Capítulo XXVIII: Misión de Rescate
En los calabozos reinaba el silencio, así como la oscuridad que sólo competía contra la luz tenue de las velas que flotaban a pocos centímetros del techo. Unas cuantas goteras formaban pequeños charcos de agua, mismos que hacían juego con los barrotes oxidados. Aquello último era un detalle importante para la chica de largo cabello negro y gafas de aviador que no dejaba de golpear los barrotes con sus propios puños, atacando también a punta de patadas. A pesar de que sus nudillos ya estaban adoloridos, y que comenzaban a cubrirse de sangre, la chica no quería rendirse tan fácilmente. Aún cuando no hubiese conseguido nada, no podía dejar de intentar.
Suspirando cansinamente, Taiki acudió con ella a toda velocidad y sujetó las manos de la chica para detener sus vanos intentos.
—Basta, Kira —dijo él con firmeza—. Esto no funcionará. Y tú no podrás mover esos barrotes.
Derrotada, Kira se liberó del agarre del muchacho y se cruzó de brazos. Incluso en momentos de crisis, seguía siendo tan testadura como su linaje se lo permitía.
—Pues tampoco podremos salir de aquí si no hacemos algo —respondió ella.
—Y cuando ya tengas los nudillos lo suficientemente lastimados, ¿qué harás si tenemos que pelear? —insistió Taiki—. Debemos tener confianza. Nene y Lelouch vendrán a buscarnos, estoy seguro.
—Mi hermano vendrá —intervino Nunally, quien mantenía la compostura de una manera mucho mejor que cualquiera de los demás miembros del grupo—. Él no permitirá que nos quedemos atrapados aquí por siempre.
—Me encantaría creer eso —se quejó Kira—. Pero si a todos nos quitaron nuestros Digivices, significa que Amano y Lamperouge estarán indefensos ante cualquier enemigo.
—No están totalmente indefensos —dijo Yuu, sin poder liberarse de Airu en ningún momento—. Mi hermana y Lamperouge tienen ese... poder. El Geass. Nos ha sido de utilidad a lo largo de esta aventura, así que en este momento no deberíamos dudar. Ellos estarán bien.
—Quizá deberíamos preocuparnos más por el hecho de que nuestros Digimon estarán indefensos —dijo Akari.
—Todos lo estamos —asintió Katsura—. Y si no conseguimos salir pronto de aquí, de nada habrá servido ninguno de nuestros esfuerzos.
—El hecho de que nos hayan atrapado ya es bastante inquietante, como para además ponernos a pensar que ahora mismo estamos esperando el momento del fin —asintió Taiki—. Los Digimon enemigos nos han tendido una trampa. Les quitaron sus armas a los hombres de Zero, nos quitaron los Xros Loaders... Esos Digimon siniestros también están aprendiendo de sus errores. Ni siquiera nos dejaron reunirnos con el protector de la Tierra Miel.
—Si es que aún está vivo —añadió Tagiru.
Taiki asintió.
—Mochizuki y Taichi no fueron capturados —puntualizó Kira—. Podríamos depositar nuestras esperanzas en ellos, si es que aún están con...
— ¡Basta!
Las miradas de todos los integrantes del grupo se posaron sobre Airu en cuanto la chica estalló en ese grito agudo, separándose finalmente de Yuu para caminar hacia el centro de la habitación. No tuvo reparo alguno a la hora de mirar a cada uno de sus compañeros con auténtica ira, que se mezclaba con el dolor reflejado en las lágrimas que cubrían sus ojos. Airu suspiró de forma imperceptible, sin hacer el más mínimo sonido. Agachó la mirada entonces y enjugó sus lágrimas, sólo para volver a la carga tras recobrar la compostura.
— ¡Estoy cansada de escuchar que nuestros amigos están muertos!
Incluso para ella fue extraño referirse a los otros miembros del grupo como amigos, especialmente cuando una voz en su mente le recordó que los únicos chicos que podían entrar en esa categoría eran Ryouma Mogami y Ren Tobari.
Akari respondió, sin moverse del sitio en el que se encontraba.
—A ninguno de nosotros le agrada la idea de pensar que nuestros amigos mueren a cada momento —dijo—, pero es una realidad que tenemos que enfrentar... Así ha sido desde que vinimos a resolver los problemas que afronta el Mundo Digital a causa de la Brecha Dimensional, ¿recuerdas?
—Ryouma y Ren están muertos —le recordó Airu—. ¡No quiero que eso siga sucediendo!
—Ellos no son los únicos que han caído —intervino Kira con valentía—. Miyu, Natsumi, Karminmon, Ophanimon, Bokomon y Neemon también se fueron sin que nosotros pudiéramos despedirnos... Y eso duele. Todos lo sabemos. Pero es por ellos que no podemos dejar de luchar.
—Pues no puedo tolerarlo —insistió Airu—. Si algo le pasa a Opossumon, yo jamás podré perdonármelo.
—Creo que eso es lo mismo que pensamos todos —dijo Akari—. Yo tampoco soportaría que Dorulumon cayera en batalla.
—Todos somos un equipo —dijo Taiki con firmeza, queriendo darle fin a la discusión que únicamente estaba causando que las lágrimas de Airu fueran más abundantes—. Y si queremos que ningún otro amigo muera, tendremos que esforzarnos y cuidar mutuamente nuestras espaldas.
—Habla por ti, Kudou —se quejó Katsura—. Quizá nosotros podamos defendernos con ayuda de los Digimon. Pero, ¿qué hay de quienes ni siquiera pertenecen a nuestro mundo?
Para todos fue evidente que la chica se refería a Oggi y a Diethard.
Ambos hombres se mantuvieron altivos, sabiendo que no tenían que responder a ninguna clase de provocación. Después de todo, ellos sabían bien que la única razón por la que estaban en ese mundo se debía a la lealtad que le tenían a Zero. Mientras su líder enmascarado los necesitara, ambos estaban dispuestos a correr cualquier riesgo.
—Todos somos un equipo —insistió Taiki—. Así que... Dejemos esta discusión en paz, y pensemos en cómo saldremos de aquí... Tenemos que encontrar alguna manera de...
— ¡Lo tengo!
La atención se centró entonces en Tagiru, quien parecía haber perdido el hilo de la conversación para concentrarse en tareas más importantes. Nunally actuó de inmediato para ayudarle, tirando de las cadenas oxidadas que Tagiru ató a los barrotes mientras el resto estaba enfocado en los reclamos de Airu. No hicieron falta palabras para que Tagiru transmitiera justamente lo que quería decirles. Kira pasó a un lado de Taiki a toda velocidad para tomar las cadenas junto con Nunally y el chico enérgico. Tiraron juntos hasta que sus fuerzas en conjunto lograron romper uno de los barrotes. Aquello dejó el espacio suficiente para que una persona especialmente esbelta pasara a través de la abertura y abriera la reja desde el otro lado.
—Tenemos poco tiempo, antes de que los vigilantes se den cuenta del estruendo —dijo Kira acalorada.
—Yo iré —aseguró Nunally.
Nadie objetó nada, en absoluto. Oggi, Diethard y Yuu tan sólo cerraron los puños con fuerza, deseando que no hubiera motivos para tener que enfrentarse al hecho de darle malas noticias a Lelouch en caso de que algo no saliera bien.
Tagiru llevó de la mano a Nunally hasta la abertura, ayudándola a salir y entregándole una de las cadenas oxidadas para que la chica pudiera utilizarlas a manera de arma.
Ni bien se encontró fuera, Nunally se dejó invadir por ese mismo instinto que ya comenzaba a colarse en lo más profundo de su alma. El mismo instinto que le hizo levantar las cadenas y utilizarlas a manera de látigo en contra de un pequeño Candlemon que pretendía alertar a los Digimon más poderosos. Habiéndose deshecho del pequeño Digimon, y sintiendo una pequeña pero dolorosa punzada de culpa, Nunally corrió hacia la nube de Datos en la que Candlemon se transformó para tomar el manojo de llaves con el que pudo abrir la reja.
Las celebraciones de se hicieron esperar, así como el alivio llegó a quienes hubiesen querido evitar que Nunally participara en semejante misión.
De esa manera, los DigiDestinados quedaron libres y echaron a correr hacia la salida para enfrentarse con valor a sus captores. Todos, excepto Zoe.
Sin causar revuelo, la chica del DigiSpirit del Viento se armó de valor y emprendió un camino distinto.
Después de todo, ella aún tenía otro asunto que debía atender en la Tierra Miel.
— ¡Es por aquí! ¡Estamos cerca!
— ¡Sí! ¡Yo también puedo olerlo!
Para Taichi y Meiko era un poco difícil seguir el paso de Meikuumon, Zero y Gabo. Y al estar en campo abierto, era un tanto más complicado. Cuidar sus espaldas de los taques enemigos y asegurarse de que sus Digimon se mantuvieran siempre a la vista no eran dos tareas que pudiesen realizarse al mismo tiempo.
No tardaron en llegar a su destino, causando que todos se detuvieran en seco. El escalofrío recorrió inmediatamente sus espinas dorsales, pues pronto pudieron darse cuenta de que la fogata cuyo humo los había atraído formaba parte de un campamento pequeño, improvisado y solitario. Una fogata, una cama de hojas, y un viejo portátil que apenas podía mantenerse encendido.
—Es aquí —anunció Meikuumon—. ¡Terriermon está aquí! ¡Puedo olerlo!
Al escuchar aquello, Taichi dio un paso al frente y accionó la función especial de sus gafas oscuras para buscar las señales calóricas en los alrededores. Pronto, encontró dos señales solitarias en la copa de un árbol cercano. Levantó una mano para señalar con un dedo hacia ese punto y anunció:
—Ahí, Zero.
El aludido dio sólo un par de pasos hacia el árbol, dispuesto a atacar a quien estuviese ocultándose. Sin embargo, se detuvo al instante y Meiko a su vez sujetó el hombro de Taichi para mantenerlo apartado.
Aquella voz brotó de la copa del árbol entonces, acompañada por algunas hojas que cayeron al suelo.
— ¡No disparen!
Más hojas se desprendieron de la copa del árbol, precediendo al muchacho que bajó de un salto en compañía de un Digimon de largas orejas y aspecto adorable. Las ropas que él vestía, de un oscuro color verde, eran similares a las de Meiko y Taichi. La capa ondeante, los guantes que cubrían sus manos, las gafas oscuras que ocultaban más funciones de las que cualquiera podía imaginar, y el estilo que sólo podría haber llegado desde el sacro imperio de Britannia.
—Kappa —dijeron Meiko y Taichi a la vez.
—Ustedes deben ser Delta y Gamma —respondió el muchacho, asintiendo sólo una vez.
Los aludidos asintieron a la par.
El Digimon de las largas orejas sólo esbozó una pequeña y cálida sonrisa.
—Yo soy Gamma —dijo la chica—. Meiko Mochizuki, la compañera de Meikuumon.
—Y yo soy Delta —secundó su compañero—. Taichi Yagami. Zero y Gabo vienen conmigo.
Sólo para estar seguros, ambos mostraron sus Digivices al muchacho desconocido. Él asintió nuevamente, mostrando su propio Digivice y diciendo:
—Mi nombre es Henry Wong. Y soy el compañero de Terriermon.
Dicho aquello, todos los muros quedaron derribados.
— ¿Qué ha pasado con tu refugio? —Preguntó Taichi, dando un par de pasos hacia la cama de hojas—. Esto no luce nada bien.
Henry suspiró y se encogió de hombros. Terriermon no borró su sonrisa.
—Terriermon y yo tuvimos suerte... Belphemon nos atacó y lo destruyó todo.
— ¿Belphemon? —preguntó Meiko.
—Es el Señor Demonio que está al mando de la Tierra Miel —explicó Henry—. Intenté pedir ayuda, pero con el portátil que encontramos entre los escombros no hemos podido contactar a Alfa o a Omega.
—Eso significa que nosotros no podremos contactarlos tampoco, para decirles que ya hemos llegado a este reino —dijo Taichi—. La única solución será movernos rápidamente. Derrotar a Belphemon, y viajar a la Tierra Cibernética para reunirnos con Sigma y poder hablar con nuestros aliados en el Campo del Infierno.
—Si lo dices de esa manera... el resto del camino ya está casi totalmente hecho —comentó Meiko con un dejo de optimismo—. Una vez que encontremos a Sigma, sólo faltará encontrar a Lambda, Épsilon y Omicron.
—Sí —asintió Taiki—. Tenemos que seguir adelante. Por favor, Wong, dinos cómo llegar al castillo de Belphemon. ¡Tenemos que terminar con esto!
Extrañado, Henry miró en los alrededores antes de preguntar:
— ¿Han venido ustedes solos?
Las miradas de Meiko y Taichi se cruzaron por un instante.
—No —respondió el chico—. Nos separamos de nuestros compañeros por un instante para buscarte. Pero cuando volvimos, ellos ya no estaban ahí.
—Es posible que ellos estén en el castillo de Belphemon —sugirió Henry—. No tenemos tiempo que perder. ¡Andando!
Dicho aquello, el trío emprendió el camino para llegar al castillo de Belphemon.
Por supuesto, ellos no tenían idea de que otras cosas estaban sucediendo en aquel siniestro lugar.
La carrera contra el tiempo comenzó antes de que ellos siquiera lo hubieran imaginado.
Los efectos del Geass parecían ser lo único necesario para proteger a Nene y a Lelouch de los ataques de los Digimon enemigos. Bastaba con mirarlos fijamente y dar una simple orden para que aquellas criaturas acabaran con sus propias vidas, o se volvieran en contra de sus compinches antes de suicidarse. De esa manera fue que los dos cómplices se abrieron paso a lo largo de los pasillos, sin poder dejar pasar por alto las nubes de polvo y escombros que se desprendían del techo. Las grietas que aparecían en las paredes a cada paso que daban también eran una señal importante para saber que algo importante estaba sucediendo en el castillo.
Quizá un demonio ciego estaba buscando venganza.
La señal del Digivice ligeramente iluminado con aquella luz verde los llevó a los pies de aquellas pesadas puertas cerradas a cal y canto, con cadenas y candados. Al percatarse de que la señal se volvía más intensa en ese sitio, supieron que habían llegado al fin al lugar correcto.
—Es aquí —anunció Nene, aunque decirlo en voz alta le pareció redundante.
Miró entonces a su amado, quien aprovechó la pausa para cubrir el ojo donde portaba el Geass con una mano. El dolor era cada vez peor. Y ni qué decir de todos los síntomas que aún presentaba en lo más profundo de su cuerpo. El pulso irregular y acelerado, su respiración agitada, el dolor que era peor que la muerte misma. Y el sangrado que no se detenía.
Angustiada, Nene retiró la mano de Lelouch para examinar el ojo herido. Pero al percatarse de que no había ningún daño visible, además del brillo que seguía siendo mucho más intenso que de costumbre, la chica no pudo evitar demostrar su molestia con un gesto de frustración. Rompió un trozo de tela de sus ropas y lo utilizó para intentar enjugar la sangre, hasta que Lelouch se apartó con violencia y sólo caminó hacia las cadenas que bloqueaban la puerta.
Implacable, Nene insistió.
— ¿Por qué no me dejas ayudarte? —reclamó la chica.
—Porque no tenemos tiempo para eso —respondió Lelouch tajantemente, mirando a Nene a través del rabillo del ojo.
—Estás sangrando. Sea lo que sea, lo que te hizo Belphemon te ha hecho daño.
—Estoy bien —insistió la voz gélida de Zero, quizá utilizando más agresividad de la que necesitaba.
Nene no pudo mantenerse en silencio.
—No, no lo estás. ¡Tenemos que hacer algo con tu ojo antes de que esto sea irreversible!
— ¡Ayúdame con estas malditas cadenas, y cierra la maldita boca!
El chico se arrepintió al instante por haber utilizado semejante volumen en su voz, o por haber estallado de aquella manera. Sin embargo, su orgullo le impidió reconocerlo en voz alta. Nene sólo obedeció a las órdenes del muchacho, tirando juntos de las cadenas con toda la fuerza que fueron capaces de reunir. Al no conseguir cambio alguno, Lelouch decidió sacrificarse una vez más invocando el poder de su Geass. Fue increíble presenciar la manera en la que las cadenas, siendo objetos inanimados, obedecieron a las órdenes del Ojo del Rey. El pago, sin embargo, fue mucho más caro que antes. Debilitado, Lelouch se tambaleó y tuvo que sujetarse con fuerza del hombro de Nene.
—E-estoy bien —insistió él cuando sintió que las manos de su amada intentaban darle un soporte extra—. A-andando... Ya estamos cerca...
— ¡Lelouch, no estás bien! ¡Déjame ayudarte!
Sin importar las quejas de su amada, el chico se aventuró a entrar en aquella cámara iluminada a media luz, en la que inmediatamente fue recibido por los gritos de emoción que llegaban desde alguna parte.
— ¡Lelouch! ¡Nene! ¡Son ustedes!
Bastó con levantar la mirada para descubrir que los Digimon del equipo estaban apresados en aquella red, suspendida a pocos metros del techo.
Shoutmon, Gumdramon, Damemon, Mervamon, Sparrowmon, Tanemon, Opossumon, Dorulumon, Cutemon, Cheepmon, Keramon... Todos estaban allí.
Nene y Lelouch sonrieron complacidos.
La sonrisa del chico, sin embargo, se borró al instante para que él pudiera esbozar su expresión fría e impenetrable.
— ¿Se encuentran todos bien? —exigió saber la voz de Zero.
— ¡Estamos bien! —respondió Mervamon.
— ¡Quiero ver a Airu! —añadió Opossumon.
— ¡Sácanos de aquí-dame! —suplicó Damemon.
— ¡Sabíamos que vendrían-kyu! —dijo Cutemon.
— ¡Venga, de prisa! —urgió Shoutmon.
— ¡Nene, qué gusto verte! —concluyó Sparrowmon.
La sonrisa de Nene creció.
Resuelto, Lelouch buscó en los al rededores hasta encontrar aquella alargada mesa de madera en la que alguien había situado todos y cada uno de los Digivices robados, colocados en hilera y siendo detectados por el Digivice que él llevaba en las manos en ese momento. Así que tomó los aparatos y los ocultó debajo de sus ropas, dándole también un puñetazo a una pequeña ventana para obtener un trozo de cristal resquebrajado. Lo entregó en manos de Nene, diciendo:
—Libéralos. Yo vigilaré.
La chica asintió. Haciendo uso de una gran agilidad, dio un salto que le sirvió para prenderse de la red, trepando hasta conseguir el soporte suficiente para cortar los hilos.
—Esto podría doler —anunció.
Y así, cortó la red con el trozo de cristal resquebrajado.
Los Digimon cayeron al suelo entonces, sintiéndose finalmente libres y luego ayudando a que Nene pudiera levantarse también. Cutemon curó velozmente la herida que el cristal abrió en la mano de Nene, así como saltó a los brazos de Lelouch para hacer cuanto pudo para detener el sangrado. Lo único que no pudo desaparecer fue el intenso dolor que invadía cada poro del cuerpo del muchacho.
—Tenemos que irnos —dijo Lelouch impacientemente, dejando a Cutemon en el suelo y lanzando el Xros Loader lavanda a las manos de Nene—. Los enemigos no tardarán en encontrarnos aquí.
—Ahora que tenemos a los Digimon con nosotros, nos será más fácil escapar —aseguró Nene.
Tanemon, antes de que Nene y Lelouch pudiesen siquiera comenzar a pensar en los planes, saltó a los brazos de la chica y dijo con voz suplicante:
— ¡No! ¡Aguarden! ¡No podemos irnos!
— ¿Por qué no? —Preguntó Nene—. No podemos perder más tiempo. Belphemon seguramente estará persiguiéndonos.
— ¡Porque Mimi nos necesita! —Anunció Tanemon—. ¡Está aquí! ¡Miren, detrás de ustedes!
Dicho aquello, Nene y Lelouch miraron en la dirección que Tanemon sugería. No tardaron en darse cuenta de que eran un par de pésimos rescatistas, al no haber notado la presencia de aquella chica inconsciente que yacía en un rincón de la habitación. Fue Nene quien corrió en aquella dirección para auxiliarla, deteniéndose de golpe cuando una técnica salida de la nada la obligó a caer de espaldas.
Acalorado y angustiado, Lelouch corrió también en aquella dirección y ayudó a que su amada pudiese levantarse. De la misma forma que él hizo minutos atrás, Nene se apartó para asegurar que no estaba herida. El ruido que reinaba en la habitación hizo que Mimi abriera ligeramente los ojos, sin poseer la fuerza suficiente para levantarse por sí misma.
Después de todo, los cortes en sus brazos y en sus piernas le causaban un dolor agonizante que distaba de transportarla a los brazos de la muerte, sino que sólo se dedicaba a causarle un suplicio eterno.
— ¿Qué fue eso...? —preguntó Nene.
Lelouch miró por encima de su hombro en ese momento, sintiéndose alertado por la forma en la que los Digimon se colocaron en posiciones de ataque para proteger a sus tres amigos humanos del Digimon que se hizo presente en la entrada de la cámara. Lelouch hizo otro tanto, preparándose para usar su Geass nuevamente. Nene tan sólo levantó su Xros Loader, sujetando con fuerza la mano de Lelouch para mantenerlo cerca en caso de que un escape precipitado fuese necesario.
El intruso dio un paso al frente.
La penumbra de la habitación hizo que su aspecto fuese mucho más inquietante. Y también sirvió para que, a pesar de todo, los Digimon tuvieran que bajar la guardia. Su sentido de la lealtad les impedía atacar a un amigo, después de todo.
Nene tragó saliva por un instante.
Lelouch parecía ser el único que no habría sentido remordimiento alguno a la hora de lanzar un ataque mortal.
Armándose de valor, el Digimon King se atrevió a decir:
—A-Aldamon... ¿Qué estás haciendo...?
El impacto de un letal Estallido Solar fue la única respuesta.
�S�X�%
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top