Capítulo 1
Nota de autor:
¡Hola! Te agradezco por darle una oportunidad a esta historia, espero que la disfrutes.
Es importante que los lectores estén conscientes de que se tratarán temas delicados, como el abuso físico y emocional, así como relaciones tóxicas y dinámicas de poder desequilibradas, las escenas de contenido explícito, tanto sexual como violento, son parte integral de la narrativa y no son aptas para todos los públicos.
Advertencias de contenido:
Violencia.
Lenguaje explícito.
Temas oscuros.
Relaciones tóxicas.
Contenido sexual.
Abuso físico y psicológico.
IMPORTANTE: Los personajes son imperfectos, y sus decisiones pueden resultar difíciles de entender o aceptar.
NOTA: Las actualizaciones no tienen un día determinado, lamento este inconveniente, me gustaría poder escribir constantemente pero el tiempo no me lo permite, sin embargo, tratare de actualizar lo mas seguido posible.
Bienvenidos a New Order.
🌸
Dicen que el tiempo es lineal, pero eso no es verdad. Alguien, en algún punto, tomó esa línea recta, la retorció, la dobló sobre sí misma y la transformó en un nudo imposible de desatar.
El tiempo no avanza; devora. Retrocede. Nos arrastra a su antojo, y lo peor de todo es que lo hace bajo una mentira disfrazada de recuerdos. Nada es fijo, ni siquiera la propia memoria.
¿Qué tan seguido cuestionas lo que ves? No lo suficiente, supongo.
Es fácil aceptar las cosas tal como se presentan, más cómodo ignorar las grietas que recorren todo lo que crees entender. Pero las grietas siempre están ahí, escondidas a plena vista, susurrando verdades que preferirías no escuchar.
Tal vez nunca te detuviste a mirar con atención, o tal vez no querías hacerlo. Después de todo, hay una extraña paz en la ignorancia, ¿no crees?.
Sin embargo, las preguntas tienen una forma curiosa de abrirse paso, incluso cuando intentas enterrarlas, y en el silencio que sigue a cada pregunta, algo se quiebra, algo que ya no puede ser ignorado. Entonces, dime: ¿qué haces cuando las respuestas no llegan? ¿Sigues adelante como si nada hubiera pasado? ¿O escuchas el eco de las grietas, cada vez más fuerte, cada vez más imposible de ignorar?.
¿Buscas respuestas? Qué divertido. Como si las "respuestas correctas" fueran algo más que un consuelo barato, una forma de convencerte de que tienes el control. Pero te diré algo: las respuestas que realmente importan nunca son cómodas, ni simples, ni bonitas. Son verdades ásperas, esas que nadie quiere escuchar porque desgarran la ilusión de que todo tiene sentido.
Y tú... ¿estás listo para escuchar verdades que podrían romperte?
Aunque, bueno, ¿a quién quiero engañar? Si has llegado hasta aquí, seguro crees que puedes manejarlo, que valiente de tu parte o tal vez solo ingenuo. Después de todo, no se trata de lo que encuentras, sino de lo que haces con lo que encuentras.
Pero antes de que te emociones demasiado, déjame advertirte algo: no confíes en nadie, absolutamente en nadie. Mucho menos en mí.
¿Por qué? Porque la confianza es un lujo que no puedes permitirte. Y, siendo honesto, yo no sería tan estúpido como para confiar en ti. ¿Ves? Ya empezamos bien.
Pero si has decidido quedarte, hazlo bajo tu propio riesgo.
Enero 2025. Ubicación desconocida, Corea del Sur.
Jungkook
El motor del vehículo resonaba como un eco lejano, constante, casi hipnótico, la carretera frente a mi se extendía como una herida oscura en medio de la noche, devorada por los faros que apenas conseguían iluminar unos metros más allá. No había señales, ni postes, ni siquiera un árbol al borde del camino. Sólo el pavimento, la neblina, y esa sensación incómoda de aislamiento absoluto, supongo que era un escenario perfecto para un traslado como este: silencioso, discreto, sin testigos.
Miré por la ventana, aunque no había nada que ver, mi reflejo me devolvía la mirada, serio e imperturbable, no sabía cuánto tiempo habíamos estado viajando, ni a dónde exactamente me dirigían, la verdad, no me importaba. Era intencional, claro. Los altos mandos siempre se aseguraban de que el destino permaneciera en secreto hasta el último momento.
—¿En qué piensas?—La voz de Taehyung rompió el silencio. Su tono era tranquilo, casi despreocupado, como si no lleváramos horas de camino en medio de la nada.
—En el lugar al que vamos—respondí sin mirar hacia él.
Siempre he sido directo con mis palabras. Era mejor así, no tenía sentido dar rodeos, especialmente con alguien como él, que siempre podía leer entre líneas.
Kim Taehyung, alto mando de la CSN (Comisión de Seguridad Nacional) y amigo desde hace años, tenía esa extraña habilidad para relajar cualquier situación. Era cálido, carismático, el tipo de persona que podía hablarte como si te conociera de toda la vida, incluso si era la primera vez que te veía, pero no te equivoques, detrás de su sonrisa fácil había un estratega, alguien que sabía exactamente cómo sacar lo mejor —o lo peor— de las personas.
Taehyung iba al volante, completamente concentrado en la carretera. Siempre había admirado eso de él: esa calma bajo presión, esa forma de hacerte sentir que todo estaba bajo control, incluso cuando no lo estaba. Era el tipo de persona en la que confiabas, incluso cuando no querías hacerlo. Un hombre leal, meticuloso y quizás lo más cercano que tenía a un amigo.
Habíamos compartido misiones antes, y siempre fue el tipo de persona en la que podías apoyarte cuando las cosas se complicaban. Claro, ese era su trabajo, pero él hacía que pareciera algo natural. No perfecto, solo... correcto.
En una línea de trabajo como esta, no hay mucho espacio para amistades reales, pero Taehyung era diferente.
—¿Te preocupa?—preguntó, con esa mezcla de curiosidad y diversión que siempre ponía en sus palabras.
—Preocuparme no cambia nada, solo intento imaginar qué tipo de sitio será.
Lo escuché reír por lo bajo, una risa breve pero llena de confianza.
—Te lo pintaron como un lugar salido del infierno, ¿verdad? Los Perros de Caza, el escuadrón indomable, la élite entre la élite... y, al mismo tiempo, un caos organizado. Seguro te dijeron que sólo los locos y los desesperados terminan allí.
—Algo así—admití—Pero no creo en rumores, prefiero verlo por mí mismo.
—Claro que no crees en rumores. Tú eres de los que siempre tienen que comprobar todo hasta el último detalle—respondió, y podía sentir su sonrisa, incluso sin mirarlo—Eso me gusta de ti, Jungkook. Siempre tan meticuloso, tan recto, pero, ¿sabes qué? A veces hay que dejarse sorprender.
—Prefiero no ser sorprendido cuando se trata de mi trabajo—le respondí, girándome apenas hacia él. Su forma de hablar, de llevar una conversación, siempre encontraba el equilibrio perfecto entre lo serio y lo ligero.
Taehyung soltó un suspiro exagerado, como si mi respuesta lo hubiera decepcionado.
—Lo dices como si esta fuera una misión más, pero no lo es. Este traslado es importante, y lo sabes.
—Supongo que sí.
—Vamos, Jungkook—continuó Taehyung—Te conozco desde hace años. Si alguien puede manejar a ese grupo de lunáticos, eres tú. Ellos necesitan disciplina, y tú necesitas... bueno, quizás necesitas aprender a relajarte un poco.
—¿Relajarme?.
—Sí, relajarte. Tal vez ellos puedan enseñarte eso—dijo con una sonrisa burlona—Aunque, siendo sinceros, dudo que ellos sepan qué significa la palabra "relajarse".
—¿Tan malos son?.
—No malos, son... únicos. Un grupo que vive y respira el campo de batalla pero también son los mejores. Créeme, aprenderás mucho de ellos y ellos de ti.
—No tengo expectativas—dije sin mirarlo, con la vista fija en la carretera que parecía no terminar nunca—Pero también espero que no sea como me lo pintaron.
—Sabes que ahí, en el campo de batalla, el resultado nunca es predecible. Los Perros de Caza no se limitan a hacer lo que se espera de ellos, Jungkook. Tienen su propio código, aquí no se trata solo de cumplir órdenes, sino de ser capaces de adaptarse.
—Entiendo, hare lo que sea necesario para cumplir con mi trabajo.
Sabía que no era sólo una cuestión de seguir órdenes, pero no estaba interesado en las excusas o en hacer las cosas a medias. Yo siempre buscaba el resultado, el mejor resultado.
—Por eso eres perfecto para esto.
Estuve en silencio unos segundos, digiriendo sus palabras mientras el sonido del motor seguía marcando el ritmo de la carretera, lo cierto era que Taehyung tenía razón en algo: este traslado no era solo una misión más. Iba a ser un desafío en muchos niveles y aunque me consideraba capaz de lidiar con lo que fuera, la idea de unirme a los Perros de Caza me ponía algo incómodo.
División especial 313, Los Perros de Caza.
Unos años atrás fueron una gran organización, una máquina de guerra que marcaba la diferencia en las misiones más complejas pero eso ya era historia. Ahora, solo quedaban los restos de lo que alguna vez fue un titán imparable, la base en sí misma era más un refugio para los inadaptados que para la elite, una unidad que se mantenía en pie solo porque el gobierno los necesitaba para misiones que nadie más se atrevía a tocar.
Se encargaban de las misiones que el ejército no podía manejar, de las misiones que nadie más podía asumir. El escuadrón de los que no temían arriesgarlo todo.
Me habían hablado de ellos, de cómo eran considerados la peor organización de todas, la que nadie quería en sus filas. Una tropa indisciplinada que vivía en el peligro constante haciendo lo que nadie más quería hacer, muchos hablaban de ellos como los fracasados del ejército, la unidad a la que solo recurrías cuando ya no quedaban opciones.
Lo que estaba claro es que, aunque sus métodos fueran cuestionables y su reputación un desastre, los Perros de Caza seguían siendo una unidad de élite.
Quizás ya no fueran lo que solían ser, pero aún tenían la habilidad de completar misiones que otros no podían ni imaginar. Aunque sus miembros fueran llamados lo peor del ejército, no podían ser considerados completamente ineficaces. No cuando las misiones que se les asignaban eran de alto riesgo, siempre en las primeras líneas, siempre donde otros temían ir.
A lo lejos, en medio de la oscuridad, mis ojos captaron algo al final del camino.
Hospital psiquiátrico: Ashwood.
No podía evitar pensar que esto era una mala broma. ¿Un hospital psiquiátrico abandonado al final de un camino que no llevaba a ningún otro lado? Este lugar era como si alguien quisiera decir: "Aquí estamos". No tenía sentido.
—¿Está la base bajo tierra?—pregunté finalmente, sin apartar la mirada del edificio en ruinas.
—Sí, algo así, ¿por qué preguntas?.
Porque la respuesta era demasiado obvia, este lugar estaba diseñado para ser encontrado. No había ningún intento de esconderse; al contrario, todo en este sitio gritaba su existencia. ¿A qué idiota se le había ocurrido colocar una base militar en un hospital psiquiátrico abandonado y a plena vista?.
Taehyung soltó una carcajada.
—Supongo que estás pensando: "¿Qué clase de imbécil construiría una base en plena vista, justo donde la carretera termina?"—dijo, deteniendo el vehículo frente a las enormes puertas oxidadas del hospital—Y no te culpo por pensarlo.
—No es exactamente una estrategia brillante.
—Pero no es error—dijo mientras bajaba del auto.
Suspiré, bajando tras él—Es demasiado obvio.
—Exacto—confirmó, girándose para mirarme con una sonrisa—Este lugar no tiene intención de esconderse, Los Perros de Caza no temen ser encontrados, de hecho, lo consideramos un descaro de su parte que cualquiera pueda localizar su base.
—¿Es para provocar?.
—Para provocar—confirmó, con un tono lleno de orgullo—Cualquiera puede encontrar la entrada, claro. Incluso entrar, es más fácil de lo que parece pero escapar, eso es imposible.
Caminamos hacia lo que quedaba de la entrada principal, Taehyung ni siquiera hizo el intento de abrirla; en lugar de eso, presionó un botón junto a lo que parecía un antiguo panel de control, oculto tras el desgaste.
—¿Ves?—dijo, con esa sonrisa infantil—Cualquiera puede entrar.
Lo seguí dentro, mientras las puertas se cerraban tras nosotros, no pude evitar sentir que este lugar, este maldito lugar y la organización que albergaba, eran un monumento a la arrogancia. Y los Perros de Caza estaban orgullosos de ello.
Taehyung presionó el botón marcado como "2", y pude ver una sonrisa satisfecha formarse en su rostro. El ascensor descendió con un temblor leve, de repente, con un chirrido metálico, el elevador se detuvo en seco.
Taehyung soltó una risa nerviosa y palmeó mi hombro, como si eso fuera a calmarme.
—No te fijes en esos detalles.
—¿Detalles?—Alcé una ceja, mirando el panel con el óxido extendiéndose como una plaga.
—Es que... bueno... no tienen mucho financiamiento—murmuró, bajando el tono como si estuviera confesando algo vergonzoso. Luego añadió en voz aún más baja, mientras fingía inspeccionar el botón—Le dije que lo arreglara, es la única entrada por la que se me permite ingresar.
Me giré hacia él, confundido—¿Qué quisiste decir con eso?—pregunté, pero antes de que pudiera responder, el elevador volvió a moverse, vibrando con un ruido que no me inspiraba confianza.
Cuando finalmente las puertas se abrieron, el aire estancado de un pasillo subterráneo nos recibió. Taehyung salió primero con paso relajado, como si este lugar fuera su segunda casa. Yo lo seguí, mis ojos examinaron cada rincón, solo había paredes viejas, llenas de manchas de humedad y grietas que parecían latir con la vida de algo que estaba a punto de colapsar. El lugar estaba vacío, no había nadie.
—Están un poco... cortos de personal.
—¿Cortos de personal?—Mi voz se alzó involuntariamente, casi un grito—¿Me estás diciendo que confié en ti, te permití recomendarme para esta unidad, y me traes a este... este maldito basurero?.
Taehyung dio un paso atrás, levantando las manos como si se estuviera protegiendo.
—Confía en mí, por favor. ¡No me mates todavía!—dijo con una sonrisa nerviosa, juntando sus manos como en súplica, intentando calmar mi furia.
Bufé, pasándole de largo—Esto es ridículo—mascullé mientras avanzaba por el pasillo mohoso—Basurero es un cumplido para este lugar.
Taehyung soltó una risita—Honestamente, esperaba una bienvenida más linda. Pero bueno, supongo que todos deben estar en la sala de control viendo el espectáculo—comentó mientras suspiraba con resignación. Luego, sin previo aviso, me tomó del brazo y comenzó a arrastrarme por el pasillo.
—¿Qué demonios estás haciendo?—espeté, intentando liberarme, pero su agarre era firme.
—¡Vamos, vamos!—exclamó, saltando como un niño pequeño que acaba de recibir un regalo de cumpleaños. Su entusiasmo contrastaba tanto con el entorno deprimente que me dejó momentáneamente atónito.
No podía evitar preguntarme cómo demonios este hombre era mayor que yo. Su comportamiento era infantil, pero, a la vez, no podía ignorar el hecho de que había sido el líder de mi unidad anterior.
Caminamos por el pasillo y poco a poco, el silencio fue reemplazado por un murmullo de voces, el leve zumbido de máquinas, y un ruido constante que me hizo fruncir el ceño. ¿Qué mierda era eso?
La curiosidad me ganó, y sin darme cuenta, me dejé arrastrar hasta que llegamos a una enorme sala de control, mucho más de lo que hubiera imaginado. Estaba llena de personas, con pantallas de diferentes tamaños cubriendo casi todas las paredes, pero había una en particular, una pantalla gigantesca en el centro de la sala, que parecía tener toda la atención de los presentes.
Nadie nos miró cuando entramos; mi llegada, o incluso la de Taehyung, no tenía ninguna importancia comparada con lo que estaba sucediendo en esa pantalla.
Antes de que pudiera preguntar, noté que Taehyung había dejado de caminar. Se quedó inmóvil, con la mirada fija en una figura que se destacaba entre los demás. Su expresión cambió por completo; sus ojos brillaban de una manera que nunca había visto en él. Había algo en esa mirada que me dejó desconcertado. ¿Era anhelo? ¿Nostalgia? ¿O tal vez algo más? No estaba seguro.
Seguí su línea de visión y entonces lo vi.
Entre la multitud, había alguien que resaltaba por completo, no por su altura —ya que era un poco bajo, apenas superando a algunos de los otros presentes—, sino por su presencia. Era imposible ignorarlo. Todo en él emanaba autoridad, desde la forma en que se mantenía erguido hasta la tranquilidad con la que observaba la sala.
Su cabello oscuro caía desordenado sobre su frente, enmarcando un rostro afilado con ojos que parecían atravesarte con una sola mirada.Todo en su postura y actitud gritaba liderazgo, y no hacía falta preguntar para saber que él estaba al mando. Era evidente que se trataba del líder de los Perros de Caza.
La energía en la sala parecía gravitar hacia él, y aunque no decía nada en ese momento, todos parecían estar pendientes de sus movimientos. Incluso Taehyung, había algo en esa interacción que no podía descifrar.
—¿Qué está pasando?—pregunté en voz baja, pero Taehyung no me respondió. Su mirada seguía fija en él.
Finalmente, Taehyung volvió a moverse y, con un suspiro casi inaudible, se giró hacia la pantalla principal.
—Llegamos justo a tiempo—murmuró, como si eso fuera una respuesta suficiente.
Algo en su tono me puso en alerta, seguí su mirada y vi lo que todos observaban. La pantalla mostraba una transmisión en vivo desde algún lugar desconocido, pero no logré distinguir exactamente qué estaba ocurriendo.
—¿Qué está pasando aquí?.
Insistí, mirando de nuevo a Taehyung. Pero no me respondió; sus ojos estaban fijos en la pantalla, y su expresión había cambiado por completo. Sus labios estaban apretados, su mandíbula tensa, y había algo en sus ojos que no podía identificar. Nunca lo había visto así, ni siquiera en las situaciones más tensas. Me dio un escalofrío ver a Taehyung, siempre relajado y bromista, con una expresión tan sombría.
Entonces, alguien habló. Su voz era grave, calmada pero cortante, y llamó mi atención de inmediato.
—Vigilen las compuertas, no podemos permitir que se escapen—ordenó. No podía ver quién hablaba al principio, pero no hacía falta. Esa voz transmitía una autoridad inquebrantable, como si cada palabra fuera una orden absoluta.
—¡No debimos dejarlo ir solo!—respondió otra voz, esta vez con un tono de desesperación y ansiedad—¡Son demasiados para él!
—Se escapó, tomó varias armas antes de que me diera cuenta y salió sin avisar. Esta misión estaba programada para mañana.
«¡Se olvidan de que estoy aquí!»
Una voz nueva resonó, esta vez a través de la pantalla. Era un chico con un tono burlón y despreocupado.
—¡Cállate, Taemin!—respondió una mujer con rapidez. Su voz era cortante, casi como un latigazo—Estás holgazaneando mientras él hace el trabajo solo. No te atrevas a hablar como si estuvieras haciendo algo útil.
El chico, a quien llamaron Taemin, bufó antes de responder.
«Jimin me pidió que no interfiriera, ¿ok? Y valoro mi vida como para hacerlo enojar.»
Aunque su tono parecía burlón, había algo genuino en sus palabras, algo que me puso en alerta.
Mi atención regresó a Taehyung, quien finalmente habló—Hay un miembro particular en los Perros de Caza—comenzó en un tono más bajo—Alguien que no sigue órdenes... nunca.
Se giró hacia mí, colocando una mano en mi hombro y acercándose lo suficiente como para susurrarme al oído.
—Él es diferente, no necesita alzar la voz para que le temas, no necesita usar fuerza para hacerte obedecer. Es el tipo de persona que juega con tu mente, te manipula sin que te des cuenta, hasta que estás haciendo exactamente lo que él quiere... y entonces es demasiado tarde. Es calculador, y no tiene límites, nunca lo olvides, Jungkook. No intentes controlarlo, porque nunca podrás, Park Jimin es...
—Una amenaza.
—Buena suerte domándolo, nuevo vice capitán.
Se apartó de mí con una última palmada en el hombro y una sonrisa despreocupada, pero yo no podía apartar la mirada de él mientras se marchaba.
Me giré hacia la pantalla una vez más, intentando ignorar la sensación de frío que se instaló en mi pecho. Por primera vez en mi vida, sentí miedo. No de algo que podía ver, sino de alguien cuyo rostro aún no conocía, pero cuyo nombre acababa de escuchar por primera vez.
Park Jimin.
Y sabía, sin lugar a dudas, que jamás olvidaría ese nombre.
Mi atención se mantuvo fija en la pantalla grande cuando un movimiento llamó mi atención, la imagen mostró el interior de una bodega oscura y desordenada, con torres de contenedores metálicos apilados como si estuvieran al borde de derrumbarse. Pude distinguir al menos seis o siete hombres armados, vigilando, patrullando... y en el centro de todo, uno que parecía dirigirlos. Por cómo señalaba y daba órdenes, no cabía duda de que era quien lideraba ese grupo.
—Ten cuidado. Aún no estamos seguros de cuántos hay dentro.
«Capitán Min, Jimin ya está dentro, sabe cómo es, nunca espera órdenes.»
Un suspiro profundo escapó de los labios del líder antes de que su voz volviera a sonar, esta vez más fuerte.
—Jimin, ¿me escuchas?.
El silencio que siguió fue casi insoportable. Durante unos segundos, nadie dijo nada. Luego, una voz suave y clara atravesó los altavoces, llenando la sala con una calma tan desconcertante como perturbadora.
«Sí, líder de los capitanes. Objetivo en la mira. Permiso para disparar.»
Me quedé congelado, no podía asociar esa voz con todo lo que sabía que estaba a punto de suceder. Era dulce, delicada, con una ternura que hacía que cualquier cosa horrible que viniera después se sintiera aún más fuera de lugar.
El líder suspiró, y aunque su tono intentó ser frío, pude notar un destello de algo que parecía preocupación.
—Mocoso idiota... Hazlo.
El primer disparo atravesó el pecho del hombre que daba las órdenes, y su cuerpo se desplomó como si alguien le hubiera quitado el alma de golpe. Antes de que pudiera procesarlo, el resto de los hombres comenzaron a caer, uno tras otro.
Park Jimin era un espectro en la oscuridad, la cámara que llevaba transmitía cada movimiento con una claridad que no podía apartar de mis ojos. Lo veía deslizarse entre los contenedores, sus disparos precisos, letales. Cada bala encontraba su objetivo con una perfección inhumana, y los gritos que resonaban a través de los altavoces eran suficientes para helar la sangre de cualquiera.
No era solo la sangre, aunque había mucha. Las paredes, el suelo, incluso la lente de la cámara que llevaba estaban manchadas de rojo. Pero lo peor era el sonido. El golpe seco de los cuerpos al caer, los disparos que parecían interminables, y, sobre todo, los gritos. Algunos eran de terror, otros de dolor, y los más escalofriantes, de súplica.
Pude escuchar las palabras rotas de hombres rogando por sus vidas antes de que fueran silenciados para siempre.
No podía apartar la mirada, incluso cuando quería hacerlo. Mi mente gritaba que era demasiado, que debía mirar hacia otro lado, pero mis ojos estaban atrapados en la pantalla, siguiendo cada movimiento de Park Jimin. No había dudas, ni vacilaciones.
Y sin embargo, esa voz suya... seguía ahí, suave, como si lo que hacía no fuera más aterrador que un paseo por el parque. Había algo tan desconcertante en ese contraste que no podía dejar de mirarlo. No sabía si era el miedo lo que me hacía seguir observando o algo más. Algo que no quería admitir.
Cuando el último disparo resonó y la pantalla mostró los pasillos llenos de cuerpos inmóviles, me di cuenta de que había estado conteniendo el aliento. Mi pecho subía y bajaba rápidamente, y el sudor frío resbalaba por mi frente. Esa era la imagen que quedaría grabada en mi mente. No los cuerpos, ni la sangre, ni los gritos. Sino él. Park Jimin, con esa calma imposible, como si todo eso no fuera más que un día cualquiera en su vida.
¿Qué clase de persona podía hacer algo así con tanta tranquilidad? ¿Qué clase de monstruo podía ser tan... humano?
Mi mente buscaba respuestas, pero cuanto más intentaba comprenderlo, más me perdía en un laberinto sin salida. Ese tipo no solo disparaba con precisión; lo hacía como si su vida no tuviera peso alguno, como si lo único que importara fuese cumplir su objetivo.
Un maniático suicida.
Pensé, mientras veía cómo se exponía al peligro con una despreocupación que me resultaba insoportablemente irritante. Rebelde, descontrolado, incapaz de seguir las reglas... es molesto.
—Disculpa, ¿eres Jeon Jungkook? —preguntó una voz femenina a mi lado. Giré la cabeza y me encontré con la misma mujer que había estado hablando antes.
Antes de que pudiera responder, el capitán se acerco a mi.
—Disculpa mi falta de modales, soy Min Yoongi, capitán de los Perros de Caza —dijo pasando junto a ella con paso relajado, aunque su mirada parecía analizarme por completo—Mis chicos me informaron de tu llegada.
Asintió, observándome con ojos que parecían leer más allá de mi rostro, como si pudiera diseccionar cada una de mis intenciones con un solo vistazo.
—Kim Taehyung estaba aquí hace un momento. ¿Dónde está?
—Se fue.
—Ya veo—murmuró, casi para sí mismo.
Hubo algo en su voz, una mezcla de autoridad y justicia, que me hizo asentir automáticamente, como si hubiera sido colocado bajo un hechizo. Era obvio que este hombre no solo lideraba con fuerza, sino con una moralidad que pocos podían cuestionar. Pero incluso él parecía tener problemas para manejar a alguien como Park Jimin.
—Pronto conocerás al resto de los chicos, la mayoría está fuera en una misión, pero confío en que sabrás adaptarte rápido—dijo, su tono casi casual.
Sin darme tiempo a responder, tomó el comunicador que la mujer le ofrecía y dirigió su atención a la pantalla. La transmisión seguía mostrando a Park Jimin, quien inspeccionaba los cuerpos esparcidos a su alrededor como si fueran simples maniquíes desechados.
—¡Mocoso idiota!, ¿Qué clase de desastre hiciste esta vez? Más te vale limpiar todo antes de regresar.
«¿Limpiarlo?, Vamos líder de los capitanes, no vale la pena perder el tiempo con esas mierdas. Mire, esta vez no destruí nada»
El capitán Yoongi apenas entrecerró los ojos, y antes de que pudiera replicar, la misma mujer intervino:
—Capitán, destruyó el almacén completo.
Un tic nervioso apareció en la mandíbula del capitán Yoongi mientras se llevaba una mano al puente de la nariz, evidentemente conteniendo su frustración.
—¡Mocoso imbécil!—le espetó, elevando ligeramente la voz, aunque era más regaño que grito— ¿Cuántas veces te he dicho que no arrases con todo como si fuera tu patio de juegos?
«Ups, se me fue la mano. Pero mire el lado positivo, esta vez los cadáveres quedaron en un solo lugar. Progreso, ¿no?»
La sala quedó en silencio por un instante. El capitán Yoongi suspiró con un cansancio que parecía venir de años lidiando con este tipo de situaciones.
—Solo regresa idiota, antes de que me arrepienta de haberte dejado ir.
Park Jimin soltó una risa ligera, como si todo esto fuera un juego, y la transmisión se cortó.
Descarado.
Ese era el único término que se me ocurría para describirlo. Un descarado completo, con una arrogancia irritante que parecía no tener límites. Una parte de mí estaba molesta, pero otra parte... otra parte no podía evitar querer saber más.
Ah, la curiosidad humana... Ese impulso irresistible de mirar, de buscar respuestas, incluso cuando las respuestas nos aterrorizan. ¿Qué es lo que sientes ahora? Miedo, fascinación... o ambas? Pero claro, ¿quién podría culparte? Al final, todos somos igual de predecibles: incapaces de apartar la mirada de un desastre en marcha. Qué criaturas tan patéticas, maravillosas, y deliciosamente hipócritas.
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