Capítulo 6: Al Día.
[Islington, Londres, 8:30 AM]
—Esta es su oficina, señor Prince. Sobre el escritorio están algunas normas y leyes importantes que al señor Harmont le gustaría que estudiase para familiarizarse con Inglaterra, disfrute su estancia y bienvenido.
La mujer pelirroja que guiaba a Andrew hasta aquella oficina sonrió tras sus palabras y luego se marchó del lugar dejando al muchacho solo quien apreciaba lo lujoso de aquella habitación. El pelinegro cerró la puerta luego de algunos segundos, se acercó a la ventana para echar un vistazo y luego se dirigió al escritorio cercano, se sentó sobre la silla y observó aquel documento.
—Al menos tengo con que entretenerme mientras cae la noche. — pensó en voz alta al mismo tiempo que tomaba aquellos archivos y comenzaba a abrirlos.
Tras una media hora de lectura y poca concentración, alguien llamó a su puerta y luego la abrieron.
—Señor Prince, me alegra encontrarlo aquí. ¿Cómo va su adaptación? — preguntó el hombre que entraba al lugar, tratándose de Jeffry.
—Yo… intento hacerlo lo más rápido posible, olvidaba lo difícil que es usar la vista para leer. — contestó el pelinegro quien cambió el tema al notar la mirada confusa del hombre frente a él. —¿Qué lo trae hasta acá? — preguntó.
—Tengo un caso particular y pensé que podría ayudarme con él, sé que apenas aprende las leyes de aquí pero me encantaría que formara parte, sería un buen comienzo. — contestó Jeffry medio sonriente esperando una respuesta positiva del pelinegro.
—Bueno, soy de rápido aprendizaje. ¿Qué necesita? — agregó Andrew.
[Estación de metro Paddington]
Muchos pasajeros esperaban al tren en la estación cargando varias maletas pues aquel transporte conectaba con la terminal hacia el aeropuerto Heathrow en Londres.
—Acá están sus cosas señorita Brismonth, no olvide su bolso de mano. — dijo el empleado de servicio mientras le entregaba aquellas cosas a la rubia.
—Muchas gracias, muy amable. — contestó Amy después de tomar su bolso.
La chica salió de la estación de metro encontrándose con la ciudad de Westminster, una cultura diferente pero ya conocida por la muchacha, apreciaba con atención cada detalle, los edificios, las personas, los transportes, luego de algunos segundos sonrió y siguió su camino en busca de un taxi camino al centro de Londres.
Bushida había regresado a Inglaterra, Mónica lo esperaba en aquel lugar de Greenwich para comentar las últimas novedades.
—¿Qué tal fue dirigir esto sin mí? — preguntó el japonés con tono serio.
—Podría acostumbrarme, veo que no vuelves muy contento. — contestó la pelinegra. —Tengo noticias que podrían alimentar ese mal humor. — agregó.
Bushida dirigió una mirada a la chica y luego caminó hasta el estante de vino cercano, tomó una copa y una botella, la abrió y comenzó a servirse.
—¿Qué desastre causaron ahora? — preguntó el japonés.
—Nuestros guardaespaldas favoritos están muertos por culpa de la mafia… en respuesta y señal de advertencia asesiné a sus mejores hombres, ahora están más vulnerables.
—¿Y el negocio?
Mónica comenzó a reír tras la pregunta de Bushida.
—¿Crees que nos habrían atacado si hubieran aceptado, Hiroto? Debes poner atención cuando te estoy hablando. — soltó la pelinegra borrando su sonrisa mientras se acercaba al japonés.
—Cuida tu tono conmigo, yo soy el líder de esta operación, muéstrame más respeto. — contestó el hombre con algo de enojo.
Mónica lo miró a los ojos, le dedicó una falsa sonrisa y luego contestó.
—Vete a la mierda. — dijo, para después dar media vuelta y alejarse.
Bushida comenzó a reír a espaldas de la pelinegra y luego habló.
—Prepárense para el próximo ataque, ya tengo un plan… trae al novato, vamos a ver si está listo. — dijo el japonés.
Andrew caminaba por la ciudad de Islington junto a Jeffry, este último platicaba con el pelinegro sobre el caso del que recién le comentaba mientras él ponía atención con su oído al mismo tiempo que observaba los paisajes de aquel lugar.
—Es un caso parecido a lo que sucedió con Blake… ¿no crees? — preguntó Harmont.
—Sí, es algo similar pero no conozco muy bien las leyes de aquí así que no sé si podremos aplicar el mismo concepto contra este sujeto. — contestó Andrew.
El par se frenó ante un cruce peatonal esperando que el semáforo les alertara para cruzar hacia el otro lado de la calle, Jeffry siguió hablando sobre el caso mientras el pelinegro le ponía atención, sin embargo se desconcentró en medio de la plática cuando un taxi pasaba lentamente frente a ellos. Andrew se concentró en la pasajera qué llevaba aquel transporte, una rubia alta qué lo miró de pies a cabeza con una expresión de sorpresa.
—¡Alto, por favor! — exclamó aquella rubia al conductor quien se detuvo de inmediato.
Amy bajó de aquel taxi, dirigió su mirada al pelinegro quien también la observaba, había algo diferente en él.
—Señor Prince, el semáforo… ya podemos cruzar.
—Adelantate señor Harrison, iré enseguida. — contestó Andrew mientras seguía mirando a la mujer.
—¡Prince! — exclamó Amy, con enojo y timidez.
De inmediato el muchacho reconoció aquella voz, dio un par de pasos para intentar acercarse pero la rubia caminó más rápido y se acercó primero.
—¿Amy? — preguntó al sentirla cerca.
La respuesta de la chica fue una bofetada muy fuerte hacia Andrew quien luego de aquel golpe recibió un abrazo de la misma magnitud.
—Eres un imbécil, idiota, irresponsable y mal amigo… — soltó la rubia.
—Amy, ¿qué estás haciendo aquí? — preguntó Andrew mientras abrazaba de igual forma a la chica.
—¿En serio eso es lo primero que vas a decirme, Andrew Prince? Estábamos preocupados por ti, no sabíamos nada…
—Lo sé, por eso envié la carta, para que supieran que estoy bien, no tenías que arriesgarte a venir…
La rubia se separó de aquel abrazo y miró al muchacho con semblante serio, Andrew se dirigió hacia Jeffry y le habló.
—Lo siento señor Harmont, es una amiga que viene de muy largo con una emergencia y necesito ir con ella.
—No hay problema, te veré mañana en la oficina… — contestó el hombre, algo confuso por los recientes sucesos y por la actitud de la rubia.
—¿Qué planeas hacer? — le preguntó Amy al hombre frente a él.
—No podemos hablar de esto aquí afuera, entra al taxi, iremos a mi departamento. — contestó el muchacho mientras tomaba a la chica de la mano y la guiaba hacia el auto.
—¿Desde cuándo puedes ver de forma normal? — preguntó de nuevo.
—Es un largo tema Amy, entra. — contestó de forma poco amigable, ambos entraron al auto donde Andrew indicó al chófer donde llevarlos.
Al llegar a las afueras de aquel lugar, Andrew ayudó a Amy con sus maletas, subieron hasta el departamento del pelinegro y las colocaron cerca de la puerta.
—Esto es más lujoso que Nueva York… — susurró la chica al ver aquel lugar.
—En Nueva York no pagan mi departamento. — agregó Andrew medio sonriente. —¿Quieres algo? Una copa de vino, una cerveza, champagne…
Amy caminaba por el lugar, se acercó lentamente a la ventana cerca de la sala de estar mientras escuchaba a lo largo la voz del pelinegro, echó un vistazo y observó unos pisos más abajo como unos niños jugaban en una vieja cancha de fútbol.
—Tierra llamando a Brismonth, aquí tienes. — dijo Andrew mientras le ofrecía una cerveza a la rubia.
—Lo siento, me perdí por un segundo… gracias. — contestó para después tomar aquella botella.
—No quiero ser descortés y sé que apenas estás llegando, pero necesito saber porque viniste y cuando planeas irte. — soltó de forma el hombre.
Amy le dirigió una mirada fúrica a Andrew, tragó grueso y luego habló.
—Vine a tratar de convencerte de que vuelvas a tu antigua vida con tus viejos amigos, aunque por lo que estoy notando eso ya no te interesa.
—Me interesa mucho, recuperar mi viejo estilo de vida es algo que estoy tratando de hacer. — contestó el pelinegro.
—No hablo de esa vida, Andrew. No me refiero a las salidas a medianoche buscando delincuentes para enviarlos a la cárcel ni encontrando organizaciones poderosas que te pueden hundir… hablo de las salidas a tomar junto a Frank, las partidas de pool, las pláticas, los corazones acelerados, los silencios incómodos… — dijo la rubia, susurrando aquello último.
—Amy, yo… — dijo el hombre, se interrumpió a sí mismo para pensar mejor lo que diría. —Sí, extraño todo eso, me hace mucha falta trabajar junto a ustedes. Pero tú y McCoy, saben perfectamente que mis acciones como Andrew Prince son mi verdadera máscara, mi vida es hacer lo que hago.
De repente la sala se llenó de un silencio tenso, las últimas palabras de Andrew retumbaban en la cabeza de la rubia por algunos segundos hasta que decidió romper la tensión.
—Lo que sea que estés planeando, Andrew, se saldrá de control y terminarás lastimado o incluso muerto.
—Tuvimos esta conversación muchas veces y créeme que ya estoy harto de ella. Es mi vida y esto es lo que escogí hacer, la Disidencia tiene una deuda conmigo y se la voy a cobrar por las buenas o por las malas. — agregó el pelinegro.
Amy tragó grueso ante las palabras de aquel muchacho, por alguna extraña razón sentía que no estaba hablando con él, desconocía totalmente a aquel hombre.
—Yo tengo que irme, debo buscar un lugar donde quedarme… — dijo la rubia mientras dejaba aquella botella de cerveza sobre la mesa cercana.
—Oye, no tengo problema con que te quedes acá, comienza a hacerse tarde para buscar un lugar cómodo. Puedes usar la cama, yo dormiré en el sofá.
—No hace falta, gracias por la sugerencia. — contestó Amy mientras se ponía de pie, Andrew se acercó para impedir que se marchara.
—En serio, no es problema, supongo que te quedarás hasta convencerme de irme así que, mañana puedes buscar un lugar con más calma. — dijo el pelinegro quien tomó su botella de cerveza y la de Amy, le entregó su botella a la rubia y añadió. —Tú la cama, yo el sofá, cómo en los viejos tiempos. — agregó mientras sonreía.
Amy tomó la botella, dudosa, sin embargo sonrió levemente al ver como el pelinegro también sonreía.
—Está bien, pero esto no te quita lo tarado y testarudo que eres. — contestó.
—Sí, eso… nada lo hará. — dijo Andrew.
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