37: De reina a peón

Sinaí

—¿Dónde está el anillo?

Es lo primero que pregunta el señor Frey al vernos llegar. Dijo que estaba harto de nuestra relación, cansado de que fuéramos noticia y determinado a darnos un punto final satisfactorio para su familia, pero vaya que está pendiente de cada mínimo detalle.

—Tienes en tu correo lo que me pediste. Fechas, entrevistas e invitados. Todo —dice el Frey que se supone mío, su mano en mi cintura conduciéndome a su antojo. Al parecer, no pretende que pasemos mucho rato cerca del escrutinio de su padre.

—Axer.

La voz de su padre es apenas severa, la promesa de algo peor. Nos detiene a ambos a media marcha, por lo que Axer se voltea, soltando mi cintura pero dejándome detrás de su cuerpo de un modo que resulta hasta protector.

—¿Sí?

—¿Puedes dejarla en tu habitación y bajar a mi despacho luego? Tenemos que hablar, como familia.

Sí, señor Frey, ya entendí. Yo no soy familia. Deje ya el tema, coño.

De hecho, eso no es lo que me duele. Lo que hiere es que Axer asienta a eso, sin discutir un hecho que una noche atrás lo llevó a pedirme matrimonio públicamente.

No entiendo nada a este hombre.

—Y una cosa más, necesito que me comuniques con Anne.

Inmediatamente veo la confusión en el rostro de Axer.

—¿Mi secretaria?

—La misma. Necesito que me proporciones su dirección.

—¿Por qué motivo?

—Porque así me place.

—Excúsame con tu placer, padre. No sé dónde se encuentra Anne.

—Axer —amonestó el señor Frey—. Hay nueva información que señala a Anne como una persona de interés en el ataque a la central. La necesitamos.

Ataque.

¿Pero de qué mierda me estoy perdiendo?

—Agradezco el aviso, le preguntaré al respecto apenas sepa de ella si me facilitas toda la información.

—No, seré yo quien lleve este interrogatorio.

—Cosa que sería posible si yo conociera su paradero, el cual desconozco.

Mi ceño se frunce con el recuerdo de Anne, atendiéndome previo al evento, organizando cada detalle de mi aspecto, supervisando cada rama del personal.

Axer está, como decimos en Venezuela, malandrizado. ¿Por qué le está mintiendo con tal descaro a su padre?

—Espero no tener que repetirte lo importante y delicado que es este asunto, Axer. Quiero la ubicación de tu secretaria cuanto antes en mi despacho y no discutiré más el asunto.

—Entiendo perfectamente. ¿Podemos ya retirarnos?

~•♤♡♤•~

Estar retenida contra mi voluntad no suena tan mal cuando los secuestradores son rusos preciosos y millonarios, uno de ellos es tu crush, y las camas son dignas de un rey egipcio.

Estas almohadas son como nubes de seda fría. ¿Cómo pude pasar toda mi vida durmiendo en colchones que parecían una toalla sanitaria? Si esto no es el paraíso, es la prueba gratis.

El problema es que, al no tener una utilidad, prácticamente invierto todo mi tiempo en dormir mientras Axer está en su laboratorio trabajando en la exposición de su tesis.

Da igual, dormiría todo el día si hace falta. Hasta mis sueños se sienten mejor dadas las comodidades.

Pero el sueño acabo cuando Axer me despierta mostrándome en la pantalla de su tablet un modelado en 3D de lo que parece ser una habitación en un castillo.

—¿Qué se supone que es eso?

—La sala de música será removida por completo, esa habitación será utilizada para abarcar las estanterías —dice moviendo con el lápiz en su mano el ángulo del prototipo. Al parecer, la idea es tapizar todas las paredes desde el piso hasta el techo con repisas en las que podríamos albergar el contenido de la biblioteca más grande de Francia—. Estos son los muebles que sugiero por la durabilidad y comodidad, y para no hacerlo tan repetitivo, confinaríamos este espacio de aquí —dice creando un círculo en la pantalla— para agregar una mesa de póker, una de ajedrez y otra de pool. ¿Juegas pool? Como te conozco, imagino que también desearás un bar. Podemos contratar un par de bartenders, se dividirán el turno para que así tú tengas la barra libre a tiempo completo.

—Axer, ¿qué se supone que es eso?

—Tu espacio en la mansión. Cuando me detestes o extrañes la soledad, puedes ir a allí. —Lo dice así, como si me avisara que planea abrir la ventana del auto—. El salón de música no tiene balcón, pero si quieres podríamos agregar uno. Aunque creo que para hacerlo más acogedor es ideal dejarlo con un par de ventanales bien cubiertos por cortinas gruesas.

—¿Cuándo piensas llevar a cabo ese proyecto?

—Pues, inmediatamente.

—¡Axer! Ni siquiera le he avisado a mi madre que me caso, ¿pretendes en serio que me mude aquí contigo?

—No seas tonta, Nazareth. Tu madre, tus primos lejanos y todos tus ex compañeros de liceo ya deben saber que vas a casarte.

—Yo te voy a matar. ¿Cómo puedes hablar tan a la ligera de algo que es delicado para mí? Hablas de cambiar todo el rumbo de mi vida, de mudarme con unas personas que...

—Eso no es todo —dice dejando la laptop de lado y acomodando los lentes en su nariz—. Quiero que hablemos de nuestros futuros hijos. De preferencia, tendremos solo uno. Te dejaré escoger el primer nombre siempre que el segundo sea ruso, y que yo apruebe el primero con antelación, por supuesto.

—Estás drogado —me burlo, pero por algún motivo esto me tiene sonriendo. Es que él es tan raro que me da ternura.

—¿Por qué lo estaría?

—¿No sabes ir un paso a la vez?

La mirada que me echa parece querer estrangularme.

—Tengo que evitar tragedias futuras, como que consideres llamar a uno de nuestros hijos Benito.

—Ni siquiera me has comprado el maldito anillo, genio. Creo que podemos dejar el tema de los hijos para dentro de unos cinco años.

—Yo escogeré las escuelas —explica—. Pero necesito antes que me digas en qué país prefieres criar nuestra descendencia, para así escoger un agente inmobiliario.

—Párate ahí, Axer Viktorovich Frey. —Me levanto de la cama y lo señalo con un dedo amenazante—. Hasta ahora has demostrado ser capaz de escoger mi voto, mi vestido, mi estadía y hasta mi dieta; pero si algo en tu cabeza te dice que me vas a obligar a tener un hijo contigo, ese algo está muy mal.

Su rostro pasa de la determinación al desdeño; pese a su entrecejo intacto, la sutil manera en que entorna sus ojos prácticamente es el insulto más directo que me ha dedicado en los últimos días.

—¿Obligarte? —cuestiona, como si la sola idea fuese incongruente—. ¿No eras tú quien exigía siete? Es bueno estar informado sobre tu cambio de opinión. En ese caso, rellenaré todos los asuntos anteriores con un rotundo «sin descendencia».

—Axer, por favor.

—Hablé con tu madre, por cierto —dice él levantándose—. Yo no, realmente, Federico lo hará. Le dejé dicho que estabas bien, solo incomunicada hasta nuevo aviso porque perdiste tu celular. No me preguntes qué dijo al respecto, pues no me quedé a esperar su reacción.

—Esto no está bien.

—Hablarás con ella. Cuando trace una ruta segura, al menos. Y cuando hayamos dado esa conferencia, para asegurarme de que no huirás al compromiso.

Le lanzo una mirada mordaz, suficiente es mi mal humor como para ignorar que estoy en pijama, que he dormido en su cuarto —aunque sola— y que es noventa por ciento seguro que termine casándome con el hermoso espécimen frente a mí.

—De todos modos no puedo escapar, ¿sabes? —le informo—. Tu padre ya me hizo firmar un contrato.

—Es prenupcial, no te obliga a casarte. No distingo si tu comentario ha sido por verdadero desconocimiento o para engañarme. Es difícil fiarse de tan perfecta mentirosa.

Bien. Eso ha sido con toda la intención de que me duela, y estoy cansada de ser el saco donde descarga sus golpes de frustración.

—Axer, basta. No puedo más con esto.

—No tienes alternativa.

—No con el compromiso, imbécil... Sí, con el compromiso, pero no porque exista, sino porque lo llevemos de esta manera.

—Tengo cosas qué hacer.

Es un cobarde. Huye de la conversación, escapa de mi mirada anteponiendo sus pasos en dirección a la puerta.

Pero no se lo permito.

¿Tiene cosas que hacer? Pues que las haga luego de esto.

Tomo su brazo para retenerlo lo justo, y me planto delante de él, interrumpiendo el paso a la salida.

—No me alejé porque quisiera hacerlo.

—No tenemos que...

—¡Sí tenemos, maldición! Cállate, Axer. En realidad no me importa si estás listo o no para explicarme los motivos por los que haces esto. Yo solo quiero que, por favor, me escuches.

Sus ojos en los míos dicen sí, y gritan no. Quieren que hablen, pero sufren con mi voz. Quiere escucharme, pero teme que mis jugadas lo regresen a esa posición del tablero donde yo atacaba y él resistía.

Dios... odio percibir todo eso en él, tanto como en realidad lo amo. Hemos crecido. Antes, él era indescifrable, y yo incapaz de reconocer sus matices. Ahora nos leemos el uno al otro, y la lectura de este momento me hace querer dejar las palabras a un lado y solo darle un abrazo infinito.

—¿Qué está pasando en tu familia, Axer? —murmuro. Mis palabras son tan sensibles, tan honestas, que en un principio no me doy cuenta de que las estoy pronunciando en voz alta, pues simplemente las siento—. ¿Qué hay en tu vida que te tiene así de mal? Comparte tu carga conmigo, Vik, yo no soy la mejor persona, pero si algo puedo jurarte es que soy la que más te ama. Puedo escuchar.

Se ríe, cruel en medio de su herida, como un animal al que se ha lastimado tanto que solo sabe reaccionar con salvaje defensa.

—Entiendo que dudes de mí —sigo diciéndole—, de mis palabras, de mis sentimientos, de todo... Justo cuando juramos dejar las mentiras de lado, ayudarnos a sanar el uno al otro, nuevamente fui yo quien lo jodió. Y te herí, con deliberación, pero no fue porque no te amara...

—No, desde luego. Tú solo sabes amar de esta manera destructiva, ¿no? Solo sabes demostrar amor lastimando.

—Axer...

—¿Es falso? ¿No han sido tus más grandes locuras una expresión de tu enfermizo amor?

—¡Axer!

Me duele que lo ponga de ese modo, como si no fuera mutuo, como si él no estuviera igual de aferrado a mí, como si su insano sentimiento no fuera el que lo llevó a encerrarme en su casa y a forzar este compromiso.

Dejo que encaje el golpe, y convenzo a mi cerebro para que no piense en ello, para que no lo tome en serio, para que no se rinda, y diga las palabras que hay que decir.

—No voy a culpar a nadie de mis acciones pasadas. La elección fue mía, pero quiero que sepas que nunca estuve saliendo con nadie más. El contacto que drásticamente desapareciste de la faz de la Tierra, solo era un escritor con el que pretendía trabajar. Si me alejé de ti, fue porque de alguna forma una conversación esporádica con tu padre me hizo pensar que sería lo mejor. Para ti, y para tu futuro. No para mí. No hay ninguna circunstancia en la que yo estaría mejor sin ti.

Axer no dice una sola palabra en un buen rato. Está como petrificado. No lo culpo, y no puedo presionarlo, así que termino diciendo:

—¿Podríamos intentar llevarnos bien? Ya que vamos a ser marido y mujer...

Él sale del cuarto, dejándome sola de nuevo.

~•♤♡♤•~

Este tiempo sola ha abierto la brecha al desespero. No es solo mi madre con la que me he visto incomunicada, sino mis clientes, editores, escritores, ilustradores, publicistas... Tengo una editorial qué manejar, lanzamientos por programar, ediciones qué revisar, libros por corregir. Tengo una vida, un trabajo, una utilidad fuera de estas malditas paredes de perfección.

He intentado acceder al WiFi por medio de los aparatos electrónicos en la habitación, pero están todos bloqueados.

Aunque es irracional, temo tanto que Axer descubra lo que he hecho, que empiezo a limpiar mis huellas con los paños estériles que conseguí —porque obviamente habría muchos de esos en el hábitat del genio— y los químicos desinfectantes que se me atravesaron.

Verónika entra a la habitación, sin siquiera anunciarse, en este inoportuno instante.

—¿Qué tal la vida como futura Frey? —me pregunta, tendiendo hacia mí lo que parece una copa de vino.

Extiendo mi mano para tomarla, pero ella la aleja en simultáneo que me lanza una mirada de lastimoso desapruebo.

—¿Qué?

—Te falta mucho por aprender, minina, pues Axer no tolera que se beba tinto cerca de su alfombra, sus sábanas, sus muebles, su laptop, sus camisas, sus paredes o cualquier detalle blanco al que pueda anteponer el pronombre posesivo. Una mancha así detonaría su lado más primitivo.

Al darme su innecesaria —o al menos insolicitada— explicación, lleva la copa al borde de sus labios, donde comienza a beber con lentitud, el líquido lamiendo su boca, el vino confundiéndose con el tono de su labial.

La aleja, y luego lame los restos de sus labios. Es como una víbora con corona; intimida, y hace que quieras cortarle la cabeza.

—Tienes mucho qué aprender.

—Porque no encajo aquí, ¿no? —espeto. Por desgracia para ella, llevo mucho rato conteniendo cosas que su presencia ha detonado, así que voy a desahogar toda esta frustración con, tal vez, la persona que menos la merece—. Pues adivina qué, Vikky, tendrás que acostumbrarte a mí. No seré yo quien se acople a tu mundo, porque soy quien está obligada a permanecer en él. No puedes echarme, pues las personas que en realidad importan en esta familia, decidieron que seré parte de ella. Lo lamento, pero en tu órbita ahora tendrás que agregar mi desastre.

—El gato ha sacado las garras —dice un fuerte acento ruso desde la puerta. Me giro para mirar a Dominik, quien está recostando del marco su gran corpulencia con los brazos cruzados.

—¿Tú también? —inquiero con sorna, pues no lo esperaba del Frey buena onda.

—U menya plokhoe nastroyenie —dice en ruso.

—Que no está de humor —dice un delicioso y siniestro acento francés que pronuncia cada sílaba con deliberada lentitud.

Aleksis.

No lo veo, pero su voz omnipresente parece estar acercándose desde algún tramo del pasillo.

—Algo que sabrías, si tuvieras el mínimo de cultura requerido.

—¿Que no está de humor es cultura general?

—Me refería al ruso, bobita —dice el engendro maligno apareciendo junto a Dom—. Aunque, sobra decir, que sabrías del humor de Dominik si te interesara en lo más mínimo integrarte a esta familia, y no solo quejarte de ella.

—«Oh, miren, soy tan miserable» —me imita Verónika, sus tacones cruzándose, sus manos haciendo tales florituras, que siento que derramará el maldito vino—. «Me han secuestrado unos millonarios y me obligan a comer la comida que se me antoje, a aceptar joyas, a dormir cómodamente y, oh, tragedia, el ruso más codiciado de su generación me ha propuesto matrimonio frente a toda la maldita industria de los malditos genios. ¡Soy tan digna de lástima!»

—Salgan todos inmediatamente de mi sukin syn habitación —atronó la inclemente voz de Axer—. Dije: inmediatamente.

Todos salen de la habitación, algunos con miradas peores que otros, y a todos deja a marchar sin más, excepto a Verónika, a quien toma por la muñeca para retenerla un poco más.

—No vuelvas a entrar aquí con esa cosa en la mano, Vikky, no hagas que me provoque darme un paseo a tu habitación.

—No derramé ni una gota, deja tu drama.

Y así, se libera y se retira con la dignidad intacta.

Axer no me mira, está demasiado concentrado en el suelo.

¿Estará buscando alguna mancha?

No creo, me parece que huye con deliberación al contacto visual, como si se sintiese avergonzado.

¿Es eso posible?

Después de todo lo que ha pasado, ¿lamenta las acciones de sus hermanos más que las suyas?

—No les detengas circunferencias —dice de pronto, tomándome por sorpresa.

—¿Ah?

—No les detengas circunferencias. Ya sabes... —Me mira, y hace gestos con sus manos como si tratara de esclarecer con ellas la situación—. Intento hacer tu estadía más cómoda para ti al adecuarme a tu cultura, tal vez así te sientes más en casa. Por ello, usé el modismo venezolano que se usa para expresar algo como «no les prestes atención».

—Axer.

No importa cuán fuerte muerda mi labio, estoy a punto de soltar una carcajada.

—¿Mm?

—Es que... —retuerzo los dedos de mis manos, ignorando que sigo sin su anillo con la esmeralda. No sé cómo decirlo—. La manera correcta de decirlo es «no les pares bolas».

—Pero eso suena vulgar, ¿no sirve de la forma en que lo formulé?

—Definitivamente no... —Pero sonrío, porque el intento es hermoso. Así que muerdo más fuerte mi boca, y miento por él—. Sí, descuida. Así también se entiende.

Por las chanclas de Moisés imploro que a este tipo no le dé por usar esa expresión con cualquier otro ser humano. No podría no reírme entonces.

Axer parece distinto, su humor renovado para conmigo desde la última vez que estuvo aquí.

Tranquilamente, se sienta en la cama, aguardando sin dar órdenes, por lo que intuyo que desea que me siente a su lado.

Y así lo hago.

Toma mi mano del anillo, ahora vacía. El contacto es incendiario, son llamas que me recorren desde la punta de mis dedos hasta la clavícula, y pese a lo sofocantes que puedan ser, su único efecto es hacer que quiera que me consuman.

La sube a su regazo con delicadeza y mueve sus dedos sobre mi dorso, acercándose a la zona donde iría la alianza, rozando mis nudillos, llegando a mis uñas y de reversa. Su roce conjura hormigas dentro de mis venas, la manera en que relame sus labios tiene un efecto físico en el resto de mi piel.

Voy a casarme con este hombre.

Es una locura, pero una muy justa, dada la historia deseo, obsesión y amor que hemos redactado.

—¿Cómo va el negocio de la editorial? —pregunta en voz baja.

Sonrío, no sé si por la caricia que es su tono en mis oídos, o por las cosquillas que provocan sus dedos en mi muñeca.

¿Él pensará lo mismo? ¿Verá como un final soñado el que yo vaya a ser su esposa?

—Tú has de saberlo, ¿no? No te creo que no lo hayas investigado.

—No lo hice —asegura.

—Ajá.

—Lo hizo Veronika. —No espera mi respuesta—. Tienes muchos bestseller.

—Da igual eso. Tengo a mi nicho complacido y un ranking impecable en las críticas de los últimos títulos publicados. Eso sí vale algo.

—Seguro ganas algún premio por tu última publicación.

—Sí, bueno, es una suerte que la autora quisiera trabajar ese título con mi sello.

—Suerte para ella. Le tocó un buena editora que realmente se preocupa por hacer un buen trabajo con los libros que publica. ¿La cede de la editorial está en España, no?

—Ehh... sí.

Es extraño estar teniendo una conversación tan tranquila y hasta... normal.

—¿Has ido a verla? —insiste.

—Obviamente. Un par de veces.

—Ya, ¿y por qué no te expandes?  Tal vez con una sucursal en Venezuela, donde naciste, y definitivamente una aquí, donde estás asentando tus bases. Tienes el capital para alquilar algo.

—Eso es demasiado trabajo por ahora, no ha sido fácil dirigir el negocio y darlo todo por el máster a la vez.

—Y perseguirme.

—Ya te dije que...

Pero me ignora, y se levanta de la nada hasta abrir la puerta de la habitación.

Yo ni parpadeo, no entiendo lo que está pasando. Creo que quedo cargando mi batería cerebral hasta que dice:

—¿Qué chert voz'mi esperas?

—¿Qué quieres que haga?

—Ven, Nazareth.

—¿A dónde...?

—Te explico cuando estemos en el auto.

No, por favor otro viaje en auto no.

Ya nos imagino rumbo a una cabina de radio o algo parecido, dando una entrevista invasiva donde tendré que fingir que estoy absolutamente complacida con este compromiso y que de hecho no odio a los Frey tanto como ellos a mí.

Sea como sea, sé que no tengo opción.

—¿Me dejas cambiarme antes?

Una vez bañada y lista, lo acompaño hasta el helicóptero que nos sacará del archipiélago.

Quisiera desconectar mi cerebro en todo el viaje.

¿En qué momento de mi vida me convertí en esto? La chica que viste con clase, con piezas hechas a medida, que vive como Bella encerrada en una mansión donde le están construyendo su respectiva librería, y pese a ello se queja ante la perspectiva de atravesar el cielo en una nave espacial para ricos.

No es que me moleste el viaje en helicóptero, de hecho es la experiencia más cómoda en estas circunstancias. Tengo una azafata personal que me trae cócteles a la cabina, y mis guardaespaldas casi ni se sienten. Mi problema es el contexto. Habiendo sido la reina en este tablero en jugadas anteriores, no soporto ser tratada como un peón.

~~~

Nota:

Todavía queda otro capítulo del maratón (y tal vez uno más si lo logro editar a tiempo), pero prefiero dejarlo/s para mañana que se una más gente. Comenten mucho para ver que andan activos 😍

Y si quieren, pueden sumarse a un live conmigo a las 7:30 Venezuela en mi tiktok @AxaVelasquez para hablar de Nerd 3

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