~ Defteros hizo un juramento de estar a su lado hasta que el ultimo aliento de vida escapase de su Asmita, así es que ambos decidieron vivir con sus amigas las ninfas y el río, todos tristes por la decisión de la diosa. El menor una noche lloró desconsolado por su futuro desdichado, después comprendió que su dios era sincero pues los días pasaban y él jamás se iba de su lado, las semanas y meses transcurrían rápidamente llegando a ser años, el cuerpo del hermoso mortal poco a poco perdía su belleza superficial pero jamas la interior. Defteros seguía igual, nada cambiaba en él y jamás regresó con Afrodita quien observaba todo desde su templo en los cielos del Olimpo con una mirada fría y un poco conmovida.
La juventud abandonó a Asmita, le siguió la adultez viviendo intensamente cada momento con su dios, pronto le siguió la vejez, a los ojos de Defteros él seguía tan hermoso como siempre.
—Mira Defteros, se acerca el invierno, me marcharé con él.
—Pero para eso aun falta y disfrutaré cada segundo a tu lado.
— Mirame, el tiempo es duro conmigo, tampoco él pudo perdonarme.
—Asmita, no me importa lo que el tiempo diga, yo jamás te abandonaré, nunca te olvidaré.
No le importaba lo que el tiempo le hacia a su físico, le había prometido a su amado algo que hasta ahora nadie sabe, un día en ese entonces el río cesó su canto, las ninfas lloraban y el cielo oscureció de dolor, aquél hermoso mortal yacía sin vida entre las raíces del árbol de cerezo donde se entregaron por primera vez, donde ahora era su tumba. Se dice que aquel dios se encarga de que ese árbol de cerezo nunca se extinga pues si no el alma de su amado también lo haría, cada invierno las hojas del árbol de cerezo caen debido al llanto de la alma de aquel joven al ver como su dios aun sigue a su lado, sin romper ese primer juramento de permanecer por siempre a su lado, de nunca olvidarlo.
Fin~
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