Subasta

Capítulo III


La enorme sala que Vera había adaptado para recibir a sus visitas estaba llena de mesas redondas con suaves manteles blancos, adornadas con elaborados ramos de flores rojas, los cuales fueron colocados en el centro de cada una de las mesas dispuestas para los invitados. En medio del salón, una tarima relucía para que en el momento preciso quién estuviera allí captara toda la atención de los presentes.

De todas las personas invitadas, la mayoría ya estaba presente, solo dos asientos se mantenían vacíos, a la espera de que sus ocupantes aparecieran en cualquier momento para ocuparlos. Vera se mordía el labio y frotaba las palmas de sus manos contra la falda de su vestido carmesí para quitarse el sudor. Algunas de sus chicas, las más hermosas, repartían bebidas o aperitivos, el resto seguía en su jornada "laboral" varios pisos más abajo; teniendo en cuenta eso, y el hecho de que ella no había aparecido, sus nervios se alborotaban hasta dejarla en un punto en el que no había estado en muchos años.

— Mi señora. — Vera se volvió lentamente para quedar cara a cara frente a Arnold, él bajó la cabeza a la hora de dirigirse de nuevo a ella. — ¿Damos inicio?

— Aún no. — Vera se bebió de un sorbo el vino que tenía su copa. — Paciencia mi querido Arnold, faltan dos.

— Como ordene mi señora. — Arnold se retiró a un lado, manteniendo una distancia de cuatro pasos entre él y Vera.

En ese momento las cortinas de la entrada se abrieron y un murmullo recorrió la sala, los cinco líderes de los cárteles y sus secuaces guardaron silencio, solo se dedicaron a mirar. Por unos instantes el tiempo se congeló.

Vera le entregó la copa vacía a Arnold y salió disparada a la entrada.

Allí, en el umbral de la puerta estaba el terror de todos, la mejor líder no solo de Melien sino del mundo.

Emma Roeknor.

La joven miró a todos los presentes con sus profundos ojos esmeralda, su cabello rosa caía libre a lo largo de su espalda, iba vestida de negro; chaqueta, blusa, pantalón... E iba sola, una muestra de que no necesitaba guardaespaldas, una muestra de que ella sola podía acabar con todos si eso fuera lo que quisiera.

Si eso fuera lo que su maestra le hubiera ordenado

— Señorita Emma. — Vera se colocó frente a ella con una sonrisa tan sincera que hizo a Arnold temblar. — Es un placer y un honor para mí que haya venido, realmente lo aprecio mucho.

Emma chasqueó la lengua algo irritada.

— Gracias a usted por invitarme, por fin, después de tantos años puedo conocerla en persona. —Emma sonrió un poco, más para sí misma que para esa mujer. — Por fin, la gran Vera Filandy. También es un honor mi querida señora.

Vera se sonrojó inconscientemente, no esperaba tal reacción por parte de esa chica.

— Bueno, creo que es suficiente. Por favor Señorita Emma, no hagamos esperar a los demás y comencemos con la subasta, que espero, sea de su agrado.

Emma asintió.

— Viniendo de usted me espero algo glorioso, se rumora que sus chicas son...— Un leve brillo le bailó en los ojos verdes. — Especiales.

Vera seguía sonriendo, las comisuras de su boca dejaban entre ver un par de caninos blancos, relucientes, como perlas recién pulidas.

— No se va a defraudar, he seleccionado las mejores solo para esta ocasión.

Emma realizó un gesto y dejó que Vera la guiara a su mesa. Vera intercambió un par de palabras más con su invitada favorita, después se alejó un poco, le hizo un gesto a Arnold para que preparara a sus chicas y subió con paso firme a la tarima.

— Mis queridos invitados, hoy, en este día, los he llamado para que disfruten y participen en una subasta. Una subasta de mis mejores chicas, espero que sea de su agrado y...

— ¡Vera! — Un chico entró gritando al salón.

Vera alzó una ceja. Estaba acostumbrada a que todos se callaran cuando hablaba, estaba muy acostumbrada a que, cuando alguien la interrumpía era solo porque no valoraba su vida.

Sus rasgos, antes alegres, se crisparon.

— ¿Quién eres?

— Soy un mensajero. El señor Carlo, él...

Emma reconoció al joven que acababa de entrar, era la mano derecha del viejo que había matado la noche anterior, recordarlo le provocó náuseas y un fuerte dolor de cabeza.

"¿Qué haces aquí maldito?"

Pensó sin mostrar un cambio en su rostro, se mantuvo neutral, jugando con su copa y el vino servido en esta.

— Él...

— ¿Qué? — gruñó Vera apretando con mayor fuerza el micrófono entre sus manos llenas de anillos.

Quien viera esas manos pensaría que algo tan delicado, suave y sensual sería incapaz de tener fuerza, pero en ese momento un ligero "crack" sonó en las bocinas cuando la fuerza de Vera incrementó, ranurando el mango.

— Lo mataron. Anoche, ellas... — Se calló de golpe al ver a Emma.

Emma puso una mueca divertida, era obvio que la reconocía. Dejarlo con vida sería un problema, pero ahora...

— ¡Perra! — Le escupió el hombre a Vera quién observó al muchacho con los ojos bien abiertos y ardiendo en fuego. — Maldita desgraciada, debí imaginarlo. Tú...

La paciencia de Emma no era poca, pero llegó un momento en el que ya no pudo más, se puso de pie a la velocidad del rayo, sacó una pistola que llevaba escondida en su chaqueta y disparó.

Fue un tiro hermoso, limpio y perfecto. La bala cortó el aire a una velocidad increíble, nadie hubiera podido salvarse. El chico solo pudo voltear antes de que le atravesara el cráneo, su sangre se esparció por la pared y sobre algunos manteles blancos que, de inmediato, se tiñeron de rojo. Emma volvió a guardar su arma con la misma rapidez con la que la había sacado y se sentó como si no hubiera pasado nada.

Todos la miraban, era obvio que ella era peligrosa. Emma no se molestó en seguir fingiendo que lo contrario, pero, en su mente deseó que conocieran a Nevor. Esa chica sí que daba pesadillas.

— Adelante mi querida Vera. — dijo con tranquilidad. — Puede seguir, ningún idiota va a volver a interrumpirla o a insultarla, aunque... — Emma revolvió el vino de la copa que tenía frente a ella. — Si alguien lo hace, creo que aún me quedan balas suficientes para callarlos.

Silencio absoluto.

Vera asintió contenta. Si Emma la defendía, si estaba de su lado nadie se atrevería a tocarla. Hizo un ademán a sus hombres para que retiraran el cuerpo antes de continuar con su discurso.

— Agradezco su ayuda señorita Emma. Creo que ya nos hemos alargado suficiente esto así que permítanme presentarles a mi primera chica. — Tuvo una pausa, señaló hacía el rincón donde Arnold entraba acompañado de una niña delgada, con cabello negro y ojos demasiado azules, tanto que parecían irreales. Estaba pálida y temblaba al caminar, su cuerpo era cubierto solo por un vestido transparente que hacía juego con sus ojos, ya que ambos eran del mismo tono, pero al ser apenas una tela ligera, dejaba ver toda la piel que había debajo. — Ella... — comenzó Vera tomando la soga que ataba las delicadas manos de la criatura. — Es Idunn, una dotada. —Un murmullo se extendió por el salón. — Su increíble don es el de conceder deseos pequeños.

Emma dejó de lado la copa intacta de vino y observó con cuidado a la niña. Idunn miraba a todos lados con miedo, con terror y asco. Vera la hizo probar su don, las ofertas dieron inicio poco después.

— Cien soles. —exclamó uno de los presentes, elevando un monedero en color esmeralda.

— Quinientos. — Se apresuró a expresar otro, dejando sobre la mesa en la que se encontraba sentado un fajo de billetes planchados y alineados.

— Mil. — El segundo del cártel "Stars" habló con desinterés, aunque sus ojos no habían abandonado en ningún momento el cuerpo de Idunn.

— Mil soles. — Vera relamió las palabras, brillaba de solo saber cuánto ganaría por vender tan poco en términos propios. — Mil soles a la una. — Idunn se estremeció. — Mil soles a las dos. Vamos, ¿Quién da más?

—Tres mil soles por aquí.

La sonrisa de Vera se ensanchó aún más.

— Tres mil soles a la una. — Emma sabía que eso ya era un precio excesivo para una compañera, nadie daría más. — Tres mil soles a las dos. — Idunn comenzó a sollozar. — Y, tres mil soles a...

Diez mil soles. — Emma subió los pies a la mesa, mostrándose triunfante. — Diez mil por esa pequeña, que se ve increíble.

Odió cada palabra que abandonaba su boca, pero no se permitió reprimirse, no cuando en ese lugar todos esperaban que dijera algo similar.

Que gozara de lo que pasaba, que lo disfrutara.

— Doce mil. — El mismo tipo de había dicho tres mil habló nuevamente.

Emma se mordió el interior de su mejilla, rayos, si la querían enserio.

— Veinte mil. — Ahora sí tendría que ponerse dura, un precio que nadie más pudiera superar.

— Veinte mil soles a la una. — Vera apretó la soga de Idunn. — Veinte mil soles a las dos. Y, veinte mil soles a las tres. ¡Vendido a la señorita Emma! — Le entregó la soga a Arnold. — Felicidades Idunn, quedaste en buenas manos.

Emma le guiñó el ojo a Vera y está inclinó la cabeza. Idunn se estremeció cuando Emma tomó su soga y la hizo sentarse en sus piernas.

— Bueno ahora tenemos a una joven que, con su maravillosa voz crea ilusiones. Mi querida Lilian. — La chica que entró a continuación era igual de delgada que Idunn, pero a diferencia de esta su cabello y sus ojos eran dorados, como el trigo, apenas un tono más brillante. Nuevamente Vera la hizo probar su habilidad y los precios no se hicieron esperar.

— Tres mil.

La oferta inicial no que quedó corta. Emma sabía que esta ronda sería mucho más difícil, mucho más complicada. A la gente nunca le gusta perder, a estos líderes no les gustaba perder, no toleraban que hubiera alguien mejor que ellos, así que comenzaron con más fuerza.

Iban a intentar quitarle, ganarle. Emma los dejaría, porque eso era todo lo que podían hacer, intentar.

Con las ofertas apareciendo una tras otra, la atención se había centrado en la nueva chica y ya no en ella, así que aprovechó el momento para bajar a Idunn de sus piernas y sentarla en la silla a su lado.

—Diez mil soles. — La líder del cártel "las calaveras" exclamó triunfante.

—Veinticinco mil.

Emma suspiró, iba a dejar que se pelearan entre ellos por un rato.

— Veinticinco mil soles a la una. — Vera acarició el hombro de la rubia, ella llevaba un vestido naranja con detalles más provocadores que el de Idunn. — Veinticinco mil soles a las dos. — La mujer que había dicho la cantidad de veinticinco mil miró a Emma desafiante. Emma meneó la cabeza, ella quería dejarlos jugar un rato, pero si tenían lo osadía de retarla no dejaría pasar la oportunidad para demostrarles su lugar. — Veinticinco mil...

Cincuenta mil. — Emma empezaba a aburrirse, a aburrirse enserio. Tenía ordenes, si alguien daba una cantidad ella la duplicaría, más y más, de ese modo no quedarían dudas de que la única vencedora era ella y nadie más que ella.

Vera alzó el mentón.

— Señorita Emma, veo que le gusta el drama.

Emma no pudo evitarlo, soltó una carcajada.

Sí, le gustaba, no tanto como a otras personas, pero, debía de admitir que en el fondo adoraba causar un poco de tensión.

— Está en lo correcto, adoro el drama. Ahora, ¿Alguien da más o me la quedo yo? — Nadie habló, sus caras de furia decían que era suya. De nuevo. — Me gusta eso, por favor, joven... —Emma se dirigió a Arnold, parado debajo de Vera, esperaba órdenes. — Mi premio por favor.

Fue cuestión de segundos antes de que tuviera a Lilian a su lado, junto a Idunn.

— Por último. — La expresión de Vera se endureció. — Una criatura que se supone debería estar extinta. — Algo en Emma se activó, se suponía que su don igual debería estar extinto, se suponía. — Una chica con poderes psíquicos, una chica de mirada de fuego, ella es... Ruby.

La siguiente en entrar era sin duda alguna hermana de Idunn, el mismo cabello, la misma complexión, el mismo rostro con mentón afilado. Lo único que cambiaba eran los ojos, los de Ruby eran rojos como la sangre, rojos como el vestido de Vera, rojos y terriblemente penetrantes. Ruby observó a su hermana, a Lilian y luego a Emma.

Emma solo conocía a una persona cuya mirada se asemejaba a la de un demonio.

Tania.

En el momento en el que Ruby la miró, un espasmo repentino se apoderó de su cuerpo. Agradeció en silencio que varias mesas se interpusieran entre ambas, porque, de otro modo, estaba muy segura de que esa joven no dudaría en saltarle encima y arrancarle la vida, aún si la única arma con la que contara fuera un par de exquisitas manos desnudas.

Rojo y verde entablaron una conexión.

Más tarde Emma se encargaría de rociar agua bendita en su cuerpo. El último pensamiento que tuvo antes de que Ruby apartara la mirada fue que, si bien, en la mañana solo conocía un demonio, ahora podía decir con algo de orgullo que ese número había aumentado a dos.

Reacia a moverse, o a hablar siquiera, Ruby se mantuvo firme en la tarima, fulminando a todos los que se atrevían a admirar su desnudez, apenas cubierta por prendas interiores. Vera la obligó a usar su poder, sometiéndola con amenazas y pellizcos bien disimulados, pero para su sorpresa esta vez nadie comenzó a lanzar ofertas una vez que se probó el valor de la joven.

— ¿Y bien? — La líder del cártel "las calaveras" miró a Emma con exasperación.

— Empecemos por ti, normalmente siempre ganas.

Emma se encogió de hombros.

— Me encanta divertirme, pero, si lo que quieren es acabar ya con el drama por mí está bien. — Estudió a Ruby con curiosidad. — Doy ciento cincuenta mil por ella.

— ¿Alguien más? — preguntó Vera.

— Nadie más.

— ¡Genial! — Emma obtuvo a Ruby en segundos y luego suspiró aliviada al ver que seguía con vida, y no en el suelo, estrangulada por las manos de ángel talladas en mármol.

— Bueno ya que hemos dado fin con la subasta quiero decirles que tengo grandes chicas con las que pueden pasar su tiempo, o, si gustan, pueden salir a caminar por los alrededores del hotel, la fiesta aún continua. — Vera descendió como una deidad y se acercó a Emma.

— Siento ser una maleducada, pero tengo que excusarme con mi señora, ya que debo volver. — Emma se puso de pie. — Hay asuntos que atender de inmediato, quizá luego regrese a pasar el rato, su lugar es agradable.

Vera la miró sorprendida, pero asintió, ella esperaba que Emma pudiera quedarse otro rato, y entre ambas desarrollar un momento agradable, que, con suerte, pudiera terminar siendo más íntimo. Más no se opuso, no era quien, para controlar a Emma, y obligarla a quedarse solo le daría una mala impresión de su persona, eso era lo último que quería. Así que optó por mostrarse amable, sumisa y servicial ante ella.

— La entiendo señorita Emma, vuelva cuando guste, mis chicas están siempre disponibles.

— ¿Le parece bien mañana?

— Desde luego, si es mañana puedo prepararle una sorpresa.

Los ojos de Emma comenzaron a teñirse de negro en los bordes, era tan suave que nadie notó el cambio.

— Me encantan las sorpresas, hasta entonces. —Tomó las sogas de las tres chicas. — Prometo que cuidaré bien de sus jovencitas.

Vera le acarició el mentón a Ruby, una amenaza sutil.

— Si le dan problemas mátelas.

— Eso haré, aunque sería un desperdicio matarlas cuando he pagado tanto por ellas. Pero, en fin, que pase un lindo día querida Vera.

Luego sin más se dio media vuelta y salió llevándose consigo a las tres jóvenes.

***

Afuera del hotel no había nadie, el carro de Emma había desaparecido, notando este pequeño detalle maldijo en voz baja y sin soltar las sogas marcó al número de su chofer.

—¿Marco dónde diablos estás?

Ruby estudiaba con atención a la líder que las había comprado, era joven, quizá de su edad, y tenía algo peculiar que no lograba identificar.

— Maldito idiota, ¿cómo esperas que regrese? ¿Crees que es tan fácil? —La voz al otro lado del teléfono masculló algo y Emma suspiró dándose por vencida. — Dile a la maestra que para la otra avise con tiempo y tú... Olvídate de tus tacos el fin de semana. — colgó poco después, soltando maldiciones apenas entendibles.

La calle no estaba tan concurrida por ser fin de semana, pero no tuvieron que esperar mucho antes de que un taxi pasara y Emma le hiciera una señal para que se detuviera. Abrió la puerta trasera e hizo subir a las tres chicas, ella abordó al último, ocupando un asiento junto a la ventana.

— ¿A dónde mi reina? — El conductor, un hombre algo grande y robusto les echó una mirada por el retrovisor y se detuvo al ver los cuerpos debajo de los vestidos transparentes.

— Calle de los susurros, avenida del sol, número #346. — dijo Emma, ignorando el piropo intencional tan básico que de solo escucharlo sintió dolor de cabeza.

El hombre escuchó la indicación en silencio, asintió y comenzó a conducir.

Idunn resbaló su mano en la de su hermana y esta giró para verla.

— ¿Qué vamos a hacer? — susurró la pequeña, pensando que Emma no podía escucharlas.

Ruby se encogió levemente de hombros.

— No creo que pueda acabar con ella.

— No lo harás. — replicó Lilian con la vista perdida en la ventana opuesta a la de Emma. — La viste en el salón, mató al primer disparo a ese chico. Además, siento que hay algo en ella, hay poder.

— Sí. — Ruby dejó caer la cabeza. — Salimos de un infierno para entrar a otro. De saber que esto pasaría hubiera optado por suicidarme.

Lilian apretó la otra mano de Ruby.

— No pensemos más, mejor hay que disfrutar del viaje.

Pasaron los minutos y todo era silencio, un silencio incómodo, pesado. Las tres no habían vuelto a susurrar nada y Emma iba con los ojos cerrados, Ruby creyó que se había dormido y estaba a punto de pedirle ayuda al conductor cuando Emma los abrió de golpe, sacó su pistola y se la puso al hombre en el cuello.

Idunn y Lilian ahogaron un grito.

— Bastardo creo que no escuchaste bien. — Los ojos de Emma eran totalmente negros, Ruby se estremeció al verlos, ya no había nada del verde esmeralda, el color fue absorbido por la oscuridad del enojo. — Dije, CALLE DE LOS SUSURROS, AVENIDA EL SOL, NÚMERO #346.

— Yo... — Intentó excusarse, pero era tarde.

— Quería llevarnos a tu bodega y violarnos, ¿no es así? — La cara de Emma era de piedra. — No creas que no te conozco. Rayan Crowen, 48 años, conductor autorizado y un hijo de puta violador. Quince crímenes de feminicidio, seis de violación y cuatro de maltrato infantil. La policía te busca, y mi grupo te está cazando.

Ruby se apretó contra el asiento, ¿cazando? ¿Quién era esa chica? ¿Quién carajos era Emma Roeknor? ¿Una criminal? ¿Una líder?

No.

La respuesta había estado en su mente desde antes que decidiera formular la pregunta, lo sabía, muy en el fondo siempre lo supo.

Una asesina.

— Regresa y llévanos a mi casa — ordenó Emma sin mostrarse amable. — Ahora.

No apartó el arma del cuello de Rayan, el auto dio la vuelta y regresó varias calles antes de meterse en una y parar. Emma sacó nuevamente su teléfono y marcó.

— "¿Sí?"—La voz que le respondió era escurridiza, somnolienta y apenas igualaba el tono filoso de Emma.

— Sal ahora. Te necesito Nev.

— "¿Que mierda hiciste?" — Se escuchó como se abrían y se cerraban las puertas, también el eco de pasos apresurados y un ligero resbalón.

— Encontré a nuestra presa.

— "¿Cuál de todas?" — La voz era irónica, divertida.

Ruby iba a decir algo cuando la puerta de la casa que tenían a lado se abrió y una joven con un bate apareció, Emma colgó y le hizo un gesto a su compañera para que se acercara. Nevor llevaba un sandwich en la boca el cual apartó, se acercó al taxi y se reclinó en la ventanilla delantera.

Hola. — saludó animada.

El conductor comenzó a temblar.

— Vaya, sí que eres miedoso.

— Nev. — Emma extendió la mano en dirección a Tania, ella le entregó una nueva arma con bastantes ganas, como si lo que le estuviera dando fuera su regalo de cumpleaños, y no una herramienta para asesinar. — Llévalas adentro.

Tania asintió y fue del otro lado a abrir la puerta, sacó con cuidado a las tres y al ver lo que llevaban puesto hizo una mueca.

— Bhabt e bierll eto.

— ¿Qué? — Preguntó Idunn parpadeando confundida.

Tania se sacó el sandwich de la boca.

— Habrá que cambiarles eso. — indicó, refiriéndose a los vestidos, luego sacó un cuchillo y les cortó las sogas. — Vengan, Emma se va a lucir y no quiero que vean eso.

Las tres la siguieron sin protestar. Una vez que Emma se quedó sola tomó ambas armas y disparó.

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