65: Familia de genios
Sinaí
Si ya es complicado escoger vestimenta para conocer a los padres de tu novio, lo es el doble escoger qué ponerse para conocer a la familia de tu novio falso donde, si ya la brecha cultural entre rusos y venezolanos es un desafío, se complica todavía más teniendo en cuenta que ellos son genios, algunos asesinos, otros con complejo de Frankenstein, pero todos, sin duda, expertos en manipulación.
Así que me pongo un vestido de algodón negro, con mangas largas, falda apenas por encima de las rodillas pero holgada. El corte está marcado por un cinturón bajo mis costillas y el escote en U muestra mis senos lo suficiente para que no parezca que me he vestido de monja para la ocasión, pero sin que resalten demasiado.
Me aliso el cabello y lo dejo suelto a excepción de un par de trenzas delgadas que me haga a cada lado. Encima, me pongo el cintillo con las orejas de gato porque para algo me las regaló Axer y no fue para que las dejara guardadas en el cajón.
Ahora sí, estoy no-lista para conocer a mi suegro. Pero al menos ya estoy vestida.
Los Frey demolieron los dos primeros pisos de su edificio y lo modificaron para hacerlos su mansión. El ascensor siempre me había llevado al recibidor del último piso, pero esta vez Axer lo detiene un piso antes y bajamos en una especie de vestíbulo.
Es como si él quisiera irme preparando a cuentagotas para lo que se viene, evitándome tener que enfrentarme de inmediato a la mesa de piedra con todos los Frey reunidos.
Spoiler: no me siento más preparada.
El recibidor tiene un par de mesas en el pasillo principal, cada una con dos pares de copas una botella al lado. Encima hay algunos cuadros, los muebles son de cuero blanco con marco de oro, la alfombra de un rojo sangre a juego con los detalles borgoña y dorado del tapiz, y como única iluminación un gran candelabro central.
Él llena un par de copas con vino y, mientras lo veo hacerlo, noto el anillo de la esmeralda. Debo preguntarle algún día qué significa esa pieza para él, por qué rara vez se la quita.
Me ofrece una de las copas sin detenerse en formalidades y, con una mano apoyada en mi espalda baja, me conduce a uno de los sillones. No se sienta a mi lado, sino en el asiento contiguo.
Me encanta cómo se ve, el suéter cuello de tortuga beige que tiene puesto resalta en contraste con su blazer crema. Todo él es estético, elegante y sutil.
—¿Me darás ya mi regalo? —pregunta al sentarse, por lo que escondo la bolsa tras mis tacones.
—Cuando salgamos de esta —digo—. Así tendrás una razón para ayudarme a sobrevivir.
—Ya tengo miles.
Siento que estoy a punto de sucumbir a una sonrisa, pero entonces agrega:
—No será divertido revivirte si no te mato yo.
—Vaya. —Me llevo una mano al pecho para dramatizar—. Es lo más romántico que me han dicho en la vida, Frey. Estoy a un poema más de esos de arrodillarme y pedirte matrimonio.
Él entorna los ojos y niega ligeramente con la cabeza.
—Estás perdiendo tu estilo, Schrödinger. Antes hablabas de secuestros y matrimonios forzados, ahora propones arrodillarte. —Lleva la copa a sus labios sujeta con apenas un par de dedos, y bebe un sorbo de su vino con la elegancia que solo un actor de culto podría emular—. Qué decepción.
Me inclino hacia él, mis piernas cruzadas, la falda corrida hasta lo alto de mis muslos. Apoyo mis codos en mis piernas y mi rostro entre mis manos, la posición adecuada para que mis senos resalten sobre mi escote, al alcance de una ojeada suya.
Y, sin embargo, él parece mucho más fascinado por lo que sea que hay en mi mirada a través del cristal de mis lentes, porque no puede dejar de verme a los ojos.
—No me hables así, Frey, porque corro el riesgo de creer que le estás dando rienda a lo que llevo enjaulado en mí.
—Nazareth —pronuncia mi nombre con una solemnidad que sé que, sin importar lo que diga, voy a creerle cada maldita palabra—, entiéndelo: no quiero darle rienda a nada, estoy abriendo la sukin syn jaula. Tú eres la que debe hacer el resto.
—Estoy asustada —confieso antes de poder detenerme. No importa lo que pase mañana fuera de estas paredes, hoy él es mi único aliado—. ¿No podemos quedarnos aquí? Es tan... Cómodo.
—Volveremos, luego de que te integres, y pasaremos toda la noche aquí sin dormir...
No sé qué habrá visto en mi cara que lo hace fruncir el ceño y agregar:
—Y sin sexo. Quiero hablar contigo. Quiero conocerte esta noche.
—¿No me has investigado suficiente?
—Vikky, sin duda. Yo solo me robé algo de su tarea, no todo. No me gustan las cosas masticadas.
—O sea que prefieres masticarme tú —repongo con un tono insinuante y, por primera vez en mucho tiempo desde que empecé el tratamiento recetado por mi psiquiatra, bebo un trago del vino en mi copa. Voy a necesitar el coraje de su calor para sobrevivir a esta noche.
—¿Puedes dejar el doble sentido? —inquiere Axer con una ceja arqueada—. Lo pregunto en serio, eh. Quiero saber si es patológico.
Pongo los ojos en blanco y murmuro «amargado».
—Y, sobre eso de haberte investigado: tienes un punto —agrega—. Pero no lo entiendes, da igual lo que ya sepa de ti, lo que quiero ahora es disfrutarte.
—Axer, por favor... No entiendo en serio por qué haces esto. Te estoy obligando a ser mi novio y tú... Actúas como si no fuese así.
—¿Y?
—Que algo tramas.
Se lleva los dedos al entrecejo y se levanta, extendiendo su mano hacia mí.
No me habría sorprendido más ni aunque se hubiese bajado el pantalón.
—¡¿Me vas a tomar de la mano?! —pregunto, como si me estuviese ofreciendo marihuana.
—Por supuesto. Si mi padre se entera que esta relación es forzada y que he cedido... —Su expresión lo dice todo—. Más sensato sería quitarme el apellido. Así que sí, te voy a tomar de la mano, Nazareth, porque necesito que cuando él nos vea no le quede ninguna duda de que no puedo vivir sin ti.
—Bien.
Subimos por las escaleras blancas que en un espiral conducen al último piso. Este lugar es una maravilla, sus arquitectos parecen sacados de Marvel.
Hay solo una persona en la sala, y sin duda es un Frey.
Es menor que Axer, así que tiene que ser Aleksis. Se nota que vienen de matrices distintas, e incluso así, no podrían ocultar de ninguna forma que son parientes.
Está sentado en el reposabrazos de uno de los sofás, siguiéndonos con su inquietante mirada a través de sus lentes, no parpadea ni una vez ni rompe el contacto visual mientras bebe de una taza lo que me gustaría imaginar que es chocolate caliente. Usa un jersey gris encima de una camisa blanca de la que sobresale el cuello y las muñecas de las mangas. Su cabello, con rizos dorados, largo, es todo lo que podría desear un modelo romano.
¿Por qué todos tienen que ser tan Freys?
—Sinaí, él es mi hermano Aleksis —explica Axer con un tono tan seco como apresurado, como si quisiera salir de eso cuanto antes—. Aleksis, ella es Sinaí. ¿Mi padre?
El chico se encoge de hombros sin perder esa mirada tan directa e ininterrumpida que podría ser denunciable.
Axer se frustra y es el primero en sentarse a la mesa, haciéndome señas para que lo acompañe. Aleksis se mueve también, sentándose justo frente a mí. Axer le lanza una mirada que interpreto como una especie de advertencia, a lo que el menor responde juntando sus manos a modo de rezo angelical. Pero su sonrisa... No sé la creo ni porque tenga por abogada a la virgen María.
—Yo... —carraspeo. No tengo ni puta idea de qué decir ahora—. Un placer conocerte, Aleksis.
Él me responde apenas torciendo los labios en la sonrisa más falsa que me han regalado en la vida y bebe un sorbo de su taza, todavía sin dejar de verme.
—Deja de verla así —ladra Axer.
Aleksis alza las manos, su rostro tiene una expresión de completa inocencia, como si desconociera el motivo por el cual Axer ha dicho eso, pero como no lo conozco soy incapaz de deducir si es genuina o actuada.
—No es necesario que le digas eso —digo, para no ganarme a Aleksis de enemigo. Al menos no tan pronto—. No me estaba incomodando.
Axer rueda los ojos, mira el reloj abstracto en la pared y se levanta.
—Voy a buscar a Veronika.
Cuando nos deja solos, Aleksis no solo vuelve a mirarme, sino que, aunque sus labios están estáticos, veo cómo sus ojos son capaces de sonreír de una manera que me causa escalofríos. De hecho, estoy casi segura de que tienen colores distintos. Tal vez sea un efecto de la luz, pero uno parece verde y el otro de un azul muy claro.
—Tú... ¿Ya sabías que yo vendría?
Él no dice nada.
—Claro, es una pregunta estúpida, es obvio que lo saben todos. —Me fuerzo a sonreír—. ¿Sabes si le dijo a tu padre que soy su novia? ¿O planea contarles a mitad de la cena?
Él arqueó una ceja por toda respuesta.
Este carajito es más difícil que la tabla del ocho.
—Entiendo que no me conozcas, pero... No sé, cuéntame algo de ti. ¿Estás nervioso por esta cena?
Reprime una risita y lleva otra vez la taza a su boca. Cuando la aparta, lame sus labios, humedeciéndolos al punto de intensificar su pigmentación cereza. Sé que no debo verlo con estos ojos, es el hermano de mi novio falso, pero... ¡Cristo!
Sus facciones son menos marcadas que las de Axer, sus labios más gruesos, su piel más sonrosada, pero todo en conjunto es una perfección divina y angelical, si no fuera por esa mirada demoníaca.
Es imposible que sean humanos estos malditos Freys.
—¿Qué edad tienes? —insisto como la ladilla que soy.
Él levanta una mano con todos los dedos abiertos, la cierra y vuelve a abrir dos veces más. Luego, baja todos sus dedos dejando solo dos.
—¿Diecisiete?
De nuevo me deja en visto.
Axer regresa a su asiento, su rostro refleja de todo menos paz.
—¿Tu hermano no habla? —pregunto por lo bajo al tenerlo sentado junto a mí.
—Lo difícil es hacer que se calle.
—Pero...
La comisura de los labios de Aleksis tiembla. Siento que se está burlando de mí, pero no entiendo por qué.
—No ha dicho nada desde que llegué.
—Más le vale.
—¿Por qué...?
Pero me callo, porque otras dos personas toman asiento en la mesa. Una de ellas es la última que me esperaría encontrar dentro del hogar de los Frey.
Tiene que ser una broma.
—¿Sinaí? —pregunta María, tan sorprendida que parece que la que está fuera de lugar aquí soy yo.
Luego se gira hacia Vero y le pregunta:
—¿Ella es la novia de tu hermano?
—Yo tampoco lo entiendo, princesa —contesta Veronika.
—No, me refiero a... Wao.
Ni siquiera me molesto en responderles, me giro hacia Axer con el ceño fruncido. Él se inclina un poco hacia mí y baja la voz tanto como es posible para que yo pueda oírlo.
—Ella no sabe nada, ten mucho cuidado con lo que dices.
—¿Qué hace aquí?
—Te explico luego.
Y aunque hubiese empezado a explicarme no habría podido oír nada, porque justo en ese momento se ocupan los dos asientos individuales a cada extremo de la mesa. De un lado está una mujer alta, morena, con un cuerpo tan curvilíneo y un cabello tan lacio y tan largo que podría sacarse una nueva edición de barbies a su imagen. Y, del otro lado, el hombre que mantiene a flote este imperio.
Ya lo había visto en cientos de fotografías en Google, pero ninguna me preparó para su imponencia en vivo.
Su cabello rubio está largo, peinado hacia atrás con apenas un par de mechones sueltos e interpuestos en su rostro. Sus facciones y líneas de expresión no ocultan su madurez, pero eso no implica que se vea mal. De hecho, tendrían que jurarme que ese hombre tiene más de cincuenta para que me lo crea. La sombra de una barba bien definida resalta en su rostro. No lleva traje, solo una camisa manga larga negra. Sin corbata, puesto que los primeros botones están sin abrochar.
Llega y de inmediato la cocinera nos sirve, como si lo hubiese estado esperando. Él le extiende su copa para que se la llene y la detiene, solo con una sonrisa cortés, cuando ya le ha servido suficiente. Luego chasquea los dedos y señala a su mujer para que el segundo mesero haga exactamente lo mismo con su copa.
Es fascinante como sus gestos son suficientes para orquestar, un acorde a la vez, la sinfonía que mantiene en movimiento su casa.
—Buenas noches, señor Frey —saluda María con una sonrisa educada.
—¿Qué tal estás, María? Te he dicho que me llames Viktor —responde él, amable, pero sin mirarla.
Lleva sus manos hacia los cubiertos y empieza a trocear el primer bocado de su comida con la agilidad y decencia que solo tienen las personas que han nacido para comer como reyes.
No tengo ni puta idea de qué hacer o decir, y no entiendo por qué María puede llamar Viktor a mi suegro mientras a mí me ignora como si fuese un adorno del asiento. Ni siquiera quiero empezar a comer por miedo a humillarme o faltarles al respeto.
Es Veronika la que toma el timón de la situación.
—Sina, qué placer tenerte entre nosotros. ¿Ya conoces a todos?
—De oídas —contesto, esperando sonar tranquila y educada a la vez, pero creo que me tiemblan hasta las fosas nasales de los nervios.
—Ay, sí, ya imagino que Vik hablará mucho de nosotros, ¿no?
—Definitivamente. Su admiración es inconmensurable y siempre tiene un motivo por el cual alardear de ustedes.
De refilón puedo notar cómo Axer contiene las ganas de reír.
—Bueno, ya que mi hermano es un maleducado, yo te presentaré. Él es Aleksis, nuestro hermanito.
El aludido está demasiado ocupado masticando y mirándome con el ceño fruncido como para saludar.
—Sí, ya lo conocí hace un momento —comento con una sonrisa que pretende salvar a Aleksis de la responsabilidad de hablarme.
—De acuerdo, pues... Él es nuestro padre, Viktor Frey.
Él ni siquiera alza la vista de su plato, comiendo como si quisiera acabar ya con todo esto.
Veronika deja que el silencio y la incomodidad se extiendan un momento antes de continuar.
—Bien, ella es Diana.
Señala a la mujer al otro lado de la mesa, que me sonríe con cortesía y dice:
—Un placer...
Deja la frase en el aire, como si esperara que la completase con mi nombre, pero es Vero la que responde.
—Sinaí. Es la... —Vero deja sus cubiertos y mira directo hacia Axer—. ¿Qué es, Vik? Sabrás perdonar mi ignorancia, ¿no? Ella ha sido tantas cosas que ya no sé para qué exactamente la tienes ahora.
—Pues —ataja Axer, sus ojos encendidos de algo que no es ira, pero que arde como si lo fuera— lo importante no es las cosas que ha sido, ¿no? Sino lo que «no» es para algunos en esta mesa.
Casi puedo jurar que el padre contiene la respiración para no ceder ante la risa.
—¿A qué se dedica? —pregunta el padre. Amable, su voz siempre lo es, a pesar del timbre tan ronco que la caracteriza, pero no hace contacto visual, solo parece interesado en su plato, y ni siquiera se dirige a mí para preguntar algo que me compete.
«A perseguir a su hijo, señor», me provoca responder.
Me sorprendo al escuchar que es María la que contesta.
—Estudia conmigo, señor.
El señor Frey responde con algo que suena como «mmm» y sigue comiendo.
—Aunque ella es más inteligente que yo. Es más inteligente que todos en ese liceo —añade María. Es evidente que notó la tensión.
Ojalá pudiera pedirle que no lo intente, explicarle que nunca será suficiente para esa familia de genios cirujanos y forenses.
Axer detiene sus cubiertos, apoya los brazos en la mesa dejando los codos por fuera y se voltea hacia su padre.
—¿Nazareth se puede quedar?
Casi me atraganto con una cucharada de comida cuando lo escucho.
Es la primera vez que su padre detiene los cubiertos, imita la pose de Axer y lo mira con la misma seriedad tensa, aunque su hijo no flaquea ni un poco ante este duelo.
—¿Quién es Nazareth?
—Mi novia. Su nombre es Sinaí Nazareth.
—Empezaba a creer en serio que se apellidaba Schrödinger.
—Ya ves que no. —La sonrisa de Axer ostenta una tranquilidad temblorosa, no quiero estar cerca cuando se quiebre—. Es solo un chiste interno.
—Sí, últimamente eres experto en chistes.
Los dedos de Axer se cierran sobre la tela de su pantalón, pero su rostro permanece impasible.
—Siempre nos has instado a salir de nuestras zonas de confort, ¿no?
El padre no responde al momento. Se toma su tiempo para cortar la carne, agregar puré y ensalada al bocado que lleva a su boca y comenzar a masticar. Esperamos, alertas, casi sin pestañear. No se oye una sola respiración mientras el señor Frey termina de engullir su comida. Lleva el vino a su boca y traga un par de veces antes de devolver la copa a la mesa.
Solo entonces vuelve a fijarse en su hijo del medio:
—Claro que puede quedarse. Este lugar es tanto tu hogar como el de cualquiera de nosotros.
—Gracias.
—¿Cuánto tiempo? —indaga sin mucho interés, como si fuese una nimiedad.
—Por ahora, solo será esta noche. Tal vez hasta el almuerzo de mañana.
—Ella está... —El señor Frey mira de soslayo a María, eso me advierte que se viene un eufemismo—. ¿Está «trabajando» contigo?
—Sí, lo está.
El señor Frey arquea una ceja. Veo perfectamente a un Axer de cincuenta años cuando lo hace. El futuro es hermoso si mi esposo lucirá así a su edad.
—¿Y es tu novia? —indaga el señor Frey.
Axer deja salir una de esas sonrisas arrogantes suyas que me vuelven loca.
—Tenemos una relación muy poco convencional, sí —confiesa, despreocupado.
—En ese caso, imagino que la invitaste al viaje de la celebración en Mérida, ¿no?
—Yo...
La conversación padre e hijo es interrumpida por la risa maliciosa de Veronika Suka Frey.
—No la invitó ni lo hará —aventura Vero, lo que me hace regresar a aquellas sensaciones de nuestros primeros encuentros cuando quería matarla por solo respirar cerca de Axer.
El padre la mira con expresión inquisitiva, a lo que ella se encoge de hombros y responde:
—Ya sabes, padre, en mi «cercanía» a su novia pude notar que es muy mala manejando los celos.
—Vikky —la voz de Axer azota como una advertencia y yo siento cómo empiezo a alterarme de más.
—¿Estoy mintiendo en algo? —discute su hermana—. ¿La invitaste?
—No es algo que tenga que hablar aquí.
—Ah, claro, pero sí puedes preguntarle a nuestro padre delante de toda la familia si ella puede quedarse a dormir. No seas cobarde y admite que no lo has hecho.
—Nazareth.
Cuando volteo a mirarlo, siento que lo estoy agrediendo. No sé por qué estoy tan enojada, pero dudo que sean injustificados estos sentimientos.
—Acompáñame al viaje —pide Axer de una manera que me hace sentir que, de hecho, no tengo opción.
—¿Qué viaje?
—Del que hablaba Anne.
Ahora entiendo por qué no quiso que Anne siguiera el tema delante de mí. No me quería invitar.
—Lo hablamos después.
Axer no contesta, solo se voltea y sigue comiendo.
La tensión es demasiado, así que decido llenar el espacio concentrada en que la comida me dure tanto como sea posible, al menos así me puedo enfocar en masticar y no en los leones que me rodean.
—Cuéntales las nuevas noticias, Viktor —dice de pronto Diana a su esposo.
—La familia Caster se se mudará al edificio.
La sangre se me congela en las venas al escuchar al señor Frey decir eso.
—¿Y eso por qué? —Axer hace su pregunta sin demasiado alboroto ni alteración alguna. No tiene ni idea—. Imagino que a los pisos inferiores, ¿no?
—Por supuesto, pero a uno de los de mayor prestigio. Los acogeremos como damnificados hasta que el seguro les solucione y se les asigne seguridad. Parece que sufrieron un atentado en su propia casa.
—Algo así escuché —añade Vero—. ¿Pero por qué nosotros...?
—Su familia invirtió en la empresa hace poco y parte del trato era que Frey's empire le proporcionaría un nuevo seguro.
—Vaya suerte —comenta Axer, aunque no parece del todo implicado en conseguir un veredicto al respecto de esa coincidencia, solo aliviado de que yo ya no sea el tema de conversación—. Sí había escuchado algo del incendio, pero creí que no había afectado la casa.
—No del todo. Pueden recuperarla pero ellos ya no se sienten seguros ahí. La van a vender. Mientras, les daré una de nuestras habitaciones a cada miembro de su familia. Estarán bastante cómodos y más cerca de mi disposición.
—¿Cuánto es «mientras»?
—Por lo más pronto, sería cuando se encuentre al culpable. Los investigadores ya tienen un indicio del qué tirar.
Bebo de mi vino por primera vez desde que estoy en la mesa, no porque lo necesite, sino porque siento que he quedado más pálida que un fantasma y mi única opción para pigmentar mis mejillas es el calor del alcohol.
Cuando alzo la vista de mi copa, Aleksis me está mirando sin disimular.
—Aleksis —llama el padre, a lo que el chico levanta el rostro en su dirección—. No has dicho nada en toda la noche, ¿Qué pasa? ¿Te comió la lengua el gato?
Del maldito chiste se ríen todos en la mesa, menos María, que no entiende un coño, y me siento a punto de echar humo por las orejas.
El padre se levanta y detrás lo hace su esposa, quien ya había terminado de comer hace unos minutos.
No me dedica ni una palabra más mientras se va.
—Suka —dice Axer a su hermana mientras esta, que va camino a llevar su plato a la cocina, le pasa por detrás.
—Ay. —Vero parece tener una idea de pronto y me levanta por el brazo—. Vente, Sina. Tú me ayudarás a fregar los platos.
—Yo puedo hacerlo —repone María con educación.
—Quien puede hacerlo es la persona a la que se le paga por ello —ladra Axer ya sin ocultar la magnificencia de su pésimo humor—. Deja a Nazareth donde está.
—No seas imbécil, hermanito. No le quites a tu novia la oportunidad de impresionar a sus suegros.
Vero posa una mano sobre el hombro de Axer, le da un apretón y me arrastra con ella.
Una vez en la cocina, que, como el resto del edificio, parece de catálogo para ricos, abre la nevera y me sirve un vaso de agua que me tiende con una sonrisa cálida.
—Si tienes los ovarios en la garganta aprovecha para tragar y regresarlos a su sitio —me dice.
Acepto el vaso y me lo bebo todo de un trago. Si resulta ser veneno, hasta sería mejor para mí.
—Tu padre me aborrece, eh —comento al tenderle el vaso vacío.
—No es personal. Todos lo hacemos.
A pesar de lo que dice, me guiña un ojo y me extiende un segundo vaso con agua.
—No me malinterpretes, no te traje aquí para hablarte mal de mi hermano ni nada de eso —explica, recostándose del mesón de cerámica—. Solo intento ponerme al día. Quiero saber si él te contó su versión de... Toda la historia.
—Bueno... —Me cruzo de brazos, incómoda e inquieta. No sé qué esperar de esto. No sé qué esperar de ella—. Eso supongo.
—Bien. Pues ni una palabra a María, ¿okay? Terminantemente prohibido decir nada sobre mí. En lo que a ti respecta, solo soy tu molesta cuñada.
—Espera... ¿De eso se trata? ¿Ella está aquí por... eso?
—No es tu problema, ya te dijo lo que no debes hacer.
—No me jodas, ¿cómo no va a ser mi problema que quieras manipular y disecar a mi amiga?
Sus manos y su espalda se alejan del mesón, sus tacones resonando en el mármol del suelo mientras sus pasos reducen la distancia entre nosotras como una lenta sentencia.
—¿Crees que mi padre te odia? —Su sonrisa, lastimera y teatral, me da una idea del desenlace de esa pregunta—. No quieres ver de lo que es capaz si te interpones en lo que hacemos.
Abro la boca, pero sé que es un caso perdido. No es algo que deba hablar con ella.
—Ya —sentencia, dándose la vuelta hacia el fregador—. Puedes irte.
Pero no voy a perder esta oportunidad. Hay algo que necesito saber y que Axer no va a explicarme.
—¿Por qué Axer no me quiso invitar a esa fiesta?
Con un suspiro cansado, Veronika se voltea de nuevo.
—No lo sé. ¿Te habló de Sophie o Andrea?
—Jamás me ha hablado de ninguna mujer...
—Entonces yo no soy quién para decirte nada. Pregúntale a él.
Ella está a punto de salir de la cocina y dejarme con más preguntas que al principio, así que la tomo del brazo e insisto.
—Veronika, por favor...
—No me toques. —Al zafarse de mi agarre, por su expresión podría decirse que le acabo de contagiar sarna—. Ah, y por cierto... Estoy muy feliz por tu logro. Vik es muy cuidadoso ocultando sus derrotas, pero leí ese contrato... Uff, un lindo toque de tu parte. Pero no te confíes.
Cuando hablo, lo hago con tal ira y seguridad que me siento la dueña del mundo, aunque sé que no es ni de cerca el caso.
—¿Por qué?
—Porque él es un Frey. Tú jamás vas a serlo. Puedes creer que ganaste... De hecho, yo que tú lo disfrutaría. Porque el jaque que mi hermano tiene para ti es, si me permites opinar, por completo mi estilo: insuperable.
Con una última sonrisa, me deja sola en la cocina.
¿Qué mierda está tramando Axer?
~~~~
Nota:
Ay, queridas axers, si supieran... Es que no tienen idea de todo lo que se viene jajaj. La noche ni siquiera acaba, a Sina le faltan muchas cosas por vivir en el edificio de los Frey. Y se viene una escena mucho más cercana con el señor Viktor Frey.
Denme sus impresiones del capítulo, la escena, lo que dijo Vero, lo que creen que trama Axer, qué opinan de que Julio ahora viva en el edificio, de María en la cena, Aleksis, todoooo. ¿Creen que Sina salga viva de esta?
Comenten mucho y tendrán capítulo entre hoy y mañana.
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