8: Axer Frey

Muchos jóvenes practicaban deportes; Axer Frey, era adicto a revivir personas.

Era un prodigio. Su mente era codiciada por neurólogos y psiquiatras por igual. Su analítica y capacidad de concentración, su memoria y sentido del orden, su compromiso obsesivo con los proyectos en curso y su alto IQ; todo se mezclaba para convertirlo en uno de los jóvenes prodigios de su generación a nivel mundial.

Lo que veían en el colegio al que asistía por motivos alejados de lo académico, no era ni el reflejo de quien él era —y quien podía ser— en realidad. El Axer público era una máscara cuyo rostro oculto poseía muchos matices. Un puzle de sombras.

Al llegar del colegio, se desvistió, dobló y guindó respectivamente su ropa en el área de lavado, sabiendo que en su closet estarían clasificados los próximos cuatro conjuntos limpios y perfumados del uniforme para el resto de la semana.

El nuevo departamento no era el mejor de todos, pero le gustaba bastante. Frío, silencio y pulcritud era todo lo que necesitaba para estar cómodo. Y si algo le sobraba a los Frey era buen gusto en diseño de interiores.

Un estilo minimalista decoraba todo el lugar: muebles blancos, adornos negros; cerámica, porcelana, líneas rectas; comedor de vidrio, lámparas de techo distribuidas con método y todas apagadas para dar protagonismo a la luz natural que se colaba por los grandes ventanales que daban al balcón.

Entró a su habitación, su templo. Mantenía el mismo estilo del decorado de la sala, pero combinaba algunos tonos pálidos como el crema o el celeste desteñido, y tenía cuadros de las ciudades que había visitado colgados en una pared.

Se encaminó al baño de su cuarto con paso sereno, como el de un depredador metódico que siempre, siempre, tiene un plan. Era lo que hacía para ignorar la ansiedad que le palpitaba en las venas, se veía a sí mismo como un ser frío de razonamiento y no pasional para no salir corriendo, perder el control, sumirse en deseos desesperados.

Al llegar al lavamanos se enjabonó hasta los codos y sintió cómo su pecho se relajaba.

«Uno», inhaló. «Dos», ehxaló. Así acompasó su pecho, estabilizó su ritmo cardíaco.

Todo ocurría en su mente, no hacía sus rituales en voz alta. Era una batalla suya y de su cabeza que no era de la incumbencia de ninguno de los otros Frey.

Cuando el agua se llevó la espuma de sus brazos por el desagüe del lavamanos, Axer se relajó de verdad. Esa sensación de alivio que no conseguía emular con sus respiraciones por más que lo intentara año tras año.

Luego de una ducha completa, acudió a su closet. Tenía más camisas blancas que cualquier otra prenda. No le gustaba repetir la ropa blanca. El blanco era pureza, una prenda sin mancilla, símbolo de virginidad. Usar una prenda con ese color sagrado, ya habiendo tocado antes su cuerpo, le parecía una injuria.

Frente al espejo de cuerpo completo, abrochó uno por uno los botones de su camisa, de abajo hasta el cuello, y luego los de las mangas. Su cabello húmedo se quedaría así, le gustaba el acabado natural de sus mechones dorados cuando se secaba sin peinarse. Pantalón, medias tibias, calzado, y luego al gabetero donde guardaba la lejía, el alcohol, desinfectante y otros químicos similares.

Tomó un pañuelo de microfibra, lo empapó de alcohol absoluto, y con este limpió la superficie de su escritorio de trabajo. Tomó un nuevo pañuelo, desplegó la pantalla de su laptop y esterilizó las teclas una por una en movimientos circulares. Hasta que se sintió satisfecho.

Lo próximo que hizo fue abrir el cajón de siempre y buscar el recipiente donde guardaba sus lápices. Los colocó uno a uno sobre la madera blanca y los ordenó en fila con la punta hacia arriba en orden de número, color y tamaño.

Viéndolos así, dejó que el aire de sus pulmones lo abandonara en una apasionada exhalación. Placer continúo y puro era lo que conseguía en el orden y el control.

Odió que ese día no pudiera ir al laboratorio, tenía muchísimo deseo de implicarse en un nuevo proyecto. Pero le haría caso a su padre por esa vez. Sería un adolescente normal que se quedaba en casa después del colegio. Por esa vez.

Descolgó los audífonos de la pared y los colocó con una ligera presión sobre sus orejas. Dejó que la música clásica se insertara en su sistema nervioso, cada nota representada a octavas distintas haciendo de pequeñas moléculas de dopamina segregada por su sangre barrieran todo rastro del cortisol, la fastidiosa hormona que su cuerpo generaba a grandes cantidades en situaciones de estrés.

Cuando estuvo seguro de que de levantarse sería capaz de flotar, su cuerpo comenzó a desencadenar sensaciones guardadas en su memoria, como orgasmos mentales.

No dejó de sonreír en todos los largos minutos que duró la sonata, y cuando casi no pudo con el temblor de sus manos por el frenético deseo de plasmar las vivencias atrapadas en su memoria, encendió la laptop, abrió un archivo de Word y empezó en un trance el primer capítulo de su próxima novela.

Nota de autora:
Empezamos a conocer un poco más de Axer, aunque les falta mucho. ¿Qué les parece hasta ahora? 👀


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top