, algo que parecía enredarse en el aire denso que los rodeaba. Se estudiaban sin disimulo, dos voluntades enfrentadas sin necesidad de palabras. Jimin sabía que su presencia incomodaba a Jungkook, que le provocaba algo que ni él mismo entendía, y lo sabía porque podía verlo en la manera en que sus dedos se cerraban sutilmente en un puño a los lados de su cuerpo, en la forma en que se mantenía tan rígido como si estuviera conteniéndose de algo.
Pero eso no le importaba, él no le importaba.
O al menos, no lo suficiente como para perder más tiempo del necesario en su existencia.
Estaba por moverse, ya fastidiado de la tensión inútil, cuando de pronto vio la mano de Jungkook elevarse lentamente. Jimin no retrocedió. No porque confiara en él, sino porque no lo consideraba una amenaza.Sin embargo, cuando sintió el primer contacto, su cuerpo se tensó casi por instinto.
El roce fue sutil, apenas un susurro de piel contra piel. Frío al principio, por el contacto inesperado. Luego... cálido.
Jimin entrecerró los ojos, bajó la mirada con desinterés, esperando ver alguna estupidez, pero lo que encontró fue la imagen de la mano de Jungkook posándose con calma sobre su mejilla.
No era un golpe. No era un intento de intimidación. Era... algo más.
Jimin observó, en silencio, mientras el vice capitán desplegaba con precisión el pequeño rectángulo de tela adhesiva y lo colocaba sobre la herida en su mejilla. Sus dedos eran cuidadosos, presionando los bordes con apenas la fuerza necesaria para que se pegara bien a la piel.
Fue un gesto insignificante.
Sin embargo, por alguna razón, lo dejó en blanco.
Era estúpido. Tan estúpido que ni siquiera debía estar dándole importancia.
Pero lo hizo.
Porque en toda su vida, nadie había hecho algo como eso por él.
Jimin había aprendido desde muy joven que el dolor era parte de su existencia. Que las heridas se acumulaban, se cerraban con el tiempo, y se olvidaban. Golpes, cortes, cicatrices viejas y nuevas, la mayoría de ellas infligidas por él mismo o como consecuencia de la vida que llevaba. Su piel estaba acostumbrada a ser marcada.
Pero nunca nadie le había puesto una curita.
Ni siquiera recordaba la última vez que alguien se había molestado en hacer algo tan absurdo.
Ni lo necesitaba.
Y, sin embargo, ahí estaba Jungkook, terminando su pequeña tarea como si fuera lo más natural del mundo. Como si fuera su responsabilidad hacerlo. Cuando terminó de presionar los bordes del adhesivo, no se alejó de inmediato, su pulgar descendió apenas sobre la piel sensible de Jimin, rozando el borde de la herida.
Un contacto fugaz. Tan leve que, si Jimin no hubiera estado completamente presente en ese momento, tal vez habría pensado que lo imaginó.
Pero no lo imaginó.
Porque su piel aún ardía en el lugar donde había sido tocado.
No entendía.
No entendía por qué lo había hecho.
No entendía por qué su piel aún parecía recordar el tacto y no entendía por qué, por un breve instante, su cuerpo no había reaccionado.
—No dejes que vuelvan a lastimarte—la voz de Jungkook fue baja, tranquila.
Jimin levantó la mirada, observándolo fijamente, intentando encontrar algo en su expresión que le explicara lo que acababa de ocurrir. Pero Jungkook ya se había apartado. Se dio la vuelta con la misma calma con la que había llegado, alejándose sin darle más importancia al momento y sin darse cuenta, llevó la mano a su mejilla, tocando la curita, la sensación aún estaba ahí.
El roce de su piel.
La presión ligera de sus dedos.
El calor.
El gesto había sido insignificante.
Irrelevante.
No tenía tiempo para estupideces.
Entonces, ¿por qué demonios no podía ignorarlo?
—¿Cuál era su nombre...?
• ────── ✾ ────── •
Nota de autor:
Lamento si hay muchos errores, escribí esto por la madrugada, espero les guste y no se preocupen, ya se vienen cositas, es un romance lento, pero se que les gustará. 💕
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