44: La hipocresía en su honestidad
Este capítulo es para celebrar este suceso. Abajo está el resto del chisme. Nunca hubo un mejor momento para ser #TeamAxer que este.
Sinaí
Cuando desperté, era casi de noche así que salí a escondidas a robar algo de cenar para luego volver a encerrarme en mi cuarto. Por suerte era sábado, el día después sería domingo, una fecha excelente para la vagancia.
Haber llegado a mi casa a las 4 de la madrugada ya habría sido excusa suficiente para despertar tan tarde, pero, todavía tenía un segundo pretexto con más peso: luego de la llamada de Axer, de que la finalizara llamándome gatita, no pude dormir. Pasé hasta las nueve de la mañana rememorando todo lo ocurrido en su carro mientras mis manos intentaban emular lo que experimenté dentro del mismo.
Pero era imposible. Jamás podría recrear sola ni un aproximado de las sensaciones que provocó él en mí casi sin tocarme. Axer Frey era el dios al que rezaba mi cuerpo; ante su voz, mi piel se doblegaba.
Una probada de su abismo era mayor al fuego de cualquier infierno al que me hubiese acercado hasta entonces.
Prefería morir a vivir con la certeza de que esa noche sería todo lo que tendría de él.
Y, a pesar de la incertidumbre, de las múltiples incógnitas sin resolver, del «¿qué pasará ahora?, ¿cómo debo proceder?», nada podía borrarme la sonrisa.
Porque yo había ganado.
En ese carro, lo vi sufrir por su deseo. Fui testigo de cuánto lo hería lo hondo que yo había calado en su cabeza; lo que le dolía admitir que había estado jugando con su mente, y que era adicto a que lo hiciera.
Axer Frey no solo me hizo partícipe de su derrota, sino de la manera en que se complacía con esta en contra de su voluntad.
Mi dilema.
Mi objetivo más alto.
Mi victoria.
—No eres una simple mortal, Schrödinger, eres el gato que encerré en la caja y, entre morir y vivir, escogió jugar conmigo. A estas alturas yo soy tu experimento.
Esas palabras. Esas insólitas palabras, me derribaron por completo. Esperé que él pudiera ser víctima de una atracción por mí en algún momento, pero jamás que pudiera sentir algo más inhóspito y profundo como lo que sugerían esas palabras.
Tal vez era nada, tal vez dijo lo que yo necesitaba escuchar, pero, para mí, aquellos fueron sus votos matrimoniales.
Pero todavía quedaban torres por derribar, y hasta que no cayera la última pieza jamás podría tener al rey como lo quería: rendido ante la dama del juego.
En el carro, gané; pero en lo que me quedaba de vida no iba a parar hasta que él se rindiera.
Al día siguiente desperté después del mediodía, todavía sin poder creer lo que había pasado la madrugada anterior. Mientras almorzaba y desayunaba a la vez, recordé que mi doctor porno había admitido que esa vez que presencié no había sido la única que se maltrataba conmigo en su cabeza.
Me lamí los labios, y no precisamente por la salsa de tomate de la pasta que me estaba comiendo.
Ni siquiera me pude beber mi vaso de leche sin pensar en él, en lo que me había hecho hacer, en lo que yo misma acepté agradecida y sin objeciones.
Todo me parecían señales de nuestro encuentro.
Como la marca que dejó su mano en mi cara. Cada vez era menos legible; mas, allí permanecía, en un ligero enrojecimiento y una hinchazón apenas perceptible. Necesitaba diez más como esas para declararme satisfecha.
Nunca imaginé que un golpe pudiera prenderme tanto.
«Santa virgen de la eterna virginidad mitológica, ¿qué coño 'e la madre acabo de hacer y por qué no me arrepiento de haberte fallado?»
Necesitaba enfocar mis pensamientos en otra cosa o pasaría el resto de mi vida con las manos ocupadas y la cabeza enferma por el recuerdo de lo experimentado junto a Axer, así que, en un intento de ocuparme en algo más decente, decidí escribirle a María.
Me queda como un
9% de virginidad
Debí haberle mandado por lo menos unas buenas tardes por cortesía, pero había llegado a un acuerdo conmigo mismo de que estaba en un momento crítico en el que la educación no era una opción.
Su respuesta casi hace que me atragante de la risa.
Bueno, marica, ¿la estás entregando en cuotas
o cómo es la vaina?
JAJAJAJAJA XD Pareciera,
pero no. Son estos hombres
de hoy en día que le temen al éxito.
Yo no sé qué le está pasando
a Soto, está pasado de marico.
No debió haberme sorprendido que mi amiga pensara que había estado con Soto, no después del beso a mitad de juego. Debí haber empezado aclarando que lo que iba a contarle no tenía nada que ver con él.
De hecho, Soto era un tema delicado para mí en esos momentos. Parte de mis divagues y pensamientos excesivos de ese día lo habían incluido a él.
Estem... ¿Quién te ha
dicho que fue con Soto?
Ya va... ¿no fue con él?
Yo pensé que ese te iba a estar esperando en tu casa después del besazo que le lanzaste en el juego.
Nop. No me vine con él.
Sí, yo sé con quién
te fuiste pero...
Espera...
Ya va.
NO ME JODAS SINAÍ NAZARETH FERREIRA, SI ESTÁS JUGANDO CONMIGO TE VOY A MATAAR
Jamás jugaría con algo así.
Lo juro por el stiker de "hoy follo"
AAAAAAAHHHHHHH.
Cuéntamelo todoooooo. Exijo detalles sucios y explícitos, además de calibre, longitud, inclinación y circunferencia. CORRE.
Mientras me preparaba para enviar mi poderoso audio explicativo de viente minutos a mi amiga, mi mamá entró a la sala, haciéndome desistir.
Llevaba una bolsa de Ruffles a medio comer en la mano, y en la otra una botella de Malta vacía. Por sus ojeras y el nido que se veía en su cabeza, supuse que había tenido una noche emocionante, tal vez un con un maratón de The good doctor.
—Déjame adivinar, tampoco me vas a dar Ruffles, ¿no?
Me mamá volteó a verme como si recién reparara en la existencia de la adolescente a su cargo, misma que había traído al mundo a través de una dolorosa cesárea.
—Ah, ¿querías?
—¡Pues claro que quiero!
—Pues compra. Para algo trabajas, ¿no? Y ya que estamos, me podrías regalar una bolsa a mí, eh, que yo te di la vida.
Esa mujer me iba a cobrar la vida hasta que me muriera.
Torciendo mis ojos, decidí volver a lo que me quedaba de pasta.
—¿Qué tal la fiesta? —preguntó mi madre desde la cocina. Estaba revisando los envases de yogurt de la nevera, por si quedaba uno apto para lavar con su dedo.
—Bueno... —divagué, pensativa.
¿Cuánto era prudente contarle a mi madre sobre mi noche después del respectivo y genérico bien?
—Ese chico que vino a buscarte esa noche... —prosiguió ella—. Se me hizo muy familiar, como si lo hubiese visto en otro lado. Sacando cuentas lógicas por el carro y el acento, llegué a pensar que podría ser uno de los hijos del ministerio de corpoelec... Pero no es posible, ¿o sí?
—Él va a mi colegio —dije por toda respuesta.
—¿Es en serio? —Mi madre se volteó de golpe hacia mí, mirándome a través del mesón de la cocina con los codos en el mismo—. ¿Cómo hiciste para que el segundo tipo más codiciado del país te llevara a un baile de disfraces como pareja?
«Ay, mamá, yo todavía me pregunto eso mismo».
—No es gran cosa, fuimos como compañeros de clase. Simplemente me hizo el favor de pasarme buscando.
—O me pasas la receta del amarre o te cambio el apellido, eh.
Me reí, expulsando saliva y salsa por todos lados de la mesa.
Mientras limpiaba el desastre de mi boca, mi madre prosiguió con lo último que esperaba escuchar salir de su boca:
—Si no me dices que hiciste valer "mi regalo" con él esa noche, me voy a sentir muy decepcionada de ti.
—¿Tu rega...?
Las pastillas.
Tuve que morderme el interior de la mejilla, esperando que el dolor opacara un poco mi sonrisa de alivio y vergüenza a la vez.
—¿Y? —insistió ella.
—Casi que ni lo llego a necesitar porque a alguien se le ocurrió preguntarle a mi invitado, muy prudentemente, si no era el chico que había metido a mi cuarto.
—¿Y qué coño me iba a imaginar yo que estás comiendo de dos platos al mismo tiempo si hasta hace unos meses te morías de hambre en el nombre de Jesús?
«Y ahora es un Jesús quien casi me clava su cruz».
—Es sentido común, mamá, esas cosas deberías haberlas preguntado en privado.
—No me cambies el tema. —Se sentó a la mesa junto a mí—. ¿Tuviste una noche productiva o qué?
A mi madre ni loca le daba las especificaciones sobre el porcentaje de mi virginidad, así que en un intento de honestidad le contesté:
—Fue una noche sorpresivamente productiva, sí. Y sí, me estoy cuidando.
—¿O sea que puedo llamar a mi yerno para insultarlo cada vez que se vaya la luz o...?
—Hey, hey, no fue tan productiva. Ni siquiera sé si él me volverá a llamar algún día, menos te voy a dejar llamarlo para que te quejes de los problemas con la luz eléctrica del país.
—¿Y el otro muchacho quién es?
—¿Quién?
—El mosquito, Sinaí, ¿quién más? Luego de que me trajeras a casa este bombón, si me dices que el que entró por tu ventana aquella noche es un malandro con moto que vende drogas... te juro que te pego con el cable del teléfono.
—¡Mamá, no! Es un buen chico, aunque parece criado por monos, pero ni fuma ni vende. —Luego recordé que Soto fumaba cigarros y vendía fotos sexys, así que añadí—: Drogas.
—¿Fue por eso que me preguntaste qué hacer si te llegaban a gustar dos personas a la vez?
—Qué intuitiva mi madre.
—¿Estás saliendo con los dos?
«Me estoy medio cogiendo a ambos, que no es lo mismo».
—No, mamá. —Rodé los ojos, como si fuese la hija más decente del mundo y mi madre una mal pensada—. Cuando tuve ese algo con mi amigo, ni siquiera se me pasaba por la mente que el ruso pudiera fijarse en mí.
—¿Es que encima el malandro es amigo tuyo?
—¡Que no es malandro, mamá!
—¿Y por qué no me lo has presentado?
—Porque no tengo nada serio con él.
—Tampoco con el ruso, y aún así vino a buscarte como gente decente, no entró por la ventana.
—Ya, mamá, mi amigo no volverá a entrar así para acá. Como te dije, fue cosa del momento y lo dejamos ahí.
—Cosa del momento, claro. Ya imagino lo casual que se dio, él casualmente andaba visitando a sus amigos de ventana en ventana, y justo tú tenías la tuya abierta. ¿No?
Esa explicación era un asco, pero ni loca me ponía a explicarle lo de las fotos.
—Íbamos a estudiar.
—Anatomía, ¿no?
Mi mamá era de las que, si no la gana, la empata.
En medio de aquella desastrosa conversación, a ella le llegó un mensaje. Sacó el teléfono de su bolsillo y lo leyó con el ceño fruncido. Procedió a levantarse como si el asiento en el que estaba de pronto se hubiese transformado en una hornilla hirviendo.
—¡Corre! Ve al supermercado de la esquina a hacer la cola. Están vendiendo harina Pan. ¡Apúrate, coño, que se acaban!
—¡¿Por qué yo?!
—Porque tú podrás tener treinta años, pero yo te parí así que yo mando. ¡Muévete!
—¿Ni siquiera me vas a dejar cambiarme?
—¿A quién más quieres seducir, Sinaí Nazareth, al chino de la bodega?
Comprendí que no había caso en seguir discutiendo con la mujer que me dio mi promiscua vida, así que solo me puse mis pantuflas y salí corriendo al supermercado.
Iba vestida con un short de algodón azul con rayos amarillos a lo Harry Potter por todos lados. La camiseta que tenía puesta ni siquiera era de la misma pijama, era de un rosa pálido con un estampado de Tecna, de Winx club, y por supuesto que no llevaba sostén. Además, tenía el cabello recogido en una coleta apurada y ni una gota de maquillaje.
Y a pesar de ello, aquella fracción de segundo que pasé frente al espejo antes de salir de mi casa, no sentí repulsión hacia mi reflejo.
Me aceptaba. Así entendí que no había cambiado mi imagen, sino la manera en que me veía a mí misma.
Una vez en la cola de afuera del supermercado para adquirir la harina Pan, soportando la ira del sol, el olor a culo del que estaba delante de mí, los empujones del que estaba detrás, y los gritos de las viejas que decían que todo el mundo se le estaba adelantando, saqué mi teléfono para intentar volver al chat con María.
Pero entonces lo vi a él.
Estaba sentado en la acera del frente, como todos los que estaban en la cola pero a la vez no, probablemente porque había alguien cuidando su puesto. El gorro de lana gris claro que llevaba puesto apenas dejaba ver una porción de su desastroso cabello oscuro, sus tatuajes lucían más intensos que nunca en sus brazos desnudos por la camisa manga corta de color plomo que llevaba.
Se le veía demasiado lindo para mi gusto, deseaba que fuese más fácil no pensar en su atractivo natural y sin pretensiones.
Por algún motivo, tuve miedo de que me viera y me volteé, esperando que no me reconociera.
Pero como había agotado toda mi suerte en el carro con Axer, él me gritó desde la acera:
—¿Qué ven mis ojos? El monte donde el diablo tiene miedo de ir a rezar.
Hay que ver el lado bueno. Pudo haber sido peor, pudo haber dicho «el monte donde quiero clavar mi cruz».
—Soto —lo llamé con una sonrisa asesina.
Cuando hicimos contacto visual de una acera a la otra, le saqué mi poderoso dedo medio.
Él, como una persona racional que aparenta ser decente, se levantó, se limpió del culo la tierra y la gravilla que le quedó del suelo, y se acercó a mí.
—Hoy te ves especialmente divina, amiga mía. ¿Ese look es de Prada o eres más de Gucci?
—Pendejo. —Le di un leve empujón, aguantando las ganas de reír por su sarcasmo—. Ni a Traki llega. Creo que lo conseguí en un remate del perolero de San Félix.
—No te preocupes, que el flow con el que luces tu outfit no se compra ni en Rusia.
De Rusia era el último país del que me provocaba hablar delante de Soto, sobre todo luego de lo que había estado pensando durante todo el día. Porque sí, había pensado mucho. Tal vez más de lo prudente.
Así que ignoré su comentario y volví mi rostro en dirección a la fila de personas delante de mí, pero centré mi atención en el teléfono para que no pareciera que lo ignoraba de manera deliberada. Tampoco quería que notara mi incomodidad.
—Esto es una coincidencia tan afortunada —dijo— que me imagino una historia en Wattbook a raíz de este momento. "El sexy badboy que se me adelantó en la cola". Fijo se hace bestseller.
Lo que más me daba rabia era que, por más que luchara, sus chistes sí me hacían gracia. Él me contagiaba de un humor envidiable, me provocaba llevarlo a todos lados, como una máquina de felicidad infinita.
Pero en ese momento en serio no estaba apta para bromas.
Luego de un rato respondiendo a sus chistes con risas forzadas y monosílabos, se le hizo demasiado claro mi cambio brusco en el trato hacia él.
Esperaba poder aplazar ese tema de conversación, al menos hasta un momento en el que el sol y el mal olor humano no me estuviesen asfixiando. Pero no, tenía que ser así, como a la sukin syn de mi suerte le daba la gana.
Sí, estuve estudiando algunos insultos en ruso, solo por si a Axer se le ocurría usar uno delante de mí. Así, al menos me libraba de tener que decir «la tuya por si acaso» cada vez que abría la boca.
—Hey, ¿qué pasa? —exigió saber Soto con una mano en mi hombro.
Cuando volteé a verlo, tenía sus cejas pobladas fruncidas hasta casi rozarse.
—No pasa nada —mentí, encogiéndome de hombros.
De verdad quería poder posponer esa conversación. No tenía ni la más mínima idea de cómo abordarla.
—Claro que pasa algo, no puedes ni hacer contacto visual conmigo.
—Bien —espeté, girando mi cuerpo para encararlo—. ¿Quieres que te diga qué pasa?
—Por algo te he preguntado, ¿no?
Quise golpearlo, pero me contuve y preferí soltar sin filtros lo que estaba pensando.
—Pasa que he estado pensando, tal vez más de la cuenta, y no sé si me siento del todo cómoda con la situación entre nosotros.
—Espérate, dale más lento. —Soto negaba con las manos y la cabeza, del todo anonadado y fuera de lugar—. ¿De qué carajos me hablas? Hace dos noches estábamos bien. Mejor que bien, diría yo, por cómo me besaste.
—Exacto. Yo te besé a ti.
—En eso quedamos, ¿no?
—¿Es que no lo ves?
—Claramente no, puedes prestarme tus lentes si quieres.
—Jódete, Soto. —Me volteé de nuevo hacia el frente de la cola—. No estoy para bromas ahorita.
Su brazo hizo voltear mi cuerpo de nuevo hacia él, noté que su rostro me estudiaba entre intrigado y confundido.
—La vaina es en serio... —Él la miraba con una ceja arqueada y el ceño ligeramente fruncido—. ¿Estás molesta conmigo porque tú me besaste?
—No estoy molesta, estoy incómoda.
—¿Hice algo mal?
—Sí —admití, para mi propia sorpresa—. Al principio no lo vi, porque cuando me contaste tu plan y me dijiste que sonaría como si quisieras usarme, pensé «¿quién coño soy yo para juzgarlo? Yo lo intenté usar primero». Pero luego, lo pensé otra vez y me di cuenta de que la clave está en esa maldita palabra. "Intenté". Porque tú no lo permitiste.
—Yo... No estoy seguro de estar entendiendo.
Exhalé, obstinada.
—Cuando yo quise besarte delante de Axer aquella primera vez, te ofendiste. Me hiciste sentir mal porque tú estabas herido. Para mí, era como tú habías dicho: amigos y ya está. Pensé que no te molestaría mi jugada, pero descubrí que sí, y me hiciste arrepentirme de ello.
»Ah, pero cuando eres tú el que quiere conseguir algo, entonces no te molesta la idea de utilizarme. ¿Y sabes qué es lo peor? Que yo sí tenía algo qué perder con tu juego.
»Te la pasas repitiéndome que solo somos amigos, una y otra vez; quieres poner límites, no me besas en público, ni delante de María, y yo lo acepto. Nos tenemos ganas y ya, eso no influye en nuestros sentimientos, no tenemos por qué tener un compromiso para con el otro; pero, cuando te conviene, quieres que yo me arriesgue por ti. Quieres que me juegue a una persona con la que quiero todo, por un capricho tuyo.
»Pude haber perdido a Axer para siempre, ¿y me importó? No. Porque ya te había herido una vez, y me negaba a volver a fallarte. El problema es que me dejé llevar por mis sentimientos y no me detuve a pensar que, aquella vez que te lastimé, fue haciendo lo mismo que tú me estabas pidiendo que hiciera.
Estaba hablando tan rápido y acalorada, que mis palabras se atropellaban entre sí, apenas se entendían. Mi rostro estaba rojo por falta de una respiración decente.
—«No me molesta que me uses», me dijiste tú aquella vez. Yo hoy te digo lo mismo. No me molesta que me uses, me molesta tu hipocresía.
—¿Te parezco un hipócrita? —inquirió él, visiblemente afectado.
—Absolutamente. «Ven, Monte, arriesga al chico que te gusta por mí, pero no te emociones porque yo no voy a arriesgar ni un pelo por ti. Eso sí, cuando quieras nos besamos, eh. No me molesto».
Él se tapó la cara mientras reía. No había nada de gracia en su risa. Estaba rojo hasta el cuello, le temblaban las manos. Nunca lo había visto así.
—¿Quieres que me arriesgue por ti? ¿Es eso? —espetó, agarrándome por el cuello con una rabia que jamás había presenciado en él—. Bien.
Entonces me besó, delante de todos los presentes.
Nota: Este es el momento donde me cuentan TODO sobre esta capítulo. No se olviden de comentar mucho si quieren actualización pronto ♡
Este capítulo va dedicado a LinMaddiee JailyBach y Perla del grupo de Axers, por las stories, el fanart y los edits que hicieron posible que Elisey aceptara ser nuestro Axer. En especial, gracias al resto de mis lectoras porque ellas hicieron que él conociera mi nombre, mi libro y me escribiera ♡
A continuación un hilo de imágenes sin contexto, la historia se cuenta sola. La última es el Tiktok de nuestro Axer, para que lo vayan a seguir y estén pendientes de sus videos ♡
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