Capítulo LXVII: La Ira del General Azul

     El general rojo dormía intranquilamente. Seguía aferrándose a las sábanas, antes de que su cuerpo se relajara sólo por unos segundos. No podía despertar. Nadie tenía idea de qué era lo que lo atormentaba en sus pesadillas. Las miradas que se posaban sobre él estaban totalmente cargadas de angustia. De incertidumbre. Sus palabras seguían rondando por la mente de sus amigos, sin poder dar una explicación.

Nene rompió el silencio al cabo de un par de horas. Soltó un suspiro que robó todas las miradas, y que sobresaltó a más de uno. Lelouch la fulminó con la mirada. Un par de miradas alrededor bastaron para que ambos supieran que el grupo entero estaba por quedarse dormido. El cansancio acumulado de tantas aventuras empezaba a pasar facturas.

Resignado, Lelouch decidió tomar las riendas.

—No podemos quedarnos aquí por siempre —dijo, con la voz de Zero—. Taiki no despertará por ahora. Debemos esperar a que se recupere, y luego haremos un plan.

—Yagami tiene que pagar por lo que le hizo a Cutemon —espetó Akari.

—Pagará cuando llegue el momento —dijo Lelouch—. Por ahora, vamos a descansar. Hay que tomar una ducha, cenar algo, y dormir. Tomaremos turnos para vigilar la puerta. Es una orden.

Sin decir más, se levantó del sofá donde esperaba. Salió de la habitación, seguido por Nene, quien se encargó de activar los sensores con su Xros Loader.

El príncipe se enfiló por el pasillo. Compartió una mirada de complicidad con Nene. Caminaron juntos sin tomarse de las manos. Eran cómplices en ese momento.

Cómplices que sabían bien, incluso antes de recibir explicaciones, que no sería fácil revertir lo que Taichi había causado.

Dentro de la habitación, Kiriha no quiso intentarlo siquiera. Se negó rotundamente a abandonar a su mejor amigo, a pesar de que incluso él sabía que Taiki no despertaría pronto. Permaneció sentado cerca de él, embotellando sus sentimientos y convirtiéndose en lo más cercano a la voz de mando. Incluso a pesar de que en el fondo había perdido por completo su espíritu de lucha.

El Digimon King sufría en silencio. Sólo Gumdramon, Dorulumon y Damemon podían notar que luchaba contra el deseo de sucumbir sin importarle lo que los otros pudieran decir. Para Gumdramon fue especialmente impactante ver así a su mentor. De pronto, comenzó a sentirse pequeño e inútil. Se preguntó cómo habrían sido las cosas si hubiera sido Tagiru quien fuera atormentado por las pesadillas. Admiró la fortaleza del Digimon King.

La voz de Damemon rompió el silencio. El Digimon King no pudo evitar fulminarlo con la mirada.

—No lo entiendo—dame... —dijo—. ¿Qué fue lo que pasó con Taiki, en primer lugar—dame?

Kiriha suspiró.

El Digimon King respondió, a pesar de que realmente no se sentía capaz de hacerlo.

—Se detuvo su corazón... Se esforzó demasiado... Fue muy repentino... Ni siquiera... pude sentirlo...

—Eso no explica que no sepa quién es—dame. ¿O sí—dame?

—No —dijo Dorulumon—. Y tampoco tiene sentido que esto sea lo que Minerva quiere...

—El plan de Minerva no era que Taiki Kudou perdiera la memoria —intervino Rei—. Un Héroe Legendario sin recuerdos no sirve para luchar en la batalla que nos espera.

—Tiene que haber una explicación... —dijo Akari—. Sé que Taiki no volverá a ser el mismo después de esto... Tal vez... Airu... tenga razón...

Las miradas viajaron hacia la chica rubia. Airu se sintió avergonzada. Quiso escudarse detrás de Yuu. La voz del chico, sin embargo, sólo hizo que la atención siguiera sobre ella.

—Taiki... no quería llegar a Cutemon... Aunque Meikuumon fue quien atacó, el objetivo de Taichi era otro...

Akari se quedó sin aliento. Zoe hizo otro tanto.

Fue Mimi quien dio con la respuesta.

—El objetivo de Taichi... no era borrarle la memoria a Taiki... sino borrarlo a él.

Escuchar aquello, para el general azul, fue como recibir un balde de agua en la espalda.

Y al segundo siguiente, la ira comenzó a crecer.

El ambiente cálido de las aguas termales seguro habría bastado para que todos se relajaran lo suficiente. Sin embargo, sabían que no podrían hacerlo mientras un miembro del equipo estuviera convaleciendo. Sólo aquellos capaces de desprenderse de sus sentimientos eran quienes podían disfrutar del vapor. Incluso sabiendo que seguían en el rol de cómplices.

Nene dejó el Xros Loader sobre el sensor. Una luz roja se encendió sobre la puerta, dejándola bloqueada y creando un aire de privacidad. Se tomó la libertad de estirar los brazos y girar el cuello un par de veces. El cansancio de la última batalla se apoderó de ella. Sintió el impulso de dormir, y a la vez supo que no podría hacerlo. Miró a su amado, que se había sentado en una banca como si no se hubiera percatado de que estaban en las aguas termales. Su expresión analítica y gélida era inconfundible. Nene suspiró. Cuando rompió el silencio, Lelouch no hizo evidente que lo había sobresaltado.

—Lo que hizo Yagami tenía otro objetivo... Tú también lo intuyes, ¿no es así?

Lelouch asintió. Fue Zero quien respondió.

—No se trata de lo evidente, sino de lo que nos espera a partir de ahora... Desde que llegamos a la Tierra Cibernética quedó claro que no podemos confiar en ellos, pero... No le ha importado. Dejó claras sus intenciones, y pretende que eso no sea relevante para nosotros... Tiene que haber... algo más... Estoy seguro de que no es tan simple...

—¿La traición?

Lelouch negó con la cabeza.

—La traición es evidente. Lo que no lo es, es su forma de demostrar que está en nuestra contra, sin atreverse a declarar la guerra todavía... Estoy seguro de que tiene algo entre manos...

Suspiró también. Nene permaneció de pie, frente a él. Miró su Xros Loader.

—Me parece muy extraño que estos sensores hayan estado en los refugios desde la Tierra Cibernética, justamente cuando descubrimos lo que Taichi realmente pensaba de nosotros... —dijo—. Esto no tiene nada que ver con que Gabo haya muerto en la Tierra Cibernética...

—La bondad puede engendrar maldad. Yagami pretende ser lo suficientemente puro como para jactarse de ser la única justicia...

—Pero la verdadera justicia no tiene que ser una luz totalmente blanca.

—Tú lo entiendes. Los demás también comienzan a entenderlo... Pero Yagami no. Mochizuki y Sigma tampoco lo entienden... ¿Te has dado cuenta de que ninguno de ellos pretende reunirse con Suzaku ahora, y han dejado de interesarse en Lloyd? Si Minerva busca la corrupción de la inocencia para vencer en esta batalla, tenemos que luchar contra otro tipo de corazones corrompidos...

—Estás demasiado tenso.

—Para un demonio como yo es difícil luchar en un sitio donde cosas como la bondad, la luz, la caridad y los buenos sentimientos son tan importantes.

—¿Dudas que puedas hacerlo?

Lelouch negó con la cabeza.

—Sólo necesito saber todo lo que está en juego ahora... Si el presagio de Minerva tiene algo que ver con Nunally, entonces tengo que esforzarme más que nunca para liderar esta batalla...

—El presagio no tiene que cumplirse esta vez.

—Aunque nunca antes lo pensé... No quiero a Nunally al frente, pero tampoco quiero que ella sienta que es una carga para nosotros.

—¿Estás diciendo que tus sentimientos te están atormentando ahora?

Él negó con la cabeza una vez más.

—Si tengo que deshacerme de mis sentimientos para ganar una vez más, podré hacerlo. Después de todo, lo que sentía por ti nunca me impidió llevarte al frente de la batalla.

Nene sonrió.

—Nunally es tu hermana. Eso la convierte en la mejor persona para convertirse en una guerrera. Puede aprender del mejor, así como yo lo hice.

Lelouch asintió.

—Estrategias... —respondió—. Si Nunally se queda atrás, Tagiru no dará su mejor esfuerzo. Si Nunally está al frente, Tagiru se esforzará al máximo. Pero si Nunally nos acompaña... Creo que... tendremos que poner a prueba si en este mundo existe la inmortalidad.

Permaneció entonces en silencio absoluto. Sus palabras quedaron como un enigma.

No se trata de poner a prueba la inmortalidad, pensó Nene, sino de quién sea el inmortal que tenga que ponerlo a prueba.

Suspiró. Extendió una mano hacia el muchacho, tomándolo por sorpresa. La mirada que él le devolvió fue la del chico que se ocultaba detrás de la máscara.

—El general ordenó que nos diéramos una ducha. Tienes que obedecer tus propias órdenes.

—Un rey puede darse el lujo de dar órdenes a otros, sin tener que obedecerlas.

—Pensarás mejor si descansas un poco.

—Estaré bien.

—Son órdenes de la reina.

El chico dibujó al fin media sonrisa. Aceptó tomar la mano de la chica. Un pequeño sonrojo apareció en sus mejillas cuando ella comenzó a desnudarse.

Los roles podían invertirse en cualquier momento, pues ella seguía teniéndolo en la palma de sus manos.

En la habitación, Kiriha paseaba entre sus amigos, escuchando la teoría de Mimi. Cuando la portadora de la Pureza terminó, y Kiriha se mantuvo en silencio, Kira decidió tomar el control. Cerró los puños con fuerza. Acarició el elástico de sus gafas.

—Ese maldito... ¡Quiso matarlo ante nuestros ojos!

Takuya asintió.

—Y no pretendía cubrirse de ninguna manera, ni atacar a nadie más... —secundó Katsura—. Tampoco pretende alejarse de nosotros, a excepción de este momento... Podríamos decir que está usándonos para llegar a Ómicron.

—Cuando Yagami descubra que Ómicon fue eliminada, seguramente nos culpará —dijo Takuya—. Y cuando lo haga, nada le costará hacer que sus lacayos nos destruyan.

—Como si tuvieran oportunidad... —se quejó Zoe—. Nuestros poderes son superiores. Y los lazos que nos unen harán que podamos alcanzar el poder que Minerva nos obsequió. Ninguno de sus Digimon tiene oportunidad contra nosotros si Digievolucionamos en Aldamon y AncientIrismon.

—Y ahora que nosotros hemos alcanzado el último Nivel, podremos patear sus traseros —dijo Cheepmon, agitando sus alas vigorosamente.

Kira dibujó media sonrisa que se borró al instante.

—Pero... Aunque podamos destruir a ese malnacido... Tenemos que hacer que Taiki recuerde quién es él. Sin uno de nuestros generales, estaremos perdidos cuando lleguemos al Campo del Infierno. Y si no recuerda quién es, significa que Shoutmon no podrá Digievolucionar nuevamente.

—Pero nos recuerda a nosotros... —musitó Akari—. Él sabe... quiénes somos...

—Sólo no tiene idea de quién es él, ni lo que representa para nuestro mundo... —dijo Dorulumon—. Eso no tiene sentido...

—En realidad... Sí lo tiene.

Las miradas viajaron hacia Suzaku, que intervino con un dejo de timidez. Su estadía en el Campo del Infierno lo dotó de la capacidad de entender las cosas, a pesar de que no podía acostumbrarse a llamar a los Digimon como lo que realmente eran. Dio un par de pasos hacia la cama donde Taiki yacía. Compartió una mirada con Kiriha, que se detuvo en seco. La respuesta creó un puente. Una alianza con el otro mundo comenzó a germinar.

—El conejo...

—Cutemon —dijo Yuu.

—Cutemon... —asintió Suzaku—. Debía dar su vida, a cambio de que el corazón de que Taiki Kudou latiera nuevamente. Pero, ¿alguno de nosotros sabe lo que hay al otro lado de la muerte? Los monstruos digitales tal vez sólo necesitan que sus datos sean restaurados. Pero debe ser distinto con los humanos.

—Los humanos digitalizamos nuestros cuerpos para estar en este mundo —explicó Mimi—. No tenemos un cuerpo físico en el mundo real mientras estamos aquí. Pero si nuestros datos son destruidos en el este mundo, nos borraremos también del otro.

—Pero si Minerva devolvió a Cutemon en una DigiMemory, tal vez Cutemon debía... instalar... algo... en Taiki... —razonó Takuya—. Una... clase de copia de seguridad... un respaldo...

Suzaku asintió.

—Si estamos digitalizados en este mundo, pensemos en nosotros mismos como los programas de un ordenador —continuó—. Si nuestros datos son destruidos y alguien más los restaura, sería posible volver de la muerte.

—Tiene sentido... —asintió Zoe.

—Pero si esos datos no terminan de instalarse —continuó Suzaku—, la información queda corrompida. Así que deja de funcionar. Y si todavía funciona, tiene fallos porque no fue instalado correctamente.

—Eso es lo que Ophanimon hizo conmigo —dijo Takuya—. Estoy vivo en este mundo, pero no en el mundo real.

—Pero el cuerpo de Takuya fue destruido por las espadas de Piedmon —dijo Cheepmon—. El cuerpo de Taiki estaba intacto.

—Y si Minerva sólo envió a Cutemon a instalar la... llama... de la vida... —razonó Katsura—. Significa que la instalación falló. Su información no pudo ser restaurada. Eso hace que haya olvidado una parte, y que no pueda... funcionar... correctamente... como un aparato electrónico.

Suzaku asintió.

Milly intervino con timidez.

—No puedo creer que los seres humanos funcionen como algo digital en este mundo... Podemos sangrar, podemos sentir dolor, podemos morir... ¿Pero no somos humanos reales, y al mismo tiempo lo que nos pasa aquí es real?

Mimi asintió. Aunque respondió las cosas que ella había aprendido desde los nueve años en su primera aventura, no tardó en sentirse un poco acomplejada. Era extraño ser quine tuviera todas las respuestas.

—Los Digimon están vivos. Nosotros también. El hecho de ser digitalizados en este mundo no quiere decir que dejemos de estarlo.

—Tal vez el Mundo Digital es capaz de sanar las enfermedades que nos impiden valernos por nosotros mismos en nuestro mundo... —razonó Tagiru—. Tal vez... es por eso que Nunally ha aparecido aquí, y puede caminar y ver sin ningún problema.

—Eso tal vez pueda traducirse como que los... datos... de Nunally fueron reparados para digitalizar su cuerpo —dijo Suzaku—. Eso quiere decir que podríamos revertir lo que ha pasado con Kudou si encontramos esa copia de seguridad.

—Pero, ¿qué pasa si la copia de seguridad existía sólo en Cutemon? —dijo Akari—. Eso significa que Taiki nunca volverá a la normalidad.

—Tal vez sí haya una solución —aportó Yuu—. Cuando restauramos una copia de seguridad y hemos perdido información, ¿qué hacemos? Recuperar la información que perdimos.

—Devolverle los recuerdos... —musitó Zoe—. Hacer que recuerde quién es, mientras ya sabe quiénes somos nosotros.

—Pero sigue siendo un humano—dame —dijo Damemon—. ¿Los humanos pueden hacer eso—dame?

Shoutmon se mantuvo en silencio, mirando al general que en ese momento se retorcía y lloriqueaba en voz baja.

—Tenemos que intentarlo —dijo Keramon—. Taiki es uno de los mejores estrategas en nuestro equipo. No podemos perderlo, así como así.

—Eso no borrará lo que Yagami ha hecho.

La lluvia de ideas quedó en el olvido cuando Kiriha dejó de pasear por la habitación. Miró a Suzaku por una fracción de segundo para hacerlo callar, pues el muchacho de los ojos verdes estaba dispuesto a continuar.

Suzaku decidió cruzar los límites.

—No resolveremos nada si nos concentramos sólo en el lado negativo.

Kiriha suspiró. Su respuesta fue dolorosa para más de uno.

—Y tú tampoco podrás hacerlo, si no eres uno de nosotros.

Dicho aquello, Kiriha abrió la puerta. Dejó su Xros Loader a un lado, pues no estaba dispuesto a defenderse de ninguna otra manera. Aunque Akari intentó detenerlo, supo que sería inútil.

Al enfilarse por el pasillo, el general azul cerró los puños con fuerza.

La venganza siempre tiene un sabor extraño.

El vapor llenaba cada rincón de la habitación de las aguas termales. A pesar de que era de tamaño considerable, era fácil sentirse en un ambiente íntimo y relajante mientras la luz roja dejara la puerta totalmente sellada. Nene agradeció que Sparrowmon permaneció dentro del Xros Loader y que la pantalla quedó apagada en todo momento, a pesar de que no estaba pasando nada especialmente fuera de lo común.

Pocas veces habían compartido un momento así, puesto que en la casa de Nene debían estar al tanto de Nunally hasta conseguirle una compañera de juegos. Así que rara vez podían tomar el baño juntos, para disfrutar de esa sensación cuando uno frotaba la espalda del otro. La espuma era revitalizante, a pesar de que al limpiar la sangre seca y la suciedad de las heridas pasadas quedaban al descubierto las cicatrices de guerra que quedaron a lo largo de cada viaje desde la Zona Verde. Cortes pequeños, rasguños, las marcas de algunos puñetazos y de los golpes propios de quien está al frente de la batalla. No hubo más comentarios, que un par de palabras ocasionales para que el otro supiera que había una marca nueva en su espalda. Los dedos de ambos pasaban con delicadeza sobre las marcas. No había lugar para compadecerse de alguien que estaba dispuesto a derramar su sangre, incluso si ambos hubieran dado cualquier cosa con tal de que el otro no hubiera tenido siquiera el más mínimo rasguño.

La conversación quedó en el olvido. El único sonido que los acompañaba, además del goteo y de sus respiraciones, era el de una que otra risa ocasional cuando el tacto de Lelouch le causaba cosquillas a Nene.

Tras la última batalla, la piel de porcelana de la Idol consiguió un par de rasguños en las piernas cuando cayó con Taiki luego de dispararle a la burbuja. Algunos golpes que desaparecerían pronto, y un poco de sangre que seca que dejó en su lugar una marca roja en su pómulo. Un rasguño que escocía con el jabón.

La ausencia de Cutemon en ese momento no pareció en absoluto relevante. Mientras ninguna partícula brillante se desprendiera de las heridas, todo estaría bien.

El mundo entero desapareció para ellos, como si lo que hubiera al otro lado de la puerta sellada no hubiera sido especialmente relevante. Nadie quiso ir a buscarlos, y ellos lo agradecieron.

A pesar de su expresión impenetrable y analítica, el sonrojo se mantuvo en las mejillas de Lelouch mientras sentía el cuerpo de Nene especialmente cerca de su espalda. Sus pensamientos se mantenían lejos, en el campo de batalla, mientras las manos de la chica iban hacia arriba y hacia abajo. Le era imposible sonrojarse, o tal vez lo hacía inconscientemente al saber que la chica detrás de él estaba desnuda. Estaba perdidamente enamorado de ella, de cada pequeño rincón de su cuerpo y de su alma, después de todo.

Estaba tan ensimismado, que el beso que ella plantó en su nuca lo tomó por la sorpresa y le causó un extraño escalofrío. Se giró un poco, cuando ella colocó ambas manos sobre sus hombros y se inclinó hacia él para besar su mejilla, anunciando:

—Ya está.

Lelouch se levantó. Sin sonreír. Sin importarle que el vapor acentuara los encantos naturales de la chica que siguió sujetando su mano, mientras él luchaba por dejar a un lado las imágenes de los Knightmares enfrentándose a un ejército de sanguinarios Digimon de pesadilla. Sintió la mano de Nene sobre su mejilla. Volvió a sobresaltarse. Cuando al fin pudo mirarla, se percató de que el Geass de la chica brillaba como nunca antes. Tal vez nunca lo había notado.

—¿En qué piensas? —dijo ella.

Lelouch suspiró. Negó con la cabeza.

En silencio, aceptó que Nene lo condujera al fin hacia el agua cálida en la que ambos se sumergieron. Permanecieron cerca, lo suficiente para que Nene pudiera recargar su cabeza en el hombro del muchacho. Ambos estiraron sus piernas. Sus manos dejaron de entrelazarse. El cansancio comenzó a ceder, y fue reemplazado por el deseo de permanecer despiertos. Así, en un momento tan simple. Tan común. Juntos, al fin. Luego de tanto tiempo. Luego de tantas aventuras. La paz que precede a la tormenta.

Lelouch suspiró de nuevo.

—No recuerdo hace cuánto tiempo fue que salimos de nuestro mundo... —dijo—. ¿Cuánto tiempo hemos pasado aquí?

Nene suspiró también.

—El tiempo en el Mundo Digital transcurre de manera distinta... Han pasado meses, y seguramente volveremos a nuestro mundo al segundo siguiente del momento en que Ophanimon nos llevó a la Zona Verde.

—Hemos recorrido demasiada distancia desde entonces... Y esto todavía no termina...

—¿Es más difícil que tu rebelión?

—Creo que ambas cosas son difíciles a su manera.

—No nos hemos enfrentado todavía al verdadero enemigo... Pero... Sólo por esta vez, mientras estamos aquí, quiero que dejemos de pensar en esto.

Lelouch miró a la chica. Ella levantó su cabeza para mirarlo también. Sonreía.

El príncipe sonrió también. Zero se esfumó por un segundo.

—Eres hermosa cuando tienes el Geass activado todo el tiempo.

—Aunque duela demasiado usarlo... También a mí me gusta cómo luce en ti.

Sonrieron de nuevo. Volvieron a la posición inicial. Lelouch tomó la mano de la chica para extender esos cinco dedos largos, finos y tan hermosos como todo lo que se relacionaba con ella. Imaginó algo en ellos. Algo que no estaba seguro de que pudiese pasar en el mundo donde estaban encerrados. El eco de su voz lo remontó a ese día en la cocina de la mansión Ashford. Una petición. Un anhelo. Sus dedos se entrelazaron con los de ella. La miró de nuevo. Ella volvió a erguirse. Su mirada fue distinta. El atisbo de la cómplice apareció por un instante.

Fue incapaz de decirlo en voz alta. Se creyó incapaz de decirlo en cualquier otro momento. Pero estaba seguro de que quería que fuera real. De que un rey necesitaba a una reina, incluso si el imperio estaba en una dimensión distante. De que no había ninguna otra mujer capaz de hacerle conocer el otro lado que la vida podía tener. Una vida llena de color. Su luz. Su salvadora. Palabras que, al decirlas en voz alta, se convertirían en juramentos hechos por alguien que sin duda no era él.

Con todo, sabía que no era necesario decirlo. A pesar de que el Geass no les daba la capacidad de comunicarse mediante sus pensamientos, era fácil saber lo que ella pensaba. Lo que ella sentía. Se sabía por la forma en que lo miraba. Por la forma en que sus manos se entrelazaban con tanta fuerza. Por esa corriente eléctrica que los mantenía unidos, y que les hacía sentir que nadie en el mundo sería capaz de siquiera hacer el intento de replicar esa sensación.

Suspiró de nuevo. Se mantuvo en silencio, fusionando su mirada con la de Nene. Y ella sonrió, asintiendo. Adivinando sus pensamientos con una precisión que sólo sucede con las almas gemelas. Él sonrió también. Tiró de la mano de la chica para acercarse a ella, y el juramento silencioso quedó sellado en un beso que a ambos les robó el aliento. Sonrieron, y volvieron a besarse. Nene no pudo evitar reír cuando el sonrojo de Lelouch aumentó.

—Creo que sigo poniéndote nervioso... —se burló.

—Cierra la boca —respondió él.

—¿Recuerdas cuando te dije que tal vez Suzaku besa mejor que tú?

—¿Estás retándome?

Y ella asintió, esbozando una sonrisa traviesa y tomando el rostro de Lelouch con ambas manos antes de que sus labios volvieran a unirse.

Al otro lado de la puerta sellada, por suerte, hubo silencio absoluto.

La búsqueda de los Protectores fue infructuosa.

Derrotados, volvieron al refugio de Ómicron. Se reunieron en el área de descanso para tumbarse en los sofás, y tomar un respiro antes de pensar en comer, tomar un baño y dormir.

Taichi se dejó caer en el sofá más grande. Zero hizo otro tanto, desplomándos en el suelo y quejándose del cansancio extremo. Ambos eran tan similares que Meiko, con Meikuumon en brazos, sólo pudo sonreír.

—Donde sea que Ómicron se haya metido —se quejó Taichi—, juro que lo mataré cuando lo encuentre...

—Tal vez haya tantos enemigos afuera porque Ómicron fue a buscar al último Señor Demonio —aportó Izzy.

Taichi respondió de mala gana.

—Sí, bueno, podrías empezar por cerrar la boca e ir a hacer lo que te ordené...

Izzy lo fulminó con la mirada. Suspiró y asintió, pues sabía que no había otra forma de avanzar en su misión secreta. Se despidió de sus amigos momentáneamente, y se perdió de vista al salir con Tentomon de la habitación.

Cuando la puerta se cerró detrás de él, Meiko suspiró.

—Taichi...

—¿Qué?

—¿No crees que has sido un poco... obvio... al atacar así a Kudou frente a sus amigos?

Taichi miró a Meiko. Meikuumon levantó su mirada para hacerlo también.

—Sí... —dijo el chico—. Tal vez... tengas razón...

—Tendremos que ir con perfil bajo desde ahora, si queremos deshacernos de ellos —continuó Meiko—. ¿Tienes un plan?

Taichi suspiró. Se incorporó, y sólo permaneció sentado.

—Lo único que quiero que hagamos ahora es demostrarle a Haru Shinkai que los Protectores de los Siete Reinos debemos mantenernos unidos... Me encargaré de Kudou después.

—Hinomoto casi te disparó.

—Y me gustaría ver que esa zorra intente atacarme de nuevo... Todos ellos están olvidando que nosotros estuvimos en los Siete Reinos para mantener las cosas bajo control, mientras ellos tardaban en donde sea que hubieran estado... Nosotros fuimos llamados para proteger este mundo. No debemos olvidarnos de eso.

—Supongo que estamos combatiendo un virus con otro virus... ¿Acaso no podemos quedar infectados nosotros también?

Taichi sonrió.

—No dejaré que ninguno de ellos te ponga una mano encima, Meiko —dijo él—. Ni a ti, ni a Sigma. Aunque Shinkai nos traicione, nosotros tres somos todo lo que necesitamos para salvar este mundo.

Meiko sonrió también. Y su sonrisa se borró al instante.

—Pero... ¿Acaso ya olvidas lo que Sigma nos mostró en la Tierra Cibernética? Él estaba...

—Infectado... Lo sé... Pero tiene que estar bajo control, o eso ya nos habría causado problemas. Encontraremos una forma de revertir esto, incluso si hemos perdido a Ómicron también.

—¿Crees que Ómicron haya muerto?

—Sí... Creo que eso es posible... Pero no perdamos la esperanza. Tenemos que descansar hoy, y mañana seguiremos. ¿Está bien?

Meiko asintió. No pudo evitar que Taichi se fuera, dejando atrás a Zero que apenas podía arrastrarse. Eso hizo reír a Meiko nuevamente, sólo por unos segundos.

Cuando Taichi salió de la habitación y la puerta volvió a cerrarse, sólo por un instante, los ojos de Meiko se volvieron opacos sólo por un segundo.

—Mei... —musitó Meikuumon.

Nadie escuchó su voz.

Y Meiko siguió mirando hacia la puerta, incluso cuando el brillo en su mirada volvió a aparecer.

Nene sabía cómo someter al príncipe para hacerlo caer en sus maleficios. A pesar del paso del tiempo y de la experiencia, Lelouch seguía sin saber cómo reaccionar cada vez que Nene lo besaba de esa forma tan especial. Cada vez que el roce de la piel de la chica le hacía sentir escalofríos, y cómo iban despertando esas emociones ocultas que sabía controlar a la perfección mientras pudiera mantenerlas a raya. Pero cuando Nene estaba a horcajadas sobre él, sujetando su rostro con ambas manos para besarlo sin control, y moviendo sus caderas para hacer que el cuerpo de Lelouch perdiera el control también, se sentía totalmente fuera de sí. Apenas podía moverse. Apenas podía reaccionar. Ella lo volvía loco. Ella tomaba las riendas en esos momentos, y él seguía sin saber cómo cambiar los roles con su amada mujer indomable.

Las aguas termales fueron el mudo testigo de lo que sucedió aquella noche.

Taichi caminó por los pasillos del refugio. Su cansancio era notable en cada bostezo, y en el hecho de que poco a poco sus pasos se volvieron más y más erráticos. Terminó arrastrando los pies, sintiéndose un poco solo en el refugio silencioso. Descubrió que sus enemigos ya habían descubierto el truco para bloquear las puertas. Los muros insonorizaban las habitaciones. Las duchas estaban ocupadas también. El vapor escapaba por debajo de la puerta.

Pensó por un segundo lo que podía haber detrás de la puerta del dormitorio donde ellos debían estar. Imaginó que debían estar conversando. Relajándose juntos. Tomando una siesta, contando con que los demás los protegerían si tomaban turnos.

Los envidió por un segundo.

Pensó si acaso él mismo podría encomendarle esa misión a Izzy, a pesar de saber su secreto. Pensó en pedirle a Meiko que vigilara la puerta mientras él dormía, y al instante se dio cuenta de que no podría hacerlo. No la pondría en riesgo ante quienes tenían el poder de borrar la información del Mundo Digital con las armas de los humanos.

Pensó en Ómicron también. En Épsilon. En que dentro de esa habitación estaba uno de quienes se suponía que serían un equipo para restaurar la paz en el Mundo Digital. ¿Cómo era Haru Shinkai? ¿Qué clase de persona podía ser? ¿Por qué estaba con ellos, y no donde le correspondía?

Se sintió estúpido.

Negó con la cabeza. No tardó en convencerse de que no había otra manera de hacer las cosas. Todavía tenía una cuenta pendiente. Todavía tenía que cumplir con su misión. Todavía era el único capaz de salvar el Mundo Digital de la destrucción absoluta, y para ello tenía que aniquilar a todos aquellos parásitos. A sus enemigos.

Suspiró.

Siguió andando hasta el dormitorio de los Protectores. Quiso colocar el Digivice en el sensor. Un puñetazo lo detuvo en el último momento.

El Digivice cayó al suelo. Taichi retrocedió con torpeza. Limpió la sangre que brotaba de su boca, y miró con ira al muchacho rubio que lo miraba con odio en la penumbra del pasillo.

—Imbécil... ¿Quién te crees...?

Dos puñetazos.

Taichi volvió a retroceder. Consiguió detener el siguiente golpe, y lo devolvió sin problemas. Eso no pudo evitar que Kiriha lo tomara por el cuello de la camiseta para elevarlo del suelo y estrellarlo contra el muro. Taichi quiso resistir. La diferencia en sus fuerzas era demasiado notoria.

—Suéltame, maldito cobarde —espetó.

Kiriha cargó sus palabras con toda la ira que fue capaz de reunir.

—Aquí no tienes que pretender que eres un santo, el salvador del Mundo Digital, ni ninguna de esas tonterías. Sé lo que pretendes, Yagami.

A pesar de la sangre, Taichi dibujó una sonrisa burlona.

—Lo sabes, ¿eh...? Y, ¿qué es lo que pretendo?

Kiriha lo estrelló contra el muro una vez más.

—No permitiré que asesines a nadie más, Yagami. Pagarás lo que hiciste con Cutemon, y lo que le hiciste a Taiki.

—¿Qué le he hecho a Kudou? No le he tocado un solo cabello todavía.

Kiriha lo lanzó al suelo tras dar un puñetazo más. Permaneció de pie ante Taichi, que sólo se giró para sostener la mirada del muchacho.

—Estando tú solo, Yagami, eres patético. No eres capaz de pelear, como dices.

—Ponme a prueba, si tienes las agallas. Zero contra ZeekGreymon.

—Te aniquilaré con mis propias manos si te atreves a traicionarnos una vez más... No estoy dispuesto a aliarme con alguien como tú.

La sonrisa burlona de Taichi creció.

—Estás conmigo, o en mi contra, Aonuma... Y puedo aniquilarte en cualquier momento. Sólo espera.

—Eso ya lo veremos.

Sin decir más, Kiriha se retiró. A pesar de las punzadas de dolor en sus nudillos, y su respiración agitada, la revelación le dio una nueva perspectiva. Una revelación.

Sin desearlo, le dio a Taichi las armas necesarias para sentirse más poderoso que nunca. Su sonrisa creció. Pasó de burlona, a sádica. Y sus ojos, sólo por un segundo, se volvieron opacos.

Cuando Tagiru salió de la ducha, contando los segundos para que Yuu pudiera tomar su turno, no se percató de que su Xros Loader estaba en una posición distinta.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top