21: Desnudarte

Favor escuchar Desnudarte de Jay Wheeler, es la canción de este capítulo.
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Axer esperaba que el perdón fuese un sentimiento que arropara su cuerpo de un momento a otro. Que cuando llegara, él lo sabría. Que llegaría junto al olvido, y que luego jamás volverían a escocer las cicatrices.

La noche de su fiesta de cumpleaños, luego de escuchar lo que sentía Sinaí —tanto por él y la situación de ambos como por sí misma— él empezó a pensar que tal vez el perdón jamás llegaba, que había que invitarlo, y que empezaba con una decisión.

Sinaí lo amaba.

La referencia que Axer tenía sobre el amor eran sus sentimientos por ella. Imaginarse que alguien pudiera sentir algo tan precioso y de tal magnitud por él, lo desconcertó. Estaba preparado para ser un objeto de deseo. De envidia y tal vez de admiración, pero no para ser amado, y menos en una situación tan recíproca.

Entonces pensó que ella ya no tenía que ser solo una enfermedad para él, no si en serio lo amaba. Podían vivir juntos una simbiosis, como dos organismos que se alimentan uno del otro, ayudándose a sobrevivir en una coevolución.

Aunque el desastre dentro de ambos les impidiera estar enteramente juntos, tampoco tenían que distanciarse.

Solo tenía que hacer un compromiso, con ella y consigo mismo. Como prueba, decidió para sí mismo que la perdonaba. Y empezaría por demostrarlo obligándose a, incluso si recordaba lo que ella le había hecho en el pasado, jamás recriminarle a ella al respecto.

Esperaba que algún día, simplemente, dejara de importar para él sin necesidad de herirla más a ella.

No se había dado cuenta de que la había estado abrazando todo ese rato hasta que la sintió nuevamente remover el rostro contra su pecho.

Tomándola por los hombros, la apartó con delicadeza. Le había dicho que no lo haría, pero no soportó verla con el maquillaje corrido, así que le limpió con sus guantes el exceso.

—No dejo de pensar en tus palabras... —murmuró ella.

—Ni yo en las tuyas.

—Al final, después de tantos besos, tantos jaques, tantos roces, tanta tensión, tantas mentiras, tantos juegos, tantas piezas, tantos tableros, tantos guiños y tantos encuentros... Lo único que necesitaba era una conversación honesta para decidir que definitivamente quiero luchar por esto como tu aliada y no tu rival.

Axer pasó tanto tiempo procesando esas palabras que ella añadió:

—Voy a tomar un vaso de agua antes de subir —le dijo ella y él asintió, todavía consternado por las palabras de ella.

«—Yo también te amo. Nunca he dejado de amarte», le recordó la voz de Sinaí Nazareth en su cabeza.

—Listo —avisó ella desde el otro lado.

Ambos entraron al pasillo, juntos pero sin tocarse. Ella no quería interponerse en el proceso de sanación de él, y él no quería aprovecharse de ella.

Pero al llegar al pie de las escaleras, una persona que bajaba a toda prisa los interceptó.

—No pueden subir, niños —les dijo Diana chasqueando los dedos y haciendo señas para que la siguieran de vuelta a la fiesta—. Al menos no por ahora.

—¿Qué pasó, Diana? —preguntó Axer, pero no cuestionó lo que dijo y la siguió.

—Es Dain. Tu padre lo echó pero tu primo no consiguió a Aysel, así que mandó a un par de sus hombres a la fiesta para que la escoltaran.

—¿Y todavía no aparece?

—No, y Víktor no quiere que ninguno entre a las habitaciones hasta que alguien de seguridad las haya registrado todas. No es que dude de los seguros, pero es mejor prevenir que lamentar. Sabes el tipo de personas de las que se rodea esa Aysel, no me sorprendería que encuentre cómo abrir las puertas.

—¿Y si ella no está aquí?

—Si no aparece para cuando los de seguridad hayan registrado toda la mansión, podrán volver a las habitaciones tranquilos y ya será problema de Dain.

Sinaí frunció el ceño y miró a Axer de reojo.

—¿Por qué ella haría eso de escabullirse así de su esposo?

—Tal vez estaba disfrutando de la fiesta —sugirió Axer, pero su tono no parecía indicar que creyera eso.

Diana siguió su camino en cuanto la pareja entró nuevamente a la sala que ya parecía una disco. Las personas estaban despeinadas, algunos empapados y desvestidos por haber salido de la piscina directo a la pista de baile donde sonaba Gatubela de Karol G.

Verónika misma estaba descalza y con el cabello mojado, aunque podría ser por el sudor, ya que estaba bailando con una mujer delante y otra detrás firmemente anclada de manos a sus caderas, todas bañadas de las luces de colores.

Axer resopló y tomó a Sinaí del brazo para sacarla hacia el área de la piscina donde había una legión de genios desacatados tanto en el agua, fuera y en las sillas de playa.

—No se puede hablar adentro con ese escándalo —explicó Axer a Sina, apenado por la manera en que la tomó del brazo.

—No te preocupes —contestó ella con su alma atestada de brillitos. ¿Cómo pudo haber estado tan ciega? Ese hombre se desvivía por su bienestar, y no solo no quería presionarlo sino estaba bien con todo eso de aquel modo en que habían pactado, pues era la proximidad más sana que habían tenido hasta entonces.

Sinaí se fijó en las personas que estaban sentadas en círculo girando una botella y besándose entre ellos.

—¿Tu padre permite esas cosas en su casa?

Axer se encogió de hombros.

—Es el turno de Verónika, él no puede interferir en eso.

Sinaí recordó al mirarlos una fiesta en el pasado cuando ambos habían jugado verdad o reto sin siquiera conocerse. Cuando Sina ni sabía que Verónika era hermana de Axer.

Sonrió a acordarse de las veces que María le envió el sticker de "Hoy follo".

Ojalá María estuviese bien, sin importar dónde.

El tiempo llevó a Sina a entender los matices de la amistad, y cómo era de diferente a un simple compinche y podía manifestarse en la medida en que Sinaí deseaba lo mejor para María sin necesidad de estar presente.

—¿Quieres sentarte? —le preguntó Axer de pronto.

—No hay espacio —señaló ella mirando las sillas ocupadas—. A menos que te quieras sentar en el piso.

Axer la miró con mala cara.

—Preferiría pasar la noche sentado en mi inodoro, con toda probabilidad estará más limpio.

El ruso recorrió el lugar con una mirada despectiva notando el piso manchado de agua, huellas y alcohol.

—No —corrigió—, me refería a sentarnos en una de esas sillas. Es mi casa, Nazareth. Si les digo que vacíen la piscina porque mi novia quiere nadar sola, tendrán que hacerlo.

Sinaí sonrió, degustando la posibilidad. Sonaba demasiado tentador, pero ya habían habido suficientes espectáculos por una noche.

—No te preocupes —le dijo—. Estoy bien aquí.

Axer asintió. Y entonces Sina se dio cuenta de cuál era el centro de atención de todas esas personas que no estaban jugando. Incluso desde la piscina, muchos parecían fijarse de más en ella.

¿Por qué chert voz'mi la veían tanto?

—¿Por qué todos me miran? —preguntó Sina—. ¿Será que escogí mal mi ropa?

Axer le lanzó una mirada de soslayo que le recorrió desde los pies hasta los lentes.

—No importa lo que te pongas, igual te van a mirar.

Sinaí cruzó las brazos sobre su pecho y volteó en otra dirección sonrojada. ¿Cómo iba a poder estar cerca del amor de su vida y no desear comérselo cuando él decía cosas así?

Consagró sus pensamientos a preguntarse dónde coño de la madre estaría Aysel Mortem y a qué hora terminarían de revisar todas las habitaciones. No es que se estuviese muriendo de sueño, pero quería intimidad con Axer.

Él también parecía muy pensativo.

—¿Qué te preocupa? —indagó ella—. ¿Es por Aysel?

—Sí —murmuró él solo para ella—. No es buena señal que la esposa de Dain se escape y que él suponga que está aquí. Mi padre lo echó pero Dain sabe que se lo merece. En cambio, dependiendo de lo que haga Aysel... No creo que sea un buen momento para quedar en malos términos con Dengus.

—¿Son tan peligrosos en esa brigada?

Axer contuvo una sonrisa curiosa que hizo a Sina fruncir el ceño.

—¿Qué?

—Yo temería más por ellos. Sin la brigga y el patrocinio de Frey's empire, su imperio se acaba. Quedarán al nivel de cualquier mafia de turno, y sus múltiples enemigos acabarían por aplastarlos.

—¿Entonces por qué te preocupa?

Axer se giró hacia ella.

—Porque me gusta la paz, Nazareth. Además, se acerca la fecha de mi exposición. Me gustaría que eso fuera lo único que me preocupe justo ahora.

—¿Dain mandó a sus hombres a buscar a Aysel por la seguridad de ella o por no dejarla ir?

Axer entornó sus ojos como pensativo.

—No puedo responder esa pregunta. Sigo sin ser un experto, pero si he aprendido algo de las relaciones es que no puedes entenderlas desde afuera, tienes que estar involucrado para poder opinar.

Eso sonaba lógico.

El tiempo y el silencio aumentó hasta que Sina sintió el cuero del guante de Axer rozando sus nudillos, como si... ¿Quería agarrarle la mano?

Ella volteó a mirarlo, y sus ojos parecían una confirmación.

Justo cuando decidió que ella daría el paso, una curiosa pareja entraba por las puertas de cristal.

—¿Pero qué...?

Dominik Frey hizo su entrada triunfal a la zona de la piscina con una expresión de pocos amigos que combinaba con sus tatuajes, pero desentonaba por completo con la magna pureza del inmenso vestido de novia que cubría su cuerpo.

No era su talla, así que no lo pudo ajustar atrás y debía llevar el brazo al pecho para que la parte de arriba no cayera y le dejara el torso desnudo. Caminaba con la gracia de Shrek mientras un Azrel Mortem más feliz que nunca cargaba detrás la enorme cola y con la otra mano sostenía su celular y grababa.

—No me permitas tomar una gota de alcohol más —dijo Verónika. Con toda esa distracción nadie la había visto entrar—. No puedo darme el lujo de olvidar este momento.

—¿Qué chert voz'mi está pasando, Vikky? —inquirió Axer.

A Sinaí no le iba bien con eso de aguantar la risa, pero por suerte nadie estaba pendiente de ella.

—¿No lo recuerdas? Lo apostamos la noche que jugamos juntos Uno.

—¿Es el vestido de novia de Diana?

Vikky hizo ademán de responder pero un nuevo escándalo llenó el lugar.

Un escándalo que no era de risa.

El alboroto empezó en la piscina, el agua salpicando por todos lados cuando un par de uniformados se lanzaron a esta, la gente saliendo entre chillidos y murmullos cuando los hombres de Dain sacaron arrastrado a alguien.

—¿Ese es...?

—A este yo lo mato dos veces —juró Axer.

El cautivo cayó de rodillas resbalando por el agua del piso, pero los hombres no lo soltaron ni siquiera entonces; al contrario, uno de ellos le lanzó un rodillazo violento a la cara.

Sina contuvo el aliento, sobresaltada y con ganas de lanzarse a defenderlo.

—Ni se te ocurra —susurró Axer sin mirarla, sus labios apenas moviéndose.

—Pero...

—No podemos interferir. Si se metió con Dain, Frey's empire debe mantenerse al margen de esos conflictos.

—«Tú» no puedes interferir —espetó ella.

Y Axer la miró con una severidad más efectiva que una correa en su cuello.

—Mientras seas mi novia eres una Frey. Si interfieres en el orden de las cosas nos lo pondrás difícil, ¿entiendes?

—¿Y qué debo hacer?

Axer volvió su mirada al borde de la piscina donde el teatro no terminaba.

—Aaron es una persona racional aunque no lo parezca. Si él se metió en ese lío sabrá cómo salirse, o habrá asumido el castigo hace mucho.

Justo en ese momento el mencionado escupió sangre al piso y alzó el rostro. Sus brazos aferrados por los hombres de Dengus, su sonrisa manchada de rojo. No parecía estarlo pasando nada mal.

Entonces lo levantaron, y al avanzar pasaron junto a otro grupo de personas que Sina no había notado. Debieron haber llegado cuando todos estaban con la vista en la piscina, o en el enorme Frey vestido de novia.

Eran dos escoltas más de Dengus, pero ninguno tocaba a la persona entre ellos, solo estaban ahí apostados con las manos en las armas de sus cintos, como recordándole en un gesto lo que le ocurriría si escapaba.

Y en medio de ellos, Aysel Mortem. Su cabello oscurecido por el agua al punto de parecer sangre, con una manta alrededor de su cuerpo a modo de pareo, notándose un poco de su corpiño rojo. A pesar de estar casi desnuda y siendo negativamente el centro de atención de la fiesta, no se notaba humillada, los veía a todos como si se sintiera superior a cada uno de los que robaban su oxígeno.

Al Aaron Jesper pasar por su lado le lanzó un beso con el descaro de un demonio, pero sin la inmunidad de uno, pues inmediatamente recibió un codazo de uno de sus captores.

Este tiró de su cabello y le habló muy cerca a la cara en un tono atemorizante, como si contuviera una enorme ira dentro.

—No valoras tu vida, ¿no?

—¿Y para qué? —contestó Jesper—. No es como si se me pudiera acabar pronto.

El tiburón de Dain llevó la mano a su arma, sus dedos blanqueándose por el impulso de liberarla y matar al muchacho de una vez por todas. Pero alzó la mirada hacia las puertas que conducían al interior de la casa, donde Diana Frey estaba de pie expectante con los brazos cruzados. No apartaba su mirada de todos ellos ni para pestañear.

A Dain no le habían hecho nada, pero a sus soldados no les perdonarían sacar un arma en la casa de Víktor Frey.

Así que el hombre de Dengus soltó el arma y le lanzó un puñetazo a la cara bonita de Aaron Jesper.

Cuando este se recompuso del golpe, le empujó la espalda para que avanzara.

—Nos arreglaremos afuera —le dijo el tipo con un hambre grandísima por borrarle la sonrisa.

—No lo harán —cortó Aysel hablando por primera vez con un tonillo de ternura desquiciada—. A mi marido no le gustará nada que se carguen al único heredero de Sama'el Jesper sin que él decida antes qué hacer con él.

El tipo miró a Aysel casi con asco, pero no le hizo nada a ella.

—En eso tienes razón —dijo uno de los hombres junto a Aysel—. Dain debe tener mejores ideas para ustedes que todos nosotros juntos.

Luego le puso una mano en el hombro a Aysel que ella se sacudió como a un mosquito y empezó a caminar por su cuenta siguiendo a los que arrastraban a Aaron.

La propia seguridad de los Frey se encargaron de anunciar el final de la fiesta y empezar a escoltar a los invitados a la salida.

Dominik, que ya se había quitado el condenado vestido y quedó solo cubierto con un bóxer usando como excusa la cercanía de la piscina, se le quedó mirando a Azrel y le dijo:

—¿Qué mierda acaba de pasar?

—Que al zancudo se le terminaron de fusionar las dos neuronas que le quedaban en un cortocircuito.

Azrel se acercó a una de las sillas donde todavía había un par de tórtolos comiéndose. Ya habían quedado un montón más vacías, pero a él no le importó. Chasqueó sus dedos, esperó a que la pareja se levantara y tomó el asiento que antes ocupaban.

Dominik puso los ojos y se tiró en el puesto contiguo a su primo.

—No me puedo quedar de la noche —señaló Dominik.

—Mmm.

—Najash.

Azrel volteó como recién sacado de sus pensamientos, una de sus cejas inclinándose en un ángulo inquisitivo hacia Dom.

—¿Qué pasó con Víktor allá dentro?

—¿A qué te refieres?

—Entraron los tres, pero solo echaron a Dain. ¿Qué te dijo Víktor?

—Ah. —Azrel cruzó sus brazos bajo su cuello y miró a la afluencia de invitados que salía por las puertas de cristal—. Nada importante.

Dominik se le quedó viendo con atención.

—¿Cómo no va a ser nada importante?

—Nada importante para lo «nuestro», solo me explicaba las miles de formas en las que me destruiría si volvía a provocar algo así. Pero lo dejó pasar porque no quiere enemistarse más contigo.

Dominik quedó satisfecho con la respuesta a pesar de que algo en su estómago le decía que había más. Pero no había de qué preocuparse. Azrel no le había mentido desde que eran niños.

—¿Crees que sospeche? —le preguntó en voz baja.

—No dijo nada que me diera esa impresión.

—No es alivio.

—No, pero es algo.

Entonces Azrel recibió una llamada.

—¿Sí? —preguntó al contestar. Su mirada se agrió y sus dedos se tensaron sobre el teléfono—. Enseguida.

Dominik estaba muy pendiente de él para entonces.

—Maldita sea —dijo Azrel al colgar.

—¿Quién era? —le preguntó su primo.

—Nos vemos mañana.

Pero Dominik le puso una mano en el hombro apenas advirtió su ademán de alejarse.

—¿Quién?

—Tengo trabajo —explicó con la mandíbula tensa.

Dom entornó sus ojos.

—Aysel —entendió, y Azrel solo asintió.

—¿Qué quiere que...?

—Te cuento luego.

—Najash, cuidado con lo que haces.

Él se zafó de su mano, no explicó más y se fue.

~♟️🖤♟️~

—No entiendo nada de lo que acaba de pasar —le dijo Sina a Axer una vez en el cuarto.

—Bienvenida al club.

Sinaí frunció su ceño.

—¿No te preocupa lo que pueda pasarle a Aaron?

—Me preocupa lo que le pasaba por la cabeza al momento de decidir que haría lo que hizo.

—Dudo que lo pensara mucho.

—En eso estamos de acuerdo.

Aaron al final sí se había reencontrado con su ex después de todo, y vaya encuentro dado lo que sugería que ambos estuvieran semi desnudos y mojados.

Sinaí pensó en lo que le harían los de Dengus a Aaron. Todos iban armados y no dudaron en partirle la cara a golpes delante de todos en la piscina. Y por lo que se dijeron con Aysel, Dain no sería más misericordioso.

Tal vez perdonara a Aysel por el espectáculo, pero, ¿y a Aaron?

Sina se estaba arrancando la piel de los labios a mordiscos mientras divagaba nerviosa.

¿Por qué Aaron había tenido que meterse con la mujer de Dain? ¿No que ya se iba?

Sina se volvió hacia Axer.

—¿En serio no harás nada?

—Por supuesto que haré algo.

A ella se le iluminó el rostro de alivio, pero eso acabó de inmediato al Axer agregar:

—Dormir.

—Axer, Aaron es tu amigo.

Axer la miró con un gesto que claramente significaba «¿Lo es?».

—Gracias por avisarme, ya lo voy a bloquear.

—¡Axer!

Axer aguantó las ganas de reír y tomó a Sinaí por la cintura.

—Tienes mucho que aprender, bonita. No puedes ser una Frey con tanto desconocimiento.

—Puedo ver que me estoy metiendo en algo muy feo...

—¿Te «estás metiendo»? Estás metida hasta el cuello, Nazareth.

—Y no estoy preparada, así que este es el momento en el que te disculpas por no aclararme todo antes.

Suspirando, Axer metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

—¿Quieres que admita que cometí un error?

—Sí, deberías.

—Pensé que querías que dejara de mentirte.

Sinaí puso los ojos en blanco. No había cambiado nada en su narcisismo.

De repente se quedaron en silencio uno frente al otro sin saber qué hacer.

Estaban ahí para dormir y nada más que para dormir, ¿pero cómo llegar a ello? Se veían como si todavía quisieran decirse miles de cosas.

Ella carraspeó.

—¿Debo... dormir vestida?

—¿Con la ropa que has usado toda la noche? Solo si quieres que mi padre me compre un pasaje a Pekín por haber quemado la cama.

—No vas a quemar mi ropa, Axer Frey, yo sí tengo lavadora.

Uno de los bordes de la boca de Axer se frunció. No estaba sonriendo, parecía degustar la idea de Sinaí sin ropa, y la manera en que luego pasó la lengua por su labio casi lo confirmó.

—Voy a...

Sinaí no terminó lo que iba a decir, y él no agregó nada a su inútil intento, así que ella solo huyó en dirección al espejo.

Axer la siguió con la mirada y empezó a sacarse las mangas de la chaqueta. Ella llegó al aparador y se inclinó más hacia el espejo, su espalda arqueada, su falda expuesta a la vista de Axer.

Se desabrochó los botones de las mangas sin dejar de verla. Ella luchaba para quitarse los aretes inclinándose cada vez más encima del aparador. Intencional o no, silenció la cabeza de Axer consagrando sus pensamientos a la manera en que se marcaba su trasero contra la tela blanca.

«No lo hagas», le decía la parte racional de su cerebro que había sobrevivo. «Necesitan tiempo. Mientras no puedas ser el novio que ella necesita no debes sacar ventaja de su cercanía».

Pero había otro Axer en su cabeza. El adicto, el que derrocharía excusas para justificar su abstinencia, el que no podía tener la droga tan cerca y no sentir ese sudor picando, invitándolo a caer.

Y por suerte tenía una excusa: todavía estaban celebrando su cumpleaños.

Además, él solo iba a acercarse. Nada más.

Cuando Sinaí sintió a Axer a su espalda, hizo todo lo posible por no sonreír. Tampoco era muy complicado gracias a los nervios que provocó el contacto de su pantalón con su falda.

Lo buscó en el espejo, el verde de sus ojos ensombrecido.

—¿Todo bien? —susurró ella.

—¿Puedo saber cuánto te toma quitarte unos aretes?

—Me tomaría menos si no tuviera a Axer Frey pegado a mi espalda.

Axer le pasó su mano por su espalda donde no cubría el top, apenas un roce para apartar todo su cabello a un lado. Se inclinó contra ella, y habló con sus labios rozando entre sus omóplatos.

—Creo que estás un poco confundida con la geografía de esta situación, Nazareth, porque esto —dijo pegándose con más descaro de su falda— no es tu espalda.

Perdió el aliento, mordiendo su labio en cuanto él plantó un beso en su espalda.

Entonces sintió la mano recorrer su pierna hacia arriba, una caricia delicada y perniciosa que avanzó hasta tomar el lugar de la cadera de Axer sobre su trasero.

—Perdona esto —dijo Axer sin siquiera un ademán de desistir en lo que hacía—, necesitaba tocar lo que Azrel solo puede mirar.

‌Sina se irguió pegando su espalda al pecho de Axer cuidando de arquearse lo suficiente para dejar su trasero presionado contra su entrepierna. Giró su rostro, su nariz rozando el perfil de Axer.

—Yo no tengo nada que perdonar... —susurró ella con sus dedos posados sobre el mentón de él.

Entonces sintió los dedos de Axer adentrarse en su falda por delante, deteniéndose en su muslo con un dedo curioso acercándose a la entrepierna.

—¿Qué estaba haciendo Aaron bajo esta falda, gatita? —le preguntó al oído—. Parece que te gustaba...

Ella se mordió los labios en lugar de responder, con el terrible impulso de buscar la muñeca de él y empujarlo a que culminara el trabajo que se presagiaba entre sus muslos.

Pero él salió sin siquiera rozar su panti. Dejando un beso en su cuello, le dijo:

—Siéntate, bonita.

Ella buscó donde hacerlo y obedeció de inmediato.

Cuando lo vio hincarse a sus pies, su corazón se saltó un latido, y los siguientes tres los fusionó en uno solo.

Axer tomó una de las piernas de Sina y apoyó el tacón sobre la suya. Miró fijamente a la reina de su tablero, esperando que entendiera que aquel «te amo» no había sido en vano. Seguía a sus pies, estaba a gusto en esa posición.

Se inclinó para besar esa parte de su piel que ni la bota ni la falda cubrían.

—No te supero, Axer —confesó ella casi con miedo de su verdad.

Él sonrió contra su muslo, y dejó otro beso allí antes de dedicarse a bajar el cierre de la bota hasta abajo.

Le quitó el calzado dejándole las medias blancas y procedió a hacer lo mismo con el otro.

Luego se levantó con una sonrisa sin reprimir.

—Desvístete mientras te busco una camisa.

Ella asintió aunque él ya le había dado la espalda.

Se deshizo de su falda, pero al quitarse el top fue consciente de que no traía nada debajo. Axer le pidió que se cubriera hasta el cuello, no sería justo andar en su cuarto con sus senos a plena vista. Así que presionó la tela contra su pecho hasta que Axer le entregó una de sus camisas blancas.

Ya vestida, Axer no podía dejar de verla. Cubierta con su camisa, sus piernas solo con esas medias altas y el cabello revuelto.

Era su gatita. Siempre sería su gatita.

«Sanaré y seré mejor por ti», pensó Axer.

—Yo... Puedes acostarte. Yo necesito tomar un baño.

Ella asintió y se metió en la cama mientras Axer iba al baño.

Esa noche se había desatado un desorden del tamaño de Brasil. Las tensiones entre Dengus y Frey's empire aumentaban. Su situación familiar cada vez se enrevesaba más. Su exposición estaba próxima y ni siquiera tenía un espécimen voluntario para ello.

Pero Axer solo podía pensar en una cosa.

«Jaque mate, Frey».

Era un genio. No era arrogancia, no se toma como arrogancia señalar que las nubes son blancas. Lo era, su inteligencia se consideraba un prodigio, su mente una anomalía codiciada, su entrega al trabajo le ganó su título de biólogo a los 17, estaba por conseguir el doctorado y a la vez licenciarse como cirujano. Tenía un imperio por heredar, e incluso si no fuera así sus acciones en la empresa de su familia le tenían resuelta la vida.

Y ahí estaba, rogándole al agua fría que arrastrara de su mente la manera en que los pezones de Sinaí Borges se marcaban en su condenado top del color de su lado del tablero.

Hasta antes de conocerla había sido tan bueno mintiéndose, controlándose. No había humanidad en todo lo que él había sido, y cuando una intención carnal lograba descolocarlo siempre había podido hacerlo a un lado. Pero no a ella.

Sinaí no era una molestia en su piel, era un germen en su mente que lo mataba sin la piedad de la inmediatez.

Él tan inmune a todo, que profesaba solo tener interés por la ciencia, sufría porque no había nada en ella que pudiera desagradarle.

Sus piernas...

Axer exhaló con ira. Ese baño no le estaba ayudando de ninguna forma.

Él le juró a ella un abismo, nada de placer convencional. Y a ella le gustaban cosas que incluso a él lo ponían a prueba. Como lo de la cocina. No quería compartirla con nadie, hasta tenía que bloquear de su mente la realidad de que ella en su soltería había estado viviendo su sexualidad sin él. Pero le gustaba complacerla, y su placer lo excitaba. No había escapatoria a eso.

Axer se rehusaba a más sorpresas de sí mismo. Se prometió que se restringiría menos, que se entendería. Incluso cuando esos experimentos implicaban lanzarse a besar al odioso de Aaron Jesper.

Pero entender que estaba loco por Sinaí Nazareth Borges no hacía más fácil que desapareciera la erección que tenía en ese momento.

¿Cuánto llevaba ya bajo el agua? ¿Una vida?

Cerró los ojos con fuerza, maldiciendo para sus adentros mientras su mano bajaba en rendición.

Si algo detestaba era no tener control de su cuerpo. Era insoportable que se rehusara a obedecerlo.

Y su mente... Era la mayor insubordinada. Sin importar cuánto se esforzara, no dejaba de verle la cara a su gatita tan cercana al clímax, su boca entreabierta, sus lentes enmarcando la perversidad de su mirada.

Todo lo que quería hacerle... ¿Habría un cura dispuesto a escuchar la mitad de aquella confesión sin condenarlo?

Las uñas de ella recorriendo el pantalón de Aaron...

Axer jadeó. Quería esos dedos alrededor de lo que él intentaba aliviar en vano.

No importa cuánto insistiera, no podía acabar con eso. Sin importar cuánto se tocara, su cuerpo la pedía a ella.

Gruñendo le dio un golpe a la pared con ambas manos en puños.

A ese paso se iba a enfermar.

Se rindió, quedándose otra media hora bajo el agua helada al máximo mientras recitaba su tesis de memoria entre dientes.

Ya habiéndose bañado y solo con un bóxer puesto se metió a la cama junto a Sinaí creyéndola ya dormida.

Pero ella se volteó al sentirlo y le dijo:

—Déjame ver si entendí...

—Déjame ver si entendí yo —contraatacó él con la vista en el techo—: me amas.

—Yes, sir.

Axer cerró los ojos y mordió el borde de su boca.

—Con eso me basta.

Ella se acercó más a él, poniendo su rostro sobre su hombro.

—Bueno... —Siguió Sina—. Yo sí necesito entender todo. A ver: tenemos que actuar como pareja delante de tu familia.

—A menos que planees mudarte de planeta, sí, es lo ideal.

—Pero no somos novios en sí. No hay realmente un compromiso entre nosotros. Ninguno está preparado para eso, ¿no?

—Supongo.

Ella entornó los ojos intentando discernir lo que pensaba él. Pero como le fue terrible, prefirió indagar más.

—Pero no me quieres lejos.

Entonces él miró a su carita sobre su hombro.

—¿Tú me quieres lejos?

—Esa no es respuesta, Frey.

—Por supuesto que no te quiero lejos, pero si crees que...

—No, de eso nada. Yo me quedo. Estoy para lo que necesites.

—Y yo igual, Nazareth. Lo sabes, ¿no? Sea hoy o mañana o en diez años, tengo muy claro que estoy destinado a ti. Lo que haga falta...

Sina asintió.

—Me queda claro. Lo que no me queda claro es... Nada de sexo. ¿Cómo nos ha salido eso otras veces?

—Tendré que esforzarme más, pero sí: nada de sexo hasta que estemos totalmente seguro de lo que queremos. No puedo volver a ver en ti una expresión como la que tuviste luego de lo que hicimos en el sofá de Sophie. No puedo vivir con eso.

Sinaí le subió una pierna encima, su erección imposible de disimula bajo su peso.

—No creo que sea sana esta tortura que te impones, Axer.

—Estaré bien —le dijo con una sonrisa.

—De acuerdo. ¿Puedo ayudar en algo? ¿Hablando de platos sucios en tu cama, por ejemplo?

—Te pediría que te subas con las botas, pero querré matarte, y luego recordaré la vez que de hecho lo hice, y me pondré peor.

Ella rio.

—Tal vez deberíamos hablar de lo que pasó...

—O tal vez deberías dormir. Se te están cerrando los ojos.

Ella asintió y volvió a su lado de la cama dándole la espalda a Axer, su camisa algo subida mostrando un poco de su panti.

Axer, casi a regañadientes, cuando al fin ella parecía haberse quedado dormida, empezó a observarla.

Era tan hermosa, incluso de espalda.

Odiando su mente, su piel y su asquerosa debilidad, metió la mano dentro del bóxer.

Apenas podía respirar tranquilo mientras se acariciaba. Esa presión iba a acabar con su vida.

Las ganas lo carcomían desde adentro.

Era definitivo. No podía estar tan cerca de ella, no así.

Entendió que no podría dormir por lo que se fue a una habitación de huéspedes a ver una película de absurda comedia para serenarse y que el sueño le ganara.

Le dejó un mensaje al teléfono de su gatita con la explicación por si acaso. No quería más malos entendidos.

~~

Nota:

Pintamos toda la casa, y sin dejar caer una sola gota de pintura que no sea... QUESESOOOOOO. Aquí pasó de todo con un poquito de aquello, así que coméntenme todo lo que piensan de cada detallito y el capítulo en general.

Comenten mucho esa vaina porque lo que se viene les va a dejar paralíticas las qks.

Ah, no. Eso no iba.

Ya los extrañaba, amores, espero le den mucho amor al cap <3

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