50: Rompecabezas

Tenía demasiadas interrogantes juntas ese día, pero si de algo no dudaba era de mi debilidad. Quería demasiado a mi novio, pero las sensaciones que Axer despertaba en mí eran demasiado difíciles de ignorar, de resistir.

Lo especial que me sentí en sus brazos en medio de aquel auditorio lleno de gente importante que lo admiraba y evaluaba, no era normal.

Eso era la especial de Axer, que con él nada era convencional.

Cuando al fin me soltó, un montón de gente se acercó a él para indicarle lo que tenía que hacer a continuación. Le sugirieron que se marchara un momento para cambiarse y luego volver, pero antes de obedecerlos, Axer volvió a mí.

—Entonces... Sí viniste —me dijo con una sonrisa contenida, tomándome de ambas manos como a una doncella de los libros de época, donde cualquier roce de piel es una indiscreción.

—Claro que vine, me mandaste a buscar con tu chófer.

—Pudiste haber dicho que no.

Y debí hacerlo, ya que tenía novio. Pero eso no tenía por qué decírselo a él.

—Pude, pero siempre eres tan misterioso que... Tenía curiosidad —finalicé encogiéndome de hombros.

Con una sonrisa soltó mis manos para ajustar la manta a su cuerpo. No quería imaginar el frío que debía tener... Tampoco quería imaginar las soluciones que se inventó mi cerebro para hacerlo entrar en calor, pero contra mis pensamientos hacía mucho que ya había perdido la batalla.

—Imagino que ya empiezas a entender el por qué de tanto misterio —señaló Axer tiritando.

—De hecho, no entiendo un...

—Hola, bebé —canturreó Veronika llegando a donde estábamos, poniendo su mano sobre mi hombro y dirigiendo su mirada a su presunto hermano.

—¿Qué haces tú aquí? —espetó este con todo rastro de buen humor evaporado.

—Vine a ver a mi hermano en su momento triunfal. ¿No puedo?

Axer volteó a mirarme, como si le aterrara que yo hubiese escuchado eso. Se veía muy molesto porque Veronika lo llamara hermano delante de mí. ¿Cuánto más pretendía ocultarme ese hecho? ¿Qué ganaba con eso a parte de ponerme celosa sin motivo?

—Le contaste —concluyó Axer con la mandíbula tensa por su mal genio.

—¿Algún problema? —inquirió Veronika con la cabeza ladeada—. Ya que nos estamos sincerando, no creí que hiciera daño...

—Era mi decisión cuándo decirle, no la tuya.

—Te equivocas. Era mi decisión cuándo dejar de participar en tu teatro.

Esa conversación me estaba poniendo muy incómoda. De pronto me empezaba a sentir muy pequeñita a mi alrededor, como si el efecto de las caricias y la atención de Axer de pronto empezara a desintegrarse.

—Hablaremos luego —cortó Axer, y volvió su rostro hacia mí.

Me miró, concentrado; como si pensara en qué hacer, en cómo manejar su amargura repentina, cómo dirigir la situación a partir de ese momento.

Con sus ojos felinos tan fijos en mí, fui demasiado consciente de cómo estaba vestida. Mis botines negros con la suela todavía llena de la tierra del barrio de mi novio, mi suéter gris que no cubría la piel de mi cintura, como un top, y una falda negra con recuadros blancos similar a la de una colegiala.

No estaba acorde a la ocasión, las telas que usaba no tenían ni la marca ni la calidad de las que ostentaban las personas en ese auditorio. E, incluso así, Axer no estaba mirando a nadie más. No con la intensidad con la que me veía a mí.

—Quédate —pidió al fin, sobresaltando de sorpresa incluso a su hermana.

—¿Que me quede a qué exactamente? —pregunté.

—Terminaron las pruebas, ahora empezará la celebración. Ahí darán los resultados de lo que me viste hacer, escogerán los cuatro que merezcan el adelanto de sus tesis. Sé que tienes muchas preguntas pero...

En realidad, estaba muy bien con la situación. Demasiado a gusto. Seguía desconcertada, con cientos de preguntas, pero no era como si me tomara todo lo ocurrido personal. Habían muchas personas involucradas en aquel engaño, y no era como si Axer me hubiese mentido solo a mí con todos confabulando en silencio. Esto iba más allá. Mucho más allá. Era una mentira de familia, una familia poderosa, donde engañaban a todo un país, a un colegio, a sus vecinos. Al mismísimo Google.

No podía sentirme ofendida, sería darme demasiada importancia. Por el contrario, me sentía afortunada de una manera insólita, porque Axer me estaba confiando aquel secreto a mí. Envió su chófer a buscarme para que presenciara aquel tan significativo en su carrare secreta.

Ahora la pregunta era por qué. Por qué a mí. Por qué así. Por qué entonces.

—Sí. Me quedaré —corté—. Siempre que no me dejes sola. No conozco a nadie y...

Axer me tomó del brazo, tirando de mí hasta estrellarme contra su cuerpo, y me abrazó. Un gesto fuerte y desconcertante, como un impulso, tan efímero como uno.

Veronika carraspeó detrás de nosotros.

—Yo te la cuido, hermanito. Ve a cambiarte.

Axer enfrentó a la rubia con una mirada que podría igualar el efecto de diez mil cuchillos de hielo.

—No la dejaré sola contigo ni aunque me drogues.

—No tienes opción, ¿esperas estar en este evento vestido con una manta toda la noche?

Axer ignoró a su hermana y se volvió hacia mí.

—¿Te molestaría acompañarme a los camerinos?

—No puede —recordó Veronika con fastidio, como si su hermano estuviese ignorando cosas demasiado obvias.

—¿Y quién la va a detener? ¿Tú? Además, ella también tiene que cambiarse, ¿no?

—Vik, si... —empezó a amenazar Veronika, pero Axer la calló dándole un repentino beso en la frente.

—Nos vemos, hermanita.

Y tirando de mi brazo, me arrastró con él al fondo del auditorio, a un laberinto de pasillos y puertas por donde otros genios transitaban.

Aunque el lugar lo estaba ocupando esa organización de estudios avanzados para genios, el auditorio seguía siendo un lugar destinado al teatro, por lo que los camerinos, pese a tener nombre de los aspirantes en cada puerta, estaban repletos en el interior de maquillaje y vestuarios para representar distintos personajes de ficción.

Cuando al fin llegamos al camerino con el nombre de Axer, él cerró la puerta con urgencia detrás de nosotros, pegándose de espaldas contra ella, tirando de mis manos para pegarme contra su cuerpo semidesnudo, solo protegido por la manta.

—Hazme un favor esta noche —me pidió Axer en voz baja y confidencial, usando sus dedos helados para llevar mis mechones de cabello rebelde detrás de mi oreja.

Yo a ese tipo, así como estaba, le hacía todos los favores que me pidiera las noches que lo quisiera.

Pero solo en mi mente, claro, porque tenía novio.

—Di-dime —tartamudeé, y enrojecí completa al ver cómo Axer contenía una sonrisa de satisfacción al verme tan nerviosa.

—Serán dos favores, a decir verdad.

—Okay... —Aproveché esa oportunidad para alejarme un par de pasos de él. Los puntos donde su piel helada rozaba la mía no me estaban ayudando a pensar claro—. Te escucho.

—Primero, aléjate de Veronika.

—¿Hay algo que temas que me diga? —inquirí con una ceja arqueada.

—Al menos una docena de cosas, sí. Pero no porque yo no te las vaya a decir, solo no quiero que te enteres por ella. En serio, lo dirá de la peor manera posible, y no es así como quiero que lo sepas.

—Pues... Ya me estás asustando —bromeé.

—No le des vueltas a las cosas, no intentes adivinar. No tienes imaginación suficiente para acertar a la verdad.

—No me jodas, estaba jugando, pero ahora sí me asusté.

De pronto, Axer me veía como si no entendiera nada. Como si no me entendiera a . Me miraba con los ojos entornados, buscando una lógica a quién sabe qué.

—¿Por qué? —preguntó al final.

Me reí con incredulidad.

—¿Por qué, qué?

—Deberías estar muy alterada, y sé que por dentro debes estar hecha un desastre con todo lo que recién descubres, pero no pones pero en acompañarme esta noche...

—Porque sé que es importante para ti —corté sin rodeos—. Las explicaciones pueden esperar, pero no voy a perder la oportunidad de estar en este momento de tu vida.

—Pues... —Axer parecía realmente afectado por mis palabras, como si fuese lo último que esperaba escuchar—. Gracias.

Después de eso, Axer se despegó de la puerta y fue directo a uno de los tendederos, donde colgaban distintos tipos de sacos, chalecos, camisas y pantalones.

—Creo que no lo había pensado —los escuché decir mientras sus manos hurgaban entre las telas en busca de algo para sí mismo—, pero... como ya habrás notado, no es como si mi familia estuviese allá afuera entre quienes me ovacionaban. Veronika está, pero créeme cuando te digo que sus intenciones son de todo, menos apoyarme hoy.

—Axer, yo...

Intenté acercarme a él, pero giró hacia mí, con un traje colgando de un gancho en su mano.

—Ni se te ocurra.

—¿Qué cosa?

—Hay lástima en tu voz. No hagas eso. No lo necesito. Yo solo... No lo sé, lo señalé como un hecho y ya está. No le doy importancia a esas cosas.

—¡No te tengo lástima, por Dios! —reí indignada—. Estoy condenadamente orgullosa de ti, eres diabólicamente impresionante.

Axer sonrió con suficiencia, mirándome con una de sus cejas arqueadas.

—Esos son demasiados adverbios terminados en mente. Stephen King te mataría por menos.

—Cuando dices cosas como esas...

—Te provoca secuestrarme y casarte con mi cerebro, lo sé.

Axer se sentó en el aparador del camerino, poniendo su traje a un lado. Seguía en bóxer, luciendo toda su tentativa piel con comodidad, como si no estuviese mal que yo lo viera así.

Abrió las piernas, apenas lo suficiente para hacer espacio a mi cuerpo, y palmeó sus muslos para llamarme.

Mientras más me acercaba, mi mente más repetía «tienes novio, dícelo. Dile, Sina. Dile de Soto...»

Cuando estuve entre sus piernas, sus manos tomaron mis hombros por encima de la tela, masajeándolos con una ligera presión, la justa pero relajarme en una oleada de sensaciones satisfactorias que casi me hace gemir.

Se inclinó hacia mí, sonriendo como si compartiéramos una travesura. Y de cierta forma así era, puesto que la confindencia que me susurró tan cerca del rostro era una especie de broma interna entre ambos.

—¿Y si nos saltamos el secuestro? Digo, ya me tienes hoy en tu poder, ¿no? ¿O es estrictamente necesario que esté amarrado?

—Dirás tu cerebro, ¿no? —Ladeé la cabeza—. Nunca dije que quisiera hacer nada contigo.

—Mi cerebro está sobrevalorado, bonita, mejor será que escojas después de que sepas lo que te pueden hacer mis manos.

Soto me iba a matar si se enteraba de esa conversación.

Tenía que desviar el tema a algo menos... incriminador.

—Ya vi lo que pueden hacer tus manos, Frey. Lo vio todo el mundo.

—¿Y qué tal?

—Te lo dije. Me encantó, te admiro muchísimo. No entiendo un carajo, pero respeto lo que haces.

Axer alejó sus manos de mí, suspirando atribulado antes de tornarse un poco más serio para decir:

—Y eso me lleva a la segunda cosa que necesito pedirte hoy.

—A ver.

Me crucé de brazos en la espera. Rogaba porque mi rostro no trasluciera lo mucho me costaba existir tan cerca de su abdomen, pecho, piernas y brazos desnudos.

—Sin preguntas —explicó—. Al menos esta noche. Te explicaré todo, lo prometo. Pero no hoy. No ahora.

—No puedes esperar que no haga preguntas, estás loco si crees que...

Pero sus manos en mi cuello, con sus pulgares reclamando el dominio de mi rostro, elevando mi mentón para que tuviese que verlo directo a los ojos... me calló la boca por completo.

Solo podía pensar en que me moría porque me besara, pero si lo hacía, lo empujaría. No podía hacerle eso a Soto.

—Por favor —insistió—, hoy necesito que finjas por mí, tanto como puedas.

«Dile que tienes novio, Sinaí».

—¿Que finja, qué?

—Que somos un chico y una chica, tan normales como cualquiera, viviendo una ridícula historia donde solo existen ellos, un baile y la música, por ridícula que pueda ser. Quiero que tomes mi mano cuando estén a punto de anunciar los cuatro aprobados, y que me dejes cargarte en celebración cuando mencionen mi nombre.

—Estás muy seguro, eh.

Su rostro se distorsionó con una sonrisa ladina.

—¿Quieres que te mienta? Puedo fingir toda la modestia que quieras.

—Creo que ya has mentido suficiente por una vida, Frey.

—Aush. —Se mordió el labio, como si de alguna forma eso aminorara el golpe de mis palabras—. Imagino que lo merezco.

—¿Por qué quieres que finja eso hoy? Tratas de decirme que mañana... Que mañana acabará la tabla, y que volveremos a ser solo blancas y negras que se buscan tanto como se repelen, ¿no?

—Trato de decirte que mañana volveré a ser el médico, el estudiante, el hombre que no tiene tiempo para nada de lo que tú quieres y necesitas. Y... es posible que mañana me odies. Siempre está esa posibilidad.

—Qué alentador.

—Pero hoy quisiste quedarte, Schrödinger. No renuncies a eso. Juega conmigo esta noche a que en este tablero solo somos tú y yo.

Moví mi cabeza de forma dubitativa hacia ambos lados.

—Puedo hacer eso, pero necesito saber una cosa primero.

—Nazareth... Sin preguntas.

—Una. Y no tiene nada que ver con tu edad, tu familia, tus estudios o... el resto de tus secretos.

Axer frunció el ceño, pero ya había despertado su interés.

—Entonces... ¿qué quieres saber?

Sabía que ya no estaba soltera, que ahora Soto y sus sentimientos entraban en la ecuación. Sabía que, sin importar la respuesta, no podría hacer nada al respecto, que ahora estaba en una relación y ya no había marcha atrás. Había tomado mi decisión.

Pero, después de tantos capítulos de deseo y persecución; después de haber pasado tanto jugando a que la nerd podía poner de rodillas al inalcanzable... Después de los retos, los jaques, las tablas; las fantasías, la lujuria y aquel vistazo de su abismo... Me debía esa respuesta. No podía terminar nuestra historia sin saber la verdad detrás de sus jugadas.

—¿Yo te gusto?

Las pupilas de Axer se dilataron en sorpresa por mi pregunta sin titubeos.

—No... —Se llevó las manos al cabello, confundido—. Tenemos diferentes lenguas maternas, tendrás que explicarme qué entiendes tú exactamente por «gustar».

—Gustar, Axer. ¿Me miras y te atraigo? ¿Sientes química entre nosotros? ¿Te gusta estar conmigo? ¿En algún mundo paralelo en el que fueras normal me considerarías para ser tu novia?

—Mierda, ¿eso?

Axer sonrió tanto, que lo sentí a punto de soltar una carcajada. Se veía... aliviado.

—¡Me encantas, por Dios! —explicó—. Por eso se me hace imposible soportarte. Odio... desearte. Eres una distracción dolorosa, una atracción ineludible.

Abrí la boca para hablar, pero Axer me calló con su mano, como si hubiese desatado algo en él que no quería que interrumpiera.

—Lo que hicimos en el carro... —Se bajó del aparador, quedando de pie frente a mí, nuestros cuerpos muy juntos, sus labios muy cerca de mi cuello, su aliento rozándome al hablar—. Me devolviste el apetito que creí saciado hace tiempo. Te robas todo el control que siempre creí tener...

Una de sus manos tomó mi cuello, apretando con firmeza mientras su lengua me recorría la piel desde la clavícula hasta la oreja, manteniéndome sometida mientras mi cuerpo de resistía a tal corriente de placer.

Sentí su dureza emerger en su ropa interior, presionada contra mi pierna, y jadeé sin aliento, sucumbiendo al impulso de aferrarme con mis manos a su espalda, mis uñas clavándose por instinto.

—Sinaí Nazareth Ferreira... —Sus dedos movieron mi mentón, obligándome a mirarlo—. ¿Cómo te atreves a preguntar algo así? Cuando sabes que no ha sido accidental, que llevas tiempo... —Su mano en mi cintura me pegó más a su cuerpo. Me hizo sentir por completo su erección—... jugando con mi mente. Debe ser ese el motivo por el que me encantas, por el que siento que te odio, porque te metiste en mi cabeza, el único lugar a donde estaba seguro de que nadie podría entrar.

—Siempre me has subestimado, Frey —jodeé—, aún cuando en nuestro primer enfrentamiento conseguí vencerte.

Se mordió el labio, asintiendo a mi provocación, pero no aceptó el anzuelo, no discutió mi victoria.

—No es personal, subestimo a todos.

—O te sobreestimas demasiado —insistí en atacar su ego.

—Eso lo tendrás que decidir tú... —Sus dedos rozaron la piel desnuda entre la falda y el top—. Ya me dirás si soy tan bueno como prometo, como fantaseas cuando...

—Axer...

Necesitaba que ese hombre me cogiera al menos una vez en la maldita vida, sino nunca saldría de mi cabeza. Luego de eso, sería libre.

—Hoy no —dijo, como si me leyera los pensamientos.

—¿Entonces qué mierda quieres de mí hoy?

—Todo lo demás, todo lo que nunca nos he permitido.

—¿Romance y cursilerías? —Enarqué una ceja, adornando mis palabras con una sonrisa burlona.

Pero él seguía con esa sonrisa seductora, el hambre y la devoción en sus ojos... No estaba jugando.

—Todos nos merecemos un cliché, al menos hasta la medianoche. Mañana puedes volver a ser mi gatita si así lo prefieres.

—Dime que estás jugando.

—¿Quieres que te lo pida de rodillas?

—Tal vez —bromeé—. Haría todo más fácil de creer.

Para mi sorpresa, Axer Frey hincó ambas rodillas en el suelo a mis pies. Me dejó con la boca abierta y el corazón descontrolado. No estaba preparada para verlo así, y menos para sentir sus manos cerrándose sobre mis pantorrillas, robándome la respiración.

Un gemido escapó de mis labios cuando los suyos rozaron la tierna piel de mis muslos, un beso a la vez, en todas direcciones, haciéndome sentir como la reina mejor tratada de cualquier monarquía.

—No hagas eso... —susurré sin voz, con los ojos húmedos de sorpresa, cuando sus manos se deslizaron hasta el interior de mi falda, deteniéndose en mi trasero.

No podía creer que estuviera viviendo eso.

—¿Te he dicho que me encantan tus piernas, Nazareth? —preguntó sonriendo con picardía.

—Axer, creo que así no hacen las cosas en las novelas románticas.

—Eso es porque no has leído las mías.

—No escribes romance, mentiroso —reí.

Entonces él saco las manos del interior de mi falda y se levantó para darme un beso fugaz en la mejilla que me dejó recalculando hasta mi fecha de nacimiento.

—Olvidaba que no puedo engañar a mi acosadora.

—No me llames así. —Me topé la cara con vergüenza, sin dejar de sonreír—. Me vas a matar, Axer Frey. No sé qué mierda quieres de mí, pero deja de esforzarte porque la respuesta de todos modos iba a ser sí.

—Lo sé —reconoció quitándome las manos de la cara—. Solo estoy improvisando según lo que me provoca mientras te veo. No te estoy mintiendo, no ahora, Schrödinger.

—Haces todo demasiado difícil.

—¿Todo qué? ¿Qué es difícil para ti? No te he tocado así nunca. No he tocado tanto a nadie en mi vida, de hecho. Pensé que lo querías.

«¡Dile de Soto, coño!»

—Por supuesto que lo quiero, pero... Puta madre, no creas que no tengo muy presente que tarde o temprano nos llegará la medianoche.

—Si las personas se pusieran a empezar algo siempre pensando en que tiene que terminar, nadie disfrutaría nada en la vida.

Axer me se apartó de mí, tomando el traje que había escogido y desechándolo.

—¿Qué novelas te gustan? —preguntó.

—¿Por qué la pregunta? Me gustó A sangre fría...

—Románticas, por favor —aclaró— No podemos recrear A sangre fría con tantos testigos cerca.

—No leo mucho romance fuera de Wattbook. Soy más de misterios.

—Genial. Entonces a improvisar.

Se alejó de los trajes elegantes y se fue al tendedero de disfraces de teatro, tomando un traje de un azul tan oscuro que parecía negro, como mi cabello, con detalles dorados como los botones, el bordado y un león grabado como distintivo de un reino. Era el ropaje de un príncipe, no de un graduando.

—Toma. —Me tendió un vestido blanco, con encaje por arriba y una falda satinada rellena con algo de tull para darle estructura—. Me una interesante ironía que usemos nuestra tabla para que tú seas el blanco y yo el negro. Por esta noche.

—¿Serás mi caballero esta noche? —interrogué mientras estudiaba el vestido—. ¿Se trata de eso?

—Seré lo que tú quieras que sea.

—Debe ser horrible lo que vas a contarme mañana, eh.

Axer río conmigo, y negó la cabeza mientras se ponía el pantalón del traje, pero no me contradijo en ningún momento.

El vestido era bastante bonito, y la idea de ser la reina del señor Frey, prodigio y sensual ruso, aunque fuese por esa noche, me seducía más que cualquier postre en una mañana de ayuno. Me lo puse, enamorada de cómo se veía el encaje blanco en mis brazos, y dejé que las manos de Axer ajustaran en corsé por detrás con firmeza y habilidad, haciendo que me imaginara demasiados escenarios indecentes.

Me senté frente al tocador para escoger el adorno que pondría en mi cabeza, y vi que la pantalla de mi teléfono junto al de Axer se iluminaba anunciando la llamada pérdida número veinte de mi madre.

—Mierda.

—¿Todo en orden?

—Sí, sí... —Empecé a escribirle un mensaje explicativo a mi madre—. Es mi mamá, está preocupada porque ni le avisé al llegar, ni le he dicho dónde estoy ni cuándo volveré...

—¿Tendrás problemas por eso?

Volteé a ver a Axer justo cuando se ponía la chaqueta encima de la camisa. Se veía demasiado hermoso y... adecuado. Como si en secreto perteneciera a una monarquía rusa, lo cual a esas alturas no me habría sorprendido.

—No —respondí cuando al fin aterricé a tierra—. Si le digo a mi mamá que estoy contigo se le pasará cualquier cosa.

Me sentí terrible en ese momento, pensando que debería escribirle a mi novio para avisarle dónde y con quién estaba, por lo menos para ser honesta, para aminorar el golpe cuando nos tocara hablar al respecto, pero entonces... sucedió algo insólito.

El teléfono de Axer, también en silencio, se iluminó. Estuvo un rato así, mientras la llamada seguía sin ser atendida. Un nombre de contacto se leía con claridad, el último que pensé que Axer tendría agregado.

Soto. Con un emoji de un cigarrillo al lado.

Ni a mí me había dado su número.

Cuando la llamada de Soto se cortó, vi que era le segunda perdida en el día.

Tenía que estar soñando esa mierda.

Soto no me había escrito ni a mí para saber si había llegado viva a mi casa, si conseguí autobús, o al menos para desearme una feliz noche... Nada.

Pero a Axer lo llamó. Dos veces.

Me acordé del tema de los medicamentos, y decidí que si mi novio no me quería hablar al respecto, tendría que conseguir respuestas por otro lado.

—Frey —llamé con más seriedad de la que pretendía.

Axer me miró con el ceño apenas fruncido.

—¿Pasa algo?

—Tengo que hacerte una pregunta.

—Dijimos que...

—No. No tiene nada que ver con todo este espectáculo, espero.

—¿Entonces...?

—Hoy le enviaste medicinas a Soto. Al menos tu empresa lo hizo. ¿Por qué?

Axer parecía genuinamente sorprendido por mi pregunta, y el tono en que la hice.

—¿Te lo contó él?

«Si supieras...»

—Solo dime, por favor —insistí.

—¿Quieres la respuesta corta o la larga?

—La más clara.

—¿Cuánto tiempo tienes?

—Todo el que tu quieras.

Axer suspiró, derrotado.

—Si son tan buenos amigos no entiendo por qué te contó que Frey's empire le dio medicamentos, pero no del accidente que...

—¡¿Accidente?!

—Es más complicado que eso. —Axer se acercó más a mí, sentándose en el borde del aparador—. Intentaron asesinarlo. Fue... en la fiesta. En la fiesta de disfraces a la que fui contigo.

—Pero si Soto estaba en perfecto estaba cuando nos fuimos...

—Sí, pero ya luego no. Lo drogaron, casi muere y yo lo auxilié. Él no sabe ese detalle porque... claro, no podía revelarme... pues todo esto. Él cree que nos drogaron a los dos. Solo recuerda haber despertado en el hospital conmigo en la camilla de al lado.

Fruncí el ceño, escéptica.

—¿Quién dijo que solo recuerda eso?

—No recordaba nada cuando despertó.

«O eso quería que pensaras...»

—Espera... Axer, ¿cómo llegaste con Soto? Te fuiste conmigo, me dejaste en mi casa...

—Pero volví.

—¿Por qué? ¿Qué coño tenías que hacer con Soto como para...?

—No volví por él, ¿qué te pasa? Vikky estaba en la fiesta, tenía que volver con ella o mi padre se pondría de muy mal humor y créeme que no quieres...

—¿Vikky?

Axer se masejeó el entrecejo mientras me explicaba.

—Veronika Viktoria.

—Hermoso.

—Cállate —río—. No quieres escuchar el mío.

—De hecho ya lo escuché. Y lo sabía antes de oírlo hoy.

Axer torció los ojos.

—A veces me olvido de con quién estoy hablando.

—Te dije, me subestimas. Pero ajá, volviendo al tema... ¿Cómo terminaste con Soto? ¿Qué le pasó? ¿Está bien ahora?

—Está en perfecto estado, pero tiene que cumplir al pie de la letra el tratamiento que le receté. Si puedes, haz que lo haga. Como su amiga, que vea que hay alguien que se preocupa presionando por ello.

Asentí, mordiéndome la lengua para no decir que éramos más que amigos.

—Y sobre cómo terminé con Soto esa noche... No lo sé, Nazareth. Lo vi ahí, acabábamos de... No soportaba la idea de que nadie más te tocara, así que pensé que hablando con él...

—Imbécil. —Reposé mi rostro sobre ambas manos puestas en el tocador—. Con eso solo ibas a conseguir motivarlo más.

—De hecho, no lo creo. Antes de caer desmayado parecía haber cedido, me dijo que si yo realmente quería... algo serio contigo, no se interpondría.

«Y vaya que no se iba a interponer, eh».

—Pero luego pasó todo eso. Lo drogaron, se formó el caos, traté de ayudarlo a pesar de las complicaciones y luego lo llevé de emergencia a que le hicieran un lavado estomacal. Que él te cuente su versión. Es más bonita, no recuerda lo peor.

Una idea se plantó en mi mente en ese momento como un parásito, piezas que empezaban a cobrar sentido, pero me asustaba tanto la posibilidad de tener razón que decidí ignorar esa corazonada.

Al menos por esa noche. La noche que esperaba que fuese la noche de mi vida. Después me ocuparía del rompecabezas.

•••••

Nota:
Yo no caí, yo me lancé. Por cierto, tenemos grupo de WhatsApp oficial para spoilers, hablar de los capítulos y teorías de Nerd.


ESTE ES MOMENTO PARA QUE ME COMENTEN TODOOOOO.

¿Qué piensan de Axer?

¿Qué idea creen que se le metió a Sinaí?

¿Qué creen que va a ocurrir en la próxima noche?

¿Y Soto? ¿Qué tienen que decir de él?

¿Qlq con Veronika?

¿Qué teorías tienen?

¿Quieren más capítulos? COMENTEN MUCHOOO.

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