Capítulo II
Yuta
A veces surgía en él la necesidad de subir al punto más alto que estuviera más cerca, y pasar un buen rato sin hacer nada más que observar el cielo pasar sobre él. Quizá era porque pasaba tanto tiempo del día pensando en cuándo sería su última hora, que prefería estar en donde el viento pudiera alcanzarlo fácilmente en cuanto su cuerpo se convirtiera en pétalos de rosa, mismos que luego se volverían ceniza.
En esos momentos nada le cruzaba la mente, sólo se concentraba en las nubes, el color del cielo y la luz del sol.
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Los pasillos estaban reabasteciéndose de gente a pasos lentos. Yuta se había acostumbrado a pasar entre las personas sin que estas repararan en su presencia ni él en las suyas, como si formaran parte de planos diferentes de la realidad, lo que por cierto tenía algo de verdad.
Ese día había tenido muchos dolores de cabeza, y en una ocasión sintió que se le rasgaba el brazo allí donde el Rip Amora le había picado un año antes. Todo esto iría a peor en cuestión de semanas.
Tenía la mirada puesta en el camino de piedra y en los setos que lo adornaban a su izquierda. Cuando estaba por cruzar la acera y emprender su ruta al lugar que tenía por casa, distinguió a "Lee" en el otro lado, sentado en una banca esperando el autobús de regreso. Con la mano izquierda jugueteaba con un colgante dorado cuya forma no podía identificar, más con la otra estaba haciendo algo inquietante: se arrancaba la piel de los labios y esperaba a que brotara la sangre. Movido por aquella visión, Yuta se dispuso a acercarse a él, pero la llegada del autobús sacó al chico de su trance, y subió al vehículo rápidamente.
Yuta estaba extrañado, nunca había visto a nadie hacerse daño de esa manera, y la tranquilidad en la expresión del chico mientras lo hacía le generó una preocupación alarmante. Se preguntaba qué pasaba por la mente de Lee en ese instante, y las posibilidades no eran para nada alentadoras. Estuvo todo el camino a casa intranquilo por la situación.
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El portal que había atravesado lo condujo al interior de un bosque muy frondoso. La desorientación causada por la magia y las emociones de aquel día era dolorosa, más se las arregló para salir del agujero que había en la tierra al pie de un árbol y caminó en busca de un lugar para continuar con su corta existencia. Le tomó horas, pero logró salir del bosque y encontrar un edificio abandonado en condiciones más que aceptables, su mayor defecto era la vegetación que lo cubría por fuera, pero el interior estaba bastante ordenado, y si bien polvoriento, nada que no pudiera soportar. Había elegido como su guarida el piso más alto, en cuyo dormitorio había muchas macetas con diferentes plantas ya bastante crecidas, una cama para dos personas, una mesa y un armario. No necesitaba nada más.
La alimentación no era un problema, o al menos no uno que le importara. No había Crymlet a su disposición y desde luego que no iba a beber sangre humana. Nunca más. Podía comer cualquier cosa que los humanos consumieran, y aunque no ayudaría mucho con sus fuerzas, era preferible a sentir un vacío en el estómago.
Las lámparas de ese piso no funcionaban, pero luego de hacer una inspección a la construcción entera, halló guardadas en cajas selladas guirnaldas de luces, algunas prendas de su talla o algo más grandes que jamás habían sido usadas, libros y pinturas muy bellas. Había usado todo aquello para darle un poco de vida a su nuevo "hogar", si es que podía llamarle de esa manera, y había limpiado a profundidad todo el polvo del sitio. Tenía una corriente de agua estable, y como no poseía ningún dispositivo electrónico no requería de la electricidad más que para la iluminación.
Se preguntaba seriamente por qué un edificio en tan buen estado estaba totalmente desocupado, tampoco la zona en la que estaba construido tenía nada de peligroso a la vista, exceptuando quizá el estar bastante alejado de otras construcciones. Yuta se aventuró a pensar que el hada que Doyoung había mencionado, no solamente le había proporcionado el portal mágico y la pócima para eliminar el rastro vampírico. Quizá también había preparado este lugar para él. En cualquier caso, no había aparecido ningún hada por esos lares en todo ese año, y Yuta no podía más que agradecer enormemente por tener dónde quedarse.
"Doyoung... Espero que nos veamos otra vez."
Sabía que eso no era más que una ilusión. Un sueño sin sentido. Por lo menos sabía que estaba vivo y que no le habían hecho daño, de lo contrario sería capaz de sentirlo a través del lazo mental que conectaba a los vampiros. Si Doyoung estuviera muerto, Yuta sentiría como si su corazón se hubiera safado de algo, y viceversa. Eso al menos le quitaba una carga de encima.
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En las noches más oscuras, mientras daba vueltas en la cama, cambiando entre la vista de su habitación y la de la ventana que daba a un paisaje verde, su mente era perturbada con retazos de la sangrienta escena que lo había conducido a donde estaba. Su antiguo cuarto iluminado de un tétrico rojo, la mirada suplicante y horrorizada de Sicheng, justo antes de clavar sus colmillos en su garganta mientras él gemía de dolor.
Siempre que esas visiones terminaban, se miraba las manos como si estas siguieran empapadas de rojo, y las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos. Después abrazaba sus rodillas e intentaba recuperar el control durante las horas que seguían.
Pero extrañamente, la noche de aquel viernes ese tormento no terminó de la forma habitual, pues vio de nuevo al chico en la parada del autobús despellejando sus labios hasta que no había más que sangre en su lugar. Mantuvo sus ojos fijos en la pared de en frente mientras se preguntaba nuevamente qué lo estaría empujando a hacer eso. El resto del fin de semana trató de no dedicar más tiempo a esas perturbaciones.
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