El detective Jungkook observó el hielo del rhum derretirse con el pasar de las horas.
Jungkook no bebía, ni fumaba. Se había hecho la vasectomía apenas pudo y follaba siempre con el condom, asegurandose de estar en la misma página.
Sin tener el pudor de la modestia, Jungkook podía decir que era un buen hombre. Uno responsable y correcto.

Pero ahí estaba esa tarde, delante de un vaso de rum o de whisky o de cualquier super alcolico de mierda.
Lo observava, olía su contenido y lo dejaba sobre la mesa.

Él no era como su padre.

«No deberías pagarme si no tomas el drink» comentó el anciano. «Pero estoy contento de que nunca lo hagas, chico...»

Le sonrió. El señor conocía bien al canalla de su padre. Y tenían esa extraña relación: cuando algo intentaba sobrepasar al detective, iba y pasaba largas horas contemplando el trago.
Intentaba demostrase a si mismo que él era diferente. No era su padre.

Pero esa vez había estado tan cerca
...

Para la denuncia pidieron a Jimin que contara todo desde el inicio.
El hombre buscó en él algun tipo de seguridad y comenzó. Kook desearía jamás haberlo oido.
Ese había sido su amigo del alma y aún seguía siendo alguien tan especial para él.
Escucharlo, observar las fotos de las palizas, lo hizo sentirse como cuando niño, temblando se escondía en algún armadio, esperando que su padre acabase de torturar a su mamá.
Pero ahora era un adulto y su imaginación había sido superada con creces por lo que en realidad esos violentos hacían a sus parejas.

La delicada voz de Jimin comenzó su cuento del horror.