16: Los ángeles de Poison
Previamente...
—Lýkos, en serio quiero darle todo a esta mujer. No la cagues —dijo la voz de Azrel por el auricular, llamando «lobo» en griego a Dominik mientras esperaban el momento de accionar.
El griego estaba en la residencia de Turks and Caicos en donde creía Verónika que Dom y Azrel vivían juntos esos meses. Era imprescindible que permaneciera ahí pues, si las deducciones del equipo resultaban acertadas, los hermanos Frey asumirían que Azrel tendría información sobre lo que estaba por suceder con Dominik. Por consiguiente, lo buscarían para interrogarlo.
—¿Cómo podría cagarla, Najash? —inquirió Dominik usando el nombre que le había dado a su primo hacía más de una década, cuando esperaban tener un futuro en Dengus e ilusamente escogieron nombres para sus nuevas vidas. Najash era «serpiente» en hebreo—. ¿Muriendo?
—Exacto. Evita esa posibilidad, ¿quieres? No me vas a costar mi futuro con la princesa veneno.
Dominik rio por lo bajo, el sonido perfectamente captado por el auricular.
—Admite que te preocupas por mí.
—¿Y luego nos abrazamos? Sentimental de mierda. Solo no te mueras.
—Axer es el mejor en su rubro. Yo no me preocuparía por eso.
—Cuando desaparecimos él tenía... ¿cuántos? ¿Trece años? Perdóname por no confiar en tu juicio basado en la remota interacción que tuviste con un mocoso de apenas edad para conocer a Manuela.
—Tenía trece y ya se había graduado de secundaria y cursaba su carrera como biólogo. Y Verónika no despotrica sobre su trabajo, lo que es exactamente lo mismo que admitir que es impecable —discutió Dom.
Lesath le saltó encima en ese momento, lo que generó en Dom una ola de desasosiego a la que se había creído inmune. Se despidió del lobo blanco intentando acallar esa asquerosa presión en su pecho; pero él estaba inquieto, como si pudiera prever lo que iba a hacer y quisiera disuadirlo. Era el único que lo hacía reconsiderar la misión.
Si a Dom le pasaba algo, ¿quién cuidaría de su amigo?
—Najash... —empezó a decir Dominik.
—No —cortó Azrel, quien ya había escuchado el ladrido de Lesath y conocía demasiado bien a Dom como para prever lo que iba a decirle—. No voy a cuidar tu mascota de mierda. Vuelve y ocúpate tú.
—Yo también te quiero, hermano. Descuida, no me voy a morir.
Dom se quitó el auricular y dejó a Lesath con Aaron para él subir por fin al taxi que lo llevaría hasta el lugar del supuesto ataque.
Una vez en el callejón con la dirección exacta para estar más cerca de Frey's empire que de cualquier hospital estándar, se paró junto a Poison.
No era Poison abiertamente, sino ella vestida como una mujer mucho más madura con un estilo desaliñado y poco alentador. Como si se hubiese puesto lo primero que consiguió en su anticuado guardarropas para ir a recoger a sus cuatro hijos al colegio.
—Lo voy a hacer yo —le anunció Poison por lo bajo.
—Creí que habíamos quedado en que yo mismo me provocaría la herida.
—Es mucho riesgo, puedes dañar algo importante.
—¿Sí sabes quién es mi padre, no? Creo que conozco suficiente anatomía para no clavarme el cuchillo en el hígado.
Poison volteó a verle, e incluso a través de los lentes oscuros su mirada parecía estrangular con su poderío indiscutible.
—Yo llevo guantes, tú no. Yo puedo guardarme en el bolso la navaja mientras llega la ambulancia y me hago la cooperadora y horrorizada, ¿y tú? No. Tendrías que llevar el arma contigo o dejarla caer, y en cualquiera de los casos la descubrirían. También existe la posibilidad de que al sentir el dolor infligido por ti mismo, te detengas o te desvíes, lo cual podría ser fatal. Yo seré certera, rápida y sin arrepentimientos. Y, por si te faltan motivos, mientras tú has estado viviendo como un libertino, yo pasé mi vida en misiones que requerían que supiera cuándo herir pero no matar, así que tengo más experiencia que tú en esto. Yo lo haré. ¿Alguna otra objeción?
—Ninguna, jefa.
—Cuando estés dentro, no hables. Solo balbuceos ininteligibles. No respondas a sus órdenes verbales, en especial si te piden mover alguna parte del cuerpo. Tu respuesta ocular ya será demasiado delatora. Solo así podremos simular la contusión.
—Lo sé.
—Ten. —Poison le extendió una píldora—. Ponla en tu boca, pero no la tragues hasta que estés fuera de la ambulancia. Eso provocará la arritmia, y queremos que la trate tu hermano, no cualquier paramédico.
—¿Cómo justificaré el ataque cardíaco sin el golpe?
—Oh, por eso no te preocupes.
Poison se desplazó, desempeñando una especie de llave en contra de Dominik que le daba los puntos de anclaje justos para —al empujarlo usando todo su cuerpo como impulso— estampar su cráneo contra la pared.
—Maldita —gruñó Dom, llevándose los dedos al golpe y descubriéndolos manchados de sangre.
—Fui todo lo gentil que pude. —Poison le acarició el hombro con un dedo en consuelo—. Bien, Dom. Estás a nada de unirte a mí en el club de los retornados por Axer Frey.
—Calla y deja de coquetearme, no quiero que Azrel nos asesine antes de ver a Dain de rodillas.
Poison puso los ojos en blanco.
—Yo de verdad odio a los hombres —bramó ella en una especie de epifanía derrotista—. No sé qué karma estoy pagando como para que el todopoderoso me condenara a la bisexualidad.
Dominik aguantaba las ganas de reírse. No era un profesional en el engaño como sus demás aliados, pero tenía práctica con la cara de póker, para su suerte, porque pocas cosas agradables pueden resultar cuando de quien quieres burlarte es tu jefa, y esa jefa es la monarca del veneno y las mentiras.
Mientras, Poison marcaba el número en su teléfono desechable para hacer la llamada.
—Tengo una orden para ti —le contestó Azrel en un tono grave e íntimo.
—No es el momento —cortó ella—. Comunícame con el número de emergencias.
—Lo haré. En cuanto tenga tu consentimiento verbal grabado.
—¿Consentimiento para qué?
—Para raptarte apenas tenga una noche libre.
—Enfócate, griego. Es tu primo el que se desangra mientras tú coqueteas.
—Mi pequeña mentirosa, no juegues con excusas como esas. Sé que no lo has apuñalado, quedamos en que lo harías cuando la ambulancia estuviera en camino.
—Maldita sea con los hombres de mi vida hoy —refunfuñó Poison alejándose el teléfono de los labios un momento y resoplando.
Cuando volvió a acercarse el teléfono, abriendo sus labios para decir algo más, justo escuchaba una voz al fondo decir:
—Si no trae confleys más vale que le pases mi renuncia, me están explotando en esta mierda de plan.
Las cejas de Poison se alzaron al reconocer la voz, y entonces preguntó al teléfono:
—¿Estás con Aaron?
—¿Cuál Aaron? Yo solo escuché un zancudo.
—Azrel —pronunció Poison a modo de sentencia.
—Repítelo así, amor. Una vez más, y exactamente en ese tono. Lo grabaré y reproduciré cuando me hagas falta en casa de los fenómenos.
—Sé que soy el nuevo, pero dadas las condiciones de trabajo y con el agravante de tener que soportar sus conversaciones eróticas, creo que me merezco un aumento —interrumpió Dominik.
Poison se quitó los lentes de sol y le lanzó a Dom una única mirada cuya severa naturaleza zanjó el asunto y mantuvo el silencio del ruso.
—Azrel, dile a Aaron que si no lo consigo en la maldita pista del helicóptero cuando yo regrese, voy a decirle a su amiguita lo que estuvo haciendo en la oficina de su padre con ya sabes quién.
—Estás en altavoz.
—Y espero que sepas que me siento muy ofendido —agregó Aaron más atrás.
—Y tú que no me importa una mierda, bebé. Ahora aléjate, quiero decirle cosas sucias a tu padre que solo podemos escuchar los adultos.
—Ya no estás en altavoz —dijo Azrel al momento—. ¿Me vas a amenazar a mí también?
—No.
—¿Estás molesta?
—No.
Dominik alzó los ojos al cielo y le arrancó el teléfono de las manos a Poison, dejándola anonadada y petrificada. El ruso se aprovechó de esa brecha de consternación para hablarle a su primo en su lengua natal, que era la que mejor le fluía cuando quería insultar descendencias.
—Aunque tu princesa no me haya clavado todavía el maldito cuchillo, me duele la hijo e' puta cabeza y estoy sangrando como un condenado cerdo. No me quiero morir antes de tiempo, Najash, ¿sabes?
—Pásame a Poison.
Dominik le extendió el teléfono a Poison.
—Voy a comunicarte con emergencias —dijo Azrel a su mentirosa—, Dominik tiene el periodo.
—Justice.
♟️🖤♟️
Ahora...
Axer necesitaba hablar con alguien.
Ya tenía a su hermana de aliada por si a su padre se le ocurría hacer cualquier indagatoria con respecto a Gabriela —cosa que hasta el momento no había pasado—, pero no podía explicarle nada de lo sucedido con Sinaí.
A Vero le contó exactamente la misma historia que a su padre sobre Gabriela Uzcátegui, y le pidió que lo cubriera con el asunto de la rescisión sin explicarle por qué era vital ese detalle.
Verónika sabía que Axer y Sinaí estaban en muy malos términos en su relación, lo supo desde el día en Venezuela en que él la llamó para que le avisara a Sophie que la quería en su equipo, pero la única explicación que le dio Axer fue que él sospechaba de un supuesto amorío entre Sina y Aaron, quedando así como un vengativo.
Su hermana le había recomendado quinientas veces que le terminara a Sinaí, pero Axer la escuchaba poco o nada para al final morderse la lengua cuando Vikky lo llamaba «cabrón».
Aleksis... Bueno, Aleksis era Aleksis. No había hecho más preguntas desde la última cena con Sinaí en Venezuela.
Víktor Frey, sí. Quería saber por qué Axer insistió tanto en llevar a Sinaí a Turks and Caicos si una vez ahí no la había llevado ni a saludar la familia.
Fue una pregunta esporádica y fugaz. Pero Axer conocía a su padre, y sabía que esa interrogante dispersa y en apariencia inofensiva no era más el preámbulo a una demanda que daría paso a una tensa conversación.
Por ello le mintió, reiteradamente, al decir que Sinaí estaba haciendo unos cursos extras de edición y que estaba saturada de trabajo con la editorial esos meses, por eso apenas se veían cuando Axer decidía visitarla.
Su vida sería más sencilla si pudiera decirle a todos que su relación había terminado de raíz. Que Sina le había mentido y estafado, y que de preferencia evitaran mencionar su nombre, apellido, nacionalidad, color de cabello o cualquier tipo de referencia cuyo génesis le recordara a ella.
No lo hacía porque estaba seguro, sin espacio a duda, de que Víktor Frey no dejaría ilesa a Sinaí Borges si llegaba siquiera a sospechar con bases sólidas lo que ella había hecho contra su empresa, a costa de su hijo, e involucrando a un Jesper.
Aunque puede que Sinaí no llegara a dimensionar la gravedad de su situación, Axer lo tenía terriblemente claro.
Era su única tranquilidad: si su padre supiera la verdad, definitivamente no estaría guardándolo para sí. El mundo no estaría con tal calma.
Así que, incluso cuando él y Sinaí habían terminado, mientras él aseguraba odiarla y no querer verla, seguía protegiéndola.
Por eso, necesitaba hablar con alguien.
Y lo hizo.
No sobre lo de la estafa, era más sobre lo que quedaba de él luego de haber fracasado en su primera relación.
Una semana atrás le había dicho a Dominik que la novia de la que todos hablaban de hecho ya no era su novia.
Ese día llegó de su jornada laboral y fue directo a la habitación de su hermano mayor, para encontrarlo rojo hasta las cejas de tanto reírse en silencio mientras le daba una paliza a su primo en Mortal Kombat.
Azrel Mortem veía la pantalla como si la aborreciera, con sus ojos encendidos de inclemente letalidad mientras sus dedos posesos masacran el control.
Ya habían dañado dos en lo que iba de mes.
El round acabó definitivamente con la derrota de Azrel, que depositó con exceso de fuerza el control a su lado en el puff.
El lobo de Dominik, Lesath, abrió la cava donde guardaban el hielo y tomó una cerveza del interior entre sus fauces para llevársela como premio al ganador.
—Más vale que me des una, Lýkos—le dijo Azrel en inglés a Dominik, a quien seguía sin dársele del todo bien el español.
A Víktor Frey no le gustaría escucharlos. Quería que su hijo practicara el idioma, no toleraba que ningún Frey tuviera carencias de ese tipo.
—No creí que fueras de los que aceptan premios de consolación —se burló Dom lanzándole su propia botella y dándole la orden en ruso a Lesath para que fuera por otra.
—Cierra la boca, no fue un juego en igualdad de condiciones y lo sabes.
—Escogimos al azar —discutió Dom.
—Me tocó una mujer.
—¿Y? —Dom volvió a reírse—. Yo soy el que debe estar alegando inequidad, tus tetas me distraían.
Axer puso los ojos en blanco. No soportaba ver a esos dos interactuar, sentía que presenciaba monos en una competencia para demostrar quién se sacaba más pulgas.
Carraspeó, a lo que Azrel volteó a verlo con su usual y desganada mirada de «no me importas una mierda, cerebrito».
En defensa de Azrel, el sentimiento era alentado por las miradas del ruso que tal vez disimulaban muy poco su reprobatoria sobre la calidad de sus conversaciones.
—Requiero un lapso de tiempo, de preferencia privado, para conversar con mi hermano —dijo Axer con alarde de petulancia para irritar a su primo.
Azrel se volteó hacia Dominik y le susurró:
—¿Traducción?
Dom aguantó las ganas de reír y le dio un golpe en el hombro a Azrel.
—Déjanos, yo te llamo luego.
—Si lo puede decir con tres palabras lo dejo en paz un mes.
—No te preocupes, lo puedo decir con menos —atajó Axer—, ¿la semiótica de este signo te es lo suficientemente clara?
Axer le mostró el dedo medio, gesto que Azrel replicó con un obsceno movimiento hacia arriba antes de salir por fin de la habitación.
—No seas tan duro con él —le dijo Dom en ruso a su hermano—, si a ti te gustara cualquier cosa relativamente normal tendrían más posibilidades de tener algo en común. No es su culpa.
—De hecho estaba siendo amable.
El mayor se rio de nuevo, aunque Axer lo dijo con total seriedad.
Dominik —a pesar de los tatuajes, los piercings y los lados rapados de su cabeza— era de todos los Frey el menos reacio a reír, sonreí y a actuar como un ser humano, básicamente.
De hecho, no parecía molestarle mostrar afecto físico pues siempre estaba haciéndole cariño a Lesath. Es cierto que se la pasaba peleando con Azrel, sí, pero al final terminaban en el piso lamiéndose y besuqueándose la cara para provocarse asco mutuo.
Eran raros, sí. Axer no los había visto usar guantes ni una sola vez desde que Dom se mudó con los Frey y las visitas de Azrel se volvieron frecuentes.
Axer pensó en sentarse donde había estado Azrel para estar más cerca de su hermano, pero nada más pensarlo inició una comezón en su piel y una compulsiva secuencia de preguntas de su mente sobre los riegos de compartir superficie con un hombre cuya higiene desconocía.
Así acabó sentándose al otro extremo de la habitación, y Dominik, obstinado pero conociendo a su hermano, lo siguió y se sentó a su lado para no tener que gritarse las cosas.
—¿A qué debo el honor de tu visita? —cuestionó Dom con ese humor anímico de colegas que Axer asociaba con una «facilidad social», lo cual se le antojaba anómalo viniendo de un Frey.
Hablar con su hermano mayor encendía en él un hambre académica, creando la necesidad de estudiar su mente por horas.
Aleksis había dicho lo mismo en la cena pasada.
—¿Recuerdas la chica del tatuaje? —le preguntó Axer con cierto nerviosismo interno.
—¿El gato?
Por la expresión que puso el menor, Dominik prefirió abstenerse de exteriorizar la gracia que le había hecho su propio chiste.
—De acuerdo, tu ex novia. ¿Qué pasa con ella?
—La vi hoy.
Dom abrió los ojos comprendiendo la gravedad del asunto, y pidió a Lesath en ruso que fuese por otra cerveza.
—Bien. Dada la naturaleza de nuestra conversación acabo de concluir, lógicamente, que no podremos continuar sin esto —dijo extendiéndole la cerveza a Axer.
—No, gracias —rechazó Axer con visible desagrado—. No me gusta la cerveza.
—Está fría —discutió Dominik con antipatía, como si fuese un argumento concluyente en sí mismo.
—Ni aunque la hicieras brillar al sol me resultaría menos desagradable.
Al mayor, de mejillas hundidas y rasgos más rudos, le brillaba el rostro entero con un gesto insinuante.
—Ya pasas tanto tiempo con ese Jesper que los chistes de vampiros te salen por defecto.
En ese momento Axer pensó que tal vez había estado contándole demasiadas cosas a su hermano mayor.
Y es que con Dom era fácil sentirse cómodo. Eran irremediablemente distintos, pero sus crianzas habían sido iguales. Dominik tenía el suficiente contexto para comprender a Axer y sus conflictos, y la suficiente libertad mental como para no juzgarle porque le gustaran los colmillos de un chico que al que objetivamente no soportaba.
—No paso demasiado tiempo con nadie —se defendió Axer entre dientes—. Ni siquiera he visto a Aaron desde que fui a Malcom.
—Mi consejo es que cojan.
—No te pedí consejo sobre él, Dom —espetó Axer de mal humor.
Dominik se encogió de hombros.
—Ese era gratis.
Lo que Dominik no decía es que esperaba que, si al fin Axer cedía ante Aaron, tal vez el maldito zancudo dejaría de hablar por medio minuto de las tremendas ganas que le tenía. Poison, Azrel y él mismo habían empezado a considerar el suicidio colectivo a raíz de su perorata.
—Este es serio, Dom. Necesito un consejo sobre otra cosa.
—Tu chica.
—Dejémoslo en «Sinaí».
—De acuerdo. La viste hoy, ¿y qué pasó?
—Y quiero invitarla a esa cosa.
Dominik silbó y decidió que él sí necesitaba un trago, así que se bebió su cerveza en una sola ronda antes de responder:
—No hagas eso. Es tu decisión, y sería lo mejor para todos, pero... ¿Y para ti? —Dominik en realidad sabía más de esa situación de lo que le hacía creer a Axer pues Poison y Aaron ya habían hablado sobre lo que Sinaí le hizo a su hermano y saberlo solo afianzaba su opinión al respecto, aunque no pudiera justificarla del todo—. Ella no te hace bien.
—Pero...
Axer se mordió la boca y durante un momento sus pensamientos parecieron oscilar lejos de esa habitación, más cerca de esa ambulancia, directo al momento en que bajó y la vio a ella abrir la puerta; con sus botines enormes, sus mallas negras que cubrían sus piernas hacia arriba hasta el borde de esa falda de colegiala a cuadros rojos, idéntica a la corbata que llevaba abierta encima del top negro.
De pronto, la forma en que Axer se mordía se convirtió en lo único que detenía a sus labios de acabar en una sonrisa.
—Ella tenía una camisa negra —dijo en un hilo de voz.
—Sé que me he perdido casi una década, Vik, pero la última vez que comprobé arruinaste unas navidades porque nuestra tía te regaló una camisa justo de ese color.
Axer no pudo evitar reír con ese recuerdo. Fueron tiempos hermosos.
—La camisa no importa —explicó Axer—. Importa el estampado que llevaba.
—¿Porque era blanco?
—Porque era la ecuación de Schrödinguer.
Dominik asintió, con el impulso de idiotez latiendo en sus sienes, a nada de preguntar «Y... con eso, ¿cómo te sientes?» ya que se sentía justo como el personaje de Lindsay Lohan en Un viernes de locos.
Axer negó para espabilarse. A Dominik le faltaban unas seiscientas páginas de contexto para entender esa referencia, incluso sabiendo que se había tatuado «Schrödinguer» por ella.
—Tiene el cabello azul. Todavía.
—¿Y?
—Que se ve hermosa.
Dominik jamás pensó que escucharía a su hermano decir con tanta libertad nada semejante sobre ninguna mujer.
Sobre ningún ser humano, de hecho.
—Sí estás enfermo —concluyó.
—¿Debo buscar ayuda?
—No es discutible. Pero, tal vez...
—¿Qué?
—Quieres que te diga que deberías invitarla para sentirte menos imbécil por tomar esa decisión deliberadamente luego de todo lo que pasó entre ustedes, ¿no?
—Es que no la conoces, Dom.
—¿Tú la conocías?
Eso le dolió a Axer, porque la respuesta más honesta era un no.
—Invítala si quieres —siguió el mayor—. Hay un proverbio en la biblia que me gusta mucho y dice: si te hace daño, ahí no es, pero puedes quedarte un ratico, ¿no?
Axer entornó los ojos.
—No creo que hayamos leído la misma biblia.
—No creo que hayas leído la biblia, así que no puedes opinar.
—Soy biólogo, Dom. ¿Con qué base sostendría la teoría de la evolución si no entendiera la religión para refutar el creacionismo?
—Te escuchas como Aaron cuando se me ocurrió usar años luz como una medida de tiempo y no de espacio.
Axer sonrió por dentro, a su pesar, por lo que por fuera no pudo más que bufar.
—Ya en serio —agregó Dominik—. Si quieres invitarla, hazlo. Es lo mejor dada tu situación, pero en ese caso me lo pones extremadamente fácil para alegrar la fiesta a mi modo.
—¿Cómo? —Axer lo miró con los ojos entornados, temiendo un millón de posibilidades que iban cada una de mal a peor.
—Se me puede escapar un mensaje de invitación desde tu teléfono. O le puedo pedir a Viktoria que sea quien lo envíe.
—Te mato.
—Tú no matas.
—Muchas cosas han cambiado.
Dom negó con la cabeza.
—Eso no. Esas cosas no cambian.
—Ni se te ocurra, Dom.
El mayor aceptó la nueva cerveza que le llevó Lesath con deliberación al advertir que su amigo tenía mucho tiempo sin beber.
—¿Entonces sí la invitarás? —indagó luego de echarse un trago.
—No es tu problema, y la respuesta sigue siendo: ni se te ocurra.
—Yo necesito ver eso.
—Yo no —refutó Axer con firmeza.
—¿Eres el único que merece diversión? Va a ser la fiesta más malditamente aburrida de mi existencia.
—Tienes a Azrel.
Dominik reaccionó a eso con un sardónico y remarcado «Ja».
—Azrel huirá al primer descuido, no perderá la oportunidad. Yo tendré que contemplar el suicidio.
—Bueno, no lo sé, descarga Among Us, pero reitero: ni se te ocurra.
—Mientras más intentes disuadirme, más entiendo que ese mensaje es necesario.
—Dominik.
—Recuerdas mi nombre, felicidades.
Sintiendo que la impotencia le vencía, Axer no tuvo más remedio que desviar la mirada e inhalar profundo. Al exhalar, muy a regañadientes, al fin dijo:
—No es por mí.
Dominik frunció el ceño, y Axer a su pesar tuvo que explicarle.
—Es por ella.
Dom arqueó la ceja que llevaba con un angosto rapado en el centro, y Axer se vio obligado a suspirar.
—Le atrae —explicó.
—¿Él a ella o ella a él?
—No sé. ¿Ambos?
—Lo tienes resuelto, entonces. Lánzate al trío.
Por la expresión que azotó a Axer, Dominik se apresuró a levantar los brazos y protegerse la cara justo a tiempo para librarse del ataque de un cojín agresivo.
—Es en serio.
—Yo también lo decía en serio, pero está bien. No lo repetiré. —El mayor puso los ojos en blanco por la estrechez de mente de su hermano—. Si no confías en ella para que esté cerca de otros hombres mientras intentan arreglar las cosas, tal vez ni siquiera deberías considerar arreglarlas.
Axer abrió los ojos, pasmado.
Era la cosa más sabia que le había dicho Dominik en la vida, y vaya que lo agarró desprevenido.
—Tienes toda la sukin syn razón del mundo.
—Lo sé. No te acostumbres, no me gusta desperdigar mi sabiduría. Daña mi reputación de hermano mayor buena onda.
Axer sonrió. No se había dado cuenta de cuánto había extrañado a su hermano hasta que lo recuperaron de esa forma tan traumática.
—Entonces... ¿Me dirás qué decidiste? —indagó Dominik—. Es que tu situación está más interesante que la novela que ven Leksis y Vikky todos los días a las cinco.
—Lo sabrás allá.
—Engendro del mal.
—Ese es Aleksis, yo soy el que salva vidas —bromeó Axer.
En ese momento Víktor abrió la puerta de la habitación, mirando de un Frey a otro como si inspeccionara qué estaba sucediendo ahí.
—¿Qué le hicieron a Azrel? —inquirió Víktor como si cuestionara sobre un tema serio—. Está sentado en una esquina con el ceño fruncido y un cojín entre los brazos como si Dominik le hubiese terminado por teléfono.
Dominik reprimió las ganas de reír, mirando a Axer de reojo.
—Celos —argumentó Axer.
—Ve a consolarlo —ordenó Víktor al mayor, tan severo como si le delegara una misión naval—. No quiero lágrimas en mi mueble favorito.
—Enseguida.
Luego de silbarle a Lesath, Dominik salió de la habitación con su lobo siguiéndole de cerca.
Solo cuando el mayor de los hermanos se hubo perdido de espaldas al señor Frey, a este se le notó algo muy aproximado a una muesca en el borde de sus labios.
Axer lo notó, y Víktor lo supo al verle a los ojos, así que no se reprimió al guiñarle un ojo en complicidad.
«Así que esto se siente...», pensó Axer con un cosquilleo en el estómago que lo hacía sentir idiota, vulnerable, perecedero e indiscutiblemente feliz.
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Nota:
¿Qué quieren que les diga? Me emocioné horrible escribiendo este capítulo. Estos personajes son mi familia, su felicidad es la mía.
¿Qué les parece la familia Frey?
¿Qué tal la conversación de Axer y Dom y la relación que tienen?
¿Qué teorías tienen sobre el Sinaxer a raíz de este capítulo?
¿Qué les parecen los ángeles de Poison? Ese trío es una locura, no supero escribir sus interacciones, me río mucho. No sé cómo Poison los soporta, pero no merece menos que tres reyes del mal a sus órdenes 🤍 Quiero besar a Poison, coger (-le la mano, malpensados) a Azrel, adoptar a Aaron e irme de rumba con Dom y Lesath.
Es very triste que ame a todos los personajes porque técnicamente todos están en tableros distintos. ¿Ustedes cómo llevan ese hecho? ¿Sienten que les dolerá si algo le pasa a cualquiera o tienen muy claro su bando y no les molesta si los demás se mueren?
Obviamente que se van a suscribir. Obviamente que van a comentar. Y obviamente que le van a dar me gusta. Jajaja la Divaza me poseyó.
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