Capítulo LXX: La reina Marianne y la caída del Protector
¡Hey, hola! Les dejo la canción Be My Light para que reproducen mientras leen la escena del final del capítulo. ¡Que lo disfruten!
Taichi y sus compañeros avanzaron entre la nube de Datos que quedó tras limpiar el camino. No sabían cuánto tiempo había pasado luego de la última vez que se detuvieron a descansar, pero sin duda habían luchado hasta alcanzar sus límites. Con todo, no consideraron que eso fuera una razón suficiente para detenerse una vez más. AeroVeedramon, Meikramon y MegaKabuterimon iban detrás de ellos, cuidando sus espaldas y manteniéndose alerta ante cualquier movimiento enemigo.
En la sádica miarada de Taichi se veía, además, el golpe de la traición.
Haru Shinkai no iba con ellos.
El siniestro castillo de Barbamon se erigía ante ellos, resguardado por un muro gigantesco de gruesas enredaderas oscuras y cubiertas de espinas. La energía negativa que emanaba de él era aplastante. Tanto, que podía causar escalofríos a cualquiera que siquiera le dirigiera la mirada.
Estaban aún a una distancia segura, y la imagen desmoralizadora de lo que les esperaba adentro ya estaba comenzando a torturarlos.
—No estoy segura de querer entrar a ese lugar... —dijo Meiko, abrazándose a sí misma.
—Pues no tenemos más opción —espetó Taichi—. Cierra la boca, y camina.
Meiko compartió una mirada con Izzy. Un escalofrío los invadió.
Las cosas definitivamente no estaban tomando un buen camino.
Taichi intentó dar un par de pasos más hacia el castillo. El suelo se abrió debajo de sus pies, obligándolo a retroceder. Tres Digimon siniestros surgieron del suelo, imponiéndose ante quienes pretendían invadir los territorios del último Señor Demonio.
Fantomon.
Cerberusmon.
NeoDevimon.
Taichi cerró los puños con fuerza.
—Zero —llamó—. Aniquílalos.
El lanzaimiento de la V-Breath Arrow no fue nada para Fantomon, quien con un simpe movimiento de la mano pudo desviar el ataque. Las enredaderas absorbieon la energía para volverse más gruesas y letales. Frustrado, Taichi cerró los puños nuevamente.
Los enemigos se mantuvieron en silencio, mientras el suelo se regeneraba debajo de ellos.
—Ellos deben ser la guardia de Barbamon —dijo Meiko.
—Ninguno de ellos luce especialmente intimidante —asintió Izzy—. Pero... Aún asi...
—¡Oigan, infelices! ¡Muévanse, o tendré que matarlos aquí!
Ambos quisieron evitar que Taichi siguiera avanzando hacia los enemigos. El muchacho, sin embargo, se adelantó lo suficiente para quedar fuera del alcance. Llevaba el Digivice en la mano, totalmente indispuesto a rendirse y volver sobre sus pasos.
Fantomon, Cerberusmon y NeoDevimon continuaron en silencio.
—¡Les he dicho que se muevan!
Nada.
Meiko e Izzy intercambiaron miradas nuevamente. Agitados, quisieron intervenir. No pudieron moverse, a pesar de que realmente lo intentaron.
Taichi insistió.
—Mátalos, Zero. Y será mejor que no...
Taichi no pudo terminar la frase. Quedó momentáneamente cegado por el impacto de la Garra Paralizadora de NeoDevimon. Apenas encontró la fuerza para girarse y comprobar que, al y como imaginaba, AeroVeedramon había quedado tendido en el suelo. La electricidad brotaba de su cuerpo, manteniéndolo sometido e inmovilizado. Adolorido. Incapaz de levantarse.
Cuando Taichi miró de nuevo, la garra de NeoDevimon ya apuntaba hacia él.
Lo siguiente que pudo sentir fueron las manos que lo tomaron por ambos brazos para sacarlo de la línea de fuego, al mismo tiempo que el cuerno de MegaKabuterimon embestía a los enemigos para ganar tiempo. AeroVeedramon consiguió levantarse para batir sus alas, intentando contener y devolver las técnicas enemigas que persiguieron a los tres humanos. Las técnicas de los cinco Digimon que combatían causaron una colisión que dejó rastros de escombros y destrucción. Fueron útiles para que Izzy y Meiko pudieran arrastrar al muchacho moreno. Se ocultaron tras una montaña de ellos, que Meikramon vigiló en espera de sus otros compañeros. La lucha dio inicio con más estallidos, y un par de aullidos de Cerberusmon. La V-Breath Arrow se impactó contra las llamaradas infernales de Cerberusmon, causando una gran onda expansiva. Meikramon, totalmente indispuesta a abandonar a Meiko, sólo pudo percatarse de un detalle importante.
Sin importar cuán insignificantes pudieran ser los ataques, las enredaderas absorbían la energía para fortalecerse. Para llevarla hacia debajo de la tierra.
Pudo atar cabos rápidamente.
—¡Imbécil!
Izzy atacó en cuanto pudo mitrar a Taichi frente a frente. Lo tomó por los hombros para estrellarlo contra el muro de escombros que los protegía. Meiko intentó detenerlo, sin lograr que sus manos o sus palabras cambiaran al menos una mínima cosa. Por el contrario, Izzy la apartó también con un empujón. La ira de Taichi aumentó.
—¿Qué diablos pasa contigo, Sigma? ¡Suéltame, maldita sea!
—¡No lo haré, hasta que pienses mejor las cosas, idiota!
—¿Quién crees que eres para hablarme así, Izumi? ¡Apártate!
—¡Soy tu compañero! ¡Y esos Digimon claramente están al servicio de Barbamon! ¿Acaso quieres que te maten?
—Me gustaría que lo intentaran. AeroVeedramon y yo podemos...
—¡No!
Meiko se unió también. Taichi al fin guardó silencio por unos segundos, mientras la chica se colocaba en cuclillas ante él para tomarlo con fuerza por el brazo.
Al fondo, MegaKabuterimon cayó al ser alcanzado por las garras demoniacas de NeoDevimon.
—Taichi, por favor —dijo Meiko—. ¡Ya basta de esas tonterías! En este momento, sólo somos humanos. ¡Somos mortales! ¡Y sólo somos tres! ¡Si no podemos cruzar esta barrera, es claro que Barbamon nos aniquilaría!
—¿Es que tú también vas a ponerte en mi contra, Meiko?
—¡Esto no se trata de eso! —Insistió Sigma—. Delta, tienes que entenderlo. ¡No puedes simplemente lanzarte a pelar contra esos sujetos, como si fueras inmortal!
—Quítame las manos de encima, Sigma, o te juro que...
—¡Shinkai tenía razón! —Espetó Izzy—. ¡Esos sujetos son mucho más poderosos! ¡Necesitamos a los demás!
Taichi finalmente hizo callar al muchacho cuando lo apartó de un fuerte empujón. Se levantó y echó mano de su Digivice. Sacudió el polvo de sus ropas. Apartó también a Meiko, sólo con una mirada severa, y fue sobre el muchacho que aún no se levantaba.
—No dejaré que me cuestiones, Izumi —atacó—. No importa si creíste todas esas tonterías que Shinkai dijo sobre trabajar en equipo... No quiero traidores en mi equipo.
—¡Yo no soy un traidor! ¡Sólo intento que entiendas que...!
—¡Yo soy el líder de este equipo! ¡Y ahora te ordeno que vayas al frente! ¡Entraremos al castillo de Barbamon, te guste o no!
Quiso acentuar sus palabras con un puñetazo que no pudo conectar.
Una mezcla de las técnicas de Cerberusmon y Fantomon alcanzaron la montaña de escombros. Y el trío, sumido en la discusión, sólo se unió en un grito de agonía.
Cuando Nene despertó a la mañana siguiente, no tardó en darse cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. Lelouch ya estaba vistiéndose, para salir cuanto antes de esa habitación vacía que habían encontrado para tomarse una noche íntima. Ella se incorporó, cubriendo su torso desnudo con las sábanas. La forma en que Lelouch se aseguró de que el cartucho de su arma estuviera completo le dio a la chica la señal de alerta.
—¿Qué pasa? —preguntó ella.
Lelouch suspiró.
—No estoy seguro... Sólo me parece muy extraño que nadie nos haya despertado todavía.
—Tal vez todos están dormidos.
—No me refiero a nuestros compañeros. Levántate, y vístete.
Le lanzó un arma a la chica para acentuar sus palabras.
El recelo venció a la paranoia, haciendo que Nene lograra alistarse en tiempo record. Aún ajustaba su coleta cuando salieron juntos del dormitorio, topándose con un pasillo anormalmente solitario y oscuro. Frío y silencioso.
Nene llevaba el Xros Loader en el bolsillo, y aferraba su arma mientras seguía los pasos del príncipe. Lelouch iba al frente, preguntándose por qué repentinamente el Geass había comenzado a picar tanto. Como el piquete de un mosquito. Pestañeó sólo un par de veces, y se mantuvo firme. Dejándose guiar por un silencioso presentimiento.
El refugio de Ómicron parecía ser inmenso. Interminbale. No tenía sentido que tantas habitaciones hubieran sido selladas, o cuyas puertas fueron destruídas, a excepción de aquella que encontraron al bajar por una pequeña escalinata. Una puerta gigante, con un sensor que la mantenía sellada en el centro.
—Ese debe ser el centro de comando de Ómicron —dijo Nene.
Lelouch negó con la cabeza. Su mirada analítica descubrió algo que Nene había pasado por alto. Apuntó su arma hacia el lado derecho, en el muro del umbral, y habló con la voz gélida de Zero.
—Sal de ahí.
No usó el Geass. Nene levantó su arma por un instante, sólo hasta darse cuenta de que quien surgía de las hombras era nadie menos que el general azul.
—Kiriha —dijo ella—, ¿qué haces aquí?
El muchacho rubio se encogió de hombros.
—Lo mismo que ustedes, supongo —dijo—. Anoche enfrenté a Yagami, y hoy no hay rastro de él. Estaba buscándolo, y llegué a este lugar.
—¿Taiki ya ha despertado? —dijo Zero.
Kiriha negó con la cabeza.
—Tagiru y Shinkai también han desaparecido —dijo Kiriha—. Esto no me da buena espina.
—¿Crees que haya respuestas detrás de esta puerta? —dijo Nene.
—No estoy seguro —dijo Kiriha—. Sólo... fue como si de alguna manera hubiera tenido que llegar aquí.
—Creo que a nosotros nos ha pasado lo mismo... —dijo Nene—. Cuando desperté, Lelouch ya estaba sospechando que algo extraño pasaba. Recorrimos el refugio, y hemos llegado aquí. ¿Has intentado abrir la puerta?
—El sensor no acepta mi Xros Loader —respondió Kiriha—. Quise esperar hasta que Yagami apareciera, pero el lugar está demasiado silencioso, y al otro lado tampoco puedo escuchar nada.
—En ese caso, tenemos que entrar ahora —dijo Nene.
El intenso resplandor del Geass paralizó a los dos generales por un instnate. Cuando Nene se giró y vio a Lelouch disimular el ardor en su ojo, supo que su paciencia se había agotado. El muchacho siguió andando entre ellos, pasando por la puerta que el Geass consiguió abrir.
Nene y Kiriha compartieron miradas antes de seguirlo.
Se adentraron en una diminuta habitación solitaria, donde lo único que encontraron fue una gigantesca pantalla encendida, en la que aparecía un símbolo que a dos de los tres les causó escalofríos.
—Un Geass... —musitó Nene.
Lelouch asintió.
Como si todo hubiese sido planeado así, la imagen en la pantalla cambió, haciendo que las pupilas de Lelouch se contrajeran y su corazón diera un vuelco gigantesco.
Una mujer de cabello negro le devolvía la mirada desde la pantalla.
Con un chasquido de los dedos, Clarisse ordenó que Piedmon acorralara a Lloyd. No bastó más que una simple mirada para hacer que el hombre comenzara a retroceder, hasta que su espalda chocó contra el ordenador que necesitaba proteger a toda costa. Seguía sonriendo, a pesar de todo. Seguía apuntando al payaso con su arma. A pesar de que la sangre encharcada de Cecile ya comenzaba a correr hacia él.
—Nos has causado bastantes problemas, Lloyd Asplund —dijo Clarisse—. ¿Y todavía te atreves a retarme a jugar al escondite? ¿Quién crees que eres?
—Supongo que ya estamos en el punto en el que ya no importa lo que fuimos, sino en lo que nos hemos convertido después de todo lo que ha pasado —respondió Lloyd—. Tú debes ser la persona detrás de la destrucción de ambos mundos. Clarisse Okada.
—Y tú eres quien trabaja con las fuerzas divinas del Mundo Digital que pretenden detenerme... Esto es muy conveniente, ¿no crees?
Lloyd tuvo que retroceder mucho más cuando la punta de la espada de Piedmon apuntó hacia su cuello y lo obligó a elevar la barbilla. Rozó su manzána de Adán, abriendo un corte diminuto que dejó salir una gota de sangre.
—Quisiera matarte en este preciso momento, Lloyd Asplund —dijo Clarisse—, pero antes tienes que decirme un par de cosas para asegurarme de que no estoy dejando cabos sueltos esta vez.
Lloyd sonrió una vez más.
—¿Qué te hace pensar que puedes convencerme de hablar?
—No pretendo convencerte, querido Lloyd... Quiero negociar.
Para acentuar sus palabras, chasqueó los dedos una vez más. La espada de Piedmon volvió a rozar contra su cuello, al mismo tiempo que la punta de la segunda tocaba el punto exacto para entrar y perforar su corazón.
—A cambio de dejarte con vida, Lloyd Asplund —dijo Clarisse—, quiero que me digas todo lo que sepas sobre el Ojo del Rey. Y si me ayudas a conseguirlo, perdonaré tu miserable existencia.
La sonrisa de Lloyd no se borró. Por el contrario, se hizo mucho más grande.
—Sé tanto del Ojo del Rey como tú —espetó Lloyd, deseando que fuera posible retroceder un poco más—. Sólo fui contactado para abrir el portal hacia el otro mundo.
—Las evasivas me hacen enfadar, mi querido Lloyd. Sé lo que pasó aquí. Sé que conoces bien a ese sujeto enmascarado. El portador del Ojo del Rey. Y a la zorra que lo acompaña. Si ella pertenece a nuestro mundo, ¿cómo pudo conseguir ese poder?
—No lo sé.
—Eres muy ignorante para ser tú quien abrió el portal la primera vez. Si te han elegido para abrirlo de nuevo, debe ser porque sabes más de lo que aparentas. ¿Qué estás ocultándome, Asplund?
—Tal vez este humano miserable necesita una buena lección de modales —intervino Piedmon.
La aprobación de Clarisse llegó en la forma de una siniestra carcajada. Lloyd cayó al suelo. La punta de la espada abrió un corte en su pecho. La sangre brotó, aunque no bastó para asesinarlo. Con un pisotón en la muñeca, Clarisse se deshizo del arma. Tres espadas volaron hacia el hombre, sometiéndolo de la misma forma que habían hecho con Cecile. Se dobló de dolor cuando Piedmon pisoteó su pierna dañada.
La sonrisa de Clarisse se borró. Habló, por encima de los gritos de Lloyd.
—Siempre he detestado a quienes creen que pueden imponerse ante mí. Se rebelan, pensando que tienen posibilidades de derrotarme. Si fuera así, ¿realmente crees que tendría a ambos mundos en mis manos?
Piedmon se apartó al fin de su víctima. Lloyd escupió la sangre que llenaba su boca. No pudo arrastrarse. Sintió que su pierna se rompería una vez más. Se sintió sometido. Condenado. El instinto de supervivencia amenazó con transtornarlo. Y a pesar de ello, se mantuvo firme. Valiente. Se negó rotundamente a sucumbir ante el temor cuando la mirada de Clarisse volvió a fijarse en él.
—Si quieres jugar rudo, Asplund, entonces que así sea. Pero más vale que te quede claro que, mueras o no, hablarás del Ojo del Rey.
Lloyd decidió mantenerse en silencio, a pesar de que su sangre comenzaba a encharcarse debajo de su cuerpo. Pensó por un segundo que al final perdería la pierna. Se negó rotundamente a caer. Se preparó para recibir el golpe final, queriendo convencerse de que Suzaku estaría bien en el otro mundo.
Pero un movimiento aleatorio del brazo de Piedmon hizo que todo se detuviera. Desvió sin problemas la técnica de un Digimon diminuto que, a pesar de su tamaño, hizo que las pupilas de Clarisse se contrajeran.
Musimon apenas podía moverse. Ni qué decir del muchacho que la acompañaba. El niño rubio apenas podía sostener en alto el Appli Drive DUO. La sangre corría por brazo y por su nariz.
—Torajirou Asuka... ¿Cómo es posible?
Astra no respondió. Musimon intentó ir al ataque. Usó todas las fuerzas que le quedaban para enfrentar a Piedmon, a pesar de que sabía que la diferencia entre sus poderes era abismal.
Cuando Musimon cayó, víctima del cansancio, Astra sólo pudo mirarla con impotencia. El pie de Piedmon se mantuvo sobre la cabeza de Musimon, dispuesto a dar un pisotón letal.
—¡Musimon...!
Clarisse puso los ojos en blanco y negó con la cabeza cuando Piedmon se deshizo de Astra con una corriente de aire. El chico cayó sobre su brazo herido. Vio al payaso olvidar a Musimon para concentrarse sólo en él. El payaso disparó dos espadas que cortaron el aire a gran velocidad.
—¡Astra...!
Ni siquiera Astra pudo creerlo cuando sus instintos lo llevaron a tomar una gruesa viga de acero de entre los escombros que quedaron tras el enfrentamiento fuera de la guarida. Blandió la viga un par de veces para bloquear el ataque. Quedó agotado. La viga se partió en dos en sus manos. Él no quiso soltar los trozos. Sólo consiguió levantarse de nuevo para encarar al siniestro payaso.
Astra logró decir algunas palabras que lo dejaron sin aliento.
—Esto... todavía no ha... terminado...
—Eres un niño realmente estúpido, Torajirou Asuka —se quejó Clarisse—. ¿Por qué insistes en pelear? No queda nada para ustedes, en ninguno de los dos...
Clarisse realmente quedó impactada cuando la espada de Piedmon se colocó ante ella para protegerla de la primera viga que Astra lanzó para atacarla. El corazón de la chica se aceleró por un instante. La viga afilada sin duda habría perforado su cráneo. Compartió una mirada con el payaso, que a su vez decidió evadirla. Se limitó a bajar la espada, y prepararse para atacar de nuevo.
No puede ser, pensó ella. Esto no... puede ser...
Envalentonada, Astra se tambaleó para seguir encarando a sus enemigos. Dio un par de pasos hacia ellos. Musimon logró arrastrarse hacia Lloyd, y con un gesto le pidió que se mantuviera en silencio.
—No dejaré... que ustedes... cierren ese portal... —sentenció Astra.
Impactada, Clarisse dio un paso hacia atrás. La forma en que su corazón había reaccionado ante un acto tan simple como el de Piedmon era mucho más aterrador que la idea de que un niño tan pequeño pudiese plantarle cara.
—Si eso quieres... —sentenció Piedmon.
Astra logró bloquear un ataque más. La punta de la espada consiguió rozar la piel de su mejilla. La sangre brotó también, sólo como un hilo que bajó hasta perderse por su barbilla. El chico dejó el arma destrozada e inservible a un lado. Le costó demasiado levantar el brazo herido para mostrar en alto el Appli Drive DUO, que brillaba más intensamente que nunca.
—Es mi misión... —dijo para sí mismo—. Es mi misión... ayudarlos a... ganar tiempo... Haru... Rei... Eri... Yuujin... Ellos cuentan conmigo... Y no puedo... No voy a... defraudarlos... ¡No voy a defraudarlos!
El resplandor azul que se desprendió del ordenador estrella de Lloyd cegó a los enemigos. Para Astra, sin embargo, fue similar a ver a un ángel a contraluz. Escuchó aquella voz reconfortante en su cabeza, mientras Musimon quedaba hipnotizada por el resplandor cálido y Lloyd pensaba que realmente había perdido la cabeza.
—Torajirou Asuka. Sabía que serías capaz de encargarte de esta misión. Tus amigos que esperan en el Mundo Digital están esperando a que te reúnas con ellos. Has demostrado que tienes la fortaleza necesaria para sobrevivir en un mundo diferente.
—Minerva... ¿Eres tú...?
La luz parpadeó. Fue fácil imaginar que Minerva asentía.
—Voy a recompensarte con un nuevo poder, Torajirou Asuka. De esa manera, llegarás al final de esta historia con la frente en alto. Ya has obtenido el Appli Drive DUO, gracias a que Rei Katsura está moviendo los hilos desde el otro mundo. Ahora necesitas ese impulso que ayude a que Musimon y tú se conviertan en dioses. Sólo quiero que respondas a una pregunta.
El Appli Drive DUO desplegó la pregunta, a la par que la voz de Minerva le dio un énfasis especial a las palabras.
—Torajirou Asuka, ¿puedes lograrlo?
Una sonrisa cargada de determinación apareció en los labios de Astra.
—¿Puedo lograrlo...? ¿No puedo lograrlo...? No... ¡Puedo lograrlo!
Musimon sonrió también cuando Astra pulsó el botón verde, recibiendo el obsequio de Minerva. Un chip en blanco y negro, que acunó entre sus manos a la altura de su corazón. No pudo reconocer al Appmon, pero dentro de él logró renacer la esperanza. El impetú que, a pesar de sus heridas, le ayudó a encontrar la fuerza para lanzar un último ataque.
—Tal vez Musimon no pueda resistir enfrentándote, Okada —atacó el chico—, pero tenemos un poder mucho mejor. ¡Y ya nos veremos las caras de nuevo, cuando nos hayamos convertido en dioses!
Clarisse no lo vio venir. Le impactó la forma en que el resplandor azul se transportó del ordenador hacia el Appli Drive DUO, convirtiéndose en una potente carga de energía que comenzó a desprenderse. Sólo por un instante, pudo ver la silueta un Digimon desconocido que en realidad debía ser colosal. Escuchó un rugido, antes de que el resplandor azul brotara del Appli Drive DUO para golpearla junto con el siniestro payaso. Atravesaron el muro detrás de ellos. Astra quedó deslumbrado también, sólo por unos segundos.
Impactado, cuando la calma reinó, miró de nuevo el chip desconocido.
Convertirnos en dioses, pensó. ¿Cómo podemos convertirnos en dioses?
Tomó un respiro. Sabía que no era el mejor momento. Corrió hacia Lloyd, quien se mantenía de pie gracias a Musimon.
—¡No tenemos mucho tiempo! —Exclamó el chico—. ¡Soy Astra, el Apptuber!
—¿Apptuber...?
—¡Tiene que venir conmigo, señor Asplund! ¡Este mundo ya no es seguro!
—¿Qué...?
—Es lo que hemos intentado decir desde que ella nos bloqueó el camino cuando llegamos —dijo Musimon—. Minerva nos ha advertido. El único lugar seguro para usted es el Campo del Infierno.
—Eso es imposible —dijo Lloyd—. Tengo que mantener abierto el portal para Suzaku.
—¡No nos queda mucho tiempo! —dijo Astra—. ¡Tenemos que irnos ahora! ¡Confíe en nosotros!
Un sonido llegó desde el sitio donde terminaba el boquete que dejó el rayo de Minerva. Alarmado, Astra retrocedió. Abrió la puerta hacia un AR Field. Tomó la mano de Lloyd para obligarlo a correr.
Lloyd, esbozando media sonrisa, volvió sobre sus pasos para buscar algo detrás del ordenador que necesitaba mantenerse encendido. Ocultó el artefacto entre sus ropas. Siguió a Astra y atravesaron el portal a tiempo, antes de que las espadas de Piedmon los acribillaran.
Cuando el siniestro payaso apareció nuevamente, agitado y con una herida abierta en la mejilla que destilaba Datos, sólo pudo darse cuenta de que había perdido la batalla.
Por su parte, Clarisse permaneció entre los escombros por unos segundos más, preguntándose qué mosca los había picado a ambos. A Piedmon, que la protegió durante el ataque de Minerva. Y a ella, que repentinamente sintió el impulso de preguntar si la herida en la mejilla de su fiel y siniestro compañero necesitaba ser atendida.
Nene no pudo pasar por alto ningún detalle. Se percató de la forma en que la respiración de Lelouch cambió. De la forma en que el chico cerró los puños. De sus pupilas contraídas. De la sorpresa reflejada en sus labios ligeramente separados. De la manera en que intentaba mantener la expresión de Zero, a pesar de que el verdadero Lelouch luchaba por salir a flote.
—Lelouch...
El muchacho reaccionó de golpe cuando Nene acarició su rostro. Miró a la chica por un instante. Cuando volvió a mirar a la mujer de la pantalla, su respiración volvió a cambiar.
Kiriha dio un paso hacia ellos. Se detuvo en seco cuando un sonido brotó de la pantalla. La imagen de la mujer se encogió un poco para compartir el espacio con otra chica. El traje especial distintivo de los Protectores de los Siete Reinos delató su identidad. Era de un tono de color negro con motivos azules.
—Ómicron... —dijo Kiriha en voz alta—. Pero... ¿Quién es la otra mujer...?
Nene suspiró. Agachó la mirada por un instante. Tomó a Lelouch por el brazo antes de intentar responder. La voz de Lelouch, sin embargo, le robó la palabra.
—Mi madre.
El príncipe dio un paso más hacia la pantalla, sin poder darle un orden a sus pensamientos. Sólo observó el rostro de la reina Marianne Li Britannia en silencio, deseando que eso bastara para que todo tenga sentido. Fue el tercer paso el que hizo que la pantalla siguiera con lo suyo.
Se trataba de la grabación de una videollamada.
—¿Me escuchas? —dijo Ómicron.
La reina Marianne asintió.
Lelouch sintió que su corazón daba un vuelco.
—Mi nombre es Rika Nonaka —continuó Ómicron—. Me alegra que quisiera aceptar este contacto. Encontré su información entre la base de datos que Renamon y yo recolectamos en el castillo de Barbamon.
La reina Marianne asintió una vez más.
—Debes tener muchas preguntas —dijo—. Sabíamos que tarde o temprano uno de ustedes querría contactarnos. Eres la primera que lo logra.
—No estoy segura de qué es lo que debo preguntar, pero... Comenzaré con algo sencillo. Hay algunas cosas que no he terminado de entender, pero que todo parece estar conectado contigo... ¿Quién eres tú?
—Mi nombre es Marianne Li Britannia.
—Llevas el mismo apellido que el chico que aparece en los expedientes de Bagramon... Él no tiene un Digivice. Su hermana menor tampoco tiene un Digimon como nosotros. No pertenecen a este mundo, pero igual forman parte de él... ¿Qué relación tienen ustedes con todo esto?
—Las dimensiones cruzadas han unido nuestros caminos. En este momento, somos pocos quienes son capaces de controlar el poder del Ojo del Rey. Sabemos todo lo que ustedes necesitan saber sobre él.
—El Ojo del Rey... Recuerdo que Barbamon hablaba de ello cuando entramos al castillo... ¿Qué es el Ojo del Rey?
—Lo que Clarisse Okada persigue. Al hacer el contrato con un brujo, es posible obtener este poder. Más allá de las posibilidades, para alguien como ella es claro que persigue la inmortalidad.
—¿Inmortalidad? No lo entiendo... ¿Qué tienes que ver tú en todo esto?
—El muchacho que debes haber visto ahí, y su hermana menor, son mis hijos. Lelouch Vi Britannia, y Nunally Li Britannia.
—¿Qué es lo que ellos deben hacer en este mundo?
—Destruir, así como lo han hecho en nuestro mundo.
—¿Destruir...?
—Lo que hemos aprendido hasta ahora es que nuestro poder es destructivo en este mundo. Debe ser por eso que ellos han sido traídos hasta aquí.
—No se supone que debamos permitir eso... La información de Barbamon no es clara. ¿Por qué estás diciéndome todo esto? ¿Por qué has sido llamada tú?
La reina Marianne se tomó un momento. Habló con una expresión indesifrable. Con un parpadeo, dejó al descubierto el Geass en su ojo izquierdo.
Las pupilas de Lelouch se contrajeron mucho más. A Nene le impactó que el príncipe diera un paso hacia atrás, con la expresión de su rostro totalmete desencajada.
—Yo también soy portadora del Ojo del Rey —continuó la reina Marianne—. Y si de algo estamos seguros, es de que en este momento ya no existe un verdadero bando sólido. Nuestra única misión es combatir a todo aquello que se interpone en nuestros planes. Y aquellos portadores del Ojo del Rey que no persiguen nuestros ideales, como mi hijo, son quienes merecen ser exterminados antes de que ese virus siga expandiéndose.
—¿Un virus...?
—El vínculo que mi hijo ha creado con esa otra portadora del Ojo del Rey es peligroso. Lo ha dotado de algo llamado Code Xros. Eso lo hace capaz de usar el poder de nuestro mundo, y el poder de esa portadora. Y cuando llegue el momento en que mi hija despierte el Code Xros dentro de ella, ambos serán doblemente peligrosos.
—Entonces... ¿Se supone que debo creer en ti, y convencerme de que quienes deben ser mis aliados, en realidad son mis...?
—Enemigos. Y no buscamos que nadie crea en nuestras palabras. ¿Quién puede decir que nosotros somos realmente buenos, o realmente malos? La única realidad es que Lelouch Vi Britannia y Nunally Li Britannia son amenazas. Tarde o temprano tendrán que ser exterminados. Ya sea por ustedes, o ya sea por nosotros.
Nene se interpuso cuando para ella fue suficiente. Cubrió los oídos de Lelouch con ambas manos, a pesar de que ya era demasiado tarde.
—No escuches —dijo ella cuando él consiguió liberarse—. Lelouch, esto no es real. Tu madre murió, ¿recuerdas? Fue asesinada.
El muchacho fue incapaz de responder en voz alta.
Cuando un portador del Geass muere, pensó, obtiene el Geass de la inmortalidad.
Su respiración comenzó a agitarse. Retrocedió una vez más, cubriendo su propio Geass con una mano e intentando no perder los estribos.
—Tenemos que sacarlo de aquí —dijo Kiriha—. Nene, esto no me da buena...
No pudo terminar su frase, y Nene tampoco vio venir el momento en que él la tomó por el brazo para sacar a ambos de la línea de fuego. Cuando Nene pudo recuperarse, a pesar de que Lelouch seguía sin poder reaccionar, supo que todo estaba por desmoronarse. Se colocó al frente del príncipe, con su arma en alto. Kiriha hizo otro tanto, aferrando el Xros Loader.
Al fondo de la habitación se encontraba ella.
Ómicron.
Esbozando una sádica sonrisa, y usando aquella máscara que sólo representaría una dificultad.
El anulador del Geass.
Dos Protectores se levantaron trabajosamente, entre escombros y el polvo que hacía escocer sus heridas. Meiko tuvo problemas para mantener el equilibrio, pues su tobillo herido sangraba, escocía y punzaba. Logró sostenerse del hombro de Taichi por un segundo.
La expresión de Taichi se desencajó al girarse para apresurar a Sigma, pues se percató de aquella gigantesca herida en la cabeza del chico pelirrojo. Sus pupilas se contrajeron. Apartó a Meiko de un empujón para colocarse en cuclillas a un lado de su amigo. Lo tomó por los hombros para darle vuelta. Izzy escupió sangre. La vida humana, incluso en el Mundo Digital, podía ser tan frágil como una burbuja de jabón.
—Sigma...
Meiko cubrió su boca con ambas manos. Dio un paso hacia atrás, pues sólo ella pudo darse cuenta de que los Datos comenzaban a emanar lentamente desde los pies del muchacho. Dirigió su mirada hacia el campo de batalla. Sus pupilas se contrajeron también. Quiso intervenir, pero los rugidos de Meikramon en el campo de batalla captaron su atención por completo.
Fue terrible ver que tres Digimon habían sometido a AeroVeedramon de esa manera, dejando una de sus alas totalmente destruída. MegaKabuterimon también había sido reducido, con el cuerno partido a la mitad. Meikramon era la única que aún se mantenía en pie, a pesar de que las garras de NeoDevimon ya le habían hecho bastante daño.
Con la respiración entrecortada, Meikramon cayó sobre una de sus rodillas. NeoDevimon se mantuvo altivo. Cerberusmon y Fantomon cuidaban sus espaldas, a pesar de que no era realmente necesario. NeoDevimon lo tenía todo bajo control. Los Datos emanaban de los cuerpos de los Digimon de los Protectores.
Y Taichi no dejaba de sacudir a Izzy por los hombros.
—¡Sigma! —exclamaba—. ¡Abre los ojos! ¡Levántate!
Como respuesta, más sangre brotó de la boca de Sigma. Taichi negó frenéticamente con la cabeza cuando la cabeza de Izzy cayó hacia atrás por su propio peso. Horrorizado, Taichi cayó de espaldas. El cuerpo de su amigo se desvaneció en Datos, así sin más. Meiko, mucho más aterrada, no supo cómo reaccionar. Su respiración se agitó. Su mente quedó en blanco. Su tobillo herido no dejó de escocer.
—¡Sigma...!
Taichi corrió hacia la nube de Datos. No entendió la razón por la que el Digivice púrpura quedó en el suelo destrozado, con la pantalla apagada y resquebrajada sólo por unos segundos. Se partió a la mitad por sí mismo, y MegaKabuterimon se distorsionó soltando un alarido de agonía. Desapareció ante sus ojos. NeoDevimon se mantuvo con la misma expresión altiva.
—Sigma... Sigma, no...
—Taichi... —dijo Meiko—. Taiki, tenemos que...
—¡No...!
Meiko cayó de espaldas cuando Taichi se levantó para correr hacia los tres enemigos. NeoDevimon hizo callar los gruñidos de Cerberusmon con un ademán de la mano. Esperó en silencio a que Taichi estuviera lo suficientemente cerca para extender su mano hacia él y elevarlo en los aires. No dijo una sola palabra, y aún así Taichi pudo entenderlo todo.
El chico cayó al suelo sin aliento. Tosió con violencia un par de veces. Pudo arrastrarse de nuevo para encarar a su enemigo. Escupió sus palabras sin temor alguno, estando consciente de que AeroVeedramon luchaba por ponerse en pie a pesar de que los Datos ya comenzaban a brotar de su ala destruida.
—Ustedes... Malditos... ¡Los haré pagar por lo que han hecho...!
NeoDevimon atacó de nuevo. Taichi dio una voltereta en el suelo. Sintió que algo en su interior se quebraba. Su espíritu de lucha, tal vez. Le pareció aterradora la imagen del Digimon enmascarado que apuntó con sus sádicas garras hacia él. En silencio, la energía de la descarga eléctrica comenzó a acumularse.
—¡Taichi...!
Meiko cayó también al recibir un ataque de Fantomon. Logró levantarse, a pesar de todo. Supo al instante que los enemigos no pretendían aniquilarlos, sino hasta que uno hubiese presenciado la muerte del otro. Meikramon cayó pocos segundos después de decidir atacar de nuevo. El fuego infernal de Cerberusmon le hizo perder su Digievolución. Meikuumon quedó tendida en el suelo, inconsciente y con el humo emananando de su pelaje.
Taichi no quiso cerrar los ojos, a pesar de que la luz comenzaba a cegarlo. NeoDevimon elevó la barbilla y lanzó el ataque. La vida del muchacho pasó ante sus ojos, y aquellos gritos que llegaron a lo lejos le hicieron creer que se trataban sólo del coro angelical que lo recibiría en el otro mundo.
—¡Prism Garret!
—¡Glanz Gazer!
Cuando Taichi pudo mirar de nuevo, sólo pudo impactarse ante las técnicas que destruyeron a Cerberusmon y a Fantomon. Los dejaron totalmente aniquilados, sin dar oportunidades de luchar. NeoDevimon retrocedió también, impactado ante la imagen de los dos Digimon que se plantaron en la tierra de nadie.
Arresterdramon, del lado derecho.
Globemon, del lado izquierdo.
Taichi miró hacia atrás. Meiko ya se sostenía del hombro de Tagiru, mientras el muchacho apuntaba hacia Meikuumon y AeroVeedramon con el Xros Loader para resguardarlos. Esbozaba una mirada de determinación absoluta, que sólo impactó mucho más a Taichi.
El chico miró hacia los dos Digimon colosales, que estaban totalmente dispuestos a aniquilar hasta el más pequeño Dato de NeoDevimon. Sus pupilas se contrajeron mucho más al percatarse de que Haru Shinkai, montado en la espalda de Globemon, mantenía la misma expresión de determinación de la elite a la que pertenecía.
Imposible, pensó.
Pero era cierto.
Haru Shinkai había salvado su vida.
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