78: Entre nosotros

El nombre de este capítulo está es por la canción Entre nosotros de Lit Killah and Tiago PZK.

La necesitaremos.

Pd: este es uno de mis capítulos favoritos, espero le den muchísimo amor.

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Sinaí

Veronika me está haciendo ondas en el cabello con calor. Se ve sano, de un azul brillante.  Combina perfecto con mi vestido. Su escote en forma de corazón realza mis senos sin parecer vulgar, deja mis hombros descubiertos pero las mangas continúan hasta mis muñecas. Su largo aporta elegancia, su silueta reduce mi cintura y le da volumen a mis caderas, con una abertura en la falda que deja entrever mi pierna.

Vero, aunque no es necesario, se agacha para ajustar la correa del tacón en mi tobillo. Está hecha de pedrería, por lo que es un adorno precioso que se luce gracias a la abertura del vestido.

Es un vestido negro escarchado que, cuando la luz de los bombillos le acaricia, parece la superficie de un lago que refleja una noche estrellada.

—Lista —dice ella al levantarse. Está magnífica, con un vestido de satén perlado, mangas de tiras y guantes a juego con un brazalete de diamantes encima.

Incluso Aleksis está elegante, con su saco negro y camisa blanca. Sin corbata. Sus rizos se ven decentes, casi no da miedo, hasta que te fijas en sus ojos desiguales.

Todos iremos de blanco y negro a elección de Viktor Frey.

Casi siento que representamos una jugada de ajedrez.

—Aleksis está bastante elegante hoy —comento—. Tal vez alguna chica caiga esta noche en sus encantos.

—Todas lo harán —dice Vero, pintando sus labios de vino frente al espejo—. Pero a Leksis no le gustan las mujeres.

—Oh, ya.

Aunque estamos en la misma habitación, Aleksis nos ignora y se sienta en uno de los sofás a leer una edición especial en tapa dura del inquietante clásico sobre un asesino en serie «El perfume».

—Creo que entendiste mal —añade Veronika—. Tampoco le gustan los hombres.

—¿Qué te gusta, Aleksis? —pregunto en dirección a él.

Él alza apenas la vista de su lectura, dedicando una mirada que me hace sentir menos que insignificante, y entonces contesta:

l'humanité est un gâchis.

—Aleksis, no vienes con subtítulos, ¿sabes? Y Duolingo no lo puedo configurar en francés y ruso a la vez, así que en español, por fa.

Él sonríe, pero no porque le haya hecho ni pizca de gracia lo que dije. Es como si ese gesto fuera una expresión de lástima, una manera de decir «tontita».

—Las lágrimas —responde ahora en español.

—No entiendo...

—Me gustan las lágrimas.

Por la manera en que lo dice, casi viajo de vuelta a ese momento en el elevador. Tengo que reprimirlo, y volver hacia Veronika. Su locura es mucho más fácil de sobrellevar.

—Vero, sobre la de anoche...

—Olvídalo. No tengo que entrometerme en lo que pase entre ustedes. Siempre que no quieras nuestra fortuna o seas un agente del FBI encubierta, no es mi puto problema cuánto daño o cuánto bien se hagan mutuamente.

Aunque asiento, no puedo dejar de pensar que algo no está del todo bien en esa afirmación, como si no pudiera creerlo dadas las tendencias de Veronika a joderme sin razón aparente. Y ahora que parece tener una razón...

—Ya me dijo lo de la mudanza, por cierto—confieso—. Así que ya puedes dejar de lanzarme indirectas cada vez que...

—¿Ya? —Vero suena decepcionada—. Qué aburrido por su parte revelarlo tan pronto, yo habría pagado por verte llorar ese día.

—Igual va a llorar —interrumpe Aleksis sin mirarnos.

—¿Tú qué sabes, mocoso? —espeto a la defensiva aunque sé que casi tenemos la misma edad.

Él se encoge de hombros y vuelve a su indiferencia hacia nuestra existencia.

—Gracias por el dato, por cierto. Eso explica por qué tienes cara de suicida —murmura Aleksis luego de un largo silencio.

Cómo odio a los Frey.

♟️♠️♟️

No he visto a Axer desde anoche, ni siquiera nos hemos cruzado en las comidas. Lo estoy esperando en la habitación que compartimos, pues no tiene sentido que vaya al evento de hoy sin él.

Espero, y hasta creo que no vendrá, que pasaré la noche vestida y sola.

Pero abre la puerta, y se me debilita hasta el apellido.

Su cabello de reflejos platino está peinado hacia atrás de manera elegante, con un mechón interponiéndose en el verde esmeralda de sus ojos. Con solo una camisa blanca abierta arriba, logra sacar de  mi mente a cualquiera, y es que esos collares de plata no solo lo complementan, lo hacen insuperable.

Necesito un amuleto para protegerme de esta tentación.

Su mirada es un espectro de todo ese brillo que alguna vez tuvo al fijarse en mí. Ahora, lo que le hace sombra son justo esos recuerdos. Borrarlos sería la solución.

Me duele en especial porque ayer tuve muy claro que lo odiaba, y que no había alternativa a eso. Él lo había jodido todo con su mate. Pero hoy, después de lo de anoche y no haberlo visto en todo el día, mi confusión es inmensa. ¿Quién le hizo daño a quién? ¿Quién es el que odia y quién el que sufre ser odiado?

No lo sé. No entiendo nada.

Solo sé que cuando me mira, aunque no está ni cerca de sonreír, sus ojos parecen querer tatuarse mi imagen.

Y eso me parece tan triste que decido aligerar la tensión con un chiste.

Me siento en la cama y le digo:

—Déjame adivinar: ¿el vestido es horrendo pero puesto en mí casi no lo parece?

Una cauta curva aparece en sus labios al decir:

—Te ves hermosa.

«No seas así, por favor. Ayúdame a odiarte».

—Oye... —empiezo a decir—. Esto puede ser muy incómodo o muy normal, dependiendo de cómo lo tratemos. Creo que hay que discutir algunas cosas antes de salir.

Axer suspira, cansado, y asiente.

Termina de entrar y se sienta en el otro extremo de la cama.

Casi parece un tablero con nosotros vestidos de blanco y negro. Él sería un rey, y yo una torre. Podríamos ayudarnos, podríamos salvar la partida con un enroque, pero jugamos para colores opuestos, así que no hay otra posibilidad que la destrucción del otro.

—¿Qué quieres que discutamos? —pregunta él, paciente.

Me molesta que sea así. Quiero que azote la puerta. Que me grite. Que me insulte. Quiero que sea indiscutiblemente malo, para que cuando esto se termine no me quedé ninguna duda de quién era el villano aquí, y de que estaré mucho mejor sin él.

O tal vez solo quiero detonar. Tal vez solo necesito una explosión de su parte para gritarle todo lo que llevo por dentro.

—Dijiste que no estabas molesto conmigo —le recuerdo—, pero pasaste toda la noche y todo el día de hoy evitándome.

—Tengo cosas en qué pensar, Nazareth —dice—. No estoy molesto contigo porque no existen motivos para eso. Tú tomaste una decisión muy madura al venir a hablarme sobre el tema de anoche. Y con tal vez demasiada honestidad. Solo no es esta mi situación favorita y entiendo que es algo que tengo que arreglar directamente conmigo. Y hacerlo cerca de ti me haría decir cosas que tal vez no pienso.

—¿No puedes ni siquiera contarme cómo te sientes?

—¿Cuándo te ha importado eso?

—Eso... —Pero me muerdo la lengua. No tendremos esta conversación—. Sé que nuestra mentira terminó, pero no sé qué haremos ahora. Es decir: sigo aquí, en Mérida, contigo y tu familia, y estás a punto de vivir un momento importante en el que estaré presente.

—¿Cuál es tu punto?

—No lo sé, no quiero arruinarlo. ¿Tú qué quieres hacer al respecto? O sea... ¿Podemos ser amigos al menos? Lo haría más fácil.

—Te lo dije una vez y lo mantengo: no quiero ser tu amigo.

—Pero tampoco podemos seguir jugando a ser novios, ¿entonces qué carajo quieres tú, Axer Frey?

Él no dice nada, ni una palabra.

Me duele tanto esto que me quiebro y lo suelto todo.

—Tú me ganaste, ¿okay? —digo con la mandíbula tensa y los ojos ardiendo—. Eres el ganador definitivo de esto. Puedo reconocerlo. Siempre he sido mejor perdedora que tú.

Quiero estar en su mente justo ahora, entender por qué me mira como si quisiera estrangularme, por qué cada músculo de su rostro se ve tan tenso, qué le provocan mis palabras que su lenguaje corporal no me dice.

—Ganaste —repito—, y este es el fin del juego, pero si va a acabar así, Vik, no valió la pena haber jugado. Si va a acabar así, desearía nunca haberme ofrecido voluntaria en ese juego de ajedrez escolar.

Él me toma del brazo y me arrastra hasta ponerme frente al espejo de cuerpo completo de la habitación. Él queda detrás de mí y aparta mi cabello a un lado. Con cautelosa lentitud, sus manos descansan en mis hombros un segundo para luego deslizarse hacia abajo, hasta aferrarse a mi muñeca derecha.

—No tenemos una relación —dice, con una delicada caricia a mis dedos— y no quiero ser tu amigo. Pero sigues siendo mi persona favorita, Nazareth. Puedes serlo por el tiempo que quieras, incluso si ese lapso es toda nuestra vida.

Me toma la mano y hace algo que me deja psicológicamente inválida: se quita su anillo de la esmeralda, y lo pone en mi dedo anular.

—¿Pero qué...?

—Es tuyo —mi dice—. De la misma forma irrevocable e involuntaria en la que yo lo soy.

—No. No puedes hacer esto.

Quito mi mano de la suya como si sus dedos me quemaran.

—Para ya, ¿okay? —insisto—. No sé si lo que quieres es ser tan malditamente bueno que cuando te vayas no solo me quedaré sola, sino con la consciencia destrozada. Pero no va a pasar, ¿de acuerdo? No te dejaré.

Él se queda en silencio, pero está tan tenso que siento que quiere gritar un millón de cosas.

¡¿POR QUÉ MIERDA NO GRITA?!

—El anillo es tuyo —insiste—. Haz lo que quieras con él menos devolvérmelo.

—¡Que pares ya, maldita sea!

—¡¿Pero estás loca o qué chert voz'mi?! ¡¿QUÉ DER'MO ESTOY HACIENDO?!

—¡No quiero jugar más! ¿No lo entiendes? Acepté tu jaque, reconocí que ganaste y sigues haciendo esa mierda... Para.

—Maldita sea, Nazareth.

Sus manos se abren y se cierran como si quisiera estrangularme, pero se va al otro lado de la habitación a tomar aire. Lo escucho murmurar en ruso. Está contando, lo sé. Cuenta del uno al diez y de regreso en su lengua natal.

Vuelve hacia mí, pero no parece que le ayudaran mucho sus ejercicios, pues apenas puede respirar con calma.

—Dime qué quieres de mí o voy a volverme loco.

«No quiero nada de ti», pienso decirle.

Pero no puedo soltar una mentira tan grande.

Me muerdo la boca, y él insiste.

—Dime.

—No lo sé, ¿okay? —Estoy a punto de llorar, pero no voy a hacerlo, aunque el temblor sea evidente—. No tengo ni puta idea. Quiero escuchar muchas cosas de ti que no dirás, y que incluso si dijeras tomaría como mentira.

—¿Porque no te dije que nos mudaremos?

—Porque tomaste la decisión de irte.

—¡Fue antes!

—¡¿Antes de qué mierda?!

Él se pasa la mano por la cara y suspira.

—Fue hace meses, Nazareth. No fue algo que planeé justo ayer para venir y contártelo esta noche y...

—Da igual —lo corto alzando una mano—. De todos modos ese no es el punto.

—¿Cuál es entonces?

—Llegas tarde a...

Él reacciona de manera tan impulsiva que no lo reconozco. Avanza y me toma por el rostro con ambas manos. Cuando me habla, su voz sale herida. Sus ojos parecen temblar en un sentimiento irreconocible.

Jamás la había visto así.

Dudo que él mismo se reconozca.

—Siento que me estás arrancando la piel a tiras, Nazareth.

«Yo siento lo mismo».

—Si lo que vas a decir puede liberarnos de esto, solo dilo —ruega—. Si no quieres que te trate como lo hago porque no te gusta, dilo. Si es por otro motivo, explícalo. Estoy cansado, Nazareth. Cansado de adivinar. Cansado de jugar a estar jugando.

Llevo mis manos a las suyas. No quiero abrir la boca. Voy a llorar.

—No puedo decir nada... —susurro, y él entiende el dolor de mi voz, así que asiente.

Me toma una mano con delicadeza y me lleva junto a él a la cama.

—¿Qué...?

Él se quita los zapatos y se mete bajo el cálido edredón, luego hace señas para que me acueste a su lado.

No creo lo que estoy viendo.

¿Se volvió loco?

—Pero si hay un evento afuera...

—Ven.

—Axer, esto es importante. Párate de ahí y vamos afuera.

Él pone los ojos en blanco y se recuesta de la almohada con el brazo cubriendo sus ojos.

Es lo último que puedo soportar antes de derramar el llanto.

—¡No, maldita sea, Frey!

Él se quita el brazo de la cara y me mira con expresión de «¿qué me perdí?».

—Voy a necesitar un traductor contigo —espeta.

—¡¿Cómo mierda te vas a acostar sabiendo que hay algo afuera que es importantísimo para tu carrera?! ¿Me quieres joder? ¡Esto no es justo, no puedo soportar ser la culpable de esto!

Él entierra el rostro entre sus manos.

—Levántate, por favor —ruego entre lágrimas—. No haré nada para perjudicarte, lo juro. Fingiré delante de tu familia el resto del viaje y luego te dejaré en paz, pero sal.

—Tú —dice luego de quitarse las manos de la cara.

—¿Yo qué?

—Tú eres importante para mí, y es tan válido que esté aquí intentando salvar lo que nos queda de corazón como allá dando un sukin syn discurso para impresionar a un grupo selecto de personas.

—Axer... —Me llevo ambas manos a la cara y noto que tiemblan como nunca—. Es tu carrera.

—No la voy a perder, no es como si pudieran cancelar mi tesis.

—Pero... El Nobel. Tu padre dijo que era importante, yo lo escuché.

Tiene que ser mentira lo que veo. Seguro lo estoy imaginando. Y es que cuando huye a mis ojos, alcanzo a ver el destello de una lágrima.

Tal vez no era tan mentira, porque usa el dorso de su mano para limpiarse.

Mierda, ¿qué hice?

Este hombre está dispuesto a perder su maldita nominación al Nobel por hablar conmigo. Esto no es un juego. Ni el diablo jugaría con eso.

A menos que... A menos que sea una prueba, y que él esté 100% seguro de que yo no lo permitiré.

Pero la única manera de saberlo sería obligarlo a quedarse. Si lo hace, sabré que es sincero.

Pero perderá una oportunidad irrepetible.

Y no importa cuánto diga que lo odio, no podría hacerle eso. Prefiero vivir eternamente con la duda sobre su honestidad.

Y es esa decisión la que me lleva a entender algo horrible: no estoy encaprichada de Axer Frey. Lo amo. Mierda, cómo lo amo.

Lo amo tanto que pondría su felicidad antes que cualquier inseguridad mía.

—Te diré lo que quieras, lo juro —le digo. Y esta vez soy yo la que se acerca y le toma las manos—. No te odio, pero este no es el momento para hablar. Axer, yo... Una vez me dijiste que podrías vivir con cualquier sentimiento, menos con pensar que me has hecho daño. Si no sales, Vik, me harás tanto daño que será irreversible.

Me mira, con los ojos rojos y la respiración apenas contenida.

—Quiero que seas feliz —insisto—. Y sé que pararte allá a humillar con tu discurso el resto de esos seleccionados mediocres es justo lo que te hace falta para levantar esos ánimos de mierda que cargas ahorita.

Cuando sonríe, otra lágrima se derrama de su rostro. Pero no la limpia él, lo hago yo.

Su mano atrapa la mía y la arrastra hasta sus labios, donde la besa con lentitud y delicadeza.

Es la mano del anillo, y él se le queda mirando un rato con una sonrisa sutil.

—En un mundo en el que fuésemos normales, está habría sido mi petición de matrimonio —murmura.

—No te preocupes, yo sigo planeando ese secuestro.

Esa sonrisa termina de florecer en su rostro, y yo no puedo sentirme más satisfecha.

Cuando salimos de la habitación, casi no parece que acabamos de quebrarnos dentro de ella. Arreglé mi maquillaje, Axer lavó su cara, nos alistamos y ya estamos listos de nuevo para enfrentar el mundo y sus mierdas.

Pero a mitad de pasillo rumbo al salón del evento, Axer se detiene.

—¿Puedo tomarte la mano? —me dice.

Yo le respondo tomando la suya y entrelazando lentamente nuestros dedos. Me alzo sobre la plataforma del tacón para alcanzarlo y darle un beso en la mejilla.

Él me abraza y toma mi rostro, mirándome como si no me mereciera, y me doy cuenta de que no pude haber sido más estúpida al desconfiar de esto. Aunque solo exista en privado, a Axer Frey le gusta lo que tenemos.

—¿Estás nervioso? —susurro.

Él niega con una sonrisa.

—¿Tú estás bien? —pregunta.

Asiento y él me da un beso en la frente.

♟️♠️♟️

Llegamos cuando ya había acabado el discurso de Sophie y con el de Edward por la mitad. Luego pasa Aaron y por último llaman a Axer.

Su familia está sentada toda en la misma fila. Me guardaron un espacio, así que estoy aquí junto a ellos, mirando a mi Vik ser completamente él en su mejor versión.

—Muchas personas a lo largo de mi recorrido han atribuido mis logros a la fortuna de Frey's empire o la influencia de mi apellido. Y si creen que me he parado aquí porque pretenda desmentir eso, se equivocan. Vine a darles la razón.

»Ser un Frey sí me puso donde estoy, pero no por los motivos que la mayoría murmura, o directamente divulga por distintos medios. Mi familia vive la ciencia como algunas otras el fútbol o los negocios. Aprendí múltiples idiomas como una sola lengua. Supe de la evolución a la edad en la que otros niños aprenden los colores. Creí ejercitando mi cerebro como un músculo, tomando los exámenes como recreación. Gracias al presupuesto con el que cuenta mi familia y al laboratorio de Frey's empire, pocas veces me he visto limitado en la práctica. Y aunque por desgracia el azar no quiso darme memoria eidética, mi hermano Aleksis —señala hacia su hermano, quien  hace una ligera reverencia— sí la tiene, por lo que tenerlo como colaborador en mis proyectos es una suerte: me aseguro de no olvidar nada nunca.

Hace una pausa y todo el público se ríe. ¿Cómo no hacerlo? Siento que nos está llamando estúpidos a todos pero no deja de ser encantador.

—Estudiaba medicina y ejercía como aprendiz en el laboratorio —continúa Vik—, atendí cientos de emergencias con un número neto de cero pérdidas. Porque cuando se me dio la oportunidad de participar se dejó muy claro que no tendría una segunda oportunidad. Así que me aseguré de no necesitarla.

»No estoy aquí por haber pagado nada. Ni soy el único en esta posición con un apellido y una fortuna que lo preceda. Estoy aquí porque, en consecuencia a todo lo anterior, he desarrollado una base de conocimientos y habilidades que, pese a ser vastas, no se asemejan a mi sed por seguir aprendiendo. Estoy aquí por otros números: los de cada evaluación que he presentado en mi vida que suman un promedio perfecto; por el cero en mi lista de fallos; por los 7965 días que he estado vivo, comparados al promedio, que da como resultado el hecho de que he hecho historia con mis avances científicos en un tiempo en el que la mayoría apenas decide qué quiere estudiar. También como número tenemos la cantidad de años que he robado a la muerte por cada ser humano al que he resucitado.

Axer hace una pausa. Nos tiene a todos expectantes, en vilo, como en las últimas páginas de un thriller psicológico en el que parece que las cosas no podrían resolverse en tan poco texto. Y sé, al verlo ahí tan triunfal, seguro y profesional, que nadie, yo incluida, va a olvidarlo nunca.

—Entiendo cómo funciona el cerebro humano —sigue—. Conozco las tendencias de la sociedad. Sé que asumir que no me merezco esta posición y alegar nepotismo hace más válida la frustración, es una justificación mejor aceptada que la envidia. Pero no he venido aquí a hacerle más fácil el trabajo de desacreditarme. Vine porque espero que, al bajar de aquí, no quede un solo argumento que pueda minimizar los hechos antes señalados. No daré adelantos sobre mi investigación hoy ni lo haré para ninguna entrevista. Nos veremos en la exposición de mi tesis, y ahí tendrán el único número que realmente importa: el que esté junto al «aprobado».

Todos nos levantamos a aplaudir. Un montón de gente aparentemente importante se acerca a Axer para estrechar su mano, felicitarle y tomarse alguna fotografía para periódicos y revistas de los que no tengo ninguna noción.

Yo lo miro y pienso en lo estúpidamente enamorada que estoy de él. Es que no solo es hermoso y arrogantemente encantador, sino que su cerebro, su elocuencia y todo lo que va ligado a su intelecto es sexy, envidiable y me dan ganas de construirle un altar.

Quiero verlo cuando exponga su tesis. Quiero estar ahí cuando lo nominen al Nobel, y cuando lo gane. Porque lo hará. Y quiero estar cuando escriban su nombre en los récords Guinness por ser el hombre más joven en ganar un Nobel de ciencia. Quiero estar en su graduación, y cuando escoja su siguiente especialización.

Quiero estar ahí toda su vida, maldita sea.

Alguien del comité de profesores de la organización para genios le entrega a Axer una especie de reconocimiento enmarcado y toda su familia se acerca para tomarse fotos con él.

Pero él detiene a los fotógrafos, les pide un segundo y viene por mí.

—Frey —saludo con una sonrisa radiante al verlo frente a mi asiento con la mano extendida.

—Schrödinger.

Caminamos de la mano hacia el área de las fotografías. Nos tomamos varias con los Frey y luego él pide una solo conmigo.

—¿Estás seguro? —susurro—. Nos está viendo todo el mundo.

Él, no satisfecho con nuestro ya alarmante exhibicionismo afectivo, me rodea con un brazo y me besa los labios. Y cuando el flash nos golpea, tengo los ojos cerrados, pues estoy inmersa en su beso.

Al alejarnos a por unas copas tomados de la mano, me siento como Bella Swan cuando llega al colegio con Edward Cullen. Todos nos miran, y saben que soy la reina de este abismo, pues el rostro de mi Vik lo deja bastante claro.

—¿Qué tal estuvo? —me pregunta.

Yo, estúpidamente idiotizada por el brillo de su sonrisa, lo abrazo, enterrando el rostro en su pecho, y me sorprendo cuando sus brazos también me arropan.

—Siento que estoy más loca por ti que nunca.

Escucho su risa, y lo amo más. No quiero que deje de reír nunca.

—Dime eso cuando no estés influenciada por todo esto —dice, acariciando mi cabello mientras todavía lo abrazo.

—Lo haré —prometo y me separo de él.

Bebo de mi copa y siento su mirada fija en el anillo en mi dedo.

—Es importante, ¿no? —pregunto—. Si era de tu madre o algo así no podré aceptarlo.

—¿De mi madre?

Por como frunce el ceño hasta siento que fue una teoría estúpida.

—Yo...

Él me quita la copa y toma mi mano del anillo. Toma la piedra y la hala. El anillo se separa en dos, como si la piedra fuese la tapa de un cofre, y la base oculta de debajo tiene un grabado específico con ornamentos y una F central.

—¿Qué mierda...?

—Es mi sello oficial —explica—. El molde del sello. Con algo de lacre o tinta podrías firmar lo que te de la gana por mí y sellar con el anillo. Tienes mi destrucción, literalmente, en tus manos.

—¿Por qué me das esto? ¿Estás loco? Bueno, sí pero... ¡¿Qué fumaste?!

Él sonríe, y me besa los nudillos.

—Te lo dije: confío en ti. Y como tú pareces no hacerlo tenía que probártelo.

¿En serio estuve tan ciega todo este tiempo? ¿Es posible que Axer en serio sienta cosas por mí?

Si es así, si en serio tiene sentimientos reales hacia mí que van más allá del deseo, la frustración y las ganas de ganar, entonces debí haberlo herido muchísimo anoche cuando le dije lo de Aaron. Porque por cómo me expresé casi le dije que solo me ataba el contrato a él, y que esperaba el momento en que caducara para cogerme a otros.

Quiero aclarar las cosas, pero nos interrumpe Veronika.

—Hola, tórtolos. —Ella abraza a su hermano y él la corresponde—. Felicidades de nuevo.

—Gracias, Vikky.

Ella le acaricia el rostro, y su expresión se ensombrece. Pero enseguida lo disimula con una sonrisa.

—Tienes los ojos rojos —le dice a su hermano—. ¿No te ha dicho mi padre que las drogas son malas?

—Pasé toda la noche estudiando el discurso —dice Axer.

—Ay, hermanito. ¿Cómo quieres que crea que estudiaste eso? Fue espontaneidad Frey, a mí no me engañas.

Él se encoge de hombros.

—Y ya que hablamos de tu discurso... Sophie se tuvo que ir después del suyo, lo cual es una lástima, pero fui a hablarle y confía en que lo hiciste mejor que nadie. Ella quiere que trabajen juntos. Ya sabes, colaborar con tu tesis ahora que nos iremos y te quedas sin gato en la caja. Podemos hacerlo, ¿no? Frey's empire le puede dar una beca para que ella se mude cerca de nosotros como pago de su colaboración...

—Veronika —corta Axer—. Muchas gracias, en serio. Pero déjame a mí...

—Igual piénsalo. No tienes que responder ahora. Todavía quedan un par de meses antes de irnos, ¿no?

Veronika no ha terminado de desaparecer de nuestra vista cuando le digo a Axer:

—¿Quién es Sophie? Y ya que estamos, ¿quién es Andrea?

—Mujeres —responde él, pero mi expresión no da espacio para bromas—. Estudian en la misma organización que yo.

—¿Y?

—¿Y qué?

—¿Son tus ex's o algo así?

—No. Pero...

—¿Pero qué?

—Mantuve una relación sexual con ambas. En tiempos diferentes. Pero eso no importa.

—¿Cómo que no importa? Tú me...

«Él no es tu novio, estúpida. Cierra la boca».

—¿Qué? No te guardes nada, solo dilo.

—Es que pensé que... —Suspiro—. ¿Sophie es atractiva?

—Yo... La vas a investigar de todos modos, ¿no? Lo verás tú misma.

—Tú mismo dijiste que la belleza es subjetiva. ¿Te parece atractiva a ti?

Se nota que está incómodo en esta conversación, pero también que hace un esfuerzo por no pedirme que lo deje así. Quiere hablar las cosas. Quiere hacerlo bien.

—Claramente me parece atractiva si llegamos a tener una relación sexual.

—Y es inteligente. Muy inteligente.

—No tienes que preocuparte de nada, en serio. Jamás hubo ningún sentimiento. Ella y yo entendíamos que lo que tuvimos era físico y cuando acabó nunca dejamos que interfiriera en nuestra relación profesional.

—Es inteligente —repito—. Y te generaba deseo. Tú me dijiste que... Me siento estúpida. Creo que malinterpreté, o sobreestimé, muchas cosas que dijiste.

—Ninguna fue mentira. —Él da un paso hacia mí—. No he tenido una relación, ni física ni... íntima, como lo que tengo o tuve contigo. Jamás. Y nunca lo tendré. Cuando te dije que antes disfrutaba más de los exámenes que del sexo no te mentí.

—Pero... Si no te gustaba lo suficiente por qué...

—Digamos que disfrutaba del juego previo, pero entiendo que llega un punto en el que las demás personas necesitan ir al siguiente paso. Y cedía. En serio no me siento muy cómodo entrando en detalles. ¿Puedes creerme cuando te digo que no tienes nada qué preocuparte? No hay otra persona en el planeta con la que quiera todo lo que quiero contigo.

—Deja de decir esas cosas que me brillan hasta las pestañas.

—Lo que yo escuché fue: dilas más seguido.

Me rio y lo abrazo de nuevo. Podría vivir feliz así: entre sus brazos.

Pero entonces veo a Aaron en la distancia, y recuerdo que tenemos una conversación pendiente Axer y yo.

—Oye, y... Sobre Aaron...

—¿Puedes darme esta noche antes de ir tras de él? Si quieres mañana yo mismo te doy su número.

—No seas así, por favor. ¿Por qué te molestó tanto que justo fuera él con quien bailara? O sea, al final del día su familia y la tuya son socios, ¿no?

—Lo que no implica que apoyemos lo que hacen. Podríamos decir que tenemos una especie de enemistad amistosa. Si con amistosa se entiende que, si no hubiera un montón de acuerdos de por medio, ya nos habríamos matado.

—¿O sea que Aaron realmente...? —carraspeo—. ¿Él sí es...? O sea, ¿es cierto lo que me dijiste de su familia?

—Cada palabra. ¿Por qué te mentiría con algo así

—Pero... Es surrealista. ¿Eso no es... raro?

Axer ríe.

—¿Raro? Me sorprende que después de haberme conocido todavía te quepa esa palabra en la boca.

—Me caben muchas cosas en la boca, Frey.

Axer se muerde los labios y desvía la mirada.

—Nazareth, por el amor a Shaula, hay demasiada gente pendiente de mí y me vas a poner como un tomate.

Voy a responder, pero olvido todo el diccionario cuando veo quién se nos acerca.

—Frey, qué placer saludar... —Aaron chasquea su lengua de manera despectiva. Su sonrisa no podría ser más demoníaca—. Lo siento, no soy tan buen mentiroso como tú, ni siquiera puedo terminar esa oración.

—¿Algún problema, Jesper? —espeta Axer con la mandíbula tensa.

—Hoy sí: tu presencia —dice esto me lanza una mirada de reojo. Este sería un buen momento para que me trague la tierra—. Tenía la esperanza de poder tener un poco más de... intimidad, con tu novia.

Guiña un ojo y luego voltea con más descaro hasta quedar frente a mí.

—¿Te maquillas el cuello?

¿Qué mierda con este tipo?

—Eeehhh... No.

—Qué deprimente. —Se acerca tanto a mí que sus labios quedan muy cerca de mi oreja. Me susurra para que solo yo pueda escucharlo—. Si me dejaras cogerte, tendrías que usar suéter y bufanda. Adiós a los escotes, pues te marcaría desde el cuello hasta las tetas.

Se separa de mí con una sonrisa de oreja a oreja y mira hacia Axer, quien aparece a punto de quebrar la copa por la tensión en sus dedos.

—Nos vemos, Frey —dice Aaron—. Buscaré una víctima para esta noche, pero quiero que sepas que estaré fantaseando con tu gatita.

—Voy a matarlo —dice Axer con un ademán de ir detrás de él cuando se marcha.

Lo tomo por el brazo para detenerlo.

—Ni se te ocurra. Él solo quiere molestarte. Tú ya le ganaste, tu discurso fue el mejor y...

Axer, usando mi propio agarre, tira de mí hacía él y me pone una mano en el cuello. No lo rodea completo, solo lo justo para medir su pulso con su pulgar.

—Estás excitada —sentencia.

Siento que si abro la boca mi corazón va a gritar.

—Axer, por favor. No hagas esto.

—Niégalo.

Pero no puedo, no contra esos ojos que me desnudan y desafían.

Así que Axer me toma por la muñeca y me arrastra por todo el edificio, ascensor arriba, hasta dejarme frente a la puerta de nuestra habitación.

—Espérame dentro —dice.

—Ni loca. ¿A dónde mierda crees que vas?

—¿Puedes por favor esperarme dentro?

—¿Vas a matarlo?

—Casi.

—No lo hagas, por favor, él no tiene la culpa de...

Pero sus labios me callan, él me pega contra la puerta y me besa con fuerza. Con solo un beso siento lo molesto que está.

—Espérame adentro, Nazareth. ¿Puedes?

Maldito tramposo. Sabe que no le diré que no.

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