꒰ 002 !
capítulo┊ ✦. :: dos
♡ ﹙remodelación﹚ ❋ ˚ ݂ ꛒ
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Para haber sido el primer día de trabajo, fue uno muy pesado y Lydia apenas pudo dar un respiro sin tener que ir corriendo a atender a otro paciente. Lo malo del asunto es que no tenía una cama a dónde ir y descansar, y tampoco tenía una cocina para preparar algo de cenar.
Comenzaba a odiarse a sí misma por su decisión de mudarse tan repentinamente sin acoplar la casa a sus necesidades. Pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás.
Cuando se quitó el uniforme y volvió a su cálida ropa, salió de los vestuarios para ir hacia el estacionamiento. El hospital era bastante frío pero era aún más frío afuera, se sintió bastante aliviada por decidir llevar un gorro de lana y un par de guantes. Estaba por salir cuando se percató de la fuerte lluvia que caía con intensidad. Podría esperar algunas horas a que bajara la intensidad o salir corriendo y mojarse ya que no había llevado una sombrilla. Que gran dilema.
—Parece que hay una fuerte tormenta.
Se sobresaltó al escuchar aquella voz, era el doctor Cullen. No lo escuchó acercarse.
—Sí, eso parece —no lo miró— ¿vive usted muy lejos, doctor Cullen?
Él sonrió un poco sin dejar de mirarla, aunque enseguida miró al frente donde las gotas caían con fuerza contra el suelo.
—Algo. ¿Y tu?
—Sólo a diez minutos en auto, aunque con la lluvia manejo más lento y tardo veinte.
Asintió.
—Por cierto, dime Carlisle. Ya terminó nuestro turno.
Lydia lo miró con el ceño fruncido.
—Yo creo que no —se aclaró la garganta y acomodó su gorro— nos vemos mañana, doctor Cullen.
Él ahogó una gran sonrisa y la vio alejarse corriendo por la lluvia para llegar a su auto. El agradable olor de toronja y miel desapareció en un par de minutos y él también se dirigió a su auto para ir rumbo a casa.
Llegar a casa en una sola pieza con esa tormenta, resultó ser un alivio para Lydia. Lo malo es que no podría ir a comprar nada de comer y tendría que esperar al día siguiente. Recordó que no había llamado a la señora Cullen y ya era algo tarde pero al menos podría intentarlo. Quería resolver ese asunto cuanto antes y tener una casa más o menos decente donde vivir.
Había conectado su teléfono en el trabajo así que la pila estaba cargada al máximo. Fue en busca de la tarjeta que le había dado Charlie y revisó un par de veces que estuviera bien marcado cada número antes de presionar el botón de llamar.
Dieron sólo dos tonos cuando alguien atendió. Era una suave y agradable voz de mujer.
—¿Diga? —escuchó al otro lado de la línea.
—Hola, ¿con Esme Cullen?
—Sí, soy yo. ¿En qué te puedo ayudar?
—¿Qué tal? Mi nombre es Lydia. Estoy buscando un servicio de remodelación de interiores, me recomendaron a usted y disculpe la hora, recién salgo del trabajo.
—No te preocupes, estoy disponible las veinticuatro horas cualquier día de la semana. ¿Te parece si nos vemos el sábado que viene?
—Por supuesto.
—Perfecto, solo dame un minuto para agendarte —hubo un momento de silencio en la línea— ¿Me dices tu nombre y tu dirección?
Carlisle entró a la casa y llevó rápidamente sus cosas a su habitación antes de regresar a la sala donde estaban Esme, Alice y Emmett.
—Lydia Knox —escuchó el rubio y miró a su cuñada que estaba al teléfono. También escuchó que le daba una dirección que Carlisle identificó, era por donde vivía el sheriff Swan.
—Bien, Lydia. Entonces nos vemos en tu casa el sábado —le contestó Esme— ¿Tienes algunas ideas de lo que te gustaría?
—¿Carlisle? —escuchó la voz de Alice y la miró.
—¿Sí?
Ella sonrió pero frunció el ceño.
—¿Estás bien?
—Sí, sólo pensaba en cosas del trabajo.
—¿Qué tal estuvo tu día?
Él no estaba seguro de qué decir, sabía que Alice ya lo sabía pero no sabía qué esperaba escuchar esa chica.
—Muy bien, gracias. Y gracias por la recomendación de esta mañana.
Ella chilló con emoción por lo bajo.
—Bueno, te decía que Rosalie y yo pensábamos en hacer una fiesta por el aniversario de Esme y Evander. ¿Qué dices?
—Por supuesto, no todos los días se cumplen ciento cinco años de casados —los dos sonrieron. Aquellos chistes sobre el tiempo eran bastante comunes y divertidos.
—Perfecto. Le diré a Rose que estás de acuerdo.
Emmett había estado muy distraído jugando videojuegos, por lo que no puso atención a ninguna de las palabras que dijeron. Alice se marchó dando saltos y Carlisle miró a Esme que seguía al teléfono. No logró escuchar lo que Lydia le contestó a la pregunta anterior.
—Entiendo, quieres algo un poco más moderno.
—Sí, aunque por ahora no tengo ningún mueble —la escuchó reír— incluso duermo en el suelo, así que sería fantástico si me hicieras la cotización de algunos muebles.
—¿De cuánto es tu presupuesto, cariño?
—No tengo uno fijo pero estaré por tiempo indefinido aquí así que no busco algo económico pero tampoco algo de lujo.
Por tiempo indefinido, ¿eh? ¿Qué había traído a Lydia a este pueblo tan aburrido y lejos de la gran ciudad? Era obvio que ella perteneció a una gran ciudad, todo sobre ella lo indicaba.
—Entiendo —Esme hizo algunas anotaciones en su agenda— entonces, ¿te va bien si nos vemos al medio día?
—Por supuesto.
—Gracias por contactarte conmigo. Seguiremos en contacto —la mujer sonrió ampliamente.
—Por supuesto. Muchas gracias.
La llamada finalizó y Esme miró a su cuñado.
—¿Está todo bien?
—¿Era Lydia Knox?
Lo miró confundida.
—Sí, de hecho era ella. ¿La conoces?
Carlisle asintió.
—Es la nueva doctora en el hospital. Hoy fue su primer día.
La expresión de Esme cambió a una de curiosidad.
—¿Y que tal?
Él negó con una sonrisa.
—Creo que no le agrado mucho.
—A mi me pareció bastante agradable. Necesita a un diseñador de interiores y el sheriff Swan le dio mi tarjeta.
—Entiendo —Carlisle se puso de pie y fue a su estudio.
No pudo pensar en otra cosa más que en Lydia. Y le causaba muchísima curiosidad por qué no le agradaba. No había sido grosero o había dicho algo indebido, pero ella parecía no querer tenerlo ni un poco cerca. Esto sería bastante interesante para el hombre.
🫀
Lydia se miró en el espejo del baño luego de darse una muy cálida ducha. Era su segundo día y había logrado despertarse a tiempo, además quería pasar a comprar algo de comer antes de ir al trabajo pues la noche anterior no cenó nada y tenía el estómago más que vacío. Luego de hablar con Esme Cullen, se fue a dormir y apenas tocó el colchón inflable se quedó profundamente dormida.
Sólo llevaba tres noches durmiendo en esa cosa, pero la espalda le comenzaba a doler un poco. Extrañaba su antigua cama y sus antiguas cobijas. Extrañaba su antigua vida.
Cepillo su cabello y se aplicó un poco de maquillaje, luego buscó ropa cálida y cómoda para ponerse y finalmente tomó su bata y su bolso junto con las llaves del auto. Afuera ya no llovía pero estaba muy nublado. Aún faltaba poco menos de una hora para entrar, por lo que tenía el tiempo suficiente de ir a buscar algo para desayunar mientras manejaba.
Al llegar al hospital recordó que debía entrar por atrás, mostró su credencial y la dejaron pasar. Estacionó su auto y respiró profundamente. Debía acoplarse a su nueva vida, aún era algo complicado pero debía hacerlo.
Salió de su auto luego de un minuto de reflexión y le mostró su credencial al guardia. Este también parecía tan serio como el otro.
—Buenos días —lo saludó amablemente con una sonrisa.
—Buen día —contestó con una profunda voz— adelante, doctora.
—Gracias.
Fue directo a los vestidores donde se puso la pijama quirúrgica y su bata. Hacía frío, pero era más soportable que el de afuera.
Caminó a la sala de urgencias, al entrar dio con la figura del doctor Cullen. Frunció los labios, decidida a no estar en la misma habitación que él pero no tenía cinco años, así que entró y tomó el expediente de uno de los pacientes.
—Buen día, doctora Knox —escuchó la voz de Carlisle.
Ella no levantó la mirada.
—Buen día, doctor Cullen.
Él sonrió por lo bajo pero siguió con el paciente que estaba atendiendo.
Lydia conocía a los tipos como Cullen. Se sentían superiores e inalcanzables. Unos idiotas de primera. No necesitaba conocerlo para saber que era de esa forma. Tal vez lo estaba juzgando precipitadamente pero luego de tratar a tantas personas así, no podía evitarlo y sabía que debía mantenerse alejada de él o todo su perfecto mundo se derrumbaría.
—Doctor Cullen, su cita de las nueve llegó —habló Sarah desde la entrada.
—Gracias, Sarah. Enseguida voy. Puedes decirle que pase a mi consultorio.
—De acuerdo, doctor.
—Lydia, ¿te importa hacerte cargo del señor Jones?
La nombrada lo miró y negó.
—Está bien.
—Sólo necesita un par de puntadas en la pierna, se lastimó mientras estaba de cacería en el bosque. Ya lo limpié y está listo el material.
—De acuerdo —apenas lo miró cuando dejó toda su atención en el hombre sobre la camilla— Señor Jones, soy la doctora Knox. ¿Me puede contar cómo se hizo eso? —le sonrió.
Carlisle la miró con curiosidad y pese a que quería permanecer allí, salió a dar su consulta.
🫀
En algún momento de la semana, Lydia comenzó a competir con Carlisle y él le seguía el juego. Las cosa comenzó con quien llegaba más temprano. Diez minutos antes, media hora, una hora antes de entrar. Pero siempre que Lydia pensaba que había llegado antes que Cullen, lo veía en la sala de urgencias atendiendo a alguien.
Luego fue quien atendía más pacientes al día o quien suturaba mejor sin dejar cicatriz. Era una constante pelea silenciosa y Lydia simplemente quería superar a Cullen en todo lo que él hiciera pero de alguna forma él siempre iba dos pasos adelante. Y él lo sabía y lo hacía a propósito. Sabía que eso irritaba a Lydia y le parecía bastante adorable.
Si Lydia lograba conseguir una cirugía, él ya había hecho una y tenía programada otra. Si ella había atendido a tres personas en menos de una hora, Cullen ya iba por el quinto en el mismo tiempo. Todos parecían amar al doctor Cullen, incluso los niños.
Lydia sólo se enfadaba con cada día que pasaba pero Carlisle parecía más bien divertido. Bien podría dejar ganar a la chica, pero él quería llamar su atención de alguna forma y eso parecía estar funcionando.
El viernes al final del turno, Lydia y Carlisle se encontraron en el estacionamiento. Era una noche bastante tranquila pues no estaba lloviendo y no hacía tanto frío.
—¿Qué tal tu primera semana de trabajo? —le preguntó el rubio con voz suave.
Ella lo miró con los ojos entrecerrados, para ser viernes él aún parecía fresco y lleno de energía. Ella apenas podía mantenerse de pie. ¿Cómo una persona podía ser tan... perfecta? Lo detestaba.
—Bastante bien. Creo que me gusta este lugar.
Asintió.
—Me alegro. Que tengas buena noche, Lydia.
—Hasta luego, doctor Cullen.
Lydia observó al rubio subir al bonito Mercedes negro, incluso tenía un auto genial. Ella también subió al suyo y arrancaron al mismo tiempo. Ambos avanzaron por el mismo camino un par de minutos hasta que fue Lydia quien dio vuelta para adentrarse al pueblo. Aún tenía que ir en busca de algo de comer.
El sábado temprano, Lydia recogió su pequeño desorden para recibir a Esme Cullen. Se sentía un poco mal por no tener nada que ofrecerle a la mujer, ni siquiera dónde sentarse pero esperaba que ella lo comprendiera.
Justo como la mujer le había dicho, a las doce en punto llamaron a la puerta y Lydia se dirigió a abrir. Se encontró con una hermosa mujer de cabellos castaños y ojos dorados como los de Carlisle. Ella también tenía una piel muy pálida.
—Hola, tu debes ser Lydia —saludó con amabilidad— Soy Esme, él es mi hijo Emmett.
—Hola —saludó con una media sonrisa el chico.
Se dio cuenta de la presencia del otro chico igual de atractivo que Esme y Carlisle. Sólo que él tenía el cabello negro y era muy musculoso.
—Hola. Por favor pasen —se hizo a un lado— disculpen pero no tengo donde invitarlos a sentarse y tampoco tengo vasos para darles algo de tomar.
Esme sonrió con ternura.
—No pasa nada.
—Bueno, esta es la casa. Sé que no es la gran cosa pero quería deshacerme del papel floreado de las paredes. Realmente lo odio. Además creo que algo va a romperse en cualquier momento. Hace años que nadie vive aquí y la casa está algo descuidada.
Eseme rió y asintió mientras caminaba. El otro chico, Emmett, también miraba con atención la casa.
—Emmett, cariño, ¿podrías traer mis cosas del auto?
Él asintió y se fue a paso lento.
—Perdón por la pregunta tan atrevida, pero, ¿qué edad tienes? —se sonrojó por ser tan descortés— Es que tu hijo parece tener dieciséis o diecisiete años a lo mucho y tu luces realmente joven.
Esme dejó salir una suave risa.
—Emmett es mi hijo adoptivo. Además de él, tengo otros cuatro de la misma edad. Mi esposo y yo nos casamos bastante jóvenes pero no logramos tener hijos propios y decidimos adoptar.
—Entiendo y perdón por entrometerme.
Se sintió realmente avergonzada.
—No te preocupes. Por cierto, Carlisle nos habló de ti.
—¿A sí? —eso sí le sorprendió un poco.
—Sí, dijo que eres una magnífica doctora.
—Oh... gracias. Creo.
Emmett regresó con un bolso. Esme sacó una cámara y tomó fotos a la casa tanto del piso inferior como del superior.
—Soy arquitecta —explicó la mujer cuando llegaron al baño de arriba— pero me gusta mucho el diseño de interiores.
—Ella diseñó nuestra casa —dijo Emmett con mucho orgullo— es fantástica, deberías ir a verla algún día.
—No es para tanto —habló Esme con modestia.
Lydia sonrió.
—Bueno, yo soy mala para todo este asunto de decoraciones así que lo dejo en tus manos.
—Te prometo que no te arrepentirás —bajaron— tomaré algunas medidas. ¿Bien?
—Por supuesto.
—Emmett, toma la cinta métrica y coloca la punta en el muro de allá.
El chico hizo lo indicado. Parecía saber exactamente lo que hacía y Esme no necesitaba decirle qué hacer a continuación cuando él ya lo estaba haciendo.
—Emmett es algo así como mi ayudante —explicó Esme mientras apuntaba algo en una libreta— me acompaña cuando tengo esta clase de trabajos y es de mucha ayuda.
—Entiendo.
Pasaron un par de horas, Esme medía paredes y hacía algunas preguntas.
—Será bueno empezar cuanto antes. Si no tienes algún inconveniente, puedo venir entre semana mientras estás trabajando para adelantar todo pero si prefieres puedo venir sólo los fines de semana cuando estés presente.
—Puedes venir entre semana, no tengo ningún problema —habló rápidamente— aunque me encantaría que comenzaras con la habitación. Ya casi no siento el cuello por dormir en el colchón inflable.
Asintió en comprensión.
—Entiendo. Te mandaré una lista con los materiales que vamos a usar junto con algunas opciones. También agregaré algunos muebles de acuerdo a lo que buscas y sólo me indicas qué es lo que prefieres o en caso de que tengas otra opción me la puedes hacer saber.
—Muchas gracias, señora Cullen.
Ella sonrió.
—Sólo Esme.
—De acuerdo, Esme —dejó salir una corta risa— ¿cuándo podrás comenzar?
—Hoy más tarde te mandaré la lista, si me la regresas mañana temprano podemos iniciar el lunes. Aún debo hacer unas llamabas pero yo me preocuparé por los aspectos técnicos.
—Perfecto. Nuevamente, gracias por todo.
—No es nada, seguiremos en contacto. Cualquier cosa, no dudes en llamar o mandar un mensaje.
Asintió y ambos se marcharan. Lydia los miró alejarse en su auto desde el porche. Esa mujer definitivamente le agradaba más que Carlisle.
: ‹𝟹 todos los votos y
comentarios son muy
apreciados. me animan
a seguir actualizando!
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