25: La madre perfecta

Lo que viene a continuación será un maratón en celebración de las 70k lecturas. Tres capítulos, tres días. Si quieren capítulo mañana no se olviden de comentar mucho 👇👀

Sinaí

Marisca soy 50%
menos virgen.


Fue el mensaje que le envié a mi compañera de clases María Betania al día siguiente de mi encuentro con Soto.  Me respondió al instante, como si estuviera con el teléfono a la mano y ya dentro de mi chat.

CUÉNTAMELO TODO.
¿Fue con el papasito de la berenjena en el pantalón?



It's a secret 🤫
Pero no, no fue con él,
quisiera yo. El muy desgraciado
se ha olvidado de la apuesta que hicimos. Me dejó depilada y alborotada.


No quería contarle a María de Soto porque yo misma quería olvidar que había sido con él con quien pasé la noche. Además, imaginé que ninguna estaba preparada para esa conversación. Y en definitiva yo no lo estaba para las bromas que podrían surgir al respecto.

Quería que todo siguiera como de costumbre. Los tres siendo amigos a nuestra extraña manera, sin tensiones ni miradas raras de por medio.

Mira, chama, no me hables en francés que a duras
penas entiendo el español.

Luego envió otro mensaje.

¿Te estás viendo con él a escondidas, verdad? El que te "medio desvirgó". Por eso faltaste a clase estos días,
para ir a hacer el sin distanciamiento social, ¿no?


Gracias al padre celestial su mensaje me daba una excusa para mi inasistencia.

Más o menos.
Pero no hemos hecho
el yatusabes todavía,
solo la mitad.

Me estaba muriendo de la risa con esa conversación tan surrealista que teníamos a través de las pantallas, yo con la flojera encadanándome a la cama, ella tal vez sentada en un pupitre en el liceo, o en una poceta del baño público, ¿por qué no?

Jamás tuve una amiga, ni nada tan cercano a una, con la qué compartir el lado más informal de mi vocabulario, la naturaleza de mis pensamientos menos éticos.

Me llegó su respuesta luego de unos segundos. Escribía demasiado rápido, en el tiempo que yo tardaba en pensar qué contestar; sin duda tenía práctica.

Qué ladilla, chama.
Y eso porq?

Él no quiso.
Y ya no lo volveremos
a intentar. Solo te lo cuento
para avisarte que ya estoy "practicando", como me dijiste.



Te voy a dar mi consejo por excelencia: si te gusta ese hombre, cójaselo. No le estés guardando luto al papasito millonario, por muy rico que esté.



No, tas loca. No me gusta, simplemente me agarró en un momento de  EXTREMA necesidad.



Bueno, chama me cuentas más tarde. Voy a entrar con Don Barrigas a matemáticas.


Ahí murió nuestra conversación, por lo que pasé en resto de la mañana gastando mis datos móviles viendo tutoriales de maquillaje. Me decanté por aquellos que decían «trucos» en el título para no hacerme la vida tan complicada.

Al cabo de muchos minutos invertidos en los videos, mi cabeza doliendo por el esfuerzo de mi vista y mis ojos ardiendo por el brillo de la pantalla, fui al cuarto de mi madre a tomar prestados sus cosméticos mientras ella todavía estaba en su trabajo. En unas horas en YouTube aprendí a hacer delineados con ayuda de cinta adhesiva y a sombrear mis cejas con la técnica del visagismo. Lo de pintar los ojos, difuminar sombras y el perfilado de rostro con contour seguía sin salirme, pero practicaría todos los días hasta que la piel se me cayera, si hacía falta.

Soto me pagó el porcentaje que me correspondía por lo de las fotos por adelantado, insistió en hacerlo así ya que tuve que recurrir a ello porque necesitaba el dinero.

Esa misma tarde empecé con mi cambio.

Toda mi vida la gente me había dicho «péinate», «plancha tu cabello», «hazte un moño». Sin embargo, nada en todo eso me complacía. La plancha por si sola me dejaba el cabello tieso con olor a quemado, peinarlo lo esponjaba y los moños me hacían ver más nerd que el carajito de Zack y Cody. Así que solo vi una solución, y ese día al fin podría pagarla.

Di gracias a la barba sagrada de Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore por la existencia de las cirugías capilares. Que, por cierto, tienen un nombre bastante dramático para ser solo un tratamiento a base de botox y keratina.

Me fui a una peluquería. Al principio solo con la intención de alisar mi cabello de forma permanente; sin embargo, al verlo al espejo antes del procedimiento, con su insulso color de la tierra mojada, decidí que no solo quería al fin verlo lacio y con vida. Le pedí al peluquero que lo tiñera de negro azulado. Quería que, desde entonces, por donde yo caminara la gente tuviera que voltear.

También pedí que depilaran mis cejas, deshaciéndome del bosque de vellos que le sobraban, consiguiendo el arco ideal para que cualquier gesto que hiciera con ellas fuese llamativo. Pasé casi cinco minutos al espejo practicando cómo alzar las cejas poniendo cara de perra empoderada.

Al mirar mi reflejo luego del tratamiento, me sentí como lo que resultaría si Coraline y Morticia tuvieran una hija. Mi cabello caía como una cortina hasta la altura de mis senos; cada hebra refulgía con el brillo de los bombillos a mi alrededor, reflejándolo como si me hubiesen lustrado el cabello. Su nueva movilidad al pasar mi mano a través de mi cuero cabelludo, transformaba aquel negro impoluto en destellos de un azul eléctrico. Tenía vida, una sanidad que jamás se le concedió. Me daba un cambio de imagen radical sumado al arco perfecto de mis cejas depiladas, pero, sobre todo, me daba el autoestima de una reina.

Creo que jamás me había sentido tan bien conmigo misma como entonces. No me importó los dólares que perdí en el tratamiento, solo la seguridad en mí misma que estaba ganando.

—Hay algo más que necesito —le dije al hombre a través del espejo mientras este movía mi cabello de un lado a otro, emocionado con su obra de arte.

—Tú mandas, reina.

—Pestañas. No sé qué número necesito, usa las que creas más acorde para mi mirada.

—Tengo unas perfectas para mí.

Y con un guiño de ojo, terminó de transformarme en la Sinaí que llevaba por dentro.

      Pasé por una tienda de maquillaje de camino a casa para comprar labial, un delineador, base, corrector para mis escandalosas ojeras, iluminador para mis pómulos y una paleta de sombras con tonos cálidos y oscuros con la que practicaría desde entonces el ahumado de mis ojos. No tener iris azules ni verdes me jodía bastante la existencia, pero descubrí con los tutoriales que no había mirada que un buen smooky eyes no transformara en la de una diva provocativa.

Sabía que no me quedaba suficiente dinero para hacer desastre y mercado, así que preferí ahorrarme el dinero del maquillaje.

No me malentiendan, sí me llevé los productos, solo que no los pagué.

Falsifiqué en picsart un capture de la transferencia bancaria que debí haber hecho a la tienda, con el monto exacto que me dieron por mi compra. Fingí que me tardaba porque la señal era una mierda, cosa creíble, y no porque trataba de asegurarme de que la imagen quedara idéntica a la de una transferencia real.

—Listo —dije mostrando a la mujer de la caja la pantalla de mi teléfono—. ¿Le mando el capture a su número o...?

—No, no. No hará falta. Disfrute su compra.

Sí, eso pensé. Ni siquiera me pidieron el número de cédula para confirmar.

«Maldita sea, Axer. Me voy a ir al infierno por tu culpa».

Mi última parada fue en un spa de uñas.

No se preocupen, ahí sí pagué.

El problema fue que tardé como media hora para decidir qué diseño quería: el tiempo que duré volviendo a stalkear a las chicas a las que Axer daba like para conseguir el patrón ganador en las manicuras.

Terminé decidiéndome por un estilo natural, uñas de acrílico apenas un par de centímetros más largas que las mías naturales, con un rosado tipo piel de base, y un par de adornos de pedrería en mis dedos índice, anular y medio. Nada demasiado extravagante para espantar, ni tan insípido como para pasar desapercibido.

Y listo, tenía manos nuevas.

      Esa noche en la casa recibí un mensaje de Soto mientras cenaba mi poderosa arepa sentada en la mesa.

Literal, estaba sentada en la mesa con los pies en la silla, mi comida en una mano y el teléfono en la otra.

Tan duro te di que tuviste
que faltar a clases hoy,
Monte?

Casi me cago de la risa al leer su mensaje.

¿Qué pensaría él cuando me viera con el cambio que di de la noche a la mañana? Hablando de forma literal.

Y, hablando de ver, la vista me estaba doliendo más que una teta recién pateada.

Le contesté:

Soto, será que podrías
dejar de hacer referencias
a lo de anoche??!


¿Por qué?
¿Te pongo nerviosa?

Me tiré a la mesa de espalda, el teléfono en el pecho contra los latidos de mi corazón, una sonrisa estúpida en los labios de tan solo imaginar a Soto pronunciando esas palabras frente a mí, y la arepa en mi otra mano pegada de la madera esperando a que me la comiera a ella y no a mi amigo dentro de mis pensamientos.

Me rendí con la comida, volví a dejarla en el plato, y respondí sin dejar de sonreír:

Me pone nerviosa que
otras personas se enteren.




No le diré a nadie, pero no tengo por qué fingir contigo que eso jamás pasó, ¿o sí?


No puedo ser tu amiga
con la misma normalidad que antes si me recuerdas todo el tiempo "eso".

Su siguiente respuesta casi me hace caer. De hecho, caer con la espalda pegada a la mesa es imposible, pero tal fue mi conmoción que iba a atravesar la madera y pegar del piso.

¿Y si no quiero que seas
mi amiga igual que antes?

No me jodas, Soto.
Que tramas ahora?




Nada 0:)

Deberíamos aclarar todo
esto antes de vernos, no?




Tienes razón. Yo justo te iba a sugerir que me invitaras
de nuevo a tu casa o.O

Ja. Ja. Ni lo sueñes.

Siendo honesta, no me parecía tan mala idea.

Bueno, yo digo que no hay
nada qué aclarar entonces.
Solo esperemos a vernos en el colegio y a ver qué pasa ;)




Si me besas te mato, Soto.




Chao, Monte, me voy a leer la biblia. Sueña conmigo.



Jesús Alejandro,
estoy hablando en serio.





Por cierto, no te felicité por tu primer orgasmo.
Qué maleducado soy.




Jódete.




Leí "cógeme". O.O
Carajo, tal vez sí debería
irme a leer la biblia. Bye.


—¡Esta maldita gente!

Mi mamá entraba en ese preciso instante a la casa con la cara tan roja como el bombillo de un semáforo. Azotó la puerta de la entrada, tiró las llaves a quién sabe dónde, y se sacudió los tacones como si le quemaran los pies.

Yo aproveché su furiosa distracción para bajarme a toda prisa de la mesa y atraer el plato con la arepa hasta mí para fingir que disfrutaba de mi cena como un ser humano normal.

Una vez sentada como era correcto, y recordando las palabras de mi madre al entrar, me giré hacia ella y dije en un tono sardónico:

—Hermaaaana Ferreira. ¡Alábalo que el vive y reina en las alturas!

Mi mamá se volteó hacia mí con cara de que me iba a asesinar con la arrechera que cargaba encima.

—Cállate —espetó. Para sorpresa de todos los seres vivos y extintos, dijo aquello con el tono que usaría un amigo cansado de bromas, y no una madre a punto de matarte a coñazos.

—¿Te fue bien en la iglesia? —le pregunté mientras la veía sacar su comida del microondas, aunque ya tenía una idea aproximada de su respuesta.

—Va a tener que venir Dios que vive y reina en las alturas en persona para hacer que yo vuelva a pisar ese lugar —contestó, sentándose frente a mí a devorar su propia arepa.

—¿Quieres hablar de eso? —pregunté aguantando la risa. Necesitaba el chisme completo.

Entonces, ella se detuvo a mitad de un mordisco. Me miró inquisitiva, con el ceño fruncido y una ceja alzada. Ya sabía por dónde se iba a desviar la conversación. Acababa de notar mi cambio de imagen.

—¿Te estás prostituyendo?

«Casi. Solo visualmente, y no a cuerpo completo».

—No, mamá. La mamá de María es estilista, hoy tuvimos un día de chicas.

—La próxima me invitas, entonces. ¿Tengo que suponer que María es una amiga tuya?

—Por supuesto, mamá, te hablé de ella.

Ni se la había mencionado.

—Lo siento, hija. Tengo la cabeza en todos lados.

—Menos en la biblia, supongo.

—La biblia me la meto por el... Digo... —Suspiró, resignada—. ¿Quieres que te cuente?

—Por el amor a Cristo, sí.

—Bueno, la cosa es que fui a la iglesia a acompañar a tu padre por eso de que tengo que acercarme de nuevo a El Señor y todo eso. Y te juro que fui con mis mejores ánimos de escuchar la palabra, de que Dios me hablara y de ponerme a cuentas con él. ¡Pero! Cuando estuve a punto de entrar, un diácono me paró con la mano y me llamó aparte. Ajá, todo fino. Pensé que me iba a dar la bienvenida después de tanto tiempo o algo así, pero no. El tipo me señaló el pantalón y... Bueno, sabes que esa iglesia es pentecostal, de esas donde tienes que usar falda y velo en la cabeza. Bueno, el tipo me señaló mi pantalón y me dijo que esta vez me lo iba a dejar pasar, pero que trate de no ir a la casa del señor con un pantalón porque... —Mi madre se echó a reír y a mitad de su carcajada le metió un coñazo a la mesa. A esa paso iba a terminar en un manicomio—. Que no fuera más en pantalón porque por mi culpa podían pecar mis hermanos, porque les estaba mostrando mi cuerpo lo que implica que soy una piedra de tropiezo para ellos. Así que si pecan, la sangre de ellos correrá sobre mi cabeza.

—Está loco ese tipo.

—Y lo peor es que lo dice es bíblico. Pasé la arrechera del siglo, pero todavía estaba tratando de calmarme por llevar la fiesta en paz, para que tu padre viera que yo lo estaba intentando. Entonces le dije al tipo que mi intención no era crear discordia, solo escuchar la palabra de Dios. ¡¿Y sabes qué me dijo?!

—Si no terminas el chisme, pues no.

—Me salió con que yo estaba en desobediencia, que cómo me atrevía a entrar a la casa del señor así. Y se escudó con Deuteronomio 22:5, donde dice "No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace."

—¿Entonces por qué los hombres antes usaban faldas? Si lo que les preocupa es que uses ropa "de hombre", tienen que tener en cuenta que los pantalones que usas son de mujer, no están hechos para la morfología de un hombre.

—Eso les dije, y me salieron con que los pantalones se hicieron para la comodidad del hombre, para que este haga trabajos pesados que no se podían realizar con túnicas, que tenía que investigar la evolución de las prendas de vestir antes de hablar de algo que "no sé". —Mi madre bufó—. ¿Evolucionar? ¿Qué coño saben ellos de evolución si se rigen por una biblia de hace mil años? Decir que los pantalones fueron hechos para que el hombre trabaje y la mujer no los puede usar, insinúa que las mujeres no pueden/deben trabajar, lo cual es falso y machista. La mujer puede desempeñar el rol y las labores que le plazcan siempre que se sienta en capacidad de hacerlo y no obligada. Me tienen hasta la cuka con su maldita misoginia disfrazada.

Me atraganté con un pedazo de arepa al escuchar el final de su frase.

—No le prestes atención, mamá. Tu escucha la predicación y ya está. No te pares por un diácono molesto.

—¡Si tan solo fuera el diácono y ya está! No. La pastora escuchó nuestras disputa y se acercó. Si adivinas qué me dijo te compro un carro.

—¡Puta, qué ofertón!

—¡¿A quién le dices puta, Sinaí Nazareth?!

—¡Es un meme, mamá!

—Como un meme te voy a dejar la cara si me vuelves a llamar puta.

—Ya, mamá. En serio era un meme. ¿Qué te dijo la pastora?

—Bueno, si es que se le puede llamar pastora. Esa mujer se jodió bastante para alcanzar su puesto, y la obligaron a casarse porque la congregación no podía ser llevada por un "cuello" sin "cabeza". Pero ajá, ese es otro tema. Lo que me dijo la pastora fue: "Hermana Ferreira, ¿le pidió permiso a su esposo para hablar en la congregación?" Y yo, creyendo que era un chiste, le pedí que lo repitiera. ¡Era en serio, Sina! Necesitaba consultar con mi "esposo" cualquier cosa que quisiera decir antes de hablar, porque abominación es a Joheva que yo abra la boca sin el permiso de la cabeza de mi hogar. ¡No llega ni a la cabeza de mi huevo!

Escupí medio pulmón con lo último que dijo.

—Y por si...

Mi mamá se cortó, estudiándome de nuevo con la mirada como si ya no hubiésemos pasado el capítulo de mi cambio de imagen.

—¿Qué?

—¿Quién te hizo ese chupón?

«Maldita sea, por qué a mí. Soto, más ta vale que reces con fuerza diez Padres nuestros por tu alma, porque después de esta no te salva ni un cura.»

No quise mirarme el escote ni buscar algún espejo dónde mirarme el cuello, le habría dado razón para sospechar. Tenía que actuar con seguridad, convencida de la imposibilidad de que una marca tan impura manchara mi cuerpo.

—No sé qué estés viendo, mamá, pero no tengo ningún chupón.

—Ajá, claro, el espíritu santo te lo acaba de hacer, ¿no?

—Mamá, mírame la piel. Cualquier cosa me marca. Tal vez me picó un mosquito y me enrojecí al rascarme.

Me daba miedo mi serenidad para mentir.

—¿El mismo mosquito que te hizo gemir toda la puta noche, Sinaí? Me imagino que debe tener un aguijón bien grande.

«Coño e' la madre, sí nos escuchó. Para la próxima tendré que drogarla»

—Mamá, sé lo que parece pero...

—¿Qué pasó con lo de virgen hasta el matrimonio?

—En proceso, en serio. Ayer, a pesar de todo lo que hayas escuchado, no pasó... "eso". Me puedes hacer una prueba de virginidad si quieres.

—Claro, como tenemos tanto dinero lo voy a derrochar en esa prueba porque mi hija no me puede ser honesta.

—No lo hicimos, mamá. De verdad.

"¿Quiénes?"

Me quedé callada.

—¿Es tu novio?

Decir que no era la peor opción del mundo, me dejaría como una promiscua que fornicaba sin temor de Dios.

—Algo así, pero vamos lento y...

—Uy, sí, mega lentos que iban anoche.

—Te juro que no pasó lo que crees. Al menos no "todo".

—¿Te estás cuidando?

—¿De quién? ¿Del espíritu santo? ¿No estás escuchando que no pasó nada?

—¿Y qué si hubiese pasado? ¿Estabas preparada?

—Yo...

De nuevo, tenía que mentir.

—Sí, claro.

—O sea, que "virgen hasta el matrimonio", pero vas con un condón en el bolsillo por la vida, por si se presenta la tentación, ¿no?

La seguía cagando cada vez que abría la boca.

—No volverá a pasar —prometí.

—Claro que sí. —Puso una caja sobre la mesa. La agarré y vi que eran pastillas Etinor de 21 días—. ¿Sabes usarlas?

—¿Desde cuándo las tienes?

—Las fui a comprar esta mañana después del concierto de anoche. Por cierto, no tienes ningún chupón, solo no se me ocurrió otra forma de abordar el tema.

—Mamá, qué pena, de verdad. Lo siento.

—Ten más consideración con mis oídos la próxima vez, pero no te aflijas. No puedo juzgarte si te tuve a los 16, ¿no? No creas que no sé que he sido una madre deficiente, pero... Nadie me dijo cómo debía hacerlo, era una niña cuando traje a otra a este mundo. Y no quiero que pases por lo mismo que yo. De hecho, si pudiera regresar el tiempo sabiendo todo lo que sé ahora, no te habría hecho la maldad de traerte a este mundo de mierda con una madre de mierda. No nos habría ahorrado el daño a ambas.

Era lo más honesto que me había dicho en toda la vida.

—No soy perfecta, y a veces creo que el mito de la madre perfecta es un constructo patriarcal para condenarnos a odiarnos eternamente mientras intentamos alcanzar una meta imposible para la humanidad, mientras silenciamos nuestras voces, quejas y sentimientos. Pero, independientemente de eso, lo último que quiero es que cometas mis errores Sinaí. No me importa si no me quieres ver como tu madre, o si mis ddecisiones escandalizan, pero aquí tienes una amiga, y voy a estar para lo que necesites, aunque solo sea hablar, y aunque sea hablar sobre algo que creas que yo no quiero escuchar.

Encerré la caja de anticonceptivos en un puño, limpié la lágrima que me corría por la barbilla, y le dije:

—Te amo.

Fanart de la escena del capítulo "Mierda, Soto", hecho por Anilec de mi grupo de lectores en WhatsApp. Lo amo con todo mi ser, y por eso este capítulo va dedicado a ella.

¿Qué piensan de la conversación que tuvo Sinaí con Soto?

¿Qué piensan de la amistad de Sinaí y María?

¿Qué piensan de Sina y su mamá?

Los amo, babys. Gracias por leer este desastre. ¿Preparados para el capítulo de mañana?

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