Un sueño jamás realizado


El día estaba gris, tan gris y tan frío como siempre. Nubarrones de tormenta se comenzaban a formar alto en el cielo, soplaba un viento que era producto de uno de los tantos huracanes que llegaban a la isla por esos tiempos.

Minerva se encontraba sentada en el borde del edificio principal que ahora tenían como base, sus piernas colgaban y se movían tentando al destino a que la empujara, no tenía miedo de caer, no tenía miedo de que el viento y la lluvia la hicieran pescar un resfriado severo, no tenía miedo, ya no. 

Una ráfaga de viento le revolvió el cabello, que a pesar de los años seguía siendo corto e irregular, sentía la punta de los dedos y la nariz tan fríos que ni siquiera activando su don de fuego pudo adquirir calor, el clima se estaba volviendo más y más osco con cada invierno que pasaba.

Pero por una vez a Minerva no le importó quedarse allí esperando la llegada de la tormenta.

Había sentido mucho dolor en su vida, demasiado, gracias a eso había aprendido que todos los finales felices y en sentimiento en sí era un lujo de la ficción y los cuentos de hadas, por mucho que se hubiera esforzado simplemente ella no encontraba aquella alegría nuevamente, pero eso ya no importaba.

Ahora esperaba la tormenta para desahogarse, la única forma en la que se permitía llorar ahora era debajo de la lluvia, así, si alguien la miraba no podrían decir con certeza que las lágrimas que le empepaban en rostro eran suyas y no pequeñas gotas caídas del suelo.

Quería llorar, llevaba días queriendo hacerlo, pero no podía mostrarse vulnerable frente a Tania, no podía mostrarse triste cuando ella acaba de despertar y estaba pasando un periodo de luto por su pareja.

Aquello era otra razón por la cual quería estar allí, porque sabía que era demasiado injusto que Tania y Dahana no hubieran tenido su final feliz, ambas lo merecían. Aquel dolor era igual de abrumante que todos los que había experimentado.

¿Por qué sufría por la desdicha de una pareja? ¿Por qué aquello era demasiado para sí misma? ¿Por qué? ¿Por qué?

Minerva soltó un suspiro cuando las primeras gotas cayeron sobre ella.

Era un sueño jamás realizado que ambas habían merecido y el destino o la vida les había arrebatado.

Todo aquello sencillamente le afectaba porque... Era injusto.

Porque era la realidad y tenía que afrontarla, por muy tormentosa que fuera. 

Los humanos eran una espacie extraña, una que, por mucho que pasara el tiempo e interactuara con ellos conociéndolos a fondo no dejarían de sorprenderla, no dejarían de demostrarle lo estúpidos que eran sus sentimientos, en especial si se trataba de aquel que llamaban...

Amor.

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