33: Más de un jugador


Sinaí

Axer Frey no siempre jugaba limpio, yo no tenía por qué hacerlo.

Investigué todo al respecto de los Frey en el celular de una compañera de trabajo, luego borré el historial para mantener las apariencias de que había pedido el teléfono para investigar sobre ópticas en la ciudad.

Axer tenía acceso a mi teléfono, no podía precisar desde cuándo ni qué tan profundo había calado en él, si había leído mis conversaciones, si había visto mi galería... No, lo de la galería era un hecho, había visto el video que grabé de él en clases. Lo que no tenía tan claro era si había conseguido acceso a la carpeta secreta donde guardaba las fotos de su Instagram.

Además, otra pregunta que me rondaba era: ¿habría leído mis conversaciones con Soto? Borré cada mensaje después de recibirlo, pero la duda no me dejaba tranquila.

A pesar de mi certeza sobre lo inseguro que era mi teléfono bajo la mira de Frey, sabía que desecharlo y conseguir otro sería desperdiciar una oportunidad de voltear la partida a mi favor. El teléfono monitoreado por Axer podía significar una desventaja para mí, o la oportunidad de decidir qué información darle y cuál omitir a mi antojo; podía hacer eso en lugar de conseguir un nuevo celular, dando pie a que él tuviese que buscar nuevos medios para vigilarme de los que yo no estaría enterada.

Tendría que haberme preocupado el hecho de que me espiara, tendría que estar muerta de miedo y al borde de levantar una denuncia, pero yo lo veía como él mismo lo expuso para mí: lo que es igual no es trampa, y yo lo había acosado primero.

El miedo que debí haber sentido lo traduje en adrenalina, la inyección que necesitaba para ponerme a trabajar en mi siguiente jugada.

Para que no fuese tan obvia mi decisión sobre manejar la información que emitiría a Axer por medio de mi celular, realicé en mi navegador la misma búsqueda sobre su apellido, entrando a las páginas que sabía que tenían la información más vaga para luego salir sin profundizar más. Era la manera en que le decía «despertaste mi apetito de información con todo tu misticismo, pero acepto lo que Google dice sobre ustedes y ya no tengo nada de qué preocuparme».

Hablaba con María por mensaje de un celular de teclas que solo levantaba 2G. Mi nuevo número para los únicos dos contactos que quería mantener lejos del alcance de Axer: ella, y Soto.

No había ni siquiera pisado el liceo en toda la semana, estaba trabajando horario corrido desde las 7:00 a.m. hasta las 7:00 p.m., no me quedaba tiempo para ir a la escuela, aunque mi mamá creyera que era ahí a donde iba todas los mañanas hasta el mediodía. Le dije que trabajaba media jornada después de clases.

Otro insignificante detalle que le omití fueron mis nuevos lentes. Me los ponía luego de haber salido de la casa y me los quitaba antes de entrar. Ya había sido bastante descuidada con mi cambio de apariencia, si seguía apareciendo en casa con cosas costosas e historias inverosímiles sobre el modo en que las obtuve, empezaría a creerse la teoría que sugirió una vez a modo de broma: que me estaba prostituyendo.

A mitad de semana había sido mi cumpleaños número dieciocho, pero me esforcé en ocultarlo de mis compañeras de trabajo y de mis únicos dos amigos. No quería poner a mi madre a invertir de más en una celebración que podíamos tener en intimidad nosotras solas con un pastel pequeño y un maratón de "La ley y el orden UVE", tal cual hicimos.

No había intercambiado ni un mensaje con Soto, pero eso estaba a punto de cambiar. María acababa de soltarme el dato de que él se había hecho un nuevo tatuaje, lo cual era la excusa perfecta para escribirle a modo de amigos y no de "te resbalas y te cojo".

Hola!

Escribí ese mensaje del nuevo teléfono, ya me había asegurado de que María le pasara el contacto y especificara que no me escribiera al otro número.

Al ver que ya habían pasado tres agónicos minutos sin respuesta, añadí:

María me contó lo del tatuaje nuevo. A este paso vas a parecer un cuaderno cuadriculado.


Háblame, Monte.
No te he visto en clases.
¿Ya te mudaste a la madre Rusia?

Luego me llegó otro mensaje suyo:

Sí, está reciente el tatuaje,
tal vez falte unos días mientras sana.
Será toda una tragedia para mí tener que faltar a las evaluaciones pendientes,
no sé cómo podré manejarlo.

Era una total ridiculez lo que me decía, pero ahí estaba yo mordiéndome los labios para que no se me notara la sonrisa al otro lado del café.

¿Qué te hiciste ahora? Y sí, me imagino lo difícil que debe ser eso para ti. ¿Necesitarás apoyo moral?



Me hice una vaina rara que no sabría explicarte en texto.

Yo, toda crédula e ilusionada, y con la mente más cochina que las medias que usaba para ir al liceo, pensé que aquella era una especie de declaración de intenciones, una indirecta. Así que contesté siguiendo esa línea de pensamientos.

Ah, bueno, eso se soluciona fácil. Mándame una foto de tu tatuaje.
Pero envíala al messenger, que este teléfono no tiene WhatsApp.



Voy, voy.
Y en respuesta a lo del apoyo moral, no me vendría mal. Cuando quieras venir a consolarme las ventanas de mi casa están abiertas.

Amé la referencia a lo de las ventanas, quería besarlo solo por el motivo de que compartiéramos ese tipo de detalles íntimos que solo nosotros podríamos entender, y que se aprovechara de ello.

Ya te pasé la foto

No quería abrir Facebook del teléfono invadido por mi crush, así que le pedí a Perla, una de mis compañeras de KonAroma, que me prestara su celular solo un segundo para revisar un capture de una transacción bancaria que mi madre supuestamente me había enviado al messenger.

Tremenda cara de payaso la que me quedó cuando abrí la foto que me envió Soto. Yo toda ilusa pensando que me enviaría una foto sin camisa, y lo que recibí en su lugar fue una imagen del diseño del tatuaje, no de cómo había quedado luego de grabarlo en su piel.

Me sentí tan estúpida que consideré la idea de llamar a un circo y ofrecerles mis servicios.

Pero como dijo una vez el libertador de Venezuela, el sabio Simón Bolívar: el que tenga miedo a morir que no nazca. Así que, sin temor al éxito, le contesté por mensaje:

Pudiste haberme dicho que era un búho, no era tan difícil de explicar. Además, yo quiero ver cómo te quedó. Así no tiene chiste.



Cuando estemos
en clases lo verás.



¿Y si no pienso volver
en un futuro cercano?

Eso era tanto una táctica de presión como una verdad disfrazada. Me negaba a enfrentar la posibilidad de encontrarme a Julio en los pasillos.

Entonces me temo que
tendrás que venir a mi casa.



¿Solo a verte el tatuaje? Tengo curiosidad, Soto, pero no te pases.
Vas a tener que mejorar tu oferta si quieres que vaya.


Ven y juega conmigo.

Mientras parpadeaba y releía el mensaje letra por letra para asegurarme de no haber entendido mal, me llegó otro suyo.

Tengo el Play 3 en mi cuarto, podemos echarnos unas manos de Mortal Kombat si quieres.

No eran precisamente las manos que tenía pensado echarme con él en su cuarto, pero la idea tampoco me disgustaba.

¿Cuándo?



Tú dime y te mando un taxi.
Pero avísame con tiempo,
tengo que limpiar mi cuarto.
Se pondrá feliz cuando le cuente.

Me reí en voz alta por un segundo, luego tuve que taparme la boca para dejar de actuar como pendeja en mi nuevo empleo.

Estaba a punto de contestarle cuando la chica de la caja registradora me llamó.

—Hey. Ve adentro y pide a Stefany que te pase el pedido de la mesa que acaban de ocupar y entrégaselo.

—Enseguida.

Luego de buscar el pedido, me acerqué a la mesa que me fue señalada. Mi boca se secó y casi tropiezo en mi siguiente paso por el impacto que me generó mirar el cabello rubio, las largas pestañas y la sonrisa de dientes perfectos de la chica que aguardaba por el contenido de mi bandeja.

Veronika.

—Hola, eh... Ten. —Pongo el batido en su mesa tratando de evitar el contacto visual, o que reconozca mi voz—. Malteada de brownie con caramelo.

Sin embargo, su entusiasmo al alzar la vista no podía significar más que un claro reconocimiento.

—¡Hola! Sinaí, ¿no? ¿Trabajas aquí?

«No, vale, ¿quién te dijo eso? Estoy en medio de una audición para un papel de camarera en una película».

—Sí, empecé hace poco.

—Vamos, siéntate un momento. Me haría bien tener algo de compañía. No espero a nadie.

—No puedo, pero... —Se me ocurrió una idea mejor que esquivarla, una que tal vez me llevara a entender qué conexión había entre ella y Axer—. ¿Y si quedamos luego? Tengo algunos días libres, podríamos cuadrar para cualquiera de esos días.

—¡Claro! Dame tu número y...

—No tengo teléfono, mi madre es anticuada con esos temas. Por eso estoy trabajando, para comprarme uno. Pero si me das tu Instagram te puedo contactar por ahí del teléfono de una amiga.

«Y así aprovecho y te stalkeo».

Su sonrisa fue triste, de decepción. Inhaló profundo antes de volver a hablar con un aire de resignación.

—Se nota que no lo has entendido... Capto tu evasiva, y me di cuenta de lo que pasó con el chico lindo en el juego de estos días, durante el reto. La química que tienen. Quería pensar que tu interés en él era porque no me habías conocido a mí, pero ya entiendo que llegué tarde.

—Pero... ¿tarde a qué? Si hay algo que quieras advertirme de él...

—¿Advertirte? —Ella bufó con una diversión insólita que instaló desagrado en la boca de mi estómago—. ¿De verdad no lo ves? Estoy interesada en ti, quería conocerte. Pero entiendo perfectamente que estás interesada en otra persona.

Abrí la boca para contestar, pero me quedé en blanco. Jamás se me había declarado una chica. De hecho, jamás nadie me expresó de frente su atracción con tanta madurez y honestidad. No podía corresponderse, por supuesto, mis pensamientos ya estaban bastante alterados por dos chicos, no era sensato sumar a nadie más a mi ecuación.

Ella entendió mi silencio, se levantó con una sonrisa y fue a pagar la malteada sin haberla probado. Luego se marchó sin mirar hacia atrás ni una vez.

A mí no me iban a engañar así, ese encuentro no pudo haber sido casual. Ella sabía que yo estaría en ese café y su único propósito al visitarlo era encontrarse conmigo.

Antes pensaba que le faltaban algunas piezas a mi rompecabezas, en ese momento empecé a sentir que todo lo que estuve armando, lo hice al revés, que las piezas que había encajado estaban volteadas por la cara equivocada y que había detrás una imagen que ni siquiera estaba cerca de adivinar.

Empecé a preguntarme a qué estaba jugando en realidad, y... ¿cuántos jugadores había en la partida?



Me los imagino leyendo ese final tipo "y ahora cómo hago para dormir con este chisme sin resolver" jajjaja. Cuéntenme qué piensan del capítulo, de la conversación con Soto, de Vero y de todo.

Weno, les cuento que en los liceos venezolanos en quinto año (el último antes de la universidad) es poco común que los estudiantes tengan +18. Normalmente sus edades van de 16 a 17. Pero aquí me voy a tomar la libertad creativa de que todos son mayores de edad porque Wattbook anda sensible con las escenas eróticas con menores.

Aclarado lo anterior, ya podemos pecar en paz.

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