7: Happier


Aunque el nombre del capítulo es Happier por la canción de Olivia Rodrigo, les recomiendo tener a mano y Aventura de Lunay y Anuel porque la van a necesitar para sentir ese perreo a mitad del capítulo.

Dicho esto, ESTAMOS DE FIESTA. Ya revelamos portada y fecha de publicación de Nerd 2 en físico. Saldrá el 20 de octubre, que casualmente fue el día en que se publicó Vendida en papel. Será una fecha doblemente inolvidable para mí.

Además, Bendaselis (el modelo de Axer) dijo que él es Axer Frey y "Schrödinger" en un live. Este capítulo está dedicado a Ingrid del grupo de WhatsApp por pasarme ese vídeo.

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Sinaí

¿Axer habrá notado que la camisa era suya?

No la había usado ni una vez desde que la metí en mi maleta en el hotel de Mérida. No creo que haya estado mal, él iba a desecharla de todos modos: ya la había usado.

Sigo enamorada de Axer Frey. Sea el Axer genio, el tirano, doctor, escritor, el sexy, ruso, sensible o villano, me da igual: lo amo. Lo sabía antes, pero confirmé que el sentimiento sigue aquí cuando, arriesgándome a que se desmorone mi engaño hacia Sophia Shannon, lo ayudé con su ataque.

Y eso me lleva a algo mucho más urgente de lo que tengo que preocuparme en este momento: Sophie.

Por la manera en la que me está mirando, mi cerebro no para de repetir: ella sabe.

Voy a hacer un paréntesis para decir que Sophie sentada frente a mí, con sus poderosas piernotas cruzadas, mordisqueando la punta de su dedo mientras me mira de una manera en la que no sé distinguir si me acusa o directamente me condena, se ve como para cantarle «quítate tú que llegó la caballota...».

Volviendo a mi preocupación: Sophie no es idiota. De hecho, es todo lo contrario a idiota que puede ser una persona, es una genio.

Si antes no había sospechado nada, luego de mi última cagada seguro que ha empezado a hacerlo.

Y es que Axer me trata como la mierda con la excusa de la xenofobia, pero vivió en Venezuela y tuvo una novia venezolana. Obvio que Sophie tuvo que pensar en eso.

Y eso es otra cosa: Sophie sabe que la ex de Axer es venezolana, y que yo lo soy también.

Tal vez no atribuya el reciente incidente a que justo yo soy esa ex de Axer —porque nadie tiene tanta imaginación como para prever todo el engaño que me estoy montando, pensarían que solo alguien frito del coco sería capaz de algo así—, pero sus alertas habrán despertado.

—Acompáñame —dice al fin.

No da más explicaciones, solo se levanta y da por hecho que la voy a seguir.

Siento que me voy a ir en mierda.

Ella se detuvo frente a la pantalla de su laptop, y la abre en dirección hacia mí.

¿Qué será? ¿Una foto de Axer y yo en Mérida tomada sin nuestro consentimiento? ¿Habrá encontrado mis redes sociales en las que aparezco como Sinaí? ¿O es la página de la editorial?

Me doy cuenta de que he dejado muchos cabos sueltos, y con que Sophie empiece a tirar de alguno podría llegar a la conclusión de que soy una mentirosa.

Desde que Aaron me habló de Poison ya no puedo decir la palabra «mentirosa» sin pensar en ella. Pero ni punto de comparación, al menos a ella le pagaban por mentir. Yo lo hago de gratis, y la cago.

Es lo que pasa cuando hago las cosas sin premeditar.

Al menos ya me creerán que no fue mi intención perseguir a Sophie, solo vi la oportunidad y la tomé.

Pese a mis preocupaciones, cuando me acerco a la pantalla no consigo nada de todo lo que me preocupaba ver en ella, sino la escena de una película en pausa. Una película animada. Y no cualquiera.

—¿Lluvia de hamburguesas? —pregunto con una sonrisa de oreja a oreja.

—No es un regalo —me corta—. Es un soborno.

—¿Perdona?

—La veré contigo si haces algo por mí.

¿Por qué siento que me va a pedir que me vaya del país y deje a Axer en paz?

Ah, claro, porque eso haría yo.

—¿Qué quieres que haga? —indago.

—Hay un evento esta noche al que definitivamente no quiero ir pero tengo que hacerlo. Asistir con una amiga haría todo mucho más ameno.

Es muy lindo de su parte referirse a mí como «una amiga» cuando solo soy un empleada para efectos legales.

—¿Es una jornada de recolección de heces?

Sophia casi se caga de la risa por mi ocurrencia, y se nota contrariada, como si hubiese opuesto resistencia ya que no quería reír. Debe estar molesta por algo.

—Te pasas —dice tapándose la boca—. No te necesitaría para algo así, así que no. Es una fiesta.

—¿Es una fiesta y no quieres ir? ¿Qué le falta? ¿Parásitos en la piñata?

—Es una fiesta donde casualmente se pusieron de acuerdo para asistir algunos ex compañeros de la organización —explicó—. Y básicamente los odio a todos.

—¿Y qué están celebrando?

—Es una fiesta, Gabi, ¿hace falta tener algo qué celebrar?

Buen punto.

No estoy segura de que sea buena idea ir a un lugar con los ex compañeros de Axer. No es que yo conozca a muchos, pero alguno podría reconocerme. Dudo que me vayan a hablar, pero a Sophie sí podrían hacerle algún comentario... Eso suponiendo que me noten. Seguro irá mucha gente, es una fiesta. Y no puedo ser tan obvia con Sophie, así que...

—El que tenga miedo a morir que no nazca.

—Voy a suponer que eso fue un sí.

[Una mención especial para Grecia Nostradamus y Javii porque juntas escogieron el outfit ganador en la dinámica que hicimos en el grupo de WhatsApp. Así que ese de la foto es el atuendo que tendrá Sinaí en este capítulo]

~♟️🖤♟️~

Sophia y yo pasamos un rato encerradas en su cuarto alborotando el guardarropas hasta por fin escogerle un traje de baño manga larga tipo body con una minifalda encima.

Es una fiesta en la playa pero no está previsto que nos metamos al agua así que nos maquillamos mutuamente. Y se siente bien destinarle a ella mi delineado, tenerla tan cerca de mí sonriendo al aplicarme la máscara de pestaña, o escuchar sus experiencias sacándole sangre a carajitos llorones mientras me esparce el rubor en crema con los dedos.

Yo también me visto con un top que simula ser la parte de arriba de un traje de baño. Sophie misma es quien me lo ata a la espalda. Pero me pongo una falda larga, negra, con dos profundas aberturas para las piernas.

Cuando estamos listas, Sophie me abraza para tomarnos una selfie juntas.

Veo que está haciendo un post con la foto resultante y justo cuando intenta etiquetarme...

—¿Cuál es tu Instagram? —me pregunta.

Coño de la madre, yo no pego una.

—Ay, no sé usar Instagram así que no tengo.

Por la manera en que alza la vista desde su celular y me escruta siento que me están interrogando en una corte.

Pero no insiste sobre la red social. De hecho, lo que hace es voltear hacia el espejo y mirar cómo ha quedado. Su piel se ve preciosa en esos tonos de rojo y naranja, y sus piernas lucen bastante bien por la falda, pero ella no parece muy convencida, por lo que se voltea hacia mí y me dice lo último que espero escuchar de ella:

—¿Crees que a Axer le guste como me veo?

No. Tal vez a Axer no le moleste el naranja ni el amarillo, pero juntos en un estampado asimétrico le provocará un tic en el ojo.

Pero eso no es lo que importa. Lo que importa es...

—¿Por qué me lo preguntas a mí? —inquiero hacia Sophie.

—No lo sé, tú pareces conocerlo mejor que yo.

De acuerdo. No queda duda de que a Sophie le pasa algo y no le ha pasado desapercibida la escena del laboratorio. Y podría seguir así toda una vida por miedo a enfrentar la verdad, pero no puedo. Necesito saber lo que sabe.

Así que me cruzo de brazos y decido enfrentar la situación de una vez.

—Sophia, ¿hay algo que quieras decirme? Claramente tienes un problema conmigo.

Ella suspira, pone el teléfono en su repisa y se deja caer en su cama dramáticamente.

—¿Estás bi...?

—Lo siento mucho.

Okay, eso está mejor que el escupitajo que esperaba.

—¿Qué sientes, Sophie? No has hecho nada.

—Claro que sí. Soy una hipócrita. Estoy siendo borde contigo sin otra razón que mis celos infundados.

«¡¿CÓMO QUE CELOS?!»

Decido calmarme. Debo estar entendiendo todo mal. Sophie no puede referirse a lo que yo creo que se refiere.

—No creo estar entendiendo muy bien a lo que te refieres —le digo.

Ella se sienta al borde de la cama.

—Te voy a contar una cosa pero ni una palabra porque te mato, ¿okay?

No sé si estoy preparada para esto, pero de todos modos insisto en escucharlo.

—Habla, mujer. Soy una tumba.

Ella muerde el labio, nerviosa, antes de continuar.

—Creo que Axer quiere en serio una relación conmigo.

«Inhala y exhala, Sinaí. Pregunta antes de lanzar el correazo, no seas como tu mamá».

—¿Te dijo eso?

—Por supuesto que no: es Axer —responde ella para mi fugaz alivio—. Pero pasaron cosas en la cena de anoche, ¿sabes?

Siento que me está estrujando el corazón.

—¿Qué... qué tipo de cosas?

—Nada físico, eso sí. Pero fue...

Ella parece volver por un segundo a ese momento, perdida en sus recuerdos, hasta que de pronto regresa con una sonrisa.

—Axer y yo jamás habíamos conversado de esa manera. Él parecía tan cómodo, tan suelto... Y hasta reía. Gabi, yo sé que no lo entiendes, pero es que él jamás se ríe con nadie. ¡Nunca lo había escuchado reír! Pero él ayer era otra persona, como si pudiera ser él mismo conmigo. Hasta... Hablamos de cosas. Triviales, pero que solo nosotros entenderíamos. Era...

Sophie sonreía de una manera tan ilusa que sentí ganas de llorar. Por mí. Y por ella.

—Era íntimo. Como si tuviéramos una conexión.

—Y luego destruyó tu tesis —espeto y de inmediato me tapo la boca. Fui cruel, e impulsiva—. Lo siento, Sophie, no quise... Es que odio ver que te ilusiones, yo no siento que él... Creo que solo juega contigo.

—No lo conoces. —No lo dijo de mala manera sino como si entendiera mi punto y quisiera hacerme ver mi error—. Axer no perdería jamás el tiempo en jugar a romperle el corazón a una mujer. Él vive y muere por su trabajo y estudios, es por eso que... Me está dedicando tiempo. Cenas. Flores. ¿Pedir quedarse el fin de semana? Claramente tiene intenciones conmigo más allá de las laborales. Y sí, destruyó mi trabajo, pero ese es él. Para bien o para mal, dudo que el que le guste una chica vaya a cambiarlo. Y de hecho eso me gusta, que se mantenga siendo él.

—¿Te...? —Trago—. ¿A ti te gusta él?

Ella frunce el ceño, como si fuese absurdo preguntarlo.

—¿A quién no le gusta Axer? Quiero decir, no siento nada profundo por él, pero claramente me atrae y estaría encantada de ver hasta dónde piensa llegar con estos intentos. Es una persona que admiro y respeto, sería un compañero ideal.

Me muerdo la boca. Ni siquiera sé que responder.

Puedo contarle todo, claro está, pero inmediatamente tendría que volver con mi madre a la villa y adiós a mi enemies y con fe to lovers.

—¿Por qué estás celosa de mí? —Es lo que decido preguntar.

—Creo que lo que Axer está haciendo conmigo viene de una decisión meditada fríamente. Que decidió que quería estar con una persona compatible con él y que entre todas sus opciones yo era una óptima candidata. Por eso está en este experimento social conmigo, y creo que anoche confirmó que tenemos futuro. Pero luego apareciste tú.

—Yo... —Trago—. ¿Qué hice?

—¡Nada! Esa es la cosa. Quiero tener un motivo para estar molesta contigo, pero por más que pienso no lo encuentro, y es que no existe. Solo me sentí celosa porque él estaba sentado conmigo, riendo, disfrutando el momento... Y te miró de arriba a abajo como si quisiera... No fue intencional, pareció avergonzarse de ello —añade mientras gesticula con las manos—. ¿Te trata como la mierda? Sí. Pero también le despiertas un interés físico que conmigo no demuestra. Y eso... No sé, te juro que pasé toda la noche pensando en despedirte solo por eso. Pero no puedo ser así. Tú no tienes la culpa, y si él no sabe controlarse entonces no es para mí y ya está.

—No, Sophie, estás mal. Creo que lo malinterpretas porque no es posible que yo despierte en él eso que tú dices.

—Sé de lo que hablo. Igual, no importa. Confío en ti. Sé que aunque él se te lanzara encima me respetas lo suficiente para no dar pie a nada que pueda lastimarme.

Pues... ¿Cómo le explico?

Y es una pregunta seria. ¿Cómo le explico que ella es «la otra», que muero por Axer, que él moría por mí aunque ahora quiera matarme, y que no quiero hacerle daño a ella pero ella me lo está haciendo a mí sin estar enterada de nada?

No lo hago. No digo nada, salvo:

—Espera, dijiste que este era un evento que no te entusiasma pero que definitivamente tienes que ir. ¿Por qué sí o sí debes asistir?

—Ah, sí —dijo riéndose de sí misma por su mala memoria—. Porque me invitó Axer y no quiero decirle que no. ¿Nos vamos ya?

~♟️🖤♟️~

Aunque técnicamente todos salimos de la misma casa, Axer se va por su lado. Dijo que tenía cosas que hacer antes. Así que Sophie y yo llegamos solas a la fiesta.

No sé qué esperaba de una fiesta en una playa, pero estoy enamorada del ambiente. Aunque es al aire libre, han clavado estacas con hilos imperceptibles de los que guindan, de un extremo al otro, pequeños bombillos que dan la impresión de que estamos en medio de un océano de luciérnagas.

Estamos a la orilla de la playa con mesas de bocadillos y una fogata en el medio. Las olas detrás componen una rítmica melodía que acompaña el bajo de los altavoces donde suena Oh Na Na, de Myke Tower y Camila Cabello, excelente rola para mi pasarela de entrada como para hacer sentir orgullosa a Zendaya. Y, dada la abertura doble de la falda larga y el corte en la cintura, mis piernas y caderas deben lucir majestuosas.

—Mira —señala Sophie con la cabeza hacia un pequeño grupo—. La de beige es Andrea.

Lo que me faltaba. Otra ex cerca.

Aunque técnicamente la ex soy yo. Pero no cuenta, porque no hemos terminado definitivamente. Aunque tenemos un año separados y él me odia hoy más que ayer, mientras su familia y la mía sigan creyendo que estamos juntos, hay esperanza.

Viendo a Andrea he terminado de concluir que Axer no tiene un tipo. Ella es una chica bajita, con una melena cobriza en una larga trenza. Yo le daría y no la hora.

—¿Son amigas? —le pregunto a Sophie.

—Ay, no —ríe ella—. Casi nos arrancamos las greñas hace tres años porque ella estaba segura de que me robé sus reactivos.

—¿Y lo hiciste?

Por la sonrisa que pone, abro la boca con sorpresa genuina.

—¿Por qué hiciste eso?

—Aaron, otro compañero, había dicho en receso que yo no sería capaz de hacerle daño a una mosca ni porque la tuviera a punto de meterse en mi culo. Así que le robé los reactivos a Andrea porque ella tenía una reputación de peleona y yo quería una pelea pública.

—¿Sí pelearon?

—¡Obvio! Me acusó de robarle delante de todos y me tiró del pelo, no la iba a besar.

—¿Y ese Aaron te dio un premio por tu coraje o fue gratis el espectáculo que diste? —bromeé.

—Ni me lo recuerdes, todavía me avergüenzo de haber caído en su provocación. Jamás se lo admitiría. De hecho, jamás admití robar los reactivos hasta hoy. Ese tipo era el diablo en persona.

No es el diablo, solo es el príncipe heredero inmortal de un averno pornográfico en la tierra.

—¿Todavía se odian? —indago—. Me refiero a ti y a Andrea.

—Nunca nos odiamos. Y creo que ella, al igual que yo, debe reírse cada vez que se acuerda. Simplemente nunca fuimos amigas, pero no hay rencores.

»Por cierto —dice volteándose hacia mí—. ¿Esta es la parte donde te presento a uno de mis amigos genios solteros para que puedas pasar una noche inolvidable?

—No, no —corto con una risa nerviosa—. Los genios no me van. Me gustan las personas con las que pueda tener una conversación sin un diccionario cerca.

Ella se ríe de mi chiste y me arrastra a la cava de cervezas más cercanas para pedir un par, aunque yo rechazo la mía. No quiero alcohol esta noche.

No es que no deba tomar, es que ya no le consigo el punto. No desde que asumí que no volvería a pasar una noche borracha en brazos de Axer Frey mientras me río de escenas trágicas y le confieso que no me gustan los caballos.

—Deberías presentarme a uno de los no-genios —le digo a Sophie al verla beber de su botella.

—No conozco a la mitad de estas personas, más posibilidades de socializar tienes tú.

—En ese caso tal vez deberías presentarte —digo, pues quiero estar lo más alejada posible de sus compañeros para evitar que me reconozcan. Me siento Hannah Montana—. No tienes que hacer de niñera, sé cómo socializar sola, en serio. Y quiero ir por unos bocadillos.

—Yo pensé que tú me cuidabas a mí —bromea—. Pero está bien, voy a saludar. Nos vemos al rato.

Ni siquiera espero a que se termine de perder de vista para no dar pie a que cambie de opinión, y me voy a la orilla de la playa. Dejo mis pies lo suficientemente cerca del alcance del agua, donde la arena todavía está mojada, y me quedo mirando hacia arriba, hacia las estrellas.

Tengo esta mala maña de perderme con la vista en el cielo, siempre quiero ver si soy capaz de reconocer a Aquila, pero el tiempo pasa y quedo como embelesada, ausente de mi entorno.

Es justo lo que pasa, el motivo por el que casi se me detiene el corazón cuando siento los brazos que me rodean por encima de los hombros.

No es Axer. No huele como él. No se siente como él. Pero no me quito, espero tranquila e intrigada hasta que sus labios se cierran en mi mentón.

Volteo el rostro con una sonrisa de sorpresa y reconocimiento.

Aaron Ibrahim Jesper, mirándome a los ojos con la sonrisa que tendría el guasón si fuera vampiro.

—¿Acabas de morderme? —le pregunto con la boca abierta a media sonrisa.

—Sinaí, si te hubiese mordido estarías sangrando.

Deshace el lazo de sus brazos sobre mí y camina hasta que quedamos frente a frente.

Me trae recuerdos de la fiesta en Mérida verlo con una camisa manga larga negra, abierta por completo, sin nada debajo. Un par de cadenas cuelgan hasta su pecho, y de una de estas pende un crucifijo, lo que es el colmo de las ironías.

—¿Tus camisas no tienen botones? —le pregunto en broma.

—¿De qué hablas? —espeta con expresión ofendida—. Sería un crimen privar la humanidad de un vistazo a mis atributos.

—Tienes una confianza en ti mismo que da miedo.

—No es lo único con respecto a mí a lo que deberías temer. Además, la modestia está sobrevalorada.

Saca una cajetilla de cigarros y pone uno entre sus dientes sin encender. Lo extraño es que lo deja así, moviéndolo entre su mandíbula, con las manos ahora en los bolsillos y la vista en el mar.

Acerco mi mano a su boca para quitarle el cigarrillo, pero él maniobra y lo aleja de mí.

—No caigas en ese vicio —me regaña—. Esta vaina hace daño.

¿Por qué todos los fumadores dicen eso?

—¿Sí te escuchaste? —inquiero.

—Yo soy inmortal.

—No eres inmortal.

—Pero viviré el doble que tú —repone y coloca el cigarro detrás de su oreja, cerca de la argolla que tiene como zarcillo—. Eso significa que puedo darme el lujo de quitarme algunos años.

—Ay, Aaron —suspiro negando con la cabeza—. Cómo te extrañé.

Él, en lugar de responderme, se sienta en la arena con las manos apoyadas hacia atrás.

—Yo te hacía en Malcom —digo al sentarme a su lado. La arena en el culo se puede sacudir, el aburrimiento no.

Él ríe con cinismo.

—¿Con Jet privado y voy a perderme la fiesta del siglo y la oportunidad de restregarle a mis ex compañeros que sigo siendo más sexy que todos y me gradué antes que la mayoría? Pensé que me respetabas, loquita.

—No me llames loca, mierda. —Le digo empujándolo levemente por el hombro.

—De todos modos, la pregunta aquí es...

Él voltea a verme, y su mirada maquiavélica casi me arranca un escalofrío que nada tiene que ver con el aire frío de esta noche en la playa.

—¿Qué mierda haces viviendo con Sophia Shannon?

Ni siquiera me inmuto al responder, ni pregunto cómo lo sabe.

—¿Tú qué crees?

Él se ríe y niega con la cabeza. Luego se tira por completo en la arena con la vista en la noche estrellada.

—Ese Frey no sé qué hace perdiendo el tiempo —dice mientras me acuesto a su lado—. Si yo estuviese en su lugar, si conociera a alguien dispuesto a hacer, literalmente, lo que sea por mí... Mierda, ya te estaría pidiendo matrimonio. Y no con un anillo, te regalaría algo a la altura de tu locura. Un cadáver, por ejemplo.

—Sí, pues, eso ya lo hizo. Pero lo jodí. Además, no te creo nada. Dudo que de aquí a los próximos cien años exista un Aaron Jesper dispuesto a condenarse al matrimonio.

—Pues te equivocas. Por tu sensual y prodigioso ruso hasta me vuelvo monje.

Le doy un golpe en las costillas pero él solo se ríe más fuerte.

Tiene una resistencia al dolor que asusta. Y una especie de piquiña anal que preocupa todavía más.

—Ya no somos nada, Aaron. Ya no es necesario que uses el «tu» antes del «ruso» —reconozco—. No lo voy a superar en un futuro cercano, pero decidí que no seguiré insistiendo. Intenté, literalmente, todo. Axer no me perdonará nunca. Y yo podría seguir aquí, esperando, pero estoy embarrando inocentes con mi cagada. Así que mañana dejaré a Sophie y a Axer en paz.

Pasan dos segundos de silencios hasta que de repente reconozco ruidos de ronquidos de parte de Aaron.

—¡Aaron!

—Lo siento, el drama me aburre. No sé qué mierda lamentas. Todas las parejas pasan por estos momentos. Y ustedes son raros, así que imagino que ambos están descubriendo a su modo cómo salir de esto. Pero no creo que puedan vivir el uno sin el otro. —Él ladea un poco su cuerpo para mirarme—. Jamás, Sinaí, vi a Axer tan orgulloso de ser un ser humano como cuando te presumió por todo el hotel en Mérida. Esas cosas dejan huellas. Tú dejaste huella en él.

Me levanto hasta quedar arrodillada en la arena y entierro mi mano en ella. Al retirarla, queda como un molde perfecto de mi huella. Pero la soplo, fuerte, y con la ayuda de la brisa salada pronto no queda más que un leve recuerdo de que mis dedos estuvieron ahí.

Arqueo una ceja hacia Aaron, esperando que haya recibido el mensaje.

—Por favor recuérdaselo a él —le dijo con sarcasmo—, porque Axer parece ser perfectamente capaz de vivir sin mí.

—Eso tiene que pasar. Tiene que tener algo con qué comparar la vida contigo, ¿no? Tómalo como que se están dando un tiempo.

—La cosa es que no puedo soportar que él esté con otra.

Aaron se encoge de hombros.

—Hazle lo mismo.

No sé de qué manera lo estoy viendo, pero él enseguida salta a negar.

—Ni se te ocurra.

—¿Por qué no?

—No. —Niega con una mirada despectiva—. No me interesas de esa manera.

No disimulo la risa que me provoca su comentario.

—Eso no decías en Mérida.

—En Mérida me interesabas de esa forma, hoy no. No luego de ver lo que le hiciste a los Frey. Cuando supe de primera fila lo que eres capaz de hacer, dije «mierda, a esta loca la quiero de amiga, no de enemiga». Y si cruzamos la línea eventualmente me vas a odiar. Créeme, soy un experto en eso. Empezando porque tú te mueres por Axer, y yo porque me haga lo que le dé la gana. Básicamente somos incompatibles.

Creo que me he sonrojado, pues las mejillas me arden. Aunque acaba de recordarme el peor error de mi vida y me ha llamó loca, y dijo que le tiene ganas a mi genio ruso, muy a su manera me está halagando.

—Bien, no me vendría mal una amistad justo ahora —acepto—. Una amistad con alguien que sepa quién soy, digo.

—Igual, no es necesario que pase nada entre nosotros, con que él crea que sucede basta.

—Pero va a odiarte. Lo sabes, ¿no?

—Cuento con ello.

Pongo los ojos en blanco. A él nunca le he entendido. Los Frey y los Jesper deberían venir con un traductor. O subtítulos.

Me inclino sobre él para tomar el crucifijo de su pecho y mis ojos bajan a su abdomen... Está buenísimo el condenado, y él lo sabe, porque esa maldita sonrisa que tiene no es de timidez.

No sé si me está provocando, o si es que él no sabe existir de una forma distinta, pero sus labios abiertos en esa tentadora sonrisa, su lengua jugando en sus incisivos con picardía y los colmillos asomándose... Es demasiada tentación como par no hacer la pregunta.

—Si te pido que me muerdas... ¿Lo harías?

Él contiene una sonrisa burlona en su boca, pero solo favorece más sus facciones.

—Sabes que no funciona así, ¿no? No es como si luego de morderte te volverías como yo.

—Dije que quiero que me muerdas, no que me transformes.

Él la mira, sus ojos entornados como si evaluara la situación, y luego finaliza:

—No. Mis mordidas conllevan una fuerte connotación sexual, así que mejor evitarlas.

—Vaya... —silbo con asombro—. Estás yendo a la iglesia o algo así?

Él se encoge de hombros.

—No. Solo te tengo miedo.

Pongo los ojos en blanco.

—Puedes hacer un club con Axer, si quieres. ¿Ya comiste hoy?

Siempre he mostrado interés en su condición vampírica, y me encanta que él siempre se haya mostrado muy relajado al hablar al respecto. Aunque no es como si alguna vez le hubiese visto ser algo menos que relajado, incluso cuando trabajamos juntos en el plan que arruinó mi corazón, él parecía estar viviendo todo como un juego, aunque estábamos a punto de estafar un Frey.

—No hoy —contesta—. Anoche.

—¿Y cómo...?

Él voltea a mirarme con un brillo malicioso en el rostro, como si esperara con ansias escucharme hacer esa pregunta.

—¿Cómo me alimento? —termina por mí y me pasa una mano por el cuello, tirando de mí hacia él, tan cerca de sus labios que su aliento me roza al hablar—. Tengo donantes voluntarios.

Trago en seco.

—Y ellos... ¿Cómo funciona? ¿Guardas la sangre en un recipiente o... en un muestrario...?

—Ambas —dice antes de besarme con una agónica lentitud bajo el mentón—. Y ninguna. Tengo debilidad por los donantes que me dejan beber directamente de ellos...

Cuando dice eso último, sus besos y su lengua se arrastran desde el bajo de mi quijada, pasando por mi cuello, hasta detenerse en mi clavícula, sus dientes atrapando el hueso sin apretar, no estoy segura de si esa es una amenaza o una promesa.

—¡Gabi, al fin te encuentro!

«Maldita sea contigo, Sophia Oportuna».

Con la respiración entrecortada, el rostro sonrojado y todo mi cuerpo temblando de impotencia por la interrupción, me giro a mirar a Sophie sin alejarme de Aaron, a ver si así ella entiende el mensaje.

—Hola, Sophia —saluda Aaron, todavía con su mano detrás de mi cuello y su rostro igual de cerca del mío—. Y chao, espero, porque claramente estás interrumpiendo algo.

Ella se limita a mostrarle su dedo medio y me mira solo a mí.

—Quiero hablarte a solas —me dice.

La quiero matar. La quiero matar mucho más que cuando está cerca de Axer, porque esto sí es completamente su culpa. Pero igual no puedo dejarla mal.

Hago contacto visual con Aaron para que lea la disculpa en mi rostro, pero lo tengo tan cerca que siento este maldito magnetismo que no me quiere soltar. Solo quiero decirle a Sophie que se vaya.

Aaron me guiña un ojo. Lo interpreto como su manera de decirme que no me preocupe, pero parece que tengo mal configurado el traductor, porque lo que hace es tirar de mí por su anclaje en mi nuca y abrirse paso con sus labios en mi boca, introduciendo su lengua en una maniobra de tres segundos que siento en todas partes del cuerpo.

Se aleja un centímetro de mis labios, sonriendo con ese cinismo psicótico que le caracteriza, y me susurra:

—Eso no fue por ella.

Mis ojos inmediatamente se van detrás de él y... ¿Cómo es que no me había dado cuenta de que Axer ya llegó a la fiesta?

No está muy lejos de donde nosotros estamos, pero está supuestamente socializando con unos tipos que desconozco. La cosa es que su vista está clavada de lleno en nuestra dirección, y dudo mucho que esté viendo a Sophie.

Yo misma me inclino para darle otro beso a Aaron, aunque no dura ni la mitad del suyo. Es una despedida momentánea, y la promesa de un reencuentro.

—Ya vuelvo —le digo.

Él se voltea hacia Sophia y le dice:

—Voy esperar que me la devuelvas, ¿okay?

—Y yo que te mueras.

—Espero que sea una silla muy cómoda donde esperes, porque tal vez me tarde un poco más de la cuenta.

Sophie no contesta y me arrastra por el brazo. Llegamos a donde está la gente e intercepta a una de las chicas que está de servicio en traje de baño.

Sophie le quita dos cócteles y me extiende uno bruscamente a mí.

—¿Yo qué hice? —pregunto, pues me siento regañada.

—Aaron no.

Ah. Era eso.

—¿Por qué no?

—Sé que el tipo es hot, pero no. Aléjate todo lo posible de él. Al menos en esta fiesta, pues me siento culpable de haberlos acercado. Si quieres pídele su número y en otro momento, cuando no corra por mi consciencia, hagan lo que quieran.

—¿Vas a decirme por qué él no?

—Porque te estimo, y él es la definición de todo lo que no necesitas en una persona. Sé que tiene pinta de que te puede dejar una semana en silla de ruedas, pero créeme, viene incluido con un mes de terapia obligatoria.

Bebo del cóctel para ocultar la sonrisa que me nace, y luego de tragar le digo:

—Ya me hacía falta terapia de todos modos.

—Gabriela, te estoy hablando en serio. Al menos en esta fiesta no, ¿sí?

—No, ¿qué? ¿Qué es lo que no quieres que haga?

—Acercártele, para empezar.

—¿Y qué pretendes que haga el resto de la noche?

Ella se toma su cóctel y me apura para que haga lo mismo con el mío. Me quita la copa y nos arrastra hacia la gente que está alrededor de la fogata.

La cosa es que apenas llegamos a la fogata, alguien la toma a ella y la empiezan a animar para que cante. Y aunque ella intenta rechazarlos con amabilidad, termina sentándose en un tronco junto al fuego, con un tipo cerca que le marca la melodía con una guitarra acústica.

Hasta paran los altavoces para escucharla.

No lo esperaba en lo absoluto, pero Sophie además de ser excelente científica y una preciosura de mujer, tiene una voz con un timbre ronco y bajo, solo se me ocurre compararlo con Dua Lipa, que sin ser cantante de falsete y agudos tiene una técnica bocal que deslumbra.

La vaina no es su voz, eso está perfecto. Lo que casi hace que me quiera ir corriendo de la fiesta es la canción que escoge cantar.

200 copas de Karol G.

La veo sufriendo sola aunque lo niegue
Se muerde los labios pa' poder ser fuerte
¿Cuántas horas de llorar son suficientes
Pa entender que no es amor? Así que, suerte
Ella trata de aguantar y no se enoja
Te da más amor porque no quiere perderte
Pero, qué va, ya por ti no llora más
Hoy yo voy a pedirle que te deje porque tú no vales na'
Amiga, deja solo a ese payaso
Si le pagan por hacerte sufrir ya sería millonario
Desde ahora se convierte en adversario
Y hoy salimos a beber si es necesario
Y nos tomamos las doscientas copas que hayan en la barra
Y nos subimos a cantar la "Tusa" hasta que todos se vayan
Esta noche voy a cumplir con mi misión
Es que tú repitas "el pedazo 'e mierda es él y no soy yo"


Puede ser una muy ingrata coincidencia, no significar absolutamente nada, o ser un grandísimo «AMIGA DATE CUENTA», aunque no sé de qué. 

Ella termina de cantar y ni me mira, lo cual me alivia. Va directamente hacia Axer y él parece muy honesto en la manera cómoda en que la recibe. Los veo hablar a la distancia. Imagino que la está felicitando, aunque no tengo ni pruebas ni indicios, pero solo pienso...

Sophia dijo que Axer reía con ella. Que hubo una conexión en esa cena, que se entienden... Y le creo, porque yo no podría hablar con Axer de la manera que seguro lo hizo con ella. Debió haber notado que puede ser un genio feliz con Sophie, que soy más que reemplazable: soy superable.

Y quiero odiarla a ella, pero no tiene la culpa de ser agradable, inteligente y mucho menos desastrosa que yo. Axer se merece eso.

Y quisiera odiar a Axer, pero él merece la tranquilidad de seguir adelante. Él merece estar bien. Y Sophie es una persona excelente.

Quisiera poder ser mejor yo misma y sentirme bien con ellos, pero mi corazón se estruja, porque sé que quiero que Axer sea feliz, pero a mi lado. No con ella, aunque ella sea ideal.

Pero es mi problema, no el de ellos. Tengo que trabajarlo por mi cuenta y dejarlos en paz de una maldita vez.

Me volteo y creo que estoy por irme para el coño, donde sea que quede eso, pero veo a Aaron en la distancia. Está rodeado de un montón de gente que baila al ritmo de Te robaré de Nicky Jam y Ozuna.

Si hay una cosa que Aaron sabe hacer mejor que nadie es, precisamente, ser Aaron. Sus zarcillos, su palidez que hace que sus rasgos parezcan tallados en mármol, y esos colmillos que hacen de su sonrisa una advertencia de contenido... El maldito es irresistible.

Biológicamente es un año menor que yo, pero a saber hace cuánto tiene esos mismos 19 años. Y no interesa. Porque cuando ese desgraciado te mira como él lo hace ahora, fijo, descarado, con su lengua jugando en sus dientes mientras su sonrisa te amenaza con dejarte un millón de traumas, solo quieres donarle hasta el alma.

Agradezco grandemente que este Jesper hable para atrás y para adelante, porque hace unos minutos me juró que no le intereso, y ahora me está mirando como si quisiera trocear mi cuerpo y comerlo a grandes bocados.

Cuando empieza a sonar Aventura de Lunay feat Ozuna y Anuel, Aaron me lanza una mirada que me devuelve a Mérida, a esa noche cuando, pegado a la pared de la pista, me acosaba con sus ojos mientras yo bailaba sola.

Recuerdo cómo me arrastró esa noche, y cómo se movía cuando cometí el crimen de permitir que se pegara a mí aunque yo era la pareja de otro.

Aaron levanta un dedo y lo mueve para pedirme que me acerque. Es solo gesto, pero siento que es la oferta más indecente que me han hecho en meses.

Yo sonrío, es una casi risa, mientras me niego a su oferta. En cambio, le hago la contraoferta con mi índice.

Él ni siquiera lo piensa.

Intercepta a una de las mesas de bocadillos y mete una pequeña fresa en la boca, apresándola entre sus dientes sin morderla.

Nunca puedo predecir lo que hará este loco de mierda. Cuando me estoy preparando mentalmente para bailar con él, sus manos están raptando mi rostro y su boca abriendo la mía para pasarme la fresa.

Sucede tan rápido que no soy consciente de en qué momento pasamos a compartir este beso intenso, pasándonos trozos de la fruta con nuestras lenguas hambrientas.

Apenas nos separamos lo suficiente para poder usar nuestras bocas para algo más que besarnos, le digo:

—Espero que tengas las entrañas blindadas.

Él sonríe como si acabara de incentivarlo. No parece preocupado en lo absoluto.

Sus manos en mi cintura, donde ninguna tela me cubre, me pegan a él y comienza a bailarme mirándome a los ojos como si no existiera otro ser humano en esta fiesta de mierda.

Cuando me agarra del cuello para acercarme de nuevo a su rostro pienso que va a basarme, pero no es lo que hace. Solo aprovecha la proximidad para hablarme mientras sus labios me rozan la mejilla.

—Te mandan saludos.

Intento voltear, pero él me toma con ambas manos y me lo impide.

—No veas a estos mortales. Ella no está aquí, es demasiado para ellos.

Solo con eso ya sé perfectamente a quien se refiere.

—¿Le hablaste de mí? —inquiero con una ceja arqueada.

—A todos les hablo de ti.

No tengo idea de cómo tomar eso viniendo de él, así que me ahorro el trabajo y le pregunto:

—¿Y eso por...?

—Porque eres increíble. Literalmente. Ella al comienzo creyó que eras mi amiga imaginaria. No creía que existiera nadie capaz de lo que tú hiciste.

Esta vez soy yo la que lo atrae, rodeando con mis brazos su cuello, y abro sus labios con los míos para seguir saboreando su boca.

Apenas nos separamos, mis caderas moviéndose contra él al ritmo de la canción, le digo:

—Supongo que tengo que sentirme halagada. Por ti y por ella.

—Ella no halaga a nadie, pero tu historia la aplaudió. Si algún día te cansas de esperar por el genio y te sales de la caja, puedes probar a que Poison te termine de criar. Es una excelente profesora —añade guiñándome el ojo.

—¿Hay alguien en este maldito mundo a quien no te hayas cogido, Aaron?

Él se ríe y se aparta de mí, pues la canción ha acabado.

—Mis servicios han terminado, loquita. Pero si quieres un trago te lo puedo buscar.

—¿Traerás uno para ti?

—Por supuesto, tenemos que ponernos al día, ¿no?

Asiento y le dejo marchar.

Me giro para buscar dónde sentarme, y como tengo la maldita suerte de Neville Longbotong justo tropiezo con una de las personas del servicio, volcando todos sus tragos en mi top hasta empaparlo de líquido y frutas troceadas.

Obviamente que se me queda viendo hasta la NASA desde el satélite, así que oficialmente estoy pasando la pena del año.

El tipo que llevaba las bebidas se está disculpando en inglés, creo que es el único que no se está riendo, pero no sirve de nada, no me alivia la vergüenza que me está incinerando las mejillas.

Pronto las personas parecen dejar de mirarme, pero no entiendo por qué. Hasta que alzo la vista y entiendo qué es lo que miran ahora.

Axer Viktorovich Frey viene hacia mí. Esa mirada severa que trae no sé si está dedicada a mí, o al resto de la población de la fiesta, pero lo cierto es que no me da mucho tiempo a analizar lo que pasa en sus ojos. De hecho, no puedo pensar en absolutamente nada más cuando, delante de mí, se quita su jersey blanco y deja su torso por completo descubierto.

Santísimos pelos de la vagina de Ara, denme fuerza, que creo que me voy a mear encima de los nervios.

—No te muevas —me ordena.

Como si pudiera siquiera pensar en pedirle a mi cerebro que gobierne a mis pies.

Axer se para detrás de mí y, tal cual ordenó, no puedo mover ni una pestaña. En realidad ni respiro. Soy jodidamente consciente de tenerlo detrás de mí, su cuerpo emite un calor que ni cerca de la fogata sentí, está quemándome entera, y cada maldito segundo que pasa sin accionar, siento que voy a desmayarme.

Da un paso. Lo escucho, lo siento, pero no puedo ver nada. Creo que he cerrado los ojos. No soy consciente de nada más hasta que sus aliento me roza la piel expuesta del cuello y sus palabras viajan a través de mi espina dorsal, obligándome a tragar en seco.

—Nazareth, necesito que alces tus brazos.

Hago lo que me pide, y de inmediato tengo sus manos gentiles metiendo mis brazos por las mangas de su jersey. Es paciente y cuidadoso, pronto está pasando mi cabeza por la abertura para terminar de vestirme con su prenda.

Cuando la tela cae sobre mi estómago, giro mi rostro para mirarle. Él sigue aquí, sus ojos aprisionan los míos al primer contacto.

Esa mirada... Esa maldita mirada está asfixiándome.

—No te he dicho que te muevas —me reprende, y no hay ningún inicio de que esto sea una broma, así que le obedezco y vuelvo a ver hacia el frente.

No puedo creer lo que pasa a partir de eso.

Sus manos, esas por las que he jadeado, llorado y muerto, se inmiscuyen en el interior del jersey, deslizándose por toda la piel desnuda de mi cintura hacia arriba. Es un acto de misericordia, y a la vez el recuerdo de su maldad. Mi cuerpo rogaba ese contacto, pero en lugar de saciarme despierta un deseo insano que había tenido en coma.

Sus manos se detienen en el lazo de mi top y lo deshacen. Pero esa maniobra me lleva a imaginar otro escenario, uno donde en lugar de desatar, ata, y vaya que necesito cumplir esa fantasía antes de morir.

Las manos de Axer se deslizan hacia adelante y...

Contengo el aliento de manera sonora. Me voy a desmayar, maldita sea.

Él apenas me roza la piel de los pechos cuando agarra la parte delantera del top y me la quita, pero es suficiente para dejarme al borde del colapso. Pensé que era consciente de extrañarlo, pero no tenía ni una idea aproximada de cuánto he necesitado realmente su contacto.

Axer saca el top por debajo del jersey y se separa un paso de mí.

—Puedes moverte, Nazareth.

Me volteo, haciendo un esfuerzo porque mi rostro no le de ni una pista de lo que está pasando dentro de mí, de lo mucho que grito. Él me extiende el top sucio y lo tomo sin siquiera rozarle los dedos.

Agarro la tela de su suéter y lo miro, todavía sin poder creer que lo tengo puesto.

—Quédatelo —me dice—. No sería el primero.

Aguanto como puedo las ganas de sonreír. Por supuesto que notó lo de la camisa.

—Gracias...

Mi elocuencia me ha abandonado. Creo que tenía algo más que decir, pero es imposible recordarlo con lo que acabo de notar.

Yo lo conocí como nadie. Su cuerpo me lo aprendí de memoria, y Axer no tenía ningún tatuaje, estoy segura de ello. Ahora, en la cara interna de su brazo izquierdo, tiene «Schrödinger» grabado en letras negras.

Ahora sí me voy a desmayar.

Al verme boquiabierta imagino que ha concluido que me di cuenta, porque me dedica una última y asfixiante mirada, sin mediar ni una palabra más, y se aleja de mi vista.

Estoy alucinando.

Tengo que estar alucinando.

Sophie le puso algo a ese cóctel, es la única explicación.

Cómo, sino, podría explicar que Axer Viktorovich Frey se hiciera un tatuaje con la palabra con la que empezó toda nuestra historia, justo cuando se supone que ha acabado.

No vuelvo a moverme, tal vez ni a respirar, hasta que Sophia me abraza por detrás.

Está demasiado melosa y animada, y huele a que se tomó hasta el agua de la playa.

—¿Estás bien? —le pregunto y ella se ríe como si le hubiese contado un chiste de Jaimito.

No. No está bien. Pero al menos no parece molesta porque tengo puesto el suéter de quien ella cree que es su casi algo.

Se aleja de mí un centímetro, pero no puede ni caminar derecha.

—Vamos —le digo tendiéndole el brazo—. Hay que llamarte un taxi.

Ella niega con la cabeza.

—Axer me llevará.

No. Axer no te va a llevar a ningún puto lado porque tiene tatuado «Schrödinger», no «Parásito», así que es mío.

—Sophia, deja la ridiculez y vamos a...

No termino de hablar cuando veo que Axer se acerca a nosotras. No sé cómo me siento al respecto, hasta que veo que la agarra para ayudarla, apoyándola de su costado. ¡Su costado desnudo!

Inmediatamente estoy segura de que estoy molesta.

—Hay que llevarte —le dice.

—No me quiero ir —dice ella.

—No me interesa. Yo te invité y estás ebria. Ya es hora de irnos, Sophia.

«Irnos».

Esto duele más que la humillación con los tragos de hace un rato.

—Axer —le llamo cuando están a punto de darme la espalda. Mi voz suena como una advertencia, aunque no era mi intención. Solo quería llamarlo.

Él voltea a verme y una de sus cejas se alza de manera inquisitiva.

Agarro a la primera persona que se me cruza y le pido que por favor nos ayude a cuidar que Sophie no se caiga mientras le explico un segundo una cosa a Axer.

Dejo a Sophia con la desconocida y tiro de Axer apenas medio metro más lejos, solo lo justo para estar segura de que nadie va a oírnos, y por si acaso bajo mi voz al máximo.

—No sé a qué mierda estés jugando —espeto—, pero para ya. No la uses a ella para lastimarme. No lo merece. Por como se están dando las cosas Sophie empieza a pensar que quieres algo serio con ella.

Lo suelto todo desde mi estómago donde lo tenía atorado, y me quedo un segundo estudiando su reacción, esperando cualquier cosa menos la seriedad con la que me dice:

—¿Quién te ha dicho que no quiero algo serio con ella?

No dice ni una palabra más, solo me deja y va a ayudar a Sophie.


Nota: ¿cómo están después de este capítulo? Cuéntenmelo todo detalle a detalle.

¿Ya descubrieron qué parte de Volví era spoiler de este capítulo?

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