NETFLIXXX (+18)


Un día muy largo, sí, fué un día bastante largo para Fiona en ese dichoso centro comercial, ya era esa época del año en dónde las ventas aumentaban considerablemente. No me refiero a las épocas navideñas.

Terminó todo su trabajo en el centro comercial, detalló todas las ventas y se las entregó a su jefa. Se marchó del lugar junto a sus amigos, Miguel propuso ir a beber algo y "celebrar" que las ventas fueron magníficas esos últimos días, Leni también dijo que sería buena idea —en su inocencia— pero la castaña dijo que no, estaba estresada y solo quería llegar a su departamento.

Agarró un taxi, ni siquiera el autobús el cual pasaba con pocas personas se le apeteció tomar. Llegó a su departamento, abrió la puerta; y sin importarle mucho en donde caiga arrojó su cartera, arrojó su suéter muy típico de ella y se tiró a lo largo del mueble. No encendió las luces, todo estaba a oscuras.

Cerró los ojos por un momento, pero la incomodidad le ganó. Se levantó del mueble, y se dirigió al baño. Se encerró ahí adentro. No notó que a su celular le había llegado un mensaje, mismo que le subiría el ánimo.
Pasaron varios minutos y Fiona por fin salió del baño, solo envuelta únicamente en una toalla de colores rosa.

Se percató que en su celular una luz de color verde tintineaba. Era un mensaje. Lo tomó, se sentó en el mueble y lo abrió. Era su novio albino.

"Hola amor, ¿Estás en tú departamento?"

Ella sonrió sutilmente al ver ese mensaje, ese jóven albino le devolvía su felicidad, aunque sea un poco más jóven que ella.

"Sí, llegué hace unos minutos

Tardó solo unos segundos en responder, estaba en línea.

"¿Qué tal tú día?"

—"Bien, ¿Y el tuyo?"

—"¿Puedo ir a tú departamento?

—"Eso depende"

—"¿De qué?"

—"¿De qué quieres hacer acá?"

—"Pasar tiempo con mi novia, ver una película en Netflix, cosas así"

Ella sonrió, una idea cruzó por su mente solo con ver la palabra"Netflix". Le dió su aprobación, y él le respondió que llegaría en veinte minutos. No vivía lejos.
Ingresó en su habitación, retiró la toalla de su cuerpo dejándola caer al suelo. Era su castillo, nadie podía espiarla. Vistió su cuerpo con ropas ligeras, muy ligeras, servían como una antesala a lo que sería el "plato fuerte". Que suertudo el jóven Loud.

Llegó luego de veinte minutos, ella se acercó y lo recibió de una manera, ¿Cómo decirlo?, Muy conveniente, y precisamente tuvo que ponerse la blusa más ligera y la más escotada que tenía, eso daba rienda suelta a la maldita imaginación. Mentiría si dijera que el albino no clavó primero su mirada en un buen par de razones para alegrarse de verla. No se enojen, ni se ofendan.

Le permitió entrar, le dió un beso en los labios, el departamento no estaba muy iluminado, a duras penas la luz del televisor iluminaba un tanto la sala, mientras que su habitación, la cocina y demás estaban a oscuras.

—¿Qué película quieres ver? —le preguntó, agarrando el control del televisor.

—Creo que hay películas nuevas que se estrenaron esta semana —dijo—. Selecciona una que voy a preparar algo, ¿Quieres palomitas?.

—Me parece una buena idea —dijo ella. Que mierda, esas palomitas iban a ser un desperdicio después de todo.

El peliblanco preparó las dichosas palomitas, y ella seleccionó la película, que coincidencia, se llamaba "Perfume" y la sinopsis era bastante interesante, el tema central, erotismo. Genial. Ambos se sentaron, con un tazón de palomitas enfrente, ella le dió iniciar y la película comenzó.

Tardó un poco, pero ambos se la pasaron bien, increíble ver cómo esa película combinaba muy bien el erotismo, la comedia, y el romance. Fiona pensó que sería una película más erótica, pero también le estaba gustando.
No obstante, llegó una escena que, bueno, ya nos imaginamos todos nosotros lo en pantalla se mostraba.

Le miró de reojo y se dió cuenta que su novio se terminó unas palomitas, quedaba medio tazón, eso sería el desperdicio. Llevó su mano a la mejilla de su novio y comenzó a acariciarle.

—¿Tuviste un día largo? —preguntó ella.

—Un poco, ¿Y tú?, ¿Día largo en el centro comercial?.

—Realmente sí, las ventas crecen, llegan más personas, y se vuelve más difícil.

Con su dedo índice comenzó a acariciar el cuello de su novio. El albino se sintió bien, su novia sabía cómo acariciarlo, como... decirle que lo haga.

—Me gustaría relajarme —le miró a los ojos y le sonrió sutilmente.

—Conozco un buen método —le respondió.

—No sé que rayos estás esperando —le comentó acostándose en el mueble.

Él le sonrió y se acercó sin perder tiempo. También quería hacerlo. Le dió un beso, pero empezó lento, ella no quería eso, su calendario especial marcaba esos días, su libido llegaba a las estrellas. Ella intensificó lo que en un principio fué un beso suave, se transformó totalmente. Las manos de su novio lograron retirarse los shorts que tenía puesto. Fué fácil. Ella ayudó deslizando su ropa, los arrojó a un lado, era su departamento, dónde quede la ropa no le importaba, menos ahora. Pronto su blusa también sería historia.

Los labios del albino recorrieron su pecho, bajaron por su vientre, haciendo ese camino que solo muy pocos lo han hecho en la historia. Él retrocedió un poco, pero ese mueble no era muy grande. Se arrodilló en el suelo, su novia se sentó frente a él. Comenzó a estimularla.

Ella echó su cabeza hacia atrás, su novio sabía cómo hacerla sentir bien, algo torpe al principio pero vamos, la práctica hace al maestro. Le tomó de los cabellos blancos, suaves como siempre. Primero salió un quejido, luego otro, y después otro más, comenzó a ponerse húmedo ahí abajo. Pronto entraría en locura cuando su novio atacó ese punto, maldita sea que sensación más electrizante.

Sus piernas empezaron a ponerse incómodas, su mente se estaba vaciando y solo se concentraba en el momento. Su novia le introdujo un dedo, que travieso, en tanto que su lengua seguía haciendo de las suyas en el exterior. Retiró su dedo índice, y le dió una lamida, sabor adictivo señoras y señores, siguió lamiendo su propio dedo, lo introdujo dentro de su boca cubriendolo de saliva, frente a su novia no tenía vergüenza de estás codas. Lo volvio a introducir en la intimidad de ella, en esas estuvo jugando, sacando y metiendo, como si de calentarla más se trataba. Ese era el objetivo.

Su respiración era prueba fidedigna del placer, pero no todo es perfecto, la incomodidad se presentó temprano. Ella lo tomó del cuello y comenzó a besarlo, le costaba trabajo separarse de su novio, de sus labios. Entre besos el oxígeno se agotó, pero solo bastaba una inhalada y volvían a lo suyo. El introdujo su lengua en su boca primero, quería ganar territorio, y ella también.

—Habitación... —murmuró, rompiendo el tan exquisito beso que se estaban dando los dos. Volvió a juntar sus labios con los de él pero al parecer su novio no escuchó nada, estaba absorto de lo demás—, habitación —murmuró más alto, señaló a la izquierda,  tan obvio que no hay necesidad de explicar por qué lo quería.

Sin cortar el beso ambos se encaminaron hacía los aposentos de ella, tanteando paredes, tropezando por aquí, por allá, era difícil llegar al lugar teniendo a una mujer tan encendida, la oscuridad no ayudaba mucho, pero a su vez también, todo a oscuras, teniendo sus respiraciones tan cerca, pudiendo escuchar claramente el sonido de que labios batallando unos contra otros. Lograron llegar, pero vamos, era difícil entrar, ella tanteó la perilla detrás suyo mientras su novio le empezaba a besar el cuello, deslizaba su lengua de izquierda a derecha y volvía a besarla. Al ver que no podía siquiera abrir él le ayudó, junto lograron entrar. Ella cerró la puerta detrás suyo.

Sería cliché decirles que ella lo arrojó a él, pero es la verdad, lo arrojó a la cama, en una escena tan conocida por todos los presentes. Se soltó el pelo, su cinta negra que sujetaba su cabello castaño la arrojó perdiéndose fugazmente en la oscuridad, en la mañana de seguro la encontraría por ahí, si es que la encontraba. Se colocó encima de su novio, quién sin perder tiempo se estaba retirando la camiseta, ella lo detuvo, sería ella la que le quite sus ropas. Deslizó la camiseta y al igual que su cinta la arrojó a un lado, lo acostó frente suyo y se quedó encima del para nada nervioso jóven albino, comenzó con su deliciosa tortura, me atrevo a decir que es la única tortura a la que un hombre se sometería, pobre diablo afortunado, —o desafortunado según tú punto de vista—

Llevó sus labios al cuello del chico, él intentó retroceder un poco pero no era posible escapar. Le dió un ligero mordisco, suave, aunque no negaré que de vez en cuando debía "marcar territorio" y espantar a cualquier zorra. Su boca separada solo por milímetros de la piel de él bajó hasta su pecho, y le hizo lo mismo que nosotros a las féminas. Mordió muy suavemente uno de los pezones del tipo, en tanto que su mano se encargaba de acariciar el otro, y el resto de su torso.

—Fiona... —entre quejidos logró pronunciar el nombre de su novia.

—Silencio, estoy trabajando —dijo ente risas la encendida mujer, cambiando de pezón y ahora atacando al otro. Su mano no tardó mucho en bajar hasta la cintura del chico, en dónde le diría adiós al botón del pantalón.

El albino torpemente acarició su espalda, en un intento de retirarle la última prenda que le quedaba a su novia. Lo consiguió, él también arrojó su sostén a un lado perdiéndose en la oscuridad. Ella le sonrió, sabía cómo molestar a su novio así que acercó su pecho al rostro del chico, cuando intentó atacar sus senos tal cual una fiera hambrienta, ella retrocedió, se rió y repitió de nuevo lo mismo, pero él no lo permitió. Tomó a su novia de la cintura y la acostó a su lado, siendo ahora él el que iba a trabajar sobre su cuerpo. Sus manos se encargaron de estimular su zona, en tanto que sus labios se encargaban de devorar sus pechos con ferocidad. Ella sintió de nuevo esa sensación electrizante recorrer su espalda, cielos, exquisitez única.

Volvieron a comerse a besos, los brazos de ella lo envolvieron no queriendo separarse de los mismos. Ya teniendo el ambiente listo, era hora de que la oleada de sensaciones llegue. Separándose unos instantes, él tomó su miembro ya desesperado, lo colocó en la entrada de la intimidad de ella, y poco a poco comenzó a introducirlo. Siempre lento al principio, una vez que se hayan acomodado, podía embestirla más rápido. Y así fué.

Mientras la embestía le besaba el cuello. Las manos de ella acariciaron la espalda de él, pero pronto esas caricias se transformaron en rasguños. Vaya forma de marcar su territorio. La volvió a besar, sus mentes no pensaron en otra cosa más que eso, se atraían, se deseaban, desde el momento en el que se hicieron novios se deseaban mutuamente. El dolor desapareció al cabo de un tiempo, se sentía tan bien estar dentro de ella que cualquier otra cosa no le importaba mucho que digamos. Tras eso, cambiaron de lugares, ahora ella tenía el control, y lo iba a gozar como no lo pueden imaginar.

Sus caderas se movían con vigor, con toda la fuerza que su calentura y su juventud le brindaba, tendría que dar gracias que ese colchón no era de resortes, sino los vecinos, mejor dicho todo el vecindario hubiera escuchado el escándalo. ¿Pero acaso eso importa?. El albino ayudó moviéndose al ritmo de ella, pero esa caderas lo domaban, anulaba cualquier intento suyo. Se inclinó hacia él para besarlo y meterle la lengua hasta la garganta, única forma de callar sus quejidos, en tanto que él le azotaba las nalgas de vez en cuando. Tenía un culo tan exquisito que no azotarlo sería un crimen.

Luego de varios minutos de sana diversión, las cosas acabaron, por el momento, él debía recuperar el aliento, a veces le sorprendía en gran medida que ella sea la que más resista en estas cosas, y no estaba satisfecha, aún no. Es una lastima que nadie haya terminado de ver la película que continúo rodando en la sala.

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