18: Obediencia


Capítulo dedicado a paulo_cash  por el comentario más ingenioso en el capítulo pasado.

A Lin Maddie por la pedazo de ilustración Sinaxer que subí hoy a mi Instagram.

Y a Grecia por el edit de Azrel y Dominik del comienzo.

Sinaí

Yo amo mi trabajo, lo juro. Pero hay días —con algunos autores más que otros— en los que me gustaría renunciar, gritar y pegarles con la RAE por la cabeza a algunos.

Hoy, por ejemplo. Llevo un total de diez horas pegada a la computadora respondiendo comentarios en Word de un autor obstinante cual diarrea a mitad de una gripe.

Y es que su manuscrito es precioso a nivel de trama y construcción de personajes. De hecho, se podría decir que soy la shipper principal de los protagonistas. A nivel comercial el producto está en auge. Es una trama hecha a base de un misterioso rompecabezas muy bien hilado, con un romance spicy a lo enemies to lovers entre una ladrona y el hombre multimillonario al que intentó robar una vez y fracasó.

El misterio del libro es sublime y la resolución impecable. En la corrección de trama apenas le recomendé a la autora algunas menciones en uno que otro capítulo para evitar un par de deus ex machina, le pedí revisar algunos párrafos que donotaban machismo extradiegético —ese que no viene de los personajes, sino del autor— y eliminar un amigo de la protagonista que no aportaba más que un conflicto innecesario que quedaba medio en el aire.

Por lo demás, el romance es solo un condimento en esta novela sin llegar a ser irrelevante pues la tensión estuvo muy bien desarrollada.

Suena a que todo va de maravilla.

Y eso pensaba. Hasta que llegó la corrección de estilo.

Esta autora es de esas que tienen excelentes ideas pero una redacción del coño. Y está bien, los escritores no tienen por qué saber escribir, aunque eso mate el misticismo de la literatura. La mayoría de los autores se confunden con los tiempos verbales, no saben acentuar ni puntuar diálogos. Está bien, para eso están los editores. El escritor es esencialmente el artista que crea, la editorial es la que pule.

Aunque claro que existen personas como Axer Frey a las que las erratas hay que buscárselas con lupa, que se apasionan por la escritura al punto en que se desviven por aprender cómo dedicarse a ello mejor que bien. Cómo hacerlo casi impecable.

Pero no es el caso de este autor al que estoy corrigiendo.

La situación es esta: le envié el manuscrito corregido, y claramente la persona puede revisar cada cambio que hice en el texto. Dejé algunos comentarios, en especial para preguntar qué coño de la madre intentó decir en algunas frases que entenderán la autora y su madre, pero es para que respondiera solo esas preguntas. No para que me comentara cada maldita coma que le cambié, y menos con estupideces como que a ella le parece más bonita la palabra «sóla» acentuada.

¡¿A MÍ QUÉ COÑO ME IMPORTA QUE LE PAREZCA MÁS BONITA ASÍ?! ESTÁ PUTO MAL ESCRITO.

Y si fuese un libro autopublicado, donde muchas veces dejan el nombre del editor en anónimo, cedería a sus caprichos siempre y cuándo me pagara. Pero en este caso no sé si raparme el pelo o lanzarme de un edificio, porque es el nombre de la editorial el que está en juego.

No van a decir «Wow, qué feo escribe Banana Azul». No. Dirán: «¿Qué le pasa a la editorial S&S Ediciones, cómo pudo publicar una cochinada así? ¿Quién es el editor de esta cosa? ¿Sinaí Borges? ¿En serio leyó esto? Mi hermanito lo habría editado mejor».

Y sí, he intentado razonar con esta autora. Este es el borrador 4.0 en corrección de estilo. Hemos estado intercambiando comentarios por meses y no llegamos a nada porque ella insiste en que la palabra «emprestar» no está mal dicha porque su abuelita la usaba yo no sé cuándo.

Y no es como si se mencionara en un diálogo para justificarlo diciendo que es el personaje que habla como un marginal. No. Se usa en la puta narración, de un narrador OMNISCIENTE.

En fin, siento que aumento una década en edad cada hora que paso en esta computadora leyendo a esta autora justificar sus aberraciones sin dejarme hacer mi trabajo.

Considero tener una videollamada con una de mis ex tutoras solo para preguntarle qué hacer en este caso. En el máster no cursé El Arte de Tolerar Autores Aberrantes.

—¿Cuál debería usar? —escucho que pregunta una voz detrás de mí.

Me volteo y noto que mi mamá está en la puerta de mi habitación con un vestido negro, descalza todavía, con una parte del cabello a medio secar y el resto en un moño desastroso.

—Mamá —le digo sin rastro de paciencia—, no haremos esto. Te voy a decir que te queda bien, me dirás que tú te sientes gorda, luego vas a probarte quince vestidos más y al final de todos modos te pondrás este. Así que voy a ahorrarme el guión y adelantarme a la parte en la que dices que te ves gorda y yo finjo que te doy la razón.

El rostro de mi madre se retuerce perdiendo su ánimo original. De pronto se mira la barriga, pasando sus manos como si quisiera hacer control de daños con ellas, y luego me mira con horror.

—Yo estaba hablando de los zarcillos, Sinaí. El vestido ya estaba decidido.

Ahora me doy cuenta de que tiene puesto un zarcillo distinto en cada oreja, unos aros dorados y unos pendientes blancos.

—Ah... Lo siento. ¿Los aros?

—¡Dijiste que me veo gorda!

—¡Dije que tú dirías que te ves gorda!

—¡No me sentía gorda hasta que dijiste que me veo gorda! —Mi mamá resopla con malcriadez y se lleva las manos a la cadera—. Tendré que cambiarme el vestido.

—¡NO! Mamá, entendiste mal, yo solo dije...

—Ya vengo.

Entre la autora del manuscrito que debo corregir y mi madre me van a sacar canas vinotinto, en serio.

Mi madre vuelve al rato con un nuevo vestido. Mismo color y mismo largo, pero hecho de encaje.

—¿Este qué tal? —me pregunta.

—No diré nada sin un abogado.

Ella se mira en mi espejo. Primero de frente, luego de espalda, y...

—Asco, no. Parece que la espalda me llega hasta los tobillos. ¿Dónde coño quedó mi culo?

Yo gruño de frustración y ella sale de nuevo a cambiarse.

Mientras se ausenta, pienso en cómo voy a darle la noticia.

No le he dicho a mi mamá que supuestamente volví con Axer ese día en la playa. Pretendo hacerlo, pero ese no era el momento. No creo que mi mala cara de entonces hubiese resultado muy convincente.

Cuando vuelve, ahora con un vestido rojo con un escote casi hasta el ombligo, ni siquiera la dejo abrir la boca cuando le suelto:

CreoquevolvíconAxer.

Ella frunce el ceño. Tiene la boca llena de Doritos —y algunos de repuesto en las manos—, así que balbucea un sonido ininteligible que interpreto como una pedida de repetición.

—¿No me oíste?

Mag len o po a vorarticula con la boca llena.

Si el traductor no me falla, al menos voy a darle puntos de educación por pedírmelo por favor.

—Que... —Me muerdo las uñas, nerviosa. Esto es incómodo—. Bueno, es posible que Axer y yo... Ya sabes. Creo que volvimos.

—¿Qué? —Mi mamá flexiona las rodillas como si le hubiesen fallado, y menos mal no se ha puesto los tacones porque da tremendo salto que casi alcanza el techo de la emoción—. ¡Dios es grande! ¡La fe mueve montañas, marica, yo sabía! Espera...

Los Doritos que lleva en las manos se los mete a la boca de un solo empujón y mastica a las prisas mientras saca su teléfono de entre el escote del vestido.

—¿Qué haces? —inquiero aguantando la risa. Parece que le acabo de decir que Santa Claus es real.

Ella tiene la decencia de tragar antes de decirme:

—Voy cancelarle a la tipa que iba a hacer el amarre si en una semana no había avance.

—¡Mamá!

—Es mentira, hija. Yo le dejo eso a las profesionales —dice con un guiño de complicidad.

—Ja, ja.

—Yo sabía que no era necesario —aclara lamiéndose el condimento del Dorito de los dedos, a la vez que hace un bailecito de victoria estúpido—. Sabía que volverían tarde o temprano.

—¿Cómo puedes saber algo de mi relación que yo no?

Ella me mira con una expresión que grita «¿En serio? ¿Qué pregunta es esa?».

—Hija, ese hombre te ama.

—¿Qué dices? —Bufo—. Cómo podrías saber...

—¿No viste cómo te veía cuando llegó a la playa? Suplicaba porque lo recibieras bien, y tú ahí con tu prodigiosa cara de culo.

—Él era el que estaba llegando, él debía saludar.

—Tú la cagaste, y él fue a saludarnos de todos modos porque no te supera.

Ella lo dice con una actitud jovial, pero yo de todos modos frunzo el ceño y le pregunto:

—¿Tenía que arrastrarme?

—Debiste haber sido amable —repone ella en ese tono tangente que determina que ella es mi madre y no puedo discutir—. Pero ese es tu problema, no te diré qué hacer porque se nota que le gustas tal cual. De todos modos, aunque me dices que volvieron no pareces muy convencida de que él te ame. ¿Cuando lo vas a creer? ¿Es que no confías en él o en que alguien pueda amarte?

Exhalo frustrada y pongo los ojos en blanco para demostrarle que está siendo dramática.

—Nunca hemos dicho esa palabra, mamá. Estás delirando. Él no me ama, y está bien. Estamos jóvenes como para pensar en esas cosas.

—Te ama —repone con seguridad—. Tal vez no sabe cómo decirlo o qué sé yo, pero si algo me queda claro es que no ha faltado en demostrarlo. Quizá el problema es que todavía no te amas tú.

—Mamá, la filosofía para luego.

—Es mi responsabilidad decirte eso, porque de lo contrario seguirás haciéndole daño a ese muchacho por no darle importancia a sus sentimientos creyendo que no existen. Y, por consiguiente, te lastimas a ti. Debes trabajar en eso, hija. Y deberían hablar muy bien las cosas.

—Sé que te preocupas por mí, y te amo por eso, pero... —Suspiro. Ella cree que tiene razón, no puedo culparla por no tener el contexto completo—. Hablaremos. Y no repetiré mis errores pasados. ¿Feliz?

Me sonríe.

—Te amo, mi niña. Ahora... —Empieza de nuevo con ese bailecito irritante—. ¿Cuándo veré a mi yerno de nuevo?

—Tu hija soy yo, así que te conformas, ¿okay? De hecho yo soy la que saldrá. Esta noche, y tal vez no regrese hasta el lunes. Estaré con los Frey celebrando el cumpleaños de Axer.

—¿Ya le compraste un regalo?

—Ehh... No.

—Entonces espera a que le haga unas arepas y se las llevas de mi parte...

—¡Mamá! No voy a ir a la casa de unos millonarios con unas arepas en el bolso. Se las haces cuando nos visite.

Mi mamá resopla y me señala con su mano de uñas recién hechas.

—Si le haces daño te pegaré, ¿okay?

—¡Pero mamá! —chillo por enésima vez en lo que llevamos de conversación—. Tú eres mi team. De hecho, sin ti no hay team yo. No puedes abandonar ahora, soldado.

—Lo siento. —Se encoge de hombros—. Tenía que decirlo para luego poder argumentar que te lo advertí.

~♟️🖤♟️~

Ellos

Sinaí no había pensado en ello hasta esa noche, pero en serio estaba sorprendida de ver a Diana no muerta.

Hasta entonces había pensado que las mudanzas de los Frey implicaban el divorcio automático de Víktor, pero cuando Diana de Frey la recibió en la entrada de la mansión que la familia ocupaba en su archipiélago privado, se dio cuenta de que le faltaban algunos datos para llegar a una conclusión más acertada.

Hizo una nota mental para pedirle el chisme a Axer luego. Si es que lograban tener una conversación decente dadas las circunstancias.

Axer no la había ido a recoger, y ella tampoco propuso la idea, así que un chófer de la familia la había escoltado desde su villa hasta la mansión primero en auto y luego en lancha para llegar al archipiélago.

Diana la saludó con amabilidad, la condujo por un salón distinto a aquel en donde el servicio arreglaba todo para la fiesta, e incluso le hizo un cumplido sobre su ropa.

Sinaí, en un intento por referenciar la primera fiesta en la que se vistió con la ilusión de llamar la atención de Axer, desechó el negro y se armó de blanco. Una falda y un top que en conjunto imitaban la silueta de un vestido, botas que parecían mucho más largas por las medias que alcanzaban sus muslos. Todo blanco. Al fin y al cabo, ese día jugaba para los Frey, aliada con quien hasta entonces había sido su rival favorito.

—Ya debería estar aquí, listo para la celebración —comentó Diana suspirando en frustración una vez llegaron a un living al fondo donde solo había una escalera hacia los pisos de arriba y una puerta a algo que parecía ser un patio.

—Y a mí no me contesta el teléfono —agregó Sinaí.

—No te preocupes. Iré a preguntar a Víktor si ha visto a tu genio —le dijo Diana—. Tú puedes rondar por ahí buscando por tu cuenta. No te preocupes por romper nada. No te van a matar por eso.

Lo dijo en tono de broma, pero Sinaí tragó en seco por el comentario.

«Los Frey le han contagiado su humor», pensó Sina.

Cuando la mujer se perdió escaleras arriba, Sinaí decidió tomar un camino distinto e ir hacia las puertas de cristal al fondo.

Sina estaba tan nerviosa como emocionada. Apenas se había enfrentado a una Frey, y ni siquiera una de nacimiento, y ya se sentía derrotada. ¿No sería lógico que si ella y Axer se amaran tanto él estuviese ahí, entusiasmado por recibirla en su cumpleaños? Al menos le contestaría el teléfono.

Por otro lado, ella no sabía lo que sentía, pero había un revoltijo extraño, como la convergencia del todo que fueron y de la nada que quedaba, ante la idea de pasar la noche del cumpleaños de Axer juntos. Era una perspectiva agradable, pero vertiginosa una vez asumido que tendrían que actuar como novios, cuando lo mejor para ella era intentar olvidarlo.

«Lo difícil no será fingir que te amo, Axer. Lo difícil será recordarme que tú no me amas a mí, y que no debo acostumbrarme a esto».

Resultó que más allá de las puertas de cristal no había un patio como tal, sino una construcción con una piscina a pesar de que al fondo —y no muy lejos— se veía el paisaje eterno de la playa que los rodeaba.

Ahí, se encontró con una escena que la dejó clavada al piso sin posibilidad a darse media vuelta y huir, pues tenía que ver eso.

Al borde de la piscina estaba sentado un hombre sin camisa. Bebía de una cerveza mientras acariciaba distraído a un animal blanco y peludo sobre su regazo.

Era un Frey, sin duda, pero tenía la contextura más grande y musculosa que le había visto a uno de ellos. Sus brazos estaban atestados de tatuajes con distintos matices que iban del gris al negro, su rostro tenía una barba leve de un tono un poco más oscuro que el rubio de su cabello, rapado a los lados y largo arriba.

Sina recordó que Axer le había dicho que desde su ausencia habían pasado muchas cosas.

«Ya veo qué cosas han pasado».

Aunque verlo distrajo a Sinaí un momento, su atención pronto quedó confinada a lo que ocurría dentro de la piscina.

Había un hombre ahí, a mitad de la noche.

El agua parecía fragmentar la luz de la luna, reflejándola en la piel morena del nadador. Al sumergirse de nuevo, Sinaí tuvo un vistazo a su espalda tatuada con enredaderas y espinas que escalaban hasta su nuca, como si alguna fuerza demoníaca estuviese reptando por su piel, manifestándose como una maldición sobre ella.

Y era interesante, sí. Un hombre atractivo de cuerpo privilegiado, bañándose semi desnudo bajo la luz de la luna. Pero habría quedado así, Sina habría podido seguir su camino sin más. Pero es que, además, el tipo estaba nadando con una serpiente enorme que se enroscaba en su cuerpo como un monstruo marino que en apariencia podría asesinarlo solo con decidirse a apretar.

«¿Quién es este hombre y qué mierda tiene en la cabeza para verse tan cómodo en esa situación?».

—Hey, tú.

Sonrojada por la vergüenza de haber sido descubierta buceándose al buceador, Sina sacudió su cabeza y la giró hacia quien la llamaba.

Era el rubio sentado en la piscina, quien alzaba una cerveza como ofreciéndosela.

—¿Quieres una?

—No, yo...

«Diría que sí, pero no sé quién eres, y dudo que a mi supuesto suegro le agrade verme aquí con dos tremendos hombres apenas vestidos».

—¿Quién eres? —decidió preguntar Sina, saltándose la excusa.

—No. ¿Quién eres tú? —demandó una voz distinta y menos amigable. La del hombre que en ese momento acariciaba la bestia sobre sus hombros.

Sina lo miró, intentando replicar la altivez que saldría de ella con cualquiera que la tratara de tal forma —en especial cuando ella no se había dirigido a él—, pero no sabía si le saldría del todo. Había algo en ese hombre que inquietaba, empezando por la idea de verlo tan cómodo junto a un animal tan aterrador.

—Yo pregunté primero —repuso ella al fin.

—Pero yo tengo más interés en conocer tu respuesta.

Sina miró de reojo al rubio, que parecía expectante, pero no hacia ella. Miraba al hombre en la piscina como si quisiera asegurarse de mantenerlo bajo control.

«Con que tú eres la correa de la bestia», concluyó Sina.

—Sinaí —dijo al fin ella en dirección al de la piscina—. Ese es mi nombre.

—Pero no pregunté tu nombre, ¿o sí? —discutió él con la misma severidad expectante que hizo sentir a Sinaí evaluada y reprobada—. ¿Quién eres?

Él se movió un poco por la piscina, lo que hizo que ese nuevo ángulo reflejara la luz de la luna sobre sus ojos. Eran grises.

—Soy la novia de Axer —respondió sin rodeos, porque eso se suponía que era—. ¿Está él por aquí?

Aunque los labios del desconocido permanecieron inmóviles, sus ojos sonreían por él en una especie de burla.

—¿Me parezco al fenómeno de tu novio?

Sina quería replicar, defender a Axer, pero no podía. No le gustaba lo que sentía con esa persona frente a ella, la dejaba inmóvil y hacía que sus palabras temieran por salir.

—No está aquí —atajó el del otro lado. Su español se entendía, pero tenía mucho acento, como el de Helsinki de La casa de papel—. Y yo soy Dominik. Es un placer al fin conocer a mi cuñada.

—Al fin una maldita persona normal en esta familia que puede decir la palabra «cuñada» sin vomitar.

A Sinaí le salió ese comentario sin pensarlo, como solía suceder con cada metida de pata que cometía, y enseguida sintió que se le acaloraban hasta las orejas.

Pero el tal Dominik no parecía ofendido. De hecho, se rio, libre y con ganas, justo ahí delante de ella.

Eso la alentó.

—Un Frey que no es mezquino con sus risas —señaló con agrado—. Esto sí es novedad.

—Yo soy el Frey buena onda.

—Pensé que esa era yo —bromeó ella, quien ya había decidido que ese hermano le caía bien.

—Lýkos —interrumpió el de la piscina, pronunciando la palabra en un idioma que Sinaí desconocía—, tal vez esta noche no resulte tan aburrida después de todo.

—Para, Najash —ladró el otro en un tono de advertencia.

—¿Ese es tu nombre, entonces? —indagó Sina en dirección al de la piscina—. ¿Najash?

—No para ti —respondió el aludido.

—¿Cómo debo llamarte yo, entonces?

Él la miró directo a los ojos.

—Depende. ¿Qué edad tienes?

—Veinte —respondió ella con el ceño fruncido, confundida pero intrigada.

—Entonces pregúntame después de las doce.

—Basta —cortó Dominik con firmeza, y procedió a decir unas cosas en ruso que Sinaí no entendió, lo que claramente era la idea.

«No me está coqueteando... ¿O sí? Le dije que soy novia de Axer y estamos en su casa junto a su hermano. Nadie podría ser tan descarado, ¿verdad?».

—¿Por qué te bañas con una serpiente? —preguntó Sina de la nada dejando salir su curiosidad.

El hombre de la espalda tatuada volvió su atención a ella, una ceja arqueada y un gesto carente de amabilidad agriando su mirar.

—Es que no había dragones en la tienda.

—Bueno... ¿Okay?

—Acércate.

Sinaí miró de reojo a Dominik, quien hacía justo lo mismo en dirección al otro, alerta.

No sin cierta aprensión, ella movió sus botas un único paso al frente. Miró a los ojos grises del hombre en la piscina, pero no parecían satisfechos, así que ignorando todo el miedo que atenazaba su vientre, se acercó más. Dejó apenas unos diez centímetros entre su calzado y la orilla.

—¿Ahora qué? —inquirió ella con altanería—. ¿También vas a invitarme una cerveza?

—No. Date la vuelta.

Dominik parecía más tenso que nunca, pero no hizo absolutamente nada, aunque no apartó la mirada de la escena.

—¿Por qué? —preguntó ella.

—Porque te lo estoy pidiendo.

—No es respuesta suficiente para mí.

—Date la vuelta. —Él ladeó la cabeza ligeramente, sus ojos entornados un poco más, creando más sombras en la mirada que le dedicaba—. Compláceme.

Una sensación extraña recorrió a Sinaí desde sus tobillos, pasando por su espina dorsal como un escalofrío, y asentándose en lo bajo de su abdomen. ¿Era miedo? ¿Era curiosidad? Sea lo que sea, y ya que no escuchó ninguna objeción de parte de su cuñado, le dio la espalda a ambos, su rostro en dirección a las puertas de cristal que conducían a la mansión.

—¿Y bien? —cuestionó, sintiendo que la expectación, los nervios y la incertidumbre le estaban quemando la piel desde atrás, aunque su voz supo disimularlo.

El tipo de la piscina dijo algunas cosas en un idioma extraño, a lo que Dominik le respondió apenas un par de palabras.

El por qué quería que se pusiera de espalda y qué pasaba entre ellos mientras Sina estaba así, quedaría en incógnita, porque la única respuesta que recibió ella fue:

—Puedes irte.

Sinaí se giró de nuevo para encarar al hombre en la piscina.

—No dije que me quisiera ir —repuso.

—Ni yo que quiera que te quedes.

—¿Y si no me voy?

—Me estarías dando permiso para arrastrarte.

Las cejas de Sinaí se alzaron, sus ojos disimulando muy poco el desconcierto.

¿Estaba entendiendo todo mal?

Ella ni lo pensó y comenzó a caminar en dirección a la salida, escuchando desde atrás la voz de Dominik que le gritaba:

—¡Ha sido un placer!

Cuando la chica se hubo perdido dentro de la casa, Dominik se volvió hacia Azrel con una expresión muy poco amistosa.

—Te voy a matar —le dijo.

Azrel lo miró.

—Ella está soltera, ¿o no?

—Ella, sí. Pero tú no.

—De hecho yo sí lo estoy.

Dominik arqueó ambas cejas.

—Quiero que repitas eso delante de Poison.

Azrel Mortem sintió un escalofrío en ese momento que nada tenía que ver con la brisa de la noche, o con el agua, pues la piscina tenía calentador.

—Preferiría meter el brazo en la boca de la serpiente, si no te importa.

—Entonces, ¿qué fue todo eso?

Azrel salió de la piscina, dejando la serpiente en ella y sentándose junto a Dom. Aceptó la cerveza que le daba Lesath, mirando en dirección a las puertas por las que había salido la presunta novia de su primo.

—Solo quería entender.

—¿Por qué lo hizo él? —aventuró Dom, pues él también se había hecho esa pregunta.

—Sí —aceptó Azrel—. Tienes que admitir que es una duda razonable.

Dominik asintió. Más que razonable, diría él.

—¿Y bien? —le preguntó el ruso—. ¿Qué piensas?

Azrel volteó hacia su primo, al que consideraba como ya jamás volvería a considerar a su hermano.

—¿Qué piensas tú? —contraatacó.

—Ah, no —negó Dom con el comienzo de una risa temblando en su voz—. No me harás hablar de la ex novia de mi hermano, ahora novia falsa.

—No seas estúpido. Dime.

Dom miró hacia el lugar en donde había estado ella y luego de un rato de repetir el recuerdo de su imagen, se encogió de hombros.

—No lo sé, está... ¿Bien?

Azrel entornó los ojos, un gesto que siempre presionaba a Dom, pues era su manera de instarlo a gesticular una respuesta que ya conocía.

—Está bien —enfatizó el ruso—, pero tiene que haber algo más.

Azrel asintió.

—¿Tú qué piensas? —indagó Dominik, curioso.

—No diré nada que puedas usar en mi contra.

—¿Ahora quién es el estúpido? Dime.

—Ella... —Azrel divagó un momento con la mirada perdida en la puerta y volvió a beber de su cerveza—. La forma en que me obedecía...

Relamió la cerveza de sus labios y no dijo nada más. En cambio siguió bebiendo, un trago tras otro, como si se hubiese olvidado del resto de su frase.

—Estoy esperando que continúes hoy, ¿sabes? —presionó Dom con impaciencia.

Azrel se volteó a mirar a Dom con una especie de sonrisa en el rostro.

—Creo que subestimé al fenómeno de tu hermano.

—No, ¿en serio? Pensé que lo habías notado cuando me resucitó luego de que ustedes me mataran.

—No de ese modo, me refiero a... Creí que era virgen. Sin ofender a los vírgenes.

Dominik estalló en risas apenas las palabras fueron registradas por sus oídos. Se rio hasta quedar sin aliento, pues era lo último que esperaba escuchar. Tal fue su arrebato que terminó empujando a Azrel de vuelta al agua.

—Eres un imbécil, Najash —dijo Dom desde la orilla mientras Azrel salía a flote.

—No te arrastro conmigo al agua porque sé que le tienes miedo a mi mascota.

—Qué generoso de tu parte —dijo Dom extendiéndole la mano para ayudarlo a regresar arriba.

Azrel le ignoró y se subió por su cuenta, de vuelta a su lado.

—Entonces, ¿qué viste en ella que aboga por la vida sexual de mi hermano? —siguió Dominik.

—Esa chica, Lýkos, no se conformaría con cualquier cosa. Esa maldita mirada suya te reta a llevarla un límite que... —Azrel respiró con pesadez—. Si está tan loca por tu hermano, es porque él lo supo aprovechar. Y no sigo porque no quiero profanar la imagen de tu cuñada diciéndote todo a lo que me incita su maldita obediencia.

—De hecho, mejor no sigas porque no creo poder mentir si Poison decide interrogarme al respecto.

—Una palabra y te mato, ¿de acuerdo? —condenó Azrel señalando a Dom con la cerveza—. Aunque no me molesta la idea de una pelea. Tal vez eso me dé la oportunidad de una cogida, al menos de reconciliación.

—Yo no me preocuparía por eso esta noche, sino porque te comportes cuando veas a Aaron. No tiene que parecer que lo conozcamos así que nada de decirle zancudo.

Azrel, completamente tomado por sorpresa, frunció su ceño.

—¿Ver a Aaron? ¿En qué momento?

—Es que lo invité a la fiesta.

—¿Por qué harías...?

—Por Axer, imbécil. Son buenos amigos.

—Aaron no es de tener amigos, es de tener ganas.

—Bueno. —Dom movió la cabeza de forma dubitativa—. Eso.

—Ah —espetó Azrel—. Con que de eso se trata.

Entonces fue el ruso quien frunció el ceño.

—¿Qué?

—Ahora tienes secretos con tu hermano.

Dominik enterró el rostro entre sus manos y resopló con fuerza contra ellas.

—¿Cómo te soporta Poison? —bramó el ruso en una especie de plegaria, todavía entre sus manos.

—Ella dice que por mi sonrisa, pero tal vez se deba a los revolcones de placer que la dejan al borde del desmayo. Tú decide.

—Ah —Dom alzó el rostro con un gesto burlón—, ¿ya llegamos a esa parte de nuestra relación en la que no te molesta decir «Poison» y «revolcón de placer» en una conversación conmigo?

Azrel miró a su primo de una manera violenta que describía en silencio su posible asesinato. Esa insinuación de Dom le trajo recuerdos de Parafilia que había querido enterrar, pero no podía.

Por cambiar de tema y garantizar su supervivencia, Dom dijo:

—No tengo secretos con nadie, imbécil. No hay misterio en lo que hice. Invité a Aaron precisamente por la naturaleza de su relación con Axer.

Azrel entornó los ojos, escéptico.

—¿La supuesta novia de tu hermano está aquí y se te ocurre invitar a la misma fiesta al tipo que le está soplando el bistec?

—De nada.

Azrel arqueó una ceja.

—Acabo de garantizarnos una noche interesante —explicó Dom.

Azrel se echó a reír y, negando con la cabeza, se pegó nuevamente a su cerveza.

—Eres mi condenada alma gemela, Dominik Frey.

—Sí, sí, no me vayas a besar, por favor. No quiero volver a lanzarte al agua.

Azrel negó, todavía sonriendo. Pasaron así un segundo de silencio hasta que Dom hizo la temida pregunta.

—¿Crees que venga?

Azrel contuvo la respiración solo para no dar pie a su cuerpo a delatarlo con sus reacciones.

—Estoy esperando eso con todo mi ser —respondió—. Nunca había deseado nada con tanta fuerza.

—Pero... Cuando venga y nos vea... Y te vea. Lo sabrá. Lo sabrá todo. Tal vez no enseguida, pero cuando suceda no le quedará duda.

—Lo sé. —Azrel volteó a ver a Dom a la cara—. Cuento con ello.

Dominik suspiró.

—¿Estás bien? —le preguntó a Azrel.

—Siempre.

—A otro lobo con ese hueso, Najash.

—No —reconoció el griego—. Estoy cagado, pero eso solo me incita más. No puedo tener miedo, Dom. A nada. A nadie. Por eso necesito que me vea.

Dominik le puso una mano en el hombro a su primo y apretó.

—Ya este es el último que te queda.

—Exacto.

—Entonces vamos a arreglarnos —zanjó Dom poniéndose de pie—. No queremos parecer estrellas porno en el cumpleaños de mi hermanito.

—Yo sí quiero.

—Otro así y te acusaré con Poison, ¿de acuerdo? No voy a hacer de abogado del diablo.

—Soplón de mierda —gruñó Azrel y se fue detrás de su primo.

~~~

Nota:
Si este capítulo llega hoy a 2k de comentarios, subiré mañana otro a esta misma hora. Así que está abierta la opción al maratón. Eso sí, no se olviden de votar y los comentarios en los párrafos, tramposos. Que la ilusión para mí es ver sus reacciones a lo que estos dicen, si fuera por números les pido más y los dejo que comenten puntos a lo loco.

Ahora... YA HUELEN QUE SE VA A PRENDER ESTO, ¿NO? No le puse condón pero ya se viene. ¿Qué les pareció este capítulo?

Por cierto, que Sinaí sea editora y tenga su propia editorial me da como una piquiña en los dedos de la emoción por escribirla. Ustedes saben que yo vivo de la escritura, este es mi universo, así que poder mostrar un poco de este mundo en mis libros es éxtasis para mí.

Ahora sí, les amo. Un besotee.

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