Capítulo 3

Siempre es interesante ver cómo se mueven las piezas antes de que el tablero cambie.

Ah, los humanos, les encanta creer que tienen el control, que entienden las reglas del juego. Pero lo que no saben, lo que no quieren admitir, es que el tablero nunca ha sido suyo. Solo son piezas, moviéndose según los caprichos de alguien más.

Y aquí estamos, ustedes y yo, observando.

Oh, claro, todavía no entienden. Pero no se preocupen, lo harán. Todo a su tiempo.

Las respuestas que buscan no están en lo que digo, sino en lo que decido no decir. Confían demasiado en las apariencias, en las palabras. ¿Les divierte? ¿Les alivia? Qué patético.

Y yo, queridos observadores, soy solo eso: un observador. 

Así que les dejo esto: no confíen en nadie y definitivamente, no en mí.

Porque el tablero ya está en movimiento, y las piezas no se detendrán.



Una televisión colgada en la esquina de la sala transmitía un segmento especial en horario estelar: "El héroe de Corea, comandante Kim Taehyung."

La pantalla mostraba imágenes cuidadosamente seleccionadas de Kim Taehyung en el campo de batalla, liderando tropas, estrechando manos con líderes internacionales y pronunciando discursos ante multitudes eufóricas.

"Un líder nato, una leyenda viva."

Jungkook dejó escapar un suspiro mientras observaba desde su asiento en la pequeña sala de descanso. Tomó un sorbo de su café, intentando ignorar la sensación de irritación que le provocaba la transmisión.

Para la nación, Kim Taehyung era un héroe, un símbolo de esperanza. Pero Jungkook lo conocía demasiado bien, y la imagen de líder perfecto que mostraban en la pantalla estaba muy lejos de la realidad.

«Idiota» La palabra cruzó su mente como un reflejo automático.

No era que dudara de las habilidades de Taehyung. Al contrario, las conocía mejor que nadie. Había sido testigo directo de su destreza, su capacidad para tomar decisiones bajo presión y su forma casi innata de ganarse la lealtad de quienes lo rodeaban. Pero también conocía su otra cara. Su mirada se desvió hacia un enorme ramo de rosas rojas que había llegado temprano esa mañana, ocupando casi toda la mesa del rincón.


"Felicidades, Jungkook. Sabía que llegarías lejos, pero esto supera hasta mis expectativas. No te preocupes, confío en que sabrás manejar a ese grupo de locos... o dejar que ellos te manejen a ti, lo que sea más divertido. 

Con cariño, el héroe nacional, 

tu mejor amigo, Kim Taehyung. 

Te amoooo♡♡♡"


Jungkook bufó, tomando la tarjeta para leerla una vez más. El tono ligero y burlón era tan típico de Taehyung que casi podía escuchar su voz en su mente, riéndose mientras la escribía.

—Imbécil—murmuró, dejando la tarjeta de nuevo en su lugar.

Años de amistad no le impedían reconocer lo exasperante que podía ser el comandante. Y aunque su presencia en los medios era imponente, Jungkook sabía que gran parte de eso era puro teatro.

Teatro efectivo, pero teatro al fin y al cabo.

Sacudió la cabeza y terminó su café, dejando atrás sus pensamientos sobre Taehyung. Era un nuevo día en la base, y aunque la rutina era, en general, tranquila, siempre había algo que Los Perros de Caza se encargaban de desordenar.

Jungkook comenzaba su día temprano. Se levantaba antes del amanecer, salía a correr por la base y luego entrenaba en la sala de combate. Era un hábito que había mantenido durante años, y le ayudaba a mantener su mente despejada.

Después de la ducha, bajaba al comedor para desayunar, donde solía encontrarse con el caos matutino habitual: discusiones entre los miembros de la unidad, bromas demasiado pesadas que casi siempre terminaban con algo roto y, por supuesto, la risa constante de Taemin en alguna esquina.

El resto del día lo dedicaba a papeleo, o más bien, a lidiar con el papeleo acumulado que el Capitán Min odiaba hacer. El capitán rara vez ponía un pie en la oficina, dejando esa responsabilidad en manos de Jungkook y Jinri.

El capitán Min tenía un talento especial para esquivar cualquier cosa que implique formularios, la oficina era, en cierto modo, un refugio para Jungkook. A pesar de las pilas de documentos y las interminables solicitudes, era un lugar donde podía concentrarse sin interrupciones... al menos hasta que alguien como Taemin aparecía para "preguntar algo importante".

Pero lo que más llamaba su atención, era lo poco que había visto a Park Jimin desde su llegada. Casi como un fantasma, siempre presente, pero imposible de encontrar. Sabía que Park Jimin no había salido en ninguna misión, lo había comprobado en los registros. Pero la base era grande, y él parecía haberse convertido en un experto en evitarlo.

Por ahora, la rutina era tranquila, o tan tranquila como podía ser en un lugar lleno de personas que se especializaban en destruir cosas. Pero Jungkook sabía que no duraría mucho.

Siempre había algo que rompía la calma.

Y tenía la sensación de que no faltaba mucho para que eso sucediera.

Jungkook se levantó de su asiento, dejando la taza de café vacía sobre la mesa. Estaba a punto de dirigirse a la oficina cuando, de la nada, alguien chocó contra él.

—Oh, lo siento... —murmuró, extendiendo las manos por reflejo para sostener a la persona que casi terminaba en el suelo.

—¡Ay! —La voz de Jinri resonó suavemente mientras una de sus manos descansaba instintivamente sobre su vientre.

—¿Estás bien? —preguntó Jungkook con el ceño ligeramente fruncido.

Jinri levantó la mirada hacia él, con el rostro un poco sonrojado.

—Sí, estoy bien. Gracias, vicecapitán —respondió rápidamente, pero luego su expresión se tornó ansiosa mientras sus ojos recorrían la sala—¿Dónde está?

—¿Dónde está qué? —preguntó Jungkook, desconcertado.

—¡Los pastelillos de chocolate! —exclamó, casi con desesperación.

Jungkook parpadeó, sorprendido por la respuesta, y luego dejó escapar un suspiro.

—No lo sé, pero... correr así no es buena idea. —Su tono era sereno, pero no pudo evitar la ligera reprimenda—. No estoy seguro de que queden, pero puedo intentar conseguirte uno.

«Si es que todavía queda alguno. Aquí son capaces de pelearse hasta por la última mitad de un trozo de pan.»

No podía evitar pensar en cómo las cosas en la base siempre parecían descontrolarse incluso por algo como la comida. Antes de que pudiera decir algo más, Yena apareció, arrastrando a Taemin por los cabellos y detrás de ellos, Doyun intentaba intervenir, aunque de forma vacilante, casi suplicante.

—¡Suéltalo, Yena, por favor! —pidió Doyun, casi parecía un niño regañado.

—¡Cállate, Doyun! Este mocoso tiene que aprender a no meterse con mis cosas —gruñó Yena, ignorando los intentos de Taemin de liberarse.

—¡Ya te dije que no fui yo!—se quejó Taemin, retorciéndose—¡Eres una maldita bruja!

Jungkook se cruzó de brazos, observando la escena mientras Doyun parecía al borde de las lágrimas. A pesar de su enorme tamaño y su porte musculoso, no se atrevía a contradecir a Yena directamente.

—Por favor, suéltalo, Yena...

—Dios, ¿cómo puede alguien tan grande ser tan cobarde?—dijo Taemin entre dientes, mientras Yena lo sacudía un poco más fuerte por el cabello.

—Eso fue cruel... —Doyun dejó caer los hombros, soltando un suspiro pesado como si toda su energía lo hubiera abandonado en un segundo.

Jinri soltó una suave risa al ver la situación, pero Yena, al notar su presencia, cambió de inmediato su atención.

—Jinri, guardé el último pastelillo para ti —dijo Yena, sacando un pequeño envoltorio de su bolsillo y entregándoselo con una sonrisa.

Jinri tomó el pastelillo con una expresión radiante, como si acabaran de regalarle el mejor regalo del mundo.

—¡Gracias, Yena! —exclamó antes de darle un mordisco, su rostro estaba lleno de felicidad.

Jungkook no pudo evitar notar lo tierna que se veía en ese momento.

—Eres la persona más hermosa de la base, Jinri —dijo Yena con tono solemne, aunque su rostro tenía un brillo travieso—. Hermosa y perfecta, como siempre.

Jungkook levantó una ceja, sintiendo que había algo más en las palabras de Yena.

—Tú, vicecapitán Jeon. —La voz de Yena lo sacó de sus pensamientos—. Ni se te ocurra coquetear con Jinri.

Jinri se rió suavemente, bajando la mirada—Gracias, vicecapitán, por no dejarme caer antes.

Jungkook asintió, pero antes de que pudiera responder, Yena lo interrumpió de nuevo con una expresión ofendida.

—Ya basta, Jinri. No le des esperanzas.

—Yena... —Taemin gimió, todavía atrapado en su agarre—. ¿Me sueltas primero antes de que empieces otra discusión?

—Cállate, mocoso —espetó Yena, aunque finalmente lo soltó, lanzándole una mirada que podría haberlo matado si fuera posible. 

«¿Esto es lo que me toca soportar?» pensó Jungkook.

—Gracias, Yena. Siempre tan linda y considerada conmigo —Jinri sonrió dulcemente hacia Yena mientras se comía el último trozo del pastelillo de chocolate.

La expresión de Yena cambió de inmediato. Todo su enojo, que hace un momento parecía a punto de incendiar el lugar, desapareció como si nunca hubiera existido.

—¡¿Considerada?! —sus ojos brillando con entusiasmo—. ¡Jinri, tú eres la diosa de esta base! ¡No, no, la reina! ¡Eres la más hermosa, la más brillante, la más tierna! ¡Eres como un rayo de sol en un día nublado, como un oasis en medio del desierto! ¡Jinri, si fueras un pastelillo de chocolate, serías el más dulce del mundo!

Mientras Yena lanzaba un torrente de halagos, cada vez más absurdos y a un ritmo que parecía que no necesitaba respirar, Jinri simplemente reía entre dientes, claramente acostumbrada a ese tipo de explosiones por parte de su compañera.

Jungkook, por otro lado, apenas pudo evitar rodar los ojos. «Es un milagro que esta unidad funcione como tal.»

Desvió la mirada hacia el comedor y notó, una vez más, que alguien no estaba allí. Park Jimin.

Por alguna razón, el rubio siempre parecía ausente. En la semana que llevaba en la base, apenas lo había visto en dos ocasiones. Ambas veces, Park Jimin había pasado junto a él como si ni siquiera existiera, ignorándolo por completo. Ni siquiera lo había saludado.

«Mocoso irrespetuoso», pensó Jungkook con irritación. Había algo increíblemente molesto en esa indiferencia, pero no entendía por qué le importaba tanto.

De pronto, sintió una presencia a su lado. Taemin, con su sonrisa traviesa y sus ojos brillantes de curiosidad, se inclinó hacia él como un niño con un secreto que no podía esperar para contar.

—¿Buscas a Jimin? —susurró.

Jungkook le lanzó una mirada de advertencia, pero Taemin solo se encogió de hombros, aparentemente inmune a cualquier intento de intimidación.

—Está con el capitán Min. Siempre anda por ahí cuando no está desaparecido. —Taemin bajó la voz aún más—Es muy obvio que lo buscas, ¿sabes?

—No estoy buscándolo —respondió Jungkook dando un paso atrás para poner distancia entre ellos.

Taemin se rió entre dientes, divertido por la reacción—Pero... seguro ya se dio cuenta de que siempre lo miras, es difícil que no note algo así.

—Deja de decir tonterías.

—¿Tonterías? —replicó Taemin con una sonrisa maliciosa—Tal vez, aunque también es probable que Jimin ni siquiera recuerde tu nombre.

Taemin se alejó riendo, y antes de que Jungkook pudiera responder, se dirigió a los demás con su energía usual.

—¡Ah, por cierto! Escuche algo muy interesante—dijo, atrayendo la atención de todos como si estuviera a punto de compartir un chisme jugoso—El capitán Min estaba hablando por teléfono con el comandante Taehyung... y Jimin estaba ahí.

—¿Qué dijeron? —preguntó Yena, claramente interesada mientras cruzaba los brazos.

—No estoy seguro —respondió Taemin, llevándose una mano al mentón con fingida seriedad—. Algo bien malote, seguro. Pero el capitán Min me cerró la puerta en la cara antes de que pudiera escuchar más.

Jinri soltó una risita—Eso te pasa por intentar espiar.

—Y no solo eso —continuó Taemin—. ¡Me obligó a ayudarlo con el papeleo!

—Entonces ahora serán tres haciendo el trabajo —comentó Jinri.

—¡Qué horror! ¡Qué aburrimiento! —se quejó Taemin, dramáticamente, llevándose una mano al pecho como si estuviera a punto de desmayarse—Seguro moriré de tanto trabajar.

—¿Morir de trabajar? Por favor, tú apenas haces algo útil —Yena dejó escapar una carcajada burlona.

—¡Cállate!.

Era extraño cómo los dos podían pasar de pelearse a charlar como si nada en cuestión de minutos. Para Jungkook, era evidente que, a pesar de todo, eran compañeros que se respetaban. Incluso Park Jimin formaba parte de esa camaradería, aunque su forma de demostrarlo fuera menos evidente.

—Ahora que lo pienso —dijo Taemin de repente, como si recordara algo importante—Fue raro que Jimin estuviera ahí. No suele estar en las reuniones.

—Tal vez deberías preguntarle luego —comentó Yena, alzando una ceja con una sonrisa.

—Tal vez lo haga. Después de todo, soy su favorito —bromeó Taemin con un guiño.

—Claro, siempre estas pegado a el como una garrapata—murmuró Yena, rodando los ojos—Me sorprende que aun sigas vivo.

—¡Pues sí! Jimin es bien malote, pero siempre me aguanta —dijo con orgullo—. Aunque lo que me sorprende es que estaban solo ellos tres hablando.

Jungkook entrecerró los ojos, procesando la información. Taehyung, Jimin y el capitán Min en una reunión privada. Algo sobre eso no le sentaba bien.

«Siempre moviendo piezas, ¿verdad, Taehyung?», pensó Jungkook.

—No me sorprende, el comandante Taehyung estuvo en esta unidad hace varios años—Yena se encogió de hombros con una sonrisa despreocupada

—¿Qué?—Jungkook levantó la mirada rápidamente.

Taemin rió entre dientes, divertido por la sorpresa en el rostro de Jungkook.

—¿No lo sabías, vicecapitán? El comandante Taehyung fue parte de los Perros de Caza.

—Nunca mencionó eso...—Jungkook entrecerró los ojos, procesando lo que acababa de escuchar.

«Este lugar está lleno de misterios, y no tengo idea de cuán profundo pueden llegar.»

—No es algo que se hable mucho —intervino Yena—. Fue en la época dorada de esta unidad, cuando Los Perros de Caza estaban en la cima de la élite. Todo el mundo hablaba de ellos, pero ahora lo único que queda son rumores de sus logros... y la amistad que alguna vez tuvieron el comandante y el capitán Min.

—¿Amistad?

—Sí, eran muy cercanos, o al menos eso dicen. Pero algo debió pasar entre ellos. El comandante Taehyung tiene casi prohibido el acceso a esta base ahora.

Jungkook frunció el ceño, recordando algo que Taehyung había dicho días atrás: "Es la única entrada por la que se me permite ingresar."

¿Qué tipo de relación tenían?

Antes de que pudiera seguir indagando, Jinri intervino con una sonrisa firme, cruzando los brazos frente a ellos.

—Ya dejen de hablar y pónganse a trabajar.

—Ni siquiera nos han asignado misiones —protestó Yena con una risita.

—Cierto. Aún no encuentran la base de los Cuervos, ¿verdad? —agregó Taemin, recostándose contra la mesa con una sonrisa despreocupada.

La mención de los Cuervos hizo que el ambiente se tensara ligeramente.

—No—respondió Yena, su tono era más serio—Esos malditos cuervos saben dónde esconderse.

Jungkook observó a Jinri por un momento, notando cómo había desviado el tema con facilidad. Pero incluso él tenía curiosidad. Era evidente que ninguno de ellos sabía mucho sobre la relación entre Taehyung y el capitán Min. Aunque Jinri parece saber más de lo que deja ver.

De cualquier forma, el tema de los Cuervos era algo que no podía ignorar. Lo sabía perfectamente. Todos en la base lo sabían. Los Cuervos del Caos no eran una organización criminal común, eran la cima de la pirámide, la mano que controlaba otras organizaciones más pequeñas.

Los Cuervos tenían una estructura tan compleja como letal, operando desde las sombras, pero lo que realmente los hacía intocables era su red de influencia: políticos, empresarios, e incluso miembros del ejército les debían favores.

Durante años, la policía y el ejército habían intentado infiltrarse y desmantelar su imperio, pero cada intento terminaba en fracaso, a menudo con un alto costo. Asesinatos y represalias eran la respuesta a cualquiera que se atreviera a desafiarlos.

Incluso Taehyung, con todo su poder y recursos, no había logrado dar con ellos ni acabar con su imperio. Los Cuervos no solo eran poderosos, eran imposibles de localizar, una organización tan peligrosa como invisible.

—¡Yena! —exclamó Taemin, inclinándose hacia ella con una expresión exageradamente dramática—. Escuché que fracasaste en tu misión.

—¿Qué misión? —preguntó Yena, sin molestarse en mirarlo mientras jugueteaba con su bisturí, girándolo entre los dedos con precisión.

—No sé, cualquier cosa que estuvieras haciendo —dijo Taemin, encogiéndose de hombros y esbozando una sonrisa burlona—. Pero seguro fracasaste porque eres un desastre, como siempre.

—¿Desastre? No me hagas usar mi bisturí para demostrarte lo eficiente que puedo ser.

—¿Usar el bisturí para qué? —respondió Taemin con una sonrisa desafiante—. ¿Para pelar papas?

—No, para cortarte la lengua, imbécil.

La tensión creció por un momento, pero Jungkook notó que ambos estaban más entretenidos que realmente enojados, como si este tipo de peleas fueran una rutina diaria para ellos.

—Claro, claro, doctora asesina. 

—¿Y quién crees que siempre termina curándote cuando te hieren, eh? —replicó Yena, inclinándose hacia él—. Un poco de gratitud no te vendría mal, Taemin.

—Gratitud te daré cuando seas un poco menos intensa —respondió él, con una sonrisa burlona, pero sus ojos brillaban con un afecto genuino.

A pesar de las palabras afiladas y las burlas, había algo más profundo en su relación, algo que los unía de una manera que pocos podrían entender.

—¿Sabes qué, Yena? —dijo Taemin con una sonrisa burlona—. Deberías usar ese bisturí para cortar tu mal genio, aunque igual no creo que funcione.

—¿Ah, sí? Pues tú deberías usar tu cerebro de vez en cuando, si es que encuentras dónde lo dejaste—Yena levantó una ceja, claramente irritada.

La tensión aumentó cuando Taemin decidió ir un paso más allá.

—¿Sabes qué más deberías cortar? El drama de que todo el mundo te acepte como eres, sargento Choi Jaeil. Ya lo superaste, ¿no?.

El aire pareció volverse más denso, los dedos de Yena dejaron de girar el bisturí, apretándolo con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Su mirada, antes tranquila, ahora brillaba con una intensidad que parecía capaz de atravesar a Taemin como una hoja afilada.

—Taemin, querido... —dijo con una voz suave que era mucho más peligrosa que un grito.

—Lo siento, lo siento. Me pasé. Sabes que no lo decía en serio, Yena.—Taemin levantó las manos en señal de rendición.

Pero ya era demasiado tarde.

—¡Claro que no lo decías en serio! —exclamó Yena, avanzando hacia él

—¡Espera, Yena!—gritó Taemin, esquivando por poco cuando ella intentó atraparlo.

Comenzaron a correr alrededor de Jungkook y Jinri, quienes los observaban en completo silencio. Jinri levantó una ceja, mientras Jungkook solo suspiró.

—¡Cuando te atrape, no va a ser gracioso! 

—¡Eso es lo que pasa contigo, Yena!—gritó Taemin—Siempre te tomas todo tan en serio.

—¿Y tú nunca te tomas nada en serio?—respondió frunciendo el ceño—Ese es tu problema.

—¿Mi problema? —Taemin puso una mano en su pecho, fingiendo estar ofendido—. ¿Sabes cuál es tu problema? ¡Eres demasiado mandona!

—¿Mandona? —repitió Yena, entrecerrando los ojos peligrosamente.

En un abrir y cerrar de ojos, Yena se lanzó hacia él, y Taemin corrió, gritando mientras ella lo perseguía y cuando finalmente, Yena logró atrapar a Taemin lo sujeto por el cuello.

—¡Perdón, perdón! —gritaba Taemin mientras intentaba liberarse—. ¡Ya dije que lo siento!

—¿Sabes qué? —respondió Yena con una sonrisa—. Creo que un poco más de arrepentimiento no te vendría mal.

—¡Ya aprendí la lección! ¡Juro que no volveré a decir tonterías! —gritó Taemin, retorciéndose.

—Eso espero, porque la próxima vez no seré tan amable.

—Eres demasiado intensa.

—Y tú eres insoportable.

Ambos se miraron por un momento antes de estallar en risas, como si nada hubiera pasado.

—¡Doyun! —exclamó Taemin, mirando alrededor de repente—¿Dónde está?

—Por ahí—Yena se encogió de hombros.

Doyun estaba sentado a unos pasos de ellos, con los hombros caídos y la mirada perdida en el vacío, como si su alma hubiera abandonado su cuerpo y ahora flotara sobre él. Su expresión era la de alguien que había aceptado su destino trágico, murmurando para sí mismo palabras inaudibles que probablemente tenían que ver con ser más fuerte, más útil, más intimidante.

—¿Todavía respira?

—Lo dudo. Después de lo que le dijiste, creo que le quitaste la confianza en sí mismo.

Taemin soltó una carcajada—¡Vamos! Doyun es el doble de mi tamaño. Parece un salvaje, ¿y le afecta algo tan pequeño?

—Tú eres el verdadero salvaje aquí.

—¡Por favor! Doyun puede parecer malote , pero todos sabemos que es un llorón y un cobarde.

Doyun no era fácil de ignorar, su imponente figura y musculatura le daban la apariencia de un verdadero guerrero, pero su personalidad traicionaba esa imagen. 

—Creo que lo mataste emocionalmente.

—¡Ay, no! ¡Parece que su alma se le salió del cuerpo!

—¡Vuelve aquí, alma de Doyun! —gritaba Taemin.

—¡Doyun, respira! —añadía Yena entre risas.

Ambos comenzaron a actuar como si intentaran atrapar un alma invisible en el aire, moviéndose de manera exagerada alrededor de Doyun.

—No tardarán en volver a pelearse —comentó Jinri con una sonrisa tranquila mientras acariciaba su vientre.

—Probablemente no.

Jungkook dejó escapar una ligera sonrisa, una que no pudo evitar. Había algo innegablemente entretenido en ver a esta unidad, con sus peleas y bromas constantes, como si no tuvieran otra forma de existir. A pesar de lo caótico, había algo en el ambiente que hacía que todo pareciera... un poco divertido.

—¿Vicecapitán, está sonriendo?

Jungkook enderezó la postura de inmediato, cruzando los brazos.

—No estoy sonriendo.

Jinri soltó una risita—No sea mentiroso, vicecapitán.

Jungkook soltó un leve suspiro, incapaz de ocultar la ligera incomodidad que sentía bajo la mirada traviesa de Jinri. 

«Definitivamente, este lugar es un desastre,» pensó Jungkook. Pero por primera vez en días, el caos le pareció casi reconfortante.

—Vicecapitán.

La voz baja y tranquila del capitán Min sonó detrás de él, lo suficientemente cerca como para sobresaltarlo. Jungkook giró la cabeza rápidamente, encontrándose con la expresión neutral del capitán.

—Sígueme.

Sin más explicación, Yoongi comenzó a caminar hacia el pasillo, dejando claro que no era una solicitud, sino una orden. Jungkook intercambió una mirada breve con Jinri, quien simplemente le sonrió y asintió, como si entendiera perfectamente la dinámica entre ellos.

Jungkook alcanzó a Yoongi con pasos largos y firmes, manteniendo su silencio mientras el capitán lo guiaba por los corredores de la base. 

—¿Te estás acostumbrando?

—Sí, capitán —respondió Jungkook.

Jungkook mantuvo su tono firme, aunque no pudo evitar pensar en el interminable papeleo que se acumulaba en su escritorio. Claro que no era el tipo de trabajo que esperaba al ser transferido.

—¿De verdad? —Yoongi lo miró de reojo, con una ligera curva en los labios que casi podía considerarse una sonrisa—No te mentiré, esperaba que te quejaras del papeleo.

Jungkook dejó escapar un leve suspiro antes de responder.

—Es parte del trabajo, ¿no? Aunque no puedo decir que sea lo más emocionante.

—Oh, no te preocupes. Estoy seguro de que la emoción llegará pronto. —Yoongi continuó caminando, dejando la frase en el aire, como si supiera algo que Jungkook aún no podía adivinar.

Al doblar una esquina, el capitán retomó el tema, esta vez con un tono más serio.

—La ciudad está revuelta últimamente, los disturbios no son una casualidad. Hay movimientos de organizaciones que no deberían estar tan activas, y los reportes apuntan a que alguien muy poderoso está involucrado.

Jungkook mantuvo su ritmo, procesando las palabras de Yoongi mientras caminaban juntos.

—¿A qué tipo de organizaciones se refiere, capitán?

—A las que están en la cima de la pirámide. Y ya sabes lo que eso significa. —Yoongi le lanzó una mirada antes de continuar—La CSN está monitoreando todo, pero no quieren mover ni un dedo sin tener pruebas concretas. Entre nosotros, sospechan que algunos peces gordos están metidos hasta el cuello.

—¿Peores que los Cuervos del Caos?

—Podríamos decir que sí o quizá trabajan juntos, quién sabe—hizo una pausa—Lim Pilwon, el director de la CSN, esta buscando mover piezas sin ensuciarse las manos y nosotros somos las piezas que van a usar.

Jungkook asintió, sabía que el capitán no exageraba las cosas, y aunque el papeleo era agotador, no podía negar que su cuerpo pedía algo más. 

Acción. 

Movimiento. 

Resultados.

—¿Entonces ya se confirmó la operación?.

—Sí, pero es una operación a ciegas. No hay datos concretos, solo rumores que podrían ser invenciones de un idiota... o tal vez no. La información es escasa, por no decir nula, pero suficiente para que la CSN se interese. Ya sabes cómo son. No mueven un dedo hasta que alguien más se ensucia las manos por ellos.

Jungkook asintió de nuevo. Conocía demasiado bien el modus operandi de la CSN: siempre dejando que otros fueran los primeros en saltar al fuego.

—Entendido, capitán. Si me permite, coordinaré la salida de los miembros y seleccionaré a los candidatos más adecuados para la misión.

Yoongi se detuvo en seco, y Jungkook tuvo que frenar de golpe para no chocar con él. 

—No será necesario.

—¿A qué se refiere, capitán?

Yoongi comenzó a caminar de nuevo, esta vez con un paso más lento, casi como si estuviera disfrutando del momento.

—Tú vas a ir.

—¿Yo?

—Tú.

Jungkook no dijo nada por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Era cierto que sus habilidades brillaban más en el campo que detrás de un escritorio, pero tampoco esperaba que lo asignaran a una misión tan pronto, especialmente no una que sonaba tan... importante.

—¿Por qué yo?—preguntó al fin, su tono era más curioso que desafiante.

—Porque necesito a alguien que no solo pueda manejar el caos, sino controlarlo. Y ese alguien eres tú.

Jungkook asintió, reconociendo el cumplido, pero también sintiendo el peso de la responsabilidad que conllevaban.

—Entendido, capitán—Su voz era serena, pero por dentro, su mente ya trabajaba, anticipando las posibles complicaciones, los riesgos. Después de todo, él no era alguien que subestimara una misión, por más vaga que fuera la información inicial.

—Además... —Yoongi lo observó con una mirada calculadora—, la persona con la que irás no es alguien fácil.

—¿Qué quiere decir con "no es fácil"? —Jungkook arqueó una ceja, ligeramente intrigado.

—Es alguien con... un estilo particular. No sigue órdenes al pie de la letra. Hace lo que considera necesario, y suele ser efectivo, pero su método... digamos que es único.

«Bla, bla, bla... el mocoso descarado.» No hacía falta más. Jungkook ya sabía de quién estaba hablando.

En el poco tiempo que había pasado en la base, había visto lo suficiente como para formarse una opinión sobre Park Jimin. Su forma de trabajar, su actitud... su constante indiferencia.

Y sin embargo, había algo más. Algo que hacía que sus pensamientos volvieran a él, aunque no quisiera.

«Caótico, peligroso, pero efectivo. Y terriblemente irritante.»

No importaba. 

Era un trabajo. 

Y lo haría bien, como siempre.

Cuando llegaron a la puerta de la oficina de Yoongi, este se detuvo, girándose hacia Jungkook por última vez antes de entrar.

—Park Jimin será tu apoyo principal en esta misión.

 Claro que tenía que ser él.

El más eficiente. 

El más letal. 

El más problemático. 

Park Jimin era todo eso y más, pero para Jungkook, seguía siendo un mocoso inmaduro con un ego inflado y una actitud que rozaba lo insoportable. Era difícil imaginar cómo alguien podía ser tan irritante y, al mismo tiempo, tan peligrosamente efectivo. Sin embargo, Jungkook sabía que en el campo de batalla, lo único que importaba eran los resultados. 

—Entra —dijo Yoongi, abriendo la puerta y dejándola abierta para Jungkook.

Cuando Jungkook cruzó el umbral, lo primero que captó su atención fue la figura de Jimin de espaldas. El uniforme negro de los Perros de Caza se ajustaba a la perfección a su cuerpo, resaltando una figura compacta y definida.

Un leve movimiento sacó a Jungkook de sus pensamientos. Jimin, sin moverse de su lugar, giró la cabeza hacia él con calma, como si supiera exactamente cuándo y cómo llamar la atención.

Jungkook no era alguien que se dejara impresionar fácilmente por las apariencias. Pero Park Jimin... Park Jimin era un caso aparte.

Un rostro que parecía esculpido a mano, una combinación entre la dulzura de un ángel y la picardía de un demonio. Era una obra de arte viviente, pero no del tipo que se admiraba en un museo. Jimin era arte creado para la batalla, diseñado para cautivar, distraer y, al final, destruir.

«Maldito mocoso». 

Jungkook no era ciego. Park Jimin era hermoso, su belleza era innegable, pero era una hermosura afilada, como un cuchillo bien cuidado. A simple vista, podía parecer inofensivo, pero una vez que lo tenías cerca, entendías que ese brillo no era para ser admirado; era un aviso.

Jimin no estaba en esta unidad por su cara bonita. Nadie como él llegaba a los Perros de Caza solo por apariencia. No. Jimin era un arma, un perro de caza en toda la extensión de la palabra. Jungkook no iba a cometer el error de subestimar sus habilidades, no después de lo que había visto en aquel almacén.

Pero su actitud... eso era lo que lo arruinaba todo.

Para Jungkook, trabajar con él iba a ser un caos absoluto. No podía haber orden cuando alguien como Jimin estaba involucrado. 

«Molesto, insoportablemente molesto». Y aún así, esa breve interacción quedó grabada en la mente de Jungkook.

Fue entonces cuando notó una pequeña herida en la mejilla de Jimin, era un corte limpio, sin embargo, Jimin parecía completamente indiferente a ello.

Jimin ladeó ligeramente la cabeza, dejando escapar una sonrisa apenas perceptible antes de volver a centrar su atención en el capitán Yoongi, como si Jungkook fuera poco más que una distracción pasajera.

—Capitán.

«Su maldita voz es... jodidamente perfecta,» pensó Jungkook con irritación.

No ayudaba que lo hubiera ignorado por completo.

Yoongi, en lugar de sentarse en su silla habitual, permaneció de pie junto a su escritorio, mirando a ambos con los brazos cruzados. Jungkook avanzó unos pasos, colocándose junto a Jimin. Pero el rubio no parecía notar su presencia, al menos no de manera directa. 

Aunque... por un instante, Jimin desvió la mirada hacia él. Fue rápido, pero Jungkook lo notó. Había algo en sus ojos que siempre lograba capturar toda su atención: el ojo gris como un cielo a punto de estallar en tormenta, el otro negro, tan profundo que parecía un pozo sin fondo.

Eran... fascinantes.

Jungkook no podía entenderlo. Nunca había sido alguien que se fijara demasiado en detalles tan superficiales. Y sin embargo, los ojos de Jimin parecían tener algo más, algo que no podía definir con claridad. Eran la clase de ojos que podían leerlo todo de ti mientras se aseguraban de no revelar nada.

«Hermosos, malditos ojos».

Yoongi habló, sacándolo de sus pensamientos.

—No sabemos si es real. No sabemos dónde podría estar ni quién está detrás de ella. Pero hay algo que sí sabemos: si existe, no debería estar en las manos equivocadas.

Jungkook enderezó los hombros al escuchar esas palabras. Había algo en el tono del capitán que le hizo entender la gravedad de la situación.

«Una amenaza que no pueden ignorar, pero tampoco confirmar», pensó Jungkook.

Su mente comenzó a trabajar con la poca información que tenía. No era mucho, pero era suficiente para que un patrón empezara a formarse. «Si no quieren que caiga en las manos equivocadas, entonces es algo tangible. Algo que puede usarse... ¿un arma, tal vez? No tendría sentido arriesgar recursos para algo menos que eso. Y si no saben si es real, entonces significa que no la han visto, solo oído hablar de ella... rumores.»

—¿Es un arma? —preguntó.

Yoongi lo miró, pero había un destello en sus ojos que sugería que la deducción de Jungkook no estaba lejos de la verdad.

—Un arma que puede cambiar la realidad... Anastasia.


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