Epílogo
Lloviznaba mientras Axer conducía. Acababan de salir del laboratorio pues él tenía que asegurarse de que Sina estaba en perfecto estado sin importar que ella intentara quitarle importancia.
También quería que ella tuviera reposo, pero no en una clínica llena de monitores, especialistas, camillas y esa aura hospitalaria que enferma y deprime a cualquiera. Preferiblemente tenerla en su casa, donde él pudiera asistirla si sucedía cualquier percance, y donde ella podía sentirse cómoda, libre y cuidada.
—¿Estás bien? —preguntó Axer a Sina, sosteniendo su mano con toda su fuerza, como si pudiera irse en cualquier momento y ese gesto pudiera evitarlo.
Elevó la mano a sus labios y la besó, aspirando su aroma. Quería cerrar los ojos, no pensar en el tráfico. No pensar en nada más. Quería llegar de inmediato y poder pasar el resto de su vida con ella, con la reina definitiva de su tablero.
—La respuesta no ha cambiado desde hace dos minutos, ¿de acuerdo? Estoy bien, Vik. Me lo has preguntado cien veces.
—Diecisiete.
—En seis minutos de camino.
Los labios de Axer se tensaron hacia arriba aunque él intentó difuminar aquella sonrisita.
Sí, definitivamente podía pasar el resto de su vida así.
—Quiero preguntarte... —empezó Sina de pronto mientras Axer volvía a besar su mano.
—¿A dónde vamos?
—Sí, de hecho es un buen comienzo. ¿Me llevas a mi casa?
—No.
—¿A la tuya?
—No en plural.
—¿A tu cuarto?
—A mi cama.
Sinaí intentó disimular su sonrojo. Algo le decía que no tendrían toda la acción que sugería esa insinuación, sin duda Axer le tendría preparado un bonito, cómodo —y casi eterno— reposo.
—Eso es muy poco esperanzador de tu parte, Frey, no sé si estoy interesada en tu oferta.
—Lo estarás. He extendido el acuerdo a firmar hasta el punto en que, si ciertas condiciones se cumplen, existe una cláusula que te permitirá brincar.
—¿Brincar en dónde exactamente?
Pero Axer lo dejó a su imaginación con una media sonrisa insinuante.
Sinaí la disfrutó, archivándola en su memoria junto a sus favoritas. Pero al cabo de un momento de silencio y vacilación, decidió que no podía seguir postergando la charla que se venía.
—Oye, en serio quiero preguntarte... Otra cosa.
Axer no pensó hasta qué punto podrían torcerse las cosas con ese preámbulo, así que su tranquilidad no menguó ni un ápice al contestar.
—Bien, dime.
—¿Cómo lo hiciste? —indagó ella.
—¿De qué hablas?
—El rescate. Digo... ¿Qué te pidieron? No mataste a nadie, ¿o sí?
El semblante de Axer se ensombreció y su voz al contestar bajó toda una octava.
—No hablemos de eso.
—Pero es algo que tenemos que hablar...
—No hoy.
—¿Cuándo?
—Nazareth, por favor. Déjame disfrutar el haberte salvado, ¿sí?
—¿Por qué? ¿Qué perdiste?
—¿Por qué asumes que...?
—Dime. Y no inventes nada. Solo dilo y ya está. ¿Por qué te cuesta tanto? ¿A quién te hicieron matar?
Axer todavía no había matado a nadie, y quería poder evitar esos pensamientos al menos por ese día. Disfrutar su victoria, la única que importaba, para luego pensar en cómo solventar el desastre que le caería encima, pensar en qué hacer con su mundo, qué sería de su vida a partir de entonces, enfrentar a su familia y, lo que era todavía más importante: planear al milímetro su venganza.
Pero no ese día.
No cuando acababa de salvarla a ella.
Tenía que aferrarse a eso, y no dejar que ella se preocupara por nada más que por superar, un paso a la vez, el trauma recién vivido.
—A nadie —respondió Axer intentando restar importancia al asunto—. Solo... Tuve que firmar algunas cosas.
—¿Y firmaste?
Axer dejó salir todo el aire de sus pulmones antes de contestar.
No quería recordar eso.
No quería asumir que, aunque acababa de ganarla a ella, lo había perdido todo.
—Sí.
Sinaí no dijo nada más por un rato, enfocando su vista en el camino frente a ellos mientras poco a poco se iban acercando al edificio de los Frey.
Pronto, lo que había comenzado como una llovizna cuando salieron del laboratorio se tornó en una tormenta que emborronaba todo el parabrisas y teñía las calles de un gris oscuro.
Armándose de valor, entre el estruendo de la lluvia y el soplo del aire acondicionado, Sinaí tomó aire y dijo:
—No perdiste nada.
—Lo sé —mintió Axer.
—Hablo en serio —insistió ella, volteándose en el asiento para ver de frente su costado mientras manejaba—. Lo que firmaste, lo que cediste... No está perdido.
Axer no dijo nada, pues sabía que ella no entendía de lo que hablaba pero tampoco iba a discutirlo. No iba a desalentarla y su realismo, que ella tomaría como pesimismo, no ayudaba a nadie en ese momento.
—¿Me estás escuchando? —insistió Sina.
—Sí, te oí. ¿Podemos hablar de esto en otro momento?
—Yo quiero hablarlo ahora...
—Por favor, Nazareth, hemos pasado por mucho estos días, solo quiero...
—Yo soy Gabriela Uzcátegui.
Axer detuvo el auto en seco, coleándose a los lados con chirridos estrepitosos por el agua que inundaba las calles. Por suerte no había otro auto cerca, pues estacionaron con tal brusquedad que pudieron haber tenido un terrible accidente.
—¿Qué acabas de decir?
Cuando Axer la miró, Sina tuvo que voltear a otro lado. No lo soportaba. Él parecía quebrado. Y no como algo reciente, sino como si acabara de decidir mostrarle los fragmentos.
—No perdiste nada —explicó Sina en un hilo de voz—. Todo lo cediste a mi nombre. Gabriela Uzcátegui es mi nueva identidad legal desde hace unos días. Ya no tienes nada de qué preocuparte. Tu dinero, tus acciones en Frey's empire... Todo está intacto y te sigue perteneciendo, de cierta forma.
—¿Qué chert voz'mi estás contándome, Nazareth?
—Es todo tuyo. Sigue siendo tuyo. Yo no tocaré ni un dólar, jamás usaré tu autoridad en mi nombre y... Nada. Nada cambiará.
—¿Tú hiciste todo esto?
Sinaí no podía responder a eso. Simplemente no podía.
—Responde, Nazareth. ¿Tú hiciste todo esto?
Ella no parecía más dispuesta a hablar que antes, así que él, superado por toda la rabia que lo consumía, la agarró por los hombros con fuerza, apenas superando el impulso de estrangularla.
Ni siquiera le insistió para que respondiera, solo la miró a los ojos, tan cerca como estaban, y terminó soltándola, superado por el asco y el mareo.
—Puedo explicarlo...
—Eso espero, Nazareth —respondió Axer con la mandíbula tensa por el resentimiento—. Espero en serio que tengas una explicación milagrosa para esto. Por tu bien, y en especial por el mío.
—¿Por qué te molestas? Es decir... No te quitaré nada, ¿no entiendes? Es como si todo esto no hubiera pasado...
—¡Pero pasó, maldita sea! ¡Estuve días sintiendo que me moría porque no sabía dónde estabas, o lo que podían estar haciéndote! ¡Te vi morir! Pensé que no... que no... Que no podría...
—¡Tú siempre puedes!
—¡Esta vez no! Esta vez fue distinto, maldita sea. ¡Nunca he tenido que socorrer a nadie que ame!
Sinaí tragó en seco. No porque Axer acababa de decirle por primera vez que la amaba, sino porque estaba muy segura de que sería la última.
—Yo no lo había... —Sinaí ya casi no tenía voz, pero tenía que seguir. Ya no había marcha atrás—. Yo no lo había visto de ese modo. Creí... Creí que sería como cuando tú me induces a ese estado y luego, simplemente, me reanimas.
—Te equivocaste, Nazareth. No sé en qué mierda pensabas al hacer todo esto, pero a quien mataste fue a mí.
—Por favor, yo...
—¿Poison sí tuvo algo que ver?
Sinaí negó lentamente.
—No, ni siquiera la conozco. Yo aproveché su historia con Dain luego de que Aaron me la contara. Encajaba perfecto y era creíble.
—Te aliaste con Aaron.
—No es lo que parece. Yo le conté todo lo que tenía en mente y él me dio algunas otras ideas y estuvo dispuesto a ayudarme. Pero nada más. Él no me influenció de ninguna manera, ni era un complot contra ti. Ni tengo absolutamente nada con él más allá de que ambos estuvimos trabajando en esto. Como te dije, jamás he planeado quitarte nada, solo quería que firmaras.
—¿Por qué?
—Porque... Si yo soy la dueña legal de tu parte de Frey's empire... tendrás que llevarme contigo a donde vayas. Y pensé en firmar yo misma o algo así, pero... ¿Y si tenías un plan de respaldo? Tal vez había una forma de anular ese papel, tu padre podría. Pero sé que de esta forma jamás te atreverías a involucrarlo. ¿Cómo le dices que estuviste dispuesto a traicionarlos y perderlo todo y que ahora necesitas que te ayude a salir de ese lío porque caíste en una trampa?
Los ojos de Axer se abrieron con asombro, comprensión, horror y... Dolor, muchísimo dolor. Todo a la vez.
—¿Es por eso? ¿Por la mudanza?
—Quiero todo contigo, Axer. No puedo permitir que esto que tenemos se acabe ahora. Y sé que tú también sientes lo mismo, y si me tocaba reordenar las piezas y continuar un juego ya olvidado para que te decidieras a luchar por...
—¡¿No se te ocurrió pedirme que te llevara conmigo?!
—¡Lo hice! ¿O ya olvidaste esa última discusión antes de que desapareciera? Me dijiste que lo solucionaríamos, que existen las videollamadas y el WhatsApp, que en un par de años tal vez nos reuniríamos y bla bla bla. No quiero ser esa novia a la que le montas cacho a la semana de mudado y la dejas al mes.
—¿Quieres ser la que finge su secuestro y suicida para obligarme a ceder todo y llevarte conmigo?
—Si lo dices así suena...
—¡FUE EXACTAMENTE LO QUE PASÓ!
—¡PENSÉ QUE NO ME DEJARÍAS MORIR!
—Oh, créeme, debí dejar que te murieras.
Sinaí no quería creer esas palabras. Él las decía al calor del momento. Estaba en shock. Estaba molesto. Realmente no era lo que sentía.
—Se me salió de las manos —susurró Sina con la voz herida—. Ya había empezado, llevé todo demasiado lejos pero es que no podía creer que no firmarías. No lo hiciste a la primera, pudo haber sido tan fácil y tú...
—Ni se te ocurra intentar culpabilizarme. Estás loca, Sinaí. Y si crees que te llevaré conmigo y seremos la pareja ideal y haré como que no me hiciste pasar el infierno más horrible de mi vida... Sí, rectifico: estás muy loca.
—¿Y qué harás? ¿Dejarme aquí con tu dinero y el poder sobre tu empresa y manuscrito? ¿Decirle a tu padre que perdiste todo por una mocosa que todavía no se gradúa? Brillante, Frey. Tu orgullo te ciega.
—¿Mi...?
Él no podía concebir al extremo que había llegado todo, y que ella asumiera que no quería dejarla ganar por orgullo.
Axer le tomó la mano y, por un instante, Sina se esperanzó, pensando que todo se arreglaría, hasta que sintió cómo le quitaba el anillo.
—No arreglarás nada con eso —soltó ella, dolida—. El contrato tenía tu cello antes de que firmaras, ya no hay nada que...
—No te lo quito porque sienta que va a solucionar algo. Lo hago porque no lo mereces, y para que entiendas que, incluso aquello que te entregué diciendo que era irrevocable, lo has perdido.
—Entonces, ¿terminamos?
Axer rio. Negando con la cabeza, abrió la puerta del copiloto.
—¿Qué haces? —inquirió ella con horror.
—Sal de mi auto, Nazareth.
—Axer, por favor...
—Te dije que salgas, no me hagas empujarte.
Con la boca abierta y los ojos picando en anticipación a las lágrimas, Sinaí salió.
Quedó sorprendida al ver que Axer iba detrás, avanzando hacia ella hasta posarse de rodillas a sus pies, con el torrente de la lluvia agrediéndole el rostro elevado.
—¿Qué haces, imbécil? —chilló ella.
Él extendió los brazos y sonrío, cínico. El quiebre de un hombre que, renunciando a la inmundicia de su vida, decide dejar nacer al villano.
—¡Ganaste! —gritó Axer sobre el estruendo de la lluvia—. Sinaí Ferreira, Gabriela Uzcátegui o como te quieras llamar. No hay otra reina en este tablero. De hecho, no hay otra pieza en el. Tu jaque mate ha sido tan efectivo que te has quedado sin rey.
Sinaí, horrorizada, se hincó frente a él y le tomó el rostro.
—Vik, no... Estaba desesperada, yo...
Pero Axer ya se había levantado.
—¿Eso fue suficiente para ti? —inquirió—. ¿O necesita otra ofrenda de mi orgullo, majestad?
Antes de que Sina respondiera, él le dio la espalda y caminó hacia su auto, dejándola sola, postrada en medio de la lluvia.
—¡Axer! ¿Me vas a dejar aquí?
Él abrió la puerta del piloto y se asomó una última vez hacia ella.
—Llama a tus contactos, Sinaí. Queda claro que tienes muchísimos luego del teatro que orquestaste.
—¡Axer!
—Vete al infierno.
Cerró la puerta y arrancó lejos de ella.
Tomó su teléfono de la guantera y llamó a su hermana mayor, que atendió al primer tono, como si estuviese esperando su llamada.
—¿Qué pasa? ¿Dónde estás?
—Dile a Sophie que acepto. La quiero en mi equipo. Que prepare lo que haga falta, se mudará con nosotros.
—Yo... Okay, Vik, yo le diré. Sé que fui yo la que te propuso esa idea pero no puedo evitar preguntar... ¿Por qué cambiaste de opinión? ¿Qué pasa con Sinaí?
Veronika no tendría esa respuesta. Al menos no de inmediato. Axer ya había cortado la llamada.
¿Continuará...?
Nota:
REACCIONES Y TEORÍAS POR AQUÍ
Las disculpas hacia Poison por este lado, por favor.
Primero que nada, VAYAN A LEER PARAFILIA. Ya está completa en mi perfil, es una historia corta, con mucha acción, misterio y tanto salseo y escenas +18 que se pasa volando. Van a necesitar el contexto de esa historia, confíen en mí.
Ahora, ¿qué piensan de lo que hizo Sinaí? ¿Ustedes también quedaron payasos como Axer o ya se lo veían venir?
¿Era este el jaque mate que esperaban?
¿Quién creen que ha sido el mejor jugador?
¿Cuál es su veredicto sobre Aaron?
¿Qué creen que hará Axer a partir de aquí y qué coño pinta Sophie en todo esto?
Claramente esta historia no se ha acabado. Falta salseo, venganzas, jugadas de ajedrez, más tensión que nunca, nuevas piezas, la continuación de lo que sucede en Parafilia y cómo repercute en la vida de los Frey, los demás Frey entrando en acción, el contexto de lo que pasó con Julio y Jonás, y queda mucho Sinaxer por sufrir y disfrutar. Les gustaría leer una tercera parte de Nerd? Ustedes saben que, siempre que ustedes estén dispuestos a seguir leyendo, yo les haría mil libros feliz. Solo prometan que se irán por allá a dar amor, seguir la obsesión y comentar cada párrafo y denlo por hecho.
Nos vemos en las próximas movidas del tablero. Atentos a mis redes.
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