Capítulo XIII
Mark
Su noche de ensueño ya se había quedado unos días atrás, y si Mark tenía que describir cómo había sido aquel lapso de tiempo para él, la única respuesta que se le ocurría era esta: un tormento.
Yuta actuaba de forma extraña. Durante las clases se la pasaba sumamente callado, más no era porque estuviera atento, más bien era como si su mente no lo dejara bajar al mundo real. En los pasillos lo encontraba distraído y sus conversaciones no estaban fluyendo tan fácilmente como lo hacían normalmente.
Un poderoso temor se hizo incipiente. Cada vez que preguntaba si algo andaba mal y obtenía por respuesta un "No" o "Está todo bien, no debes preocuparte", el sentimiento se abría cada vez más paso.
¿Acaso había hecho algo mal?... ¿Había arruinado las cosas con ese casi beso? Aunque estaba medio dormido en ese momento, lo recordaba todo muy bien. Realmente, él lo había iniciado, y había tenido todas las intenciones de terminarlo, pero no fue así. Sin embargo, Yuta tampoco se alejó ¿Eso qué significaba?
Quizá lo había confundido, quizá estaba mucho más dormido que él y al darse cuenta de lo que sucedía se había arrepentido completamente. Si así eran las cosas, la había jodido en grande, justo lo que más temía.
Esa posible explicación le estaba haciendo estragos por dentro, como un retorcido árbol lleno de espinas a punto de pincharlo creciendo en su interior.
Pese a todo, si algo tenía muy en claro era que no quería dejar la situación en el aire.
Sabía que entre las peores sensaciones del mundo, estaba la de actuar como si no pasara nada cuando todo tu mundo estaba en caos absoluto. Fingir que no deseas que tu hermano pudiera vivir una vida normal de acuerdo a su edad o fingir que no estás enterado de que tu mejor amigo morirá y no puedes hacer nada para evitarlo eran las pruebas vivientes que él tenía para sustentar aquella idea.
Ahora tenía una más frente a él: fingir que quería seguir siendo únicamente amigo de Yuta, cuando estaba enamorado de él.
¿Quería que las cosas volvieran a ser tal como antes de admitir que su afecto iba más allá?
"Realmente... No."
Le habría dado muchas vueltas más, pero esa mañana, al llegar a la escuela, supo que no quería dejar pasar más tiempo. Después de vagar y vagar por el enredoso camino que eran sus pensamientos, viendo a la luna recorrer el cielo e incapaz de llegar al reino de los sueños, se había decidido: quería que Yuta supiera cómo se sentía respecto a él. No podía acallar por más tiempo sus sentimientos aunque así lo pronunciara. Incluso si debía resignarse a ser rechazado y dejar que el miedo lo consumiera como nunca antes, correría el riesgo.
Pero al ingresar al salón, no vio a Yuta por ningún lado. Tomó asiento y no despegó sus ojos de la puerta un sólo segundo, en caso de que apareciera. No lo hizo. En el almuerzo siguió sin divisarlo, quedó atrapado entre las caras de los desconocidos, comiendo en soledad. Según pasaban las horas, su corazón se comprimía y la alarma se acrecentaba. Pensó que si no lo encontraba en la escuela, quizá podría buscarlo en el trabajo después de esta, aún si eso implicara interrumpirlo.
Cuando el reloj estaba próximo a anunciar el final de la última hora antes de volver a casa, el inconfundible pelo castaño que deseaba encontrar fue visible entre la multitud al pie de las escaleras.
"Yuta." Dijo, lo más fuerte que pudo, pero dudaba haber sido escuchado. Trató de atravesar esa marea de estudiantes, encogiéndose y empujando lo más que fuera posible, estrujando sus cuadernos contra su pecho. Cuando llegó al rellano, soltó sus cosas y aceleró el paso. Llegó finalmente al tercer piso, vacío en su totalidad. Sólo quedaba subir a la azotea.
Subió el último tramo de escaleras y sin vacilación atravesó las puertas metálicas, siendo bañado en el acto por la luz solar. Entrecerró los ojos y miró alrededor. Cuando se acostumbró a la iluminación, lo vio a él, sentado en el suelo con la mirada fija en el horizonte, rodeando sus rodillas con sus brazos.
Reunió valor y caminó hasta él.
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Yuta
Todo el tiempo transcurrido desde la noche en la que vivió la magia, lo había pasado perdido en el laberinto de su mente, rogando por no acabar rompiéndose de un minuto a otro, deseoso de encontrar una salida libre de dolor.
En estos instantes se odiaba más que nunca. Odiaba estar respirando. Se odiaba por haber sido tan estúpido como para haberse enamorado otra vez, cuando no debería haber sido de ese modo.
Ya era inútil pelear contra sus sentimientos, pues ya estaban más que definidos tiempo atrás. Quería creer que no era así, y había intentado en vano forzarse a creerlo, pero estaba enamorado de Mark. La primera vez que lo vio hizo todo lo posible por ignorar la diminuta chispa que se había despertado en él, más después surgió la preocupación por el daño que se hacía, le siguió aquella inesperada amistad, los minutos compartidos se convirtieron en horas y las horas en días. Todo eso lo llevó a darse cuenta de que la única razón por la que continuaba manteniéndose de pie con todas sus fuerzas, era la existencia de Mark.
Le gustaba su dedicación, su entrega para ayudarle y enseñarle cosas que no tenía la obligación de, y sin esperar nada a cambio. Valoraba indescriptiblemente que le compartiera sus historias, que le leyera para pasar el rato juntos o escucharlo tocar la guitarra como solo él sabía hacerlo. Eran esos los momentos en los que su mundo perdía todo ápice de obscuridad, en los que ya no despreciaba estar en su piel y sentía arreglarse las grietas que percibía como parte de su ser.
No importaba cuántas vidas viviera, jamás podría merecerlo.
Por eso había estado evitando a Mark como mejor podía hacerlo, aunque fuera incapaz de alejarse completamente. La noche de las luces había querido besarlo con toda su fuerza de voluntad, pero eso era pedir demasiado. Con su sola amistad sentía que tenía mucho más de lo que merecía. Su amor nunca podría pertenecerle, no siendo quien era.
Si algo podía mitigar de forma minúscula el desprecio que se tenía, sería saber que Mark no compartiera los mismos sentimientos que él. Dolería en su corazón como si se lo arrancaran pedazo a pedazo, seguro, pero Mark no sufriría tanto como él. Al menos, eso quería pensar.
Trataba de serenarse observando el mundo cubierto de sol. El viento sacudía su cabello y rozaba su piel por debajo de la delgada camisa que traía puesta.
Inspiró, respiró y espiró, hasta que sintió su presencia, la causante de su felicidad y de sus miedos más profundos.
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Mark se sentó a su lado con delicadeza, le dedicó una mirada que denotaba intranquilidad y después se quedaron sin proferir sonido alguno, contemplando la ciudad. Mark fue el primero en atreverse a romper el silencio.
"Me tenías preocupado, no te vi en todo el día." Dijo con amabilidad.
Yuta tronó sus dedos dos veces antes de responder.
"Yo... No me sentía muy bien, lo siento."
"Está bien, solo... Hace tiempo que no faltabas, e-es todo." Mark contrajo los labios y desvió la mirada.
Una ráfaga de viento se hizo presente.
"Mark... ¿Qué es lo que más odias en el mundo?" Soltó Yuta, sin pensar, con temblor en la voz. Sentía las lágrimas a punto de formarse.
Mark se mostró desconcertado ante la pregunta, más su respuesta no requirió de mucha meditación.
"Los adioses, los detesto. También me aterran." Se abrazó a sí mismo sin dejar de ver el horizonte.
"¿Por qué?" Una interrogante estúpida, pero que quería ver respondida.
"¿No es obvio?" Mark inspiró "Un adiós implica una despedida definitiva, no ver a esa persona nunca otra vez, casi siempre por razones injustas. Yo realmente no lo soporto, me... Me enferma." Al decir aquello, intentó no moverse lo más mínimo. Tragó saliva con dificultad; no le gustaba llorar frente a otros, ni siquiera frente a su hermano, pero ahora... Estaba a nada de hacerlo.
No supo en qué momento, pero Mark descansó su cabeza en el hombro de Yuta. Hacerlo bastó para controlar el malestar que se estaba generando en él. Allí se sentía protegido como en ningún lugar lo había hecho. Quería quedarse allí para siempre, congelar ese momento en una esfera de cristal y jamás salir de ella, pero no era posible.
"Yuta, tú... no vas a decirme adiós ¿Verdad?"
No podría sobrevivir a otra despedida, ya no más, mucho menos si era la suya, quien le trajo algo de luz cuando las tinieblas lo acechaban. De igual manera, no esperaba que respondiera ¿Quién podría hacerlo? Tan sólo quería estar junto a él.
Yuta no dijo nada. Se sentía como el ser más repulsivo e indigno de amor en el planeta tras oír su contestación. Lastimar a Mark era lo peor que podría y lo último que quería hacer, y le devastaba lo cerca que se hallaba del final de ese camino.
Lo único que quería respirar en ese momento era la presencia de Mark junto a él, así que reclinó la cabeza contra la suya suavemente y buscó su mano con desesperación para sostenerla con fuerza. No quería nada más.
"Yuta." Pronunció Mark, aumentando la fuerza de su agarre mientras se volteaba hacia él.
"Mark." Respondió con dificultad y con los ojos acuosos.
Vio rápidamente sus labios, libres de cualquier cicatriz, justo como había querido. Esos labios que tanto anhelaba tener contra los suyos. Después se concentró en sus ojos, más preciosos que cualquier cosa en el universo, incluso más que la luz del sol.
Mark admiró las facciones de Yuta, que le parecían angelicales. Nunca se dio cuenta de lo mucho que sus labios le llamaban la atención, no hasta la noche en que casi descubre cómo se sentían. Su mirada era capaz de encapsular todos sus deseos en ese instante.
Finalmente, ninguno fue capaz de contenerse más.
Cortaron de inmediato con toda la distancia que los separaba, uniéndose en un tierno beso, poseedor de toda la fuerza de sus afectos. Yuta sabía que el contacto con los labios de Mark era lo más cerca que se hallaría jamás del cielo, si es que este existía. Para Mark, era su primer beso, y jamás habría imaginado que sería tan celestial.
Gradualmente fueron aumentando la intensidad del beso. Los labios del otro eran lo único que querían saborear hasta el fin de los tiempos.
Cuánto tiempo pasaron besándose era irrelevante, nada igualaría aquella sensación.
Pero llegó un punto en el que todo era demasiado para Yuta. Terminó el beso con lentitud, con el miedo recorriendo cada parte de su cuerpo una vez que procesó lo que acababa de pasar. Vio en el rostro de Mark rastros de felicidad y cariño, pero estos fueron transformándose en confusión, pánico y preocupación.
"Lo siento, Mark, lo siento mucho." Empezó a levantarse, intentando retener algo de aire.
"¿Yuta? ¿Qué sucede?" Dijo Mark, desconcertado "¿Hice algo mal...?"
"¡No! Tú no hiciste nada. De verdad, lo siento muchísimo." No fue capaz de detener esa primera lágrima que cayó por su mejilla.
"No, Yuta. Por favor, espera." Pidió, desesperado.
"No puedo, Mark. Por favor, perdóname."
Yuta huyó de allí lo más rápido que pudo, cruzó las puertas y bajó las escaleras como si estas estuvieran destruyéndose a su paso, lleno de arrepentimiento.
"¡Yuta, espera!"
Ignoró las súplicas de Mark y salió de la escuela. Muchos automóviles pasaban en la avenida frontal, no podía esperar hasta poder cruzar, por lo que giró a la izquierda en dirección a la pequeña colina cerca de la escuela. Subió las estrechas escaleras de piedra que llevaban hasta la cima, misma que regresó a él todos los recuerdos que tenía desde que había conocido a Mark.
¿Por qué había ido hasta allí? ¿Para torturarse?
Justo cuando llegó al primer descanso antes de aquella zona, el dolor le recorrió todo el cuerpo y tomó control de su cabeza. Se desplomó en el suelo entre quejidos. En el brazo piqueteado sentía que una daga era clavada y extraída repetidas ocasiones. No pudo contener los gritos.
"¡Mark! ¡Mark!" Gritó entre lágrimas.
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Años parecieron pasar mientras gritaba sobre la piedra cubierta de hierbas, dando vueltas y retorciéndose. Finalmente escuchó esa adorada voz de la que había querido alejarse.
"¡Yuta! ¡¿Qué tienes?!" Los ojos de Mark ya estaban llenos de agua.
No pudo ofrecerle una sola oración coherente.
"Yuta" Sollozó Mark "Buscaré ayuda, espérame aquí."
"¡No!" Se obligó a pronunciar "¡Mark, no te vayas!"
"Vendré rápido, lo prometo. Tengo qu-"
"¡Mark, no!" Peleó con todo lo que tenía contra el dolor, consiguiendo así alejarlo muy de a poco "¡Aagh! No... te vayas. Nadie podrá... ayudarme."
"¡¿Qué carajos dices?! ¡Traeré a un enfermero o a quien sea! ¡No voy a dejar-!"
"¡Mark, por favor, no!" Ordenó con todas sus fuerzas, apretando sus manos contra la cabeza. Estaba a punto de golpearse contra el suelo nuevamente, pero Mark se apresuró y dejó que dejara caer la cabeza contra su regazo, después la envolvió con sus manos.
Yuta siguió quejándose mientras Mark se debatía entre buscar ayuda o quedarse con él, hasta que se percató de un rojo oscuro que sobresalía de la manga derecha de su camisa. Parecía sangre.
"Yuta, quítate la camisa." Dijo, con lentitud.
"No, M-mark-"
"¡Yuta, quítate la camisa!" Repitió con firmeza. El castaño cedió por fin y Mark le ayudó a retirarse la prenda, sólo para encontrarse con una grotesca herida en su brazo. Las venas alrededor de ella sobresalían o completamente negras o de un rojo muy oscuro, había una marca circular al centro de la herida. Mark quedó pasmado ante esa visión.
"Yuta... ¿Qué te pasó?"
"Lo siento mucho..."
Yuta no pudo pronunciar nada más aparte de eso. Poco después, perdió la conciencia.
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Cuando abrió los ojos, se encontró recostado sobre un banco de piedra, en el mismo sitio donde había conocido a Mark. Las memorias volvieron a agolparse con violencia. Con trabajo y entre quejidos, se incorporó, frotándose la cabeza.
"¡Yuta!" Mark dejó de caminar en círculos a unos pasos de él y se le acercó con premura "¿Estás bien?"
"Yo... Eso creo."
"Imbécil, me asustaste mucho, maldita sea." Mark se sorbió la nariz y tomó aire para continuar "¿Q-qué carajos te pasó en el brazo? ¡¿Por qué huiste así?!"
"Mark..."
"¡¿Por qué no querías que lo viera?! ¡¿Es por lo que a veces faltabas o te veías mal en la escuela?! ¿Qué es-?!"
"¡Es la misma razón por la que no puedo estar contigo!" Estalló, con tal volumen, que se raspó la garganta. Mark lo miró en silencio, sin tener idea de nada.
"¿Qué estás diciendo?"
No tenía caso continuar con eso, y tampoco quería continuarlo. Estaba harto de guardárselo para él mismo. Mark merecía saber quién era él. Lo que era él.
"Mark, tengo algo que decirte... Mucho que decirte. Por favor, te pido que me escuches hasta el final. Después, entenderé si te quieres alejar de mí para siempre."
Mark se vio con la intención de decir algo, pero cerró la boca en una fracción de segundo. Tragó saliva y se sentó a su lado en el banco.
"Bien. Adelante."
Con su sola mirada, Mark le brindó toda la confianza y seguridad para empezar con su relato. Reunió todo el aire que le fue posible, apaciguando así su terror.
"Mark, yo... No soy un humano." La incredulidad empezó a aparecer en el rostro de Mark "Soy un vampiro."
Mark sacudió la cabeza, atónito. Después resopló y apretó los labios al terminar.
"¿Qué? ¿Te estás burlando de mí? ¿Crees que soy estúpido o qué?"
"Mark, no, yo no..."
Mark se dispuso a irse, lleno de ira, pero Yuta le siguió rápidamente y lo jaló de la mano con fuerza.
"¡Mark, por favor escucha!" Cuando consiguió que se volviera hacia él, sacó sus colmillos a relucir por primera vez en mucho tiempo y encendió el fuego de Irkadya en sus ojos.
"¿Qué...?"
Fue entonces cuando Mark pudo dar explicación al brillo que había visto en sus iris en el primer momento en el que lo vio. No lo había imaginado. Verdaderamente había fuego en sus ojos.
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Después de esa demostración, que le quitó cualquier deje de escepticismo con respecto a sus palabras, Mark aceptó quedarse callado todo el tiempo que Yuta necesitase para construir su relato, y también a guardarse todas sus preguntas hasta el final.
El castaño comenzó a hablar después de reunir cada palabra y detalle necesarios, dispuesto a no irse de allí hasta comunicárselos todos y cada uno. Mark se negó a mirar otra cosa que no fueran sus ojos.
"Mi especie es muy antigua, no es de este mundo. Venimos del reino de Irkadya, un lugar oscuro y repleto de todos los tonos de rojo que puedas imaginar, rodeado por un vórtice rubí. Podemos teletransportarnos, disfrazar la apariencia de las cosas, manipular mentes... Irkadya se volvió inhabitable hace dos siglos, debido a una irreversible contaminación causada por miles de años de sobreexplotación de los recursos y guerras sin sentido entre múltiples familias vampíricas. Lo poco que quedó de nuestra tierra se destinó al cultivo del Crymlet, una fruta que sólo crece en Irkadya y que es la única capaz de saciar nuestra hambre. Algunos crueles y despiadados que habían viajado a la tierra antes del desastre, sabían que la sangre humana funcionaba como una alternativa al Crymlet, y tras un corto lapso de discusiones, se decidió que el planeta sería nuestro refugio hasta que Irkadya pudiera habitarse otra vez, lo cual no ocurrirá pronto; mientras tanto, unos pocos se quedarían para mantener la producción de Crymlet y enviarlo a través de los portales periódicamente."
"Al llegar a la tierra, los más poderosos usaron sus poderes para que no se notara nuestra presencia y crear la ilusión de que siempre habíamos estado aquí como cualquier ser humano. Nos ordenaron no mantener ni el más mínimo contacto con la especie humana, a menos que fuera para aniquilarlos en beneficio propio. Creamos nuestras propias comunidades en todo el mundo, ocultas en la medida de lo posible y estrictamente vigiladas."
"Nunca estuve de acuerdo con nada de eso. Venir a un planeta ajeno y esconderse sólo para poder atacar a sus habitantes con tal de no morir me parecía abominable. Mis padres trabajaban en un campo de Crymlet, nuestra familia es de las pocas que hoy en día sigue sin pronunciarse a favor de la aniquilación de humanos, así que durante todo este tiempo racionamos nuestras reservas de la fruta para sobrevivir."
"Un día, cansado de estar encerrado en la mansión que mis padres habían construido para mí y la institutriz, detrás de los muros de la comunidad, estuve a punto de cruzar el límite que nos separaba de los humanos. Allí conocí a Sicheng. Por mucho tiempo él fue mi única compañía y apoyo además de mi mejor amigo Doyoung, el único que podía ofrecerme, aunque fuera sólo por pinceladas, algo del mundo que ahora habitábamos, sin sacarme nunca del mío. Él me alejó de la soledad. Me encariñé con su compañía y él con la mía. Salimos durante unos pocos meses, hasta que ya no pude seguir ocultándole mi parte vampírica y toda su historia, no sólo por nuestra relación, sino porque también deseaba que, algún día, nuestras especies aprendieran a coexistir. Quería ser parte de aquellos que lo iniciaran. Jamás me sentí tan aliviado como cuando dijo que no le importaba nada de eso y que no me abandonaría por ello."
"Un día, un guardia se acercó al callejón en el que nos veíamos a diario. Sicheng no podía correr por aquel entonces, pues tenía una lesión fuerte en el pie. Si nos atrapaban, ambos estaríamos muertos, así que hice lo primero que pude pensar y nos teletransporté a ambos fuera de allí. Sólo podemos movernos a sitios en los que ya hemos estado antes, y el único medianamente seguro al que podía conducirnos era mi propia casa. Pensé que allí estaríamos a salvo si lo mantenía conmigo, pero... lo que sucedió después fue fatal."
"Todo sucedió sin que pudiera darme cuenta de ello. Sin saber cómo, acabé matándolo, mis colmillos clavados sobre su cuello y yo empapado de sangre."
"Doyoung nos encontró y entre lágrimas me sacó de allí, antes de que algún vampiro oliera la sangre de Sicheng y me declararan traidor por haber revelado nuestra ubicación a un humano. Lo único en lo que podía pensar era en mi deseo de morir inmediatamente. Doyoung nos llevó hasta un lago en medio del bosque y me dio una llave que abría un portal que me llevaría a donde no había un sólo vampiro. Antes de que pudiera encontrarlo, un Rip Amora apareció y clavó su aguijón en mi brazo derecho. Los Rip Amora son el castigo que se le da a los traidores que no pueden encontrar, su veneno te destruye muy lentamente, acaba de a poco con tu visión, tu audición y tu fuerza. Puede durar por meses o años, hasta que llegue el día en el que sangres incontrolablemente y te disuelvas en cenizas."
"Doyoung me ayudó a moverme después de eso, esa fue la última vez que lo vi. He estado viviendo en un edificio abandonado desde entonces. Por un año he sufrido los efectos de la picadura y la realidad es que... no sé cuánto tiempo me queda. Por eso fueron tantas las veces en las que no pude venir o me veías quejándome de dolores de cabeza o de cuerpo. Por eso es que no quería acercarme a nadie otra vez, porque sabía que tarde o temprano dejaría de respirar y tenía mucho miedo de hacerle daño a alguien otra vez como a Sicheng." Tuvo que detenerse un segundo, pues el llanto estaba a punto de anegarlo "Pero te vi a ti, lastimándote de ese modo y simplemente no pude soportarlo, quería hacer lo que estuviera en mi mano para evitarlo, sin importar de cuánto tiempo dispusiera. Ahora sé que debí haberlo pensado más... Lo lamento, Mark."
Sus lágrimas fueron interrumpidas por lo último que esperaba recibir: Mark envolviéndolo entre sus brazos.
"No." El pelinegro rompió su quietud "No te lamentes por esto, porque yo no lo hago."
Mark se aferró a él como si así pudiera arrebatarle toda la tristeza, dolor y arrepentimiento que lo consumían y se reflejaban en cada palabra que había pronunciado. Lamentaba muchas cosas, pero el haberlo conocido no era una de ellas.
"Yuta, mírame. Lo que le hiciste a ese chico no fue tu culpa. No puedo imaginar lo que debiste haber sufrido cuando sucedió, pero sé que tú no habrías querido lastimarlo jamás. Sé que nos conocemos desde hace poco... Pero después de ti, mi vida dejó de sentirse como días que pasaban completamente vacíos por primera vez en meses. Que seas un vampiro no cambia en absoluto lo que has hecho por mí."
"Antes de ti, estaba solo casi todo el tiempo, no dormía bien, mi ánimo casi siempre estaba bajo o irritable y los recuerdos de las cosas y personas que me faltaban me lastimaban todos los días. Tú lograste que dejara de arrancarme la piel de los labios, algo que creí que nunca pasaría, y además... Tú eres la primera persona por la que siento algo más que amistad."
"Mark... ¿Qué?"
"Estoy enamorado de ti, Yuta." Declaró Mark, trabajosamente, con sus mejillas repletas de agua.
Sintió centenares de golpes en su pecho, y la salvaje vorágine de sentimientos lo poseyó.
"Y yo de ti, Mark."
Sollozando, Mark asió la mano de Yuta y ambos unieron sus frentes. El sol ya se hallaba abandonando el cielo poco a poco.
"Escúchame. Quiero ser para ti lo que tú has sido para mí, y es por eso que no voy a abandonarte, Yuta. No importa cuánto tiempo sea, no te dejaré solo. Hasta el último día, voy a acompañarte ¿Oíste? No iré a ningún lado."
Yuta asintió tembloroso, colmado de gratitud. Bajo el cielo del atardecer, lo último que deseaba era irse a casa. Todo lo que necesitaba era tener a Mark a su lado.
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