Capítulo 10: Información de Alto Valor.

[Manchester, 23:00 PM]

Una patrulla policial se estacionó frente a una acera, a un costado estaba la entrada al metro de la ciudad, un hombre se bajó del auto desde uno de los asientos traseros.

—Gracias por traerme, Scott. — dijo el hombre mientras se asomaba por la ventana. —Qué tengan una buena jornada nocturna.

—Gracias, agente Simmons, buenas noches. — contestó el oficial que conducía, luego aceleró para marcharse.

El otro sujeto quien cargaba con un pequeño bolso cruzado se dirigió hacia la entrada del metro, sin embargo se frenó antes de entrar al notar algo extraño, un hombre arrastraba lo que parecía un cuerpo por la acera hasta la entrada de un callejón.

—Mierda… — susurró Simmons, sin pensarlo mucho se dirigió hasta aquel lugar, cruzó la calle y antes de entrar al callejón metió la mano en su bolso cruzado y sacó un arma, luego de asegurarse que se encontraba cargada entró. —¡Alto ahí! Dese la vuelta lentamente. — soltó mientras apuntaba con el arma.

Sin embargo, el hombre se percató que en el lugar no había nadie, bajó su arma lentamente algo confuso por la situación en la que estaba, luego sintió como alguien lo tomó por el cuello y en una rápida acción lo dejó inconsciente.

—Traiganlo, hay que sacarle la información… muy buen encantamiento de ilusión, Evans, sigue practicando con esa varita. — dijo un hombre con un traje rojo similar a un samurai, tapaba su cara con una máscara de ninja del mismo color.

Varios hombres de La Disidencia aparecieron y tomaron a aquel sujeto en el suelo para llevárselo largo de ahí, al levantarlo algo cayó de su bolsillo, Mónica se agachó para tomarlo, un objeto redondo con un color oro y unas letras en él.

“MI-5 / Inteligencia”

[Islington, Londres]

Nómada entró a aquel departamento junto a Harmont, este último seguía algo impactado por lo sucedido hace algunos minutos en su departamento, el tipo tomó asiento en uno de los sofás al entrar.

—D-dónde está el señor Prince? — preguntó.

El enmascarado se acercó a un espejo de la habitación, levantó su camisa para intentar mirar algo sobre aquella herida pero no notó nada extraño.

—No está, podrías agradecerme. — escuchó decir el enmascarado a aquella voz gruesa y tenebrosa.

—¿Dónde estás? … ¿Quién eres? — preguntó en voz alta.

El hombre no recibió respuesta, bajó su camisa y se dirigió hacia Harmont.

—Escucha, tal vez fue una mala idea llamar a Andrew, si tiene de amigos a justicieros algo tocados de la cabeza… sin ofender, señor Nómada.

El hombre de negro frente a él solo se limitó a guardar silencio, luego de algunos segundos se quitó la máscara de su cabeza dejando ver su rostro.

—Tienes suerte de haberme llamado. — contestó el pelinegro.

Harmont observó al hombre con cara de sorpresa, impactado por aquella acción se encontraba en un estado de shock.

—¿Cómo…? Espera, tú fuiste el culpable de encerrar a Blake, la caída de su edificio en Nueva York…

—Escucha Harmont, el que hará las preguntas hoy seré yo y comenzaré con algo leve. ¿Por qué La Disidencia intentó asesinarte?

El hombre sobre el sofá guardó silencio, sin embargo se espantó un poco al notar como Andrew se acercaba a él.

—No me importa quedarme sin empleo, estoy siguiendo a estos tipos desde hace algunos años y ahora están aquí en Londres… te dejaré ir después de que termines de responder mis preguntas.

—No puedo hacer eso señor Prince… — contestó Harmont. —¡No, por favor! Está bien, lo haré, lo haré. —soltó luego de ver como el pelinegro levantaba su puño en dirección a su cara.

Andrew se alejó un poco, luego de unos segundos se dirigió hacia el refrigerador y sacó dos cervezas, entregó una a Harmont y luego se sentó.

—Será una noche larga. — dijo el pelinegro.

Aquel hombre había abierto sus ojos, no pudo percatarse de donde estaba pues el lugar estaba totalmente oscuro, lo único que pudo sentir fue sus manos atadas al respaldo de la silla en la que se encontraba sentado.

—¿Hola? — preguntó en voz alta. —Carajo…

De repente escuchó una puerta abrirse, un haz de luz salió de aquel lugar dejando ver a un hombre extraño para él entrar en la habitación, tratándose de Bushida con su traje rojo.

—Buenas noches, agente Simmons… espero esté cómodo, esto será un largo interrogatorio.

—¿Quién es usted? No logrará sacarme nada, sea lo que sea que quiera saber. — soltó aquel hombre sobre la silla.

Bushida se acercó un poco, rápidamente sacó un pequeño cuchillo y lo clavó justo en la pierna de Simmons, el sujeto soltó un pequeño quejido de dolor.

—Eres del MI-5, ex militar de la armada Británica, sé lo que eres, lo que hiciste y lo que haces, sé el entrenamiento que llevó por lo tanto también sé que sacarle información no será fácil… pero siempre hay algo que hace ceder a las personas como usted. — dijo el japonés.

—Quien quiera que sea usted, puede irse a la mierda. — contestó Simmons.

Bushida hizo una seña con su mano, tras él se acercó uno de sus hombres con una carpeta, el japonés la tomó y la abrió, sacó un par de fotos y les dio un vistazo.

—La medalla de honor por el rescate a sus compañeros en el Congo… Me gustaría saber, señor Simmons, si sus compañeros sabían que usted mismo los puso en ese peligro. — dijo Bushida mientras le daba vuelta a la foto para que el hombre en la silla también la mirara.

—En la guerra hay secretos que es mejor guardar… como ese. — contestó Simmons.

—¿Y puede dormir bien luego de saber eso? Vaya, hay personas peores que otras pero en fin. No estoy aquí para discutir su pasado si no porque necesito algo de su presente así que ahorremos tiempo.

—Creo que no fui muy claro cuando dije que puede irse a la mierda, maldito ninja extraño… — las palabras de Simmons se vieron interrumpidas gracias al golpe qué recibió en su cara por aquel hombre de rojo, luego sintió como lo jalaron de su camiseta.

—Escuche, llevo un tiempo sin hacer esto así que imagino que estoy algo oxidado, pero conozco a alguien que no lo está, creeme cuando digo que no quiere ponerla a prueba… — dijo Bushida para después sacar otra foto de aquella carpeta. —... Sobre todo cuando la vida de su esposa e hija dependen de lo que esté sucediendo aquí. — agregó para después mostrarle aquella foto al hombre frente a él.

—Maldito hijo de perra… — soltó Simmons al ver aquella foto, su esposa y su hija también estaban atadas a sillas y de fondo se observaba a Mónica Evans amenazandolas con sus espadas.

—Quiero información sobre la operación qué planean en Londres contra las mafias.

—¿Cómo sabe esa información? — preguntó Simmons con semblante serio.

—Yo también tengo contactos. — contestó el japonés, luego desenfundó una katana y la colocó sobre el cuello del agente. —Comienzo a perder la paciencia, Simmons, una simple llamada hará desaparecer a tu familia de este plano así que habla ahora.

—Hace algunos meses me asignaron este caso, estuve viajando por varios lugares de Estados Unidos hasta que una fuente informó que podrías estar aquí y bueno, así llegué aquí.

—Entonces el MACUSA te envió… Eres un buen actor, Harmont. — dijo Andrew al hombre frente a él.

—No, de hecho no tenía idea de que tu fueras Nómada, solo me asignaron el caso para buscar a Andrew Prince… — agregó aquel hombre.

El pelinegro se puso de pie y se dirigió hacia el refrigerador de nuevo para tomar otra cerveza, la abrió y comenzó a beberla.

—Ahora la pregunta más importante aquí es la siguiente: ¿Por qué te busca La Disidencia?

—Yo… bueno, el MACUSA me metió en eso, el rumor sobre la organización llegó a América y me pidieron investigarlo también, hice un par de preguntas a personas equivocadas y supongo que así terminé en su mira. — contestó Harmont.

Andrew dudó un poco del argumento de aquel hombre, se acercó nuevamente a aquel sofá.

—¿Y lograste encontrar algo sobre lo que sea que estén haciendo? — preguntó de nuevo.

—Son unos psicópatas, señor Prince… peor que usted. — soltó eso último con una ligera sonrisa para liberar la tensión. —Planean un sin fin de cosas pero Nueva York ya no es su objetivo, quieren ver a Londres caer primero y luego hacerse con el resto de Europa. Vigilan todo, a todos, incluyendo a Nómada y sus allegados pero no están solos, tienen un aliado muy poderoso en Nueva York y tú sabes quien es.

—Blake… — susurró Andrew.

—Aparte de mi ataque mencionaron algo más, dos secuestros… uno en Manchester, un agente del MI-5 y otro acá en Londres, vigilaban a alguien de apellido Brismonth. — añadió Harmont.

—¿Amy Brismonth? Mierda… — susurró Andrew.

El pelinegro rápidamente se puso de pie, tomó la máscara qué había puesto sobre el sofá y en un abrir y cerrar de ojos salió de aquel departamento.

El agente Simmons estaba casi inconsciente gracias a los golpes que había recibido por parte de aquel ayudante de Bushida, el hombre torturado no había soltado aún la información deseada por el japonés. Este último se acercó a un teléfono fijo, lo levantó y marcó un número.

—¿Hola? — contestó una voz femenina del otro lado.

—Primero la niña. — dijo Bushida, luego acercó el teléfono al oído de Simmons.

De fondo, escuchó los gritos de dolor de una niña al igual que los de su esposa.

—¡Deténgase maldito miserable! — exclamó Simmons con sus pocas fuerzas. —Le daré lo que quiere… — susurró aquello último.

Bushida apartó el teléfono, se acercó un poco al hombre moribundo y habló.

—Pudo haberle ahorrado el sufrimiento a su hija… soy todo oídos.

—En unas noches será el ataque, una trampa para los miembros de las mafias en Londres, la idea era que cayeran junto a sus líderes pero parece que alguien se encargó de ellos… Será en el Midnight Bar, en dos días. — dijo Simmons con algo de dificultad al hablar.

Bushida medio sonrió, acercó de nuevo el teléfono a su oído y habló.

—Pon a la señora al teléfono. — dijo el japonés, luego lo acercó a Simmons.

—Cariño, la niña… — escuchó decir el agente a su esposa. —Todavía puede salvarse, solo fue su mano. — agregó entre lágrimas la mujer.

Simmons se puso rojo de la rabia pero luego también habló.

—Te prometo que volveré pronto.

Bushida apartó el teléfono del agente y lo acercó nuevamente a él para hablar.

—Tenemos la información, Mónica, te veremos en el punto acordado… — dijo el japonés. —Mata a ambas. — agregó, luego colgó el teléfono.

—Gracias por su colaboración agente pero ahora aprenderá que sus actos también tienen consecuencias, al inicio decidió traicionar a su familia para proteger su patria, eso le quitó una mano a su hija, ahora decidió traicionar a su país para salvar dos vidas inocentes… eso le traerá problemas con su agencia y para terminar el combo completo, no tendrá quien lo visite en su celda. — soltó Bushida de forma cruel para después dar media vuelta y marcharse.

—¡Suéltame maldito, no puedes hacerle eso a ellas, suéltame! — exclamaba Simmons con desesperación al ver como el japonés se marchaba sin ningún rastro de arrepentimiento, sus gritos cesaron al quedar inconsciente por un golpe de aquel otro sujeto en el lugar quien después se marchó siguiendo a su líder.

Del otro lado de aquella ciudad, Evans colocó el teléfono a un lado de la mesa cercana, a su alrededor estaban los cuatro hombres de La Disidencia qué Bushida había enviado para vigilarla, todos inconscientes en el suelo. La pelinegra se acercó a un armario cercano y lo abrió, ahí se escondían la esposa e hija del Agente Simmons.

—Tome la llave del auto y huya a la estación de policía más cercana, me encargaré de que su esposo sea encontrado con bien. — dijo Evans a ambas mujeres.

—Gracias señorita. — dijo la más joven quien tomó con sus manos intactas la mano de la pelinegra, luego de unos segundos las dos mujeres se marcharon dejando a Evans en aquel lugar.

La mujer sacó su varita y se acercó a sus hombres, comenzó a borrarles la memoria y con ayuda de su conocimiento algo avanzado les implantó falsos recuerdos para no ser delata con el japonés.

Andrew entró a la fuerza al departamento donde Amy se había quedado, comenzó a inspeccionar todo el lugar notando qué estaba patas arriba. Muebles volcados, objetos en el suelo, todo era un desastre.

—No, no, no… ¡Amy! — exclamó el enmascarado.

—No está aquí… se la llevaron. ¿Qué harás al respecto, Nómada? — dijo aquella voz tenebrosa en la mente del hombre.

Andrew caminó un poco por el lugar mientras sentía como sus pensamientos daban vuelta por toda su cabeza, luego se frenó y le dio un golpe seco a la ventana más cercana causando que el vidrio se rompiera por completo mientras un grito de coraje salió de su garganta.

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