Capítulo XVI: Te Necesito

¡Hey, hola! Antes de que lean el capítulo debo hacer la advertencia de siempre, especialmente porque últimamente se han unido muchos nuevos lectores. ¡Bienvenidos todos, prepárense para la sangre!

Lo que están a punto de leer contiene una escena sexual. Y no será la primera, ya que todavía nos faltan dos. Entre ellas, la escena Nene x Lelouch que les debo desde Code Xros. Dadas las circunstancias, debo recordarles que esta clase de capítulos podría contener algo que no les guste a todos. Así que si este no es tu tipo de contenido, no te preocupes. Puedes saltarte esa escena, ya que no afectará en casi nada al transcurso de la historia. Aunque si decides quedarte, créeme que no te arrepentirás.

Por último, en Multimedia les dejé una canción que deben reproducir cuando Akari y Taiki comienzan a besarse, y es la misma que acompaña la escena. La canción es Rindou no Hana, de Eri Aoi. Mil gracias a Sue167 por habérmela mostrado.

Y eso es todo por ahora. ¡Disfruten el capítulo!


     Katsura cayó al suelo cuando BelleStarmon terminó con la rutina de tortura. La pobre chica se había convertido en nada menos que un remedo de carne y huesos inservibles que sollozaba y musitaba súplicas de vez en vez. No tenía idea de dónde estaba su amigo digital, Keramon, pero vaya que deseaba que él estuviera muerto si con eso podía asegurarse de que su amigo no padecía una tortura semejante a esa.

Escuchó que los pasos de BelleStarmon salían de la mazmorra donde la mantenían encerrada. Se arrastró entonces hasta llegar al único rincón hasta donde las cadenas de sus muñecas y sus tobillos se lo permitían. Se hizo un ovillo en el suelo e hizo todo lo posible para enjugar la sangre que corría por las comisuras de sus labios y que también brotaba de sus fosas nasales. El dolor en las heridas que cubrían su cuerpo entero era tan intenso que cualquier miserable movimiento podía condenarla a horas y horas de suplicio. Y es que BelleStarmon aplicaba fuerza especialmente excesiva a la hora de utilizar el látigo.

—Kira... —musitó la desolada chica, hundiéndose en su propia miseria—. K-Kira... No vengas aquí... N-nunca vengas aquí...

No quería decirlo en realidad, pero su espíritu ya estaba por demás apagado.

Si su muerte era lo único capaz de proteger a Kira y de evitar que su mejor amiga tuviese que luchar contra BelleStarmon, entonces sólo esperaba que ese momento llegara pronto.

Por supuesto, sabía que no sería así. Se había convertido en un títere con fecha de caducidad. Y no moriría. No todavía, al menos.

Rompió en llanto, sintiendo que sus espasmos le causaban fuertes oleadas de dolor.

Katsura Shinyuga, si es que lograba salir de ese encierro, jamás volvería a ser la misma.

Todos en el refugio de Meiko estaban tan exhaustos, que la idea de poder ducharse con agua caliente les sentó de maravilla. Vestidos con ropas limpias y sintiéndose quizá doblemente cansados, Meiko trasladó a sus nuevos amigos hasta un espacio donde todos fueron recibidos con un gran banquete.

Cortesía de Sigma y Omega, según rezaba una pequeña tarjeta holográfica.

Pero mientras todos sus amigos se encargaban de recuperar sus energías y de llenar sus estómagos para luego ir a dormir durante, al menos, doce horas consecutivas, hubo alguien que decidió rezagarse del grupo. Sin causar revuelo, y sin llamar la atención del Digimon King siquiera, el general del Xros Heart le pidió a Meikuumon que lo condujera hasta los dormitorios.

Ya que todos los Digimon que habitaban el refugio estaban en el comedor, haciendo compañía al grupo de guerreros, Taiki se sintió aliviado cuando siguió a Meikuumon hasta ese sitio silencioso y solitario, al que sólo se podía entrar mediante un código numérico que debía escribirse en un panel ubicado justo afuera de cada puerta.

1999, recitó Meikuumon en un par de ocasiones.

El dormitorio que el adorable gato anaranjado otorgó para el general del Xros Heart era grande, espacioso, y con espacio suficiente para albergar a seis o siete personas. Al estar bajo tierra era imposible que hubiera ventanas, por lo que alguien había colocado una pantalla holográfica que transmitía las imágenes de un tranquilo mar justo a la hora del atardecer.

Taiki suspiró con pesadez y sonrió.

—Puede quedarse aquí mientras tus amigos vienen a reunirse contigo, señor Kudou —sugirió Meikuumon—. El silencio le ayudará a descansar.

Señor Kudou, pensó Taiki divertido. Meikuumon es realmente amable y educado.

—Gracias, Meikuumon. Ve con los demás, yo puedo hacer el resto por mi cuenta.

Meikuumon sólo sonrió y se retiró del dormitorio, cerrando la puerta automática detrás de sí. Taiki aprovechó ese momento para tumbarse en una de las camas. Sólo al estar en esa posición fue que el cansancio terminó por apoderarse de él. Su cabeza dolía un poco. Todo su cuerpo dolía, a decir verdad. No se había recuperado del todo luego de todo lo sucedido en la Tierra Dragón.

Al menos, no se sentía al borde de la inconsciencia.

La puerta de la habitación se abrió entonces, causando que él cerrara los ojos en un vano intento de pasar desapercibido. Pero al escuchar que aquellos pasos se acercaban a él, sólo pudo musitar:

—No tengo hambre. No hacía falta que nadie viniera a buscarme.

La respuesta fue contundente.

Un golpe directo a la cabeza con una de las almohadas de las camas vacías. Cuando Taiki se recuperó y abrió los ojos, sólo pudo esbozar una sonrisa traviesa al darse cuenta de que Akari pretendía golpearlo de nuevo.

—No es gracioso —se quejó ella—. Ya me has preocupado lo suficiente como para que decidas no comer nada, aún sabiendo que en cualquier momento tendremos que pelear.

—Puedo desayunar mañana.

—O puedes cenar ahora. Te he traído un poco de comida.

— ¿Cómo supiste que estaba aquí, de cualquier forma? Hice todo lo posible para que nadie se diera cuenta.

—Meikuumon me lo dijo. Además, me di cuenta de que no estabas cuando Lelouch y Taichi comenzaron a hacer planes. Si hubieras estado allí, habrías participado. ¿Qué haces aquí? ¿Te sientes enfermo?

La sonrisa de Taiki creció.

Akari era incorregible. Siempre cuidaba de él, incluso cuando Taiki no lo merecía.

—Estoy un poco cansado... Creo que no me he recuperado del todo luego de lo que sucedió en la Tierra Dragón. Sólo quería tomar una siesta.

—Te sentirás mejor si comes algo —insistió Akari cruzándose de brazos—. No sabemos cuándo entraremos en acción. Taichi y Lelouch parecen estar de acuerdo con que el momento propicio para atacar será a primera hora de la mañana.

La expresión de Taiki se endureció.

— ¿En verdad pretenden hacerlo tan pronto? —Preguntó el chico—. Apenas hemos llegado. Nuestros enemigos estarán alerta.

—Sí, bueno... Yo no estoy segura de querer participar en este combate...

Soltando un suspiro, Akari se sentó en el borde de la cama y echó la cabeza hacia atrás. Y aunque Taiki ya podía predecir la respuesta, creyó que lo mejor era preguntar:

—Estás pensando lo mismo que yo, ¿no es cierto? No quieres pelear contra Beelzebumon.

—No... —confesó Akari sin dudar—. Sé que podría no ser nuestro amigo, pero... Taiki... Si se trata de Beelzebumon, ¿en verdad tenemos que matarlo para seguir avanzando? Podría sólo estar corrompido... ¿Existirá alguna manera de evitar que él resulte herido, si es que eso fue lo que sucedió?

—No estoy seguro... Pero... Justo ahora, lo que más necesitan nuestros amigos es que nosotros seamos fuertes. Nos están esperando en los otros reinos restantes.

—Para llegar al Campo del Infierno y dar la batalla final, tendremos que sacrificar mucho...

—Pero podemos lograrlo. Akari... —dijo, tomando la mano de la chica con fuerza—. Mientras tú estés conmigo, creo que soy capaz de hacer cualquier cosa.

—Yo siento lo mismo —respondió ella devolviendo el apretón—. Gracias a ti fue que logré ayudar a Dorulumon a Digievolucionar.

—Nunca me cansaré de repetírtelo. Yo te necesito, Akari. Te necesito siempre.

—Yo también te necesito. Yo... N-no imagino un mundo sin ti, Taiki.

Como respuesta, el chico besó con delicadeza los labios de su amada pelirroja. Ella devolvió el beso y sonrió. El muchacho devolvió el gesto.

—Entonces... ¿Has traído comida?

—DigiNoir.

Taiki acrecentó su sonrisa.

—Mi favorito. Me conoces mejor que nadie.

Ambos sabían que eso era una verdad absoluta.

Mientras el resto del grupo terminaba de devorar el banquete, y con la lluvia de ideas finalizada sin que eso hubiese arrojado alguna clase de resultado, Nene se alejó del grupo para buscar un poco de privacidad en esa solitaria área de descanso. La chica se dejó caer en uno de los sofás y permaneció mirando hacia el techo durante un instante, para luego sacar su Xros Loader de su bolsillo y presionar un botón para acceder al catálogo de Knightmares que Cecile había dejado allí.

Ver a todas aquellas máquinas a su disposición únicamente fue útil para que la chica reviviera, en contra de su voluntad, un sinfín de memorias que se arremolinaron en su cabeza haciéndola sentir ligeramente aturdida.

Se dio cuenta del poco tiempo que había pasado en Britannia en realidad, pues los nombres de más de la mitad de las máquinas le resultaron desconocidos. Reconocía a la perfección al Galahad, al Gawain, al Guren MK-II, a los Akatsuki, a los Gloucester. Allí estaba, incluso, el imponente Lancelot. Pero también había máquinas novedosas, ostentosas y poderosas con nombres tales como Mordred, Percival, Siegfried, Tristan, Gareth, Glasgow, Portman, Sutherland, Vincent...

Cecile, convenientemente, había señalado cuáles modelos pertenecían, además, a los nipones. Y las diferencias entre aquellos diseños y los modelos producidos por Britannia eran notales. Los Knightmares japoneses llevaban nombres tales como Shinkiro, Sutherland Sieg, Burai, Gekka, entre otros. Nene sonrió con un dejo de nostalgia cuando entró a leer la información sobre el Sutherland Sieg y descubrió que había sido diseñado por Lakshatta Chawla, a partir del modelo del Siegfried de Britannia.

Cada uno de los Knightmares poseía sus puntos fuertes y sus puntos débiles, que estaban perfectamente enlistados y señalados en los diagramas. Aquello no podía ser inútil en la batalla, pues de esa manera todos podían crear fantásticas combinaciones a la hora de formar los equipos para atacar a los enemigos. La chica comenzó a pensar entonces cómo lucirían RaptorSparrowmon o Mervamon al ser fusionados con el Gawain en una DigiXros.

Con su dedo índice siguió avanzando entre la información de los Knightmares, hasta que su atención se fijó en uno de ellos que brillaba con luz propia al ser resaltado con letras de color rojo. Se trataba de una máquina que poseía un diseño sencillo, como si Lloyd Asplund hubiese querido esculpir un cuerpo fino, casi imperceptible pero igualmente resistente. De color rojo con algunos detalles en tonos magenta, rosa, púrpura, negro y dorado. Detrás de esa armadura fina y aparentemente débil, ocultaba todo un arsenal de armas entre los que se contaban un rifle con alcance de cinco millas, tres cañones de Hadrones y un campo de fuerza que lo protegía de ataques enemigos. En sus manos llevaba, además, una espada que había sido diseñada para cortar la roca más gruesa y el metal más resistente.

El Afrodite Kaiser MW-99X.

Un Knightmare capaz de destruir a todo el resto del catálogo en un abrir y cerrar de ojos.

—Parece que has encontrado un pasatiempo.

Nene se incorporó velozmente en cuanto escuchó la voz de Lelouch, quien se acercaba a ella a paso lento y que se detuvo para tomar asiento en el mismo sofá. Nene se apartó para hacer espacio y cambió la idea de tumbarse, colocándose en la posición de loto. Lelouch tomó el Xros Loader de las manos de su amada y procedió a dar su propio vistazo al catálogo de Knightmares. La curiosidad de Nene, como era de esperarse, fue reemplazada por el ojo frío y analítico del muchacho. Se detuvo cuando entró a la información del Gawain, descubriendo la serie de modificaciones que Lloyd y Cecile habían hecho al sistema. Hizo otro tanto cuando leyó la información del Lancelot, del Guren y del Galahad. El Afrodite le causó tanta curiosidad que por un instante deseo poder tener su propio Xros Loader, o cualquier aparato que le permitiese leer todos aquellos detalles con un poco más de calma. Nene, por supuesto, no opuso resistencia cuando se dio cuenta de que Lelouch no pretendía devolver pronto el Xros Loader.

—Esto es impresionante —concedió el muchacho—. Lloyd no sólo ha añadido la información de cada Knightmare, sino que los ha modificado para aumentar todas sus capacidades. Fuerza, velocidad, resistencia, blindaje...

—Combinando esas habilidades con el Digimon correcto, seremos invencibles —asintió Nene—. Shoutmon X7 en una DigiXros con el Lancelot podría derrotar a cualquier enemigo.

—Si las balas causan semejante daño en un Digimon, imagina lo que haría un cañón de Hadrones en este lugar —propuso Zero—. El castillo de NeoVamdemon será nuestro.

—Pero lo que encontremos dentro aún puede ponerse en nuestra contra. No tenemos idea de la clase de poder que posee ese tal Indramon.

—Lo pondremos a prueba con un Akatsuki. Al final, podemos prescindir de ellos, o de los Gloucester.

—Con un piloto que tendría que ser nuestro Kamikaze.

Lelouch negó con la cabeza y señaló la información de los Akatsuki con una sacudida de la cabeza.

—Piloto automático —dijo—. Lloyd ha pensado en todo.

— ¿Crees que este poder sea suficiente para rescatar a Katsura?

—No me aventuraría a decir que sí, pero... Creo que podríamos tener una oportunidad.

—Temo que Kira no esperará. Sé cómo piensa. Aunque no la conozco del todo, creo saber que si no nos damos prisa, ella atacará por su propia cuenta.

—Eso sería arriesgado... Pero creo que esa mujer que debemos derrotar no quiere matarla aún...

— ¿Por qué lo dices?

—Si quisiera deshacerse de ella, ya lo habría hecho. Pero la mantiene con vida... Esa mujer busca algo que Yagami sólo puede darle estando con vida.

— ¿Qué puede ser?

—No lo sé. No puedo adivinarlo. Sólo me parece un poco extraño que esa mujer no haya hecho nada aún para recuperar ese aparato...

— ¿El Digivice negro?

—Sí. Yagami dijo que le pertenecía a esa mujer, pero nadie ha intentado robarlo ni nada parecido. En realidad, el mensaje en la Tierra Dragón llegó a ese aparato. Eso significa que esa mujer sabe más de lo que aparenta, y que hay algo que nosotros no estamos viendo.

—Lo único que yo puedo preguntarme ahora es: ¿Por qué nuestros amigos aún están con vida en esos castillos? ¿Por qué Clarisse no ha ordenado que sean asesinados?

—Porque a ellos, al igual que a nosotros, los necesitan vivos por alguna razón... Temo que todas esas respuestas las encontraremos una vez que hayamos llegado al Campo del Infierno.

— ¿Crees que sea posible llegar con vida?

—Creo que vale la pena hacer sacrificios con tal de descubrirlo. Cada vez estamos más cerca del final, y con el poder de Britannia tenemos la victoria asegurada.

—Te escuchas muy convencido —sonrió ella—. Debes sentirte en tu elemento, ¿no es cierto?

Lelouch devolvió la sonrisa.

Ambos se tomaron de las manos, entrelazando sus dedos sin decir más. Se dieron un fuerte apretón y Nene, obedeciendo a sus impulsos, se recostó para colocar su cabeza sobre las piernas de Lelouch. Ambos compartieron una sonrisa.

—Apenas recuerdo cuándo fue la última vez que te dije que te amo —dijo ella—. Hemos pasado por tanto en estos últimos días... Aunque han sido apenas un par, a mí me da la impresión de que ha sido una eternidad.

—Eso creo... Debe deberse a que en este mundo, el tiempo transcurre de manera diferente. Es eso lo que tus amigos dicen, ¿no es cierto?

—Sí... Ya ni siquiera recuerdo cuánto tiempo hace que fuimos transportados al Mundo Digital.

—Lo que realmente importa es que estamos juntos. Así podemos luchar para volver a casa.

—Juntos somos invencibles, ¿no es cierto?

—Sí. A pesar de todo.

Compartieron nuevamente una sonrisa.

Nada había cambiado entre ellos. A pesar de las adversidades, el fuego que ardía entre ellos sólo había aumentado su intensidad.

—Bésame, Lelouch —pidió Nene.

El chico arqueó las cejas y obedeció, logrando que el simple roce de sus labios causara una revolución en el interior de Nene. La corriente eléctrica recorrió sus cuerpos, ayudándoles a compartir esa mirada de amor infinito cuando finalmente se separaron.

—Te amo —suspiró él.

Ella respondió repitiendo la declaración de amor.

Al estar en aquella posición, juntos y totalmente solos, ambos se sentían capaces de hacer cualquier cosa.

Taiki comió las últimas migajas de DigiNoir, pues su estómago no pudo resistir más cuando comenzó a recibir la comida. Akari sonrió complacida, especialmente cuando Taiki bebió el agua para refrescarse. El muchacho ya se encontraba en óptimas condiciones, perfectamente listo para seguir adelante. Pero tan satisfecho quedó luego de comer, que simplemente volvió a tumbarse y colocó las manos detrás de la cabeza sin dejar de esbozar una cínica sonrisa.

Akari tan sólo soltó una risa.

—Me siento mejor —dijo Taiki contento—. Siempre sabes cómo ayudarme, Akari.

—Bueno, es mi deber cuidar de ti —le espetó ella—. Tú siempre te esfuerzas más de lo que debes. Incluso parece que tu propia vida te da igual.

—No puedo quedarme con los brazos cruzados sólo por el miedo a sentirme un poco enfermo —respondió él borrando su sonrisa momentáneamente—. Shoutmon y los demás también cuentan conmigo.

—Lo sé... Eres incorregible. Al menos sobreviviste al encierro en la Tierra Dragón. Debes haber sufrido mucho en ese lugar.

Taiki suspiró despreocupado.

—Sólo espero que no hayan quedado cicatrices —respondió él al cabo de un momento.

— ¿Cicatrices?

—Myotismon solía azotarme hasta hacerme sangrar.

Aquello lo dijo con tal despreocupación que un escalofrío recorrió a Akari a través de la espina dorsal.

—T-Taiki... Déjame ver tu espalda. Tal vez aún tienes heridas que Cutemon pueda cerrar.

El muchacho se incorporó y miró a Akari por un instante, sólo para darse cuenta de que no había manera de evadir la severidad que ella reflejaba en sus ojos claros. En señal de rendición, el muchacho se sacó la camiseta y la dejó a un lado, sólo para girarse y mostrarle a Akari todas esas pequeñas cicatrices que cubrían su piel. Algunas más grandes que otras. Había incluso algunas gotas de sangre seca que Akari limpió con un poco del agua que había llevado para beber. Taiki no dijo palabra alguna cuando los dedos de Akari pasaron delicadamente sobre las heridas que la luz de Ophanimon se había encargado de cerrar.

—Ese maldito... —se quejó Akari—. ¿Por qué te ha hecho esto...?

Taiki sólo miró sus muñecas, descubriendo que éstas también habían cosechado algunas pequeñas cicatrices. Sus tobillos seguramente se encontraban en las mismas condiciones.

—No es nada, Akari —dijo despreocupado—. Puedo vivir con ello.

—Es injusto —insistió ella—. ¿Quién puede ser tan cruel?

Taiki se giró entonces y sujetó a Akari por ambos hombros con fuerza, para darle una sacudida que sólo causó que las lágrimas que cubrían los ojos de la chica comenzaran a correr por sus mejillas.

—Lo único que agradezco es haber recibido yo esos golpes —dijo él—. Si tú hubieras estado en mi posición... Ese sujeto quería lastimarte, Akari.

Ella negó con la cabeza.

—No quiero que recibas ningún golpe por mí, Taiki. ¡No quiero que ellos te lastimen!

El chico sonrió y acarició con delicadeza el rostro de Akari para hacerla acallar sus reclamos.

—Yo tampoco quiero que tú resultes herida. Recibiré en tu lugar todos los ataques que sean necesarios, con tal de que tú sobrevivas. Es lo único que quiero.

—Pero, Taiki...

—Te amo, Akari —insistió él—. Yo no soportaría verte sufrir.

—Tampoco yo... Pero si sigues arriesgándote, tú...

—Por ti, soy capaz de resistir cualquier cosa.

Ella tan sólo acalló las palabras de Taiki con un beso, para lo cual tuvo que levantarse sobre las puntas de sus pies pues la diferencia de estaturas era demasiado notoria. El chico rodeó el cuerpo de Akari con sus brazos para aferrarla con fuerza. De alguna manera, ambos cayeron sobre la cama cuando el peso de Akari venció a las piernas de Taiki. Ambos rieron a carcajadas sólo por un instante, hasta que sus miradas se conectaron por una fracción de segundo y un instinto desconocido despertó en lo más profundo de sus seres.

—Pasé tanto tiempo sin ti, Akari... —confesó él—. Creí que nunca volvería a verte.

—Nunca voy a abandonarte —respondió ella—. No tienes nada qué temer.

Fue él quien tomó la iniciativa entonces, y ella no opuso resistencia alguna.

Y aunque ambos estaban conscientes de lo que estaba por ocurrir, en realidad no se sentían del todo preparados. Pero a pesar de eso, las miradas de amor les dieron la confianza suficiente.

Se necesitaban, el uno al otro.

Habían sido hechos para pasar juntos el resto de sus vidas.

Taiki nunca se caracterizó por ser la clase de chico apasionado que podía perder el control al estar frente a una chica linda. Especialmente tratándose de, precisamente, la chica que le había robado el corazón desde que tenía uso de razón. Y es que Akari también tenía una forma especial para demostrarle su amor al muchacho de las gafas de aviador. Ambos habían concordado, tiempo atrás, que Taiki había tardado en entender las señales que Akari le enviaba con su interés constante, siempre cuidando que él estuviese en óptimas condiciones y siendo quien le ayudaba en los momentos más difíciles. Taiki tenía que admitirlo, pues sabía que incluso a Akari le parecería gracioso: Nunca hubiera sido tan feliz como ese momento, si jamás se hubiese atrevido a confesarle a Akari que estaba locamente enamorado de ella.

Akari no tenía mucho qué decir al respecto. La suya era otra de esas tantas historias de amor en las que ambos simplemente conectaban. Hacían click. Sus piezas embonaban de una manera tan perfecta que era imposible que tuviesen maneras distintas de percibir sus sentimientos. Era como si los corazones de ambos estuviesen en perfecta sincronía. Y eso se reflejaba en la manera en que sus dedos se entrelazaban mientras ambos seguían besándose con parsimonia en aquella cama, poco importando que el tiempo ya hubiese pasado lo suficiente como para que sus amigos llegasen pronto. Ni siquiera se mantenían alerta a los sonidos que pudiesen escucharse fuera de la habitación. Y quizá aquello último se debía a que las paredes aislaban los sonidos.

Sea como fuere, ambos se sentían en las nubes. Y es que no se trataba de la primera vez que se encontraban en aquella posición. Akari debía confesar, con cierto descaro, que su momento favorito del día era cuando Taiki iba a visitarla por las noches, tras un agitado día de escuela, para pasar un rato besándose mientras dejaban correr una película en el televisor.

Taiki no volvió a ponerse la camiseta, aunque hubiese querido hacerlo con tal de que Akari no se sintiese incómoda al tener que tocar las cicatrices de su espalda. Pero a Akari parecía no molestarle en absoluto. Lo único que le importaba era sentir el roce de los labios de Taiki sobre los suyos, teniendo la ligera impresión de que valoraba mucho más esos arrumacos en ese momento. Y es que es totalmente cierto que una persona suele valorar todo cuando lo ha perdido o cuando ha estado a punto de perderlo. A pesar de que el tiempo ya había pasado, sólo en ese momento ella se pudo percatar de que las manos de Taiki la aferraban de una manera que hacía chocar la fuerza con la delicadeza. Con suavidad acariciaba el rostro de la chica, a la par que sujetaba su mano de tal manera que parecía no querer separarse de ella en todo lo que le restaba de vida. La temperatura de ambos cuerpos aumentó gradualmente, y ninguno de ellos lo notó hasta que se separaron para tomar un poco de aire y se percataron de que sus mejillas se habían enrojecido. Con la respiración agitada, ambos compartieron una sonrisa despreocupada. Definitivamente, una ventana en esa habitación no habría estado nada mal.

Akari aprovechó la pausa para acariciar el torso de Taiki con parsimonia. Taiki nunca se había caracterizado por estar precisamente en forma, pero su entrenamiento constante en el baloncesto sí que había rendido sus frutos. La mano de la chica viajó hasta el cuello de Taiki, para que luego ella introdujera sus dedos en el cabello del muchacho, pasando justo por encima del elástico de sus gafas de aviador. Taiki permaneció quieto, sólo pensando en lo hermosa que Akari era cuando estaba sonrojada. Especialmente cuando tenía el hombro derecho parcialmente descubierto, gracias a que las manos traviesas del muchacho habían desacomodado un poco esa holgada camiseta de color magenta.

—Eres hermosa —sonrió él.

Se inclinó para besarla de nuevo, tomándola por sorpresa y haciendo que ella le diera un ligero tirón de cabello. La mano de Akari se posó sobre la nuca del muchacho para mantenerlo cerca, impidiendo así que él pudiese alejarse más de la cuenta mientras ella no quisiera permitirlo. Y Taiki no hizo más que colocarse a horcajadas sobre ella, obedeciendo a su propio deseo, y asegurándose de que Akari se sintiese cómoda en todo momento. Así era él. Taiki Kudou siempre anteponía los deseos de su amada.

Los besos dulces tuvieron que detenerse en el momento en que Akari sintió que las manos traviesas de Taiki se aventuraban a posarse sobre ciertas partes de su cuerpo que, por suerte, aún estaban ocultas bajo sus ropas. La única razón por la que los arrumacos pararon fue porque Akari necesitaba un momento para poder soltar una exhalación que a Taiki no le pasó por alto. Compartió una mirada con ella, quizá solicitando la autorización de la chica. Akari sólo elevó un poco su cabeza para ahogar con un beso los sonidos que amenazaban con brotar de su cabeza. Y es que en cualquier otra situación se hubiese negado rotundamente, pero parecía ser que su cordura se había esfumado.

Lo único en lo que podía pensar en ese momento era en que estaba con Taiki. A solas. Y a sabiendas de que todo podía pasar cuando decidieran entrar al castillo de NeoVamdemon, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de no arrepentirse al pasar el tiempo.

Quizá fue esa misma confianza la que le permitió rendirse ante el tacto de Taiki, dejando descansar sus brazos a cada lado de su cabeza. Inclinó también su rostro, pues los labios de Taiki pronto comenzaron a dibujar un camino de besos a lo largo de su cuello.

Fue ella misma quien se incorporó ligeramente para deshacerse de su camiseta, dejándola en el mismo rincón olvidado donde yacía la prenda superior de Taiki. El muchacho se sintió ligeramente enloquecido cuando tuvo la primera vista de las curvas que la chica pelirroja ocultaba detrás de un sostén de encaje de color celeste. Ella se incorporó ligeramente, sosteniéndose mediante sus codos, y miró a Taiki por una fracción de segundo antes de agachar la mirada y sentirse avergonzada.

—Akari —llamó él en voz baja—. ¿Qué sucede?

Ella respondió sin mirarlo nuevamente.

—E-esto... E-es vergonzoso...

Él tan sólo sonrió y volvió a colocarse sobre ella, haciendo que Akari se rindiera con los besos que recibió en su cuello.

—No te avergüences de lo hermosa que eres —susurró él al oído de la chica, justo antes de besar el lóbulo de la oreja con tal delicadeza que el roce apenas consiguió tocarla.

Y ese detalle bastó para que una corriente eléctrica recorriera a Akari de pies a cabeza, obligándola a deshacerse en un ligero gemido que a Taiki le hizo sonreír. ¿Qué mejor, que saber que a su amada le volvía loca el simple hecho de estar con él?

Los labios de Taiki dibujaron una delicada línea de besos a lo largo del cuello y de los hombros de Akari, hasta llegar a ese espacio entre los pechos de la chica a través del que pasó sin detenerse por más de un par de segundos. Sus labios siguieron bajando, hasta llegar al vientre donde él se tomó su tiempo. Los ligeros gemidos de Akari no se detuvieron en ningún momento. El sonrojo de la chica sólo podía ser comparado con el de Taiki.

El chico se separó de ella, causando que Akari arqueara la espalda instintivamente, quizá suplicando por un poco más de contacto. Sintiéndose un poco nervioso, y guiándose sólo por los jadeos que Akari no podía dejar de soltar, Taiki se ocupó de despojar a la chica de sus pantalones con tanta lentitud que a ella le resultó exasperante. Estando únicamente en ropa interior, Akari sólo pudo morder un poco su labio inferior. Quiso incorporarse para pedirle a Taiki que intercambiaran lugares, pero él lo impidió. Lo único que tuvo que hacer fue cerrar sus labios sobre el pie derecho de Akari y comenzar a dibujar esa línea de besos que subió lentamente hacia las pantorrillas de la chica. Plantó un último beso al llegar a la entrepierna, donde le fue fácil detectar que ella estaba más que lista para continuar. Era fácil decirlo, pues la humedad en las pantaletas de Akari era imposible de pasar por alto.

Akari dejó salir un gemido en toda regla cuando los labios de Taiki se posaron sobre la hendidura aún oculta debajo de la húmeda prenda. Mordió su lengua al instante, sin lograr acallar esos sonidos, por lo que tuvo que recurrir a morder el dorso de su mano. Su cuerpo ardía en calor y deseo, tanto que habría dado cualquier cosa con tal de poder levantarse para obligar a Taiki a estar en la misma posición. Pero no podía. Él la tenía bajo su control. Y por un momento tuvo la impresión de que habría enloquecido si acaso el contacto de los labios de Taiki con su intimidad hubiese sido directo.

El aroma causaba que Taiki se sintiera enloquecido. Era imposible de describir algo que le causaba semejante éxtasis. Su deseo lo obligó a posar su nariz sobre esa zona del cuerpo de su amada para inhalar un par de veces, haciendo que ella cubriera su rostro para hacer evidente su vergüenza. La pantaleta de Akari fue retirada de su sitio, sin que ella pudiese mover un solo músculo para evitarlo. Lo único que sí pudo hacer fue soltar un fuerte gemido cuando la lengua de Taiki se aventuró a entrar a esos lugares desconocidos, cálidos y húmedos dentro de ella. Deleitándose con su sabor, Taiki decidió sacar su lengua al cabo de un par de segundos, para encargarse también de acariciar superficialmente la hendidura. Sin parar de soltar sus gemidos, Akari buscó un poco de resistencia sujetando con fuerza la sábanas hasta que las puntas de sus dedos se tornaron de color blanco.

—T-Taiki... —gemía ella—. T-Taiki...

Para Taiki fue sencillo saber cuando Akari estaba a punto de alcanzar el punto culminante, por lo que decidió apartarse de ella justo a tiempo. La chica sólo jadeo sin parar durante un instante, sintiendo que la humedad entre sus piernas aumentaba a cada segundo. Movió un poco sus piernas en busca de un poco más de contacto, e incluso buscó a Taiki con sus manos sin dignarse a abrir los ojos por sentirse avergonzada. Pero Taiki ya no se encontraba allí, pues se había separado de la chica para poder despojarse de sus propias prendas. Al bajar sus calzoncillos y dejarlos olvidados en el suelo, fue evidente que él no necesitaba atención. Su placer dependía del placer de Akari.

Se inclinó nuevamente hacia ella para susurrar una única frase a su oído, haciendo que la corriente eléctrica apareciera de nuevo en cada rincón del cuerpo de la chica.

—Levántate —dijo él.

Akari no pudo hacerlo, gracias al temblor de sus piernas. Y debido a lo avergonzada que ella se sentía con respecto a su desnudez, Taiki tuvo que pensar velozmente en otra alternativa. Así que tomó a Akari por los hombros para ayudarle a incorporarse. Jadeante, la chica aceptó.

— ¿Te encuentras bien? —preguntó él, un tanto angustiado.

Ella asintió y tragó un poco de saliva.

—E-estoy bien... —musitó.

— ¿Quieres continuar? —Preguntó el chico—. Podemos detenernos, si tú...

Akari lo besó por toda respuesta, dándole a Taiki la luz verde para que él pudiese adentrar una de esas manos traviesas entre las piernas de Akari, acariciando con delicadeza su hendidura mientras masajeaba las cumbres gemelas con la mano libre. Akari gemía entre cada beso, causando que el éxtasis golpeara a Taiki con toda su fuerza. Los movimientos suaves, lentos y delicados de los dedos de Taiki adentrándose en su intimidad, obligaron a Akari a ocultar su rostro en el hombro del muchacho en un vano intento por evitar que él notara ese intenso sonrojo o que él siguiera escuchando lo sonidos que brotaban de la boca de la chica pelirroja.

Pero eso a Taiki no le pareció importante.

Consiguió liberar la femineidad de la chica, soltando el broche del sostén para despojarla de su última prenda. E inclinándose un poco, apresó uno de los pezones con su boca por sólo un instante. El cuerpo de Akari fue vencido por el éxtasis y el deseo, haciéndole perder todas las fuerzas. Y al darse cuenta de ello, Taiki optó por recostar nuevamente a la chica para tener así libre acceso hacia su espalda, hacia el espacio entre sus clavículas, hacia ese lienzo él blanco en el que él escribió declaraciones de amor en la forma de un camino de besos que se detuvieron al llegar a sus caderas.

—Akari... N-no puedo más...

Ella apenas pudo mirarlo, pues sus ojos entrecerrados la traicionaron en el último momento. Un ligero jadeo fue la única respuesta que Taiki necesitó para colocarse a un lado de ella y abrirse camino a través de la hendidura, encargándose de que sus dedos no dejaran de moverse en el frente. Abrazó a Akari con fuerza y plantó un dulce beso en el cuello de la chica, mientras aplicaba un poco de presión para vencer a esa barrera que le impedía estar totalmente dentro de ella.

Akari soltó un quejido de dolor y un par de lágrimas brotaron de sus ojos, así como por un instante tuvo la impresión de que un hilo de sangre escapaba entre sus piernas. Un ligero lloriqueo llamó la atención de Taiki, causando que él se detuviera en seco por temor a herir a su amada si acaso hacía un movimiento inesperado.

— ¿Te duele? —preguntó él.

Y a pesar de que la respuesta fuera evidente, ella negó con la cabeza.

Taiki, sin embargo, optó por mantenerse quieto por un instante. Un minuto entero en el que hizo todo lo posible para que sus besos y sus caricias fuesen lo único capaz de hacer que Akari se sintiese un poco mejor. Y cuando los quejidos se transformaron en los jadeos habituales, el muchacho supo que había llegado el momento.

Su primera estocada fue lenta. Dulce. El roce de sus cuerpos parecía ser una danza rítmica y armónica que transmitía todos esos hermosos sentimientos que los habían unido desde siempre. Akari se rindió ante las caricias de su amado, cerrando los ojos y gimiendo en voz baja sin parar, permitiendo que las manos del chico pasaran por aquí y por allá. Taiki hubiese querido ir un poco más rápido, pero su propio instinto lo traicionó en el último momento y le dijo a gritos que debía velar por la seguridad de la chica pelirroja. Fue por eso que prefirió ir despacio, si con eso podía evitar hacerle daño. Decidió embriagarse con el placer que le causaba el roce de su piel con la de ella, así como se dejó enloquecer con los sonidos que brotaban de los labios de Akari. Los besos de Taiki encontraron su lugar favorito en el mundo, que era justamente el cuello de Akari. Sus manos sujetaban los pechos de la chica con delicadeza, quizá por temor a hacerle daño si acaso usaba un poco más de fuerza.

De no haberse encontrado en una habitación insonorizada, sus amigos los habrían descubierto.

Las gotas perladas de sudor cubrían ambos cuerpos, cuya temperatura se encontraba al límite y causaba que la habitación sin ventanas pronto se sintiera un tanto sofocante. Encontraron el gusto a entrelazar sus piernas estando frente a frente, pues sólo de esa manera Akari podía ocultar su rostro en el imponente torso de Taiki mientras seguía sintiéndolo dentro de ella. Y aunque las caricias de Taiki podían hacerla enloquecer, ella sin duda prefería sentir cómo la aferraban esos brazos fuertes entre los que se sentía segura y protegida. Los jadeos de Taiki entre los que el muchacho decía el nombre de su amada eran música para los oídos de Akari, quien ocasionalmente levantaba el rostro para besar a muchacho.

Ebrio de placer, Taiki tomó a Akari con todas sus fuerzas para recostarla sobre la cama y, sin dejar de abrazarla con fuerza, continuó con sus estocadas suaves. Akari se aferró a la espalda de Taiki cuando algo en su interior hizo una explosión que despertó mil sensaciones en su cuerpo. Arqueó la espalda y tan sólo gimió con más fuerza, para luego relajar su cuerpo y caer por su propia cuenta sobre las sábanas. Jadeó descontrolada durante un minuto entero, hasta que Taiki pudo alcanzar también el punto culminante.

—A-Akari... —dijo él antes de llegar, por primera vez en su vida, a ese Nirvana que sólo podría haber alcanzado estando en compañía de la chica que había robado su corazón tiempo atrás.

Separándose de ella, Taiki se recostó a su lado e intentó recuperar el aliento. Sintió entonces que los brazos de Akari lo rodeaban con fuerza, así como la cabeza de la chica se posaba sobre su hombro. El cuerpo desnudo de la chica, estando tan cerca de él, le hizo tener la idea de que podría repetir aquello. Una y otra vez. Por el resto de su vida.

—T-Taiki... —musitó ella entre jadeos.

Él no pudo decir más. Tan sólo devolvió el abrazo a su amada y besó esa cabellera pelirroja, sintiendo que jamás amaría a otra chica como amaba a Akari Hinomoto.

Y ella... Ella tan sólo deseaba estar tan cerca de él como pudiese. Taiki Kudou era su alma gemela.

Pero no todo era miel sobre hojuelas en la Tierra Vampiro, no.

Mientras algunos se amaban con locura y otros hacían planes, aquella persona encapuchada atravesaba la desolada aldea de los Kokomon, alejándose de todo rastro de lo que alguna vez había sido un lugar habitado por las pequeñas criaturas de color marrón.

Sólo cuando estuvo totalmente fuera de la aldea, la persona encapuchada pudo tomar el dispositivo digital que ocultaba bajo sus ropas para activar el mapa holográfico. Los símbolos que representaban a los guerreros defensores de la justicia se encontraban bajo tierra, y el Emblema del Valor ya se había rezagado lo suficiente de ellos. Aunque aún faltaba recorrer una gran distancia para que el Emblema de la Amistad pudiese considerarse como cercano.

Ella miró hacia atrás y suspiró con un dejo de tristeza, deseando que los bocadillos y las risas duraran el tiempo suficiente como para que nadie notara su ausencia. Nadie... Especialmente esa pequeña bestia emplumada de color negro. Tan sólo ajustó la capa que llevaba a cuestas y se aseguró de que el DigiLector de Clarisse Okada estuviese bien oculto debajo de sus ropas. Se encargó de ajustar en su cabeza las gafas de aviador que Taichi le había obsequiado, y desactivó el mapa para ocultar su propio DigiLector. Miró hacia el castillo de NeoVamdemon, que lucía imponente en la distancia, y la expresión de su rostro se endureció. Verificó entonces que el arma, que había conservado de su estancia en Britannia, estuviese cargada.

—Resiste, Katsura —dijo decidida—. Iré a buscarte.

Y dicho aquello, emprendió su travesía.

Dejando atrás a Nene.

Dejando atrás a Meiko.

Dejando atrás a Taiki.

Dejando atrás a todo su equipo.

Dejando atrás al único Digimon capaz de dar la vida por ella en combate.

Dejando atrás a Cheepmon.

㼰i

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