30: No soy celoso, pero...

Axer Frey

Axer despertó sabiendo que Sinaí había dormido en una habitación distinta, pero en su hogar. Él seguía firme en su decisión de hacer las cosas bien, y dormir al lado de Sinaí lo volvía hambriento y descuidado. No podían seguir haciendo las cosas de ese modo.

Indiferente a ese detalle, ellos estaban juntos, aunque no había un nombre para lo que tenían.

Axer sentía algo extraño en su cuerpo, en sus manos y oídos, algo casi compulsivo. Nunca había necesitado a nadie más que a sí mismo, y de pronto estaba ahí, sufriendo por no poder contener el impulso de llamarla a ella.

Le repicó varias veces al celular, y mientras lo hacía inventaba una excusa para lo que hacía. No podía solo darle los buenos días, debía encontrar un motivo de mayor peso para molestarla tan temprano y...

Nada. Era la tercera llamada que se desviaba a buzón.

Axer salió a buscarla por toda la mansión, pero Silvia le comentó que Sinaí había salido temprano por algún compromiso de trabajo.

Eso tenía sentido, ella estaría ocupada. Lo extraño era que no se despidió, ni dejó algún aviso.

Axer decidió no darle demasiada importancia. Su día prometía ser atareado y debía empezar a afrontarlo cuanto antes. No podía seguir jugando a que tenía vacaciones.

Más tarde llegó al laboratorio. Se lavó para ponerse sus guantes y bata limpia, y fue de inmediato a la zona estéril donde le avisaron que estaría ella.

Sophia lo vio y su rostro se iluminó de inmediato. Caminó hasta él y plantó los labios sobre su mejilla, tensándolo por el contacto indeseado.

—Pareces agredido —comentó ella en broma al ver su cara.

—No me acostumbro a tus saludos —comentó Axer sin siquiera considerar que debía disculparse.

—Vamos, no es tan malo. No es el contacto más íntimo que hemos tenido.

Axer no entendía por qué Sophie empezó a reír por sus propias palabras. La parte lógica de su fuero le hizo asumir que había un chiste involucrado, pero a él nada le había causado gracia.

—¿Por qué siempre tienes cara de viejo cabrón? —preguntó ella.

—Esta es mi cara de socializar, Sophie.

—Terrible cara de socializar la tuya.

Como Axer no tenía ganas de seguir por ese camino, simplemente cambió al tema que le interesaba sin siquiera inventar una excusa para ello.

—Tenemos que hablar.

—De acuerdo, asumiré que no estás siendo literal, pues ya estamos hablando, ¿no? ¿De qué quieres que hablemos?

—Es sobre mi proyecto. La exposición de mi tesis.

Sophie se quitó los lentes de seguridad descubriendo así sus ojos bien abiertos de interés.

Caminó junto a Axer a otro lugar donde hubiese menos testigos y apenas estuvieron lo bastante apartados comenzó a atar una coleta alta en sus espesos rizos castaños.

—Te escucho —dijo para animar al genio a hablar.

—No voy permitir que Sinaí colabore más con mi tesis, al menos no en la exposición. Es muy riesgoso.

—Y quieres que yo sea tu rata.

—Sophie... —Axer exhaló y acomodó los lentes en el puente de su nariz—. Si confías en mi trabajo...

—Confío en ti. O lo hacía, pero, ¿cómo puedo estar segura de que funcionará tu proyecto si tú mismo no confías en poder conseguirlo de forma exitosa?

—¿Cuándo he dicho...?

—No quieres ponerla en peligro, es lo mismo a decir que no estás seguro del resultado de tu experimento. Quieres que confíe en tu trabajo para apostarle mi vida cuando claramente tú no confías en ti mismo.

—Lo lamento. No debí pedírtelo, buscaré otro voluntario...

—¿Y retrasarte diez meses más? —Sophie cruzó sus brazos con un bufido—. ¿Sabes que de no ser por tu indeseado gato ya estarías con tu título en mano, no?

Axer tuvo una expresión en su rostro casi de dolor, involuntaria, como si aquel comentario le hubiese creado un remordimiento interno.

—Más respeto, Sophia —pidió en paz, con voz baja y paciente—. Eso de indeseado gato acabó. No quiero que te refieras a ella como menos que «tu novia».

Sophie lo miró en serio extrañada.

—Ella no es mi novia —contestó.

—No, Sophie... —Axer se llevó la mano al entrecejo—. Sinaí es «mi» novia. Bueno, aún no lo es. Pero es mi chica, y yo igual le pertenezco. Supongo que siempre le he pertenecido.

—Tú... —Ella se notaba consternada, procesando la situación con lentitud—. ¿Te arreglaste con ella?

Axer asintió de forma dubitativa.

—Estamos en ello.

—Te creí más inteligente que eso.

Axer arqueó una ceja, recibiendo el golpe con poco estoicismo.

—No conoces la historia, Sophia, no puedes opinar.

—Tengo el contexto suficiente —discutió ella—. Esa loca vino aquí con una identidad falsa para acosarte. Se hizo mi empleada para acosarte. Fingió ser mi amiga para enterarse de lo que pasaba entre nosotros. Me dijiste que te rompió el corazón, que no había ninguna posibilidad con ella...

—Y también te dije que lamentaba las ideas que te permití formarte con lo de las flores y la cena. Te dije que nada podía pasar entre nosotros porque no supero a mi ex. ¿Eso lo olvidaste?

—Hay una ligera diferencia entre no superar a tu ex y no querer estar con nadie hasta resolverlo, a volver con la persona que...

—Sophia —Axer alzó una mano para detenerla—. Somos compañeros de trabajo, no necesito tu aprobación en mi vida privada.

—Somos más que eso y lo sabes —espetó ella—. Compartimos años de estudio. Compartimos una maldita cama. No es relevante ahora, pero no quieras fingir que estoy tomándome libertades al intentar darte un consejo. Rompiste la línea del profesionalismo cuando me pediste quedarte un fin de semana en mi casa, cuando me enviaste flores y luego me invitaste a cenar...

—Tú sabes que...

Ella alzó una mano.

—Déjame hablar. —Sophie siguió al ver que Axer callaba—. Cruzaste la línea mucho más al confesarme que lo estabas haciendo por poner celosa a la loca de tu ex, desahogarte conmigo y además pedirme ayuda con tu juego infantil. ¿A qué te suena eso? ¿Te suena a una relación laboral? Porque yo creo que soy lo más cercano a una amiga que tienes, Axer, y como tu amiga...

—Entenderás que no necesito tu opinión. Que básicamente no la quiero. —Se encogió de hombros—. Ahórranosla.

—No seas imbécil, Axer...

—Estás siendo redundante —agregó él con una sonrisa cínica—. Mi nombre ya es un sinónimo de imbécil.

—¿Por qué me estás tratando así? No te he hecho nada...

—¡No necesito que más personas me digan que no debo estar con ella! —Explotó Axer, tan superado que ya no era dueño de su tono o el movimiento de sus manos—. Yo soy libre de escoger los errores que quiero cometer. Me estoy jugando todo por lo que creo que siento con ella. Jamás, Sophie, seré con nadie como soy con ella, como soy «por ella», por verla sonriendo haría llorar al resto de las personas de este sukin syn tablero. Si el perdón es el precio a pagar por no perder esto que tenemos, lo pago con gusto.

—Bien —aceptó ella con tristeza, ni siquiera le reprochaba el arrebato, solo parecía sentir lástima—. Pero yo no estaré aquí la siguiente vez, Axer. No cargaré con el despecho de una tragedia que quise evitarte.

~°•°~

El mundo de pronto se había vuelto nocturno para Axer. Respiraba, pero no hallaba alivio en el oxígeno. Podía moverse, pero no era él quien controlaba sus funciones motrices. Había algo externo manejando sus piernas, mientras sus ojos no veían nada y su pecho ardía. Y en su interior, habían cosas todavía más preocupantes.

Ojalá fueran voces.

No hubo voces cuando vio a Sinaí en aquel live, no hubo más ruido que el de sus manos golpeando el cristal de la urna mientras sus pulmones se llenaban de oxígeno.

Debía concentrarse o dejaría de ver por dónde iba... Ya había dejado de ver por dónde iba.

Pudo salvarla entonces. Ella estaba bien, viva y a su lado. Entonces, ¿por qué estaba él tirado en un rincón con las manos sudorosas? ¿Por qué estaba empujando a todos mientras le rogaban tan pacientemente que se calmara?

Estaba armando un espectáculo en su zona de trabajo, y saberlo lo sumía más en el pánico. No quería que lo vieran así, tenía que levantarse, lo mejor sería que...

Se estaba desvaneciendo, o intensificando. La diferencia era indescifrable cuando sufría un episodio como aquel.

Todo porque Sophie tenía razón. Él ya no confiaba en sí mismo, no lo suficiente para volver a arriesgar la vida de Sinaí, no lo suficiente para volver a verla muerta y enfrentar esa pesadilla diaria y personal en la que esa vez, definitivamente, no despertaba.

~°•°~

Axer recobró la consciencia minutos más tarde. Estaba en Frey's empire todavía, pero entonces como paciente.

Eso estaba mal. No quería que su padre se enterara de sus ataques de mierda.

Pero ya no había nada que hacer. Aceptó obediente la atención médica, bebió el tratamiento recetado por su psicólogo, y se retiró a su casa como si no hubiese demostrado patéticamente a toda su área de trabajo que no solo era humano, sino uno defectuoso.

~°•°~

Sinaí no le respondió ninguno de los seis mensajes que le dejó.

No era su intención ser pesado, y de hecho los primeros mensajes fueron muy tranquilos: uno de buenos días, otro preguntando por qué se fue sin despedirse y el tercero deseándole un día provechoso y pidiendo que le llamara apenas pudiera.

Los otros tres ya eran un poco más impacientes, aunque todavía disfrazaban bien su preocupación.

Eso pasaba con Axer, un hecho que no podía eludir: estaba mal. Se preocupaba por todo, cualquier silencio era una alarma para él, cualquier descuido le parecía el principio de una catástrofe. Eran las secuelas del jaque de Sinaí, el motivo por el que no podía simplemente pedirle que volviera a ser su novia. Él seguía sin sanar, y en el proceso hacía cosas como dejar mensajes insistentes por mera paranoia.

Era dañino, y él no quería ser eso para ella.

Su día de trabajo se vio reducido a nada luego de su ataque, el médico le recomendó volver a casa y eso lo hacía sentirse inútil e impotente.

Ese asqueroso requemor en su estómago que no mermaba, fue la señal que necesitó para saber que estaba recayendo, y que debía volver a terapia. Así que en la puerta de la mansión de su familia le escribió a su psicólogo para agendar una nueva cita.

Y justo cuando enviaba el mensaje, recibió una llamada de un número que tenía registrado como Cullen Ladilla.

—¿Qué quieres? —reclamó al teléfono con fastidio anticipado.

—¿Puedes recibir visitas hoy, o tienes que pedirle permiso antes a tu mamá en el cielo?

Volver a escuchar a Aaron Jesper lo llevaba de vuelta a una parte de su vida menos amargada y estresante, en aquella cocina, donde estaban los tres, donde no existían tesis ni psiquiatras, solo el deseo y la tensión que aumentaba con cada roce y mirada de cualquiera de ellos.

Axer tuvo que sacudirse esos recuerdos de la mente conscientemente.

—Mejor pídeselo tú —contestó Axer—, apuesto a que tienes una ouija en tu recámara. Así hablas con la tuya, ¿no?

—La mía me trajo al mundo, ¿cómo puede Dios perdonarle pecado semejante? En el cielo no ha de estar.

Axer puso los ojos en blanco y guardó la llave en su bolsillo. Exhalando su aliento, se recostó junto a la puerta mientras preguntaba al teléfono:

—¿Qué chert voz'mi quieres, Aaron?

—¿Tienes el periodo, Frey?

—Lo que no tengo es paciencia. ¿Por qué me llamas?

—Ya veo cuánto te preocupas por mí, ¿eh? ¿No has pensado que para este momento tu primo Dain ya podría haberme matado?

—No. No tengo tanta suerte.

—Sabes que te agrado.

—De acuerdo, te voy a colgar.

Axer incluso hizo el ademán de alejarse el teléfono del oído, pero los gritos del vampiro lo detuvieron.

—¡Lo siento, ya paro!

—¿Por qué llamas? —demandó Axer con impaciencia.

—Mi pregunta era en serio. ¿Cuándo podría visitarte?

—Ojalá nunca.

—No tienes tanta suerte, tú lo has dicho. Intenté hacer las cosas bien, pero ya que te rehúsas... Estoy adentro bebiendo con Dominik y Verónika. Tu gatita me abrió.

—¿Mi...?

Axer entró de inmediato a la mansión como si le hubiesen avisado que se estaba incendiando.

Dentro, vio que había un teléfono sobre la mesa parpadeando por haber recibido una notificación.

No era el teléfono de ningún Frey, Axer lo habría reconocido de inmediato, y ellos no eran tan descuidados. De hecho, sí que reconoció el teléfono, y mucho más la fotografía de la librería que estaba como protector de pantalla.

Era el celular de Sinaí.

Él no quería invadir del todo su privacidad, eso sería tóxico, ¿no?

Pero había una abismal diferencia entre violar la seguridad de su contraseña y revisar todo el contenido del teléfono, a solo ojear el mensaje que recién le llegaba.

¿No?

Axer no consideró mucho la legalidad de sus acciones, simplemente se dejó llevar y miró. Era un WhatsApp de un número sin agregar, pero venía de alguien cuya foto de perfil era la de un hombre.

Todo mal hasta ahí.

Y no mejoraba mucho, pues el contenido del mensaje era:

«¿Esta noche, entonces? Dime la hora que te paso buscando».

—Yo te voy a pasar buscando a ti, sukin syn, pero en una ambulancia luego de que...

Axer de golpe se dio cuenta de que estaba marcando el número del tipo violentamente sobre el teclado de su propio teléfono con intención de llamarlo, todo por instinto impulsivo.

Dejó el celular de Sinaí de vuelta en la mesa y guardó el suyo en su bolsillo. Se quitó los lentes un momento dejándolos junto al teléfono y pasó las manos por su rostro, exhalando como si hubiera corrido por horas. Masajeó sus lagrimales y el puente de su nariz, recordándose que esas aptitudes estaban peor que mal.

Él era un pretendiente más para Sinaí, no su dueño. No tenía ningún derecho a matar y revivir repetidas veces a un anónimo solo por escribirle.

Además, él estaba leyendo el mensaje fuera de contexto. ¿Quién le garantizaba que no lo hubiera malinterpretado? Tal vez eran solo negocios.

Debían ser negocios, obviamente. Sinaí estaba interesada en Axer, nadie que se interesara en él tendría los problemas mentales requeridos para siquiera ver a los lados.

Y no era arrogancia pensar así. Era noción de lo que significaba ser Axer Frey, y él la tenía.

Y ese pensamiento forjó una sonrisa diabólica entre sus labios.

Sinaí llegó a la sala luciendo distante. No como si algo le sucediera, parecía que a una mujer como ella no podía sucederle nada en la vida que no pudiera afrontar. Se veía inalcanzable. Su cabello azul en una cola tan despreocupada, como si la hubiese hecho a las prisas, como si no necesitara esfuerzo alguno para lucir así de perfecta. Sus lentes cubriendo el ahumado de sus ojos, una imagen que Axer quería ver desde otro ángulo mientras fuese él quien le ocupara la boca.

Ejecutiva con su blazer negro, pero sexy con la abertura de arriba sin nada debajo más que un ligero. Con un pantalón formal que le favorecía, y unas botas de tacón que la hacían parecer dueña de todo lo que pisaba.

Axer pagaría por un pisotón de esa mujer.

—No esperaba verte aquí tan pronto —dijo Sinaí, como sorprendida de encontrar a Axer en su propia casa.

¿Qué había ido hacer allá entonces?

—Y, aún así, parece que ya te ibas. ¿No ibas a esperarme?

—Es que... —Ella pasó los dedos de forma nerviosa por los mechones sueltos de su nuca—. Estoy algo apurada, lo siento.

Axer arqueó una ceja, era todo el lenguaje que tenía disponible en ese momento aparte de muchas preguntas.

—¿Vas a salir? —interrogó.

—Sí —respondió ella sin verle a la cara—, debo ayudar a mi madre con unas cosas.

—¿Qué cosas?

—¿Importa?

Las miradas de ambos se debatieron en un contacto tenso y expectante, entonces él dijo:

—A mí me importa.

—La voy a ayudar con unas cosas de la casa —respondió ella de forma atropellada.

—¿Vestida así?

Sinaí se mordió la lengua.

Axer lo sabía, sabía que la estaba picando y tentando su tolerancia, pero a la vez se veía tan intensamente insuperable así... al borde de la explosión.

—¿Qué tiene de malo mi ropa? —dijo ella.

—Tu ropa está perfecta, te ves perfecta en ella, pero, ¿es ropa de ayudar a tu madre en la casa?

—Es ropa de venir a visitar a Axer Frey. De todos modos, ¿a ti qué más te da la ropa que use y para qué la use? ¿Empezarás a prohibirme cosas?

Axer no tenía ni las ganas ni la energía para esos rodeos.

—Ya que no hay manera de conducir esto con sutileza, te lo voy a preguntar directamente. ¿Te verás con alguien esta noche?

Enseguida Sinaí vio el rincón de la mesa donde había dejado su celular.

—Ya que insistes en saber... Sí, se llama Grenn. Es un escritor al que estoy considerando publicar.

—Entonces tendrán una reunión de trabajo, ¿no? ¿Por qué a hora de almuerzo? ¿Por qué no un meet por zoom dentro del horario laboral?

Sinaí bufó.

—No voy a hacer esto —espetó sacudiendo las manos y poniendo a andar sus tacones muy lejos del epicentro de esa discusión.

Pero Axer no lo permitió así, cuando estuvo junto a la puerta de salida, él la tomó del brazo con la autoridad de la que se sentía dueño, y tiró apenas lo justo para que ella le viera a los ojos, a esas llamas verdes que gritaban que no había acabado de hablar.

—No te estoy preguntando lo que vas a hacer, Nazareth, mi pregunta es: ¿es una reunión de trabajo o es una cita?

—Ambas, ninguna. No lo sé, no interesa. —Se soltó del agarre de él de un tirón que expresaba que esperaba que no se repitiera—. Lo descubriré en la cena, no todos deben hacer un papeleo de cada paso que darán en una relación, algunos simplemente improvisan.

Los ojos de Axer no dejaron pasar desapercibida la palabra «relación».

—Si quieren hablar de trabajo, tienes un correo para ello, pero no saldrás con ese tipo.

Eso llevó el rostro de Sinaí al borde de una carcajada.

—Ah, pero tú te volviste definitivamente loco ya...

Se interrumpió apenas vio cómo Axer daba un paso hacia ella, invadiendo su espacio como un ser que debía demostrar su poderío.

—Siempre he estado más allá de lo que por consenso se define como normalidad, si eso me hace loco, entonces lo acepto. No es algo que me acompleje —empezó a decir Axer en un tono que no necesitó de gritos o elevaciones para ser conciso y provocar escalofríos—. Pero siendo enteramente racional, Nazareth, y me mantengo en lo antes dicho.

—¿En serio me estás pidiendo que no asista a mi cita? ¿Así? ¿De la nada?

Axer casi rio enternecido por ello.

—¿Pidiendo? No te estoy pidiendo nada. Puedes plantarlo o avisarle, pero no te aparecerás en esa cita.

Entonces una risita sí que salió de los labios de Sinaí, haciendo dilatar ese mar de lava esmeralda en los ojos de Axer.

—Creo que tenemos ideas muy distintas de lo que «tenemos» tú y yo —explicó Sinaí cruzando sus brazos. Hablaba calmada, con madurez, como si fuera la única que estaba llevando las cosas correctamente—. Me pediste tiempo, espacio y comprensión. Te he dado todo, y te daría más, pero mi vida no va a detenerse mientras tú avanzas.

Axer ni dio indicios de procesar esas palabras, contestó a la defensiva y sin pausas.

—Tampoco se detendrá por abstenerte de una cena más con un imbécil más.

—En este momento tú —dijo ella pegando su dedo del pecho de Axer— eres el imbécil.

—Dime algo nuevo.

Ella puso los ojos en blanco e intentó alejar su mano de él, pero Axer ya la había reclamado autoritario entre sus dedos.

En ese instante, por primera vez, se habría una brecha de debilidad en la entereza de la inalcanzable reina de cabello azul. Tragó en seco, y parecía un poco más dispuesta a dialogar cuando dijo:

—De acuerdo, ¿por qué más o menos no debo asistir a esa cita?

—No es que no debas, es que no vas a ir.

Sinaí lo veía tan sorprendida... Como si no concibiera los celos, y lo irracional de su posesividad; como si no lo conociera, como si no hubiesen pasado recientemente las mejores noches con la plena consciencia de lo que sienten el uno por el otro.

—Todavía no decido si siempre has sido así de insoportable o si te perfeccionas a diario —espetó ella soltándose de su agarre—. ¿Por qué no admites que estás celoso y ya está?

—Esos hipotéticos celos, existentes o no, son irrelevantes, Nazareth, tú y yo tenemos un acuerdo.

—Estamos fingiendo tener una relación, ese es el acuerdo. Jamás dijimos que habría exclusividad. De hecho, tú no has sido nada reservado recientemente. Hipócrita.

Axer pegó la mano violentamente a la pared junto al rostro de ella, exaltándola.

—No sabes lo que está en juego aquí, bonita. Si quieres arriesgarlo hazlo muy, muy, lejos de mí y mi familia. Porque si tu papel de novia devota no es impecable...

—Seré cuidadosa —discutió ella agitada todavía por el susto.

—No puedes saberlo. Podrás hacer lo que quieras luego, por ahora imagina que estás de vacaciones de la soltería, al menos mientras se calman las aguas.

—Lo de tu familia es una excusa, Axer, nos vieron con Aaron...

La mano que Axer tenía junto a la pared se cerró en un puño, tan fuertemente presionado que Sina pensó que podría partirse los huesos.

—Puedo explicar una experiencia como esa con mi novia, en mi casa, con mi presencia y consentimiento. No puedo explicar que te vean saliendo con otros tipos y haciendo quién sabe qué más. No volveré a quedar como un cabrón por protegerte a ti.

—No tienes que...

—Seguirás este plan, o lo dejarás. —Axer apartó la mano de la pared y exhaló con tal impotencia sus siguientes palabras, que gritar habría quedado insulso en comparación—. No volveremos a jugar con tus reglas.

Pero ella no se intimidó. Alzó su rostro sin miedo a mirarlo directo y desafiante.

—¿Qué harás si voy a esa cita, Axer? ¿Delatarme? ¿Quién va a obligarme a que no vaya...?

—Cierra la boca.

—¿Qué?

Pero Axer ya se había lanzado a devorarle la boca pegándose a su cuerpo, y ambos de la pared.

Ella se aferró a él como si temiera que sus piernas no soportaran el peso de aquel deseo, y él se aferró los brazos de ella para subirlos a su cabeza mientras mordía, lamía y chupaba esos labios de los que tan adicto era.

Y no se cansaban, ni el uno del otro, respirando un aliento mutuo que era combustible para una pasión indebida. Era un beso con el dolor del hambre, envueltos en un frenesí que casi los hizo arrancarse la ropa.

No se habían besado desde Venezuela, lo que parecía una vida pasada.

Entonces Víktor Frey carraspeó.

—Diana quiere hacer un anuncio —dijo—. ¿Se quedarán para la cena?

Sinaí apenas respiraba, toda despeinada y con el equilibrio hecho trizas mientras estaba recostada de la pared. Pero incluso así consiguió la fuerza para asentir mientras limpiaba las huellas del beso en su boca.

Víktor Frey no esperó más, pues sabía que estaba interrumpiendo, y desapareció de la escena.

—Si yo lo escuché bajar las escaleras, él nos pudo haber oído discutir también —explicó Axer todavía con las garras de la ira rasguñando su voz—. Si vas a jugar a engañar a los Frey, no lo conseguirás conmigo como enemigo.

—¿Por eso me besaste? —preguntó ella en un débil murmullo, los dedos todavía en sus labios.

—¿Y por qué sino?

Ella asintió, apartando los dedos de su boca y parándose firme.

—Iré a esa cita, Axer. A menos que me digas que tú no quieres que vaya, por un motivo que no me haga desear estrangularte.

Axer la miró por un tenso segundo hasta que en su boca se formó una extraña sonrisa.

—Entonces supongo que tendrás que ir. Te deseo suerte, Sinaí.

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Nota:

Ay, señor Yisuscraist, LO QUE SE VIENE.

Y lo que acaba de pasar no es para menos, eh... ¡¿Y ESE BESO?!

¿Les gustó el capítulo? ¿Quieren más? No había subido el capítulo ayer porque estuve todo el día sin luz, lo siento, me dio mucha rabia esa situación, pero escapó de mis manos.

Recuerden comentar mucho para que tengan actualización prontito <3

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