Capítulo XXX: Tentación Prohibida -¡La Tierra Miel Será Nuestra!


¡Hey, hola! La canción que les dejo en multimedia deben reproducirla mientras leen. Quiero decirles que soy un poco inconstante con Nene de la Rebelión porque dejé de escribir durante poco más de un mes para concentrarme en la publicación de un libro nuevo que saqué hace poco, y recién estoy comenzando a tomar ritmo de nuevo. ¡Pero no se preocupen! No abandonaré la historia, sólo tengan un poco de paciencia mientras vuelvo a la rutina. ¡Que disfruten la lectura!


La luz de color verde se desvaneció, dejando al descubierto el cuerpo de aquella mujer de curvas despampanantes, aspecto oscuro e intimidante, y que cortó el aire con su látigo cubierto de espinas para anunciar su llegada. A pesar de no poder ver a su oponente, Belphemon supo que algo grande estaba por ocurrir. Pudo haber atacado en ese momento, pero sus impulsos lo obligaron a preguntar:

— ¿Quién eres tú?

Ella, dejándose embargar por la ira que su compañera humana le contagiaba, la guerrera del látigo respondió:

—He venido para hacerte pagar por tus crímenes. ¡No permitiré que más de nuestros amigos mueran por luchar contra ti! La pureza de las intenciones de Mimi me ha ayudado a conseguir un poder superior. Y no voy a desperdiciarlo... Yo soy Rosemon, ¡y seré quien te envíe de vuelta al infierno al que perteneces!

Para darle cierto énfasis en sus palabras, Rosemon se elevó en los aires y lanzó un golpe con su látigo, atrapando el brazo izquierdo de Belphemon. Las espinas se incrustaron en la piel del demonio, sujetándolo y dejándolo parcialmente inmovilizado durante un par de segundos. Al liberarse, el demonio intentó contraatacar mediante una embestida de sus cuernos que Rosemon consiguió bloquear generando un escudo mediante energía de color rojo y algunos pétalos de rosa.

Resoplando para externar su inconformidad, Belphemon retrocedió. Su ceguera causó que la sensación de recibir su propio golpe con el triple de fuerza fuese verdaderamente contundente.

Armándose de valor y recuperándose de su repentino momento de crisis, Mimi dio algunos pasos al frente para pasar entre sus amigos. El espíritu inquebrantable de aquellos elegidos por los Tres Grandes Ángeles les impidió permanecer derrotados durante mucho tiempo. A pesar de sus heridas y de que sus Digimon no podían seguir luchando, todos levantaron sus rostros para seguir con la mirada los pasos de la chica de los mechones de color verde. A ella no le pasó por alto la forma en la que Taiki intentaba ponerse en pie. La manera en la que Kira respiraba agitadamente, quizá sintiéndose ridiculizada ante el hecho de no ser ella la última que quedaba en pie. Tagiru hizo otro tanto, deteniéndose sólo cuando Nunally reaccionó para impedir que el muchacho se alejara de su lado. Nene abrió finalmente los ojos e intentó incorporarse, a pesar del dolor que sentía en cada rincón de su cuerpo. Lelouch sólo le dirigió a Mimi una gélida mirada, adivinando que la chica no tenía siquiera un solo plan en mente.

Pero la única que tuvo el privilegio de cruzar miradas con su última esperanza fue Airu. La chica rubia, deshaciéndose en un silencioso sollozo, le lanzó a Mimi sus súplicas. Y la aludida, pudiendo sentir el dolor de Airu como si hubiese sido propio, se limitó a asentir. Transmitió entonces toda la ira a sus ojos, dirigiendo su mirada hacia el demonio ciego que no podía verla de vuelta. Tomó una gran bocanada de aire y cerró los puños con fuerza.

— ¡Oye!

Sus cuerdas vocales resintieron el grito que ella dejó salir de su garganta. Rosemon cortó el aire con su látigo, situándose delante de Mimi sin dejar de estar suspendida en los aires. Era su manera de proteger a su compañera. Su forma de demostrarle al enemigo que no podría dañar a Mimi de la misma forma que había hecho con el resto del equipo.

Belphemon esperó, sólo gruñendo por lo bajo y preparándose para asestar el golpe definitivo.

—Escúchame con atención —exigió Mimi con valentía, dejándose embargar por la sensación de que un chico con gafas de aviador estaba en espíritu con ella, dándole una palmada en la espalda para aprobar todo lo que la chica decía—. Has lastimado a mis amigos... Me mantuviste encerrada en ese calabozo... Y te atreviste a asesinar a un Digimon tan valiente como todos los que derrotaste minutos antes. ¿Y aún así crees que puedes luchar contra nosotras, sin conseguir tu merecido? Espero que te hayas olvidado de eso... ¡Porque ya estoy aquí! Soy Mimi Tachikawa. Compañera de Rosemon. Portadora del Emblema de la Pureza. Miembro de la Primera Generación... ¡Y mi misión es eliminarte de una vez por todas!

Rosemon no esperó más instrucciones. Concentró su energía en su látigo de espinas para endurecerlo y convertirlo en una espada que utilizó para lanzar una fuerte estocada que se incrustó en el cuello de Belphemon, dando inicio así a la batalla final contra el tercer Señor Demonio.

Un ataque de esa magnitud no fue suficiente para debilitar al monstruo, que tomó con sus propias manos la liana de Rosemon para sacarla de la herida. Acto seguido, cubrió sus garras con fuego oscuro y lanzó un par de golpes en contra de la guerrera. Con gran agilidad, Rosemon consiguió esquivar el ataque y lanzó un choque de energía desde sus lianas. Belphemon tuvo que cruzar ambos brazos frente a su cuerpo para protegerse del ataque, volviendo a la contienda con un golpe de sus letales cadenas. Una lluvia de espinas cayó sobre el cuerpo del demonio, dándole a Rosemon el tiempo suficiente para imponer la distancia necesaria entre ella y su enemigo. Acto seguido, Rosemon lanzó un potente golpe con su látigo que consiguió crear un par de rasguños en el rostro de la bestia. El dolor fue mil veces peor, gracias a que las heridas en los ojos de Belphemon aún estaban abiertas.

—Maldita zorra... ¡Pagarás por eso!

Un impulso llevó a Mimi a cerrar un puño a la altura de su corazón cuando las garras de Belphemon lograron golpear a Rosemon por un instante. Sin embargo, la guerrera consiguió protegerse con ayuda de su látigo, que utilizó después para sujetar el brazo derecho del demonio con tal fuerza que la piel comenzó a cortarse. Dándole un fuerte tirón al látigo, Rosemon consiguió derribar a Belphemon. Estando su rival en el suelo, ella atacó de nuevo con aquella lluvia de espinas que Belphemon bloqueó mediante una onda de energía que se disparó de su cuerpo. Levantándose trabajosamente, el demonio dio un puñetazo en el suelo para que su puño quedase incrustado en la tierra, causando que un par de gigantescas grietas comenzaran a convertirse en zanjas que se dirigieron a toda velocidad hacia el sitio en el que Mimi aún se encontraba de pie. Percatándose de ello, Rosemon utilizó su látigo para golpear el suelo, causando que éste se levantara para desviar el paso de las grietas. Mimi dio un paso hacia atrás cuando el suelo volvió a su sitio, al mismo tiempo que Rosemon disparaba una lluvia de espinas y exclamaba:

— ¡No te atrevas a tocar a Mimi, maldito!

Las espinas se incrustaron en las heridas de los ojos de Belphemon, obligándolo a llevar sus manos hacia ese punto en busca de algo que pudiese ayudarle a combatir el dolor. Aquella sensación lo hizo enloquecer, llevándolo a lanzar golpes con sus cadenas arbitrariamente. No pudo concentrarse lo suficiente como para concretar al menos uno de sus ataques. Rosemon era ágil. Veloz. Se movía como nadie más podía hacerlo en el campo de batalla.

Girando sobre sí misma en los aires para esquivar el último golpe de las cadenas, Rosemon cayó en cuclillas en el suelo e incrustó su látigo en el suelo. Al instante, algunas enredaderas brotaron debajo de los pies de Belphemon y siguieron trepando hasta conseguir inmovilizarlo totalmente. Rosemon se elevó nuevamente en los aires y, sin pensarlo dos veces, disparó un potente rayó de energía que impactó de lleno a su enemigo.

La luz cegadora causó que Mimi cubriera sus ojos por un instante.

Su corazón jamás había latido tan fuerte como en ese momento.

Totalmente ajenos a lo que ocurría en el campo de batalla, lo cual ya podía considerarse como algo increíble ya que la destrucción era visible desde cualquier punto del castillo derrumbado, dos guerreros tuvieron que bajar a tierra firme para recuperar el aliento luego de una ardua batalla.

O, al menos, eso era lo que parecía.

Bastaba con ver la manera en la que Zoe dejó ir su Digievolución, transformándose de nuevo en la chica rubia que tenía problemas para caminar a causa de un tobillo herido gravemente. Tuvo que aferrarse a los escombros para evitar caer al suelo, lo cual representaba también un problema. La palma de su mano, herida con un profundo corte sangrante, era totalmente inservible en ese momento. Lo único que ella agradecía de su condición era que ese corte no había bastado para hacer que el DigiCode quisiera salir de su cuerpo. El resto de los daños, sin embargo, era más que evidente. Nariz sangrante, contusiones que le impedían dar un paso sin sentir que su cuerpo entero aullaba de dolor...

Pero a pesar de todo ello, Zoe siguió avanzando hasta llegar al sitio donde el muchacho de la camiseta amarilla había caído de bruces. El chico respiraba con dificultad, inclinándose hacia adelante cada vez que pretendía inhalar un poco de aire. Su D-Scan permanecía olvidado en el suelo, y él no parecía tener intenciones de devolverlo. Sólo podía concentrarse en aquellas sensaciones destructivas que lo obligaron a maldecir desde sus adentros el hecho de seguir con vida.

—T-Takuya...

La voz entrecortada de Zoe no tenía nada que ver con el temor que pudo haber representado. A decir verdad, si ella hubiese recuperado el aliento totalmente antes de hablar, su voz no se hubiese escuchado tan entrecortada. A pesar de todo, era totalmente incapaz de sentir temor hacia uno de sus seres queridos, sin importar cuán lunático pudiera haberse vuelto.

—Takuya, mírame...

Él se quejó en voz alta, dejando ir todas sus frustraciones en algo similar a un gruñido agonizante. Golpeó el suelo con ambos puños un par de veces, antes de llevar ambas manos a su cabeza. Cubrió sus oídos con tal ahínco, que daba la impresión de estar escapando de alguna voz que sólo él podía escuchar.

—T-Takuya...

Bajó los brazos. Zoe aferró con más fuerza su D-Scan, que sostenía con la mano que no estaba herida. Pero sabía que no era necesario defenderse de alguien que no estaba dispuesto a seguir peleando. Respirando agitadamente, Takuya irguió su espalda y miró a Zoe por el rabillo del ojo. Esa mirada vacía, sin una sola pizca de brillo, causó que un escalofrío recorriera a Zoe de punta a punta.

La sensación aumentó cuando un par de lágrimas brotaron de aquellos ojos que alguna vez estuvieron llenos de valor y vitalidad.

—S-sé que estás ahí, Takuya —dijo la chica sin dejar de avanzar hacia él—. No te resistas más... No quiero lastimarte.

Pero tendré que hacerlo si aún pretendes pelear contra mí, pensó.

Respirando agitadamente de nuevo, Takuya sostuvo la mirada de Zoe. El brillo volvió a sus ojos por un instante, así como un intenso sollozo hizo acto de presencia.

—Z-Zoe...

La primera reacción de Zoe fue correr hacia el muchacho y envolverlo en un fuerte abrazo, deshaciéndose también en un sollozo que taladró en lo más profundo del alma del portador de los DigiSpirits del Fuego. Zoe se separó un poco del chico para mirarlo fijamente, enjugando sus propias lágrimas y luego colocando ambas manos sobre los hombros de Takuya para darle un par de sacudidas. La expresión del chico delataba el auténtico temor que él habría sentido si a los once años hubiese estado involucrado en todo aquello. A pesar de su madurez y de la edad de alguien que ya había dejado atrás la adolescencia, una pizca de inocencia aún estaba presente en él.

—Takuya... —dijo ella angustiada—. ¿Quién te ha hecho esto? ¡Tienes que decirme qué está pasando!

Él negó con la cabeza, delatando cierta desesperación que sólo logró aumentar la angustia de la chica rubia.

—N-no... N-no puedo...

No había manera de negar que Zoe se sentía totalmente aterrada. Intentó controlar sus emociones, sin conseguir más que aumentar los latidos frenéticos de su corazón. Una corriente eléctrica se apoderó de su interior cuando Takuya la tomó por ambas manos con fuerza excesiva, aferrando las muñecas de la chica como si la vida se le hubiese estado escapando del cuerpo. Zoe no pudo alejarse, sin importar cuánto dolor le causaran las quemaduras que Takuya causaba al no poder controlar sus propios poderes.

En su interior, Zoe sabía que Takuya no era el único que pedía ayuda. Tan sólo era un intermediario que hablaba en representación de todas las almas que Takuya albergaba dentro de sí.

—Tienes que irte, Zoe —suplicó Takuya—. T-tienes que salir de este mundo... ¡Vuelve a casa!

—No lo haré —decidió ella sin detenerse a pensarlo—. ¡Dime qué es lo que sucede!

— ¡Tienes que hacerlo! ¡Ella va a matarlos cuando consiga...!

Se detuvo al instante, cuando percibió que algo similar a un ácido corrosivo comenzaba a llenarlo desde sus adentros. Soltó las muñecas de Zoe y se abrazó a sí mismo. Sus uñas perforaron la piel de sus brazos, en un desesperado intento por deshacerse de aquella tortura. Zoe intentó detenerlo, sólo consiguiendo que Takuya le propinara un manotazo para hacerla retroceder.

Cayendo de espaldas, Zoe sólo tomó el D-Scan de Takuya antes de que él pudiese usarlo para Digievolucionar. Se llevó una gran sorpresa cuando descubrió que Takuya tan sólo se levantó, cubriendo de nuevo sus oídos y caminando con torpeza en un vano intento de escapar.

—N-no... N-no quiero... ¡Cállense...! ¡Déjenme tranquilo...!

Los escalofríos no dejaron de atormentar a Zoe. Apenas le permitieron levantarse de igual manera, siguiendo todos los pasos del muchacho. Le destrozaba el alma saber que él estaba tan aterrado, y que ella no podía ayudarlo de ninguna manera.

— ¡Takuya...!

—Y-yo... N-no quiero esto... N-no... ¡Z-Zoe, aléjate de mí!

Ella corrió hasta él para sujetarlo por el brazo, sin importarle utilizar su mano herida.

— ¡No voy a alejarme de ti! ¡No puedes pedirme que te abandone en este lugar!

—N-no quiero hacerte daño... N-no quiero lastimar a nadie...

—Sé que no vas a lastimarme, Takuya. Confío en ti.

—N-no podré contenerme... Z-Zoe... P-por favor... Ayúdame...

—Sólo podré ayudarte si me dices qué está sucediendo. ¡Por favor, Takuya!

El chico se retorció de dolor. La sensación que lo embargaba era cada vez peor.

Tuvo que reunir todas sus fuerzas y, trabajosamente, finamente habló.

—E-el v-virus... N-no puedo resistir...

— ¿Qué virus, Takuya...?

—K-Kira... K-Kira t-también e-está i-infectada...

— ¿Qué...?

—C-Clarisse q-quiere... E-ella... E-el O-ojo del R-rey...

—N-no lo entiendo...

—E-el v-virus l-los d-destruirá a-a t-todos...

No pudo resistir más. Estallando en un potente grito de dolor, el chico estalló en una nube de fuego que lanzó a Zoe hacia atrás.

Al disiparse aquella nube, Takuya ya había desaparecido. Lo único que quedó de él fue el D-Scan con la pantalla rota, en manos de la chica. Al mirar el aparato, de alguna forma ella supo que aquello no era el fin. No podía serlo. Tenía que encontrar nuevamente al chico. Sólo de esa manera podría ayudarle, y darle sentido a todas sus palabras.

¿Virus? ¿Ojo del Rey?

¿Kira...?

¿Qué significaba todo aquello?

¿Por qué Zoe no podía librarse de ese mal presentimiento que le ponía la piel de gallina?

El valor de Mimi parecía ser terapéutico, pues sus amigos pronto pudieron encontrar las fuerzas necesarias para estar de pie. A su lado. Dispuestos a brindar su luz, ya que habría sido cruel pedir a sus Digimon que siguieran esforzándose.

Mientras Rosemon luchaba con todas sus fuerzas sin demostrar que estaba mínimamente cansada, Nene y Lelouch ya habían conseguido situarse a un lado de la valiente DigiDestinada que aferraba con fuerza el Digivice iluminado con la luz verde. Las heridas sangrantes y el dolor en sus cuerpos no les impidió estar allí, en silencio, confiando en que los poderes de Rosemon serían suficientes para vencer.

Airu demostró una actitud totalmente opuesta a lo usual, permaneciendo en silencio a pesar de que ya todos se habían percatado de que un Digimon faltaba en el equipo. Permaneció en silencio, aferrada con fuerza al brazo derecho de Yuu para poder mantener el equilibrio a causa de los dolores que atacaban a su cuerpo cada pocos minutos. Y el chico tampoco parecía querer esforzarse para ayudarle a desahogarse. Tan sólo le permitía estar cerca de él sin quejarse de ninguna manera, lo cual podía considerarse como una especie de consuelo. A su manera, tal vez.

Soltando un grito de guerra, Rosemon enroscó su látigo alrededor del cuello de Belphemon. Por un instante dio la impresión de querer estrangularlo, pero pronto quedó al descubierto su verdadero plan cuando las espinas de la enredadera comenzaron a crecer para perforar de lado a lado el cuello del demonio. Sin embargo, Belphemon tomó también el látigo y se deshizo de él, lanzando consigo a Rosemon.

Implacable, la guerrera volvió a la contienda disparando un rayo de energía que luchó para vencer a las fuerzas del fuego oscuro que Belphemon disparó a la par.

—Su poder no es suficiente —anunció Akari trabajosamente, aferrándose a la mano de Taiki para infundirse valor—. ¡Belphemon la aniquilará!

—No —dijo Mimi con firmeza—. Confío en Rosemon y en nuestro poder.

Sus palabras tuvieron algún efecto en su compañera, quien al instante encontró dentro de sí la fuerza para asestar un potente puñetazo que logró desestabilizar al demonio. Se elevó en los aires y lanzó su látigo para enroscarlo alrededor del torso de Belphemon, tirando de él para derribarlo nuevamente. El demonio se incorporó velozmente y atrapó a Rosemon en uno de sus puños durante un instante, antes de que ella pudiera liberarse disparando sus espinas para acribillar el brazo entero de su enemigo. Rosemon dio una voltereta en los aires antes de caer de pie, demostrando su impecable equilibrio, y sólo sonrió a pesar de su respiración agitada.

Detrás de ella, sin que Rosemon se percatara de ello, Mimi imitó el gesto.

— ¡Es tuyo, Rosemon! —Exclamó Kira con valentía—. ¡Destrúyelo!

— ¡Será un placer!

Rosemon se elevó nuevamente en los aires e invocó a la lluvia de espinas más potente que había utilizado hasta ese momento. Belphemon no pudo resistir más cuando el ataque de la guerrera volvió a centrarse en las heridas de sus ojos. La joya de Rosemon, brillando incandescentemente, le pedía a gritos que disparara el golpe final. Sin embargo, incluso ella sabía que ni siquiera los poderes de un Digimon de última etapa podría tener oportunidades contra un Señor Demonio, a no ser que...

— ¡Chicos! —Llamó la guerrera, conteniendo a Belphemon con un par de golpes de su látigo—. ¡Niños Elegidos! ¡Bríndenme su poder!

Los aludidos intercambiaron miradas, e instintivamente se fijaron en las pantallas de sus dispositivos digitales.

—Es lo mismo que sucedió cuando Dorulumon Digievolucionó —dijo Taiki—. La luz de los Xros Loaders...

—Nosotros podemos darle a Rosemon el poder de la Luz Sagrada para vencer a ese malnacido —dijo Katsura—. ¡Hagámoslo!

Dicho aquello, todos a la par elevaron sus dispositivos para que la luz comenzara a emanar de ellos.

Taiki y Akari finalmente soltaron sus manos, pues ambos necesitaban de sus fuerzas individualmente para hacer un último esfuerzo. Airu y Yuu hicieron otro tanto.

— ¡Hagamos que suceda un milagro! —exclamó Kira al elevar su DigiLector.

— ¡Esto es por Opossumon! —secundó Katsura al imitar a su amiga.

Nunally obedeció a una voz interna, sujetando el Xros Loader de Tagiru junto con el enérgico muchacho. Nene y Lelouch se unieron de la misma forma que habrían hecho para invocar juntos a la Luz de la Súper Evolución. El Digivice de Mimi tan sólo aumentó su brillo. Pero a pesar de todas esas fuerzas, de todas esas esperanzas, el poder de Rosemon seguía sin parecer suficiente. Y ese momento de duda fue lo que la condenó a caer al suelo cuando el golpe de las garras de Rosemon la derribó.

A pesar de ello, ella se levantó con valentía. Un aura de color rosa se apoderó de su cuerpo, y ella miró sus manos con extrañeza cuando se percató de que poderes desconocidos habían llegado a sus manos repentinamente.

Al girarse Rosemon, el resto del equipo la imitó para descubrir juntos que Zoe había vuelto y que sostenía en alto su D-Scan para ayudar también con sus fuerzas.

Tres haces de luz llegaron desde algún sitio, uniéndose también a aquellos rayos cálidos que llenaron a Rosemon de fuerza, valor y confianza.

Nadie tenía idea de que en ese preciso momento, sin poder destruir completamente el campo de fuerza, Meiko, Taichi y Henry miraban extrañados sus Digivice sin saber por qué era que la luz se desprendía de ellos.

Rosemon miró de nuevo a su enemigo y se elevó en los aires lentamente.

Levantándose, totalmente indispuesto a permitir que una guerrera de tamaño tan diminuto pudiese vencerlo mientras estaba en el suelo, Belphemon decidió sentenciar:

—Aunque me derrotes hoy, Rosemon, hay otros Señores Demonio esperando por ustedes.

Ella asintió.

Abajo, como si las almas y las mentes de ambas guerreras estuviesen conectadas, Mimi repitió las palabras de su compañera al mismo tiempo que Rosemon decía con valentía:

—Lo sé... Hay fuerzas oscuras dominando cada rincón de nuestro mundo. Pero cuando los corazones de los Niños Elegidos se unen en uno solo, todos los milagros son posibles. Es por eso que estamos aquí para vengar las muertes de todos aquellos que cayeron en esta guerra. Estamos aquí para traer esperanza, para traer justicia... ¡Y ninguna fuerza del mal volverá a arrebatarnos lo que nos pertenece!

Al grito de Tentación Prohibida, una letal ráfaga de energía y pétalos de rosa se desprendió de Rosemon para impactar de lleno al demonio, que no pudo hacer nada para evitar que sus Datos fuesen aniquilados en el momento en que el ataque hizo contacto con su cuerpo. El alarido de Belphemon logró destruir las pocas ruinas que aún se mantenían en pie, reduciéndolo todo a escombros. El campo de fuerza finalmente desapareció. Y al apagarse aquella luz cegadora producida por el impacto, todos descubrieron que Belphemon había quedado reducido a nada.

Tanemon, con algunos Datos desprendiéndose de su cuerpo, cayó delicadamente en los brazos de su compañera. Totalmente exhausto, el pequeño Digimon dijo con voz tenue:

—M-Mimi... ¿Lo logré...?

La chica rompió en llanto y asintió vigorosamente, abrazando con fuerza a Tanemon y originando con eso que los vítores y las celebraciones dieran comienzo.

En menos de unos minutos, escucharon las voces de Meiko, Taichi y Henry. El equipo estuvo finalmente reunido.

Y así, la Tierra Miel fue liberada de la oscuridad.

Minutos eternos pasaron antes de que Cutemon pudiese comenzar con lo suyo, una vez que terminaron las presentaciones con el protector de la Tierra Miel, curando las heridas más graves antes de que cualquiera pudiese pensar en emprender el camino hacia el siguiente reino.

Pero entre todos ellos, había dos personas que no podía estar totalmente contentas.

Zoe, que se había rezagado del grupo para mirar en privado el D-Scan de Takuya.

Y Kira, quien se percató a la perfección de a quién le pertenecía aquel aparato. Y aunque una punzada de celos se apoderó de ella, no pudo hacer nada para luchar contra ello. Tan sólo miró su propio DigiLector, y se giró para mirar a sus amigos.

Airu, en silencio, sólo esbozaba una triste sonrisa que tarde o temprano terminaría por estallar.

Y aquella era la mayor preocupación de la chica de las gafas de aviador.

¿Acaso no había pasado lo mismo con Miyu, una vez que Biyomon pereció en sus brazos? ¿Qué destino le deparaba entonces a Airu? ¿Qué era lo que le deparaba a cualquier DigiDestinado que perdiese a su compañero en un mundo que ya no podía engendrar más vida?

Nadie podía imaginarse que en ese preciso momento, antes de que ellos pudiesen pensar que era el momento propicio para partir y descansar antes de la siguiente batalla, había alguien que ya sabía que ellos estaban por llegar.

Para él fue sencillo saberlo, pues en la pantalla de aquel gigantesco ordenador se iluminó con color blanco el tercero de siete círculos de color negro. El chico pelirrojo, a pesar de su palidez y de sus marcadas ojeras, esbozó una sonrisa de satisfacción. Aceptó con amabilidad la taza de té que su compañero, un insecto de color rojo, llevó para él. Bebió un sorbo y abrió un pequeño procesador de texto en el que escribió un mensaje en código binario. Un par de tecleos bastaron para que el mensaje fuese enviado, recibiendo una respuesta inmediata proveniente del sacro imperio de Britannia.

Lo sé

Ellos ya están conmigo

El chico sonrió nuevamente y respondió, de nuevo usando el código binario.

La respuesta, por segunda ocasión, fue inmediata.

Los enviaré con Alfa

El chico se reclinó en su asiento y suspiró, ignorando olímpicamente el dolor producido por aquella energía oscura que lo torturaba constantemente a través de una herida abierta que quedó como un mal recuerdo de una batalla perdida.

Era el momento de que Sigma hiciese su aparición.

Y también estaba por llegar el momento en el que un poderoso demonio obtendría al fin su venganza, pues no estaba en absoluto dispuesta a permitir que aquella chiquilla pelirroja y su Dorulumon volvieran a burlarse de ella.

La Tierra Cibernética sería el escenario de la siguiente batalla.

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