Capítulo II: Búsqueda.

Declaimer: Los personajes de Naruto NO son míos, pertenecen a Kshimoto, yo sólo los uso para crear esta historia, sin fines de lucro, con el único objetivo de hacer pasar un buen momento al lector.

Pasó gran parte de la noche llorando por el encuentro con su padre, abrazándose a una almohada y mordiendo una de las esquinas para impedir la salida de sus sollozos. En momentos deseaba poder odiarlo, para hacer más llevadero el sentimiento de profundo dolor que albergaba en su corazón. Aunque ese era un sentimiento que no lograba conseguir, por más que intentaba, parecía que su interior no tenía lugar para tal negatividad. Ni siquiera odiaba a la persona que tanto daño le hizo en el pasado.  

Probablemente, ese fue el motivo por el cual el encargado del refugio mostró compasión hacia ella, por los ojos tan rojos que poseía y las ojeras producto de no haber dormido bien la noche anterior. Ahora anotaba en una pequeña libreta los lugares cercanos en dónde podría encontrar a los hermanos de Obito. El gato negro que tanto afecto demostraba a la chica de ojos perla, se encontraba de pie sobre el mostrador, observando lo que ella escribía sin entender que decía. Antes de iniciar con las instrucciones sobre los cuidados que debería darle y de posteriormente comentarle sobre el paradero de Kakashi y Gai, el chico que cuidaba de sus hermanos y él le hizo entrega de tres collares a su nueva dueña. La Hyūga escogió para él uno de color rojo, del collarín colgaba una pequeña placa con forma de huella en que se podía leer su nombre. Por lo que escuchó de la conversación de ambos, su nuevo collar contaba también con el número de la azabache al reverso, era una medida con la que alguien podría llevarlo hacia su dueña si se perdía.

—¿Eso sería todo?— su dueña dejó de escribir en la libreta, dirigiéndose directamente al empleado que la miraba como si se tratara de una actriz famosa o una modelo de portada de revista. A Obito le molestaba que prestara más atención de la necesaria en su chica, pero también era consciente que con su tamaño no podría enfrentar a quien por tanto tiempo lo estuvo protegiendo.

—En realidad... Me falta algo— el peliblanco sonrió de una forma que hizo ver más uno de sus colmillos, al pequeño gato no le hizo gracia aquel sutil cambio. El olor que desprendía su cuidador era diferente —¿Me darías tu número?

—¿¡Eh!?— Obito giró su rostro para ver a su dueña, la reacción de ella ante la pregunta del chico fue de confusión. Eso sumado a unas tiernas mejillas rojas, provocaron el efecto de hipnotizar al pobre gato —Pensé que... Pensé que ya le había dado m-mi número— el minino asintió, completamente de acuerdo con la ojiperla. En un instante volvió su atención al chico del otro lado del mostrador, esperando su respuesta.

—Bueno, creo que no me estás entendiendo. Quiero tu número para llamarte, tal vez invitarte a salir— el color rojo en la cara de Hinata se extendió, como un termómetro que estaba por dar la temperatura más alta de la historia —No para un registro— Obito gruñó enfadado, ese hombre tenía el atrevimiento de coquetear con su futura mujer frente a él, ¿Es que los humanos eran tan descarados?

—Y-yo— su nueva mascota se interpuso entre los dos, queriendo demostrar al chico de ojos morados que no le permitiría acercarse a Hinata. Lamentablemente estaba siendo ignorado por los humanos —N-no sé tu nombre— la mujer bajó la mirada, la situación de pronto se había vuelto muy incómoda.

—Ah, cierto, disculpa mis modales— su mano derecha no se detuvo hasta llegar a su cuello, que frotó con insistencia debido a lo nervioso que se sentía en ese momento. De verdad que se estaba actuando como un tonto —Mi nombre es Suigetsu, un placer conocerte.

Obito contenía todas sus intenciones de saltar sobre la cara del peliblanco y rasguñar tanto su rostro, al grado de que no quisiera ni mirar a su dueña. Si no lo hacía, era porque Suigetsu lo cuidó desde muy temprana edad. Sería muy descortés lastimar a la persona que lo alimentaba y en ocasiones le regalaba juguetes.

—Hinata Hyūga— la chica le extendió una hoja que había arrancado de su libreta. En el espacio en blanco, escrito con una caligrafía impecable, se leía el número de la mujer —Sin embargo... No estoy segura de que sea posible tener una cita— murmuró apenada, a Obito le causó una gran alegría al decir eso.

—¿Ahora lo ves, Suigetsu?, Hinata no puede corresponder, ella será mi novia— el gatito se movía de un lado a otro, celebrando que su chica rechazaba a quien pretendía interferir en su relación. Él lo sabía, su corazón le gritaba que algún día Hinata Hyūga estaría a su lado. Ella sería suya, o mejor dicho, ya lo era.

—Lo entiendo, me comentaste que te vas del país— el minino dejó su celebración al escuchar a Suigetsu, él no tenía conocimiento de que Hinata abandonaba Japón. ¿Qué la habría llevado a tomar esa decisión? —¿Será después de encontrar a los hermanos de Obito?

Ella asintió, permaneciendo en silencio por algunos segundos. La llegada de su padre le hizo aceptar la oferta de trabajo que tanto tiempo rechazó. Seguir en casa de Kurenai traería problemas a su antigua maestra, y aunque se cambiara a un apartamento como eran sus planes originales, corría el riesgo de ser encontrada nuevamente por su padre. 

—Lo siento mucho...

—Descuida, aún podemos ser amigos— la animó al verla tan triste por tener que rechazarlo. Jamás en su vida imaginó que terminaría casi consolando a la chica que se negaba a salir con él.

—¡Por supuesto!, Me gustaría ser la amiga de Suigetsu-kun— la sonrisa tan hermosa de la Hyūga logró derretir tanto el corazón de Suigetsu, como el de Obito. 

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En casa de Kurenai, la familia Sarutobi se entristeció al saber la noticia de que Hinata abandonaba el país por trabajo. Asuma le ofreció su apoyo para conseguir que alguien llevara sus pertenencias más importantes en avión, eso debido a que el país a donde Hinata hacía su mudanza estaba muy lejos de Japón. Hinata aceptó con gusto la oferta, comenzar desde cero sería muy difícil. Por otro lado, Kurenai se sentía intranquila con la decisión tan repentina de su prácticamente hija. Ella conocía perfectamente bien a Hinata, estaba enterada de que la azabache rechazaba ese puesto en su trabajo por una sencilla razón, no soportaba la idea de estar alejada de Mirai y ella, además de distanciarse todavía más de su hermana Hanabi. Si la Hyūga de pronto confesaba que se iría, debía ser por algo que la sobrepasaba. 

Mirai era quien probablemente lloraba la mayor parte del tiempo por tener que despedirse, pero justamente ahora, se enfocaba en disfrutar de los días que le quedaban en compañía de su tía. Ambas preparaban carteles de búsqueda que seguirían colocando cerca del lugar donde tenían a Gai, el hermano mayor de Obito. Al primero de los hermanos que lograron recuperar, fue a Kakashi, el señor que lo adoptó se apareció un día en la puerta de la casa de Kurenai para entregarlo. Les explicó que aunque sus hijos se encontraban tan contentos con su nueva mascota, su esposa resultó ser alérgica a los gatos. Lo que representó un gran problema e impedimento para conservar a Kakashi. 

El gatito de pelaje plateado caminaba al rededor de las mujeres que preparaban los carteles de búsqueda para Gai, al igual que lo hacía Obito. Desde su llegada a casa de Kurenai, el astuto Kakashi se percató del extraño afecto que su hermano demostraba hacia su nueva dueña. Creía que era una broma cuando Gai comenzó a relatar lo que sucedió con la mujer de ojos perla, luego de que ella abandonara el refugio y él despertara unas horas después. Obito en su momento no negó nada de lo que decía Gai, incluso insistía en que Hinata Hyūga y él estaban destinados a estar juntos. No quería ser Kakashi quien arruinara las fantasías de Obito, pero alguien en algún momento debería hacerlo. Esperaba que Gai fuera más valiente que él y decidiera confesarle que era imposible estar con Hinata de la manera que deseaba.

—Mirai, así no es mi hermano— insistió Obito a la niña que dibujaba a Gai según la descripción de Hinata, empujaba la mano de Mirai con su pequeña cabeza, sin embargo no conseguía su objetivo. 

Kakashi rodaba los ojos por la actitud de Obito, hasta para él era obvio que la niña no dibujaba bien por ser solamente una cría humana. Probablemente apenas y tenía cuatro años —Déjala Obito, quien decide al final es Hinata.

—Pero Gai no tiene las orejas tan grandes, tampoco los ojos muy pequeños. ¡Nadie sabrá que se trata de él!— Obito había decidido abandonar a Mirai para ir hasta Kakashi, a quien agitó de un lado a otro con desesperación. Necesitaban encontrar a Gai e irse pronto, de esa manera Suigetsu no saldría con su adorada Hinata.

—Tía Hinata, Kakashi y Obito están jugando— la ojiperla dejó de escribir un momento en los carteles que preparaba en su computadora, siguió la dirección en que Mirai señalaba con su crayón negro, encontrándose con la escena de un pequeño Obito moviendo a su hermano. Ambos eran tan adorables que le hicieron sonreír.

—Deben estar felices de volverse a ver— fue lo único que dijo por el momento. Con cuidado buscó su celular, tomando un vídeo corto y algunas fotos de sus nuevas mascotas sin que ellos se percataran. Esas imágenes se las enviaría a Hanabi, pues conocía muy bien cuánto le gustaban los gatos a su hermana. 

—Los carteles de Mirai no son los únicos, Hinata tiene otros— Kakashi lo apartó con ayuda de su pata derecha, el menor dirigió sus oscuros ojos al extraño aparato que descansaba en una mesa de poco tamaño. En el podía observar algunas fotografías de su hermano Gai.

—De acuerdo— susurró de mal humor, detestaba que cuando Kakashi le llamaba la atención, y peor si tenía la razón. Al final se acercó a las piernas de su hermosa chica, lugar en que se recostó para sentir la piel tibia y disfrutar el aroma a vainilla que desprendía. 

Kakashi prefirió dejar de lado a Obito y seguir riendo un poco con los dibujos de Mirai, la niña estaba en el suelo, al igual que Hinata. Sólo que la primera acostada boca abajo, y la segunda sentada frente al computador. Prefería estar junto a Mirai, si se acercaba demasiado a Hinata, Obito estallaba en unos celos insoportables. Más si conseguía que la Hyūga le diera caricias o dedicara palabras lindas. 

En toda la tranquilidad que obtuvo al estar junto a la niña que no dejaba de pintar, se permitió unos segundos para preguntarse donde estaría Gai, si lo cuidaban de manera correcta o alimentaban bien. Aunque no era su hermano de sangre como Obito, los tres se criaron juntos, como si en verdad fueran hijos de los mismos padres. Gai y Obito solían ser muy inquietos desde los primeros meses, a diferencia de él que le gustaba mucho descansar en el suelo o dormir por horas. Después otras dudas asaltaron a su mente, si ellos abandonaban Japón, ¿Hinata los llevaría a su nuevo hogar?, Y si no lo hacía, ¿Qué sería de ellos?, Trató de respirar profundamente para alajar esas ideas. Obito confiaba en que la mujer no los abandonaría en Japón por irse a otro lugar, y él debía darle el beneficio de la duda. No creía que una humana fuera tan perseverante en encontrarlos, si al final terminaría dejándolos de lado. 

—Obito— el menor abrió uno de sus ojos, observando por un instante a su hermano antes de volver a cerrar su párpado. Esa era su manera de demostrarle que prestaba atención a lo que decía —¿A qué país nos vamos?

—Escuché a Hinata diciendo que a Francia, pero no estoy seguro del motivo que la obliga a irse— el pequeño gato casi podía asegurar que su dueña se iba de Japón en contra de su voluntad. Durante los días que Kakashi seguía perdido, y él era el único en acompañar a Hinata en su habitación, la vio llorar por varias noches. Sufría en silencio y se abrazaba a su mascota siempre que Obito decidía saltar a la cama, queriendo demostrar que estaría a su lado sin importar lo que pasaba. 

—Ayer que salí a recorrer el vecindario, miré a Hinata discutir con un hombre, estaban a unas casas de aquí— comenzó a relatar Kakashi lo que sucedió entre su dueña y otro hombre al que no conocía. Esa noche no se acercó demasiado, no tenía la intención de delatar su posición, sin embargo, tampoco se retiró del lugar. Creía casi una obligación mantenerse cerca de Hinata, en caso de que ella necesitara ayuda para defenderse.

Las orejas de Obito se elevaron al escuchar el nombre de Hinata y la palabra "hombre" en una misma oración, inclusive abrió por completo sus ojos. Su hermano Kakashi consiguió tener todo su interés —¿Con quién?

—Ella lo llamó Hyūga-san. A juzgar por eso y el hecho de que sus ojos eran idénticos, creo que son familia— el gato de ojos oscuros respiró más tranquilo, si se trataba de un familiar de Hinata no debía tener miedo o celos. 

—¿Sería su hermano?— se aventuró a preguntar, Kakashi era demasiado inteligente, lo conocía tan bien que podría asegurar que ya tenía una idea en mente.

—No lo creo, pienso que se trata de su padre— Obito siguió reflexionando las palabras de Kakashi por algunos minutos más. Con los días en casa de Hinata, descubrió que ella no vivía con su familia original, se notaba porque su dueña no llamaba a Kurenai como madre o a Asuma padre. Desde el momento se preguntó, que había sucedido para que Hinata no viviera con sus verdaderos padres. Creyó que quizá habían muerto, y ahora que se enteraba de que su padre estaba vivo, comprendía que la situación era más complicada de lo que parecía. ¿Qué le habría dicho el padre de Hinata para hacerla llorar tanto y dejarle como única alternativa irse de Japón?

—Kakashi... ¿Tú consideras que su padre...?— no le fue posible terminar de formular su pregunta, una Kurenai muy feliz había entrado a la sala con la respiración agitada.

—¡Hinata!— la mujer dejó de escribir y le prestó atención a la madre de Mirai, todos los presentes en la sala dirigieron sus expectantes pares de ojos a ella —Hay un hombre afuera, dice que tiene a Gai— tanto Hinata como Mirai saltaron de sus asientos, aún no terminaban de hacer los carteles para su siguiente intento de encontrar al gato y quién lo había adoptado ya aparecía. 

Kakashi y Obito también se encontraban emocionados, por fin después de algunos días los tres volverían a reunirse. Quien más festejaba era Obito, producto de una gran cantidad de pensamientos que atravesaban su ser en ese instante. Gai llegaba a casa, ahora los tres podrían partir junto a Hinata a una vida en Francia. Lejos de Suigetsu queriendo salir con su linda ojiperla, lejos del padre de Hinata que tanto la hacía sufrir.

La Hyūga se miró un poco en su celular, queriendo comprobar que tenía un aspecto presentable para ir a recibir al hombre que tenía a Gai. Después de pasar casi toda la mañana en la computadora, sentía miedo de tener los ojos rojos o de seguir contando con un par de ojeras muy poco saludables. Entendiendo que su apariencia no era lo más importante por ahora, la azabache se levantó de su asiento para ir a recibir a Gai. Mirai la acompañaba, siguiendo a su tía con paso cortos pero veloces. Kakashi y Obito también salieron al encuentro de Gai, extrañaban mucho a su hermano, antes jamás fueron separados, desde que nacieron.

Al estar en el pequeño espacio que Kurenai tenía en el jardín para recibir ciertas visitas, lograron ver a un hombre de mirada seria, y en sus brazos a un gato que poseía una franja blanca atravesando a su pelaje negro que brillaba como la misma noche. Gai saltó de los brazos de aquel hombre al ver a sus hermanos, dando algunas piruetas en el aire, terminando por caer de pie en el suelo. Sus acciones causaron la sorpresa de los humanos presentes. Por un momento fue como ver a un gran deportista en lugar de un gato. 

Kakashi en lugar de recibir a su hermano con un abrazo, golpeó su cabeza con su pequeña pata —¿Por qué llamas la atención de esa manera?— le recriminó con cierto enojo. De verdad que algunos días creía que él era el mayor de los tres, solamente Kakashi se comportaba de manera adecuada en presencia de los humanos.

—¿Gai estás bien?, ¿Cómo te trataron?— Obito se acercó a su hermano con gran preocupación, justo como sucedió cuando Kakashi regresaba a casa. Gai abrazó al menor, mostrándole de esa forma que no debía preocuparse.

—Estoy perfectamente bien, mi querido Obito. Aprendí muchas cosas de este humano y su hijo— el mayor camino alrededor de sus hermanos, contento de poder verlo luego de dos largas semanas. No es que no le agradaba la pequeña familia que se lo llevó, al contrario, ellos le demostraron ser muy buenas personas. Pero Gai siempre escogería volver con Kakashi y Obito.

Hinata dejó de ver a sus mascotas, (que parecían comunicarse entre sí en una pequeña reunión de familia), para concentrarse en el hombre frente a ella. La mirada aguamarina y el increíble color rojo de su cabello le provocaron un rubor por todo el rostro. Se trataba de Gaara, quien era su jefe en su trabajo en la editorial que le concedió su primera oportunidad laboral. Durante los primeros segundos le fue imposible hablar, desde que conocía a Gaara se había enamorado perdidamente de su forma de ser tan educada y sus constantes halagos hacia su trabajo. Era un hombre sencillo, honesto, y más leal que otros que hubiera conocido. Cuando su hermana Temari se enteró de sus sentimientos, le propuso ayudarla a confesarse a Gaara o de hacerle una cita a ciegas con él. Hinata no aceptó, no quería aprovecharse de su amistad con Temari para salir con su hermano, o que Gaara pensara que quería salir con él por ser dueño de la editorial y por consiguiente su jefe. El pelirrojo era mayor que ella por cinco años, aunque la apariencia de su rostro le hacía ver más joven, como si se tratara de un hombre de su edad. 

Antes habría dudado mucho en lo que podía hacer, empero, justo ahora reunía un valor que no conocía, no pensaba dar marcha atrás. En una semana se iría de Japón, por lo que si Gaara rechazaba sus sentimientos, no tendría que verlo y pasar la vergüenza de recordar todos los días que ese era el hombre que le dijo no cuando le ofrecía su corazón. Conocía a su jefe lo suficiente para pensar que él actuaría como si nada hubiera sucedido, queriendo no incomodarla, y aún así ella se sentiría mal por tener que enfrentarlo. Esos eran los temores que le impedían confesarse, y de eso ya no debía preocuparse.

—Gaara-san, me alegra que haya podido traer a Gai de regreso. A sus hermanos y a mí nos causa una gran dicha— le agradeció con una reverencia, ocultando de esa manera por unos segundos el color rosa que iba subiendo de intensidad en sus mejillas. Obito se apartó un poco de Gai, con el principal propósito de ver interactuar a ambos humanos.

—No es nada, Hinata-san. Cuando descubrí el anuncio quise ayudar a reunir a Gai con su familia— le sonrió un poco al gato que se había ganado el corazón de su hijo, Shinki también optó por no alejar a Gai de sus hermanos, aunque eso significaba que no volvería a verlo.

—Y-yo... Quisiera a-agradecerle— su voz fue tan baja que a Gaara le costó un poco comprenderla. Obito era otro caso, él escuchaba perfectamente a su dueña, y tenía miedo de saber cómo los humanos daban las gracias —¿Lo puedo in-invitar a una ci-cita?

—¿Qué dijiste, Hinata?, Eso no es justo— Obito agitó sus manos de un lado a otro, completamente furioso por lo que sucedía frente a él, sus hermanos tuvieron que capturarlo para impedir que se acercara a la pareja. A Gai en cierto momento le pareció ver que los ojos de Obito se volvían rojos.

—Déjalo, Obito— le advirtió Kakashi con firmeza. Su postura indicaba respeto, pero Obito no lo quería obedecer.

—¿No oíste lo que dijo Gai?, Ese hombre tiene un hijo, probablemente está casado. No debería buscar una cita con mi mujer— por más que luchaba por escapar de sus hermanos, Gai sujetaba su cola sin intención de soltarlo. Quería rasguñar a Gai y huir al lado de Hinata, lo cual resultaba imposible al tener a Kakashi aplastando sus patas.

—Ella no es tu mujer— declaró Kakashi lo obvio. 

—Además, no es él quien busca la cita. Hinata lo está invitando— Gai terminó por mencionar lo que realmente sucedía.

Obito de pronto detuvo todos sus movimientos, ellos decían la verdad, la persona que deseaba tener una cita era Hinata. El hombre que fácilmente rebasaba la estatura de la ojiperla ni siquiera había respondido a su invitación. 

—¿Puede ser mañana?, El sábado es nuestro día libre— Gaara observó al gato negro que parecía trasmitir odio hacia él, desechó rápidamente la idea por considerarla demasiado ridícula. 

—¡Sí!— un poco atrás de Hinata, Kurenai y Mirai sonreía muy contentas y orgullosas por la ojiperla, conociendo de antemano lo difícil que debió ser para ella invitar al apuesto hombre.

—Siendo así, creo que mañana nos vemos— la pobre mujer asentía una y otra vez, haciendo un gran esfuerzo por no desmayarse o demostrar cuan emocionada se sentía por la cita. 

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Como su cita era un almuerzo a las once de la mañana, según lo que que acordó con Gaara la noche anterior por medio de mensajes, Hinata se permitió dormir hasta las nueve de la mañana. Su alarma había sonado por alrededor de un minuto, y aún así sus gatitos continuaban descansando, aparentemente no interrumpió su sueño. Por otra parte, Obito abría solamente uno de sus ojos, observando a su dueña levantarse lentamente de su cama. Ella llevaba puesta una camiseta dos tallas más grande, unas bragas de encaje color negro y unos calcetines que llegaban por arriba de sus tobillos. La ojiperla pronto se deshizo de su blusa, dejando al descubierto un par de generosos senos que rebotaron con sus movimientos. Obito primero se aseguró de que sus hermanos no la miraban, y al comprobar que era el único despierto, se acomodó mejor en su pequeña cama para contemplar el espectáculo. Una parte de él se sentía mal por estar espiando, pero otra era feliz al observar como ella se desvestía y buscaba ropa que ponerse para después de su ducha. Era prácticamente imposible apartar sus oscuros ojos de la anatomía de su dueña, aunque nadie podía culparlo por eso, ¿Quién se resistía a que la chica de tus sueños caminara desnuda sólo para ti? 

Hinata llevo algo de ropa y una toalla al baño con que contaba su habitación, Obito deseó seguirla, pero ella cerró la puerta. Lo único que lograba escuchar de lo que sucedía dentro, era el sonido de la regadera y de su celular reproduciendo música que no conocía. Entristeció al comprender que Hinata se preparaba para su cita, una a la que él por más que anhelaba, jamás podría asistir. Por las noches le suplicaba a los dioses que lo convirtieran en humano, de esa forma conseguiría el amor de la mujer de ojos perla. No importaba el precio, si la recompensa era ella, Obito estaba dispuesto hasta a caminar al Inframundo o a enfrentar al ser más fuerte del universo. Si solamente le permitieran tener un cuerpo humano, le sería posible tocar con sus manos el cuerpo de su dueña, acariciar su cabello y besar los lindos labios que adornaban su rostro. 

—¿Ya estás despierto, Obito?— ella salió del cuarto de baño con un vestido amarillo claro, ceñido a su cintura y suelto de sus caderas. No pasaba de sus rodillas, aunque tampoco era en extremo corto.

—Claro— el minino se frotó contra su pierna, cuando Hinata dejó de moverse para sentarse frente al tocador. Era consciente de que la Hyūga no lo comprendía, y aún así le respondía con la esperanza de que ella algún día pudiera contestarle correctamente.

—¿También estás emocionado por mi cita?— la Hyūga desató la toalla con que sujetaba su cabello, colocándola en el respaldo de la silla en que estaba sentada. Al percatarse de que Obito seguía rondando su tobillo, Hinata lo levantó para depositarlo sobre sus piernas. 

—Por supuesto que no. Yo desapruebo esa cita, él no es bueno para ti— gritaba molesto, sus chillidos eran adorables a vista de Hinata, que acarició su cabeza antes de comenzar a cepillar su largo cabello.

—Estoy segura de que me deseas suerte— al terminar con su cabello, optó por usar un poco  de labial rojo. Con una toalla se quitó el exceso, no quería verse demasiado llamativa. Prefería que su jefe pensara que se trataba de algo casual, es más, que ni siquiera se había esforzado por su apariencia.

—No... Sólo quiero acercarme al rostro de ese idiota y...

—No te preocupes, Gaara-san es una buena persona— eso se lo decía más a sí misma que a Obito. Pretendía tranquilizarse ella que a su mascota que no dejaba de maullar. 

—¡Pero es casado!— Obito tomó sus orejas y las estiró hacia abajo, completamente desesperado —Gai dijo que tiene un hijo.

—Hinata— Kurenai tocó su puerta algunas veces, consiguiendo terminar la extraña plática entre Obito y su dueña —¿Estás lista?, Asuma y yo te llevaremos al restaurante.

—Termino en unos minutos— exclamó apresurada, retirando a Obito de sus piernas para continuar su rutina.

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Llevaba algunos minutos esperando en el restaurante, no quería desesperarse, pero ya pasaban quince minutos de la hora acordada. Y el hecho de que su mesera constantemente se acercaba a preguntar si ya deseaba ordenar no le ayudaba demasiado. Suspiró para luego proceder a revisar las notificaciones en su celular, tenía mensajes de su hermana deseándole éxito en su cita, de sus amigos Kiba y Shino preguntando si podían ayudarle en su mudanza, algunos comentarios sobre la última fotografía que publicó de sus gatos, y absolutamente nada de Gaara. ¿Y si se arrepentía de salir con ella?, Probablemente Gaara no quiso rechazarla frente a Kurenai y por eso decidía mejor dejarla plantada.

Dejó caer su cabeza sobre la mesa, causando un fuerte ruido y una marca roja en su frente. El amor era algo que los miembros de su familia no podían conocer, tal vez alguien los maldijo con el conjuro de que jamás conocerían ese hermoso sentimiento al ser correspondidos. Por eso su madre se suicidó para abandonar a su padre, por eso Neji jamás tenía novia a pesar de ser peligrosamente atractivo, por eso Hanabi y ella nunca lograban una cita con los chicos que les gustaban.

—¿Está bien, Hinata-san?— se incorporó en su asiento de un sólo movimiento, escuchar la voz de Gaara al mismo tiempo que retiraba una silla aceleró su corazón. Su sorpresa de verlo fue en aumento al percatarse del niño que acompañaba a su jefe. 

Su boca se abría pero no conseguía decir algo, Gaara asistió a su cita con un niño. Lo primero que pensó fue que era su hijo, lo segundo es que Gaara estaba casado —S-sí, estoy bi-bien...

El pelirrojo observó cómo ella seguía sorprendida por el niño que recién sentaba a su lado. Claro, él nunca llevaba a Shinki al trabajo, por eso Hinata no estaba enterada de que tenía un hijo —No encontré a Temari está mañana, por eso decidí traer a mi hijo, su nombre es Shinki. Espero no le moleste. 

—No, por su-supuesto que no— se apresuró a decir. En ese instante moría de vergüenza, invitó a un hombre casado a una cita, ¿Qué clase de persona era?, Lo único que agradecía es que Gaara no llegó también con su esposa. No podría mirar a esa mujer a la cara sin sentirse mal respecto a su persona. ¿Por qué jamás se enteró de que Gaara tenía familia?

—¿Usted tiene a Gai?— el niño se dirigió directamente a ella, por su forma de ser tan seria y educada, Hinata casi aseguraba que era como hablar con un adulto.

—Sí, ¿Te gustaría ver una fotografía?— el niño asintió, no sonreía pero por dentro se encontraba feliz de ver a la mascota que se ganó su cariño. La ojiperla desbloqueó su celular, dirigiéndose directamente a su galería, en el álbum especial donde guardaba las imágenes de sus gatos. 

—Gracias— Shinki tomó el celular que la mujer le prestaba amablemente, fue pasando lentamente entre cada fotografía. Su mascota se mostraba muy animada al estar con sus hermanos, más de lo que él logró verlo mientras aún lo tenían en casa.

Gaara apartó su vista de Hinata y su hijo para tomar el menú que la mesera les ofrecía. Hinata había dicho que ella pagaría el desayuno para compensar el haber llevado a Gai el día anterior, pero él no se sentía muy cómodo con esa decisión ahora que llevaba a Shinki.

 —Será lo mejor si me encargo de pagar lo de mi hijo y yo— la mujer giró su rostro hacia él, enfrentando por fin al hombre que conseguía ponerla nerviosa.

—No es necesario, yo prometí que invitaba el desayuno— con una mirada rápida al menú, se aseguró de que los platillos estaban dentro de su presupuesto. No tendría problemas si sumaba a su compra el platillo de Shinki.

—Pero yo no le conté que traería a Shinki— y aunque quiso contradecirlo, el niño la distrajo unos segundos al entregarle su celular.

—Insisto— se rindió al obtener una negativa por parte de ambos hombres. Tener a dos personas contra ella no era justo. 

Gaara era dueño de una editorial junto a sus hermanos, Hinata había iniciado con un puesto pequeño al haber terminado recientemente sus estudios, aunque rápidamente consiguió avanzar gracias a su esfuerzo y a que Temari encontró en ella una empleada leal además de una amiga. El puesto de Editor en Jefe llegó como un regalo del cielo, en este caso del buen ángel que representaba Temari en su vida. La hermana de Gaara le contó al pelirrojo el motivo por el cual Hinata decidía irse de Japón, omitiendo detalles íntimos que jamás revelaría por nada del mundo, lo único que Gaara sabía es que Hinata huía de su padre, quien la presionaba a tomar un puesto en una empresa familiar, luego de haberla desheredado y empujándola a vivir sola desde los dieciséis años. Si existía un secreto que Gaara guardaba con gran determinación, ese era que estaba enamorado de la mujer de ojos perla.

Al enterarse de su situación, y al encontrar la manera de apoyarla y no dejarla sola, Gaara tomó la decisión de entregarle una nueva fuente de ingresos. Completamente alejada de Hiashi Hyūga y de Japón. Él jamás pediría algo a cambio, porque el amor en la percepción de Gaara, se trataba de darlo todo por el ser amado. Aunque eso significaba que existía la posibilidad de no ser correspondido. Lo más importante era la felicidad y seguridad de la mujer que amaba. Gaara dejaría en sus manos el manejo de la editorial que su padre le obsequió como última muestra de afecto antes de morir. El pelirrojo no quería nada que viniera de su padre, inclusive pensó en vender la editorial al mejor postor. ¿Por qué no mejor obsequiar ese pequeño patrimonio a la dueña de su corazón?, De esa forma ella podría iniciar una nueva vida sin preocupaciones.

¿Era una locura de su parte como le dijo Kankuro?

¿Jamás se habían enamorado tanto de alguien que estaban dispuestos a darlo todo sin recibir nada?

Él solamente se conformaba con saber que la mujer que amaba estaría bien. Al menos en lo que corresponde a lo económico.

—Gaara-san, ¿Está bien lo que ordenamos?— su jefe por un momento se quedó en silencio, únicamente observando los ojos perla de la Hyūga. Shinki y ella tuvieron que escoger algo del menú para él, en vista de que no respondía.

—Me parece bien— mintió, no tenía idea de lo que pidieron para su desayuno.

—¿Y qué tal tú, Shinki?— preguntó con una sonrisa, hablando ahora con el infante que parecía aburrido desde que terminó de ver las fotografías de Gai y sus hermanos.

—Está bien, me gustan los vegetales que escogió— el pequeño tomó una de las servilletas de la mesa y comenzó a jugar con ella. Recordaba algunos pasos de un vídeo donde le enseñaban a realizar un barco de papel, con su gran inteligencia seguramente conseguiría hacer el barquito.

—Hinata-san— ahora sus ojos perla se posaron en el hombre tan atractivo que le hablaba —Me alegra saber que aceptó el trabajo en Francia. Es a la única que considero capaz de manejar la editorial que dejó mi padre— su pecho se llenó de orgullo al escuchar a su jefe, él realmente creía en ella.

—Le agradezco la confianza que deposita en mí— con una corta reverencia, Hinata demostró lo emocionada y nerviosa que se sentía por su nuevo puesto —Haré mi mejor esfuerzo, así ustedes pronto la podrán incorporar a su editorial.

—Creo que no me he explicado bien. No quiero que me regreses la editorial de mi padre, es tuya— sus palabras causaron una gran conmoción dentro del cuerpo de la pequeña Hyūga. ¿Gaara le estaba regalando una editorial?, ¿Así nada más?

—Pe-pero...

—La editorial tampoco está en sus mejores momentos, necesita trabajar duro para recuperar sus días de gloria. En lugar de vender todo y despedir a tantas personas, le estoy dando la oportunidad de crear su propio negocio. De formar su propia vida— los platillos que ordenaron habían llegado hace unos minutos, sin embargo, Hinata solamente podía prestarle atención a Gaara —No dependerá de su padre o su familia, tampoco de mí. Será libre de escoger su propio destino.

—Gaara-san, esto es demasiado. No es posible que yo acepte un regalo así— bajó la mirada, con temor a enfrentarlo. Decir que estaba abrumada era poco.

—¿Entonces quiere que despida a todos los empleados?— utilizó la mejor técnica que aunque en ocasiones era una virtud en ella, también se consideraba un peligro. Su bondad hacia otras personas era demasiado grande, siempre consideró a Hinata como una mujer muy amable y humanitaria.

—No, eso tampoco me agrada— reconoció casi en un susurro. 

—Si le hace sentir mejor, puede tener como socios a mis hermanos y a mí— ella asintió en silencio, eso le parecía una idea más factible —¿Nos quedamos con cincuenta y cincuenta?

Afirmó varias veces, queriendo detener las lágrimas de sus ojos pero fallando en el intento —Domo arigato gozaimasu— le agradeció, levantándose de su asiento para hacer una reverencia más pronunciada.

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Obito esperaba con impaciencia la llegada de su amada, sus hermanos lo acompañaban con la intención de evitar que se metiera en problemas. Consideraban al menor capaz de atacar a la cita de Hinata. 

—Ya son casi las dos de la tarde, la hora del desayuno se terminó hace mucho— permanecía recostado en una colchoneta en miniatura que Mirai les llevo por si querían dormir más tarde. El único que tenía que esforzarse por no dormir era Kakashi, sus hermanos, a diferencia de él, se miraban muy activos.

—Tal vez decidieron ir a otro lugar al terminar el desayuno— mencionó Kakashi, aunque rápidamente se arrepintió de haberla hecho. Ahora el ojo derecho de Obito temblaba por la molestia.

—Es un hombre casado, debería alejarse de mi futura esposa.

—En realidad no está casado, sólo son su hijo y él— le dijo Gai, aclarando el punto que sus hermanos no tenían del todo claro hasta ese momento. Obito habría preferido no saberlo, ahora comprendía que no existían razones que les impidieran estar juntos. 

Escondió su cabeza entre sus brazos al pensar en Hinata a lado de ese hombre.

—¡Ya están aquí!— la voz de Mirai hizo depestar rápidamente a Obito de su recién estado depresivo. La niña decía la verdad, Gaara y Hinata estaban cerca de la cerca de la casa.

Su jefe decidió llevarla a casa, pensando también en qué Shinki podría saludar a Gai, aunque lamentablemente el niño estaba dormido cuando llegaron. Gaara bajó del auto para abrir su puerta y acompañarla a la entrada. No fue tan valiente como le gustaría, únicamente logró abrazarla de manera dulce y protectora. No la besó, tampoco se atrevió a confesar sus sentimientos, no quería retenerla en un lugar donde ella no se sentía segura. La estrechó entre sus brazos, despidiéndose con palabras de apoyo y una promesa de volverse a ver algún día.

A unos metros de la escena, Obito intentaba llegar a Gaara para separarlo de su dueña. El gato era detenido por sus hermanos, que no permitirían al minino hacer algo que le traería consecuencias negativas. 

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Notas de la autora:

• Puede contener errores ortográficos.

• En este capítulo, Gaara no quiso detener a Hinata de buscar un lugar donde se sintiera cómoda, por eso no se confesó. Al contrario, le daba la pide comenzar sin tanta preocupaciones en un nuevo país. ¿No les parece muy noble de su parte?

• Hinata no le dijo a Gaara lo que sentía, porque creía que él es casado. Ya que acaba de conocer a su hijo adoptivo.

• Tardé un poco más de lo que esperaba, resulta que estoy en un juego que te clasifica por lugares contra otros competidores. Mi lado competitivo ha salido a flote, siempre estoy defendiendo mi primer lugar xd

• Cuando Gai dijo que aprendió cosas nuevas en casa de Gaara, hablamos de algo que les ayudará en el futuro a sus hermanos y él. No podemos dejar a Kakashi sin leer su Icha Icha 🌚

• ¿Quién les gustaría que sea el próximo enamorado de Hinata?

• ¿Les agradaría ver un poco más de las vidas pasadas de Obito?, Y si la respuesta es si, ¿De cuál de sus vidas les gustaría ver la historia?

• ¿Sienten curiosidad por saber del pasado de Hinata?, Creo que ya puede aparecer en el siguiente capítulo. 

Dejen sus votos y comentarios 💖

Nos leemos en la próxima actualización 👀❣️

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