6: María


María Betania odiaba el uniforme del colegio casi tanto como aborrecía su cuerpo. Su ritual al llegar a casa empezaba siempre deshaciéndose de todas las prendas que conformaban ese conjunto reglamentario. Usaba una red de baño para no mojarse el cabello y dejaba que la ducha le lavara el sudor de estudiar hasta las dos de la tarde y de los recesos en un patio sin techo ni ninguna otra protección del abrasador sol del mediodía.

Cerraba los ojos. Lo hacía incluso antes de enjabonarse la cara, para evitar mirarse.

Salía del baño y se miraba al espejo alto del lavamanos porque desde él era perfecta. Una coleta despreocupada en su cabello, algunos mechones sueltos que enmarcaran sus deslumbrantes ojos, varios gestos distintos con sus labios carnosos y expresivos, y eso era todo. Perfección. Pestañas oscuras y voluminosas, pechos impresionantes que no necesitaban sujetador para resaltar, reflejos dorados en su cabellera, pómulos resultantes y un mentón en punta que le daba un acabado apoteósico a su rostro.

María era perfecta en ese espejo, siempre que no tuviera que ver lo que ocultaba tras la toalla.

Salió del baño y se dirigió al closet. La camisa que escogiera daba igual, todas le quedaban bien excepto las que le había regalado su abuela a lo largo de los cumpleaños y navidades, pero que de todas formas conservaba porque amaba a su abuela más de lo que le desagradaban sus obsequios.

Con respecto a los pantalones era mucho más estricta. Siempre ajustados y de cintura alta, era la única manera de mantener su barriga recogida, de esculpir una figura más pequeña, de parecer de caderas anchas y no "gorda".

Por eso odiaba su uniforme. Camisas de botones con pantalón de corte bajo. Agradecía no tener espejos de cuerpo completo que le mostraran los cauchos que sentía resaltar en la parte bajo de su camisa.

Aunque no lo necesitaba y solo saldría a conversar con su familia, se puso algo de rubor en las mejillas y la punta de la nariz, y rímel en las pestañas. No podía permitirse salir desarreglada. No podía ser ante nadie menos que perfecta. No podía darle a nadie el poder de llamarla "fea". Porque ya era gorda. No podía ser también fea.

Se vio una última vez en el espejo y sonrió. No tuvo que fingirlo, de verdad amaba la imagen que la miraba directo a los ojos. Ella se "amaba". Muchísimo. Al menos vestida. Vestida así. Sin importar su gastritis y lo insoportable que eran a veces las cinturas de esos pantalones cuando los cólicos la atacaban, sin importar las noches que pasaba retorciéndose del dolor luego de soltar esos botones. Valía la pena porque era hermosa.

María pensaba que Dios se había equivocado con su cuerpo, y se dijo a sí misma que ella era la encargada de terminar su obra.

Salió a la sala, donde su hermana chateaba con los pies encima del sofá, y se sentó junto a ella solo porque a su lado era todavía más perfecta. Génesis era ordinaria. Delgada, pero ordinaria. Tal vez por eso María sentía que su hermana la envidiaba tanto.

—Hoy vino el turco —comentó Génesis sin apartar la vista de la pantalla ni los dedos del teclado.

—Qué se joda —escupió María pasando a abrazarse a uno de los cojines del sofá.

—Te tardaste mucho en mandarlo a comer mierda —señaló su hermana como si nada, pero el puñal estaba ahí, directo pero disimulado.

—¿Y a ti qué te importa?

—Nada, a mí nada. Pero si nuestros padres se enteraran...

—¡No te atrevas a...!

—¡Es un puto depravado! —Génesis golpeó su celular contra el cojín a su lado y se giró para ver a la cara a su hermana—. Tiene esposa, y una hija de tu edad...

—¡Es divorciado! Y la niña tiene trece, no mi edad.

—¡Eres menor!

—¡Por meses! ¡Y ya se acabó! Deja de meter el dedo en la herida, lo único que quieres es que se encienda esta mierda. Quieres verlos regañarme. Quieres verme mal.

María y su hermana desencadenaron un duelo de miradas envenenadas del daño que querían hacerse la una a la otra, de los celos, los secretos que guardaban como armas, las palabras que sabían exactamente cuándo utilizar para que su efecto fuese más doloroso. Génesis fue la primera en hablar luego de eso.

—Al contrario, maldita estúpida. Quiero verte bien. Lo que él hizo es denunciable.

—¡Te dije que nunca nos acostamos!

—Claro, y el teléfono te lo regaló por tu carita bonita.

—Estás celosa porque tu marido no puede comprarte ni una bolsa de frutas. O, peor, no quiere comprarte ni una bolsa de frutas.

—Basta. —Génesis se levantó—. Hablaré con mis padres.

—Adelante. —María la imitó—. Yo también tengo cosas qué hablar con ellos.

—Perra.

—Mata niños.

Dicho esto último, María abandonó la sala con aire triunfal y azotó la puerta de su cuarto.

No le gustaba estar sola, le daban ganas de desvestirse, y odiaba estar desnuda. Ni siquiera usaba faldas, podrían anotarse las infinitas cicatrices de sus muslos y pantorrillas. Y la realidad es que María no sabía qué hacer sola. Tenía una colección de consoladores, pero odiaba usarlos. Solo los tenía porque eran obsequios que solía pedir en sus relaciones para sentirse mayor, madura. Pero cuando estaba sola, era muy niña. Tan niña, que odiaba mirar aquellos juguetes. Tan niña, que lloraba si los usaba. Tan niña, que vomitaba pensando en sexo. Por eso no podía estar sola.

Ni ella, ni sus pensamientos.

Así que le escribió al turco, ya que con el del Corolla iba lento y no quería parecer desesperada.

«Está bien, hablemos.»

Y envió el mensaje.


Dedicado este capítulo a PaolaGallegos1_ por ser el primer voto y comentario del capítulo anterior. A Nunca_jamas773 por el edit tan preciooosooo que pueden ver arriba, a andy_mila por algunos de los memes a continuación, a _entre_libros14 (usuario de Instagram) por la story que compartió con una frase de este libro, y por supuesto, a GisCasi que nunca falta su apoyo.

El fin de semana estaré sin internet y no subiré capítulo, pero si escribo suficiente podríamos hacer otro maratón la semana que viene. Si quieren esto, háganmelo saber subiendo a sus storys de Instagram algún meme, frase, imagen u opinión de esta historia y etiquetarme (soy axavelasquez). Los memes pueden ser los del final del capítulo, si no saben hacerlos no se preocupen.

Besos, mis Axers ♡

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top