꒰ 009 !

capítulo . :: nueve
chismes  ˚ ݂

Carlisle tardó más de lo habitual en arreglarse esa mañana y todos en la casa lo notaron. Edward fue el primero en enterarse de qué pasaba y Alice ya se hacía una idea, pero los demás no estaban tan seguros. Sabían que Carlisle había conocido a alguien pero no tenían ni idea de que ese alguien lo estuviera afectando tanto. Afectando en el buen sentido de la palabra.

—De acuerdo, no te irás de aquí hasta que nos digas todo —fue Evander quien lo interceptó en la cocina.

—¿De qué estás hablando? —frunció el ceño mientras seguía acomodando su corbata y su cabello.

Evander puso los ojos en blanco muy dramáticamente.

—Carlisle, todos sabemos que algo te pasa y será mejor que nos digas.

Él negó con una sonrisa. Él era el mayor en esa casa y lo estaban interrogando como si fuera un adolescente de la época actual.

—Carlisle tiene novia —dijo Edward para ahorrarle una incómoda conversación a Carlisle.

Todos se reunieron de inmediato en la cocina y miraron expectantes al mayor.

—¿Eso es cierto? —preguntó Esme con emoción.

Se rindió, pensó que podría mantenerlo para él mismo un poco más pero parece que no.

—Sí. Es cierto —miró a Esme— es Lydia. Aunque no creo que decir "novia" sea lo más adecuado ahora mismo.

La mujer se emocionó por su cuñado y sin pensarlo corrió a abrazarlo.

—Me alegro tanto por ti. Ella es tan linda.

—¿Es la doctora guapa a la que le remodelaste la casa? —preguntó Emmett con una sonrisa mirando a Esme pero se ganó una mirada de desaprobación— lo siento. Pero es bonita y graciosa.

—Sí, es ella —contestó Carlisle tranquilamente— casi todos ya la conocieron, a excepción de Evander y Jasper —el nombrado lo miró ofendido— pero pensaba llevarla al partido de béisbol y presentarla correctamente a todos.

—De acuerdo, quedas perdonado —Evander le dio una palmada en el hombro— si te hace feliz, nosotros también lo somos. Lo mereces, Carlisle.

—Gracias —lo miró agradecido— pero si me disculpan, me tengo que ir porque pasaré por ella.

Emmett fue el más escandaloso felicitando a su tío pero se ganó un pequeño golpe por parte de Rosalie. Todos estaban verdaderamente felices por Carlisle, él les había dado absolutamente todo y gracias a él tenían una verdadera familia.

Cuando Carlisle llegó a la casa de Lydia no estuvo muy seguro de sí debía esperar un poco o ir a tocar. Aún era temprano, pero había pasado a comprarle algo de desayunar. Salió del auto y llamó a la puerta un par de veces.

Lydia abrió y Carlisle notó que la chica tenía el cabello húmedo pero estaba casi lista. Se veía linda incluso así.

—Hola —saludó con una sonrisa y sus mejillas enrojecieron al acto pese al frío que hacía afuera— pasa.

—Gracias. Te traje el desayuno.

—Oh, no debías molestarte.

—No fue nada.

Lydia tomó la bolsa de papel blanca y le sonrió al hombre, él se acercó y se inclinó un poco para darle un rápido beso que ella aceptó con gusto. Dejó la bolsa en la encimera de la cocina.

—Lo siento, tuve problemas con la bañera y mientras intentaba arreglarlo se me hizo un poco tarde. Dame sólo cinco minutos.

—No te preocupes, aún tenemos casi cuarenta minutos. ¿Aún necesita arreglos? Puedo arreglar lo que sea que necesites.

Ella rió mientras lo observaba. Era como un niño adorable en busca de aprobación.

—No, ya está todo bien, pero si algo más se descompone, serás al primero al que llame. No tardo —corrió escaleras arriba pero se detuvo a la mitad— siéntete como en casa.

Él asintió agradecido y ella continuó corriendo escaleras arriba. Carlisle se dedicó a mirar con curiosidad la planta baja. Se notaba que recién habían remodelado la casa y que los muebles eran nuevos, aunque no había mucha decoración o algún rastro de pertenecías personales de Lydia. No había fotos ni diplomas o libros. Le pareció raro, pues Lydia parecía una adicta a libros de medicina y ya que terminó la carrera siendo muy joven, imaginaba que habría reconocimientos y premios. Pero la casa estaba completamente vacía.

El librero de la sala apenas tenía algunas cosas pero en realidad estaba vacío. Su atención se fijó en la única foto de toda la casa.

Estaba Lydia cuando aún era una niña, a su lado estaba otra niña que parecía menor, probablemente era su hermana y detrás de ellas estaban sus padres o eso supuso Carlisle. La familia de cuatro estaba frente a un gran lago y más allá se notaban las montañas llenas de árboles. No reconoció el lugar, pero los cuatro precian realmente contentos.

Sonrió para sí mismo al ver a la pequeña Lydia y cuando la escuchó bajar dejó la foto en su lugar. La chica ya estaba vestida con su abrigo y con el cabello seco. Tomó la bolsa con el desayuno y comenzó a comer mientras se acercaba a Carlisle.

—Oye, esto es delicioso —habló con un bocado del sándwich en la boca.

—Que bueno que te guste. No me decidía entre pollo o jamón.

—El pollo es mi favorito.

—También te traje un café y una galleta gigante de chocolate —habló con una sonrisa, esperando a complacer a la chica.

—Carlisle... —iba a replicar, iba a decirle que nada de eso era necesario en lo absoluto, pero le gustaba ser atendida, le gustaba ser el centro de atención de ese hombre— muchas gracias —contestó con una sonrisa que dejaba al descubierto sus brillantes dientes y sin pensarlo, se acercó para darle un rápido abrazo.

Él pareció aliviado de haber hecho las cosas bien y también envolvió a Lydia entre sus brazos con mucha suavidad para no hacerle daño.

—Andando, puedes terminar eso en el auto.

Ella lo miró con ojos de cachorro pero él no entendió por qué.

—¿De verdad me dejarás comer en tu auto? —murmuró aunque con un tono ligeramente sorprendido.

Él estaba verdaderamente confundido.

—Por supuesto —se encogió de hombros— ¿por qué no habrías de hacerlo?

Ella sonrió con tristeza y negó con una suave sonrisa.

—Lo siento, sólo son tonterías mías.

Comenzó a caminar pero Carlisle la tomó del hombro evitando que diera un paso más.

—Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿cierto?

Los ojos de la chica reflejaron culpa, una que Carlisle no comprendió.

—Es sólo... Jonah se molestaba mucho si comía en su auto. Era su lugar sagrado o una idiotez así y eso estaría bien porque era su auto favorito, pero en serio se enojaba si algo le pasaba a esa cosa. Perdía la cabeza.

Carlisle no quiso abundar en el tema pues sabría que se molestaría muchísimo con ese sujeto. Contuvo su molestia y asintió.

—Entiendo —se limitó a decir con una sonrisa— no te preocupes por eso, es sólo un auto y siempre se puede reemplazar. Pero tú jamás serás reemplazable.

Lydia sintió una extrema calidez en su corazón. Ahora no entendía cómo había estado con Jonah tanto tiempo o como había siquiera pensado en casarse con él.

Llegaron al hospital en quince minutos, Lydia se percató de que Carlisle había conducido con prudencia pues el hombre había mencionado que tardaba alrededor de diez minutos en llegar al trabajo desde su casa y la casa de Lydia estaba mucho más cerca del hospital que la de Carlisle.

Y todo fue tan extraño. Lydia salió del auto del hombre bastante temerosa. Sabía que Carlisle era probablemente el hombre más codiciado del pueblo entero y ahora llegaba en su auto cuando hacía meses que no paraba de mencionar lo mucho que lo detestaba. Casi se sentía como una completa tonta.

Carlisle se encargó de abrir la puerta del copiloto y darle la mano a la chica para ayudarla a salir. En ese momento no existía nadie más que ella en el mundo del hombre. Caminaron bajo la lluvia a través del pequeño estacionamiento y en la puerta, el rubio se encargó nuevamente de abrir la puerta y dejar pasar a la chica antes que él.

Lydia murmuró un gracias mientras el calor comenzaba a sonrojar sus mejillas. Carlisle estaba encantado por causar esos efectos en ella. Pero tampoco quería hacerla sentir incómoda y por ello mantuvo cierta distancia y evitó el contacto directo, algo que Lydia agradeció. Aunque se sintió un poco mal.

Cada uno siguió con sus caminos, Carlisle a su oficina y Lydia a los vestidores.

Por la tarde, casi a las cuatro, ambos se encontraban en la sala de urgencias luego de que una ambulancia llegara con cuatro chicos que tuvieron un accidente de motocicletas. Les había parecido divertido cuando afuera de un bar vieron las motos estacionadas y simplemente las robaron para dar una vuelta.

La carretera estaba muy resbaladiza y ellos tuvieron suerte de salir con vida pero las motocicletas eran otra historia.

Carlisle sólo le dirigía miradas a la chica mientras atendía a uno de los chicos, el que tenía sangre escurriendo por la frente y sólo se había fracturado la mano.

Al menos a esos tontos adolescentes se les ocurrió usar los cascos o de lo contrario... bueno, lo importante era que los habían usado.

El rubio miraba a Lydia trabajar. Era tan cuidadosa con sus movimientos y estaba verdaderamente concentrada para ayudar a ese chico. Cuando ella notó que la estaba mirando, puso los ojos en blanco y cerró la cortina. Carlisle sólo pudo reír.

A las seis, cuando Lydia decidió que era buen momento de salir a tomar un poco de aire y tomar una rápida taza de café se encontró con Cristina.

La enfermera salió al estacionamiento trasero y miró a Lydia con una sonrisa de oreja a oreja. Por su parte, Lydia la miró confundida.

—Tienes que contarme todo —ahogó un grito.

—¿De qué hablas? —Lydia en serio no entendía qué pasaba.

—Tu y el doctor Cullen. Sarah los vio salir juntos de su auto y bueno... los chismes se esparcen muy rápido por el hospital y más aún si es una enfermera la que lo inicia.

Lydia casi se ahoga con su café y cuando dejó de toser, liberó un gran suspiro que más bien pareció un bufido.

—Debí imaginar que los chismes corren muy rápido por aquí.

—Lydia, por favor. No dormiré esta noche si no me dices la verdad —suspiró— pero te puedo decir que Sarah casi echaba humo por las orejas, había intentado de todo para captar la atención del doctor Cullen y... ahora te odia. Más que nada porque siempre dijiste que no te caía bien y bueno... —

Ella rió un poco, debió imaginarlo. No había sido una buena idea llegar en el auto de Carlisle cuando su... extraña relación recién comenzaba. Y no estaba segura de si era realmente una relación... claro que se habían besado la noche anterior y esa mañana se dieron un rápido beso como saludo, además de que le había llevado el desayuno y demás cosas. Aún estaba confundida.

—Creo que tenemos algo, aún es complicado —dijo con una expresión bastante graciosa. Tenía el ceño fruncido, parecía preocupada pero también temerosa aunque su tono fue ligeramente divertido.

La sonrisa de Cristina cambió a una expresión de auténtica sorpresa. Pero luego regresó la sonrisa junto con algunos gritos.

—¿Cómo que "creo"? Es o no es.

Lydia cerró los ojos un segundo tratando de pensar en algo. Era una respuesta simple pero ella aún no entendía del todo lo que había pasado la noche anterior.

—Bueno... lo es. Lo somos. Ayer... ayer comenzamos a salir. Algo así.

Cristina abrazó a la chica de sorpresa.

—Lo sabía. Del odio al amor siempre hay un paso y tenia la esperanza de que ustedes dos terminaran juntos. Son tal para cual.

Lydia no supo qué decir y el cambio le dio un sorbo a su vaso de café, que prácticamente estaba vacío pero quería distraerse en algo.

—¿Y? —volvió a preguntar Cristina, aunque con un tono pícaro— ¿qué tal besa?

Lydia se mordió el labio y negó.

—Definitivamente no hablaremos de eso —tiró el vaso ahora vacío en la basura y acomodó su bata para entrar de nuevo. Miró a Cristina cuando abrió la puerta— un diez, completamente.

Cristina sonrió aún más si es que era posible y también entró al hospital junto a la chica.

El chisme de que Carlisle Cullen y Lydia Knox eran pareja esparció por todo el hospital a una velocidad alarmante. No había ni una sola alma que no lo supiera y eso que sólo habían llegado juntos en el auto. No había ocurrido nada más... al menos no frente a nadie del hospital.

Por la noche, a la hora de la salida Carlisle se encontró con Lydia en el vestíbulo. No estaba seguro de si sería adecuado acercarse a ella para despedirse o dar las buenas noches en voz alta como una despedida general o simplemente pasarse de largo. No recordaba la última vez que tuvo una crisis existencial. Pero para su fortuna, Lydia levantó su mano y él se acercó ahora relajado.

Se recargó en la pequeña mesa de recepción, dejando su bata y maletín para descansar aunque no le pesaba en lo absoluto. Pero todos hacían eso. Lydia ya no usaba su uniforme y una mochila colgaba de su hombro, pero estaba llenando unas hojas.

—Dame un segundo, sólo tengo que llenar esto.

—¿Qué es eso? —preguntó con curiosidad.

—Es de los chicos de esta tarde. Es para la policía, vino Charlie más temprano y dijo que necesitaba unos documentos. Ya que robaron las motos y las destruyeron, están en problemas, pero son menores y necesitan quedarse en observación unos días entonces me pidió unas notas médicas.

—Entiendo, ¿necesitas ayuda?

Ella negó con una sonrisa.

—No, sólo me falta una hoja.

Carlisle asintió. No tenía ni idea de que Charlie había ido. La vio escribir y el hombre juró en ese momento que podría verla hacer eso toda la eternidad y lo disfrutaría.

—Listo —habló luego de unos minutos y comenzó a acomodar los documentos— dijo que mandaría a un oficial más tarde por esto, así que lo dejaré aquí.

Ahora que lo pensaba, no entendía por qué lo había hecho esperar, no le molestaba, pero pudo simplemente decir adiós o algo por el estilo.

Pero lo siguiente lo tomó por completa sorpresa. Lydia se había acercado a él y se colocó de puntillas mientras jalaba un poco su corbata para besar suavemente sus labios.

Carlisle se sorprendió auténticamente por el gesto, pero rápidamente pasó una mano por la cintura de la chica y profundizó el beso, teniendo cuidado de no lastimarla.

Ella se separó para recuperar el aliento y miró con una sonrisa al hombre.

—¿Y eso?

—No me gustan mucho los chismes, así que supongo que esto aclara la situación.

Él rió. También escuchó todo el día esos tontos chismes que se esparcieron por el hospital sobre él y Lydia. No le molestaba, de hecho le divertía pero no quería que Lydia se sintiera incómoda, al parecer no había sido el caso.

—Supongo que sí.

Había miradas curiosas que sólo Carlisle captó pero se concentró únicamente en los hermosos ojos de su contraria y en ese exquisito aroma que tanto adoró desde el momento en que la conoció.

—Es hora de ir a casa —murmuró la chica.

—Sí —contestó de la misma manera.

Pero ninguno se movió. Había un calor ardiente que emanaba desde lo profundo de sus cuerpos. Debían recordarse que estaban a la mitad del vestíbulo del hospital pero Lydia sólo podía pensar en que necesitaba sacarle la ropa al apuesto doctor Cullen.

Lydia regresó a la realidad y dio un paso atrás colocando una mano en el pecho del hombre para mantener la distancia o tal vez para tocarlo disimuladamente.

—Nos vemos mañana —asintió repetidas veces dando pasos atrás y con el corazón acelerado.

Carlisle rió por lo bajo.

—Lydia, sabes que ambos vamos hacia el estacionamiento, ¿cierto?

Ella se encogió de hombros.

—Lo sé... solo que yo me iré corriendo.

Y eso hizo. Simplemente dio media vuelta y salió corriendo hasta el estacionamiento, donde el aire frío golpeó sus mejillas y la ayudó a sentirse más tranquila. Subió a su auto y poco después vio a Carlisle subir al suyo.

Se despidieron con la mano y arrancaron con rumbo a sus respectivas casas.


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