51: ¿Cómo que trío? [+18]

Cuando terminamos de arreglarnos de verdad parecíamos una pareja de un cuento de hadas. Además del vestido blanco, mi cabello azulado estaba suelto a mi espalda, con un cintillo de pedrería artificial a mitad de la frente, rodeando mi cabeza.

Axer tomó mi brazo con galantería. Nadie podía decir que no el príncipe encantado sin espada, rubio e impecable, hermoso como si el mismo sol hubiese escogido sus facciones; pero sin importar cuántos disfraces se probara, nada borraba el aura de villano que desbordaban sus ojos cada vez que los guiñaba para mí.

Mi escolta me llevó al salón donde las sillas del auditorio habían sido removidas y solo quedaba a la vista la mesa de pasapalos y la decoración.

En la tarima, donde antes Axer había hecho su prueba, ahora estaba una orquesta que combinaba instrumentos de cuerda, piano y percusión, animando la fiesta como solo había visto suceder en eventos memorables televisados, o descritos en libros.

Mientras Axer hablaba con uno de sus profesores que lo felicitaba, me acerqué a una de las mesas de pasapalos para disfrutar de todo. Dice la biblia que es mejor arrepentirse de lo que se vomita, que de lo que no se comió.

Así que uno a uno fui probando los tequeños con distintos rellenos, los panes picados en triángulo con diablito, las salchichas con salsa rosada y las empanaditas de carne molida.

Qué irónico que entre tanto diplomático y extranjero, celebraran respetando la gastronomía venezolana. Solo faltaba el plato de caraotas.

Había una nevera de refrescos de acceso libro, así que la abrí para escoger alguna malta con la cual pasar los pastelitos, pero justo en ese momento me vibró el teléfono que había escondido en mi escote para no cometer el tierruismo de llevar mi bolso descombinado encima.

Saqué mi celular, rogando que nadie hubiese notado cómo me metía la mano en las tetas y que no pensaran que me estaba guardando comida ahí.

Antes de contestar ya había visto que era una llamada de María.

Y yo que todavía guardaba la esperanza de que fuese Soto.

Respiré hondo y decidí contestarle a mi amiga como se debe.

-¡Amiga! -contesté conteniendo la emoción-. ¡Si te contara dónde estoy!

-¿En Las Vegas? Dime que no estás en Las Vegas sin mí porque te juro que te mato.

-Nop. Mejor.

-A ver...

-Te cuento después. Nos hace falta vernos para ponernos al día con muchas cosas.

-Para eso mismo te llamaba, tengo algunas cosas qué contarte pero después del juego de Stop tú y Soto se olvidaron de mi existencia. Hay que cuadrar para hacer algo, ya que tú no te dignas a ir a clases...

Uff, otra más a la que tenía que explicarle de mi noviazgo.

-Claro que sí, te llamo después que ando un poquito ocupada, pero ya cuadramos luego.

Colgué y giré sobre mi propio eje para apartarme de la mesa de bocadillos, sobresaltándome al ver al muchacho detrás de mí, quien por desgracia me agarró con la boca llena.

Era un chico tan rubio como Axer, pero sus rasgos se me hacían más ingleses que rusos. No iba disfrazado como yo, tenía un traje elegante moderno, y a decir verdad le quedaba bastante bien. Solo con su perfume, los zapatos y el reloj que usaba me di cuenta de que era alguien en una alta posición económica.

-¿Disfrutando de la fiesta? -me preguntó.

-Ujum -asentí, intentando tragar más rápido.

-¿Son ideas mías o te he visto con los Frey?

Al fin pude tragar, y le dije, de manera muy elocuente:

-Sí.

-¿Que sí son ideas mías?

-No, o sea que... Sí ando con ellos.

-¿Están emparentados? -Sus ojos café se entornaron con su interrogante.

«Sí, claro, webón, porque somos idénticos».

-Nop -respondí en cambio. Ya me imaginaba por dónde iban sus intenciones. A veces los hombres son demasiado básicos.

-Viniste a acompañar a... -dejó la frase al aire sin terminar, esperando que yo la completara.

-Es el evento de Axer, ¿no?

-Así que vienes con Vik. ¿Es tu pareja o algo así?

Quisiera yo.

Digo... Antes, porque ya las cosas eran distintas. Tenía novio.

-No, solo soy... Una amiga.

-Toda amiga de Frey es amiga mía... -dijo extendiéndome un vaso con alguna bebida, y una sonrisa radiante.

El chico era hermoso, y a mí me encantaba beber. En una fiesta cualquiera, tal vez le habría aceptado el trago, tal vez me habría interesado en él. Pero, en ese lugar, yo solo tenía ojos para una persona. Es que nadie, estando cerca de Axer, podía deslumbrar ni un poco para mí.

Por otro lado, la historia de Soto casi muriendo por un trago lleno de droga no me salía de la cabeza. Y puede que fuese adolescente, y estúpida al tomar decisiones amorosas, pero no era pendeja. Aquellos chicos eran genios, vi a Axer salvar una vida en una operación en vivo de tres minutos, ¿a caso uno de sus compañeros no podría hacer un veneno que no dejara huella?

Me estaba volviendo paranoica, pero prefería prevenir que lamentar.

-De hecho, yo no bebo -me excusé.

-No, descuida, no es alcohol.

-No tengo sed -insistí.

-Pero...

-Edward.

La mano de Axer reposó encima del hombro de su compañero con una fuerza intimidante. El chico se dio la vuelta, recibiendo al joven Frey con una sonrisa tan hipócrita como la que este ostentaba.

-Vik, no te vi cerca.

-Siempre estoy cerca, Edward. ¿Por qué? ¿Es muy necesaria para ti mi ausencia?

-No me vendría mal justo ahora, ¿sabes? Estaba conociendo a tu amiga.

-Sinaí -dijo Axer señalándome. Me tomó desprevenida que usara mi primer nombre-, Edward Ligthood -añadió señalando a su compañero-. Edward, Sinaí Ferreira. Ya está, se conocen. Ahora...

El chico rio.

-¿Cuál es la prisa? No creo que la chica quiera que me vaya, ¿o sí? -preguntó en mi dirección con una sonrisa torcida.

-A ver...

Axer se llevó los dedos al entrecejo. Su compostura se estaba agotando, pero yo ni loca iba a interceder para detenerlo. Quería ver hasta dónde llegaría Axer Frey con sus celos, y que el diablo me llevara si alguien se atrevía a interrumpirlos.

-¿Cómo te digo esto? -prosiguió Axer, volviendo a poner su mano en el hombro del chico. Noté en sus nudillos blancos, y en la punta de sus dedos hundidos en la tela de la chaqueta, que lo estaba apretando más de lo debido-. No quiero que hables con ella, ¿está bien?

-¿Crees que puedes intimidarme, Frey? -preguntó el tal Edward bajando la voz-. Somos colegas, ¿no? Creo que podemos ser tan civilizados como cualquiera, y tú no puedes decidir si quieres que hable con ella. Es solo tu amiga, ¿no?

-No quiero que hables con ella, no quiero que nadie más en este maldito lugar se le acerque, ¿puedes llevar ese mensaje por mí? Y que te de igual si es mi amiga o mi esposa, lo único que tiene que importarte es que es mía.

Terminando aquella oración, Axer soltó el hombre de Edward, avanzando con paso acelerado hacia mí. Al alcanzarme tomó mi brazo y me arrastró lejos de su compañero.

Nos detuvimos cerca de una pared al otro extremo del salón, junto a una improvisada pista de baile donde múltiples parejas de diplomáticos disfrutaban de una sonata adormecedora.

-Edward es uno de mis compañeros más preciados -empezó a explicar Axer de mal humor.

Lo vi arrancar de la bandeja de uno de los meseros un vaso de licor. Se bebió la mitad de un solo trago.

-Quiere mi puesto desde que llegué. Quiere mi promedio, y un lugar en Frey's empire. Cree que puede superarme en lo que sea, pero hasta ahora solo me supera los nervios y un día de estos voy a...

-No soy tuya, Axer. Lo sabes -lo corté, mirando su perfil mientras él se fijaba en las parejas danzantes.

La comisura de sus labios tembló hacia arriba, la arrogancia brotando de cada poro de su piel. Se llevó el vaso a la boca, dejándolo muy cerca, pero sin beber. Sus labios rozaron el vidrio cuando respondió:

-Sí lo eres, solo que todavía no te había avisado.

«A la mierda eso de "novio"».

-Deberías hacerme tuya antes de decir esas cosas, ¿sabías?

Axer ladeó su rostro para mirarme.

-Dime una sola parte de ti que se resista a mí. Dime una sola situación en la que me dirías que no, y me callo. Lo juro. No vuelvo a decir que eres mía.

Abrí la boca, pero la volví a cerrar, momento que él aprovechó para beberse el resto del contenido en su vaso, todavía sonriendo.

-Te pierdes de muchas cosas por lo mucho que le temes al éxito, ¿sabías? -señalé-. Me deseas, y sabes que me par... Que me dejaría hacer cualquier cosa por ti, pero ahí estás... perdiendo el tiempo.

En ese punto Axer se giró, uno de sus hombros estaba pegado a la pared mientras él me veía de frente con los brazos cruzados.

-¿Por qué eres así?

-¿Tan sucia?

Él contuvo una sonrisa. Me estaba desnudando con sus ojos y yo no tenía ninguna objeción al respecto.

-Sí.

-Si supieras que todavía soy quince por ciento virgen.

-¿Qué coño significa eso?

Me mordí los labios para no soltar una carcajada. Axer sucumbiendo a la jerga de mí país fue de las mejores cosas que pude presenciar.

-¿No eres un genio? Sacas tus cuentas.

-Maldita sea, Nazareth. -Me rodeó con su brazo por la cintura, pegándome a su cuerpo, inclinando su rostro para susurrarme al oído-. Si me sigues hablando así tendremos que volver al camerino, lo cual no me apetece justo ahora. Me costó mucho ponerte ese vestido.

Mientras mordía mis labios, quedé pasmada por lo que los dedos de Axer hicieron a continuación: viajaron a mi boca, deteniéndome, y separaron mi mandíbula hasta que mi boca quedó abierta y a su merced. Cuando estuve así, solo entonces su pulgar acarició mi labio inferior como si fuese una especie de recompensa.

-¿Qué...? -comencé a preguntar cuando alejó su mano de mi rostro.

-No quiero que nadie más te vea hacer eso.

-Eres demasiado posesivo para lo poco que te pertenezco, Frey.

-Por eso deberías huir -confesó en voz baja con una sonrisa traviesa-. No te convengo.

-Mi respuesta no ha cambiado desde aquella mañana que le llamaste después de lo que hicimos en el carro de Linguini.

-¿Quién chert voz'mi es Linguini?

Maldición.

-Me refería a tu chófer -expliqué sin pasar la vergüenza.

Axer reprimió las ganas de reír.

-Se llama Federicco, Nazareth, no Linguini.

-Es que... su cara... -Tenía que cerrar la puta boca si no quería seguir pasando pena-. Da igual, eso no cambia lo que te estaba diciendo.

-¿Y qué me decías?

-Que sigo queriendo que me arrastres contigo.

Axer se relamió, y prefiero abstenerme de describir las cosas que imaginé que podría hacer con su lengua.

-Ven acá, bonita. -Me arrastró con él en pasos delicados, su mano todavía anclada a mi cintura-. Vamos a bailar.

Nos incorporamos a la pista de baile, y no podía creer en serio lo que estaba viviendo. Meses atrás yo era un espanto al que le huían y humillaban en clases, pero esa noche era el centro de atención, la devoción del prodigio Frey.

-Sé que lo tuyo es el perreo, mi lady -comentó en broma, procediendo a hacer una leve reverencia-. Espero sepas perdonarme que la orquesta no se sepa ninguna de Bad Bunny.

-Eres...

Pero si tenía un insulto preparado, lo olvidé por completo cuando sus labios besaron el dorso de mi mano. Él volvió a atraerme hacia sí en un gesto elegante y delicado, rodeando mi cintura cuando estuve lo suficiente cerca de su cuerpo.

Si Axer quería cursilería, si quería que jugáramos a estar enamorados, le iba a dar lo que me pedía con creces. Hasta saciarme. Hasta que, al recordarlo años más tarde, cuando ya no conociera ni su paradero, pudiera pensar «hice a ese hombre mío, viví con él, aunque fuese una mentira de una noche, algo con lo que la mayoría solo fantasea».

-¿Es normal que me gusten todas las maneras que tienes de llamarme? -le pregunté.

Axer extendió su brazo y tomó el mío, ajustando la posición de baile antes de dar el primer paso rumbo a la enajenación provocada por la melodía de la orquesta.

-¿Es normal que me gustara tanto que me llamaras imbécil? -contraatacó.

-Si así son las cosas, te lo diré más segui...

-Ssshhh...

Entendí porqué quiso silenciarme al instante. Acababa de romper el clímax de la canción, y él tenía preparado un torbellino de sensaciones para mí en ese punto.

Me giró, pegando mi espalda a su pecho. Así la dirección del baile cambió, moviéndonos con mi vista al frente y su cuerpo contra el mío. Extendió mi brazo y me llevó a dar un par de vueltas de ese modo; hasta que usó la mano que antes estaba en mi cintura para recorrer el camino desde la muñeca de mi brazo extendido hasta mis clavículas en un movimiento apasionado y veloz.

Con su mano entonces en mi pecho, dimos un par de pasos tranquilos, pero pronto sus dedos escalaron por la sensible piel de mi cuello, alcanzando mi barbilla, misma que usó para dominarme como a su marioneta mientras nuestros pies seguían el compás acelerado de la sinfonía. Me hizo voltear mi rostro hacia un lado, donde lo miré a los ojos a tiempo para apropiarme del guiño que me regaló; y luego obligó a voltear de nuevo, justo cuando sus manos viajaron a mi cintura, que aferró con fuerza.

Me alzó, apenas unos centímetros para poder girarme sobre nuestro eje, y sentí que en aquella vuelta dejaba de ser Sinaí, y que me sumergía por completo en el cuento de hadas monárquico.

Él mi caballero ruso, yo la doncella a la que cortejaba.

Ya no me quedaba aliento, ni ganas de recuperarlo. Quería perder el que me quedaba siempre y cuando fuese con él.

Mis reservas habían caído por completo, lo que Axer quisiera de mí, eso tendría. No podía seguir fingiendo que mi relación me satisfacía lo suficiente como para renunciar a él.

-Si esta fuera una novela de época, estaríamos hablando de mi dote y fertilidad a mitad de este baile -acoté.

-Depende de la novela -discutió Axer, girándome para que quedara de nuevo frente a él-. A mi hermana le gusta mucho una donde, si fuéramos los protagonistas, tú estarías bromeando sobre no necesitar la cabeza encima de tus hombros, y yo estaría peleando contigo porque no te supiste combinar el vestido con el cintillo.

-¿Qué novela es esa?

-Vendida.

Hasta Axer conocía la historia y yo no. Era la señal que necesitaba para leerla de una puta vez.

-Pero ya que no somos los protagonistas de Vendida, y que no puedo hacer preguntas sobre un coño de la madre... ¿De qué quieres que hablemos, caballero?

-De nosotros, ¿no? ¿No es eso lo que hace la gente normal?

-Pero tú y yo no somos normales, ¿o sí? Imagino que si estuviéramos juntos nuestras citas serían jugar ajedrez, y cada vez que uno se coma una pieza del otro, el perdedor deberá quitarse una prenda de ropa.

-Sería tan fácil desnudarte así...

-¿Me estás retando, Frey?

-Deja ya de provocarme, Nazareth.

Me mordí el labio, a pesar de que antes tuve que meterme los dedos a la boca para que dejara de hacerlo.

-¿Por qué debería?

-Porque no es el momento.

-Repites tanto esa mierda que te juro que si algún maldito día llega ese puto momento, vas a necesitar amarrarme para contener todo lo que vengo acumulando desde hace tiempo.

-Tu apetito me intriga. Me tientas. Casi me convenzo de que no tendrías miedo.

-¿Miedo? -Reí-. Yo perdí la sensatez hace tiempo, y tengo muy claro desde aquel encuentro en el auto que no hay miedo que pueda interponerse a las ganas que tengo de que culmines lo que empezaste.

-Me vuelves loco. Y no lo digo... -Extendió su mano a mi rostro, como si quisiera tocarlo, pero se contuvo-. No lo digo de la manera ligera en que suele usarse esa afirmación. Realmente siento que te robas mi cordura, y que debo alejarte para poder pensar claro.

-Axer, tómame, mierda, ¿cuál es tu miedo?

-Escucha eso.

La música en vivo había terminado, pusieron otra en su lugar una a través de los altavoces. Una canción que conocía y me encantaba tanto como me dolía.

Axer me pegó más a él para abrazarme, ya que la canción era mucho más lenta, del tipo que debía bailarse así, con mis brazos alrededor de su cuello.

-Solo escúchala -insistió.

La canción era Angels like you de Miley Cyrus. Y aunque era cantada en inglés, me sabía cada verso en español.

Sé que no eres lo mejor para mí
Ojalá nunca te hubiese conocido el día que te dejé
Te hice caminar de rodillas
Porque dicen que la miseria ama la compañía

No es tu culpa que yo arruine todo
Y no es tu culpa que yo no pueda ser lo que necesitas
Ángeles como tú no pueden volar al infierno conmigo

Soy todo lo malo que te dijeron que sería

-Angels like you can't fly down here with me -repitió el verso de la canción.

Quería decir algo, lo que sea. Al menos reír, fingir que seguíamos bromeando. Pero no podía repararme tan rápido, no cuando el coro de la canción seguía repitiéndose, no cuando cada palabra me golpeaba el pecho, demandando acceder a un corazón que bloqueé para que nadie más pudiera herirlo.

Entendí que Axer no me estaba mintiendo al decir que solo me daría esa noche, por mucho que yo le dijera que estaba preparada para más.

Nuestro baile fue interrumpido por alguien del equipo de la institución para genios.

-Señor Frey, ¿podría acompañarme?

-¿Adónde?

-Los jueces han deliberado, pero decidieron dar el resultado en privado a todos los aspirantes para no humillar públicamente a los que no hayan sido aprobados.

Axer me miró de soslayo en ese momento, y la persona entendió su preocupación.

-Será solo un momento, se lo aseguro.

-Ya lo alcanzo -dijo Axer y se giró hacia mí-. ¿Me esperas en el vestidor? Salgo de ahí y te llevo a tu casa.

-¿Y cuándo hablaremos?

-¿Quieres quedarte a dormir?

-¿Dónde? -dije viendo mi entorno.

-No, no. No aquí. Conmigo. En mi cuarto.

La. Purísima. Madre. Que. Me. Parió.

-¿Me estás jodiendo?

-No. Es tarde, mi padre entenderá.

-Yo...

Pero no podía hacerlo. Aunque mañana la oferta espirara y no se repitiera jamás, tenía que hablar con Soto primero antes de hacer cualquier cosa que lo pudiera herir. Lo iba a necesitar más que nunca luego de que me quedara tan claro que Axer no podía ser parte de nada más que mis fantasías.

-Con que me lleves a mi casa está bien. Te espero en el camerino.

-No tardaré.

Cuando llegué al vestidor donde antes había estado con Axer, me dejé caer en el suelo contra la pared, derrotada.

Axer y yo, y nuestros siete muchachos, solo viviríamos en mi enferma mente.

Quería llamar a Soto, contarle cada detalle de lo ocurrido, de cómo me sentía, y llorar en su hombro. Quería abrazarlo hasta quedarme dormida a su lado. Era la desventaja, y la hipocresía, de que tu mejor amigo también fuese tu novio.

-¿Qué hizo el sukin syn de mi hermano ahora? -preguntó Veronika entrando al camerino.

Suspiré de frustración y entrerré mi cabeza en mi falda, entre mis rodillas.

-Vete -grité con mi voz amortiguada por la tela.

-No seas ridícula, no deberías estar sola en un momento como este.

Se sentó a mi lado, su mano sobre mis rodillas, aunque no había verdadero contacto ya que mi falda llena de tul me protegía.

-Veronika, te voy a decir una cosa y espero que te quede claro a la primera. -Hice contacto visual directo para que notara la seriedad-. Si vienes a decirme algo de Axer, cállate, ¿okay? No quiero escuchar nada, quiero que él decida cuando quiere decirme las cosas. Y, si no le da la gana de decirme nada, pues prefiero no enterarme. No sé qué mierda tú quieres, pero supongamos que te creo y que yo te gusto. No vas a conseguir naaada haciendo quedar mal a Axer, solo mi mal humor.

Ella parecía en serio sorprendida por mis palabras.

-Él... de verdad te importa.

-No soy estúpida, sé lo que piensas de mí. «Ay, pobre». De pobre nada. ¿Crees que no sé que me está manipulando? ¿Que me dice lo que sabe que quiero oír? Lo sé, pero no me importa un carajo. Si esta mentira se va a sentir así toda la vida, pues que me siga mintiendo. ¿Qué diferencia tiene de enamorarse de un personaje ficticio? Es la misma paja, ¿no? El escritor hace que el personaje diga lo que sabe que el lector quiere oír. Y de todos modos caemos. Al menos Axer sí es real, si tan solo se dignara a tocarme...

-Axer no te va a coger, olvídate de eso. Y no te lo digo por maldad. No te va a tomar juztamente porque quiere hacerlo, y así no funciona. Él necesita control, en especial sobre él mismo, y tú se lo quitas.

Pero bastante que lo perdió en el carro aquella noche, eh.

-Pendejo -murmuré-. No sé qué mierda pierde.

-Es que... Si tan solo supieras. Axer nunca va a poner nada por encima de sus estudios, de su carrera, de sus metas. Jamás. Él te necesita, pero no de la forma en que te quiere tener. Porque tenerte lo pone en desventaja.

-¿En desventaja de qué? ¿Para qué me necesita?

-Me dijiste que no te dijera.

Y empezaba a arrepentirme, sí.

-Bien -me resigné.

-Si te hace sentir mejor, el payaso de mi hermano cree que te está manipulando, sí, pero... Yo lo conozco. Nunca ha sido más honesto con la parte humana de sí mismo que esta noche. No lo va a admitir, ni a mí, ni a sí mismo, pero parte del encanto de su manipulación es que te está diciendo toda su verdad.

Una sonrisita estúpida se me formó en los labios.

-¿Qué fue eso? -le pregunté a Veronika-. ¿Tu cambio de estrategia? ¿Ahora vas a ayudar a tu hermano para tenerme contenta y receptiva a tus encantos?

-¿Funciona? -preguntó con picardía.

Le miré la cara; primero a sus ojos de largas pestañas y delineado perfecto, luego me fijé en el brillo dorado de su piel, tan sana, tan impecable. Bajé mi mirada a sus labios pintados de rojo. No era un labial mate, estaba cargado de brillo haciendo su boca lucir como un caramelo de cereza.

Una vez ella me besó, en el primer juego de verdad o reto que compartimos, pero no tuve tiempo de retener nada, porque estaba concentrada en otras cosas.

Y viéndola así, tan perfecta, recordé las palabras de Axer aquel día sobre la belleza y su subjetividad. Veronika era normativamente hermosa, era una Frey, pero jamás me había impresionado porque sus gestos, su esencia, su actitud, siempre me habían repelido, despertando en mí una aversión aunada a un estado de alerta.

Pero en ese momento, mientras ya no la veía como una rival, fijándome en la manera en que su lengua mojaba sus labios rojos, o en cómo su lenta respiración podía leerse en el hueco de su cuello, empecé a sentir curiosidad, y decidí que me merecía los detalles de aquel beso olvidado.

-Yo creo que sí -fue lo que dije antes de lanzarme a su cuello, atrayendo su rostro para besarla.

La muy puta besaba demasiado bien, sus labios conjuraron un hechizo de adicción sobre mi piel, porque mientras más la besaba, más quería prolongar el momento.

Pero nada podía compararse a cuando empezó a usar su lengua. Las sensaciones que su habilidad despertó en mí me hacían querer arrodillarme y jurarle a aquella mujer que jamás en la vida volvería si quiera a mirar a otro que no fuese ella.

Y entonces la puerta se abrió.

Ambas lo escuchamos, pero ninguna se detuvo al momento. Tampoco hubo reacción del recién llegado durante unos segundos, como si hubiese tomado tiempo en asimilar lo que veía, pero cuando al fin entendió lo que estaba pasando...

Ambas no sobresaltamos por el impacto tan fuerte que el puño de Axer provocó en la madera del aparador contiguo a la puerta. Mi corazón estaba demasiado acelerado por la sorpresa, no esperaba eso.

Me habría encantado saber cuáles fueron las palabras de Axer a continuación, pero solo pude leer la ira en su rostro rojo y sus venas sabresalientes, pues todo lo que empezó a decirle a su hermana lo hizo en ruso.

Mantuvieron una acalorada discusión en ese idioma, Veronika riendo en todo momento, Axer difícilmente ocultando las ganas que tenía de estrangularla.

Pero yo en ningún momento me sentí avergonzada o arrepentida, solo intrigada.

Porque lo que estaba sucediendo no era nada que no hubiese previsto, y esperado.

Axer Frey era un genio en todo su esplendor, pero me había revelado más de lo que se propuso a lo largo de nuestro intercambio de piezas durante el tablero. Porque aquel día en que besé a Soto delante de él, cuando la indiferencia de Axer amenazó con acabar el juego, él cometió un desliz que me dio la ventaja que necesitaba.

Axer sabía que me tenía, que sin importar nada, yo siempre estaría ahí para él. Pero era incapaz de compartirme tanto como de tenerme. Así que la única forma de hacerlo ceder a mis deseos, y a los suyos, era que se sintiera amenazado por alguien más, lo obligaba a mover sus piezas para recuperar el supuesto dominio que tenía sobre mí.

Sus celos eran mi jaque bajo la manga.

Al fin me levanté del suelo al ver que Axer se me acercaba con paso apresurado. Cuando llegó ante mí, tomó por la parte posterior de mi cuello con firmeza, demandando mi atención.

-¿Así quieres jugar, gatita?

Mordí la sonrisa en mis labios, haciendo que él tuviera que verlo en primera fila. Me deleitaba con su ira, a pesar de que al hablar fingí inocencia.

-No juego a nada, Frey.

-¿Ah, no?

-No.

-Juguemos, entonces.

Me soltó con brusquedad, volteándose para que su hermana pudiera verlo. Con un gesto de su mano la llamó hacia donde estábamos, pero con otro la hizo detenerse a escasos pasos de mí.

-¿Te gusta mi hermana, Nazareth?

Esa pregunta me tomó tan desprevenida que estuve un rato perdida antes de decidirme a responder.

-Tenemos diferentes lenguas maternas, Frey, tendrás que ser más específico.

-Te hablaré claro, entonces. ¿Te excita mi hermana?

Tragué en seco. No sabía ni qué debía responder, ni qué demonios estaba buscando Axer con esa conversación.

-Yo... Sí, algo -admití, a pesar de que el asiento con mi nombre en el auditorio podía delatar que mi verdad se quedaba corta.

-Algo -repitió Vero con una risa escéptica.

-Bien -concluyó Axer, posicionándose detrás de mí.

-¿Qué...?

Intenté voltear, pero sus manos obligaron a mi rostro a volver al frente. Escuché que le ordenaba algo en ruso a su hermana, quien enarcó una ceja antes de dramatizar una leve reverencia.

-Como usted ordene.

Las manos de Axer desataban las tiras de mi corsé mientras su hermana avanzaba hacia mí con un andar tan lento, que en el proceso pude degustar toda la altura de sus piernas, y la elegancia fogosa de su andar en tacones.

-¿Qué mierda haces? -susurré a Axer.

-Te doy lo que quieres.

-Pero...

Tomé una fuerte inhalación de sorpresa cuando sus labios impactaron contra la piel de mi cuello, besándolo con una maestría que me debilitó desde las rodillas hasta los pensamientos.

-Cállate, Nazareth -ordenaron sus labios cerca de mi cuello, su respiración golpéandome con pasión-. Cállate y no vuelvas a abrir la boca a menos que sea para decirme que ya no quieres esto.

Tragando en seco, asentí, y fue la señal que él necesitó para volver a su trabajo de quitar mi vestido.

Veronika se aproximó a ayudarlo, quitándome una de las mangas hasta dejar mi brazo desnudo y a la merced de sus uñas que empezaron a recorrerme con maldad desde la muñeca hasta el hombro.

Los escalofríos me herían de necesidad. Como no podía voltear a ver a Axer, mis ojos se concentraron en el demonio rubio a mi lado. Ella no me veía como si me quisiera de ninguna forma, su mirada gritaba el deseo de asesinarme. Era como si ella necesitara la satisfacción de tenerme de rodillas pidiendo que lo hiciera. Y, si seguía tocándome así, tal vez yo iba a concedérselo.

-Axer... -musité al sentir su respiración en mi nuca, sus manos acariciando mis hombros desnudos.

-¿Hmm? -el sonido salió de su boca amortiguado, porque justo en ese momento apartaba mi cabello para rozar con sus labios el centro de mi espalda.

Reprimí un jadeo, mordiéndome los labios con fuerza, justo cuando Veronika se posaba delante de mí.

-No... -bolbuceé-. No puedo hacer esto contigo mirando.

Axer río con complicidad y empezó a masajear mis hombros.

-No seas mentirosa.

Eso me hizo sonreír, bastando para mandar mis reservas al carajo.

Fue entonces cuando la rubia me tomó el rostro, robando con su beso mi aliento, desencadenando la lujuria que llevaba sedada por dentro.

Lancé mis manos contra el cuello de Veronika para profundizar el beso, sedienta por devorar todo de aquel momento de gloria y placer, pero Axer tomó mis brazos y los llevó a mi espalda, sometiéndolos con agarre firme para impedirme escapar de su voluntad.

-No seas así -jadeé a Axer mientras Veronika me besaba un lado del cuello.

-No puedes pedirme que no sea todo lo que te gusta de mí, Nazareth -sentenció antes de unirse a besar, morder y lamer el otro lado de mi cuello.

Ese par de Frey iban a matarme. Me enloquecía en especial la impotencia de estar sometida, de no poder tocar a ninguno mientras ambos devoraban mi piel con sus bocas, mientras las manos de Axer se deslizaban por mi cintura, bajando por mi abdomen hasta el inicio de mi ropa interior, donde dejó sus dedos jugar con el encaje, solo para hacerme desear con más intensidad el resto.

A la vez, las manos de Veronika me mostraban otro mundo de sensaciones sobre mí misma. Una estaba anclada a mi rostro para controlar la profundidad cada vez que su boca decidía agredir la mía, y la otra masajeaba mi pecho por encima del brasier como si mi cuerpo le perteneciera.

Pero quién era yo para decirle que no a ella. Quién era yo para decirle que no a él. Solo me quedaba rendirme, y con todo el placer que nadie te dice que puede esconder una derrota.

Las manos de Axer dejaron de jugar en mi ropa íntima, y subieron de nuevo por las curvas de mi cuerpo hasta sustituir a su hermana en mi pecho. Apenas rozó mi brasier y decidió que ya quería quitármelo.

Mientras las manos de Axer se ocupaban en mi espalda desabrochando mi brasier, Vero comenzó a agacharse de forma lenta, con sus ojos demasiado fijos en mí.

-¿Qué...? -comencé a preguntar, pero la mano de Axer me cerró la boca y sus dientes agradieron mi cuello.

Gemí con furia inhumana contra su mano, y repetí la acción mientras la lengua de la rubia comenzó a deslizarse por mi abdomen en descenso hasta mi vientre.

Mi respiración no tenía quien la domara.

Mi pecho quedó libre, mis pezones expuestos y erectos añorando contacto, sufriendo en su ausencia.

Subí mi mano al rostro de Axer. Quería tocarlo, necesitaba sentir que era real, que no estaba soñando todo eso que experimentaba, que él realmente estaba ahí a merced de mi placer.

Pero en cuanto mis dedos rozaron su mejilla, su mano libre me apartó, regresando mi brazo a mi espalda.

-Las manos quietas, gatita.

Gemí tanto de frustración, con mis sonidos amortiguados por su mano, que empecé a llorar en el proceso. Mis senos necesitaban sus caricias, mis pezones rogaban por ser mordidos, mis manos querían alcanzarlo y todo mi cuerpo ansiaba que él lo tomara.

Pero él hacía todo a su modo, y aunque yo me quejara, no me habría enloquecido igual si hubiese sido distinto.

Veronika empezó a bajar mi ropa íntima, y al imaginar lo que seguía me horroricé.

Empecé a negar con insistencia, moviendo mi cabeza a ambos.

-¿Qué pasa? -preguntó Axer con preocupación-. ¿No quieres?

Axer liberó mi boca para que pudiera responderle.

-No quiero que tú veas eso -expliqué.

Los labios de Axer se acercaron a mi oído para susurrar:

-Pero yo quiero verte.

Tragué grueso de nuevo. Quería decir algo, lo que sea, pero había olvidado hasta el alfabeto. Así que solo asentí, porque de verdad moría por lo que estaba a punto de pasar.

Axer le dijo algo a su hermana en ruso y esta le guiñó un ojo en respuesta antes de proseguir.

Mientras Veronika bajaba mi panti por mis piernas, un hilo de humedad seguía conectando el encaje a mi centro.

Quise taparme la cara por la vergüenza, hasta que sentí el cambio en la respiración de Axer. Se estaba excitando.

En un arrebato de atrevimiento, volví a usar mis manos a pesar de su orden. La llevé hacia atrás para alcanzar la entrepierna de su pantalón, pero él fue más rápido. Dobló mi brazo en mi espalda, lastimándome con su brusquedad, y se pegó con fuerza contra mi cuerpo, restregando su erección en mi culo desnudo.

Agarrándome por la nuca, mientras los dedos de Veronika empezaban a penetrarme, Axer me preguntó:

-¿Era eso lo que querías sentir, bonita?

-No precisamente así, para ser honesta.

El final de mi frase casi la gemí como consecuencia a la descarga de placer que ocasionó la caricia de la lengua de Veronika a mi clítoris, mientras sus dedos jugaban en mi interior.

-¿Te gusta? -preguntó Axer, sonriéndome con perversión.

-Tienes esa estúpida costumbre de preguntar vainas demasiado obvias.

Se mordió el labio en respuesta, y aferró mi cuello con mucha más fuerza, como si necesitara de ese control para contenerse a él mismo.

-Tómame, imbécil. -Gemí-. No sé qué mierda estás esperando.

-Que acabes -admitió, dando un pequeño y rápido mordisco en mi quijada.

No sé cuándo coño de la madre pretendía besarme por lo menos.

La lengua y los dedos de Veronika pronto me llevaron a un punto de enajenación del que no quería regresar jamás. Grité, maldije y gemí sin importarme nada más que mi más primitivo deseo.

Cada vez que volteaba, jadeando en busca del rostro de Axer, de su reacción, lo veía sonreír complacido y deleitado, y eso solo le daba más rienda a mi lujuria.

Cerca del final, comencé a mover mis caderas a un ritmo precipitado contra la boca de Veronika, cuya lengua no perdía efectividad.

Jadeé con más fuerza, grité mil cosas y me estremecí hasta desplomarme de placer, casi de forma literal, pues mis rodillas flaquearon pero los brazos de Axer estuvieron ahí para sostenerme.

Mientras asimilaba la onda expansiva de mi reciente orgasmo, Veronika se despidió de su hermano en ruso y nos abandonó.

Axer se dejó caer en el suelo, sentándose contra la pared, y me hizo un gesto con el dedo para que me acercara luego de que volví a ponerme ambas piezas de mi ropa íntima.

Me senté junto a él, pero sus brazos me instaron a descansar mi rostro sobre sus piernas, así que quedé medio acostada encima de él, con mis ojos fijos en los suyos mientras todavía buscaba una forma de tranquilizar mi respiración.

-¿Por qué? -pregunté al cabo de un rato.

-¿Por qué, qué?

-Eres el hombre más posesivo de esta cochina tierra, pero eso no te impidió dejarme en manos de tu hermana. Literalmente hablando.

Axer sonrió, y fijó su vista en el frente. Así, solo podía ver su quijada y algunos ángulos de su facciones, pero incluso así reconocí el matiz de la satisfacción en su rostro.

-Esta, Schrödinger, fue una lección tanto para ti como para ella.

-Vas a tener que explicarme la moraleja, Frey, porque justo ahora no proceso nada.

-Claro, bonita -accedió acariciándome el cabello como una vez hice yo mientras él dormía a mi lado-. Sé que tarde o temprano llegarías a esta conclusión, pero preferí adelantar el proceso. Y es que... no importa en manos de quien caigas, da igual quién te de el orgasmo si cuando lo tienes el nombre que gritas es el mío.

Solo entonces caí en cuenta de que así había sido. Tenía la boca de Veronika en mi intimidad, pero jamás su nombre tocó mis labios. Y a pesar de que no había sido mi intención, en ningún momento dejé de jadear y gritar el de Axer.

Axer acababa de darme el jaque mate que más disfrutaría en la vida.

•••••

En Mateo 2:29 dice: arrepiéntanse, pecadoras.

Bueno, me estaban pidiendo un trío desde los años 1600. Déjenme saber qué les pareció este, y por cada lector que me diga que no cuenta, es una firma en la sentencia de Soto 🤣

¿Qué les parecen Axer y Sinaí? Su química, sus diálogos, el baile, cómo son juntos, sus mentes, e.t.c.

¿Qué tal la lección de Axer? Yo también quiero que alguien me castigue así. Es para una tarea.

¿Creen que Vero y Sinaí tienen química? ¿Qué opinan de lo que la rusa hizo y qué creen que pasará a partir de ahora?

¿Qué pasará con Soto?

¿Qué pasará cuando Sinaí se entere de las cosas que Axer le tiene que decir?

¿Qué creen que debería hacer Sinaí con su vida a partir de ahora?

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